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Ayer salí a buscarte, lento, taciturno anduve por entre las calles, por entre las
gentes y las personas. Y pude ver sonrisas tristes y tristezas contentas de vivir en la
amargura. Te seguí buscando, cada vez mas, en cada una de esas manos; porque sabes
que me gustan tus manos; observando atentamente cada una de las curvaturas de los
Continué paso a paso, lento, cansado, por entre las muchedumbres apesadumbradas,
buscándote tanto y tanto; y me pareció verte algunas veces en ciertos pares de ojos que
distraídos se cruzaron con los míos. Tantas veces te dejé pasar, sin decirte nada, tantas
veces la vergüenza dejó vacía mi casa. Aun así te seguí buscando, paso a paso, día a día,
Sin embargo hoy, aun se que estás ahí afuera, y que estás como sabiéndome, o
tal vez no me sepas, y yo crea que estás y solo esté tu ausencia. No importa, yo te sigo
lluvia, mirando al otro lado de la calle, en la otra parada a ella que miraba al frente, que
notó mi mirada; yo tal vez acompañado por algún viejo, bohemio, también cansado de
ser, cansado ya de buscar, que me quiera convencer que no te busque, para seguirte
buscando, y seguirme enamorando de todas las manos, de todas las mirada y de todos
los abrazos.
II
Si supieras cuantas veces te dejé ir de mi lado, sin que yo hiciera nada; inquieto,
inmóvil, por el espasmo producido por la posibilidad imperiosa de que fueras vos la que
estaba ahí, frente a mí, desviando la mirada, como buscando algo solo para que yo viera,
y tal vez, en algún atisbo de atrevimiento, lanzarme con mis palabras o mis silencios a
labios. Si supieras cuantas veces sangraron mis labios, por la rabia de sentir que fue mi
mano la que no buscó la tuya, que no fue mi boca la que no quedó entreabierta
expectante a tu respuesta, como saberlo ahora que te has alejado, en cada par de ojos
fugaces que quisieron gritarlo; pero ya te fuiste con un silencioso paso que entonaba un
ensordecedor “hasta nunca”. Ahy, si supieras cuantas lágrimas mis ojos han llorado, por
esa fuerza que no me dejó acercarme, esa fuerza que siendo fuerte veo en el espejo
III
Ayer de noche, como todas las noches me deslicé por entre los oscuros silencios,
y me adentré en la noche buscando alguno de tus recuerdos, y fue así que encontré en
una esquina, encadenada, a ella, La pobre Esperanza, flaca, con sus níveas ropas
oscuras, contrastando con su hermana, que sonreía desde lo alto, alborotada por la copia
impúdica del sátiro que la acompañaba. Y fue así cuando la liberé, y la traje a mi casa.
Una vez adentro, prendí la luz y allí pude verla en plenitud, y la recosté en mi cama,
mientras le sacaba el peplo que cubría su cuerpo escandaloso. Recuerdo, que le secaba
sus lágrimas de esos ojos color Jade con trozos de nube. Luego, me senté a su lado y le
hablé de vos. Y pude notar que mientras le hablaba de tu risa, tus labios, tu boca, tus
ojos, y todos los tus, ella iluminaba mas y mas aquella casa. Ya no era la flaca
escuálida, sucia, casi olvidada, que había encontrado por error en aquella esquina, sino
que era una mujer que no se dejaba ver, porque su imagen era análoga a tu figura, y así,
por la ventana. Mientras yo seguía hablando, contando los tus y deseando los nos.
Mirando el espejo de cuerpo entero que siempre tuve en aquella esquina del cuarto, y
pude verla aún echada sobre la cama, escuchando todas tus cosas, por eso le seguí
hablando, y contando.
IV
Tantas veces mi Amor se enamoró de vos; que tuviste tantas caras que ya ni
recuerdo. Aunque recuerde el aroma que dejó tu mirada en mis ojos, y el color que
escuchó mi pecho latente y expectante a una palabra tuya, a un gesto. Cuantas veces mi
amor enamorado cantó solitario en una plaza, llorando versos en la pálida hoja que se
batía en guerra contra el invierno. Cansado mis pies de seguirte por ese camino de no se
donde, con agujeros en mis zapatos por las mordidas del Tiempo. Mi cara eché a los
vientos para poder sentir tu aroma y porque no, esperar alguna caricia. Cuantos versos
inconclusos, estrofas mal paridas, por el sabor amargo que dejaron tus pasos ya lejanos.
Confianza perdida y precipitada al olvido de los amantes, que ahora son maridos, que
no son lo que fueron, porque lo que fueron ya es olvido. Si los pasos que pasan frente a
Sabes bien que salgo a la calle a enamorarme, a cruzarme con los ojos que
sabiendo, nunca los había querido, con ese cabello moderno, en cascada, como todas lo
usan, como a nadie le queda. Sabes que salgo a la calle a encontrarte todos los días, a
sabidas, palabras que no existen. Callar la boca, cerrarla fuertemente, con los labios
sangrantes, y sentir que el pecho desborda ahora por los poros, y que el sudor son
lágrimas como río. Sabes bien que lo hago, y que tantas veces estuve tan cerca y casi
con el cuerpo gritando agonías. Y sabes bien que cada vez que parto, o que partís con
VI
Melancolía, palabra tan bella, tan sentida, palabra que me fascina, como la
vistan mis sentimientos, solo el silencio ha sabido cobijarlos, solo el silencio ha sabido
vivir, y muriendo; porque vivo muriendo, porque camino a ello y mientras sigo
buscando, buscándote a vos, buscando el silencio. Los ojos arden en las hojas de los
poetas muertos, y mi cuerpo desespera por no sentirlo dentro, el labio reseco apresura la
letra que ya sale de la fuente, y tarda en llegar a la mano que mata a la idea en el lienzo;
ay como duele la vida, la vida con ella, sin ella… la vida con Poesía…la vida con
versos.
VII
Serán los estigmas del Sol que me duelen aquí dentro, serán cada una de las
flechas que han clavado tantas veces en mi cuerpo, que me duelen día y noche, que me
cabeza te busca por todos los lúgubres rincones de mi cerebro, y en ese laberinto, por
alguna parte, todos ellos, mis hijos y mis dueños dicen que te han visto correr por los
pasillos des ese laberinto que hizo llorar al Minotauro. Ya con los ojos cerrados me he
lanzado a tu caza, sintiéndote ya cerca, hoy más que nunca, tuve un atisbo entre sueños
de tu rostro, tus ojos, tu cabello. Mientras tanto continúo entre los pasillos, pero
comienzan a pesarme las cadenas que me aprisionan acá afuera, donde la gente dice que
es libre, no comprendiendo que la libertad esta dentro. Cadenas, cadenas y mas cadenas
que me traen fuera, me sacan de la libertad de los adentros, cadenas que salen por mis
ojos, mis orejas, cadenas en mis manos y mis piernas, cadenas en mi boca, me arrastran
con la mañana, lejos de tu encuentro, y de pronto a la sombra de la luz del día no tengo
mas que una hoja, mis poemas, que ven la luz en el salitre de tu recuerdo.
VIII
Te vi, te vi, ahí estabas, ahí estuviste, cerca de mí, muy cerca. Ahora la imagen
de tu recuerdo me flagela, estuviste ahí y te vi. En ese momento supe que estabas ahí.
Pero me quedé inmóvil, azorado por tantos enemigos recuerdos de veces que quisieron
y no fueron. Pero te vi y mis ojos te abrazaron, pude oler tu fragante sonrisa, que dejó
ver tu bendición tan blanca. Pero tus ojos…recuerdo tus ojos, insignes, todos…esos ojos
fueron todo…todo mi mundo…me transformé en tus ojos, me bañe en tus ojos azules
que me inyectaron de celestial placerina que ahora tanto deseo. Pude…si que pude
hablar con tus ojos, dialogar con ellos…y me hablaron de tristezas, de amores
desamores y sueños ya perdidos, sueños dormidos y sueños olvidados todo eso y mas
me dijeron tus ojos, que nunca me miraron. Aunque fue tan solo un instante, que tu
mirada cruzó con la mía y tus ojos reconocieron los míos, en tantas hogueras que
palabras de amor que nos bautizaron en aquella hoguera, como reconocí en tus ojos
todas las noches que vivimos entre tantas sábanas mojadas, entre tanta tierra que
caminando dejando en el éter tu aroma celeste, tus ojos marinos siguieron su camino
mientras toda el alma me dolió. Y me dolieron los brazos, mis pies, mis manos y todo
mi cuerpo. Luego me dolieron todos los segundos y los minutos que pase recordando tu
rostro en aquel lienzo, y cada imagen me torturó, y a medida que me dolía reconocí que
sacro amor era ese profano, que osó levantarse de las cenizas del desvelo y de la
recuerdo, se fue tu cuerpo, no el deseo. Y ahora se que te amo, hoy te amo, solo ahora te
amo…y el te amo me baja del tiempo. Pero como amé tus ojos aquella noche. Pero tus
ojos retornan a mi vista cada vez que cierro los ojos, y te veo en mi día, pero más en mis
noches, que son las más tristes. Dolor, dolor, dolor placentero, silencio extático…
¡exaltación!, que importa la muerte, que importa, si hoy te vi y supe que eras, que fuiste
y que sos. Ni un te amo basta, solo el silencio contiene la palabra nunca dicha del alma
que te tiene teniéndome, porque ahora sé que mi libertad se encuentra en elegir estar