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EL HERALDO DE MADRID. EL HERALDO EN LA LÍNEA.
Año XX. Número 6.666

Domingo 28 de Febrero de 1909


Información de nuestro redactor Sr. Gabás

Hay muchos pueblos que, por Y es que, siempre


haber tenido en un momento impresionables, el punto negro
de su vida un punto negro, el determina un juicio que, a lo
concepto público les ha más, puede aplicarse al
impuesto el sambenito del momento en que un pueblo
oprobio, que sufre las
ya no pueden consecuencias
sacudirse de una
aunque de transformación
diablos hagan honda y
santos. radical, pero
La Línea es que diputamos
uno de ellos. como
Para el resto definitivo.
de España, La Línea se
incluyendo a encontraba en
la propia un período de
provincia de Cádiz, La Línea transformación tan intenso, que
suena a contrabando y matute. necesariamente habían de
Para muchos es un surgir, no un movimiento, sino
conglomerado, no solo de verdaderas convulsiones; que
defraudadores de la Hacienda no se pasa de aldea
Pública, sino de gentes que insignificante a pueblo populoso
liquidaron sus cuentas con la de 300 vecinos a 60.000 en
justicia o que las tienen por poquísimos años y a la sombra
liquidar; de revolucionarios que de unos trabajos de duración de
se comen los niños crudos, y de tiempo limitado, sin que se
anarquistas de puñal; de todo cuarteen los cimientos de la
lo peor de los componentes justicia y el derecho, la razón y
sociales, en una palabra. la moral pública.
No es extraño. En pleno Y esto es lo que pasó en La
Parlamento, uno de los actuales Línea, que tiene una historia
gobernantes dijo de La Línea tan breve como tempestuosa,
que era la hez de España. Así, pero cerrada ya con un
sin eufemismos ni distingos, capítulo, que es el que al
con motivo de una discusión presente escribe, honroso y
sobre sucesos allí ocurridos; y patriótico; un capítulo de
la afirmación pasó como trabajo, laboriosidad y virtudes
capítulo de Evangelio. cívicas.

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Como se formó y lo que fue La Línea.
El año 1870, La Línea era una aldea de trescientos y pico de
vecinos, que pertenecía al término municipal de San Roque.
Solicitada la segregación y obtenida después de vencer grandes
dificultades, se constituye el primer Ayuntamiento, nombrándose
alcalde presidente a D. Lutgardo López Muñoz.
Uno de los primeros acuerdos de aquel Municipio fue bautizar al
pueblo con el nombre de La Línea de la Concepción.
Durante unos cuantos años, el aumento del vecindario es
insignificante.
En 1888 se inaugura una
fábrica de corchos, la de los
hermanos Larios, que por
las múltiples operaciones
que la industria cochera
exige para su
funcionamiento da trabajo a
1.000 operarios, entre
hombres, mujeres y niños.
Simultáneamente casi, el
astillero de Gibraltar toma
gran incremento; se
construyen muelles para
contener inmensos almacenes de carbón, y a La Línea afluyen
familias enteras, pasando a la plaza vecina en busca de trabajo, que
sin dificultad se les da, porque los ingleses saben, por larga
experiencia, que el personal español es apto, fuerte y duro.
El régimen militar de la plaza, que prohíbe la construcción de
viviendas y pone trabas para la permanencia nocturna de los
extranjeros, hace que el personal obrero empleado en sus trabajos de
instale en La Línea, donde aprisa y corriendo se edifican casas.
En el año 1896, el Gobierno inglés consigna en presupuesto la
friolera de tres millones y medio de libras esterlinas para las
siguientes obras:
Ampliación del astillero y del muelle del Almirantazgo; construcción
de tres diques secos, capaces de admitir los mayores buques de
combate, y construcción de un puerto cerrado en gran extensión.
Y como en Inglaterra lo que se vota hay que consumirlo, las obras
empezaron inmediatamente.
Acuden entonces a La Línea miles de obreros, que en Gibraltar son
admitidos sin ningún requisito.
Como los anteriores, su punto de residencia es La Línea, que va
ensanchando, ensanchando, hasta ocupar una extensión de terreno
enorme con la construcción de casas de piso bajo solamente en casi
su totalidad, como edificadas para subsistir un corto número de años
y llenar una necesidad apremiante.
Y aquél aluvión de gentes las trae de todas castas y pelajes,
honradas y criminales, trabajadoras y de las que iban a pescar en rio
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revuelto, sanas y podridas, sin que fuera posible la selección y
depuración, que tenían que dejarse al tiempo.
En lo político, trae de todas las extremas izquierdas, revolucionarios
y socialistas, ácratas y anarquistas más numerosos y furibundos
exaltados, para quienes la justicia, el derecho, la autoridad, la familia,
todo, en fin, lo más grande y consubstancial con la nación no
representaba nada, no debía ser nada y a la nada tenía que volver.
Los que esto sentían en territorio español y lo predicaban, en
territorio inglés iban más derechos que una vela.
Estos exaltados encontraron terreno fertilísimo para sus ideas de
disolución y desorden, no sólo en el detritus social acumulado en La
Línea, sino en la misma y advenediza masa obrera.
¿Por qué? Porque tocaba ésta tan de cerca las enormes diferencias
entre las condiciones y remuneración del trabajo en su propio país y
en el extraño, que el
espíritu más dormido
despertó pronto sintiendo
las más grandes rebeldías.
Luego fue comprendiendo
las leyes fundamentales
del país en que trabajaba;
se las asimiló después,
comparó más tarde, vio
como aquellas obligaban a
todos por igual y como la
justicia era rectilínea e
inexorable, y de todo esto
resultó un acrecentamiento de la rebeldía, que los exaltados utilizaron
cuantas veces quisieron.
Cuando la intelectualidad obrera quiso dirigir las masas por el
camino de las reivindicaciones sociales justas y legítimas era ya
tarde. El virus morboso estaba infiltrado, y toda predicación tenía que
ser necesariamente incendiaria.
El Centro Obrero que formaron llegó a tener cerca de 6.000 socios.
Allí, por las noches, se daban conferencias rojas y furibundas, y
cuando aquellos hombres abandonaban el local salían despojados de
todo sentimiento efectivo y moral, vomitando venganza y rebeldías
contra toda razón y autoridad, y ¡ay del que osara estorbarlos en su
camino!.
Frecuentemente, sin razón muchas veces, se declaraba el boycotage
a un comercio o una industria. En este caso, el infeliz a quien tocaban
las iras de aquel Centro podía irse con la música a otra parte. La
vigilancia más severa, la persecución más sañuda se ejercía contra él,
y si alguien quebrantaba el boycotage, ya sabía que no podía repetir
la suerte.
Fueron aquellos hombres los amos de La Línea, que tenía sus
autoridades, su Guardia Civil, es cierto, pero a las cuales,
acertadamente, patrióticamente, se impuso una prudencia
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extremada. Otra cosa hubiera sido escribir a diario páginas
sangrientas.
La Guardia Civil, sobre todo, siempre benemérita, fue heroica
durante aquellos años. ¡Cuantas veces hubo de ver resignada cómo
todo aquel estado social parecía concentrar en ella sus odios y
rebeldías! Y, sin embargo, la prudencia fue su norma, que a no
haberla tenido, las consecuencias hubieran sido trágicas.
Todos los días, al caer la tarde, los 10.000 obreros ocupados en
Gibraltar, regresaban, concluido el trabajo, a La Línea.
En la carretera inglesa
eran corderos. En la
española se convertían en
gatos monteses.
Mezclados entre ellos
venían también
centenares de mujeres y
chiquillos.
El contrabando tenia que
ser reprimido y evitado, y
para ello la Guardia Civil
cuidaba de que por las
puertas de La Línea
pasaran en grupos de 200, a fin de que el registro por los carabineros
pudiera verificarse con la detención necesaria.
El espectáculo era imponente, según los testigos presenciales.
La masa obrera se diseminaba por el campo neutral, gritando,
cantando o vociferando, sin que pudieran contenerla en su
impaciencia por entrar en la población las exhortaciones de la
benemérita, no muy numerosa ciertamente.
De pronto, grupos que echaban por delante a las mujeres y
chiquillos, se abalanzaban sobre las puertas, asaltándolas y
arrollándolo todo, mientras otros demostraban que no les infundía
temor la fuerza pública ni la Guardia Civil, que pretendía imponerse
por todos los medios menos por el único que, precisamente por su
eficacia, la prudencia impedía emplear y no se empleaba.
Así, el contrabando no podía evitarse, no se evitó, porque era
imposible. Y lo realizaron obreros y los que no le eran, en grande o en
pequeña escala, pues al rio revuelto de La Línea acudieron a pescar
comerciantes de ancha conciencia, otros que, llamándosele, iban “a
hacer su avío” en poco tiempo, industriales “ful” y aventureros y
malandrines de todas las provincias de España.
Pero en La Línea ¿quién lo duda?, había gentes honradas
comerciantes e industriales que de buena fe acudieron a ganar el
dinero honradamente, trabajando, aunque siempre bajo el temor de
un boycotage, y familias numerosas, cuyos individuos aplicaban sus
respectivas aptitudes a honrosas ocupaciones, sin más propósito que
la remuneración justa y asegurar una vida que en otras partes no
pudieron encontrar o la encontraban difícilmente.
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Entre los mismos obreros, los había sanos, de conciencia recta,
¿quién lo duda tampoco?; pero estaban en inmensa mayoría los
otros, los que se imponían y se impusieron, ocasionando, al fin, una
triste jornada, en la que fue víctima -una de las víctimas- Ernesto
Álvarez, obrero intelectual, acérrimo defensor de las reivindicaciones
obreras, pero nunca propagandista de las ideas dominantes en aquel
conglomerado especial, único que tal vez haya existido en España.
Síntesis de aquella situación: los trabajos de Gibraltar hacen de La
Línea un pueblo de 60.000
almas; crean un comercio y
una industria en que se
encuentra de todo, como en
la viña del Señor; reúnen
una masa obrera
formidable, en que hay
gentes sensatas y cerebros
que quizás hicieran
enloquecer injusticias
sociales pasadas; atraen a
La Línea a todos los
aventureros y a todo el desecho de provincias, dispuestos siempre a
jugarse la vida; pero ello es que, siendo la taifa los menos, mandan,
hacen imposible casi la vida de las gentes honradas y La Línea, en el
concepto público, pasa a ser un pueblo de contrabando y puñal, que
abochornaba a España.
Terminadas las obras de Gibraltar, La Línea rebaja de un golpe su
vecindario en 20.000 habitantes y la situación mejora
extraordinariamente.
Muere el Centro Obrero, y, libres de la amenaza del boycotage, el
comercio y la industria ensanchan, aunque parezca paradójico, su
esfera de acción. Perecen, es decir, tienen que salir huyendo, los que
a la sombra de aquella situación anormal vivían y hacían negocio.
No corre el oro como antes; pero se vive sin sobresalto.
La depuración, sin embargo, no era completa. Quedaban aún
elementos perjudiciales; más purificado el ambiente, como ellos para
vivir lo necesitaban enrarecido, no podían permanecer mucho tiempo
en La Línea. En efecto, no permanecieron, y la población vuelve a
otra rebaja de 8.000 habitantes.
Se inicia un periodo de expansión en todas las manifestaciones de la
vida, y La Línea, pueblo libre ya, aparece digna, laboriosa y
profundamente patriota.

La Línea de ahora.
De La Línea de entonces a la actual hay un mundo de distancia…La
depuración ha sido completa, demostrándolo el hecho de que apenas
se registra una simple riña.
De la formidable masa obrera solo quedan unos cuantos centenares
de trabajadores fijos en los diques y arsenal de Gibraltar, tan aptos,
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laboriosos y honrados, que merecen las alabanzas de los ingleses y la
estimación de sus convecinos, y otros tantos de mujeres que también
acuden a la plaza inglesa a trabajar en sus respectivos oficios o a
desempeñar servicios domésticos. Lo dañado ha desaparecido por la
sencilla razón de que allí ya no tenían nada que hacer.
Consecuencia de esto ha sido que en La Línea se haya verificado la
unión de los elementos sanos, antes dispersos, retraídos y recelosos;
el entroncamiento de familias, la urbanización de la población, el
embellecimiento de sus edificaciones, la construcción de calles tan
hermosas como la Real, de la que hacen paseo nocturno las bellas
linenses; el robustecimiento del crédito en la industria y el comercio,
el desarrollo de la Prensa, la fundación de centros de cultura, la
organización de unas ferias que pueden competir con las de muchas
capitales, la creación, en fin, de una personalidad en el orden
económico, intelectual y social.
Y hay algo más grande que todo eso: un amor a la patria más
vibrante cuanto más se ha dudado de él. Porque La Línea pasa,
aunque protestando enérgicamente, de que se le suponga conjunto
de barracones cuyos moradores poco menos que deben ser excluidos
del trato de gentes; pasa por el abandono en que los Gobiernos la
tienen, y con el que contribuyen a que subsista suposición tan
irritante; pero por lo que no pasa es porque se la suponga tibieza
siquiera en sus amores a la patria: ¡que hasta eso se ha llegado a
decir de palabra y por escrito!
La Línea es, en efecto, eminentemente española. De sus vecinos los
ingleses no ha tomado más que el confort para la vida y lo que en
ella hay de práctico. Ni
siquiera se ha asimilado
algunas costumbres que
sin menoscabo de la
nacionalidad pudo
asimilarse. Allí todo es
español, hasta el punto de
que raro es el
establecimiento que tenga
traducido al inglés su
rótulo, y españoles son sus
fiestas, sus diversiones,
sus juegos y sus costumbres. ¡Oh! En esto último, las hay de un
españolismo rancio.
El Casino Recreativo es uno de los centros más concurridos y de más
distinción de La Línea. Pues id allí por las noches; penetrad en una
amplia habitación, y encontraréis a sus socios jugando… a la lotería
de cartones.
¡Y que van a arruinarse! Por diez céntimos tienen derecho -
¡teníamos!- a llevar tres cartones, y a veces, para ganar, había que
llenar uno completamente.
Quizás parezca esto pueril a muchos superhombres. A mi me
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pareció encantador por su españolismo.
En todos los aspectos de la vida social, La Línea es un pueblo de una
llaneza igualmente encantadora. Allí no hay
rigideces empalagosas arriba, ni groseras
prevenciones abajo. Una hermosa democracia
une a todos, formando un conjunto simpático,
y alegre y laborioso, que retiene sin esfuerzo a
todo visitante.
En lo político, no existen las pasiones que
envenenan ni las luchas que en definitiva
destruyen a los pueblos. Los partidos, cada
cual desde su campo, laboran por el bien
común, haciendo política amplia, y así,
liberales como conservadores y republicanos
mantienen buenas relaciones de cordialidad.
Dirige los primeros un hombre de gran
prestigio y posición social, D. Bartolomé Lima,
presidente del Círculo Liberal, que hoy cuenta
con más de dos mil socios, y cuya jefatura ha
hecho salir del hogar a muchos desengañados
o indiferentes que en él se habían recluido
temiendo que volvieran tiempos de una
política menuda, de un pasado obscuro.
Es el jefe de los conservadores, D. Luís
Ramírez, un ex alcalde cuya gestión se
recuerda con elogio en La Línea, persona
cuyo nombre pronuncian todos con respeto,
pues después de una vida consagrada a la
política en un pueblo de historia tan
tempestuosa, es hoy su capital el trabajo,
cuyos productos comparte con muchos
necesitados.
El partido republicano, más que por su
intervención en la política activa, se distingue por sus iniciativas en
beneficio de las clases obreras.

Relaciones con el Estado.


La Línea no tiene con el Estado más vínculos que los que ligan por
las leyes contributivas.
Fuera de esto, la acción tutelar del Estado es nula.
Por contribuciones e impuestos paga La Línea más de medio millón
de pesetas. A cambio de esta suma, no recibe el más insignificante
beneficio.
Es más, cuando La Línea pide sumisa y medrosa, el Estado se
enfada.
¿Y qué pide La Línea? Pues sencillamente que se le den
comunicaciones terrestres, de las que hoy carece en absoluto y de

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cuya necesidad dará la idea siguiente:
Yendo desde Gibraltar, no hace falta preguntar donde acaba el
territorio inglés y donde empieza el español.
Separada de la plaza vecina unos 700 metros, la parte de carretera
inglesa se presenta admirablemente calzada y atendida, con sus
andenes laterales y jardines donde no ocupan el terreno los
pabellones militares ingleses. Se entra en territorio español, en el
campo neutral, y la carretera desaparece, siendo muy frecuente que
los pequeños vehículos que
transportan a los vecinos y
viajeros tengan que
abandonar lo que había de
ser carretera y meterse por
el campo, si no quieren
volear en los innumerables
baches.
El contraste es de los que
sonrojan, y españoles e
ingleses no aciertan a
explicarse las razones que
impiden el arreglo, mil veces solicitado y otras tantas no concedido,
de aquel pedazo de tierra, por donde los segundos pasan a
centenares los domingos, días destinados a excursiones por La Línea
y sus alrededores.
La Prensa local ha clamado cien veces contra esto y la Diputación de
Cádiz ha hecho constar que no es culpa suya, y así irán pasando los
años sin que haya medio de conseguir el arreglo de esa carretera,
que podía ser estratégica y estar como Dios manda.
Pues si por este lado la comunicación se halla en semejantes
condiciones, por la parte de San Roque es sencillamente imposible.
A dos kilómetros de La Línea está la pequeña población de
Campamento. La unión entre los dos puntos se hace por un trozo de
playa y otro de camino de herradura. Desde el Campamento a San
Roque hay tres kilómetros de carreta. Pues bien, las bestias se
hunden en el fango y el invierno pasado se dio el caso de caerse un
borrico y perecer ahogado.
Y no se tolera -dice El Mercantil, de La Línea- que se arrojen piedras
para rellenar los baches.
Lo que, cuando se hizo el Tratado de Utrecht, era poderosa razón
estratégica, hoy no lo es, dado el gran adelanto en los medios de
construir caminos militares, y así han debido entenderlo generales
ilustres, por cuanto son varios los informes favorables a la
construcción de la carretera, entre ellos el del general Luque, y los
legisladores que en el Congreso aprobaron el proyecto, que luego en
el Senado se atascó, sin que pueda sacársele a flote.
La comunicación con San Roque es, pues, un verdadero problema,
que acaso podrá resolverse con la aviación. Intentarla hoy es exponer
la vida de los ciudadanos y hacer imposible el transporte de los ricos
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productos que en el término municipal de La Línea se cultivan;
impedir el desarrollo de la industria pesquera, de que viven 3.000
familias de la aldea La Atunara, dependiente de La Línea: reducir la
vida del comercio y la industria a lo puramente local, encarecer las
subsistencias, cuyos precios, por las enormes dificultades de arrastre,
son muy elevados, contrastando también notablemente con los que
alcanzan en Gibraltar.
Así, en La Línea no existe ya más contrabando que el del hambre,
ejercido por las clases pobres, que van a la plaza vecina a comprar un
poco de pan, café, azúcar y otros artículos de primera necesidad, que
generalmente no logran pasar por la Aduana, a pesar de los medios
ingeniosos que emplean, y de los cuales hablaré en otro artículo.
La Línea, pues, no tiene más comunicación que por mar, puesto que
para San Roque hay que emplear en el recorrido varias horas, y para
cada carro, de forma especial, siete u ochos bestias.
Mejorar aquella sería medida de buen gobierno y llevar a tan
hermosa población el consuelo de que no ha cometido ningún delito
para ser la Cenicienta de España. La mejora no es obra de romanos.
Mientras se vence la resistencia a construir la carretera con San
Roque, puede construirse un pequeño muelle de madera en el
Espigón, habilitándolo para que un buque haga viajes a Algeciras con
pasaje y carga.
Las ventajas que, no sólo La Línea, sino Algeciras, encontrarían en
esta comunicación serían de gran importancia.
Creo que el Sr. Besada, diputado por el distrito, está perfectamente
enterado de esta aspiración de La Línea, a favor de la cual es de
esperar que ponga su gran influencia.

Habilitación de la Aduana.
Es otra de las mejoras que con insistencia ha pedido La Línea.
La Aduana, clasificada
como de tercera entre las
terrestres, tiene limitada su
habilitación.
Zona militar, además, La
Línea, el comercio no
puede dar salida a sus
mercancías ni devolver
siquiera las que no vende o
que, como ocurre con
frecuencia, reciba
equivocadas por descuido
de las casas remitentes.
Habilitar la Aduana reportaría grandes ventajas, como facilidad en
las transacciones, abaratamiento de las subsistencias, expansión
mercantil, que hoy es imposible por lo reducido del margen
comercial. Y aquí está todo lo que desde La Línea, que se daría por
muy satisfecha por algo.
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¿Lo conseguirá teniendo como tiene al padre alcalde?
El Ministro de Hacienda es quien puede decirlo como ministro y
diputado por el distrito, y La Línea, de no conseguir beneficio alguno,
quien puede decir también como Fernando VII al cosechero del
cuento:
-Guárdelo para mejor ocasión.
Sería negar la evidencia que La Línea está necesitada de grandes
reformas, entre ellas el alcantarillado; pero es de justicia reconocer
que el Municipio hace bastante con atender decorosamente a las
múltiples atenciones de la vida moderna con un presupuesto
reducido.
Asciende éste a trescientas mil y pico de pesetas para una población
de 32.000 almas, y como el Municipio carece de bienes propios,
láminas, montes, pastos, etc., claro es que tienen que sustituirlo con
los arbitrios, de los cuales se han creado mayor número que en otras
Corporaciones de igual categoría.
Esos arbitrios pesan, naturalmente, sobre la industria y el comercio.
Que algunos protestan, es ocioso decirlo; no llueve nunca a gusto de
todos; pero un Municipio que con ese dinero paga su contingente
provincial y carcelario, la casa-cuartel de la Guardia Civil, sostiene el
hospital, las escuelas locales y las del barrio La Atunara; atiende, en
fin, a todos los servicios con sus propios recursos, sin auxilio alguno
del Estado, que, por el contrario, para todos los efectos contributivos
tiene a La Línea asimilada a capital de
provincia; un Municipio, digo, en semejantes
condiciones económicas es un Municipio que
no puede hacer milagros.
Cumple su misión con administrar
honradamente, como lo hace el de La Línea,
compuesto de personalidades prestigiosas,
que preside D. José Cayetano Ramírez, otro
político que no es de ayer y que también ha
sacrificado a la política una posición creada a
fuerza de trabajo.
Resumen de todo lo expuesto, La Línea, en
lo político, lo económico y lo social, tiene
todos los elementos necesarios para su
prosperidad. Le falta solamente el calor del
Estado, necesario a todos los pueblos, pero
mucho más a los fronterizos, donde si a los de casa debe quitarse
hasta el pretexto para las comparaciones, a los extraños no debe
dársele ocasión para que nos miren despectivamente, o por lo menos
nos compadezcan.

LA FERIA.
-No creí que en La Línea se celebrara una fiesta tan hermosa- dijo
Bombita la primera vez que la presenció.

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Y cuantos concurrieron el año último corroboran la frase del famoso
torero.
Porque dos años nada más hace que se
celebra la velada o feria, ya famosísima es
todo el Campo de Gibraltar y provincias
andaluzas.
Fue en 1907 cuando surgió la idea de
instituir la fiesta, que se celebró con éxito
brillantísimo.
En tales manos estuvo el pandero.
La Junta de Festejos no podía haber sido
mejor elegida ni tener más entusiasta
presidente. Fue éste D. Ricardo Ruiz Cuadro,
linense hasta la médula, enamorado de su
pueblo natal, personalidad de gran relieve,
que ha ocupado muy importantes cargos en
la población, y que, en unión de sus
compañeros de Junta, organizó unos festejos que han dejado
memoria.
Y como en La Línea no se vinculan estos cargos, porque los mismos
interesados se quieren, a fin de que todos puedan aportar sus
iniciativas, la segunda Junta
ha sido presidida por D.
Francisco del Manzano, que
ha continuado la obra tan
brillantemente empezada.
Elementos permanentes
de la Junta son Blanco,
Forcada, Montes y Parra.
En la instalación de
casetas han rivalizado
Círculos, Casinos y
particulares, habiéndolas
construido muy lujosas y
artísticas, no sólo para recreo visual y culto a la estética, sino para
que fuera marco digno de las bellísimas linenses que en ellas lucen
durante la feria su hermosura y gentiliza.
Y como en La Línea no se duermen sobre los laureles, este año -la
feria empieza el primer domingo de Julio- se proponen echar el resto.
¡Y habrá que verlo!

CÍRCULOS Y CASINOS.
La creación de Círculos y Casinos en La Línea es de fecha reciente.
El último Círculo creado es el Mercantil, muy bien instalado en el piso
bajo de una casa de la calle Real.
Se debe su creación a unos cuantos jóvenes, que de este modo
unieron a comerciantes, industriales y propietarios para la defensa de

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sus respectivos intereses.
El Círculo Mercantil, que tiene vida propia, ha fundado un periódico,
muy bien escrito, El Mercantil de La Línea, y creado una Biblioteca
popular con donación de libros hecha por los socios y Centros
Mercantiles de España.
La iniciativa de esto corresponde al bibliotecario Sr. García Carrillo,
que constantemente da pruebas de su amor a la cultura.
El Círculo Mercantil ha organizado varios
festivales, entre ellos uno infantil, del que en
La Línea se guarda grata memoria.
En su presidente D. José Gómez Martín,
personalidad en quien encuentra decidido
apoyo toda iniciativa en pro de la unión y la
cultura.
Del Círculo Recreativo, que ocupa un
amplio principal en la calle citada, es
presidente D. Francisco Escobar, médico
distinguidísimo, inspector municipal de
Sanidad Civil, persona de relevantes méritos
y grandes simpatías.
Este Círculo, que, como todos los de la
población, no tiene más recursos que las
cuotas y los que producen honesto y lícitos
recreos, coadyuva en todas ocasiones a cuanto signifique brillo y
esplendor para La Línea, llegando lo individual donde no alcance lo
colectivo, como era de suponer de un Centro que cuenta entre sus
socios a las personas de más preeminente posición social.
En los bajos está el Casino de Artes y Oficios, que preside D. Antonio
Aranda y del que forma parte la juventud linense, sin distinción de
profesiones ni oficios, haciendo de este Casino una sociedad
altamente simpática, que con frecuencia celebra brillantes bailes y
funciones teatrales en el domicilio social.

UNA PROPOSICIÓN.
A Sinibaldo Campánula, poeta modernista.

Sin tanto glauco, que nos pone verdes,


sin horas, cual los peces, de colores,
sin abusar de efebos pisaverdes,
sin tanta opalescencia ni negrores,
sin manchas, con bigote y melenas,
se pueden escribir poesías muy buenas.
Sin destrozar la lengua castellana,
sin inventar palabras a destajo,
sin tanta frase retumbante y vana,
se puede hacer, sin duda, un buen trabajo…
y todo lo demás es cuchufleta.

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Para escribir poesías… ser poeta.
Si yo lo fuese, con ardiente anhelo
cantaría a la vida, a los amores,
a los campos, al sol, al mar, al cielo,
a los niños, las aves y las flores.
¡Y cuanto la mujer me inspiraría,
que es fuente inagotable de poesía!
Más no negruras ni erotismo insano
en sacar de su alma me empeñara,
ni al cantar a su cuerpo soberano
términos dislocantes empleara…
Que se puede cantar a la belleza
sin trastornarle a nadie la cabeza.
Del alma femenina la ternura
y su dulce atracción irresistible,
del cuerpo la arrogancia y la hermosura,
describir palpitantes es posible,
sin tener que emplear alegorías
que ni el autor entiende a los dos días.
¿A qué llamar pelínea desbordancia
a una espléndida y linda cabellera?
¿A qué catalepsial pestañeancia
al mirar de una hembra “de primera”?
¿Y dominó bucal la dentadura?
¿Y a un busto bello láctea curvatura?
¿Pues y el llamar aristas osculares
a unos divinos labios tentadores?
¿Y grisáceo contacto a los pesares,
y almas en licuación a los amores?
Vocabulario tal no hay quien lo abarque
pues no lo entiende el propio Novejarque.
Y como producciones tan confusas
no hay cerebro cabal que las resista,
propongo que licencien a las musas
¿y encarguen del Parnaso a un alienista!

Enrique Gómez de la Mata

VIDA TEATRAL.
Rinde La Línea al arte teatral verdadero mito, y queda con esto
hecho el elogio de su educación artística.
Tres teatros, los tres muy buenos, tiene La Línea: el del Parque, el
Cómico y el de María Gurina. Por ellos han desfilado muchas
celebridades de la escena -desde luego casi todas nuestras
eminencias cómico-líricas, y en alguno de ellos nacieron a la vida del
Arte tiples como la Palau y la Pujol, a quienes hoy admira el público
madrileño.

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El Cómico es el teatro que más frecuentes y largas temporadas está
abierto, gracias a la esplendidez de su dueño e ideal empresario.
Es éste Bartolomé Lima, hombre rico y a quien por saber serlo la
nómina teatral no le asusta.
Lima, que puede permitirse el lujo de tener dentro de su casa el
teatro, sabe un día que
puede reunir una compañía
excelente…Pues ya está en
La Línea, ¿Qué gana? Bien.
¿Qué pierde? Le da igual.
Mi familia -dice
ingenuamente- se ha
divertido, y eso me basta.
Cuando la catástrofe de
Messina, La Línea quiso ser
de la primeras en aportar
socorros pecuniarios para
las víctimas supervivientes.
Con una función teatral se realizaba el caritativo deseo; pero los
teatros estaban entonces cerrados y no había modo de abrirlos con
una compañía formal.
-Con lo que hay se juega- pensaron, sin duda.
Y a las cuarenta y ocho horas ya estaban anunciadas, no una
función teatral, sino dos, en el Parque y en el Cómico, en que se
representaron cultas y aplaudidísimas obras de nuestro género chico
por compañías de aficionados locales.
No presencié aquellas funciones, que fueron un éxito pecuniario, y
en las que los dueños de los teatros pagaron todos los gastos; pero
presencié otras, y fueron, sin adulación, un éxito artístico.
El grupo dramático es una compañía en la que hay actrices y actores
muy notables. En la orquesta de guitarras y bandurrias, formada por
treinta individuos, que ameniza los entreactos y toma parte en toda
clase de fiestas confines puramente benéficos, hay verdaderos
maestros.
El grupo, como la orquesta, lo forman obreros de todos los oficios,
que en el Arte buscan su expansión y recreo.
Para la función del Cómico se organizó una compañía especial,
siendo ellas las bellísimas señora de Villar, Lola Gallardo, María Acedo,
Lola Arellano, Eulalia Ferrety, María del Villar, Isabel Jiménez, María
Rojas, Leonor y Victoria Calamaro y Carmen Carreras, y ellos, los
distinguidísimos jóvenes Sres. Amaya, Luna, Acedo, Villar y
Guillermo, Carrasco, Calamaro y Cruz.
La compañía obtuvo éxito tan colosal, que pasó aquella noche a ser
permanente. El arte, la hermosura y la distinción se habían unido en
tal forma y en tal grado, que disolverlos hubiera sido un atentado a la
belleza y a la gracia.
Una noche, Lima invita a varios íntimos a conocer a la compañía en
el mismo escenario de su triunfo y oír la parte musical. No hay,
16
naturalmente, quien rechace invitación tan sugestiva, y al Cómico
acudimos presurosos.
Del grupo femenino, que espera en el escenario la cariñosa orden de
Lima para empezar, se destaca a la voz de éste Lola Gallardo, una
rubia espiritual, que canta las romanzas de La Chavala y La Macarena
y números de otras obras, con un gusto y delicadeza que nos
subyugan. Es así como deben cantar los ángeles.
La bella señora de Villar luce en la polonesa de El Barbero de Sevilla
su exquisita voz y gusto artístico. María Acedo da a la alborada de El
señor Joaquín la expresión conmovedora que hacen más intensa sus
ojazos negros y soñadores. Eulalia Ferrety, de exuberantes formas;
María del Villar, de hermosura espléndida, ponen en los dúos cómicos
extraordinaria gracia, y, todas, en fin, revelan su excelente educación
musical y artística.
Lola Arellano, una morena menudita, de ojos parlanchines y
zaragateros, nos sorprende cantando, entres otros números de igual
corte, los tientos de Las Bribonas.
¡Ay, amigo Viérgol, que tientos, los que canta la niña de quince
años!.
Se puede hacer un viaje a La Línea sólo por verla cantar como los
railitos der tren, y si ante aquella caribita no prevaricas, te digo que
en tu corazón campanas tocan a muerto.
¡Jesús, que chiquilla cantando, jugando los ojos y dándole vida a la
Jerezana de la obra!
Pon la gracia, la picardía y su poquito de sicalipsis, pues todo eso lo
reúne Lola Arellano, que se nueve por el teatro, al que va a
dedicarse, apúntate el nombre, que la niña a la vuelta de poco
meterá ruido.
Director artístico de esta notabilísima compañía es Paco Villar, que
revela su buen gusto y conocimientos de teatro, y directora musical,
la simpática señorita Julia Franco, para quien el piano no tiene
secretos y que ha demostrado ser profesora digna de tan
sobresalientes discípulos.
¡Salud, excelentes artistas!

No quiero decir cuanto tiempo hace, porque


esto de descubrir la edad va enojando a los
hombres casi tanto como a las mujeres; pero
era la época en que autores dramáticos y
periodistas, hoy ilustres, andaban locos tras
la fama… y dos pesetas.
Camarada suyo era un mozo alto, moreno
subido, de mirar penetrante como si quisiera
leer en el alma de los individuos, locuaz,
espléndido cuando podía serlo, periodista a
ratos, porque su temperamento bohemio y
revolucionario no se avenía con la disciplina y
reglamentación del trabajo, y tan bueno y
17
leal amigo, que sin él nadie de los de la peña, que andando el tiempo
disolvieron laureles y triunfos, sabía dar un paso.
Blanco Forcada -que era y es su nombre- vio como se hilvanan
escenas de dramas famosos, como nació y creció aquel gran periódico
El Resumen, como la fortuna y el talento encumbraron a sus íntimos
en la política, la literatura y el arte.
De pronto, como si no hubiera esperado más que le triunfo de sus
amigos, Blanco desaparece de Madrid, sabiéndose al cabo de algún
tiempo que su refugio es una población malagueña.
Allí le creíamos todos, cuando yo tengo la suerte de encontrarlo en
La Línea.
-¡Santo Dios, y este es aquel!- repito con Campoamor, al ver al
revolucionario, al inquieto, al tempestuoso Blanco, contando
tranquilamente resmas de papel de color que luego han de ser
prospectos artísticamente hechos en su propia imprenta.
La vida, me dice, trae grandes desengaños.
Y en seguida, mientras me enseña su máquina, sus minervas y
cajetines, rememora tiempos pasados, pregunta por todos sus
camaradas y habla de sus triunfos con hondo regocijo…
Y ahí está Blanco, periodista cuando escribe El Campo Neutral, que
ahora va a convertir en diario con el
simpático título de La Línea Española;
cajista si hace falta sustituir a un obrero
enfermo o si el trabajo arrecia, impresor
acreditado y, sobre todo, amigo de todo el
mundo. Es de sentir la amistad sincera y en
su nobleza de corazón en lo único que no
ha cambiado, a pesar de las adversidades
de la vida.
Veterano también de la Prensa linense es
D. Lutgardo López, director de El Sino,
autor de una notable guía del Campo de
Gibraltar y persona que goza de generales
simpatías.
En el Calpense, de Gibraltar, periódico de
gran prestigio, otro periodista linense,
Enrique Gómez de la Mata, da a diario pruebas relevantes de su valor
y su cultura.
La prensa satírica está muy bien representada por Pero Grullo, que
dirige un espíritu agudo y observador, Joaquín García Curado.

DE VISITEO.
Unos días en La Línea me abrieron las puertas de francas amistades.
Tales cicerones tuve: Bartolomé Lima, Ricardo Ruiz, Blanco, Villar…
En su grata compañía, sus amigos pasan pronto a serlo míos, y así,
los dignísimos alcalde D. Cayetano Ramírez, jefe militar don Juan
García Aguirre, juez D. José Ruiz, capitán de carabineros Pérez del

18
Villar y Rogelio y José Ramírez, Espinosa, Nieto, Díaz, Escribano,
Gómez de la Mata, González Vázquez, Escobar, García Cruzado,
Cubillo, Parra, Francisco L. de Tosas y otros muchos me colman de
atenciones.
Vaya a todos mi gratitud.

-Se impone la visita a fábricas y comercios- digo un día a mis


cicerones.
-Pues al visiteo- me contestan.
Y lo hacemos muy despacio, porque al ver en las tiendas tan
hermoso mujerío nunca nos parece hora de abandonarlas.
Ahora me explico que estos comerciantes linenses estén siempre al
pie del cañón. Por ver aquellas mujeres cualquiera querría ser
centinela a perpetuidad…

Fábricas de electricidad.
Después de ver unos ojos negros como una pena, está indicado
buscar la luz, y las fábricas eléctricas son con nosotros.
La primera visita es para la que se titula La Concepción, donde
encontramos al presidente perpetuo de su Consejo Administrativo, al
emprendedor y activísimo
D. Félix García del Rivero,
iniciador también del
proyecto de construcción
de la fábrica, felizmente
realizado en 1906.
La Concepción puede
producir fluido para 7.000
lámparas, pues tiene tres
grandes motores Croosley,
a gas; tres turbinas de
vapor con calderas
multitubulares e
inexplosibles, sistema
Babroche y Wilcox, y todo el servicio auxiliar de lo más perfeccionado
que se conoce.
Y, sobre estar montada conforme a los últimos adelantos, tiene una
nota altamente simpática. Allí no hay nada que sea extranjero más
que las máquinas. Lo demás es linense puro: capital, empleados altos
y bajos, operarios, etc.
Ni siquiera montó la maquinaria un extranjero, sino el linense D.
Francisco Manzano, competentísimo director técnico.
Otra fábrica de electricidad importante es La Cooperativa.
Se ha fundado recientemente para suministrar fluido a los socios de
la misma, y no es difícil aventurar a La Cooperativa una vida
próspera, dada la competencia de su gerente, D. Leovigildo
Sampedro, quien aporta no sólo iniciativas, sino grandes
conocimientos en la industria de producción de luz.
19
Bebamos…
La Línea es también Andalucía; con lo cual quiero decir que la cañita
se impone de cuando en cuando.
La primera cae en el antiguo almacén de Palma, en la calle del
Clavel. Su dueño, señor
Ramírez Maresco, que tiene
vinos excelentes, cognacs,
aguardientes y licores de
todas clases, nos obsequia
con un rico amontillado,
procedente de famosa Casa
portuense, de varias de las
cuales se surte en grandes
cantidades, como para
vender al por mayor.
Excelente vino. Acreditaría a cualquier almacén expendedor que no
llevase como el de Ramírez cuarenta años de vida comercial sin que
ni un momento haya desmerecido en crédito, y cuyos negocios son
tan extensos que comprenden, además, la venta de cervezas, aceites
y otros artículos, y donde se hacen operaciones por cuenta propia y
en comisión.
-Son negocios y años. El personal auxiliar será bueno.
-Como que dos dependientes llevan treinta años en la Casa. Es el
mejor elogio de ellos y del dueño.
-Probemos el vino corriente de Rociana (Huelva), que se distingue
por su bouquet, y del que es representante en La Línea, como de
vinos finos y amanzanillados de importantes Casas del Puerto de
Santa María, Domingo de Manzano Álvarez.
-Lo conozco, es superiorísimo; pero probémoslo. Un día es un día.
-Ese otro establecimiento de bebidas, aquí en la calle del Clavel, es
el de Francisco Villanueva. No pasa nadie por su puerta que no entre.
-Pues nosotros no somos menos. ¡Adentro, y venga de lo mejor!
-Aquí es todo de esa marca.

Al pasar.
-¡Buena tienda y hermosas mujeres!
-Es el establecimiento de tejidos de Chacón y Campos. Esta de la
calle Real es la central. La sucursal la tienen en las de la Aurora, San
Pablo y Ángel, y en las dos grandes surtidos en géneros de todas
clases a precios sin competencia.
-¿Y esta otra del diecisiete de la misma calle?
-De don Simón Lozano. Es también un acreditadísimo
establecimiento de tejidos del reino y extranjeros, en que se
encuentra cuanto en el ramo pueda desearse, desde la seda más rica
a la tela más modesta.
La Línea, en comercios de telas está a gran altura, pues además de
estos, que son hermosos, hay otros, como el de D. Carlos Sainz
20
Guerra, en las calles del Clavel y Jardines 7, donde además de los
tejidos del reino y
extranjeros y novedades
hay montado un gran
taller de sastrería, el de D.
Antonio Merino
Zumaquero, en las calles
del Sol, San Pablo y
Jardines, también
excelentemente surtido de
cuanto la industria
nacional y extranjera
producen en este ramo.
-Y todos concurridísimos, demostrando que se busca la clientela en
buena lid y que eso del contrabando pasó a la Historia.
-Naturalmente. Si lo hubiera, no tendrían razón de ser estos
comercios, donde voy a entrar a ver si hace falta un aprendiz.
-¿Para qué?
-Para quedarme y llevarles los mandaos a estas mozas juncales.
¡Jesús, que mujerío!.
-Almacén de coloniales de Don Cristóbal Ruiz Pérez. Es Casa
acreditadísima, que se dedica a la venta al por mayor y menor de
cereales, aceites y harinas y a la exportación de pescado salado y
fresco desde su saladero del barrio de La Atunara. Esta industria, con
buenas comunicaciones sería próspera, pero sin ellas…
-Y eso que La Veloz es una buena Empresa de transportes a Puente
Mayorga, San Roque y la estación.
-Como que sin ella y sin su servicio permanente de carros a la
estación de San Roque la incomunicación sería casi absoluta.
-La verdad es que es milagroso cómo se realiza el servicio de
carruajes desde La Línea y San Roque a la estación y viceversa. ¡Para
mí que en vez de carruajes usa globos!.
-Esta es la Casa de Pérez Hermanos, una de las más acreditadas de
La Línea.
Expende al por mayor y menor coloniales, vinos, cereales y harinas,
que obtiene de los mejores centros de producción directamente, lo
que la permite unir a la buena calidad la economía de los precios.
Tiene una sucursal en Puente Mayorga.
En ultramarinos, la Casa de Simón Garesse, en las calles de San
Pablo y la Aurora, goza de gran fama. Expende también aceites y
harinas, todo de tan superior calidad, que la hacen una de las Casas
preferidas por los linenses para el consumo de dichos artículos.
Y son también establecimientos reputadísimos en que en la calle de
las Flores 6, tiene Antonio Sánchez Gómez, de comestibles de todas
clases; el de el Valenciano, propiedad de Bautista Jaén, en las calle
de Sol y Sevilla, que es a la vez almacén de vinos y aguardientes,
cereales y patatas, y depósito de azafranes y alpargatas; el de Villar
y Moreno, en la calle del Clavel, que es almacén de harinas, afrechos
21
y cereales, que gozan de gran crédito por las finas clases de las
primeras, principalmente, y lo económico de los precios; el de
ultramarinos, coloniales y quincalla que en la calle de Isabel la
Católica 13 posee Antonio Vivas Guerrero, industrial y comerciante
acreditado, y La Valenciano y La Alicantina, dos almacenes de calzado
que en las calles del Clavel y Jardines tiene el amigo Enrique
Espinosa, y en donde se encuentra desde el zapato más lujoso al más
modesto y así van de
primorosamente calzadas
las linenses.
-Pues hay que verlos
todos.
-Pero antes entremos en
el Café España. Nos espera
el simpático propietario,
Francisco Freddi, un joven
inteligente y trabajador,
pues además del café, que
esta siempre lleno, en la
Plaza de Alfonso XII y calle
Real tiene una fábrica de aguardientes compuestos y licores y
almacén de vinos en las calles de Sagasta y Clavel. Hay que tomar un
vermouth riquísimo.
-¿Es ya hora?
-Véalo usted en este escaparate de la calle Real, once. Es de la
relojería de Pablo Carreño, que no es solo relojero, sino redactor
artístico de mi periódico -me dice Blanco, presentándomelo-.
Y Carreño, violentando su modestia, nos enseña algunos trabajos
excelentes, mientras un oficial va colocando una partida de
primorosos relojes de sobremesa, pared, bolsillo y despertadores que
acaba de recibir.
Tomado el vernouth, almorzamos en casa de Luis Plomé, que sirve a
las mil maravillas, y continuamos nuestra excursión.
Nos queda ver -dicen mis cicerones- a León Toledano Díaz, cuya
droguería, en las calles de la Aurora 27 y Flores 2, 4, 6, y 8, es una
de las mejores y más afamadas de la región.
Toda clase de productos químicos y farmacéuticos, de las mejores
marcas, y especialidades nacionales y extranjeras se hallan en esta
droguería, digna de una capital de primer orden, que surte a casi
todo el Campo de Gibraltar.
Andrés Ruiz y Biedma, el joven e ilustrado farmacéutico de la calle
del Clavel 20, autor de la emulsión al creosotal que lleva su nombre y
de otros preparados reputadísimos, no sólo en la región, sino en el
mismo Gibraltar, delegado farmacéutico del partido de San Roque,
que hizo una carrera brillantísima y tiene una farmacia muy bonita.
Esta y la Farmacia Modelo, de la calle de la Aurora 22, son las que
más clientela cuentan encontrándose en la Modelo, además del
surtido completo de toda clase de medicamentos, especialidades y
22
aguas minerales, todo lo referente a ortopedia y cura Lister.
Enrique Earle, propietario de la fábrica de gaseosas de la calle de
Ángel Pulido 134, montada con todos los adelantos modernos y con
una producción considerable y cada vez más estimada, pues Earle es
un fabricante que emplea los mejores productos.
José González dueño de la gran sastrería La Rondeña, en la calle de
Jardines, que tiene una clientela tan numerosa como distinguida,
porque González es de los maestros que más elegantemente visten a
sus parroquianos.
Y, por último, dos fábricas hermosas, en las que hay que invertir
unas horas.
-Pues andando.

La Concepción.
Terminado nuestro visiteo, nos encaminamos a La Concepción,
hermosa fábrica que junto a la playa posee D. Luís Ramírez.
Unas copas de un rico cognac con que nos obsequia nuestro
excelente amigo D. Luís espolea nuestros músculos, poniendo punto
al descanso, y nos
encaminamos a recorrer el
edificio.
Sólo guía tan experto
puede conducirnos por
aquel laberinto de
departamentos en que uno
es fábrica de gaseosas,
con maquinaria moderna y
excelente; otro, fábrica de
aserrar maderas,
conteniendo los últimos modelos fabricados; otro, fábrica de pinturas,
en que su dueño ha introducido mejoras de fabricación e inventado y
construido envases especiales; otro, fábrica de fideos; más
departamentos auxiliares que sirven para almacenar, depósitos,
secaderos, etc., etc.
De negocios tan complejos sólo es director D. Luís Ramírez, cuyas
iniciativas y energías no ha agotado una vida, ya larga, de trabajo.
Detallar las operaciones, el trajín que representan cuatro fábricas en
una, exigiría mucho espacio.
Baste decir que La Concepción es una fábrica que ha logrado
extender su radio de actuación a muchas regiones de España, y que
sus pinturas, principalmente, gozan de un renombre extraordinario,
pues nada tienen que envidiar a las más reputadas del extranjero.
La Línea se honra con esta fábrica, a la que dedica todas sus
actividades una persona inteligentísima, que si en el aspecto
industrial ha ganado la estimación de los linenses, en el aspecto
político no tiene, por su probidad, ni adversarios, pronunciándose su
nombre con respeto.

23
Larios, hermanos.
La fábrica de corchos de Larios, hermanos, fue antes de la creación
de impuestos sobre el corcho elaborado el primer establecimiento de
su clase en España.
De lo que fue su producción puede dar idea un solo dato: los
operarios de uno u otro
sexo ascendían a 1.000.
Gravada la elaboración del
corcho con impuestos,
sufrió un rudo golpe la
industria, y con ella La
Línea.
Hoy, la fábrica no es,
desde el punto de vista
obrero, ni sombra de la que
fue. Es el edificio grandioso,
que en el Espigón de San
Felipe ocupa una superficie de 23.504 metros cuadrados, construido
para elaborar corcho, y en que se invirtió una fortuna para la
adquisición de maquinaria, fraguas, fundiciones, talleres de varias
clases, etc.
Hoy los trabajos están reducidos a lo que permiten las
circunstancias en que los impuestos han colocado a la industria, que
fue en La Línea próspera y que a La Línea reportó grandes beneficios;
porque los señores Larios, hermanos, no solo ocupaban 1.000
obreros, sino que constantemente procuraron su mejoramiento,
costeándoles asistencia médica y farmacéutica, creando escuelas
dentro de la fábrica y realizando, en fin, cuanto podía beneficiar al
obrero.

-¿Hemos terminado queridos cicerones?


-Si, señor; pero para charlar sobre todo lo que hemos visto esta
noche vamos a ir a “A B C”.
-¿Se estrena aquí la zarzuela de Perrín y Palacios?
-El “A B C” es un café y cervecería que está en la calle de la
Libertad, y del que es propietario Diego Mangas. Tomaremos un café
excelente y ¡vivan los pompeyanos!- grita Blanco.
-¿Qué viva es ese?
-¡Ah! Es de los tiempos de mi Madrid. Verá usted: llamábamos los
pompeyanos….

GIBRALTAR.
El policeman, grave y estirado, me alarga el ticket que me autoriza a
entrar en la plaza. Ocurre esto casi a las puertas del mercado, y
viniendo de España, donde la mujer de nuestra clase media para
arriba no debe descender a ciertos menesteres, ni si es soltera ir sola,
no puede menos de llamarme la atención el entrar y salir de

24
elegantes señoras y señoritas, con su cestillo de fina paja a la mano,
en busca o provisto de las vituallas por el día.
Algunas señoritas descienden majestuosamente de su tílburi;
entregan a un chicuelo las riendas y un penique; entran, salen a
poco, y volviendo a montar parten ligeras, sirviéndolas de lacayo su
cesto, por cuya boca asoman verduras y frutas.
Gibraltar es una población animadísima, y no hay que decir que
limpia como los chorros del oro. No es su animación bullanguera y
alegre; pero tiene un tono que la hace extraordinariamente
simpática.
Van y vienen por las
calles gentes de todas las
naciones; así, se oye
habla todos los idiomas.
Chinos y hebreos, desde
las puertas de sus
tiendas, en que flamean
ricos bordados, crujientes
sedas, y en cuyos
escaparates objetos de
marfil y loza pregonan
haber sido construidos por manos divinas, os ofrecen con insistencia
sus géneros.
Entrad sin reparo, aunque no penséis comprar. Un poco difícil os
será esto, porque los ojos se irán tras de tantas preciosidades. El
chino o el hebreo, tuteándoos, por lo general, os pedirá el cuádruplo
del valor si por algo mostráis preferencia. No temáis; si os pide
veinte, ofrecerle cuatro. El chino o el hebreo no se enojarán. Por el
contrario, la sonrisa asomará a sus labios, y si ve que os marcháis lo
seguro es que os venda la mercancía, diciendo:
-Hoy esta yo loco.
Los comerciantes ingleses son más serios. Si no tiene los precios
marcados, os pedirán lo prudente; regatearéis, y como la utilidad sea
de un penique, vuestra será la mercancía. Otro vendrá que tal vez
deje utilidades mayores. El caso es vender, no almacenar. Muchos
peniques suman al día chelines, y los chelines, libras. Excelente
sistema comercial, que a todos beneficia.
Por la calle Real, lo mismo de día que en las primeras horas de la
noche, pasan con paso ligero, por entre centenares de hombres,
centenares de mujeres. Los hombres las miran, y pasan de largo…
Nada de paradas de frente, que obliguen a la mujer, como en España,
a andar dando recortes y quiebros por las aceras. Nada de piropeos,
que muchas veces son groseros. Las leyes del país son tan grandes
protectoras de la mujer, que ésta puede hacer que se castigue el más
pulcro requiebro. Y lo menos que os puede costar son cinco chelines,
que son muchas pesetas por un piropo.
Esto no es obstáculo para que los ingleses se casen; pero ¡ay del
que habiéndose aventurado a dar palabra de matrimonio pretenda
25
luego no cumplirla! Le cuesta menos casarse, seguro.
Las voces y los cánticos que salen de los cafés hacen que los
extranjeros nos agolpemos a sus ventanales. No es nada. Son los
marinos ingleses, yanquis y rusos, pertenecientes a tres escuadras
que poco antes han fondeado en Gibraltar, que apuran cientos de
bocks de cerveza, vuelcan sus libras esterlinas, grita, vociferan,
entonan cantos nacionales y alguna vez arman en tierra zafarrancho…
Plétora de vida, dinero y orgullo legítimo, sobre todo en ingleses y
yanquis, cuyos enormes acorazados, que con boyas están en la bahía,
en alineación perfecta,
inspiran a los españoles la
misma meditación que al
Dr. Pandolfo la calavera
del burro…
Apartad la vista del mar
para dirigirla a la
montaña, y la montaña
parece que va a hundirse
al peso de sus potentes
cañones. Quitadla de la
montaña para dirigirla
hacia Punta de Europa, por la parte amurallada, y abajo encontraréis
los inmensos diques, en que Inglaterra hizo alarde de su potencia
monetaria.
¡Pueblo grande, de amplias libertades, de respeto al derecho, de
amor al orden, de profunda concepción de la justicia; son sus
Gobiernos grandes, y grandes son también sus obras!
Una señal del policeman indica a los carruajes que deben detenerse.
Es que va a pasar un entierro. La caja, lujosa, que casi cubren dos
magníficas coronas, y que a hombros llevan cuatro marineros; el
nutrido acompañamiento de jefes, oficiales y marinería, a los que
precede una banda de música, me hacen creer que es un general
muerto. Es un marinero raso. La Marina inglesa entierra así a sus
humildes servidores…
El cañonazo de las seis y media nos avisa a los que en la plaza no
queremos pernoctar de que debemos abandonarla, y enfilamos
rumbo para La Línea.
Los obreros salen de los diques; Los mujeres abandonan las faenas
a que en la plaza se dedican, y, carretera adelante, marchamos un
par de miles de personas, que impasiblemente ven pasar los soldados
ingleses, tiesos y graves, ante los pabellones en que viven o las
garitas en que hacen su guardia, cara a esta España, que más se
quiere cuanto más tristes contrastes ofrece a la vista de un gran
pueblo…

26
EL TABACO.
Oíd, fumadores, lo que se fuma, y a qué precio, en Gibraltar,
tomando como tipo el tabaco habano, no el egipcio, ni el turco, ni el
americano, ni el filipino, ni el inglés, ni el de Jamaica, etc., pues de
todos hay y se consumen en Gibraltar.
¿Queréis un buen Caruncho, un Murias, un Cabañas, un Álvarez, un
Henry Cía. u otra marca no menos famosa, de ese a que en España
los más fumamos cuando repican gordo o nos
la regalan? Pues por 40 o 50 céntimos os
fumáis una que quita el sentido.
¿No queréis un cigarro de tanto postín, pero
si bueno, legítimo de la Habana, con cintillo y
todo? Pues por 20 céntimos os fumáis uno
que os hacer maldecir de nuestra ínclita
Tabacalera unas veinte veces por segundo.
Por igual precio podéis llevar en el bolsillo
una petaca de papel, cómoda y elegante, con
otros tantos cigarrillos, cuya calidad
quisiéramos en España para los días de fiesta.
¿Preferís picadura? Pues oíd y rabiad,
empedernidos fumadores. Una libra de marca
famosa, por la que aquí se paga 12 pesetas,
cuesta en Gibraltar tres con ochenta y cinco
céntimos. Pagad seis, y podéis brindarle un pitillo al propio Rey
Eduardo.
Se sobreentiende que todo esto no es mas que mientras se
permanece en la plaza, que fuera de ella la Arrendataria es con
nosotros. Sus empleados y los carabineros son inexorables. Es más
fácil que pase por el ojo de una aguja el camello bíblico que tabaco
por las Aduanas de La Línea y Algeciras.
-¿Por qué habrá carabineros y arrendatarios?- se preguntaban los
españoles fumadores.
A mí me tenía esta sin cuidado. Al salir de Gibraltar hice resolución
de quitarme el vicio.
Y me lo quité fácilmente. Después de aquello, cualquiera fuma esto.

Saccone y Speed.
Es, no solo en la importación y exportación de tabacos, sino de
vinos, cervezas y licores, la Casa más importante de Gibraltar. Las
cantidades que de estos artículos introduce son enormes; lo que la
permite competir con todas en condiciones ventajosísimas.
Fundadas hace sesenta años, las Casas de Jerome Saccone y James
Speed y Compañía, que gozaban de un crédito y una reputación
envidiables, únense las dos bajo la razón social Saccone, Speed y
Compañía, Sociedad anónima, y amplían sus negocios en tal escala,
que hoy es una Casa verdaderamente formidable.
Y las marcas habaneras son de este calibre: Henry Clay, Caruncho,

27
Cabañas y Carvajal, Álvarez y García, Murias, Gener, Águilas de Oro,
La Corona, La Excepción, Bismarck, Partagás; toda la flor, en fin, de
la producción y elaboración cubanas, amén los cigarros y cigarrillos
de Sumatra, Filipinas, India, Jamaica, Egipto, etc.
Sus vinos y licores se llaman Champagne,
Burdeos, Madera, Marsala, Málaga,
Chianti, Sauterne, Brandy, etc., todo de lo
más selecto que se produce y a precios
que no concebimos en España.
Saccone y Speed tienen depósitos en
Londres, Portsmouth, Malta, Chatam y
Dewonport, y en Málaga, otro, a cargo de
D. José Segalarúa, en la calle de Flores
García 3, para servir a los clientes en
España, que son numerosísimos, los vinos,
licores y cervezas extranjeros.
Esta Casa, además, es gran importadora
y exportadora de nuestros vinos de Jerez,
Priorato, Rioja y Valdepeñas, figurando en
su catálogo los amontillados, manzanillas y
vinos más famosos de todas esas regiones españolas; por lo cual es
para los españoles que van a Gibraltar una Casa muy simpática, y
mucho más si tienen la suerte de conversar con el amabilísimo Sr.
Speed.

“La Calpense.”
En la calle Real está también “La Calpense”, fábrica de tabacos de
Russiano y Compañía.
Allí se manufacturan cigarrillos con selectas picaduras y se
encuentra gran surtido de cigarros puros de la Habana, Manila,
Canarias, Holanda, Méjico y la India.
El tabaco para el día, ya se sabe de “La Calpense”.

Bland y Compañía.
M.H. Bland & Cía. (Limitada), una de las Casas más antiguas de
Gibraltar, existe bajo esta razón desde el 1865. Hoy son sus jefes D.
José y su hermano D. Manuel Gaggero.
Poseen en Puerta de Tierra una fábrica moderna de hielo
transparente, con el cual abastecen a la población, la Marina, vapores
de pesca, etc. Una fábrica de aguas gaseosas, renombradas por su
exquisita confección y condiciones higiénicas. Grandes almacenes de
maderas del Báltico, del Canadá, etc. Sierras y cepillos a vapor, y6 un
extenso surtido de mármoles de Carrara.
En la Marina tienen montados talleres de carpintería y herrería para
construcción de embarcaciones y reparaciones de buques.
En el puerto cuentan con dos hermosos pontones cargados de miles
de toneladas de carbón para el abastecimiento de sus propios

28
vapores y de muchos otros que diariamente llegan para proveerse.
Treinta y tantas barcazas,
desde 30 a 250 toneladas
de porte, para trabajos de
salvamento, carga y
descarga de vapores y otras
operaciones de puerto.
Varios vapores
remolcadores, entre ellos el
hermoso vapor de
salvamento Rescue, de 900
caballos de fuerza efectiva,
que, con sus potentes
bombas centrífugas a vapor, su completo equipo y su hábil personal
de buzos, mecánicos y demás operarios, es uno de los primeros
buques de su clase en el Mediterráneo.
En el renglón de salvamentos marítimos trabaja esta Casa en unión
con las Compañías Nordischer Bergunga Verein, de Hamburgo;
Compañía Neptune, de Stockolmo, y Svitzer, de Copenhague. Ha
prestado, y sigue prestando, importantes servicios a la Marina, en
general, siendo muchos los buques que hallándose encallados en las
costas de España o África, ha conseguido salvar de pérdida total.
En Abril de 1897, los Sres. Bland merecieron gracias del Gobierno
español por remolque prestado desinteresadamente en la bahía de
Tánger al buque-escuela Nautilus durante un fuerte temporal, y en
Noviembre de 1905, el salvamento del Assistance, hermoso buque de
la escuadra inglesa, que estaba a punto de perderse próximo a
Tetuán, les valió a ellos y a las citadas Compañías que cooperaron
una buena remuneración y las gracias del almirante.
Como casa armadora posee el conocido vapor Gibel-Dersa, que hace
el servicio regular entre Gibraltar y Tánger conduciendo pasajeros, y
la Mala Real Inglesa y los vapores Gibel-Kebir, Gibel-Musa y Gibel-
Tarik, a cuyo cargo está el
servicio entre Gibraltar y
Melilla, Tetuán, Ceuta,
Larache, Rabat, Casablanca
y demás puertos de la
costa de Marruecos.
Además de ser agentes de
seguros marítimos y
contratistas del Gobierno
británico, representan
varias Compañías de vapores, entre ellas las líneas Serra y “La
Flecha”, de Barcelona; Compañía Adria, de Fiume; Servicio
Italohispano, de Génova; Compañía de la Mala Real Inglesa, paquetes
que salen bimensualmente de Londres con pasajeros y carga
haciendo escala en Gibraltar, los puertos marroquíes, Canarias y
Madera, y la Compañía Cunard, cuyos vapores, el Lusitania y
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Mauritania, son los
mayores, más rápidos y
más lujosos del mundo.
Como es de suponer, los
magníficos vapores de la
Compañía Cunard son
sumamente populares en
los puertos del
Mediterráneo, y embarcan
en Gibraltar gran número de
pasajeros de primera,
segunda y tercera con
destino a Nueva York, Cuba, Méjico y otros puntos de América
Central, como también de primera para los puertos de Italia y
Austria. Viaje ideal, del cual se aprovechan con frecuencia las familias
pudientes españolas.

DIALOGOS
-¡Si no hubiera Aduanas!- me dicen tristemente una compatriota.
-¡Qué pasaría, señora?
-Yo, sombreros, plumas, flores, un par de sombrillas, otro de
vestidos, géneros blancos, tres abrigos, tres salidas de teatro, todo
este almacén de las Hermanas Bassadone. ¡Qué preciosidades!
-Si que es una lástima eso de las Aduanas. Que usted lo pase bien,
señora.

-¿Me invitas a almorzar?


-En el Grand Hotel, nada menos, donde se hospedan los grandes
personajes que vienen a Gibraltar y lo mejor de los que no lo son.
Su cocina es excelente; sus habitaciones, de un confort admirable,
habiéndolas para familias, y a dos pasos Correos y Telégrafos, en lo
mejor de Gibraltar, como ves.
-Pues entonces ya no me invitas. ¡Me traslado al Gran Hotel!

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