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MATERIAL DE APOYO
ampesinas
Semillas de Cambio

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MATERIAL DEDIDÁCTICO
MATERIAL APOYO
C ampesinas
Semillas de Cambio

C ampesinas
Semillas de Cambio
Una producción de Alba Films para Entrepueblos
con la colaboración de Fundación Luciérnaga y Vía Campesina
y el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI).

Realización: Joaquín Zúniga


Producción: Ernest Cañada
Edición: Joaquín Zúniga y Ridders Mejía
Guión: Joaquín Zúniga, Ernest Cañada y Félix Zurita
Cámara: Rídders Mejía, José Vazquez y Jansis Martínez
Sonido: Román Umaña
Sonido de campo: Brenda López y José Miguel Claret
Música: Luís Campos, Los Toros Band, Monchi y Alexandra, Los Bisturices
Armónicos y Kab’awil.
Locución: Noemí Mayorga
Colaboración: María Jesús Pinto, César Apesteguía y Luís Miranda de
Entrepueblos.
Diseño gráfico: Nelson Pérez
Foto Portada: Manuel Fandiño Revista Enlace
Material de apoyo: Ernest Cañada
Duración: 25 min.
País y año de producción: Nicaragua, 2007.

Sinopsis: Este documental muestra el trabajo de varias organizaciones de


mujeres campesinas que están tratando de generar cambios en las relaciones de
desigualdad de género que viven en sus comunidades y familias, al mismo tiempo
que tratan de fortalecer la economía familiar campesina con producción orgánica
de alimentos para mercados locales y nacionales. Se trata de las experiencias
de la asociación de mujeres ALANEL, en Santa Catarina de Ixtahuacán, en
Guatemala; el Centro de Mujeres Xochilt Acalt, en Malpaisillo, Nicaragua; y
el sindicato de mujeres campesinas CONAMUCA, en República Dominicana.

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Preguntas motivadoras:

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- ¿Cuáles son las principales expresiones de la situación de desigualdad
asaque vive la mujer campesina frente a los hombres?
- ¿Por qué afirmamos que las mujeres campesinas se enfrenta n
asaa una doble problemática? ¿A qué hacemos referencia con esto?
- ¿Por qué se dice que el aporte de las mujeres no es valorado en el
asaconjunto de la actividad de la familia campesina?
- ¿Cuáles son las principales diferencias entre hombres y mujeres en
asacuanto a su relación con los recursos esenciales para la producción
asacampesina?
- ¿Cuáles son las razones de algunas de las mujeres que aparecen en el
video que argumentan para explicar que fue necesario crear organ
izaciones específicas de mujeres campesinas, separadas de los
hombres?
- ¿Qué opinas al respecto?
- ¿Por qué Merche Brossa, de Xochilt Acalt, explica que las interven-
ciones que pretenden cambiar la situación de la mujer campesina
y que sólo se concentran en el ámbito económico no sirven? ¿Qué
otras cosas considera que son imprescindibles?
- Al final del video se dice que si en el trabajo de defensa de la Sober-
anía Alimentaria no se toma en cuenta que la situación en las
comunidades y en las familias campesinas es diferente, y desigual,
entre hombres y mujeres, esta Soberanía Alimentaria será limitada.
¿Qué opinas al respecto?

Documentos de apoyo:
- Declaración de las Mujeres en el Foro Mundial por la Soberanía Ali-
mentaria, Nyéléni 2007 (Mali).
- La soberanía alimentaria: una ética de vida, por Irene León.
- Mujeres agricultoras: gestoras de soberanía alimentaria, por Irene
León.
- Soberanía alimentaria: tierra, semillas y alimento, por Marcha
Mundial de las Mujeres.

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Declaración de las Mujeres en el Foro Mundial por la


Soberanía Alimentaria, Nyéléni 2007 (Mali)

El Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria, “Nyéléni 2007”, se celebró


en Malí del 23 al 27 de febrero de 2007. Fue organizado por una alianza
de movimientos sociales internacionales, como son La Vía Campesina,
ROPPA (Red de Organizaciones de Productores ganaderos y agrícolas
de África Occidental), la Marcha Mundial de Mujeres, el foro Mundial
de Pescadores y Trabajadores de la Pesca, el Foro Mundial de Pueblos
de la Pesca, el Comité Internacional de Planificación sobre Soberanía
Alimentaria, la Red Mundial por la Soberanía Alimentaria, y Amigos de la
Tierra. En este marco se elaboró la Declaración de Mujeres presentado
a continuación.

Nosotras, mujeres procedentes de más de 40 países, de distintos pueblos


autóctonos, de África, América, Europa, Asia, Oceanía y de diversos
sectores y movimientos sociales, estamos reunidas en Sélingué (Malí),
en el marco de Nyéléni 2007, para participar en la construcción de un
nuevo derecho: el derecho a la soberanía alimentaria. Reafirmamos
nuestra voluntad de actuar para cambiar el mundo capitalista y patriarcal
que prioriza los intereses del mercado por encima del derecho de las
personas.

Las mujeres, creadoras históricas de conocimientos en agricultura y en


alimentación, quienes siguen produciendo hasta el 80% de los alimentos
en los países más pobres y que hoy son las principales guardianas de
la biodiversidad y las semillas criollas, se encuentran especialmente
afectadas por las políticas neoliberales y sexistas.

Nosotras sufrimos las consecuencias dramáticas de estas políticas:


pobreza, insuficiente acceso a los recursos, patentes sobre la vida,
éxodo rural y migración forzada, guerra y todas las formas de violencias
físicas y sexuales. Los monocultivos, incluidos aquellos consagrados a los
agrocombustibles, así como la utilización masiva de productos químicos
y organismos genéticamente modificados, tienen efectos negativos
sobre el medio ambiente y sobre la salud humana, en particular, sobre
la salud reproductiva.

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El modelo industrial y las transnacionales amenazan la existencia de la
agricultura campesina, la pesca artesanal, la vida pastoril, así como la

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fabricación artesanal y el pequeño comercio de los alimentos en los
medios urbanos y rurales, sectores donde las mujeres desempeñan un
papel importante.

Queremos que la alimentación y la agricultura salgan de la OMC y de


los acuerdos de libre comercio. Más aún, rechazamos las instituciones
capitalistas y patriarcales que conciben los alimentos, el agua, la tierra,
los conocimientos de los pueblos y el cuerpo de las mujeres como
simples mercancías.

Inscribiéndonos en la lucha por la igualdad entre los sexos, no queremos


sufrir más ni la opresión de las sociedades tradicionales, ni de las
sociedades modernas, ni las del mercado. Queremos aprovechar esta
oportunidad para dejar atrás todos los prejuicios sexistas y desarrollar
una nueva visión del mundo construida bajo los principios de respeto,
igualdad, justicia, solidaridad, paz y libertad.

Estamos movilizadas. Luchamos por el acceso a la tierra, a los territorios,


al agua y a las semillas. Luchamos por el acceso a la financiación y a los
equipamientos agrícolas. Luchamos por buenas condiciones de trabajo.
Luchamos por el acceso a la formación y a la información. Luchamos por
nuestra autonomía y por el derecho a decidir para nosotras mismas, así
como a participar plenamente en las instancias de toma de decisiones.

En la mirada de Nyéléni, mujer de África que desafió las normas


discriminatorias, que brilló por su creatividad y su productividad agrícola,
encontraremos la energía para la puesta en ejecución del derecho a
la soberanía alimentaria, portador de la esperanza para construir otro
mundo. Esta energía, la sacamos de nuestra solidaridad. Llevaremos
este mensaje a las mujeres del mundo entero.

Nyéléni, 27 de febrero de 2007

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La soberanía alimentaria: una ética de vida

Irene León, ALAI, 14/02/07

600 delegados/as, provenientes de los cinco continentes y representantes


de los sectores de la sociedad interesados por las cuestiones agrícolas
y alimentarias concurrirán al Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria
“Nyéléni 2007”, que se desarrollará en la aldea de Sélingué, Malí, del
23 al 27 de febrero de 2007. El día anterior, las mujeres participantes
efectuarán un evento propio para debatir sobre el desarrollo de
los conocimientos en la producción alimenticia -especialmente en
agricultura y semillas- y la interrelación entre los derechos de las mujeres
y la soberanía alimentaria. Habrá también, demostraciones prácticas e
intercambios de conocimientos.

“La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a definir sus


propias políticas de agricultura y alimentación, a proteger y regular su
producción y el comercio agrícola interior para lograr sus objetivos de
desarrollo sostenible, a decidir en que medida quieren ser autónomos y
a limitar el dumping de productos en sus mercados”.

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Este concepto de la soberanía alimentaria, acuñado por la Vía
Campesina, se plantea no sólo como una alternativa para los graves

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problemas que afectan a la alimentación mundial y a la agricultura, sino
como una propuesta de futuro sustentada en principios de humanidad,
tales como los de autonomía y autodeterminación de los pueblos. Según
la dirigenta campesina chilena, Francisca Rodríguez, se trata más bien
de un principio, de una ética de vida, de una manera de ver el mundo y
construirlo sobre bases de justicia e igualdad.

Para las mujeres campesinas este concepto es consubstancial a su propia


existencia y definición social, pues su universo ha sido históricamente
construido, en gran parte, en torno al proceso creativo de la producción
alimentaria. Su reto actual, en palabras de Lidia Senra, Secretaria General
del Sindicato Labrego Galego, (en la II Asamblea de Mujeres de la Vía
Campesina, 2006) es hacer que al construir esta propuesta, queden
atrás los prejuicios sexistas y que esta nueva visión del mundo incluya a
las mujeres, las reivindique, y les permita la opción de ser campesinas
en pie de igualdad.

No obstante, la ideología patriarcal es columna vertebral de las


tendencias capitalistas que apuntan a la premisa de que hay que producir
más, lo que equivale a depredar más, y desarrollar tecnologías, como
las resultantes de la biogenética, para maximizar la rentabilidad. Las
lógicas que subyacen en esta visión de la producción para el comercio
y la exportación, son diametralmente opuestas a aquellas que nutren
las propuestas y prácticas de autosustento, desarrolladas a través de
los tiempos por las mujeres; son también la antítesis del concepto de
soberanía alimentaria, pues cuando el mercado decide sobre las políticas
agrícolas y las prácticas alimentarias que resultan de ellas, los pueblos
apenas tienen el papel de consumidores y, en casos, de empleados, no
de tomadores de decisiones.

Desde hace decenios, las organizaciones campesinas y ecologistas han


sustentado y comprobado que la actual producción de alimentos es
más que suficiente para alimentar a todas y todos. Han insistido en que
lo que hay que cambiar son los patrones de producción y consumo
de los países ricos y establecer una distribución igualitaria de los

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bienes alimenticios, y aún más, han insistido en la ligazón entre buena


alimentación y salud. Sin embargo, ciertas políticas internacionales
-basadas en las consecuencias y no en las causas- continúan enfocando
problemas y soluciones aisladas, mismo si los costos y esfuerzos para
encaminarlos se multiplicarán entre ellos.

Optar por la soberanía alimentaria implica, entonces, un giro radical de


las políticas productivistas mercantiles actuales, bajo cuyo dominio la
crisis alimentaria y el hambre no cesan de aumentar. Pues en la realidad
es en la pequeña agricultura -área donde se ubican principalmente
las prácticas productivas de las mujeres-, que no solo se registran
los resultados más concluyentes, sino que se generan modos de vida
congruentes con la sostenibilidad y la redistribución. Según Peter Rosset:
“En cada país –donde los datos estén disponibles- se puede comprobar
que las pequeñas fincas son, en cualquier parte, de 200 a 1.000 por
ciento más productivas por unidad de área” (1).

Pero, justamente la pequeña producción es la más amenazada por


las políticas liberalizadoras de la Organización Mundial de Comercio
(OMC), pues además del dumping y la competencia desigual entre
ésta y el agronegocio, sus preceptos radican en una visión contraria a la
sostenibilidad alimentaria: el monocultivo intensivo y la comercialización
regida por las reglas del comercio internacional, área enteramente
controlada por el mercado.

Precisamente por eso, la Vía Campesina brega porque la agricultura se


mantenga al margen de la OMC, pues el desarrollo de ésta bajo principios
previsibles implica no sólo el registro de las cantidades de los productos
exportables y de su libre flujo, sino el florecimiento de un modo de vida
acorde con el respeto del medio ambiente y la generación de culturas,
como también de éticas acordes con el mantenimiento y la renovación
de valores humanos fundados en la justicia social y de género.

(1) Peter Rosset, En Defensa de las Pequeñas Fincas, en El Dret a la Terra, Quatre textos
sobre la reforma agraria, Agora Nord-Sud, Catalunya, 2004, pág 131.

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Si las personas del campo se beneficiaran de condiciones que les
permitan concentrar su energía en el trabajo agrícola, podrían asumir

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fácilmente la soberanía alimentaria para las futuras generaciones. Un
ejemplo de ello es el caso de África Subsahariana, una de las regiones
más afectadas por el hambre y la desnutrición en el mundo, donde,
paradójicamente, los recursos naturales disponibles son ampliamente
subutilizados, ya que el continente solo produce el 0.8% de lo que
podría retirar de su potencial agrícola, afirma Devlin Kuyek (2).

Gestoras de soberanía alimentaria y de su propia autonomía


Por eso, la agenda reivindicativa de las mujeres de la Vía Campesina
asocia inextricablemente la justicia de género con el desarrollo de la
propuesta de la soberanía alimentaria, no sólo en consideración del
importante papel que ellas juegan en la materia, sino porque ellas la
conciben como una ética para el desarrollo humano y no como un
simple vehículo para la alimentación.

Al colocar al centro de sus reivindicaciones el derecho humano a la


alimentación, las campesinas abogan por la reorientación de las políticas
alimentarias en función de los intereses de los pueblos, lo que apela a la
refundación de valores colectivos y la revalorización de cosmovisiones
integrales. Para encaminar este propósito, ellas enfatizan en la
reivindicación de la igualdad de género en el conjunto del planeamiento
y toma de decisiones relacionadas con el agro y la alimentación, lo que
incluye su participación en los diseños estratégicos para la preservación
de las semillas y otros conocimientos.

(2) Devlin Kuyek, Les cultures génétiquement modifiées en Afrique et leurs conséquences
pour les petits agriculteurs, août 2002, www.grain.org/fr/publications/africa-gmo-2002-fr.
cfm

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Campesinas
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La valoración de los conocimientos de las mujeres en la agricultura, la


alimentación y la gestión de la vida, implica la transformación de los
estereotipos generados por el capitalismo y el patriarcado, para que
ellas puedan, al fin, alcanzar su calidad de sujetos, su ciudadanía a parte
entera y continuar ampliando y aplicando sus conocimientos. Para lo-
grarlo, como señala el manifiesto sobre soberanía alimentaria de la
Marcha Mundial de las Mujeres (Soberanía alimentaria: tierra, semillas
y alimento, 2006), el “camino es reconocer que la sustentabilidad de la
vida humana, en la cual la alimentación es una parte fundamental, debe
estar en el centro de la economía y de la organización de la sociedad”.

Así, si la soberanía alimentaria es una propuesta para la humanidad, ésta


no puede prescindir de las mujeres como sujetos sociales integrales,
máxime si lo que está en cuestión es la gestión universal de sus crea-
ciones.

Mujeres agricultoras: gestoras de soberanía alimentaria

Irene León, ALAI, 25/02/07

El día 22 de febrero, en Sélingué, Malí, en vísperas del inicio del Foro


Mundial por la Soberanía Alimentaria, se realizó un encuentro de mu-
jeres, convocado por la Marcha Mundial de las Mujeres. Entre los temas
en la agenda, se abordó el del conocimiento desarrollado por las mu-
jeres del campo y su aporte para la soberanía alimentaria.

La alimentación, que es indisociable de la supervivencia humana, se ha


desarrollado mediante un largo proceso de descubrimientos e investi-
gación, que históricamente ha sido encabezado por las mujeres. Desde
la invención de la agricultura, pieza clave en esta materia, ellas han ex-
perimentado, han hibridado semillas, han seleccionado lo comestible y
lo no comestible. También han preservado alimentos e inventado y re-
finado la dietética, la culinaria y sus instrumentos. A través de esto, han
generado uno de los más importantes referentes de cada una de las cul-
turas y sociedades; y no es poco decir: ellas han alimentado al mundo.

Gracias a ello, la humanidad ha sobrevivido a los subsecuentes modelos

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concentradores de los bienes, que han alterado los preceptos previ-
sores de producción para el sustento y los han reemplazado por tratos

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de lucro, entre cuyas consecuencias figura el hambre, que atañe a unos
816 millones de personas y se incrementa cada año en cuatro millones
más, según cifras de la FAO.1 Unos 40 países enfrentan un estado de
emergencia alimenticia y una de cada seis personas padecen de des-
nutrición en los países en desarrollo ,2 al punto que cada 3,6 segundos
alguien, por lo general una niña, muere de inanición.

Mientras tanto, con una cifra de negocios de unos 3.5 billones de


dólares, el comercio de los alimentos procesados es actualmente uno
de los filones más rentables que existen, solo que la clientela para com-
prarlos no es universal, pues más de un billón de personas viven con
un ingreso de 1 dólar US o menos por día y 2,7 billones con menos de
$2. (Ver anexo). En estas circunstancias, lograr el propósito de resolver
el problema del hambre y la alimentación a través de los mecanismos
mercantiles es bastante improbable. Pues al mantener las diferencias
estructurales y la mala distribución intactas, nada indica que los ingresos
potenciales de los consumidores vayan a mejorar.

Lo que sí se puede vaticinar es que las mujeres continuarán alimentan-


do a la humanidad, pues sin ninguna duda, las prácticas de producción
de alimentos que aún se conservan en sus manos continúan teniendo
un sentido de previsión. Y, tal como están las cosas, ellas abastecen ya
entre el 60 y el 80% de la producción alimenticia de los países más
pobres y alrededor del 50% a escala mundial.

Los huertos domésticos que ellas mantienen “...son, muchas veces,


verdaderos laboratorios experimentales informales, al interior de los
cuales ellas transfieren, favorecen y cuidan las especies autóctonas, ex-
perimentándolas a fondo y adoptándolas para lograr productos especí-
ficos y si es posible variados, que ellas están en capacidad de producir.

1 FAO, ¿Cumpliremos con el objetivo de reducir el hambre? , 2006, http://www.fao.org/


newsroom/es/news/2006/1000428/index.html

2 FAO, Agricultura mundial: hacia los años 2015/2030. Informe resumido..., 2006, http://
www.fao.org/docrep/004/y3557s/y3557s00.HTM

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Un estudio reciente realizado en Asia ha mostrado que 60 huertos de


un mismo pueblo contenían unas 230 especies vegetales diferentes.
La diversidad de cada huerto era de 15 a 60 especies”.3 En India “las
mujeres utilizan 150 especies diferentes de plantas para la alimentación
humana y animal y para el cuidado de la salud. En Bengala occidental,
hay 124 especies de “malezas” que se recogen en los arrozales y tienen
importancia económica para las agricultoras. En la región de Veracruz,
México, las campesinas utilizan alrededor de 435 especies de flora y
fauna silvestre de las cuales 229 son comestibles”. 4

Gracias al acumulado de conocimientos relativos a la práctica agrícola,


a la previsión productiva, al procesamiento y distribución, las mujeres,
aún en contextos de pobreza extrema, alimentan a la humanidad y
mantienen patrones de consumo congruentes con el cuidado de la
tierra y la colectividad. Sin embargo, al momento de definir las políticas
agrícolas y alimenticias, esta es una consideración de último rango, pues
en el mundo del rey mercado, ellas apenas mantienen el dominio del
1% de las tierras agrícolas.

El sesgo patriarcal presente en las políticas y medidas internacionales,


se manifiesta igualmente en el ámbito nacional y en las prácticas locales.
Las desigualdades de género en el mundo rural han sido señaladas entre
las más crudas de las relaciones sociales que afectan a la sociedad y
en especial a las mujeres,5 cuya invisibilidad histórica llevó a que su
propia existencia como sujetos tan solo empezara a ser reconocida en el
último cuarto del siglo pasado. Hasta ahora, aunque han sido adoptadas
significativas políticas en distintas esferas, en la práctica, la discriminación
en el mundo campesino y en el de la alimentación se mantiene casi
intacta, especialmente porque las mujeres no son consideradas aún
ni actoras económicas, ni productoras de conocimientos, ni sujetos
sociopolíticos integrales.

3 Sally Bunning and Catherine Hill, “Farmemrs’ Rights in the Conservation and Use of Plant Genetic
Resources: Who are the Farmers?”, Women in Development Service (SDWW) FAO Women and Popu-
lation Division, www.fao.org

4 Vandana Shiva, “La masculinización de la agricultura: Monocultivos, monopolios y mitos”, Octubre


de 1998, www.grain.org/sp/publications/biodiv172-sp.cfm
5 Movimento de Trabalhadores Rurales Sem Terra, A Questao da Mulher no MST, Brasil, 1996, p.1.

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Más bien, en sentido contrario, mientras los conocimientos y prácticas
agrícolas son privatizados, patentados y monopolizados por las grandes

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corporaciones, lo producido por ellas, que involucra a casi todo lo
que se mueve en este universo, es considerado como materia bruta,
sin valor. Sus conocimientos en materia de semillas: recolección,
clasificación, identificación de propiedades, almacenamiento, cualidades
dietéticas y culinarias, la complementación entre ellas para prevenir
enfermedades, entre otros, siguen casi inadvertidos y devaluados social
y económicamente.

Peor aún, el dominio de lo alimentario sólo ha ganado valor y


preponderancia con la irrupción de los capitales y sus dinámicas en la
gestión. Tan sólo la Nestlé, considerada como el mayor conglomerado
mundial de la alimentación, generó durante el 2005 una cifra de
negocios récord de 74.342 millones de dólares, con un crecimiento de
7,5 por ciento respecto a 2004. El beneficio neto fue de 6.520 millones
de dólares. Las mayores ventas y beneficios se registraron en Norte
y Sudamérica, con ventas por 25.051 millones de dólares. Para 2006,
espera un crecimiento de entre 5 y 6 por ciento, así como mejoras en
el margen operacional.6

Con este tipo de indicios comerciales las posibilidades de control


planetario de las corporaciones se multiplican y, a la vez, las relaciones
de poder patriarcales y capitalistas adquieren nuevos matices. Pues ya
no se trata sólo del acaparamiento de los recursos de la tierra, el agua
y los réditos sobre el trabajo de las personas, sino del control absoluto
del mercado sobre las dinámicas sociales y hasta de la apropiación de
la vida misma.

Así, si el cúmulo de injusticias históricas que pesan sobre las productoras


y creadoras es ya abundante, la expropiación de sus conocimientos y
de los medios para producir de manera autónoma, potenciada por esta
fase de ascendencia del capital, en una época en la que justamente el
conocimiento es consubstancial al valor, constituye una alienación sin
precedentes.

6 Enildo Iglesias, “Sobre la responsabilidad social corporativa de Nestle”, La Insignia, mayo 2006
http://www.lainsignia.org/2006/mayo/econ_008.htm

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Esto puede percibirse en las dinámicas que generan instrumentos tales


como el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad
Intelectual relacionados con el Comercio –ADPIC-,7 que prescribe
la patentación de todos los recursos genéticos, cuya aplicación actúa
como un principio dictatorial que aniquila los conocimientos de las
campesinas y las posibilidades de desarrollarlos. Pues además de la
expoliación directa de éstos, que son pirateados, patentados y por lo
general expatriados por el sector privado, también ellas mismas son
expulsadas de sus ámbitos de vida. Bajo los regímenes del agronegocio
y sus secuelas de trabajo agrícola y alimentario precario, muchas son
empujadas, además, a la migración.

La pérdida del contexto de producción campesina redunda en la privación


del escenario y del potencial de desarrollar y/o mantener conocimientos.
Mientras que las transnacionales dan prioridad al desenvolvimiento y
monopolio de estos últimos. La Nestlé, por ejemplo, cuenta con con
17 centros de investigación repartidos por todo el mundo, en los que
trabajan 3.500 especialistas, y destina un 1,5% de su cifra de negocios
a la investigación.8

Adicionalmente, la patentación de las creaciones de las mujeres las


obliga desde ya a comprar franquicias a los dueños de las patentes, para
poder continuar ejerciendo con sus propios inventos: la agricultura, el
procesamiento de alimentos, la salud tradicional y otros. Esto conspira
contra las estrategias de supervivencia que ellas han desarrollado, contra
sus prácticas productivas y distributivas.

Aquellas que producen y comercializan cereales, derivados agrícolas, y


hasta platos típicos, sólo podrán hacerlo, bajo la obtención de franquicias,
compradas a los dueños de las patentes, de sendas invenciones que ellas
mismas han creado.9

7 Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio,
http://www.wto.org/spanish/docs_s/legal_s/27-trips.pdf, define un marco legal internacional referente
a la protección de la duración de patentes, a la materia patentable, así como a los mecanismos de
sanción, incluso sanciones de comercio.
8 Idem 10

9 Irene León, De Mujeres, vida y semillas, in Sementes, patrimonio dos povos, Vía Campesina Brasil,
2005.

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En términos concretos esto significa el aniquilamiento de las redes de
distribución alimentaria urbana y rural, que abastece a las mayorías

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empobrecidas del planeta. En tanto que la importancia y poderío de los
conglomerados de alimentación barata está en pleno auge.

En España, por ejemplo, las empresas de comida rápida figuran entre las
primeras de las 100 de mayor facturación. Según la guía de Franquicias
y Oportunidades de Negocio 2006 de Tormo & Asociados, el número
de estas redes se ha multiplicado: en dos años han pasado de 19 a 27.
Esta cifra supone un total de 2.253 establecimientos que facturan casi
un millón de euros al año cada uno. Eso sí, abrir una de estas franquicias
requiere una inversión media de 300.000 euros y locales amplios que en
muchos casos deben superar los 100 m2. Asimismo, tan sólo Pescanova,
grupo de alimentos congelados, obtuvo en el primer semestre de 2006
un beneficio neto de 6,95 millones de euros, un 5,5% más que en el
mismo periodo del año anterior. 10

Según la FAO y sus conocidos asociados mercantiles, esta es una opción


de consumo individual. La preferencia por la comida rápida -pizza,
hamburguesas y otras-, es para esta entidad un asunto inherente a la
globalización y representa una posibilidad de paliar las carencias de
calorías, cuyo acceso es considerado como un pilar para la erradicación
del hambre. A la cola de esto figuran las consideraciones humanas y
hasta las propias nociones capitalistas de calidad de vida.

Las leyes de mercado; los acuerdos de libre comercio; el poder de


las transnacionales y la carta blanca para sus negocios otorgada por
las normativas de la Organización Mundial de Comercio -OMC-; la
prospección biogenética y la biopiratería; son las más omnipresentes
amenazas a los conocimientos de las mujeres, a su relación con la tierra,
la agricultura, la producción alimentaria y la vida.

10 Ver: http://www.invertia.com/noticias/tiemporeal_emp.asp?idtel=RV011PESCANO

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Soberanía alimentaria: tierra, semillas y alimento

Marcha Mundial de las Mujeres

Soberanía Alimentaria es el derecho que los pueblos, los países o


las uniones de Estados tienen para definir sus políticas agrícolas y
alimentarias y para proteger su producción y su cultura alimentaria para
no ser perjudicados por otros. Este es un tema que nos toca a nosotras
feministas, no sólo como ciudadanas, sino también porque luchamos
para que las mujeres tengan autonomía.

Autonomía para decidir cómo trabajar, cómo garantizar nuestro


sustento, cómo divertirnos, amar, tener hijos o no, vivir sin violencia y
construir nuestro futuro. La autonomía personal presupone sociedades
sin desigualdades y donde los pueblos deciden sus destinos.

El principio de la Soberanía Alimentaria es propuesto por la Vía Campesina


desde 1996, para contraponerse a las políticas neoliberales que protegen
el interés de las grandes empresas. En las políticas de Libre Comercio, la
alimentación es apenas una mercadería más, y no un derecho. Para los
movimientos del campo, la idea de la Soberanía Alimentaria es también
una herramienta de lucha y de propuestas, presentadas a los gobiernos
locales así como a las instituciones internacionales.

Antes que los movimientos afirmasen esa idea, el problema social e


internacional de la alimentación solamente era discutido en términos de
emergencia, en caso de guerras, catástrofes o pobreza: se hablaba de
Seguridad Alimentaria, lo que significa el acceso individual a los alimentos
en situación de carencia, siendo estos producidos o comprados. Pero el
foco estaba siempre en la compra y en las llamadas ayudas alimentarias
internacionales, que imponen un hábito alimentario, como en el caso
de la harina de trigo y de la leche en polvo en los años ‘60, así como
usando a la población como conejito de indias, como en el caso de la
distribución de maíz transgénico en los últimos años.

El derecho a la alimentación tiene una dimensión social y también una


dimensión
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no está bien distribuida. El preconcepto de que las niñas y las mujeres
son más frágiles o que no realizan trabajos considerados pesados es

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usado como justificación para que ellas coman menos o coman las
peores partes.

La garantía del derecho a la alimentación pasa por priorizar la producción


local para la alimentación de la población y para asegurar el acceso de
las campesinas y de las sin-tierra a la tierra, al agua, a las semillas y
al crédito. Pasa también por tener en cuenta el trabajo invisible que
las mujeres realizan en la preparación y distribución de los alimentos.
Pero no en el sentido que le dan organizaciones como el Banco
Mundial, sobrecargando a las mujeres y responsabilizando sólo a ellas
por la salud y bienestar de las familias en un contexto donde Estado y
empresas disminuyen remuneraciones y derecho de las trabajadoras y
trabajadores. Nuestro camino es reconocer que la sustentabilidad de la
vida humana, en la cual la alimentación es una parte fundamental, debe
estar en el centro de la economía y de la organización de la sociedad.

Para que haya Soberanía Alimentaria es necesario:

Hacer la Reforma Agraria

En todo el mundo la tierra está muy concentrada. Las mujeres tienen,


además, menor acceso a la tierra. A pesar de que en muchos países las
hijas tienen por ley tanto derecho como los hijos a heredar la tierra, y

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Campesinas
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que las mujeres son ‘copropietarias’ (propietarias de la mitad de los bienes


constituidos durante el casamiento o unión estable) y herederas del marido
o compañero, la costumbre excluye a las mujeres de ese derecho. E incluso
si las mujeres son legalmente copropietarias de un establecimiento, muchas
veces ellas no pueden decidir sobre cómo usar esta tierra, qué plantar o
criar.

En los procesos de Reforma Agraria en América Latina hasta los años 90


los índices más comunes de mujeres propietarias estaban entre 11% y
12%. Los países con porcentajes más altos como México, Bolivia y Cuba
son los que tuvieron Reformas Agrarias revolucionarias. En los años 90
hubo cambios en la legislación de varios países obligando a la titularidad
en nombre del matrimonio o de la mujer, en el caso de uniones civiles.
La participación de las mujeres se elevó a 45% en Colombia y a 34% en
El Salvador, países que tuvieron conflictos armados donde muchas veces
las mujeres se ocupaban solas de la producción familiar.

En los programas de venta de tierras promovidos por el Banco Mundial


– la llamada reforma agraria de mercado – el acceso de las mujeres es
menor, pues en general ellas tienen menos acceso al dinero y a garantías
para la compra de tierras.

Para asegurar el acceso de las mujeres a la tierra tenemos que ampliar


la conciencia sobre este derecho y retomar contextos políticos de
Reformas Agrarias masivas con amplia distribución de tierras y límites
al tamaño de la propiedad.

Es necesario garantizarles a los pueblos indígenas y a las poblaciones


tradicionales el derecho a la integridad de sus territorios. Y también
fortalecer a las mujeres de estos pueblos y a su contribución en las
decisiones de sus pueblos sobre cómo vivir y relacionarse con su
territorio.

Agro-ecología

Garantizar el derecho de las campesinas a producir alimentos y el


derecho de las consumidoras a poder decidir lo que quieren consumir,

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conscientes de cómo los alimentos son producidos.

MATERIAL DE APOYO
Una contra-reforma agraria ocurre todos los días. Muchas campesinas y
campesinos dejan el trabajo en la tierra porque están endeudados y no
tienen cómo competir con los grandes del agro-negocio. Hace muchos
años que los gobiernos incentivan un modelo de producción agrícola
industrial basado en la compra de insumos (semillas, adobos, venenos) con
créditos subsidiados y en el monocultivo (plantación de una única planta en
todo el establecimiento agrícola).

Este modelo es contrario a la manera de ser de campesinas y campesinos,


que combinan varios tipos de cultivo y cría, que usan sus propias semillas
seleccionadas por la resistencia y por el gusto que poseen y que no separan
lo que es para auto-consumo y lo que es para venta. Esta manera de ser
fue considerada atrasada y combatida por empresas y gobiernos.

Pero muchas campesinas y campesinos resisten. Hoy estas maneras de


producir que aproximan la agricultura a la naturaleza son reconocidas en
sectores de la universidad, órganos públicos, está en la base del trabajo
de muchas ONGs y son conocidas como ‘agro-ecología’. Las mujeres se
identifican con esta forma de producir porque muchas de las tareas que
realizan en la producción y en el cuidado son consideradas importantes
para la vida de la familia y de la comunidad, y ellas tienen más posibilidades
de experimentar y ser creativas y autónomas.

Las mujeres que viven en la ciudad son también responsables por la


alimentación de la familia y componen la mayoría de las profesionales del
área. Ellas trabajan durante todo el día en un empleo formal o informal, en
el cuidado de la casa, de la familia y de la comunidad. Cansadas y sin tener
con quien compartir el trabajo de compra y preparación de los alimentos,
aún insatisfechas, terminan comprando alimentos industrializados. El
padrón alimentario actual es muy malo para la salud. Pero para reverlos
tenemos que cambiar la forma en la cual la sociedad se organiza: reducir
las jornadas de trabajo, facilitar el transporte público y compartir el trabajo
doméstico entre las personas que conviven.

19
C ampesinas
Semillas de Cambio

Semillas transgénicas, ¡no!

Impedir a las empresas que impongan la propiedad intelectual sobre las formas
de vida y comercialicen transgénicos (alimentos genéticamente modificados).
Garantizar el Derecho a usar, escoger, almacenar e intercambiar libremente
semillas y especies.

La radicalización de este modelo de agricultura industrial es la manipulación


genética de semillas para que éstas resistan a los herbicidas producidos por
las mismas empresas o para que funcionen como insecticidas. Son semillas
transgénicas. Ya son comercializadas en varios países semillas de maíz,
soja y algodón transgénico. Un derivado de la soja, la lecitina de soja, es
muy usada como estabilizador en los alimentos industrializados. Por eso
encontramos tantos alimentos que contienen transgénicos, incluso si no
están con una etiqueta que lo indique. Nadie sabe exactamente lo que un
alimento transgénico puede causar. Ya fueron conocidos casos de alergias
o resistencia a antibióticos. Pero ya se sabe que las semillas transgénicas
contaminan otras variedades de planta de esa misma especie, contaminando
la naturaleza.

Las empresas que venden semillas quieren garantizar que van a recibir la
ganancia de la venta y que los agricultores comprarán semillas todos los
años. Por eso éstas imponen leyes y reglas que limitan el intercambio de
semillas campesinas a casos excepcionales.

En la agricultura campesina son las mujeres las que más comúnmente elijen
las semillas, guardan, intercambian con las compañeras. Son ellas las que
están siempre queriéndose llevar una semilla, una muda, para probar en
casa, para ver si crece. En este nuevo orden esta simple acción es una
desobediencia civil.

Derecho al agua

Mantener el agua como un bien público es un derecho, distribuido y utilizado


de forma igualitaria y sustentable.

El agua es un bien esencial para el bienestar de las personas y de la

20
producción. En todo el mundo el acceso al agua es muy mal dividido. En
áreas rurales es común que en una gran propiedad privada haya una fuente

MATERIAL DE APOYO
de agua o un aljibe, pero las mujeres que viven en los alrededores tienen
que caminar kilómetros y kilómetros para conseguir agua. Como en la
mayoría de las sociedades la responsabilidad de preparar la comida y de
lavar la ropa es sólo de las mujeres, su trabajo disminuye mucho si ellas
tienen una fuente de agua cerca.

Comienzan a aumentar iniciativas como la construcción de cisternas para


guardar agua de lluvia. Pero todavía predomina la idea de que son necesarias
grandes obras, como enormes represas y transposición de ríos. Además,
en los grandes proyectos siempre se piensa primero en el uso del agua para
el agro negocio o sus empresas y por último (si sobra) en el consumo y en
el bienestar de las personas.

En la ola de privatización y de mercantilización de la naturaleza se expande


la idea de que la forma de economizar agua sería cobrarla. Existen dos
grandes empresas transnacionales que controlan el mercado del agua
en el mundo, Suez y Vivendi. Ellas están metidas en muchos negocios:
saneamiento y distribución del agua, explotación de fuentes de agua como
si fueran minas. Donde ellas actúan los contratos son siempre perjudiciales
al pueblo y a los gobiernos nacionales. Ya hubo grandes movilizaciones
contra la privatización del agua y contra estas empresas en Cochabamba,
en Bolivia, en Uruguay y en Argentina.

Antes se decía que a nadie se le niega un vaso de agua. Pero ahora tenemos
que comprar agua para beber. El mercado de agua embotellada es muy
lucrativo, y controlado por pocas empresas como Nestlé o Danone.

La Agricultura no es una mercadería

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C ampesinas
Semillas de Cambio

Garantizar la capacidad de los países de hacer políticas para proteger a las


personas que producen y consumen, oponerse a las importaciones agrícolas y el
dumping, y estar a favor de una producción campesina sustentable.

La Organización Mundial del Comercio y los Tratados de Libre Comercio


que Estados Unidos está imponiendo a los países de las Américas tratan a
la agricultura como una mercadería. Además, el Acuerdo sobre Agricultura
favorece a la agricultura industrial y subsidiada de Estados Unidos y la Unión
Europea que vende sus productos a precios abajo del costo de producción
para los países del Sur. Se consolida así una división internacional del trabajo
en la cual los países del Sur exportan productos con uso intensivo del trabajo
y recursos naturales. Ésta es también una división sexual del trabajo. Las
mujeres constituyen la mayoría de los asalariados en la producción de flores,
frutas y legumbres exóticas, limpieza de castañas y peces, exportados casi
integralmente para países del Norte.

Este modelo acaba con la agricultura campesina e indígena. No es casual


que las mayores luchas de resistencia contra estos tratados hayan sido
llevadas a cabo por campesinas y campesinos y pueblos indígenas.

Las mujeres son presentadas por instituciones como el Banco Mundial


como las ganadoras de este modelo porque ellas pasan a tener un salario
propio. Sin embargo, las condiciones de trabajo son pésimas y la mayoría
sólo encuentra trabajo cuando es joven y en períodos cortos del año.
Ganan en base a la productividad y por eso trabajan intensamente, pues es
con este rendimiento que vivirán durante todo el año.

Los tratados de libre comercio y las instituciones financieras multilaterales


actúan para garantizar el interés de las grandes empresas transnacionales
que actúan controlando desde la producción de semillas hasta la
comercialización de los alimentos procesados.

En 2005 las 10 principales empresas productoras de semillas controlaban


casi 50% del mercado, siendo la mayor de ellas Monsanto. Las empresas
productoras de semillas ‘mejoradas’ o transgénicas y los agro-tóxicos son
viejas conocidas de las mujeres. Muchas de ellas como Novartis y Bayer
también producen hormonas sintéticas y anticonceptivos inyectables o por

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implante colonizando los cuerpos de las mujeres, de la misma manera que
colonizan nuestros territorios.

MATERIAL DE APOYO
La venta minorista de alimentos es cada vez más realizada por grandes
supermercados. Los 10 mayores controlan 24% del mercado mundial. El
primero, es la empresa estadounidense Wall Mart que controla 8% del
mercado. Wall Mart compra sus productos en cualquier parte del mundo
donde obtenga más ventajas, donde los productos sean más baratos por la
explotación del medio ambiente y del trabajo de las mujeres. Es conocido por
imponer un padrón de relaciones de trabajo: sin derechos, sin vacaciones,
sin reglamentación de la jornada laboral. En 2003, 110 vendedoras de 184
Wall Mart diferentes de 30 estados en Estados Unidos se presentaron ante
la justicia contra la empresa denunciando su discriminación en el pago de
salarios y promociones.

Por la Soberanía Alimentaria y por la Reforma Agraria luchamos contra


el poder de las transnacionales y por el derecho de los pueblos a comer,
cultivar, distribuir y preparar los alimentos con autonomía, cómo decidir,
sin deberle nada a nadie. En las políticas de libre comercio la alimentación
es apenas una mercadería más y no un derecho. Las mujeres producen
entre 60% y 80% de los alimentos en los países pobres y la mitad de la
producción mundial de alimentos. Luchar contra la opresión y la explotación
de las mujeres es fundamental en las luchas campesinas por la soberanía
alimentaria. Luchar por la soberanía alimentaria es fundamental en las
luchas de las mujeres por autonomía, por compartir responsabilidades y
tareas y por la sustentabilidad de la vida humana.

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Semillas de Cambio

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