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José Pedro Jarpa Marín


Ensayo occidental
Escuela de Literatura
Prof. Thomas Harris
Sábado 15 de diciembre de 2007

LAS MENINAS DE FOUCAULT : ARTE DEL ESPECTADOR.

“Sobre la escena del texto[cuadro] no hay rampa: no hay detrás del


texto[cuadro] alguien activo (el escritor [pintor]), ni delante alguien pasivo ( el lector
[espectador]) ; no hay un sujeto y un objeto. El texto [cuadro] caduca las actividades
gramaticales [visuales]: es el ojo indiferenciado del que habla un autor excesivo
( Angelus Silesius) : " el ojo por el que veo a dios es el mismo ojo por el que dios me
ve."
Roland Barthes intervenido para la ocasión por el joven
Jarpa

PUNTO DE PARTIDA : RELACIONES

¿Me estás pintando a mí? ¿Me estás pintando a mi Velazques? si


fuera el mítico Travis Biclkey de Taxi Driver me amenazaría a mi mismo
al mirar el cuadro las meninas. Pero no lo soy, aunque Velásquez – el
pintor – quiera hacer con nosotros – espectadores – su siniestro juego de
los espejos, dejaré de lado el delirio narcisista de Bickley abordando este
singular cuadro desde la perspectiva que propone Foucault : desde el
nosotros “ espectadores” y materia ambigua del cuadro. Pero antes de
pasar por ahí, recordaré otro cuadro igual de complejo que esté y
abordado por otro género igual de complejo que el ensayo, la poesía: me
refiero al maravilloso poema largo Autorretrato en espejo convexo de
John Ashbery basado en otro cuadro inter-visual donde el pintor vuelve a
ser el eje de su creación, fusionando sujeto y objeto: “la materia de mi
cuadro soy yo.”

CUADROS REFERIDOS
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Si relaciono dos cuadros me parece efectivo antes de seguir


dar algunas reseñas de ellos y de paso incluirlos en este ensayo.
El primero y que merece todas estas digresiones es el cuadro Las
Meninas (La familia de Felipe IV )del pintor español Diego Velázquez del
año 1656 y el segundo titulado Autorretrato en espejo convexo del
pintor italiano Parmigianino realizado en el año 1524.

ESPEJOS
La perturbación que provocan estos cuadros nace por las
perspectivas de los espejos: en el primero de manera implícita muestran
el verdadero objeto de Velázquez y en el segundo ya decididamente
tenemos a Parmigiano como centro de su creación, pintándose a partir
de un autorretrato distorsionado por la forma de un espejo cóncavo.
Le decimos adiós a Parmigiano y a Ashbery ya fueron ocupado con
el fin que se buscaba: dar una clave de la frase de Montaigne que
bastante ha revelado.

SUJETOS Y OBJETOS

Este ensayo habla de un ensayo – de Foucault – sobre un


cuadro con el sujeto explicito – Velázquez – incluido en este que nos
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muestra una escena pictórica de la familia de Felipe IV que utiliza como


señuelo a las meninas (infantas o niñitas en portugués) que son las que
se pueden ver en el centro del cuadro. Pero tomando nociones básicas
de encuadres y planos sabemos que al objeto que se le quiere dar
protagonismo y resaltarlo sobre los otros se pone en algún costado:
Velázquez se pinta en el costado izquierdo del cuadro.

ESPECTADORES : NOSOTROS MISMOS

Primera persona en plural: nosotros, parece interesante


sumergirse dentro de un grupo genérico que se transforma en una
nueva arista del cuadro. Foucault en su ensayo articula su discurso en
base al nosotros. Transformándonos a todos en sujetos.

En apariencia este lugar es simple; es de pura reciprocidad: vemos un cuadro


desde el cual, a su vez, nos contempla un pintor. No es sino un cara a cara, ojos que
sorprenden, miradas directas que, al cruzarse, se superponen. Y, sin embargo, esta
sutil línea de visibilidad implica a su vez toda una compleja red de incertidumbres, de
cambios y de esquivos. El pintor sólo dirige su mirada hacia nosotros en la medida en
que nos encontramos en lugar de su objeto. Nosotros, los espectadores, somos una
añadidura. [ 14]

ESPECTADORES : LA FORMA EN QUE VELÁZQUEZ QUIERE MOSTRARNOS SU

VERDADERO OBJETO.

¿Qué nos esconde Velázquez? ¿Qué quiere mostrarnos sin


mostrarnos? Volvemos a lo siniestro, de eso que tanto nos ha
hecho temer a quienes nos autodenominamos lectores, el
padre de cualquier lector por excelencia: el viejo Borges. ¿A
qué le tememos entonces? Tenemos los espejos y toda la
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carga emotiva que puede llegar a ver a alguien distinto a nosotros,


aunque en nuestra vida – fuera de los espejos – siempre queremos ser
otro.
Siento que he estado un poco alejado de este ensayo. Escondido
detrás de enormes voces que me dejan en el sitial de pequeñez que
merezco, y ahora, me referiré de mí, fuera de mí. Ósea no quien escribe
este ensayo, sino el pseudo-poeta.

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La imagen se codifica en la mente,
Como uno quiere verla
Tú no ves me ves como realmente soy
Así como el espejo no refleja mi verdadero rostro.
Distorsionamos la realidad,
para limitarnos a lo que queremos ver.
Abre las puertas de tu percepción,
sé libre,
no ensucies tu mente,
déjala flotar
para que cuando te mires al espejo
no te largues a llorar.
Auto citarme desde un género hacia otro género deja en
encubierta mi narcisismo reprimido, quizás del mismo que sufría
Velázquez, querer mostrar más de lo que podía mostrar.
CORTÁZAR Y ANTONIONI : LAS BABAS DEL DIABLO Y BLOW UP

Hay una fotografía que toma vida y se traga al protagonista


del relato y la película. Entra explícitamente dentro de ese espacio
delimitado por una tela o papel de alta definición. En el ensayo sobre
las meninas Foucault nos entrega un dato interesante, el consejo del
maestro de Velázquez: “la imagen debe salir del cuadro”. Fuera del
contexto del relato fantástico a eso se nos invita.
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No queremos ver a simple vista a lo que nos invita Velázquez, tan


cercano que pensamos que no debe ser esa la materia, su objeto. Detrás
del pintor está la clave.

ESPEJO DESOLADO : A DAY IN THE LIFE [ MEMORIA ESTÁTICA]

En el momento en que colocan al espectador en el campo de su visión, los ojos


del pintor lo apresan, lo obligan a entrar en el cuadro, le asignan un lugar a la vez
privilegiado y obligatorio, le toman su especie luminosa y visible y la proyectan sobre la
superficie inaccesible de la tela vuelta. Ve que su invisibilidad se vuelve visible
para el pintor y es traspuesta a una imagen definitivamente invisible para él
mismo [15]

La imagen debe salir del cuadro y el espectador entrar en éste.


Invitación que no – ni debe – ser rechazada. Antes será necesario dar
algunas luces de los nombres de aquellos que quedaron atrapados en la
memoria estática.

Quizá sea mejor fijar de una buena vez la identidad de los personajes
presentes o indicados, para no complicarnos al infinito entre estas
designaciones flotantes, un poco abstractas, siempre susceptibles de equívocos
y de desdoblamientos: "el pintor", "los personajes", "los modelos", "los
espectadores", "las imágenes". En vez de seguir sin cesar un lenguaje
fatalmente inadecuado a lo visible, bastará con decir que Velázquez ha
compuesto un cuadro; que en este cuadro se ha representado a sí mismo, en su
estudio, o en un salón del Escorial, mientras pinta dos personajes que la
infanta Margarita viene a ver, rodeada de dueñas, de meninas, de cortesanos y
de enanos; que a este grupo pueden atribuírsele nombres muy precisos: la
tradición reconoce aquí a doña María Agustina Sarmiento, allá a Nieto, en el
primer plano a Nicolaso Pertusato, el bufón italiano. Bastará con añadir que los
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dos personajes que sirven de modelos al pintor no son visibles cuando menos
directamente, pero se les puede percibir en un espejo; y que se trata, a no
dudar, del rey Felipe IV y de su esposa Mariana.[ 18-19¨]

Demasiado práctico Foucault, la magia de lo desconocido se pierde.


Ante una mirada tangencial del cuadro de costumbre que pinta
Velázquez

Así, pues, será necesario pretender que no sabemos quién se refleja en el fondo
del espejo, e interrogar este reflejo al nivel mismo de su existencia [19]

De disgregación en disgregación intenté mantener oculto el


verdadero objeto, aún haya esbozado la presencia de este – espejo - y
todas las vueltas cíclicas que conllevó eso. Intentemos obviar entonces
el contenido del espejo, que no nos importe.

NIETO : QUIEN VE SIN SER VISTO

Quizás la figura más enigmática – después del espejo – del


cuadro es este personaje con actitud contemplativa y dubitativa a la vez.
Si nos fijamos en el cuadro es el único que comparte la perspectiva
del pintor, de hecho puede ver más. Al estar alejado del espacio
principal y próximo a salir de él posee una panorámica como ningún otro
personaje. Este visitante ambiguo – como lo llama Foucault - está en la
interzona o zona muerta del cuadro, quizás segundos antes estuvo
dentro del espacio y abandona por alguna razón, razón que
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desconocemos y esperemos que nunca sea revelada, como debió haber


sido el contenido del espejo.
Las descripciones tecnisistas de Foucault se tornan insoportables,
al grado en que ya no necesitas su ensayo para poder reflexionar sobre
este cuadro.

DE ESPECTÁCULO A ESPECTADORES

Si hay algo que me llamó la atención después de seis meses


dedicados al Quijote de Cervantes fue la presencia de los burladores de
la segunda parte que tienen que compartir el espacio [La Mancha-
Zaragoza] con los personajes de la novela que recién han leído : la
primera parte del Quijote.
Las meninas de Velázquez producen algo parecido: sus personajes
han pasado de espectáculo a espectadores (como nosotros). Lo que
reúne todas sus atentas miradas es lo que ya nos había adelantado hace
un rato el malo de Foucault, son ellos los que observan atónitos la figura
del Rey Felipe IV y su esposa. Que a la vez nos transforma en ellos. Es un
juego de perspectivas: es un cuadro de suspenso, nosotros [lectores-
espectadores] somos los únicos que no sabemos nada y ese mugroso
espejo es lo únicos que nos conecta a la escena inmóvil.

Pero, sobre todo, lo es por la triple función que ocupa en relación con el cuadro.
En él vienen a superponerse con toda exactitud la mirada del modelo en el momento
en que se la pinta, la del espectador que contempla la escena y la del pintor en el
momento en que compone su cuadro (no el representado, sino el que está delante de
nosotros y del cual hablamos). [ 23]

Un juego de perspectivas, tan simple en la forma pero tan


complejo en el fondo: sino pregúnteselo a la tumba de Foucault.

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