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INTRODUCCIÓN

Él da la vida para que tú vivas

No habrá mejor manera de interiorizar este tiempo de invitación a la conversión que la


de ingresar en el desierto interior de nosotros mismos, para que, quedándonos a solas
con Dios y con nuestra propia persona, descubramos que es posible hacer camino de
comprensión del misterio pascual de Cristo.
No nos referimos a una meditación de ideas sobre la Pasión, Muerte y Resurrección
de Jesús, sino a la experiencia interior de asimilar los ideales, sufrimientos,
pensamientos y sentimientos de Cristo cuando va camino a su destino final en la
entrega de sí.
Asimilar, para la vida y el corazón, el extremo de amor de Jesús en la cruz, es el
medio para llegar a vivir la auténtica conversión que pretendemos lograr. Un tiempo
tan prolongado como el de Cuaresma es el que necesitamos para entender la locura y
el lenguaje de la cruz.
Ojalá, al final de este hermoso tiempo de conversión, podamos terminar con una
renovación interior de tal magnitud que concibamos, de ahora en adelante, nuestra
existencia nacida ahora desde la cruz. Que, con el espíritu despierto y sensible, nos
dejemos sorprender y transformar por el inconmensurable manantial de agua y sangre
que brota de la cruz de Jesús. Es el momento de permitir que nuestra vida sea
traspasada por el amor que el Hijo de Dios manifestó, en su máxima expresión, a
través de la cruz. Gracias a la cruz de Jesús, somos ahora hijos de la vida divina para
siempre.
No perdamos esta oportunidad. Experimentar la conversión es experimentar la
intensidad de la luz de Cristo en la conciencia y en el corazón. A más conversión, más
luz. En ello radica la fuerza, vitalidad, energía y decisión de los verdaderos testigos de
la fe.

SEMANA III

ÉL DA LA VIDA PARA QUE TÚ VIVAS

Domingo, 28 de marzo de 2010


Mira que tu rey viene montado en un burro
Cita Central: Mt.21, 7
Jesús entra en Jerusalén para llevar a cabo la experiencia
de su misterio pascual, ingresa a la ciudad bajo una
calurosa y apoteósica bienvenida. Él empieza este camino
de la misma forma en cada uno. Y lo hace bajo formas
muy particulares. Mt.21,7: “Le trajeron la burra con su cría, le colocaron sus
mantos sobre el lomo y él se sentó encima. Había muchísima gente; extendían
sus mantos en el camino, o bien cortaban ramas de árboles, con las que cubrían
el suelo.” Él entra a la ciudad bajo el reconocimiento de rey, y un rey montado sobre
un burro, es decir, viene en nombre de la paz que quiere instaurar en el mundo. No es
una paz de tranquilidad sepulcral, tampoco es una paz de palabras o discursos
alicientes o superficiales. Es la paz del rey que se ofrece a sí mismo como ofrenda,
para poder instaurarla de manera definitiva en la vida y en el corazón de cada ser
humano.
En este tiempo de Cuaresma, Jesús, así como entró en Jerusalén, entra también al
interior de nuestra vida, y lo hace triunfante, convencido de que nuestra realidad, por
muy pecadora que pueda experimentarse, no tiene la última palabra sobre la gracia de
la paz.
El Maestro no sólo sabe que entra triunfante a nuestro corazón dispuesto a
transformarlo, sino que también sabe que, al entrar, confrontará nuestra vida sin
importar que el costo sea la entrega de la suya. Éste es el panorama de la Cuaresma
en nuestro corazón, para aquel que recibe al Maestro triunfante y que, al mismo
tiempo, será testigo vivencial del holocausto de su vida.
Con su sacrificio, Jesús viene a quedarse para siempre con nosotros marcando
contundentemente el giro de nuestro corazón. Muchos continuaron siguiendo al
Maestro una vez que entró a Jerusalén; pero, al final, al momento de la prueba, fueron
muy pocos los que atravesaron con Él la experiencia dolorosa de la cruz. Esos pocos
que quedaron al pie de la cruz de Jesús no quedaron con la vida igual, porque la
muerte y pasión de su Maestro, les reconcilió consigo mismos, con Dios y con los
hermanos.
Este tiempo nos solicita mucha atención del corazón y la mente, el Maestro quiere
ingresar al mundo, a la ciudad de nuestros pensamientos, afectos, proyectos, ideales,
también heridas, para confrontarlos, transformarlos y dirigirlos a la reconciliación y
comunión definitiva con Dios. Mt.21,5: “Digan a la hija de Sión: «Mira que tu rey
viene a ti con toda sencillez, montado en una burra, un animal de carga.”

Lunes, 29 de marzo de 2010


Preparen el camino para la pascua: oración
Cita Central: Mt 6, 6
Durante este período de Cuaresma, los cristianos recibimos de nuestra Madre la
Iglesia, la manera de vivir acompañando la experiencia de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús. No hay cristiano que no esté llamado a vivir la invitación a la
conversión de la vida, a través de una de las formas más eficaces para vivir en
profundidad la penitencia. Una experiencia bien vivida de la oración, ayuno y limosna
nos conducirá a la eficaz penitencia y reconciliación con Dios, consigo mismo y con los
hermanos.
Mt.6,6: “Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre
que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.” La
comprensión y vivencia de la conversión muy difícilmente se logrará en profundidad si
no aprendemos a entrar en la intención y motivación del camino pascual del Maestro.
No podremos dejar atraernos por la conversión, si no entramos en contacto con Él, es
decir, si la conciencia y los deseos del corazón no están puestos sobre la mirada de
Dios. Hay quienes no lo desean bajo la absurda excusa que Dios se avergonzará de lo
mediocre que pueda encontrar nuestra vida y conciencia. Si el maestro invita a la
conversión, no es por un asunto de recriminación, es más bien, por un asunto de
reconciliación con Él. Es más fácil, tentador y cómodo formularnos una opinión
decadente y pesimista de la historia de nuestra vida. Aquí de lo que se trata, es de
hacer el esfuerzo de aprender a vivir bajo el examen sincero de la conciencia y del
corazón. Lc.15,17: “Finalmente recapacitó…”
La gracia de Dios, hace mucho tiempo que espera llover sobre nuestra historia y vida,
pero el primer paso es el reconocimiento humilde y sincero de la realidad de nuestra
relación con Dios. La conversión es descubrir que el corazón, sin Dios, no tiene
capacidad de amar como el Maestro. Y aquí juega mucho el esfuerzo personal por
ponerlo todo con sinceridad y sencillez, en el encuentro con Dios, a través de la
oración y de la Palabra.
Afiancemos con entusiasmo y humildad el ejercicio de la oración, el ejercicio del
diálogo con Dios, y encontraremos suelo firme, estable y seguro, para tener la certeza
de que nuestra vida no es un imposible para Dios. Él es el primero que desea este
encuentro, Él es el primer entusiasmado de enseñarnos a entrar, paso a paso, en su
corazón y en el de su Hijo Jesús.

Martes, 30 de marzo de 2010


Preparen el camino para la pascua: ayuno
Cita Central: Mt 6, 16-18
Mt.6,16-18: “Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que
dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo
digo: ellos han recibido ya su premio. Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y
perfúmate el cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu
Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará.
La práctica del ayuno, se ofrece como medio concreto para vivir nuestra peregrinación
interior hacia la Pascua de Jesús, en relación con la reconciliación con nosotros
mismos. La esencia del ayuno es la disposición interior de conversión y de pesar por
los propios pecados. En la práctica del ayuno se ejercita no sólo la mortificación del
cuerpo para expiación de los pecados sino también se ejercita la pobreza del corazón
que descubre que necesita un cambio sincero de intenciones, de deseos y de afectos
para entrar en comunión o sintonizar con el cariño y agrado de Dios. Sal 50,19: “Mi
espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito.”
Lo que importa es reconocer humildemente la realidad sincera del corazón. El mejor
ayuno que podemos ofrecer a Dios es sacrificar todo aquello que no permite observar
o apreciar claramente la situación de la conciencia y del corazón. Ciertamente, ayunar
tiene un costo con sabor a sacrificio; y el ayuno del corazón pasa por el ejercicio de la
humillación del mismo, hasta llegar a experimentar que no se puede absolutamente
nada sin la fuerza de su Amor divino.
Presentar el corazón contrito es mostrar con sinceridad las muchas veces en que el
corazón se ha sentido inclinado a la independencia, ha vivido en ella; mostrar con
sinceridad que el corazón ha buscado dueños falsos o amores pasajeros. El ayuno
que agrada a Dios es un corazón vaciado de sí mismo, un corazón sin resquicio
alguno de falsedad o de mentira.
Hay mucho que nos sobra, hay mucho de lo cual el corazón está lleno y no puede ver,
mucho menos sentir la necesidad del verdadero dueño de la Vida. El ayuno del
cuerpo, vivido en profundidad y con sentido, manifiesta la sed del corazón ávido de
una nueva oportunidad en la relación con Dios, manifiesta que el interior se conmueve
y ha buscado la soledad, el vacío de todo, ha reconocido que su humanidad es frágil,
débil y pecadora.
El ayuno del corazón manifiesta una espera, es decir, una actitud de esperanza por lo
mejor que vale la pena obtener. Y es también la respuesta y la ayuda al propio cuerpo
(mente, corazón y fuerzas) que lamenta su erróneo uso y finalidad.
Que el ayuno sea camino para encontrarnos con nosotros mismos.

Miércoles, 31 de marzo de 2010


Preparen el camino para la pascua: limosna
Cita Central: Mt 6, 1-4
Mucho de este tiempo cuaresmal está ligado a la observancia y vivencia de la limosna,
la que, además de expresar la ayuda al necesitado, manifiesta el interés por la
reconciliación con los hermanos. Mucho de este tiempo de conversión se vincula con
la repercusión de nuestros actos para con los hombres. Si Cristo, en la cruz, es
ofrenda máxima para el bienestar de cada hombre de cada generación, de la misma
forma lo es para quien se introduce en el misterio de su sacrificio.
Cuando Jesús, entrega el cuerpo y el alma, en la muerte en cruz, no provoca más que
aparentemente un escándalo en su tiempo y en su historia; muchos pensaron que con
el transcurrir del tiempo todo esto no pasaría de un mal recuerdo. Sin embargo,
apenas sucedida la resurrección, su entrega silenciosa se transforma en aquello que,
a lo largo de ya más de veinte siglos, sigue causando sorpresa y hasta controversias,
así también la misma conversión.
La cruz, el vencerse a uno mismo por el beneficio de los otros, constituye la limosna
de máxima eficacia. En lo silencioso y aparentemente desapercibido de la entrega,
prima directamente la mirada de Dios en el corazón. Así funciona también la
experiencia de la limosna. Mt.6,1-9: “Guárdense de las buenas acciones hechas a
la vista de todos, a fin de que todos las aprecien… Cuando ayudes a un
necesitado, no lo publiques al son de trompetas… Tú, cuando ayudes a un
necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha, tu
limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.”
La verdadera limosna, aquello que es donación de nosotros mismos, parte desde el
interior, desde el corazón de la persona. No tendría razón de ser una limosna, sea
material o espiritual, si la actitud de donación del corazón no lo acompaña. Por el
ejercicio de la limosna se genera el encuentro entre el donante y el necesitado. Y esto
fue lo mismos que expresó Jesús durante su vida pública y, sobretodo, en la cruz.
En la limosna auténtica no hay reservas. Jesús, haciéndose limosna, provoca el
encuentro entre Dios y los hombres: el donante y el necesitado. Ojalá hoy podamos
aprovechar de contemplar por largo tiempo a Jesús en la cruz, para que su misma
experiencia de vida entregada, inspire en nosotros ser, sin condicionamiento alguno,
limosnas de vida, amor y fe para muchos hermanos nuestros. Que por la limosna,
podamos comprender que no se trata de ofrecer migajas o residuos a los otros, sino
que se trata de ofrecer lo que somos, por muy poco o pobre que sea.
No nos reservemos nada de lo que somos. Por la donación de nuestro cuerpo y alma,
entramos en la misma experiencia de donación del cuerpo y el alma de Cristo,
entramos en comunión. Ese es el deseo de Dios y su mirada está puesta en la espera
de quienes quieran, trabajando en lo secreto, ofrecer lo mejor de sus vidas para el bien
y conversión de muchos.

Jueves, 1 de abril de 2010


Gracias Señor por tu sangre que nos lava
Cita Central: Jn 13, 4-15
Jesús, en la realización de la última cena, asume
significativamente el papel de un siervo para lavar los pies de
cada uno de sus discípulos. Ellos jamás se imaginaron ver a su
propio Maestro tomando la condición de un sirviente. Jn.13,4-5:
“Entonces, se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató
una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso
a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con
la toalla que se había atado.”
Jesús deseaba purificarles y tenerles listos para la celebración de la Pascua. Sin
embargo, este gesto es también la antesala de su más profunda purificación sobre
nosotros, sobre la vida de todos los hombres.
En la última cena, Jesús toma la condición de siervo para lavar los pies de sus
discípulos. En la cruz, toma la condición de víctima inmolada para la purificación de
nuestros pecados. De hecho, el sacerdote lo enuncia en la Eucaristía, Mt.26,28: “Esto
es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el
perdón de sus pecados.” Así, Jesús, del acto externo del lavado de pies, va hacia el
acto profundo del lavado de nuestros pecados con su sangre; le devuelve al hombre
su condición original de Hijo de Dios.
Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava, que borra toda culpa y que hace nacer en
nosotros la esperanza de una vida nueva en ti. En el ofrecimiento de tu sangre, para
ser derramada en el sacrificio, se manifiesta el amor puro, infinito, sin límites y sin
condicionamientos para que nosotros seamos devueltos a la gracia de la comunión
con Dios. Jesús, puso por delante de nuestras culpas y pecados, su propia muerte. Si
es así como el Maestro lo ha querido, ¿qué nos toca a nosotros, sus hijos más
queridos? Jn.13.13.15: “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque
lo soy… Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.” Es
nuestra vida ofrecida a los otros como respuesta de amor; por nuestra vida ya no corre
sangre independiente o natural, sino la sangre de la víctima divina. Somos hombres
nuevos, la sangre de Cristo nos devolvió al valor de la identidad de nuestra imagen y
semejanza con Dios. La sangre de Cristo nos purificó y ahora es alimento para tener la
fuerza y el poder de ser ofrendas para los hombres de hoy. Jesús, en su sacrificio,
apenas inició la purificación de la humanidad; y hoy, como en cada tiempo, hace falta
hombres, cristianos embebidos de su sangre redentora, para hacer alcanzable la
eterna comunión y amistad con Dios.
Que la sangre de Cristo, nos inspire, día a día, a decidirnos ir a la cruz, a la entrega, a
la muerte al yo; para que muchos vuelvan a ver la repetición del sacrificio de Cristo,
que no cesa de donar hasta la última gota de sangre, con tal de que su rescate
alcance hasta el último hombre de cada tiempo. Que la sangre de Cristo nos suprima
el miedo a la donación sin límites y sin reservas.

Viernes, 2 de abril de 2010 Padre en tus


manos encomiendo mi espíritu Cita Central:
Lc. 23,46
Lc.23,46: “Y Jesús gritó muy fuerte: “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu.” Y dichas estas
palabras, expiró.” Todo lo que Dios pudo hacer por el
hombre se reconoce al pie de la cruz de Jesús. Nada se
lo quedó en reserva, todo fue entregado. En su último
aliento continuó habiendo fidelidad y amor.
Se aferró a la fidelidad y al amor, porque Dios, su Padre, lo era todo para Él, ¿a qué
habría que temer? La muerte no podía determinar nefastamente la circunstancia de
dolor y agonía que atravesó Jesús. Lo único realmente determinante era el Amor
contenido en Él.
En la cruz, se ve al Hijo mostrando a la humanidad el deseo más fuerte del Padre a
cada hombre: “¿qué más puedo hacer por ti, hijo mío?, con mi muerte te demuestro
todo lo que soy capaz de arriesgar por ti?”
Dios no muere en la cruz por ser el final de un condenado a crucifixión. Dios muere en
mi pecado, en mi indiferencia, en mi no Amor. Sin embargo, la fidelidad a la vida del
hombre es inmutable, Él esperará todo lo que sea necesario hasta que el corazón de
sus hijos empiecen a dar pálpitos de vida divina. Aún en la cruz, hasta el último
segundo de su presencia física en la Tierra, Jesús tiene fe en el hombre, el mismo ser
que lo llevó a la cruz. Cree hasta el final.
Nuestro pecado crucificó el cuerpo de Jesús, pero fue imposible crucificar su fe, su
amor y su esperanza. Rompimos el cuerpo de Jesús, pero jamás imaginamos que,
acabando con su cuerpo, Él nos bendecía en gracia y reconciliación.
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Es lo último que le queda a Jesús
sostener en su vida rota y crucificada: un espíritu fiel, un espíritu de hijo, un espíritu de
amor extremo.
Ábrenos, Señor, los ojos del corazón para descubrir tu Amor en la cruz; ábrenos los
oídos para encontrar en tus últimas palabras la fuerza a la fidelidad con la que
deseamos vivir cada día nuestro rol de auténticos cristianos; aquellos hombres y
mujeres dispuestos también al sacrificio para seguir supliendo el papel de Dios que
espera en el Hijo, más allá de la muerte, del dolor y del sufrimiento.
En sus últimas palabras queda revelado que su cuerpo fue una ofrenda, que sus
sueños alcanzaron lo inimaginable, que su corazón pese a dejar de palpitar en su
cuerpo crucificado, sin embargo se convertirá en una fuente inagotable de amor y de
vida divina para siempre; que su mente al quedar agotada en la cruz, no obstante ha
logrado llevar grabadas con certeza y convicción la vida eterna de toda la humanidad,
seguro de lograrlo con su sacrificio; y que sus fuerzas consumidas hasta el último
aliento en la cruz, son apenas un pequeño signo de todo lo que ahora en adelante, con
su gloria y su nueva existencia, labrará sobre los destinos de los hombres, de sus
historias; para llevarnos a la vida en abundancia que nos ha prometido.

Sábado, 3 de abril de 2010 Me


amó y se entregó por mí
Cita Central: Gal 2, 20
Es preciso tener una actitud sencilla y humilde al momento de acercarnos a
contemplar el sacrificio de Jesús en la cruz. No se puede pasar tan rápido el apreciar
la ofrenda de su vida, porque en la figura de la cruz, cuando se aprende a verla con
cariño y profundidad, se puede llegar a descubrir y desentrañar todo el misterio del
Amor de Dios. Sal.8,5: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él?, ¿qué es
el hijo de Adán para que cuides de él?”
Cuando se aprecia a Jesús crucificado, durante mucho tiempo, empiezan a brotar en
el corazón del que contempla, las razones más recónditas de su vida, de su existir.
¿Cómo no encontrar en la cruz de Jesús el culmen de todos aquellos ideales de Dios
que le sobrecogían y apasionaban?, ¿cómo no encontrar, más allá de sus sufrimientos
físicos y morales, el gozo pleno de la unión con Dios tanto en el mismo gozo como en
el dolor?, ¿cómo no encontrar en su vida destrozada, las razones y las motivaciones
más fuertes para unir los pedazos de nuestro corazón roto muchas veces por el
pecado y la mentira?
Acércate sin temor, acércate sin indiferencia. Tenemos una razón poderosa para que
la Iglesia y los cristianos católicos exhibamos con orgullo una cruz y un crucificado.
Por medio de ese signo y símbolo, podemos decirle al mundo y a los hermanos que Él
nos amó y se entregó por nosotros. Gál.2,20: “y ahora no vivo yo, es Cristo quien
vive en mí. Lo que vivo en mi carne, lo vivo con la fe: ahí tengo al Hijo de Dios,
que me amó y se entregó por mí.”
Por la cruz de Cristo, podemos decir que hay un Amor tan poderoso que sostiene
nuestras vidas. No vamos a la deriva en el camino hacia nuestra realización y
felicidad. Podemos encontrar en la cruz de Cristo, en cada día, y en cada momento
que sea preciso o necesario, la fuerza, el amor y la bondad inconmensurables. La cruz
de Cristo es fuerza, es vitalidad, es energía para el caído, sobre todo para aquel que
aún no ha resistido hasta la sangre. La cruz de Cristo es fuente de amor
misericordioso, fuente de vida sobrenatural, por medio de ella, todo lo humano
trasciende a lo divino o sobrenatural. La cruz de Cristo es expresión de la bondad
infinita del Dios Padre. Su Hijo fue ofrecido como rescate a nuestra vida. Y cuando
esto último se convierte en una verdad existencial no se puede dejar de anunciar.
Podemos gritar y exclamar al mundo con nuestra propia vida, que el Amor, la
esperanza y la fe tienen un nombre: el nombre de nuestro amigo, amado y Maestro
Jesús.
Ya no hay temor para quien ha descubierto a Aquél que ha ido voluntariamente a la
cruz, para redimir, transformar, renovar y resucitar su vida, su existencia, sus ideales,
sus proyectos, su propio destino.
Que el Amor de Cristo crezca en la medida que encontremos en la cruz, las razones
de más entrega, más esfuerzo y más sacrificio por el bien propio y el de los hermanos.

AVISOS
EVENTOS – RETIROS – CONVIVENCIAS:

- La misión es de todos, “Échanos una mano”: Agradecemos tu aportación


económica, o tu ayuda para buscar donadores para las necesidades de la
comunidad. Inf. con Lupita Cázarez: 2221776591, o Poncho y Adriana: 2402544.

-CONCIERTO CONTRA CORRIENTE


20 de marzo 6:30 p.m.
Auditorio de la Parroquia de Analco
Costo: $25ªª Inf.: Alejandra Hernández: 4 77 38 04

PAUTAS DE ORACIÓN:

En la “Casa de la familia” 9 oriente # 5:

Martes a Jueves 5:45 a.m.


Lunes a Viernes 7:00 a.m.
Lunes a Viernes 8:30 a.m.
Sábados 7:30 a.m.
Martes 7:00 p.m.

PAUTAS DE ORACION PARA MATRIMONIOS Lunes 7:30 p.m. (Último piso)


PROFESIONISTAS Sábado 5:00 p.m.
JOVENES UNIVERSITARIOS Sábado 5:00 p.m.
PREPAS Sábado 5:00 p.m.
ADOLESCENTES Viernes 7:00 p.m.
AMIGAS DE MARIA Sábado 5:00 p.m.
MISA Sábados 7:00 p.m.

PAUTAS EN OTRAS SEDES:


- Martes a Viernes 6:00 a.m. Templo de Jesús Obrero en la Col. Amalucan.
- Miércoles 7:30 p.m. En la Col. Infonavit, Aparicio, preguntar por Angélica:
2223591.

SUGERENCIAS Y COMENTARIOS:

- Oscar Iván González Neocelo: oscarvd@live.com.mx

- Fernando Robles Luquín: copperpot_78@hotmail.com

- Luis Eladio Solano Sanjinez: tsolano802@hotmail.com

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CONOCE MÁS A LA COMUNIDAD:

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SIGLAS:

NCEC: Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica.


Cfr: Confrontar con; no es traducción literal pero conserva la intención de la
cita.
CFMVD: Constituciones de la Fraternidad Misionera
Verbum Dei.
EFMVD: Estatutos de la Fraternidad Misionera Verbum Dei.
G.S.: Gaudium et Spes; Documento Concilio Vaticano II.

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