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Abrimos por fin nuestros ojos para darnos cuenta que nuestras sociedades,
supuestamente muy “civilizadas”, se han llenado –o mejor dicho, la hemos dejado
llenar- de descomposición, deterioro, abusos, depravación, perversión, fraudes,
vicios, sobornos, extorsión, maldad, banalidades, desmoralización, impurezas,
prostitución, robos, crímenes y asesinatos, violencia, drogas, exclusión social y
miedo, mutilando así nuestras posibilidades de desarrollo y por eso es que ya es
hora de que nos unamos para decir ¡ BASTA !. ¿Hasta donde pretendemos llegar en
un mundo así? ¿Es que vamos a esperar estar al borde del colapso para
hacer algo profundo al respecto?
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Basta ya al control económico o legal sobre los medios de comunicación que
impiden se exponga a la luz pública los casos de corrupción de los seres mas
“poderosos” del planeta; basta ya a los salarios demasiado bajos que no le permiten
a la gente tener una vida digna; basta ya a la prepotencia y a los poderes absolutos
que solo traen consigo corrupción absoluta.
Desde la Iglesia que se supone debe ser ejemplo de rectitud y virtuosidad para
conducir a sus fieles al “Reino de los Cielos” y en lo que se esmera es en recaudar
limosnas que luego tiene que pagar en indemnizaciones multimillonarias por los
abusos sexuales cometidos por sus representantes, hasta los falsos líderes que son
capaces hasta de cometer genocidio en su propia nación, contra su propia gente,
para que eso le sirva de excusa para fabricar enemigos extranjeros y poder seguir
asesinando personas e invadiendo territorios en nombre de la lucha antiterrorista.
Cuenta la leyenda que cuando Pandora se apresuró a cerrar la caja para que no
se siguieran escapando los dones, se dio cuenta que solo yacía algo en el fondo. Lo
atesoró como lo único que le quedaba; lo último que podía perder. Era la
ESPERANZA. Todavía queda la esperanza en el corazón de los seres humanos. La
esperanza de que rescatemos y prevalezcan los valores morales que se han ido
perdiendo en el camino; los principios, el trabajo, la ética y el apego al
cumplimiento de las Leyes. La esperanza de que nosotros, toda la población,
seamos los instigadores reales, que aceptemos nuestra responsabilidad para
proporcionar un cambio profundo, porque somos todos nosotros los que
hemos permitido que la corrupción exista y los que tenemos que hacer algo
para que deje de existir.