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Radhamés
Reyes
Vásquez
Quemaremos los días
por venir
BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN
Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 56
2
Contenido
Balbucear el lenguaje de Dios / Aquiles Julián 5
Lo que de ti me queda 43
Tu nombre y el mío 43
Mano adolescente 44
Ruego de amor 45
Oscura transparencia 45
Retorno de amor 46
Condecoración 47
Luz inacabada 47
Eurídice 48
Estrella irreverente 49
Muro de ceniza 49
La presentida 50
Luz sobre mi lecho 51
Constancia de amor 51
Desvelado sol 52
Agnus Dei o amor constante más allá de la muerte 53
2 56
La tarde 57
Follaje nocturno 58
Escritura 58
Vigilia del juglar 59
Mamá también cantaba boleros 62
Ciudad inhabitable 67
Es una amistad surgida al calor de una pasión: el amor por la literatura, el gusto por
escribir, el placer de manosear palabras, crear imágenes, balbucear el lenguaje de Dios.
Y la admiración emergió fácil, alimentada por el deleite de una obra en que uno se
sumerge gozoso, en la que destellan hallazgos verbales, sorpresas expresivas que
enriquecen nuestra percepción y provocan una honda emoción.
Estimo, y espero así lo estimen los demás, que no es la ocasión para intentar un
estudio de este pequeño libro, ni mucho menos tratar de buscarle un lugar
determinado en el atestado estante de la poesía dominicana. No se trata de eso, de
ningún modo. De todas maneras Radhamés Reyes Vásquez empieza aquí, y si es claro
que no sabemos dónde terminará, tampoco es posible determinar dónde estará
mañana. Cabe incluso la posibilidad de que, como sucede muchas veces en este país,
alguien en muy mal tono lo mande a callar y él, avergonzado, se calle.
A nosotros lo que nos interesa por el momento es ayudarle a franquear una puerta a la
que él y cualquiera tiene derecho. Derecho que a menudo no se reconoce entre
nosotros, porque existe la creencia (y la conveniencia de creer) de que alguien que no
cuente con el patrocinio de ciertas capillas influyentes, o de ciertos grupos
politiqueantes, o de algún mandamás de periódicos, o de un grupo cultural vociferante
y demagógico, es decir, alguien que venga solo, como viene Radhamés Reyes Vásquez,
no tiene entrada en esta función muy espectacular, por cierto, en este momento, de la
literatura nacional.
Y no es así, sencillamente porque nada de eso es importante.
Aquí entra con su valor inicial, mucho o poco, un joven que escribe poesía. No habrá
que advertir a los que lo lean con espíritu crítico que encontrarán inmadurez,
manifiesta inmadurez, pero ello no es un defecto más que cuando aparece como
característica lamentable en la obra de algunos que, aupados por muy distintos
intereses de nuestro medio, resultan como ciertas frutas maduras al carburo, no más
que pintonas, y por fuera.
Claras y explicables influencias permanecen visibles en la superficie de esta poesía que,
a tientas, muda pasos en este libro. Influencias que van desde la consabida
Pedromiriana, hasta en algunos momentos (muy pocos por suerte) el por-encima-del-
hombro, tono de Miguel Alfonseca, pasando por las novias y los pañuelos de Pedro
Caro. Pero sabemos que hay más, por detrás está la palpitante, viva, inevitable
influencia de toda la poesía nacional. De todo el que ha escrito un poema en este país.
Y tiene que ser así. Ya vendrá, si es que viene, el momento en que este joven tenga un
modo más suyo de caminar, y aun entonces de alguien llevará, como todos, los zapatos
prestados.
Pero hay algo más importante por ahora que todo lo que podamos criticar en este
cuaderno; se trata de su posición. Esta no puede ser otra que la del propio autor. No se
trata de una posición previa y personalmente establecida, sino la que está
determinada por el origen y la situación social del joven que dentro de la grave
realidad de su barrio, entre sus humildes amigas y compañeros, ante los dolorosos
hechos que lo cercan diariamente, optó por obedecer al demonio alado de la poesía y se
da en este libro la puñalada mortal de la que ya no podrá arrepentirse so pena de
quedarse vergonzosamente vivo y mudo.
Ojala que Radhamés comprenda qué seria y trascendente es la misión del escritor y se
prepare en todos los sentidos para llevarla adelante. Luchando por una cada vez más
rigurosa formación, exigiéndose mayor disciplina cada día, afinando su tono,
puliendo su expresión, asumiendo, en fin, su muerte. Una muerte que beneficiará a los
suyos, porque él escribe lo que vive, lo que viven esos que saben que la noche es bronca
y el día peligroso.
El hombre deshabitado
Es un lugar deshabitado.
(muy íntima.
¿Qué decíamos?
Y todo va apagándose, sin excepción. Se apagarán también nuestras miradas, la voz Que
enloquecía de repente...
Un atardecer nos reuniremos en el patio
Y diremos las palabras de este tiempo,
Manuel, Nany, Elizabeth, Antonio, Adalgisa...
(y sus paseos.
¡Oh espíritus!
¿Cómo mitigar la sed de la memoria?
Puente del deseo las edades que en nosotros cohabitan,
Golpes sobre el fémur.
(sombra de tu nombre.
Ezra Pound,
burgués,
traidor,
amigo mío,
alguien ha cortado su canosa barba.
Gesticule.
El mar es azul aun sin su presencia.
Avance y calle.
Demasiado se habla de usted en los periódicos.
Muera interminablemente.
Suicídese en su morada
lento caminante de la tarde,
estatua de hondos ojos debajo de la tierra.
extraño extranjero
de hermanos sin gracia y sin conciencia.
No tema.
Millares de razas y apellidos
se confunden en su pueblo.
No derrame sus lágrimas.
Usted será polvo gris, amarillento,
palabra inquisitiva, eterna quietud en su ladera,
crepúsculo muriendo sobre el parque.
24
Y no vendrá el olvido.
¡No vendrá la muerte verdadera...!
Rewind
Aquel amor, aquellos cuerpos suaves de muchachas tristes,
frágiles,
ligeras...
aquéllas pieles húmedas, dóciles,
aquéllas manos tibias: señoras de rocío y porcelana,
aquel río constelado en mi hombro.
Este jadeo de sombras sin furor: mástil quebradizo,
Luz de música fascinante, rubor de estrella incontenible,
Pasajero de la noche, delfín tras el navío danzante:
Esta fascinante ausencia de ser,
tumulto de pájaros en celeste hechicería,
niebla vaporosa, tristeza de mar
que ha conocido la sed en el verano,
musgo de mis días, dactiles_fluyendo
como espadas de mis noches
minuciosamente tristes: flor de insomnio,
débiles vínculos de amor y, muerte
Oh fertilidades de noviembre sobre un pasto adormecido,
muchachas cuyos cuerpos he tocado!
Toda presencia es llama, destello:
abriendo muros de silencio.
Enciendan en mis manos las pasiones,
25
Llena de inmensidades
cada semilla crece en mí.
El rumor del agua entierra voces,
contiene cuerpos leves,
pálidos musgoso júbilos del viento.
Fiesta ceremonial
Inventamos la noche
con sus mástiles delgados
y el viento triste en los almendros.
Inventamos la noche con su lluvia
y el dejo de nostalgia enloquecida.
He podido tocar estrellas en el viento,
constelaciones anochecidas en tus pechos.
En un balcón cercano también otro
inventaba la noche con sílabas de olvido.
En tus senos dormían nubes y madréporas,
pueblos insurrectos que no sabía si brotaban
del humo o de la lluvia
o de unos labios tristemente hermosos.
Inventamos la noche y el navío, el lucero
sobre tus pechos tibios...
30
Jubiloso rumor
Delicadas manos jóvenes,
último cielo que se escapa
en el temblor tristísimo de tu piel,
la estrella huye del, jubiloso rumor,
inaccesible soledad que mis sentidos puebla.
Quiero aquí tu cintura, tus pechos constelados,
la hoja que en su brillo sostiene
alguna nube o río, escarabajo o musgo,
y es espejo sideral de la mañana.
Despierta en mí, sombra, luna fúlgida ligera sobre el césped.
Bésame,
bésame los ojos y el pecho,
bésame los muslos,
besa el cadáver de mis noches,
vigila tú el instante en que mis manos te pueblan sin tocarte;
ten piedad, impía, ten piedad, une a los míos tus labios
y bésame entre ruinas invisibles
bajo el cielo enorme de la ciudad en vigilia
bésame rencorosa, con murmullos al oído.
Daiquirí
Estos sonetos de amor los escribí en un momento muy especial de mi vida, allá por
los años 80. Mis lectores, los de entonces y los de ahora, sabrán comprenderme y
perdonar la osadía.
El desvelado
En desvelo de amor vivo callado,
vivo sin tí, muriéndome vacío
inquieto por la luz tibia del río
que sale de tu pelo derramado.
El fuego en ti crecido
Vienes ligera en el amor ardido
a desnudar la luz que en ti procuro.
Cuando es mi pecho llanto tierno y puro,
vienes a darme el fuego en tí crecido.
Llena de mí te acercas
En el día de tu pelo yo te siento.
Distante estás del oro y de la muerte
como el lejano cielo que convierte
en eterna tu imagen de tormento.
Patria verdadera
En ti tengo mi patria verdadera:
sueño de amor, palabra desterrada,
fulgor que se destruye y llamarada
que del polvo retira su bandera.
Piedras de olvido
El amor que por ti crece en olvido
es llama bajo el agua, miel sincera,
aire tierno de luz como la esfera
o pedazo de fuego presentido.
Si en tu amor creciera
Si en tu amor creciera mi lucero
y sembraras de besos la llanura,
me gustaría vivir en tu cintura
y en ella ser tu eterno compañero.
38
Lecho perdido
Agua enterrada
Renuncia irrevocable
Ana en la pradera
Entonces te recuerdo en la pradera
tibia de mí -callada luz que ardía-
tan cercana de mi voz que aún se escondía
tu desnudez de viento en la madera.
Estrella candorosa
Tuve en tí el mar, el más perfecto día,
adonde va el amor vivo y callado,
el astro de tu nombre arrebatado,
tu mano fiel creciendo con la mía.
Sueño de amor
Lo que de ti me queda
Tu nombre y el mío
Mano adolescente
Ruego de amor
Busca el amor tu mano soñadora
creciendo en la palabra y la quimera,
busca el calor, el fuego y la madera
allí donde eres magia seductora.
Oscura transparencia
Retorno de amor
Condecoración
Luz inacabada
Eurídice
Estrella irreverente
¿Mío el amor? Jamás sin tu presencia.
Quiero ver que eres fruto perseguido
el aire, el sol, los ojos que he perdido,
la estrella de tu nombre en reverencia.
Muro de ceniza
La presentida
Constancia de amor
Toda la luz del mar te pertenece.
Del mundo todo el cielo, el que ha crecido
del gesto de aquel Hombre conmovido
Entra a mi sombra frágil que fenece
Desvelado sol
Agnus Dei
o
Amor constante
más allá de la muerte
No regreses de noche
ni cuando despunte el alba.
No temas a los demonios ni a los fantasmas
de tu lejana infancia,
no discutas con nadie ni te demores
en los caminos.
Trata de evadir billares y tabernas,
los prostíbulos donde por primera vez
tocaste un cuerpo desnudo,
el acantilado gris donde echabas a correr
plásticos potros salvajes que no pudieron
nunca ganar una batalla.
La tarde
En el patio cae la tarde como un destino frágil.
Delgado puñal que domina la quietud del paisaje
en la extensión vasta del sueño y la llanura.
Cada instante
una multitud de palabras se desvanece
y el mundo se vuelve una catástrofe.
Hay un destino ignorado
en el centro de la penumbra,
los ocasos que me conmueven y la fiambre
certidumbre de las mareas,
los espejos de geometrías delirantes,
el hecho de que el mundo exista
y sea indefinible,
la llamada que aturde y el rencor inaplazable
de saberse desdeñado.
Como una herida abierta
el cielo se desangra en el poniente.
58
Follaje Nocturno
La noche discurre igual que la agonía de un jardín
y desgarra la palabra en labios de otros cuerpos.
Un follaje de espejos se desborda,
el mar terrible como el brillo de una espada,
el orden de las olas y la música,
el paraíso que rige las leyes del deseo
y las costumbres.
Esas nubes dispersas y esos presagios
son la diáfana constancia de que el amor existe
y son también la certeza numerosa
de las noches que contiene el día.
Entre nosotros, los pretéritos difusos,
el cielo unánime que prescinde del lucero,
sombras que se multiplican y traducen
la ligera quietud de algunos patios.
Sólo existe la mirada
y el aire dócil que a la roca hiere
como la luz minuciosa de una angustia.
Escritura
Tan probable como un destino
o golpe de aire fértil,
las escrituras son las pieles intangibles
del deseo,
el tacto del hechizo y la premura.
Bello es el paisaje,
los tibios talismanes de piedra,
el mar que existe afuera
y la fuga del crepúsculo en las plazas.
Algo se detiene en mi sangre,
el nombre de alguien, la mirada ciega del espejo.
Digo madre y mis labios tiemblan
al alba tenue, compartida
59
Cielo desmoronándose
petrificado en la mirada,
parpadeo de nubes
e imágenes desterradas.
Jadeo de piedras
y piernas que se rozan
suscitando una música tenue,
polvo de astros disecados.
Pálido reflejo de afilados murmullos
furiosamente ardiendo en los balcones,
precipicio de inminencia
60
En el impalpable follaje
el sol dibuja espectros
se alza la marea de colmillos afilados.
Brotan peces y alcatraces,
sombras sobre el agua.
Salen a la calle
los beneméritos que sirven al Estado
y las honorables prostitutas,
los nómadas y los perros sin dolientes,
los apóstatas y los alabarderos,
congregación de transeúntes.
Tarde,
escritura pálida en la arquitectura celestial,
gruesas gotas pálidas de cielo,
un batir de peces o de náufragos,
sol en la cascada,
serpiente de transeúnte.
curados de espanto.
Tres nubes cómplices
tres sombras mudas
tres colibríes sin alas
huesos desterrados
ángeles endemoniados
gaviotas sin chiullidos
ni huellas en la arena
cómplices de ideas estúpidas.
El bar el es pequeño
y en él sólo hay penumbras
El más flaco habla con palabras de aire
el otro es retórico
y el maricón contempla la tarde.
Tres nudos de abismo
sólo construyen patíbulos
que son sus propias tumbas.
2
Nuestro cuerpos
desnudos y fragantes
son relámpagos, plazas, mediodías
perros que aúllan, caderas que cantan
vasijas para recibir la vida.
Nuestros cuerpos
ahora son lámparas y geranios
gaviotas degolladas
gotas de sol resbalando en los metales.
Mientras yo languidecía
en lúgubres habitaciones alquiladas
o quizá mientras andaba mudo
entre las tibias luces de un ocaso,
tú te ibas muriendo.
Yo andaba mudo como sombra petrificada,
caminaba por las calles mojadas
y estrechas de la noche
quizás buscando algo de la infancia que no tuve,
o entraba a los bares y los restaurantes
pálido y muerto de hambre,
vestía ropas ajenas y me sentaba en los parques,
conversaba con meretrices y homosexuales,
vendedores ambulantes y presumidos astrólogos
Mi casa era la noche o la puerta de un prostísbulo
el banco de un parque o un zaguán.
Dormía entre desterrados y prostitutas,
me acostaba sin cenar en huerto ajeno
donde apenas diez minutos antes hubo sexo y gemidos
palabras de amor o maldiciones.
Habitaba yo en abismos tan profundos
e ignoraba lo que a tí te sucedía.
De mí huían los niños y las aves
De mí huían la calma y nubes lejanas
y hasta las meretrices que ahora son llamadas
trabajadoras sexuales.
una promesa,
una araña crepitando en el fuego
sin nombre de los tiempos,
ni luna que se esconde con destreza
en el follaje
antes que el amanecer se abra como
un campo de batalla.
Ciudad inhabitable
un labio trasnochado,
y toca en la memoria lo fugaz que parpadea,
y mariposas fúlgidas
o en lo permanente de mi voz.
No son los días sino yo mismo quien transcurre,
Radhamés Reyes-Vásquez, un
disidente
Y debemos empezar.
Empezar qué?
¿El fin del mundo?
Sólo sé que atrás están mis viejos huesos,
mis no redimidas culpas, mis deudas
cuantiosas.
y
Cenizas de los muertos que en mí llevo.
Y más allá del espejo en que me hundo
un sonido creciendo
en lo inefable del vacío.
.
Y ¿qué es eso del comienzo?
72
El hombre deshabitado,
Boutique de la memoria y
Daiquirí.
Ha sido merecedor, en tres ocasiones, del Premio Anual de Poesía, además del Premio
Biblioteca Nacional de Poesía, en su primera versión, y de los tres primeros lugares, con
pseudónimos distintos, del Concurso Nacional de Sonetos organizado por la Fundación
Cultural Dr. Joaquín Balaguer en el año 1990.
Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo Milosz
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav
Pasos Seifert
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo
Carranza Rojas
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
Burgos Gamoneda
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Ivo
Delgado. 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez
8. Haikus / Matsuo Basho Rosa
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
Darwish 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas Szymborska
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos / Seamus Heaney
Drummond de Andrade 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas /
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Eugenio Montejo
Enzersberger 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano
contemporáneos Brull
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir
Raworth Holan
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas /
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James Gastón Baquero
Rawlings 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza Giannuzzi
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
Martínez Rivas 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo
24. Antología esencial / Joseph Brodsky Torres
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 53. Territorios Extraños /José Acosta
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís
Rothenberg Fernández
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-
Pacheco Vásquez
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas
Elytis
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth
Rexroth
75
Colección
Muestrario de
Poesía
2010