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HOY HA SALIDO EL SOL

Vaya, hoy ha salido el sol y todo el mundo camina derecho por entre sus vidas intentando evitar el
rozarse a sí mismo. Es un buen día para dedicarle una sonrisa a ese vecino cabrón que tanto te toca los
huevos. También es un buen día para dejar a tu novia, pegarle un par de hostias a tu jefe o empezar a
fumar. Hoy ha salido el sol. Lo tengo encima de mí, calentando mi azotea con una insistencia cansina.
Y yo pasando de él como de comer mierda. Llaman a la puerta del patio y yo contesto por el interfono:
-Que ha salido el sol, hombre, ¿qué haces ahí, metido en casa? Asómate a la ventana y contempla la
radiante hermosura que trae este nuevo día...
-¿Eres tonto, chaval? -Le contesto. A lo que luego añado:
-Vete a venderle la moto a otro, gilipollas.
No, yo no soy de esos que se ponen contentos solo porque sale el sol. Ni tampoco de los que
entristecen bajo los cielos encapotados. Que ha salido el sol, pues muy bien, iré a mi jefe y le pediré un
aumento. Cuando me pregunte que por qué le diré:
-Hombre, porque va a ser, pues porque ha salido el sol.
Luego iré al restaurante mas pedorro de la ciudad, ese que decoró Lecorbusier y en el que sirven
espuma de jamón, paté de hígado de caracol y criadillas de langosta, y pediré los platos más caros que
tengan en la carta. El camarero, que me habrá echado el ojo nada mas verme entrar, hará un gesto con
la cabeza y en vez de echarme a patadas pensará: "Bueno, como ha salido el sol". Y aquellos manjares
irán desfilando por mi mesa. Y yo me pondré morao de espuma de jamón, paté de hígado de caracol y
criadillas de langosta. Y lo regaré todo con un champán francés del copón. ¡Qué coño, un día es un día,
joder, que ha salido el sol! Y cuando llegue el momento de hacer frente a los gastos, el camarero, que
normalmente es un estirao y un clasista de mierda, se me acercara con una sonrisa afectuosa y sincera
en el rostro y me dirá:
-Piensa pagar el señor, o cómo ha salido el sol...
-No, no, voy a pagar, voy a pagar, tráigame ahora mismo la cuenta...
Al cabo de unos segundos regresará a mi mesa con la misma sonrisa, que otro día me hubiese parecido
de imbécil pero que hoy encuentro encantadora, y me dirá:
-Lo siento, señor, pero la comida está pagada. Y luego me hará un gesto con los ojos para señalarme
una mesa al fondo, donde una hermosa mujer de aspecto distinguido fumará un cigarrillo entre
penumbra.
-¡Joder, como se nota que ha salido el sol!
Le daré las gracias al camarero y, tras levantarme de la silla, me acercaré hasta aquella esbelta hembra
de hombros rectos y senos firmes que, mientras, continuaba jugando a hacerse la distraída. Otro día
solo hubiese pensado en cepillármela, pero aquel era un día soleado. Así que me llevaré el puño a la
boca, me aclararé la voz y, mirándola a los ojos por entre sus interminables pestañas, le diré con tono
firme pero no exento de dulzura:
-Señorita, quiere casarse conmigo.
Y ella responderá:
-Si.
¡Hostias, este sol de hoy brilla de cojones!
Esa misma tarde iremos a los juzgados y formalizaremos nuestra relación. Y a este día le seguirán
muchos más días de sol. Y los pasaremos juntos a la orilla de la playa, retozando entre el salitre y la
arena. Y los cielos, salvo por algún fugaz chaparrón veraniego, continuarán despejados durante los
meses siguientes. Pero como es bien sabido, no todos los días son soleados en la vida de un hombre. Y
llegarán las borrascas, y las nubes cubrirán el cielo que se tornará negro durante muchos días, tal vez
meses. Y llegarán las tormentas, los truenos, las centellas, los vientos huracanados y hasta puede que
caigan piedras sobre nuestras cabezas. Y entonces, un buen día, tendré la tentación de emular a Harry
"Conejo" Angstrom. Pero me diré a mi mismo que no, que esa es una solución mezquina y cobarde. Y
esperaré sentado frente al televisor a que ella regrese de comprar tabaco para caer en sus brazos una
vez más. Y esperaré un día. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro... Y todos serán días de lluvia, seguidos por
noches de tormenta, porque ella no regresará.
Hasta que una mañana, sin darme yo cuenta, un rayo de luz se cuele por la ventana para posarse en mi
brazo. Después, el sol, abriéndose paso a hostia limpia por entre las nubes, ocupará su lugar en el cielo.
Y su luz invadirá mi cuarto de estar como hace siempre, sin pedir permiso. Yo estaré como ahora,
sentado frente a una pantalla, sin esperar ya nada o a nadie. Y de repente llamarán a la puerta del patio
y yo contestaré por el interfono:
-Que ha salido el sol, hombre, ¿qué haces ahí, metido en casa? Asómate a la ventana y contempla la
radiante hermosura que trae este nuevo día...
Y yo contestaré:
-¿Eres tonto, chaval? Vete a venderle la moto a otro... Gilipollas.

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