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Amarte a destajo…

Ayer salí a buscarte, lento, taciturno anduve por entre las calles, por entre las

gentes y las personas. Y pude ver sonrisas tristes y tristezas contentas de vivir en la

amargura. Te seguí buscando, cada vez mas, en cada una de esas manos; porque sabes

que me gustan tus manos; observando atentamente cada una de las curvaturas de los

dedos de cada una de esas…que anónimamente se exhibían frente a mi atrevida mirada.

Continué paso a paso, lento, cansado, por entre las muchedumbres apesadumbradas,

buscándote tanto y tanto; y me pareció verte algunas veces en ciertos pares de ojos que

distraídos se cruzaron con los míos. Tantas veces te dejé pasar, sin decirte nada, tantas

veces la vergüenza dejó vacía mi casa. Aun así te seguí buscando, paso a paso, día a día,

calle a calle, mano en mano, sin haberte encontrado.

Sin embargo hoy, aun se que estás ahí afuera, y que estás como sabiéndome, o

tal vez no me sepas, y yo crea que estás y solo esté tu ausencia. No importa, yo te sigo

buscando, y mientras tanto, me sigo enamorando en el ómnibus, en ese segundo que

dura el cruce de miradas buscadoras, en la parada, bajo un techo que me protege de la

lluvia, mirando al otro lado de la calle, en la otra parada a ella que miraba al frente, que

notó mi mirada; yo tal vez acompañado por algún viejo, bohemio, también cansado de

ser, cansado ya de buscar, que me quiera convencer que no te busque, para seguirte

buscando, y seguirme enamorando de todas las manos, de todas las mirada y de todos

los abrazos.
II

Si supieras cuantas veces te dejé ir de mi lado, sin que yo hiciera nada; inquieto,

inmóvil, por el espasmo producido por la posibilidad imperiosa de que fueras vos la que

estaba ahí, frente a mí, desviando la mirada, como buscando algo solo para que yo viera,

y tal vez, en algún atisbo de atrevimiento, lanzarme con mis palabras o mis silencios a

tu lado, tropezando con mis vergüenzas, desnudándome en la carrera al encuentro de tus

labios. Si supieras cuantas veces sangraron mis labios, por la rabia de sentir que fue mi

mano la que no buscó la tuya, que no fue mi boca la que no quedó entreabierta

expectante a tu respuesta, como saberlo ahora que te has alejado, en cada par de ojos

fugaces que quisieron gritarlo; pero ya te fuiste con un silencioso paso que entonaba un

ensordecedor “hasta nunca”. Ahy, si supieras cuantas lágrimas mis ojos han llorado, por

esa fuerza que no me dejó acercarme, esa fuerza que siendo fuerte veo en el espejo

reflejada en mis adentros.

III

Ayer de noche, como todas las noches me deslicé por entre los oscuros silencios,

y me adentré en la noche buscando alguno de tus recuerdos, y fue así que encontré en

una esquina, encadenada, a ella, La pobre Esperanza, flaca, con sus níveas ropas

oscuras, contrastando con su hermana, que sonreía desde lo alto, alborotada por la copia

impúdica del sátiro que la acompañaba. Y fue así cuando la liberé, y la traje a mi casa.

Una vez adentro, prendí la luz y allí pude verla en plenitud, y la recosté en mi cama,
mientras le sacaba el peplo que cubría su cuerpo escandaloso. Recuerdo, que le secaba

sus lágrimas de esos ojos color Jade con trozos de nube. Luego, me senté a su lado y le

hablé de vos. Y pude notar que mientras le hablaba de tu risa, tus labios, tu boca, tus

ojos, y todos los tus, ella iluminaba mas y mas aquella casa. Ya no era la flaca

escuálida, sucia, casi olvidada, que había encontrado por error en aquella esquina, sino

que era una mujer que no se dejaba ver, porque su imagen era análoga a tu figura, y así,

mientras yo hablaba, sentado en los pies de la cama, se incorporó y de un salto se perdió

por la ventana. Mientras yo seguía hablando, contando los tus y deseando los nos.

Mirando el espejo de cuerpo entero que siempre tuve en aquella esquina del cuarto, y

pude verla aún echada sobre la cama, escuchando todas tus cosas, por eso le seguí

hablando, y contando.

IV

Tantas veces mi Amor se enamoró de vos; que tuviste tantas caras que ya ni

recuerdo. Aunque recuerde el aroma que dejó tu mirada en mis ojos, y el color que

escuchó mi pecho latente y expectante a una palabra tuya, a un gesto. Cuantas veces mi

amor enamorado cantó solitario en una plaza, llorando versos en la pálida hoja que se

batía en guerra contra el invierno. Cansado mis pies de seguirte por ese camino de no se

donde, con agujeros en mis zapatos por las mordidas del Tiempo. Mi cara eché a los

vientos para poder sentir tu aroma y porque no, esperar alguna caricia. Cuantos versos

inconclusos, estrofas mal paridas, por el sabor amargo que dejaron tus pasos ya lejanos.

Confianza perdida y precipitada al olvido de los amantes, que ahora son maridos, que
no son lo que fueron, porque lo que fueron ya es olvido. Si los pasos que pasan frente a

mis sienes marcaran el día y la hora y el punto de tu llegada, o solamente el de partida.

Sabes bien que salgo a la calle a enamorarme, a cruzarme con los ojos que

sabiendo, nunca los había querido, con ese cabello moderno, en cascada, como todas lo

usan, como a nadie le queda. Sabes que salgo a la calle a encontrarte todos los días, a

reventar en implosiones de silencios, acumulados, imperantes, en gritar palabras no

sabidas, palabras que no existen. Callar la boca, cerrarla fuertemente, con los labios

sangrantes, y sentir que el pecho desborda ahora por los poros, y que el sudor son

lágrimas como río. Sabes bien que lo hago, y que tantas veces estuve tan cerca y casi

pude respirar tu aliento, y simplemente vencido volví borracho de soledad y silencios,

con el cuerpo gritando agonías. Y sabes bien que cada vez que parto, o que partís con

paso sentido, es una muerte más que acumula la agónica vida.

VI

Melancolía, palabra tan bella, tan sentida, palabra que me fascina, como la

tristeza, como la nostalgia. ¿Como vestir a los sentimientos de palabras?. ¿Como

representarlos en la obra del mundo?. Todavía no….todavía no encontré palabras que

vistan mis sentimientos, solo el silencio ha sabido cobijarlos, solo el silencio ha sabido

acurrucarlos en lo mas profundo de la noche oscura de los sueños. Mientras tanto me


pregunto si la palabra puede despertarme del sueño, este sueño que vivo, tal vez sin

vivir, y muriendo; porque vivo muriendo, porque camino a ello y mientras sigo

buscando, buscándote a vos, buscando el silencio. Los ojos arden en las hojas de los

poetas muertos, y mi cuerpo desespera por no sentirlo dentro, el labio reseco apresura la

letra que ya sale de la fuente, y tarda en llegar a la mano que mata a la idea en el lienzo;

ay como duele la vida, la vida con ella, sin ella… la vida con Poesía…la vida con

versos.

VII

Serán los estigmas del Sol que me duelen aquí dentro, serán cada una de las

flechas que han clavado tantas veces en mi cuerpo, que me duelen día y noche, que me

duelen en profundo silencio. O serán aquellas palabras de olvido que me duelen y me

gritan, y me lloran y me sufren. Uñas invisibles, extrañas, arañan mi pecho, mientras mi

cabeza te busca por todos los lúgubres rincones de mi cerebro, y en ese laberinto, por

alguna parte, todos ellos, mis hijos y mis dueños dicen que te han visto correr por los

pasillos des ese laberinto que hizo llorar al Minotauro. Ya con los ojos cerrados me he

lanzado a tu caza, sintiéndote ya cerca, hoy más que nunca, tuve un atisbo entre sueños

de tu rostro, tus ojos, tu cabello. Mientras tanto continúo entre los pasillos, pero

comienzan a pesarme las cadenas que me aprisionan acá afuera, donde la gente dice que

es libre, no comprendiendo que la libertad esta dentro. Cadenas, cadenas y mas cadenas

que me traen fuera, me sacan de la libertad de los adentros, cadenas que salen por mis

ojos, mis orejas, cadenas en mis manos y mis piernas, cadenas en mi boca, me arrastran
con la mañana, lejos de tu encuentro, y de pronto a la sombra de la luz del día no tengo

mas que una hoja, mis poemas, que ven la luz en el salitre de tu recuerdo.

VIII

Te vi, te vi, ahí estabas, ahí estuviste, cerca de mí, muy cerca. Ahora la imagen

de tu recuerdo me flagela, estuviste ahí y te vi. En ese momento supe que estabas ahí.

Pero me quedé inmóvil, azorado por tantos enemigos recuerdos de veces que quisieron

y no fueron. Pero te vi y mis ojos te abrazaron, pude oler tu fragante sonrisa, que dejó

ver tu bendición tan blanca. Pero tus ojos…recuerdo tus ojos, insignes, todos…esos ojos

fueron todo…todo mi mundo…me transformé en tus ojos, me bañe en tus ojos azules

que me inyectaron de celestial placerina que ahora tanto deseo. Pude…si que pude

hablar con tus ojos, dialogar con ellos…y me hablaron de tristezas, de amores

desamores y sueños ya perdidos, sueños dormidos y sueños olvidados todo eso y mas

me dijeron tus ojos, que nunca me miraron. Aunque fue tan solo un instante, que tu

mirada cruzó con la mía y tus ojos reconocieron los míos, en tantas hogueras que

fenecimos, abrazados a la salamandra de nuestros cuerpos, beodos de efluvios de

palabras de amor que nos bautizaron en aquella hoguera, como reconocí en tus ojos

todas las noches que vivimos entre tantas sábanas mojadas, entre tanta tierra que

recorrieron nuestros cuerpos entrelazados. Fue solo un instante, mientras pasabas

caminando dejando en el éter tu aroma celeste, tus ojos marinos siguieron su camino

mientras toda el alma me dolió. Y me dolieron los brazos, mis pies, mis manos y todo
mi cuerpo. Luego me dolieron todos los segundos y los minutos que pase recordando tu

rostro en aquel lienzo, y cada imagen me torturó, y a medida que me dolía reconocí que

sacro amor era ese profano, que osó levantarse de las cenizas del desvelo y de la

desilusión de tanto buscarte. Te vi, te vi y no te he olvidado. Ahora te fuiste, no tu

recuerdo, se fue tu cuerpo, no el deseo. Y ahora se que te amo, hoy te amo, solo ahora te

amo…y el te amo me baja del tiempo. Pero como amé tus ojos aquella noche. Pero tus

ojos retornan a mi vista cada vez que cierro los ojos, y te veo en mi día, pero más en mis

noches, que son las más tristes. Dolor, dolor, dolor placentero, silencio extático…

¡exaltación!, que importa la muerte, que importa, si hoy te vi y supe que eras, que fuiste

y que sos. Ni un te amo basta, solo el silencio contiene la palabra nunca dicha del alma

que te tiene teniéndome, porque ahora sé que mi libertad se encuentra en elegir estar

encadenado a tu recuerdo, a tu aroma, a la rosa de tus labios, el sueño de tu cuerpo

mojado, a vos y tus senos y la loca locura de amarte a destajo…

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