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Introducción
Por estos días, como viene sucediendo desde hace muchísimo tiempo, millones
de “fieles”, “creyentes”, “cristianos” dedican su tiempo a celebrar la semana
santa, si es que así puede llamársele a la grotesca burla que en esta semana se
hace de la obra de la Trinidad en los últimos días de vida sobre esta tierra, de
nuestro Señor Jesucristo.
Es por esa razón que en mi mensaje de hoy quiero regresar a las bases, a una
explicación sencilla, -espero lograrlo- sobre lo sucedido con la muerte de
Jesucristo en la Cruz, es ese glorioso acontecimiento el que celebramos hoy.
Mientras que millones de almas están de rodillas ante una imagen de alguna de
los miles de vírgenes, santos y cruces; mientras que millones se pierden rezando
rosarios y jaculatorias al son de carracas, matracas y trompetas, dediquémonos a
examinar las Escrituras buscando comprender la realidad de la muerte de
Jesucristo en la cruz.
Quiero antes de pasar a ese examen de las Escrituras hacer una advertencia:
amigo, hermano, hermana aquí presente, no crea ni por un instante que tiene
alguna razón para enorgullecerse porque usted está aquí en vez de estar con
esos millones que se pierden en la idolatría; no se llene de orgullo, porque de no
ser por la gracia de Dios, no solo estaríamos allá sino que seguramente seríamos
grandes promotores; usted y yo estamos aquí por la pura bondad, misericordia y
gracia de Dios, pero somos tan merecedores de castigo y condenación, como
cualquiera de esos que llamamos perdidos.
La Santidad de Dios
En Isaías 6:3 se nos dice que: Santo, santo, santo se decían el uno al otro, los
serafines, refiriéndose a Jehová de los ejércitos de cuya gloria está llena toda la
tierra. Santo, santo, santo, anuncia Apocalipsis 4:8 que será el decir de esos
cuatro seres vivientes que al final de los tiempos y por la eternidad alabarán al
Señor Dios Todopoderoso.
Regresando a Isaías 6, noten que el escritor no expresa ni una, ni dos, sino tres
veces: santo, santo, santo; dicen los estudiosos que esta expresión literaria del
hebreo, es una forma de énfasis. Nosotros en el español, cuando deseamos
llamar la atención hacia alguna expresión, la subrayamos, la colocamos entre
signos de admiración, escribimos un asterisco a su lado, la resaltamos con el
propósito de indicarle al lector que es algo de suma importancia.
Por cuanto Dios es tres veces santo, nos exige que nosotros igualmente seamos
santos y para tal efecto nos pide que cumplamos su santa ley moral: adorarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón. . . , no te harás imágenes ni te inclinarás
delante de ellas. . . , apartarás el primer día de la semana. . . , etc., etc., Dios
nos pide excelencia moral, estricto y permanente cumplimiento de su santa ley.
Ese Dios que es santo, santo, santo, también es un Dios de ira, no es el Dios
bonachón y medio tonto, -lo expreso con el mayor de los respetos- que el
hombre ha desfigurado y que se predica hoy en muchos púlpitos.
No es así, Dios es santo, santo, santo y revela su ira contra todo aquello que
ensucie y se aparte de su santidad, la Biblia dice que la ira de Dios está sobre
todo aquel que peca, es decir, sobre todo aquel que no cumple estricta y
permanentemente su santa ley moral, por ejemplo el Salmo 7:11 dice:
“Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días. Si
no se arrepiente, él afilará su espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha
preparado. Asimismo ha preparado armas de muerte, Y ha labrado saetas
ardientes.”
Dios odia el pecado, porque Dios es santo, el pecado es una rebelión contra su
autoridad, contra su soberanía, contra su justicia y eso exactamente somos usted
y yo y esos millones de personas que con matracas, carracas, procesiones y
rezos hoy corren a las iglesias –dicen ellos- para adorar a Dios.
El pecado del hombre
La Biblia nos dice que entre todos nosotros, en cualquier lugar del mundo y en
cualquier época desde Adán y hasta el regreso del Señor, no hay ni habrá uno
solo justo, no hay uno solo que sea santo tal como Dios lo exige, no hay uno solo
que quiera o pueda cumplir su santa ley moral.
Las Escrituras son claras, Dios es santo y nosotros pecadores y aún mas, en
Exodo 23:7 Dios afirma: “Yo no justificaré al impío”, nada hay que usted y yo
podamos hacer, somos pecadores y Dios no nos justificará, dice en Proverbios
17:15 que “quien justifica al impío y el que condena al justo”, es decir quien dice
a lo malo bueno y a lo bueno malo, “esos dos son igualmente abominación a
Jehová”.
Si usted cree que tiene algo que mostrar para justificarse delante de Dios, revise
rápidamente Romanos 1:18 a 3:20:
1:18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e
injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
1:20 no tienen excusa. Habiendo conocido a Dios no le glorificaron, al contrario
se envanecieron en sus razonamientos,
1:22 Profesando ser sabios, se hicieron necios,
1:24 Deshonraron entre si sus propios cuerpos,
1:25 Cambiaron la verdad de Dios por la mentira,
1:27 Los hombres se encendieron en su lascivia unos con otros,
1:29 Estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia,
maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;
murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos,
inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto
natural, implacables, sin misericordia
1:32 No solo hacen el pecado, sino que se complacen con lo que lo practican,
3:10 No hay justo, ni aun uno,
3:11 No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios,
3:12 No hay quien haga lo bueno,
3:14 Su boca está llena de maldición y de amargura,
3:15 Sus pies se apresuran para derramar sangre,
3:18 No hay temor de Dios delante de sus ojos,
Este es el penoso panorama para cada ser humano, para usted y para mi, somos
profundamente pecadores, nos hemos rebelado contra Dios, revisémonos a
nosotros mismos, cual o cuales de los pecados anteriores nos aplican, cuales
cometimos hoy, cuales ayer, cuales venimos planeando cometer en los próximos
días, la Biblia dice que usted y yo somos pecadores y lo somos, así que tan solo
tenemos un camino, vivir las consecuencias de nuestro pecado, el pasaje que
acabamos de revisar en Romanos, también nos muestra algunas de las terribles
consecuencias del pecado: Ro.1:18: la ira de Dios se revela contra toda impiedad
e injusticia; no tenemos excusa; Ro.1:24: Dios nos ha entregado a la inmundicia,
Ro.1:26: Dios nos ha entregado a pasiones vergonzosas; Ro.1:28: Dios nos ha
entregado a una mente reprobada; Ro.1:32: somos dignos de muerte; nosotros
mismos nos condenamos; no escaparemos del juicio de Dios; atesoramos ira
para el día de la ira; ira, enojo, tribulación y angustia; Dios juzgará por
Jesucristo, nuestros secretos y el destino final es el castigo eterno.
La Biblia dice que tan solo les espera el fuego eterno: Mateo 5:29 anuncia que
“todo su cuerpo será echado al infierno”, Marcos en 9:43 agrega que “es un
fuego que no puede ser apagado donde el gusano no muere”. El castigo es
eterno, eterno, por los siglos de los siglos. Además allí será el lloro y el crujir de
dientes, la separación absoluta del Dios tres veces santo y el dolor de continuar
rebelándose airada y permanentemente contra el Creador. Dolor y muerte eterna
es el destino del pecador.
Así que, mi querido amigo, el escenario no es nada atractivo: un Dios tres veces
santo que no tendrá por inocente al culpable y un hombre sumido en las
profundidades del pecado que será objeto del castigo eterno en medio de
terribles y horrendos dolores físicos y espirituales.
Espero que a estas alturas, por la gracia de Dios, usted se esté reconociendo
como un pecador sin esperaza si es que aún no se ha rendido al señorío de
Cristo.
Si no ha sido así, si no se ha reconocido como un pecador sin esperanza, solo le
queda una horrible expectación de juicio, y de hervor de fuego.
En primer lugar, el evangelista Juan, inspirado por el Espíritu Santo nos dice en
Jn.1:1 que “en el principio era el Verbo y que el Verbo era con Dios y el verbo era
Dios”, y sabemos que el término Verbo se refiere estrictamente a nuestro Señor,
porque mas adelante, en el versículo 14 del capítulo 1ro. nos dice que “aquel
Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros” y para estar mas seguros Juan el
Bautista dio testimonio de él, y el mismísimo Padre el día de su bautismo dijo:
“Tu eres mi hijo amado en ti tengo complacencia”.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios, note
bien, el Verbo era Dios, ese mismo Dios de quien hemos hablado y de quien las
Escrituras dicen: santo, santo, santo. Ese mismo Dios que está profundamente
airado contra el pecador. Dios hecho carne, Dios santo, santo, santo, que habitó
entre nosotros y que sin dejar su naturaleza divina, se hizo plenamente hombre.
Por esa razón, por cuanto fue plenamente hombre, también dicen las Escrituras
que nuestro Señor fue tentado, revisemos el capítulo 4 de Mateo, por tres
ocasiones fue tentado por el Diablo. Además frecuentemente nuestro Señor era
abordado por los escribas y fariseos, era tentado, venían a El con el propósito de
tentarle, por ejemplo cuando le pidieron que les mostrase señal del cielo, cuando
le preguntaron sobre el gran mandamiento de la Ley, cuando le preguntaron si
era lícito repudiar a la mujer. Para dejar definitivamente demostrado que nuestro
Señor fue tentado, Hebreos nos dice en el capítulo 2:18: “Pues en cuanto él
mismo padeció siendo tentado” y en el capítulo 4, versículo 15: “Porque no
tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado”. El apóstol Pablo en su segunda epístola a los Corintios, capítulo 5,
versículo 21 dice: “al que no conoció pecado” y lo que sigue es el centro de este
mensaje, de lo cual hablaremos mas tarde: “por nosotros lo hizo pecado, para
que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El”. De la misma manera el
apóstol Pedro, en su primera carta dice: “El cual no hizo pecado, ni se halló
engaño en su boca”. Así que el Hijo hecho hombre, plenamente hombre, jamás
pecó, eso quiere decir que cumplió estrictamente la ley moral de Dios, por esa
razón, también se le llama “el Justo”.
Jesucristo mantuvo una relación correcta para con la voluntad de Dios, que se
expresaba e interpretaba particularmente en el dicho de Dios en Levítico:“Santos
seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios” Por cuanto Jesucristo obedeció
y cumplió absolutamente la Santa Ley de Dios, Jesucristo fue santo y justo.
Entonces ahora en el escenario hay tres protagonistas, Dios, el tres veces santo,
el dador de la Ley y que no tendrá por inocente al culpable; el hombre, culpable
de pecado hasta los tuétanos, es decir, culpable, hasta la médula, culpable hasta
lo mas íntimo y profundo de su ser moral, rebelde criatura cuyo destino final es
el eterno fuego y eterna separación de Dios y Jesucristo el Justo, Dios hecho
hombre quien no conoció pecado, sino que cumplió absolutamente la ley moral
de Dios.
Lo sucedido en la cruz
¿ Recuerda usted a aquel par de hermanitos que ante a pregunta de mamá sobre
que pasó, uno de ellos respondió: es que pepito rompió el plato ? Lo que hizo
aquel querido hermanito fue imputar o atribuir a pepito la responsabilidad de
haber roto el plato; así que muy seguramente mamá reprendió por tal falta a
pepito.
Entonces tenemos a un Dios tres veces santo que no solo no tolera el pecado,
sino que lo castigará con todo el furor de su ira. Tenemos también al hombre
caído en las mas tenebrosas profundidades del pecado y siendo objeto de esa
tremenda ira de Dios, y tenemos a nuestro Señor Jesucristo, plenamente Dios y
plenamente hombre, quien cumplió absolutamente las exigencias de la Ley y
nunca jamás pecó.
Eso quiere decir mi querido amigo que si usted ha sido objeto de la gracia de
Dios y por tal gracia Dios ha puesto fe en su corazón y usted se ha arrepentido
de sus pecados y a creído en Jesucristo como su Salvador, entonces todos sus
pecados incluidos los que cometerá hasta el día de su muerte, le fueron
imputados en la cruz a Jesucristo. Esta realidad me lleva a hacer otra
advertencia: no piense ni por un instante que puede refugiarse en la cruz de
Cristo y en que a El le fueron imputados sus pecados y que El pagó por ellos,
para soltarse usted a una vida de pecado, despreciando la obra redentora en la
cruz, porque si eso es así, solo quiere decir que usted no ha sido objeto de la
gracia divina, no puede llamarse cristiano y está corriendo el enorme riesgo de ir
a las profundidades del infierno por toda la eternidad, la Biblia dice en Romanos
6: 22 y 23:
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del
diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios.”
¿Sabe usted que quiere decir maldito? ¿Sabe usted que se quería decir con la
expresión: “maldito por Dios todo aquel que es colgado en un madero? Es
pronunciar palabras que se dirigen contra alguien o contra algo, manifestando
enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo de que le
venga algún daño. Es considerar a alguien perverso, de mala intención y dañadas
costumbres. Es condenarlo y castigarlo por la justicia divina.
Desde centenares de años antes del nacimiento del Salvador, Dios anunció por su
Espíritu Santo inspirando al profeta Isaías sobre la maravillosa obra de
imputación en la cruz, dice el profeta en el capítulo 53 versículos 4 al 6:
5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, -nuevamente las consecuencias de
que le hayan sido imputados nuestros pecados-, y por su llaga fuimos
nosotros curados. –aquí la imputación de su santidad sobre nosotros-.
6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por
su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros, -de
nuevo la imputación de nuestros pecados sobre Jesucristo- .
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
Ahí está la imputación, note usted: "al que no conoció pecado”, es decir a
Jesucristo el Justo, a ese que cumplió plenamente la ley de Dios, a ese, “por
nosotros”, es decir, por quienes por la gracia de Dios, creemos en Jesús como
nuestro Señor y Salvador, “lo hizo pecado” y por eso fue objeto de la ira, de la
maldición de Dios.
La fe
Nada de lo que hemos hablado tiene valor si usted no tiene fe, o se cree o no se
cree; si se cree hay salvación, si no se cree hay condenación.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
Lo que dice Efesios es que por gracia somos salvos, es decir, que sin merecerlo,
sin tener derecho a ello, Dios soberanamente y por puro gusto y voluntad propia,
ha decidido salvarnos.
Dice además que tal salvación es por medio de la fe, es decir, aceptamos por fe,
que en la cruz nuestros pecados le fueron imputados a Jesucristo, aceptamos por
fe que la santidad y justicia de El, nos fue imputada a nosotros y que Dios nos ha
declarado justos delante de El.
Querido hermano en la fe, con profunda humildad demos gracias a Dios por tan
majestuosa obra de gracia para con nosotros, obra inmerecida, que nos ha
asegurado la salvación, y roguemos para que nuestra vida sea un testimonio al
mundo de esa bendita obra redentora.
Oremos.