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Durante un tiempo

caballos sudorosos atravesaban


las praderas encendidas...
Luego llegaste tú
con iguales intenciones:
vagar –exhalando humo-
por todas las superficies
que ante ti se extendieran;
y llegó contigo la magia
de poder cambiarnos de espacio
-sobre tu lomo erguido-
y que esto fuera toda una aventura
como los sueños que siempre
empiezan.
Un contorno descifrado,
centauro de la vía
sobre tierra húmeda y caliente
...ni en la noche descansa.
Desde la niebla me distingo,
soy yo el alma de la trama,
penetráis en mí hasta que me rompo
por las costuras o las ventanillas.
Raíles o intenciones
se confunden
para saldar la cuenta
con la distancia.
Buscando un recuerdo romántico
en íntima captura
apareces como una fogosa estela,
suspendido en el aire
sobre el río Kwai
-viajeros huidizos del destino-:
siempre pudisteis mirar desde el interior
a los dos lados de la vida.
Los turistas solían retratarlo
como algo singular,
que arrastraba con cansancio
o el peso de los años
o las miserias de la gente
que sobre él
se deslizaban sigilosos.
Alguna vez transportó
a los prisioneros de una guerra;
todavía se escucha
el clamor de la impotencia.
“Un hombre solitario
agita la bandera
de una patria sin nombre
mientras ve acercarse
al caballo de hierro”.
Tu tacto y el mío
se confundían con el trajinar,
un cielo pleno de carbón
nos caía sin clemencia;
pero eras majestuoso,
jugábamos en tus vías
-escenario de prohibidos juegos-.
Tan solitario a veces
y otras
de mafiosos y ladrones universo.
Recuerdo tu nocturno silbido,
me hacía soñar con el viajero sin perfil
que o se iba o volvía
con su impenetrable misterio
hacia el desgarro de un andén cualquiera.
Sobre su lomo viajó
un ave herida
¿ se puede tener más ternura?
Una mujer al borde
mira cómo desaparece...
“Tú que ahora
me arrebatas la felicidad
te alejas por tu camino de hierro
envuelto en un jadeo
de blanco vapor”.
Llevo tiempo pensando
en subirme
por si pudiera ser
que fugitiva en el tiempo
quedase atrapada
en su interior.

Hay un pitido en invierno


caliente y excitante
que de cuando en cuando aparca
invitándolo a usted
a cualquier destino...

...Dicen que tiene


un pacto con el viento,
y a veces, se les ve allí
juntos los dos
parados en cualquier cuneta.
Esa luz oblicua
que señala al raíl
no sabe cuánta amabilidad
hay en su intención.
Una mujer
enciende un cigarrillo
para hacer el trayecto más corto,
hasta él llega
el olor húmedo de su sexo.
Andar de nuevo por esos pasillos
desgastados de sufrirlos,
con las pupilas perdidas en intenciones
con esa memoria que golpea sin piedad.
Derrotada la sangre,
fluye con la lentitud de la muerte,
-ese abandono con nombre propio
de las cosas que se quieren-.
Reconocer la edad perdida
entre esas viejas arterias de metal;
infectado de melancolía,
vuelve lento a las paredes blancas de su casa.

Rostros fugaces
desconocidos en un breve encuentro,
el misterio del viaje,
el hombre de la campana,
la desolación de un andén,
..tránsitos que se suceden en el tiempo.
Lo conoció en un cercanías,
le preguntó si la llevaría,
él contestó:
“soy la vida hecha camino”;
ella le dijo:
“la dirección de nuestra línea
nunca será recta”.
A través de la ventanilla
veo cómo se incendia mi destino,
y el desgaste progresivo
de tu dorso amable.
Las orillas.
No hay nada como eso,
nada como emitir un sonido fuerte
y que se escuche como lejano y desgastado.
A veces me pregunto
de qué huyes con tanta prisa,
quizás busques desesperadamente
aparcar su cansancio.
Ella cada tarde
desarmaba su orgullo
y montaba en él
sólo para encontrar un rostro
que le dijera
¿puedo sentarme a tu lado?
Él cada tarde volvía
y le preguntaba con miedo
¿puedo sentarme a su lado?
“La vida y el trayecto
son una sola alma
en la vía”.
Volvió con las manos vacías,
con el alma de quien nada espera.
Sintió que se reducía todo,
esos pasillos le ajustaban el paso
mientras la luz antigua
que los dibuja palidece.
Este frío le quema...
Hoy casi no hay pájaros, o no vuelan;
furtivos, los recuerdos escapan;
está viviendo en el último vagón.
Desde el fondo,
el contorno, brumas,
habitantes sin rostro.
Los cruces
-preguntas específicas-,
una posibilidad
-respuestas delimitadas-:
encontrar un camino
o cambiar de lugar desde tu olor
a combustible quemado.
“Estaciones”.

Gris deambular
de infelices viajeros.
Titán ajeno al paisaje,
cinta de raso oscuro,
vuelves cada noche
con tu incesante parpadeo
cuando nuestros hijos duermen.
Te desvías peligrosamente
buscando esa caricia precisa,
caballo de acero corriendo
por el venero que atraviesa tus dominios.
Será quizás que perdiste el color
del deseo que te ata.
Los cuerpos que te lamen
se escurren húmedos como delfines.
Conoces los síntomas.
Ahora son las manos como garfios dorados
las que señalan el camino de las agujas.
Esperas cada mañana improvisando desde
tu sillón y ves la vida pasar entre el humo
y las costras, hundido en tus vicios mayores.
Los taladros hieren las galgas de metal,
se derriten entre el sol y las grietas.
Otra vez detenida,
atrapada en hilera de acero.
¡Cómo te extraño, amor!
Desde esta vía herida,
la música de mi radio
con mi recuerdo desesperado.
Un joven sube en la estación,
su amigo
lo ve llegar con sombras y prisa
-no mires atrás-.
El joven porta una bolsa
que sobre su espalda
vacila con dignidad confusa
-no vuelvas la cara-.
Desde su distancia
me transportará a lugares desconocidos:
canta para mí.
Siente un frío soplo en la nuca,
sabe que viene hacia él.
En algún lugar alguien entonará una melodía
por los que mueren soñando
en el final de trayecto.
El miedo también viaja
con cara amable y mochila,
el dolor,
un amasijo de hierros
que se compactan
en un recuerdo.
GLOSARIO DEL CERCANÍAS
COMPARTIMIENTO

Entre tú y yo
algo que nos hace íntimos.
DESPEDIDA

Con optimismo,
una puerta abierta.
ESTACIÓN

Lugar del que siempre


esperamos algo.
LOCOMOTORA

Cuando hacia mí vienes


desesperado.

PAISAJE

Lo que vemos desde la ventanilla


y nos parece insuperable.
SEÑALES
Recurso desesperado
para quien no se atiende.

TREN

La potencia hecha trayecto.


TÚNEL

Un lugar propicio
para encuentros clandestinos.
VIAJE

Horizonte sin límite


ante tus ojos.
Es el asilo de la noche
una luz parpadeante a lo lejos
y las puertas abiertas
de esa vieja estación
- desgastada por el uso-
que nos abriga el frío del alma
cuando esperamos
el regreso.
TREN DE CERCANÍAS

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