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Eduardo
Carranza
Habitante del
milagro
y otros poemas

Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 4
2
Habitante del milagro
y otros poemas

Eduardo Carranza, Colombia


Edición digital gratuita de

Muestrario de Poesía 4
Primera edición: Septiembre 2008
Santo Domingo, República Dominicana

¿Qué somos?
Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se difunde
por la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes
creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Junto a
las colecciones complementarias Libros de Regalo, Ciensalud,
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contenido y autor.
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Contenido
Eduardo en espiral de ligereza/ presentación 4
Azul de ti 5
Domingo 5
El insomne 6
El olvidado 7
Elegía pura 8
Es melancolía 8
Galope súbito 9
Soneto a Teresa 10
Hai-Kai 11
Soneto insistente 11
Soneto con una salvedad 12
Tema de sueño y vida 12
El desdichado 13
Soneto sentimental 14
Elegía suspirante 14
Imagen casi perdida 15
Madrigal con un río, una rosa, una hamaca… 15
Madrigal con un trébol 16
Muchacha 17
Soneto a la rosa 18
Soneto sediento 19
Tema de fuego y mar 19
Tema de mujer y manzana 20
Madrugada 21
Madrigal de urgencia 21
Elegía suspirante 22
La patria es como una carta 23
Habitante del milagro 25
Poema como una quemadura 25
Jazmín Estrellado 26
Epístola mortal 27
Biografía de Eduardo Carranza 31
4
Eduardo en espiral de ligereza…
Eduardo Carranza es un poeta
lleno de música, de volutas verbales
que ascienden “en espiral de
ligereza”. Poeta del amor, la
nostalgia, la melancolía, de
imágenes gráciles, plásticas,
creador de una atmósfera
romántica, de ensueño, de desdicha
soñada, poética.

Los poemas de Carranza, miembro


del renombrado grupo “Piedra y Cielo” de Colombia, que se nutrieron de la
poesía casi luz de Juan Ramón
Gerardo Valencia, Arturo Camacho Ramírez, Jorge Rojas,
Eduardo Carranza y Darío Samper en Yerbabuena Jiménez, tuvieron gran impacto en
nuestro país.

Quiero, particularmente, reseñar el impacto que la poesía de Eduardo


Carranza tuvo en dos escritores dominicanos muy conocidos: René del
Risco Bermúdez y Miguel Alfonseca, que no ha sido estudiado ni destacado
que yo sepa hasta el momento, pese a ser obvio.

A inicios de la década del ´70 ambos publicaron sonetos y poemas en donde


la influencia de Carranza era apabullante.

Hay un poema de René del Risco, “No está bien, sin embargo…”, dedicado
al dirigente izquierdista Maximiliano Gómez, El Moreno, a raíz de su
sorpresiva y todavía no aclarada muerte en Bruselas, Bélgica, que
escandalizó al país, donde claramente se refleja la intensa influencia que la
poesía de Carranza, en específico de su Soneto con una salvedad, tenía en
esos momentos en su sensibilidad.

Carranza es un poeta que hace fiesta con la palabra, una expresión


sorprendida y exultante que canta la experiencia vital con imágenes llenas
de color y música.

He aquí una muestra de su poesía: cálida, festiva en lo esencial, aunque


trasunte un vaho de nostalgia, de melancólica gracia. Gocémosla: su ritmo,
su música, sus imágenes, su fulgor.

Aquiles Julián
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Azul de ti

Pensar en ti es azul, como ir vagando


por un bosque dorado al mediodía:
nacen jardines en el habla mía
y con mis nubes por tus sueños ando.

Nos une y nos separa un aire blando,


una distancia de melancolía;
yo alzo los brazos de mi poesía,
azul de ti, dolido y esperando.

Es como un horizonte de violines


o un tibio sufrimiento de jazmines
pensar en ti, de azul temperamento.

El mundo se me vuelve cristalino,


y te miro, entre lámpara de trino,
azul domingo de mi pensamiento.

Domingo

Un domingo sin ti, de ti perdido,


es como un túnel de paredes grises
donde voy alumbrado por tu nombre;
es una noche clara sin saberlo
o un lunes disfrazado de domingo;
es como un día azul sin tu permiso.
Llueve en este poema; tu lo sientes
con tu alma vecina del cristal;
llueve tu ausencia como un agua triste
y azul sobre mi frente desterrada.

He comprendido cómo una palabra


pequeña, igual a un alfiler de luna
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o un leve corazón de mariposa,
alzar puede murallas infinitas,
matar una mañana de repente,
evaporar azules y jardines,
tronchar un día como si fuera un lirio,
volver granos de sal a los luceros.

He comprendido cómo una palabra


de la materia azul de las espadas
y con aguda vocación de espina,
puede estar en la luz como una herida
que nos duele en el centro de la vida.
Llueve en este poema, y el domingo
gira como un lejano carrusel;
tan cerca estás de mí que no te veo,
hecha de mis palabras y mi sueño.

Yo pienso en ti detrás de la distancia,


con tu voz que me inventa los domingos
y la sonrisa como un vago pétalo
cayendo de tu rostro sobre mi alma.

Con su hoja volando hacia la noche,


rayado de llovizna y desencanto,
este domingo sin tu visto bueno
llega como una carta equivocada.

La tarde, niña, tiene esa tristeza


del aire donde hubo antes una rosa;
yo estoy aquí rodeado de tu ausencia
hecho de amor y solo como un hombre.

El insomne
insomne
A Alberto Warnier

A alguien oí subir por la escalera.


Eran -altas- las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
… Sólo el tenue crujir de la madera.
7
No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el son del tiempo en mi cabeza cana.
( Deliraba de estrellas la ventana. )
Tampoco el paso que mi sangre espera…

Sonó un reloj en la desierta casa.


Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.

No es de ángel o amigo lo que pasa


en esa voz de acento conocido…
… A alguien sentí subir por la escalera…

El olvidado

A Jorge Gaitán Durán

Ahora tengo sed y mi amante es el agua.


Vengo de lo lejano, de unos ojos oscuros.
Ahora soy del hondo reino de los dormidos;
allí me reconozco, me encuentro con mi alma.

La noche a picotazos roe mi corazón,


y me bebe la sangre el sol de los dormidos;
ando muerto de sed y toco una campana
para llamar el agua delgada que me ama.

Yo soy el olvidado. Quiero un ramo de agua;


quiero una fresca orilla de arena enternecida,
y esperar una flor, de nombre margarita,
para callar con ella apoyada en el pecho.

Nadie podrá quitarme un beso, una mirada.


Ni aún la muerte podrá borrar este perfume.
Voy cubierto de sueños, y esta fosforescencia
que veis es el recuerdo del mar de los dormidos.
8
Elegía pura

Aún me dura la melancolía.


Allá por el sinfín cantaba un gallo
agrandando el silencio perla y malva
en que el lucero azul se disolvía.

Olía a cielo, a ella, a poesía.


Sin volver a mirar me fui a caballo.
Maduraban las frutas y sus frutas.
A ella y a jardín secreto, olía.

Me fui, me fui como por un romance


donde fuera el doncel que nunca vuelve…
la casa se quedó con su ventana,

hundida entre la ausencia, al pie del alba.


Flotó su mano y yo me fui a caballo.
Aún me dura la melancolía.

Es melancolía

Te llamarás silencio en adelante.


Y el sitio que ocupabas en el aire
se llamará melancolía.

Escribiré en el vino rojo un nombre:


el tu nombre que estuvo junto a mi alma
sonriendo entre violetas.

Ahora miro largamente, absorto,


esta mano que anduvo por tu rostro,
que soñó junto a ti.
9
Esta mano lejana, de otro mundo
que conoció una rosa y otra rosa,
y el tibio, el lento nácar.

Un día iré a buscarme, iré a buscar


mi fantasma sediento entre los pinos
y la palabra amor.

Te llamarás silencio en adelante.


Lo escribo con la mano que aquel día
iba contigo entre los pinos.

Galope súbito

A veces cruza mi pecho dormido


una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura,
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraíso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos,
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que sólo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante río que busca locamente
10
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel
el arañazo de la ortiga más dulce
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarín victorioso levantado hacia el alba
la doble alondra del color del maíz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir…

A veces cruza mi pecho dormido


una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar y la muerte.

Soneto a Teresa

Teresa, en cuya frente el cielo empieza,


como el aroma en la sien de la flor.
Teresa, la del suave desamor
y el arroyuelo azul en la cabeza.

Teresa, en espiral de ligereza,


y uva, y rosa, y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar. Teresa.

Niña por quien el día se levanta,


por quien la noche se levanta y canta,
en pie sobre los sueños, su canción.

Teresa, en fin, por quien ausente vivo,


por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.
11
Hai-Kai

Quédate así, quieta un instante:


para no espantar
la poesía que llevas
como un nimbo de pájaros.

Soneto insistente

La cabeza hermosísima caía


del lado de los sueños; el verano
era un jazmín sin bordes y en su mano
como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía


del lado de los besos; el verano
la tenía en la palma de la mano,
hecha de amor. Oh, qué melancolía.

A orillas de este amor cruzaba un río;


sobre este amor una palmera era:
agua del tiempo y cielo de poesía.

Y el río se llevó todo lo mío:


la mano y el verano y mi palmera
de poesía. Oh, qué melancolía.
12
Soneto con una salvedad

A Pedro Laín

Todo está bien: el verde en la pradera,


el aire con su silbo de diamante
y en el aire la rama dibujante
y por la luz arriba la palmera.

Todo está bien: la frente que me espera,


el agua con su cielo caminante,
el rojo húmedo en la boca amante
y el viento de la patria en la bandera.

Bien que sea entre sueños el infante,


que sea enero azul y que yo cante.
Bien la rosa en su claro palafrén.

Bien está que se viva y que se muera.


El Sol, la Luna, la creación entera,
salvo mi corazón, todo está bien.

Tema de sueño y vida.

Suéñame, suéñame, entreabiertos labios.


Boca dormida, que sonríes, suéñame.
Sueño abajo, agua bella, miembros puros,
bajo la luna, delgadina, suéñame.

Despierta, suéñame como respiras,


sin saberlo, olvidada, piel morena;
suéñame amor, amor, con el invierno
como una flor morada sobre el hombro.
13
Oh delgado jardín cuya cintura
delgada yo he ceñido largamente;
oh llama de ojos negros, amor mío;
oh transcurso de agua entre los sueños.

Ya sé que existo porque tú me sueñas.


Moriré de repente si me olvidas.
Tal vez me vean vivir en apariencia,
como la luz de las estrellas muertas.

El desdichado

No tenemos sino este planeta


hermoso y triste.
No tenemos sino esta única vida
hermosa y triste.
No tenemos sino este corazón
que recorre un fantasma a veces transparente,
otras veces siniestro. Y esta punzada de la música.
Y este sorbo de vino soñador.
No tenemos sino esta pan terrestre,
infernal o celeste de amar y de esperar
o morir...
Yo no tenía sino una campana
que llama y llama ahora para nadie
y la llave que abría aquella hermosa puerta
que ya no existe.
No tenemos sino eso: es decir nada.
Mejor dicho: no tengo nada. Y punto.

Si tocas las palabras anteriores


te quedará la mano ensangrentada.
14
Soneto sentimental

Eres el cuándo, el dónde y el porqué.


La respuesta final enardecida
a mi pregunta de toda la vida.
Lo que es, lo que será y lo que fue.

Si hacia otro instante avanzo el pie,


si viajo a una ciudad entredormida,
si la súbita estrella aparecida:
eres el cuándo, el dónde y el porqué.

Si me llevo la mano hacia la herida,


si ocupo este planeta y este día
y oye mi frente una palabra fiel,

si confundo llegada y despedida,


si en mis venas el tiempo desvaría:
eres el cuándo, el dónde y el porqué.

Elegía suspirante

El amor enlazaba nuestros pasos, ¿recuerdas?

Hacia mi corazón con indolente gracia


caía tu cabeza, ¿recuerdas?, como cae
sobre el hombro del viento una rama de acacia.

Nos tendía sus brazos desnudos el aroma


de las frutas; tu alma se iba y regresaba
como si por instantes entreabriera los párpados.
Entre los dos estaba como un cuento el silencio.

Balbuceaba el agua lo que los dos callábamos.


la sombra de las hojas pasaba por tu rostro,
15
como suele el silencio pasar entre la música.
Desleía la tarde su pétalo en tus ojos.

Tu corazón se ha ido, ahora, con la fuente.


El viento habrá borrado los pasos en la arena,
borrado habrá el olvido mi huella por tu frente,
como borra el crepúsculo la luz con que te escribo.

Imagen casi perdida


Eres como la luz alta y delgada.
Como el viento eres clara sin saberlo.
Vacila tu actitud como la tarde
suavemente inclinada sobre el mundo.

Eres hecha de sueños olvidados


y te olvido de pronto, como a un sueño;
mi corazón te busca como el humo
busca la altura y hacia ella muere.

Como una tibia flor te lleva el día


prendida entre sus labios. Eres alta,
azul, delgada, y recta como un silbo.
Te recuerdo de pronto como a un sueño.

Madrigal con un río, una rosa,


una hamaca…

Tú, mi amor, que caminas como un beso,


andando vas por entre mis palabras:
es como si avanzaras separando
las ramas azuladas de un jardín,
las verdes hojas trémulas de donde sale el viento.
Recorres el papel con mi escritura.
Y cuando escribo río
16
tú lo cruzas nadando
y llegas y te extiendes en la arena
dorada de otras sílabas radiantes
que en la orilla te esperan;
y cuando escribo rosa, la rosa que has besado
da su forma a tus dos manos unidas,
si escribo sed te acercas a mis labios
si cascada, aparece tu cintura,
si nido azul, palpita tu garganta,
y si palmera escribo, descansas a su sombra
y si escalera, ruedas por tu risa
donde tu corazón relampaguea,
y si escribo paloma anida en ti
partida en dos magnolias temblorosas.
Apoya tu cabeza en esta luz,
en este pecho de hombre, en este verso
de plumas desveladas y febriles
y quédate dormida
tronchada y extendida en esta hamaca
mecida por el sueño que sale de mi mano
cuando te escribo, o, lento, te acaricio.

Si alguien quiere tocar la brasa pura


del amor en los años venideros
que toque estas palabras donde brilla
nuestro quemante beso para siempre.

Madrigal con un trébol

Corté en tu sangre un trébol de cuatro hojas


y desleí un lucero en tus cabellos.
Por ti dejé mi reino tenebroso.
Por ti me fui a la guerra y con tu cifra,
y una ráfaga azul sobre la frente
entrando en el futuro como el viento
a conquistar la luz y una sortija.
( El día como un leopardo en una red
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de flores y relámpagos me vio ).
Por ti me fui a libertar el agua
para hacer en la alcoba un surtidor
y fundar en tu pecho una campana.
Por ti me fui cantando y suspirando
a cortar una rama
del mirto amanecido en la ventana.
Mi corazón te sigue como un león,
como un perro o el cielo, un río. el sol...
como camina, absorta, la esperanza.

Muchacha
A Gerardo Diego

1
Dos mariposas de seda,
detenidas en su pelo.
La mañana, como un velo,
atrás flotando se queda.

El sol en su red enreda


esa presencia de vuelo.
Saetas de luz, en rueda,
cautiva la dan al cielo.

En el aire y en los sueños


deja dos nidos pequeños
sostenidos por sus venas.

Tacto del mundo, su traje.


Su voz, aéreo paisaje
vago de nubes-sirenas.

2
Alzado arroyo viajero.
Espacio de uva y rosa.
18
Gajo de sal anhelosa.
Largo beso prisionero.

Alto lugar de lucero,


la frente maravillosa,
entre mimos de mimosa
y silbos de cocotero.

Manos en sol modeladas.


Tibia presión de miradas,
muchacha, playa sin huellas.

Tierra del desvelo. Rada


de deseos limitada.
Dibujo blanco de estrellas.

Soneto a la rosa

En el aire quedó la rosa escrita.


La escribió, a tenue pulso, la mañana.
Y, puesta su mejilla en la ventana
de la luz, a lo azul cumple la cita.

Casi perfecta y sin razón medita


ensimismada en su hermosura vana;
no la toca el olvido, no la afana
con su pena de amor la margarita.

A la luna no más tiende los brazos


de aroma y anda con secretos pasos
de aroma, nada más, hacia su estrella.

Existe, inaccesible a quien la cante,


de todas sus espinas ignorante,
mientras el ruiseñor muere por ella.
19
Soneto sediento

Mi tú. Mi sed. Mi víspera. Mi te-amo.


El puñal y la herida que lo encierra.
La respuesta que espero cuando llamo.
Mi manzana del cielo y de la tierra.

Mi por -siempre jamás. Mi agua delgada,


gemidora y azul. Mi amor y seña.
La piel sin fin. La rosa enajenada.
El jardín ojeroso que me sueña.

El insomnio estelar. Lo que me queda.


La manzana otra vez. La sed. La seda.
Mi corazón sin uso de razón:

me faltas tanto en esta lejanía,


en la tarde, a la noche, por el día,
como me faltaría el corazón.

Tema de fuego y mar

Sólo el fuego y el mar pueden mirarse


sin fin. Ni aún el cielo con sus nubes.
Sólo tu rostro, sólo el mar y el fuego.
Las llamas, y las olas, y tus ojos.

Serás de fuego y mar, ojos oscuros.


De ola y llama serás, negros cabellos.
Sabrás el desenlace de la hoguera.
Y sabrás el secreto de la espuma.

Coronada de azul como la ola.


Aguda y sideral como la llama.
Sólo tu rostro interminablemente.
Como el fuego y el mar. Como la muerte.
20

Tema de mujer y manzana

A Nicanor Parra

Una mujer mordía una manzana.


Volaba el tiempo sobre los tejados.
La primavera con sus largas piernas,
huía riendo como una muchacha.
Bajo sus pies nacía el agua pura.
Un sol, secreto sol, la maduraba
con su fuego alumbrándola por dentro.
En sus cabellos comenzaba el aire.
Verde y rosa la tierra era en su mano.
La primavera alzaba su bandera
de irrefutable azul contra la muerte.
Una mujer mordía una manzana.
Subiendo, azul, una vehemente savia
entreabría su mano y circulaban
por su cuerpo los peces y las flores.
Gimiendo desde lejos la buscaba
-bajo el testuz de azahares coronado-
el viento como un toro transparente.
La llama blanca de un jazmín ardía.
Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba
igual que el rostro de la enamorada.
Una mujer mordía una manzana.
Las estrellas de Homero la miraban.
Volaba el tiempo sobre los tejados.
Huía un tropel de bestias azuladas.
Desde el principio, y por siempre jamás,
una mujer mordía una manzana.
Mi corazón sentía oscuramente
que algo brillaba en esos dientes.
Mi corazón que ha sido y será tierra.
21

Madrugada
Me despierto de súbito.
Mi sangre se despierta
y pregunta por ti,
por la fiebre que ondula
en tus cabellos ebrios, en tu piel.

Se desborda el espejo
y hecho río
corre a buscar tu imagen.

A esta hora tus brazos


serán dos ramas de amoroso sueño
de donde brotan flores
y hojas dormitan.

En el tejado arrullan las palomas.

Te persiguen mis cinco lebreles corporales.

Madrigal de urgencia
Te escribo desde un árbol
Digo: una mesa de trabajo y pino.
Es urgente decirte:
nunca fuiste más bella que en mis ojos,
más bella que tú misma
has sido en la mirada que te sueña.
Pongo la mano sobre los recuerdos,
cierro los ojos
y con la yema pura de los dedos
leo tu nombre.
22
Por debajo del tiempo y de la mesa
dame tu mano.
No sé si se me entiende... Tengo prisa...
el tiempo es breve, no sabemos nada...
y nadie sabe...

Elegía suspirante

El amor enlazaba nuestros pasos, ¿recuerdas?

Hacia mi corazón con indolente gracia


caía tu cabeza, ¿recuerdas?, como cae
sobre el hombro del viento una rama de acacia.

Nos tendía sus brazos desnudos el aroma


de las frutas; tu alma se iba y regresaba
como si por instantes entreabriera los párpados.
Entre los dos estaba como un cuento el silencio.

Balbuceaba el agua lo que los dos callábamos.


la sombra de las hojas pasaba por tu rostro,
como suele el silencio pasar entre la música.
Desleía la tarde su pétalo en tus ojos.

Tu corazón se ha ido, ahora, con la fuente.


El viento habrá borrado los pasos en la arena,
borrado habrá el olvido mi huella por tu frente,
como borra el crepúsculo la luz con que te escribo.
23
La patria es como una carta
A Álvaro Gómez

"Una carta que fuera toda firma..."


Luis Rosales

La patria es como una larga carta


que fuera toda firma: olas de firmas,
años, siglos de firmas como sueños,
como recuerdos firmas ya borrosas,
generaciones anchas como olas,
generaciones y generaciones
de firmas como hileras sucesivas
de palmas, de canciones y desvelos
de mástiles, de torres y de niños
escritos en el aire, de vigilias,
de amores y trabajos y esperanzas...
...A veces nubes, islas suspensivas
o puntos suspensivos de rocío
o de silencio entre uno y otro ensueño...
Un río, a veces, como lenta rúbrica,
el rasgo súbito de una cascada
o de un vuelo de garzas la escritura
lenta como un cantar para dormirse...
Firmas color de tierra cotidiana,
como días tras día, firmas, firmas
que van narrando el sueño de mi patria
como latido por latido narra
la vida, nuestra vida, el corazón.
Firmas de sangre, firmas transparentes
con la punta del alma escritas, firmas
negras, rojas, azules o doradas.
Caminos de montaña o de llanura
como renglones ondulantes guían
la mano del que firma redactando
la patria que es como una larga carta
que cuenta cosas como melodías
que nos llenan de lágrimas los ojos...
Firmas en la pizarra de los niños
y en la página azul de las doncellas
y en el papel absorto de los jóvenes
y en los surcos renglones del labriego
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y en la aguja y la hebra del remiendo
donde deja sus ojos la pobreza.
Y, a veces, una espada como firma.
La rúbrica instantánea de un relámpago.
O la soga llanera como firma.
O una mariposa repentina.
O un súbito pescado plateado.
Y cruces, crucecitas por millares,
de los que no sabían escribir.
Firmas al pie de los editoriales,
de los versos, las cuentas del mercado,
de las proclamas y los memoriales,
los himnos y las cartas de las madres,
las oraciones, los secretos diarios
en donde las violetas son los puntos...
(La breve firma de mi padre: dura
treinta y tres años solamente; luego
Mercedes: es la firma de mi madre:
(Se añade el cielo azul a esta palabra.)
Después palpitan estos nombres: Rosa,
María Mercedes y Ramiro y Juan).
Y páginas y páginas desiertas:
por hacer y poblar como la mañana...

Hoy es veinte de julio. Hacia las seis


cuando la tarde caiga lenta y vaga
igual que la mirada del que sueña,
me sentaré a la puerta de mi alma
a leer una carta, a leer Colombia:
que es una carta, temblorosa carta
que fuera toda firma. Olas de firmas.
Y voy a terminar. Estoy cansado.
Estoy triste de patria y poesía.
Y aquí pongo sencillamente: Eduardo,
como en las redacciones de la escuela.
25
Habitante del milagro

Se enamoró mi muerte de tu muerte


cuando ciegos bajábamos por la torrentera
de la sangre y el alma, desterrados del tiempo.
Cuando, unidos, enlazados, subíamos muy alto
como dos alas en el mismo vuelo:
diciendo hasta-el-final-y-más-allá:
Los astros nos oyeron.
Y en los labios tuvimos
el sabor del misterio de la eternidad,
el sabor del azahar y las galaxias,
el sabor de la vida y de la muerte,
dorados, milenarios o instantáneos,
inmortales, extáticos,
guerreando a amor partido, compartido,
y, por instantes, puros y hermosos como dioses
nimbados de un fulgor relampagueante
y luego de un silencio enternecido...
Un ángel o demonio con su espada llameante
vigilaba la puerta de nuestro Paraíso.
¡Éramos habitantes del milagro!

Poema como una quemadura


Por años conversamos sin saberlo.
Pero un día
tu venías, yo iba.
Nos encontramos en mitad del puente
de esto que llamamos Tiempo o Vida.
No hubo nunca una cita más bella que esta cita.
(La mar, la mar lejana,
tejía y destejía las olas en su rueca.)
26
(Vi a una mujer morena
con un ramo de oliva diluido en la piel.
Salía del Cantar de los Cantares:
su cintura de trigo maduro y de relampago.
Su voz -¿Cómo decirlo?- era la letra
para la música de las estrellas.
Y era tres veces Bella, Bella, Bella.)
Yo nací de nuevo. De nuevo nacía el mundo.
Eras como una adorada quemadura.
Y tu respiración
fue la respiración de la creación.
Trasfiguraste el cielo.
El primer beso ensanchó la tierra.
Hizo más alto el firmamento.
Ya solo piso el suelo de este sueño.
Llevo toda la luz a cuestas. No puedo más.

Jazmín estrellado
Estos mis ojos serán polvo
(pero te vieron un día)
y la yerba será sus párpados
y el viento será su mirada.
Nada en el mundo hubo
igual a ver tus ojos
de donde caen las miradas
como la flor del jazmín estrellado
-quen era como una casa
de aire, hojas y perfume-
en el jardín lejano de mi abuela.
En Cáqueza. Y un niño ensoñador.
En las noches de luna deliraba el aroma.
El suelo de mi vida está cubierto
con esas flores.
Mi corazón viste de blanco
del jazmín estrellado que cae de tus ojos.
Peso de flores y de música
27
de tu mirada:
es el peso del tiempo, de mi vida
y de mi eternidad.
El suelo de mi muerte, cubierto de flores
del jazmín estrellado
digo, de tus miradas.
Estos mis ojos que te vieron
no morirán.
Vivirán en la yerba y en el viento
y el jazmín estrellado.

Epístola mortal
|In memoriam |Leopoldo Panero
...y no hallé cosa en qué poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
Quevedo

Miro un retrato: todos están muertos:


poetas que adoró mi adolescencia.
Ojeo un álbum familiar y pasan
trajes y sombras y perfumes muertos.
(Desangrados de azul yacen mis sueños).
El amigo y la novia ya no existen:
la mano de Tomás Vargas Osorio
que narraba este mundo, el otro mundo...
la sonrisa de la Prima Morena
que era como una flor que no termina
desvanecida en alma y en aroma...
Cae el Diluvio Universal del tiempo.
Como una torre se derrumba todo.
..."Las torres que desprecio al aire fueron"...
Voy andando entre ruinas y epitafios
por una larga vía de Cipreses
que sombrean suspiros y sepulcros.
Aquí yace mi alma de veinte años
con su rosa de fuego entre los dedos.
Aquí están los escombros de un ensueño.
Aquí yace una tarde conocida.
28
Y una rosa cortada en una mano
y una mano cortada en una rosa.
Y una cruz de violetas me señala
la tumba de una noche delirante...
Ojeo el "Cromos" de los años treinta:
lánguidas señoritas cuyos pechos
salían del "Cantar de los Cantares",
caballeros que salen del fox-trot,
sonreídos, gardenia en el ojal
(y tú, patinadora, ¿a quién sonríes?).
Y esos rostros morenos o dorados
que amó un niño precoz perdidamente.
Amigos, mis amigos, mis amigos,
compañeros de viaje y no-me-olvides:
Teresa, Alicia, Margarita, Laura,
Rosario, Luz, María, Inés, Elvira...
con sus pálidas caras asomadas
en las ventanas desaparecidas...
Panero, Souvirón y Carlos Lara,
Pablo Neruda y Jorge Zalamea,
Jorge Gaitán y Cote y Julio Borda,
Mario Paredes, Mallarino, Alzate...
frente a sus copas de vino invisible
en sus asientos desaparecidos:
están aquí, no están, pero sí están:
(¡oh margarita gris de los sepulcros!)...
... "Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena".
El que primero atravesó el océano
volando solo, solo con su arcángel,
y aquel en cuya frente ardía ya
el incendio maldito de Hiroshima,
los guerreros que al aire alzan el brazo
y la palabra libre como un águila
y aviones y estandartes y legiones
pasan cantando, pasan, ya van muertos:
adelante la muerte va a caballo,
en un caballo muerto.
La tierra es un redondo cementerio
y el cielo es una losa funeral.
El Nuncio, el Arzobispo, el Santo Padre
hacia su muerte caminando van:
nadie les grita: ¡detened el paso!
que ya estáis a la orilla: el precipicio
29
que cae sobre el Reino del Espanto
y en cada paso vais hacia el ayer
y de un momento a otro cae el cielo
hecho trizas sobre vuestras altezas...
Somos arrendatarios de la muerte.
(A nuestra espalda, sigilosamente
cuando estamos dormidos,
sin avisarnos se urden muchas cosas
como incendios, naufragios y batallas
y terremotos de iracundo puño...
que de repente borran de este mundo
el rostro del ahora y del ayer,
llámase amor o sangre y ojos negros...
Y nadie nos había dicho nada.
Alguien sabe el revés de los tapices,
digo, de vuestra vida,
y es el |otro, el fantasma quien lo teje...).
Las niñas de Primera Comunión
de cuyas manos vuela una paloma,
las blancas novias que arden en su hoguera,
días y bailes, reyes destronados
y coronas caídas en el polvo,
la manzana y el cámbulo, el turpial,
el tigre, la venada, los pescados,
el rocío, mi sombra, estas palabras:
¡todo murió mañana! ya está muerto.
El polvo es nuestra cara verdadera.
Los Presidentes y los Generales
asomados al sueño del poder
sobre un río de espadas y banderas
llevados por las manos de los muertos,
el agua, el fuego, el viento, la sortija,
los ojos que ofrecían el infinito
y eran dueños de nada,
los cabellos, las manos que soñaban...
¡"fueron sino rocío de los prados"!
La Dama Azul, las flores, las guitarras,
el vino loco, la rosa secreta,
el dinero como un perro amarillo,
la gloria en su corcel desenfrenado
y la sonrisa que ya es ceniza,
el actor y las reinas de belleza
con su cetro de polvo, el bachiller,
el cura y el doctor recién graduados
30
que sueñan con la mano en la mejilla:
muertos están, si que también las lágrimas:
Todo fue como un vino derramado
en la porosa tierra del olvido.
Tanto amor, tanto anhelo, tanto fuego:
dime, oh Dios mío, ¿en cuál mar van a dar?
"¿Los yunques y troqueles de mi alma
trabajan para el polvo y para el viento?".
Por el mar, por el aire, por el Llano,
por el día, en la noche, a toda hora,
vienen vivos y muertos, todos muertos
y desembocan en el corazón
donde un instante salen a las flores,
los labios delirantes y las nubes
y siguen tiempo abajo, sangre abajo:
¡somos antepasados de otros muertos!
Todo cae, se esfuma, se despide
y yo mismo me estoy diciendo |adiós
y me vuelvo a mirar, me dejo solo,
abandonado en este cementerio.
Allá mi corazón está enterrado
como una hazaña luminosa y pura.
Miro en torno, los ojos entornados:
todos estamos contra el paredón:
sólo esperamos el tiro de gracia:
todos estamos muertos, muertos, muertos:
los de ayer, los de hoy, los de mañana...
sembrados ya de trigo o de palmeras,
de rosales o simplemente yerba:
nadie nos llora, nadie nos recuerda.
Sobre este poema vuela un cuervo.
Y lo escribe una mano de ceniza.
31

Eduardo Carranza
(Apiay, 1913 - Bogotá, 1985)
Poeta colombiano, uno de los "Era no sólo un amigo, sino un sostén y
un apoyo, alguien en quien siempre se
animadores del grupo "Piedra y podía confiar. Tenía además una
Cielo", surgido en la década de cualidad: estuviese donde estuviese,
1930. Su niñez transcurrió en parecía estar en su país. Fue un gran
diversos pueblos del centro del poeta muy popular, tanto en España como
país, y esta tierra de la infancia, en Colombia"
edén perdido, asociada a la imagen materna,
es un tema recurrente en su poesía. En 1925, Luis Rosales, entrevistado por El País,
España, con motivo de la muerte de
su familia se trasladó a Bogotá, donde obtuvo Carranza.
el título de maestro y trabajó como docente.

En 1935, con J. Rojas, A. Camacho Ramírez, G. Valencia, C. Martín, T.


Vargas Osorio y D. Samper, fundó el grupo "Piedra y Cielo", en homenaje al
poeta Juan Ramón Jiménez, e inspirado en la tradición clásica española,
con voluntad de orden ante los excesos vanguardistas y creando el
movimiento "piedracelista". Organizado como
editorial, el grupo publicó los Cuadernos de
Poesía de Piedra y Cielo.

En 1938, con Jorge Rojas y Carlos Martín,


dirigió Altiplano. Gaceta Literaria. Dirigió
también la Revista del Rosario, la Revista de las
Indias, la Revista de la Universidad de los Andes y el
"Suplemento Literario" de El Tiempo, diario del
que fue columnista, así como lo fue de los Pablo Neruda, Eduardo Carranza y
diarios ABC de Madrid y El Nacional de Nicolás Guillén en Isla Negra, Chile.
Caracas. En 1942 ingresó en la Academia
Colombiana de la Lengua.

Fue agregado cultural de Colombia en Chile (1945-1947), donde se


relacionó con P. Neruda, V. Huidobro y N. Parra; director de la Biblioteca
Nacional de Colombia (1948-51) y consejero de cultural de Colombia en
España (1951-1958). Obtuvo el Premio Internacional de Poesía de
Venezuela (1945), la Medalla de Honor de Cultura Hispánica y la Gran
Cruz de Isabel la Católica. Desarrolló su labor docente como profesor de
Literatura Hispánica en el instituto Pedagógico de Chile.
32
En sus poemas, de perspectiva clasicista, surge el mundo de la infancia
enriquecido con nuevas experiencias en el marco del paisaje americano. Su
poesía evoluciona de la celebración de la vida, del amor, de la ilusión y del
encanto de la existencia, al reconocimiento, ya en la madurez, del
desencanto, de la desilusión del vivir, cambio que se refleja formalmente en
la profusión de la palabra del inicio que llega al despojamiento y a la
sencillez posterior.

En 1936 publicó su primer libro, Canciones para iniciar una fiesta, al que
siguieron Seis elegías y un himno (1939), La sombra de las muchachas (1941), Azul
de ti (1944), Canto en voz alta (1944), Éste era un rey (1945), Ellas, los días y las
nubes (1945), Diciembre azul (1947) y El olvidado (1949), obras en las que lo
nativo se alía en armonía a lo religioso e íntimo, y que agrupó en Canciones
para iniciar una fiesta. Poesía en verso (1935-1950) (1953).

Más tarde publicó Alhambra (1957), con prólogo de Dámaso Alonso; Los
pasos cantados (1973); Los días que ahora son sueños (1973); Hablar soñando y otras
alucinaciones (1974) y Epístola mortal y otras soledades (1975) -los dos libros a
manera de diario poético-; Leyendas del corazón y otras páginas abandonadas
(1976), en prosa; Una rosa sobre una espada (1985); El corazón escrito; Canto en
voz alta; La encina y el mar; El insomne; La poesía del
heroísmo y la esperanza; Tú vienes por la calle; Las santas del
paraíso (1945) y Amor (1948) -versiones y recreaciones
de textos de Remy de Gourmont y R. Tagore,
respectivamente-.

Publicó además la compilación Un siglo de poesía


colombiana; Los grandes del sueño; Anhelo y profecía del
nuevo humanismo; Los grandes poetas españoles; Los tres
mundos de Alfonso Reyes; Nombres y sombras; Los grandes
poetas americanos; El doncel del amor, y Lecciones de Poesía

Eduardo Carranza y el poeta para los jóvenes de Cundinamarca y 20 poemas.


español Gerardo Diego. Póstumamente, se publicó Visión estelar de la poesía
colombiana (1986), recopilación de ensayos y notas
críticas. Se publicó también una recopilación de su obra poética con el
título Poesías. Fue traductor de Paul Verlaine, Paul Éluard, Tristán Klingsor
y Apollinaire, entre otros.
33

Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza

Libros de Regalo
1. Llevar a Gladys de Vuelta a Casa 26. Rashomon y otros cuentos /
y otros cuentos / Aquiles Julián Ryunosuke Akutagawa
2. Letras sin Dueños / Aquiles Julián 27. El traje del prisionero y otros cuentos /
3. Música, maestro / Aquiles Julián Naguib Mahfuz
4. Una Carta a García / Elbert Hubbard 28. Cuentos árabes / Aquiles Julián
5. 30 Historias de Nasrudín Hodja / 29. Semejante a la noche y otros textos /
Aquiles Julián Alejo Carpentier
6. Historias para Crecer por Dentro / 30. La tercera orilla del río y otros cuentos /
Aquiles Julián Joao Guimaraes Rosa
7. Acres de Diamantes / Russell Conwell 31. Leyendas aymarás / Aquiles Julián
8. 3 Historias con un país de fondo / 32. La muerte y la muerte de Quincas
Armando Almánzar R. Berro Dágua /Jorge Amado
9. Pequeños prodigios / Aquiles Julián 33. Un brazo / Yasunari Kawabata
10. El Go-getter / Peter Kyne 34. Cuentos africanos 2 / Aquiles Julián
11. Mujer que llamo Laura / Aquiles Julián 35. Dos cuentos / Yukio Mishima
12. Historias para cambiar tu vida / 36. Mejor que arder y otros cuentos /
Aquiles Julián Clarice Lispector
13. El ingenio del Mulá Nasrudín / 37. La raya del olvido y otros cuentos /
Aquiles Julián Carlos Fuentes
15. Algo muy grave va a suceder en este pueblo / 38. En el fondo del caño hay un negrito
Gabriel García Márquez y otros cuentos / José Luis González
16. Cuatro cuentos / Juan Bosch 39. La muerte de los Aranco y otros cuentos /
17. Historias que iluminan el alma / José María Arguedas
Aquiles Julián 40. El hombre de hielo y otros cuentos /
18. Los temperamentos / Conrado Hock Haruki Murakami
19. Una rosa para Emily / William Faulkner 41. Dos cuentos / Pedro Juan Soto
20. El abogado y otros cuentos / 42. Aquellos días en Odessa y otros cuentos /
Arkadi Averchenko Heinrich Böll
21. Luis Pie y Los Vengadores / Juan Bosch 43. 12 cartas de amor y un amorcito y
22. Ahora que vuelvo, Ton / René del Risco otros cuentos / Juan Aburto
23. La casa de Matriona / Alexander Solzenitsin 44. Rebelión en la granja / George Orwell
24. Josefina, atiende a los señores y otros textos / 45. Cuentos hindúes / Aquiles Julián
Guillermo Cabrera Infante 46. El libro de los panegíricos / Rubem Fonseca
25. El bloqueo y otros cuentos / Murilo Rubiao 47. Juana la Campa te vengará y otros cuentos /
Carlos Eduardo Zavaleta
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48. Venezuela cuenta 1 / Varios autores 51. Caballo en el salitral y otros cuentos /
49. La habitación roja / Edogawa Rampo Antonio Di Benedetto
50. Jóvenes cuentistas de América Latina 1 /
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35

Colección
Muestrario de
Poesía
2008

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