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Aporte: Doctor Iván Meini – ex procurador anti corrupción y docente de la PUCP en materia penal
1. INTRODUCCIÓN
La doctrina nacional participa también de este proceder. Y, en esta línea, se ha definido al animus
difamandi como “intención, expresada en forma perceptible o inducida de las circunstancias
concurrentes de lesionar el bien jurídico del honor(8)” o simplemente como “ánimo especial de
difamar”(9).
2. En las líneas que siguen pretendo demostrar, en primer lugar, que la difamación, a la luz de la
legislación nacional, no exige ni requiere elemento subjetivo distinto del dolo alguno,
satisfaciéndose su tipicidad subjetiva únicamente con el dolo. En segundo lugar, intentaré poner
de relieve las disfunciones dogmáticas y procesales que acarrea la exigencia del animus
difamandi.
Estos delitos a su vez se subclasifican en delitos mutilados de dos actos, en donde la acción del
autor es realizada como medio para poder realizar luego, él mismo, una actividad posterior. En
estos casos la finalidad trasciende el ámbito del dolo, pues donde termina el objeto del dolo
(conciencia y voluntad de la acción básica) empieza el elemento subjetivo (fin ulterior
trascendente del ámbito del dolo)(20). Ejemplos: el robo (artículo 188 CP), en la medida en que
exige que el agente actúe “para aprovecharse de él (del bien mueble robado)”; la usurpación
(artículo 202.1 CP), pues sanciona al que “para apropiarse de todo o parte de un inmueble,
destruye o altera los linderos del mismo”; y el proxenetismo (artículo 181 CP), en tanto que se
reprime a quien “compromete, seduce, o sustrae a una persona para entregarla a otro con el
objeto de practicar relaciones sexuales”. Son también delitos de tendencia interna trascendente
los delitos de resultado cortado, en los que el autor persigue la consecución de un resultado que
debería producirse sin su intervención. Tal es el caso del delito de abuso de poder económico
(artículo 232 CP), que refiere que se tiene que actuar “con el objeto de impedir, restringir o
distorsionar la libre competencia”, o del delito de rebelión que tipifica el artículo 346 CP, pues
establece que el alzamiento en armas ha de ser “para variar la forma de gobierno, deponer al
gobierno legalmente constituido o suprimir o modificar el régimen constitucional”.
3. Al margen de que se acepte esta clasificación o no, lo que no se puede negar es que los
elementos subjetivos del tipo distintos del dolo han de estar expresamente consignados en el tipo
del delito de la parte especial(25). Y no puede ser de otro modo, pues así lo exige el más mínimo
respeto al principio de legalidad. Luego, el proceder de la jurisprudencia y de cierto sector de la
doctrina que exigen para la difamación la concurrencia de un elemento subjetivo distinto al dolo,
solo podría quedar justificado si es que el artículo 132 CP incluyera en su estructura típica aquel
elemento subjetivo. No obstante, ni una ni otra mencionan en qué elemento del tipo legal del
artículo 132 CP ubican el pretendido animus, ni siquiera de qué elemento típico se podría
desprender. Únicamente se limitan a definirlo(26). Y no puede ser de otra manera porque el
delito de difamación no presenta en su redacción elemento subjetivo distinto del dolo alguno. No
encuentro en el artículo 132 CP término, partícula o palabra que se refiera directa o
indirectamente a un elemento subjetivo que no sea el dolo. No se ha descrito la conducta típica
de la difamación utilizando las locuciones “para”, “con el objeto”, “con el propósito”, “en
perjuicio”, “con el fin de”, “con una intención especial”, “con un ánimo específico”, etc. En todo
caso, el único delito que podría generar dudas a este respecto sería la calumnia (artículo 131 CP),
pues en ella se habla de atribuir falsamente a otro un delito, lo que podría dar pie a que se le
considere un delito de expresión. No obstante, desde mi punto de vista, tal como he manifestado
en el párrafo anterior, esto significa solamente que el delito ha de ser cometido con dolo directo.
5. Todo esto no quiere decir, sin embargo, que quien comete una difamación no pueda actuar con
animus difamandi, solo que la ley no lo exige, o lo que es lo mismo, que no tiene que hacerlo para
poder ser reprimido penalmente. Así las cosas, el desvalor de acción de estos delitos no requiere
en modo alguno la concurrencia de un específico ánimo en la conducta del agente y, en caso
concurra, ello en nada afecta a la tipicidad del delito. Tal animus, de concurrir, podrá ser
relevante, únicamente, para la graduación de la pena que debe realizar el juez de conformidad
con el artículo 46.6 CP.
6. Al este argumento gramatical no se le puede oponer la idea de que como quiera que para la
admisión de las causas de justificación se exige un elemento subjetivo(28) que no se encuentra
previsto expresamente por la ley sino que su admisión, reconocimiento y exigencia es mérito de la
doctrina, habría que proceder de igual forma con los elementos subjetivos del tipo distintos del
dolo. No, en primer lugar, porque de admitirse esta idea se tendría que asumir, a renglón seguido,
que todos los delitos de la parte especial del Código Penal tendrían que portar en su estructura
típica algún elemento subjetivo distinto del dolo, pues los elementos subjetivos de las causas de
justificación se exigen para todas las causas de justificación. Ello llevaría a reconocer que se
tendría que recurrir a un criterio adicional para discriminar y determinar en qué delitos sería de
recibo la inclusión de un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo, careciendo de importancia,
entonces, para estos efectos, los elementos subjetivos en las causas de justificación. Y, en
segundo lugar, porque es en sede de tipicidad en donde se plasma el principio de legalidad de la
ley penal, en el sentido de que solo las conductas que se encuentran prohibidas a título de delitos
pueden ser merecedoras de sanción penal. Por eso, solo cuando el sujeto realice todos los
elementos que componen la conducta prohibida podrá ser sancionado(29). Por el contrario, en
sede de antijuridicidad lo que se busca es la solución de un conflicto de intereses protegidos por
el Derecho Penal, acudiendo a los principios del interés preponderante y de la falta de interés en
la protección jurídico-penal por parte del agente(30). Así, cuando el legislador regula una causa de
justificación lo que hace es establecer los elementos mínimos que han de concurrir para su
admisión, correspondiendo a la jurisprudencia y dogmática dotarlos de contenido cuando sea el
caso. Sucede así, por ejemplo, cuando en el artículo 20.3 lit. a) CP se exige, para la legítima
defensa, una agresión ilegítima. El que se considere a ésta como presupuesto de la legítima
defensa, y que se exija que tiene que ser practicada por una persona y ser previa y actual al acto
de defensa, son datos que no vienen previstos en la ley, pero que se aceptan por la naturaleza de
la legítima defensa y la lógica jurídica que así lo demanda.
Y lo mismo cabe afirmar respecto a aquella corriente de opinión que sostiene que existen
elementos del tipo que no están previstos expresamente (ungeschriebene tatbestandsmerkmale)
(31), y que ponen como ejemplo la posición de garante en los delitos impropios de omisión(32).
En efecto, la exigencia de una posición de garante en los delitos de omisión impropia quedaría
justificada porque en los comportamientos omisivos a los que se les imputa un resultado tiene
que existir un criterio que permita argumentar que no todos los que omiten la acción positiva van
a ser responsables por el resultado, pues de no ser así, en cada omisión impropia habría que
sancionar a todos. Luego, si se observa con detenimiento la posición de garante, si bien es un
elemento del tipo de la omisión impropia, no es un elemento de la conducta típica del delito que
se imputa en omisión impropia.
2. El honor como bien jurídico penalmente protegido es uno de los conceptos más difíciles de
definir y sobre el que hay diversas opiniones. En todo caso, la doctrina mayoritaria parte de un
concepto interpersonal de honor (interpesonaler ehrbegriff), en virtud del cual el honor se deriva
de la dignidad de la persona y se encuentra fundado en la propia condición de persona en tanto
ser que se relaciona con sus semejantes(34). Las divergencias se advierten luego, cuando se
constatan las insuficiencias de los distintos conceptos que de honor se han ensayado(35) y se
apuesta por la existencia de un criterio que permita establecer diferentes grados de afectación del
bien jurídico honor, en función del rol de la víctima en la sociedad y de las expectativas que ésta
tiene frente a su comportamiento(36). Sin entrar al debate en torno al bien jurídico honor, lo que
ahora me interesa es precisar que según lo indica el Código Penal, el bien jurídico protegido en el
artículo 132 es el honor y la reputación (“…pueda perjudicar su honor o reputación”). Esto indica
que para la ley el concepto de honor, en cuanto bien jurídico protegido, no es un concepto fáctico
objetivo, entendido como el juicio de valor que de uno tienen los demás miembros de la sociedad,
pues eso es reputación, que es, según la propia ley, también el objetivo jurídico protegido en el
artículo 132 CP. Ello no quiere decir que el término honor tenga que conceptuarse, a contrario,
según un criterio subjetivo, que llevara a identificarlo con la autoestima.
La idea que aquí pretendo explicar: que la protección penal del honor y la reputación que lleva a
cabo el artículo 132 CP no requiere de un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo, se puede
entender mejor si se recuerda que, por un lado, los elementos subjetivos del tipo distintos del
dolo caracterizan la voluntad de quien actúa al estar referidos a la forma de comisión del hecho, al
objeto material del delito o al propio bien jurídico; y, por otro lado, que el animus difamandi, tal
como lo define la jurisprudencia (especial intención de ofender a un tercero), sería un elemento
subjetivo referido al bien jurídico y a su afectación. Luego, no tiene sentido indagar por la
existencia de un elemento subjetivo del tipo distinto del dolo en la difamación que esté referido al
bien jurídico, ya que al ser éste un delito de peligro, basta con el que sujeto haya actuado con
dolo de peligro, es decir, que haya sabido que con su conducta podía perjudicar el honor o la
reputación de un tercero y que haya querido actuar de tal manera. El animus difamandi (especial
intención de ofender) es pues incompatible con el dolo de peligro de la difamación, ya que el
ánimo indicaría una especial intención de perjudicar el honor o la reputación, mientras que el
elemento volitivo del dolo del artículo 132 CP se satisface con menos: con el querer que la
expresión difamatoria pueda perjudicar el honor o la reputación. No sería lógico entonces que por
un lado se exija simplemente la voluntad de poder perjudicar el bien jurídico (dolo) y, por otro,
que se actúe con una especial intención o tendencia de lesionarlo.
I. Dogmáticas
Así las cosas, vale la pena recordar las definiciones que en doctrina y jurisprudencia se han dado
de animus difamandi: “Una peculiar intención o ánimo”, “intención, expresada en forma
perceptible o inducida de las circunstancias concurrentes de lesionar el bien jurídico del honor”
o “ánimo especial de difamar” o, en el colmo de la confusión, “animus difamandi… es decir,
conocimiento y voluntad de estar socavando el honor y la dignidad de otra persona”(39). La
situación en torno al concepto de animus difamandi se agrava cuando se afirma que “…no
aparece hecho que refleja un animus injuriandi que afecte la estima personal de sus
representantes ni menos el animus infamandi que lesiona el honor y la reputación de los
mismos”(40), ya que un ánimo, se conciba como se conciba, no puede lesionar un bien jurídico
penalmente protegido, pues ello sería tanto como reprimir no por comportamientos sino por
ideas. El contenido del elemento volitivo del dolo en el delito de difamación, por su parte, es el
querer, con mayor o menor intensidad, perturbar el honor o la reputación. Y la intensidad de la
voluntad con la que el sujeto realiza esta conducta no puede ser tenida como un argumento para
admitir el animus difamandi, bajo el entendido de que si el agente desea ferviente, intensa o
especialmente lesionar el honor o la reputación de otro, habrá actuado con animus difamandi,
pues ello, a contrario, conllevaría a admitir el absurdo de que cuando no se actúe con esa especial
intención se cometería el delito de difamación pero sin animus, lo cual significaría otro absurdo,
que el animus difamandi que la jurisprudencia demanda no dependería del tipo de la difamación
sino del comportamiento del sujeto activo. Por el contrario, este argumento solo puede ser
utilizado para determinar si el sujeto ha actuado con dolo directo (de primero o segundo grado) o
eventual.
Se advierte así pues que el mentado animus difamandi es la parte volitiva del dolo en los delitos
contra el honor –al igual que el animus necandi y el animus lubricus forman parte del dolo del
homicidio y de la violación de la libertad sexual, respectivamente–(41). En este sentido se expresó
la correcta sentencia del 7 de octubre de 1991 (Tercer Juzgado Penal de Lima): “El tipo subjetivo
de la figura (difamación) supone actuar dolosamente, lo que es lo mismo que el animus de
difamar… no existe una diferencia entre el dolo y el animus de difamar (…) no siendo necesario
ningún otro elemento subjetivo diferente del dolo”. Aquí se ha seguido el mismo procedimiento
que se esgrime cuando se rechaza la existencia de los delitos de expresión(42), en el sentido de
que en tales casos la falsedad de la expresión queda abarcada por el dolo, negándose, en
consecuencia, la existencia de elementos subjetivos (de expresión) del tipo distintos del dolo.
2. Es también disfuncional el hecho de que el animus difamandi se utilice como criterio para
solucionar el conflicto entre la libertad de expresión y el honor. Según la
jurisprudencia, “desaparece la ilicitud del acto cuando éste se ejecuta con otra intención distinta a
la de difamar; este es el problema de los peculiares ánimos que excluyen el animus difamandi,
tales como el animus narrandi, el informandi, el corrigendi, etc.”(43); “la posibilidad de
superposición de otro ánimo excluyente de la intención injuriosa es consecuencia de la propia
naturaleza de este delito. En efecto, como delito de tendencia, desaparece la ilicitud del acto
cuando éste se ejecuta con otra tendencia distinta a la de injuriar o difamar. Este problema de los
peculiares ánimos que excluyen el animus difamandi. Se estima como ánimos incompatibles con
el de difamar el animus narrandi, el informandi, el corrigendi, etc. El animus narrandi excluye la
difamación, cuando la expresión se pronuncia para relatar un suceso y el animus corrigendi, que
excluye la intención injuriosa o difamante de las expresiones que tienen por fin señalar y corregir
vicios o defectos”(44). En buena cuenta, la consecuencia práctica de concebir a la difamación
como delito de tendencia radicaría en que podría calificarse de impunes las expresiones dolosas
vertidas con animus iocandi, animus corregendi, animus defendendi, animus criticandi, animus
informandi; es decir, con cualquier ánimo distinto al animus difamandi(45).
Este proceder, en mi concepto, es equivocado, porque el animus difamandi (si existiera) en modo
alguno sería incompatible con un animus iocandi, corregendi, defendendi, criticandi, informandi,
narrandi, etc., pues la naturaleza del ser humano permite que éste pueda actuar con dos o más
intenciones, tendencias, ánimos, u objetivos simultáneamente. De aquí se sigue que la presencia
de una intención distinta al animus difamandi no tiene por qué excluirla, sino que, por el
contrario, son perfectamente compatibles(46). Sucede así, por ejemplo, cuando el periodista
realiza un reportaje injurioso de un personaje público por el que siente desprecio; el que
desarrolle su trabajo con animus difamandi no impide que lo haga, simultáneamente, con animus
informandi, criticandi y/o narrandi. Este razonamiento se infiere también de la STS de 23 de enero
de 1998, cuando señala que “otra Sala Penal Superior debe realizar un estudio más
pormenorizado del proceso material de juzgamiento, analizando los elementos del delito
investigado como el animus difamandi y el iniuriandi o solo se limita al animus narrandi”(47).
Asimismo, un argumento adicional para fortalecer esta idea lo constituye el artículo 133.1 CP (“no
se comete injuria ni difamación cuando se trata de ofensas proferidas con ánimo de defensa por
los litigantes, apoderados o abogados en sus intervenciones orales o escritas ante el juez”), pues
la validez de este precepto se encuentra condicionada no solo a que el sujeto haya cometido la
injuria o difamación con un ánimo de defensa, sino también a que lo haya hecho (obviamente al
mismo tiempo) con dolo, es decir, con el conocimiento y la voluntad de que su conducta puede
perturbar el bien jurídico penal honor o reputación. Y es así porque es la única manera de
interpretar coherentemente este precepto, ya que si se dijera que no es necesario que el sujeto
actúe con dolo, sino simplemente con ánimo de defensa, la conducta sería atípica por ausencia de
dolo y sería ocioso entonces establecer un precepto como el artículo 133.1 CP.
Por otro lado, no es seguro que siempre y en todos los casos el animus iocandi, corregendi,
defendendi, criticandi o informandi tengan que desplazar al difamandi, y con eso la libertad de
expresión tenga que prevalecer sobre el derecho al honor, pues eso depende, en definitiva, de
una necesaria y casuística ponderación entre el uno y las otras, en donde se tomen en cuenta las
especificidades del caso en concreto(48).
El razonamiento de la jurisprudencia en virtud del cual el animus difamandi sirve como criterio
para solventar el conflicto entre el derecho al honor y la libertad de expresión es, además,
sistemáticamente incoherente. En efecto, resulta extraño que se diga que la consecuencia de la
exclusión del animus difamandi por la concurrencia de otro ánimo es que el comportamiento es
lícito, y no atípico, cuando el animus difamandi constituye para la jurisprudencia un elemento
subjetivo del tipo. Para la jurisprudencia una expresión difamatoria proferida con un ánimo
distinto al difamandi, como puede ser el informandi, criticandi, corrigendi, defendendi o narrandi,
significa actuar al amparo de la causa de justificación “ejercicio legítimo de un derecho, oficio o
cargo” del artículo 20.8 CP. ¿Cómo conciliar entonces el hecho de que la exclusión de un
elemento típico (animus difamandi) constituya una causa de justificación? Si los elementos
subjetivos del tipo (en este caso, el presunto animus difamandi) se comprueban en sede de
tipicidad y una vez afirmada ésta recién se pasa al juicio de antijuridicidad, la concurrencia de la
causa de justificación “ejercicio legítimo de un derecho” (la libertad de expresión representada
por el animus criticandi, narrandi o informandi) obligaría a retroceder a nivel de tipicidad y
concluir con el carácter atípico de la conducta cuando anteriormente ya se había afirmado lo
contrario(49). Esto es lo que resulta contradictorio y metodológicamente incorrecto, y de nada
vale afirmar en contra de este argumento que la causa de justificación “ejercicio legítimo de un
derecho” se da por la presencia del animus criticandi, narrandi o informandi y no por la ausencia
del difamandi, pues el argumento jurisprudencial es que los primeros desplazan al segundo, y
ante la ausencia de un elemento típico no tiene sentido indagar por la existencia de una causa de
justificación pues el comportamiento es ya atípico.
II. Procesales
1. La disfunción que ocasiona el animus difamandi en el terreno procesal está dada por las
dificultades de prueba. En efecto, si el aspecto volitivo del dolo y el mentado animus difamandi
son lo mismo, la prueba en juicio de este último será sumamente complicada: si ya se ha probado
que el sujeto ha actuado con dolo, es decir, en lo que aquí interesa, que quiso que sus
expresiones perturbaran el honor o la reputación de otra persona, y luego se pretende demostrar
que su comportamiento estuvo dirigido por un ánimo de difamar (que no es otra cosa que
voluntad de difamar), se estaría exigiendo la demostración de algo que ya se ha probado
anteriormente (el aspecto volitivo del dolo), pero sin conceder la oportunidad de recurrir a
aquellos datos que han servido para probarlo, pues eso sería una doble utilización de los mismos
datos para demostrar la concurrencia de distintos elementos del tipo. En esta línea, aquella
afirmación de que no toda difamación dolosa es delito, sino que se requiere además el animus, no
sería factible de comprobación científica(51). De esto se deduce directamente que la exigencia del
animus difamandi produce un efecto político-criminal distorsionante, debido a la tendencia
subjetivizadora que genera, y que conlleva que la prueba del animus difamandi conduzca a una
peligrosa desprotección del bien jurídico honor(52).
2. Otra cosa distinta es que la valoración de las condiciones objetivas en las que se profiere la
expresión difamatoria sea interpretada de manera deficiente. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la
sentencia del 8 de abril de 1998(55), en la que se afirma, a razón de unas expresiones
presuntamente difamatorias, que “éstas no fueron vertidas intencionalmente, sino como
producto del estado emocional en que se encontraba el procesado, si se tiene en cuenta que éste
sufrió traumatismo encéfalo craneano moderado (…) no ha habido la conciencia y voluntad de
dañar el honor del agraviado, máxime que éste al declarar a fojas cuarentaiocho se retracta de las
expresiones que en un determinado momento emitió”. Aquí llama la atención que se niegue la
intencionalidad de la difamación por el traumatismo que sufría el procesado, ya que ello sería
motivo, en todo caso, y en la medida en que concurriesen los demás elementos, para afirmar la
inimputabilidad momentánea que pudo padecer el procesado (artículo 20.1 CP). Esta situación
conllevaría a afirmar la falta de culpabilidad del sujeto y no su falta de intencionalidad, dado que
la consecuencia del traumatismo encéfalo craneano no es impedir la voluntariedad, sino evitar,
como posible causa de alteración de la conciencia, que el hecho antijurídico (y por tanto
intencional) sea atribuido al agente. Además, es también curioso que se diga que no hay
conciencia y voluntad de dañar el honor porque el procesado se ha retractado. Es curioso, en
primer lugar, porque el retractarse presupone haber hecho algo de lo cual el sujeto se retracta,
que aquí solo puede ser el haber proferido una expresión difamatoria, pues en cualquier otro caso
no tendría sentido retractarse. En segundo lugar, el retractarse de una expresión no puede ser
visto como desistimiento voluntario (artículo 18 CP), puesto que es posterior a la expresión
difamatoria. Por lo mismo, solo puede ser visto como un mero arrepentimiento, lo que supone
que el delito se ha cometido.
5. EPÍLOGO
Lo que he pretendido en este espacio ha sido demostrar que el artículo 132 CP que regula el
delito de difamación no prevé un elemento subjetivo del tipo distinto al dolo, no solo porque así
lo demuestran consideraciones gramaticales, sino también porque no es necesario desde el punto
de vista de la naturaleza del delito y de la necesidad de protección jurídico-penal del bien jurídico
honor y reputación. No he analizado los tipos de los delitos de injurias y calumnia, para los cuales
la jurisprudencia y doctrina, en gran número, exige también un elemento subjetivo del tipo
distinto del dolo (animus iniuriandi y calumniandi¸ respectivamente). Al respecto considero
válidos los argumentos que he expuesto en torno al animus difamandi. Tampoco he entrado al
debate en torno al concepto de honor y reputación como bienes jurídicos protegidos en el delito
de difamación, ni efectuado un análisis exhaustivo del tipo de lo injusto de la difamación.
Simplemente me he limitado a analizar una tendencia jurisprudencial que, a mi modo de ver, no
solo no tiene respaldo normativo, sino que, lejos de permitir una adecuada protección del honor,
genera una serie de disfunciones dogmáticas y procesales que entorpecen su tutela penal.
Por último, me interesa llamar la atención sobre un peculiar dictamen fiscal(56), cuyos
argumentos fueron luego recogidos por la Corte Suprema(57), en donde teniéndose la
oportunidad de señalar que el animus difamandi no forma parte del tipo de la difamación (pues
este dato aparecía en el escrito de querella), se optó, una vez más, por la teoría del animus
difamandi: “El querellante reconoce: si bien no me atribuye la comisión de un delito, al dejar
entender que puedo cometerlo, me está atribuyendo no un hecho ni una conducta, sino una
cualidad que… puede perjudicar mi honor o reputación. Para al final concluir, que ‘la ausencia de
ánimus difamandi o injuriandi no puede ni debe confundirse con la falta de dolo’. Afirmaciones
que fluyen del propio escrito de querella, que desvanecen la existencia del delito de difamación
sancionado por el artículo 132 del Código Penal…”. Resulta anecdótico que cuando el querellante
pone en bandeja los argumentos que han de ser tomados en cuenta a la hora de resolver el caso,
éstos sean utilizados en su propia contra por una indebida interpretación de la ley penal, en
concreto, del tipo de lo injusto de la difamación.
NOTAS:
(1) Sentencia del 14 de mayo de 1988, Expediente 944-98 (caso Luis Rey de Castro en agravio
de Ricardo Belmont Casinelli)
(2) Sentencia del 18 de junio de 1998, Expediente 6562-97-A, que confirma la resolución que
declara infundada la excepción de naturaleza de acción deducida en el proceso seguido contra
Jorge Lúcar de La Portilla y otra por la comisión de delito de difamación en agravio de Leonor La
Rosa Bustamante.
(3) Sentencia del 8 de abril de 1998, Expediente 2000-98 (caso José Luis Carranza de Vivanco en
agravio de Luis Ruth Barinotto por la presunta comisión de delito de difamación por medio de la
prensa).
(4) Sentencia de 3 de noviembre de 1998, Expediente 3895-98 (caso José Arévalo Soplopuco
por delito contra el honor –difamación e injuria– en agravio de Ivonne Sussana Díaz Díaz)
(7) Entre otras, la SCS 0060-88 del 7 de marzo de 1988 y 322-93-B del 18 de abril de 1994.
Véase también las sentencias a que se hace referencia en UGAZ. “Prensa juzgada. Treinta años de
juicios a periodistas peruanos (1969-1999)”. Lima, 1999. Págs. 82 y sgtes.
(8) ROY FREYRE. Derecho Penal Peruano”. Tomo 1. Lima, 1974. Pág. 288.
(9) BRAMONT-ARIAS TORRES/GARCÍA CANTIZANO. “Manual de Derecho Penal”. Parte especial.
2ª ed. Lima, 1996. Págs. 123 y 127.
(13) ROXIN. AT, § 10/71 y 78, WESSELS/BEULKE. “Strafrecht. Allgemeiner Teil. Die Straftat und
ihr Aufbau”. 31. Aufl., Heildelberg, 2001, núm. Marg. 136; JACOBS. “Derecho Penal”. Parte
General. Fundamentos y teoría de la imputación. 2ª ed. Trad. de Cuello Contreras/Serrano
González de Murillo. Madrid, 1995. Ap. 8/96, BAUMANN/WEBER/MITSCH. “Strafrecht.
Allgeimeiner Teil. 10”. Aufl., Bielefeld, 1995. § 8/20.
(14) STRATENWERTH. “Strafrecht, Allgemeiner Teil. Die Straftat”. 4. Augl. Berlín, 2000. § 8/59.
(18) PEÑA CABRERA. “Estudio Programático de la Parte General del Derecho Penal”. 2ª ed.
Lima, 1995. Pág. 341. VILLAVICENCIO TERREROS. “Lecciones de Derecho Penal”. Lima, 1990. Págs.
151 y sgtes. VILLA STEIN. “Derecho Penal”. Parte General. 2ª ed. Lima, 2001. Págs. 262 y sgtes.
(19) Entre otros, WELZEL. “Das deutsche Strafrecht”. 11. Aufl. Berlín. Págs. 57 y 58;
JESCHECK/WEIGEND. AT, § 30 II 1 y sgtes., SCHÖNKE/SCHRÖDER/LENCKNER. StGB,
Vorbem §§13/63; STRATENWERTH. AT, § 8/132 y sgtes.; WESSELS/BEULKE. AT, núm. marg. 138 y
sgtes.; BAUMANN/WEBER/MITSCH. AT, § 8/20; JAKOBS. PG, Ap. 6/90 y sgtes., VELÁSQUEZ
VELÁSQUEZ. “Derecho Penal”. Parte general. 3ª ed. Bogotá, 1997. Págs. 412 y 413. MIR
PUIG. “Derecho Penal”. Parte general. 5ª ed. Barcelona, 1998, 10/142 y sgtes.; y
ZAFFARONI/ALAGIA/SLOKAR. “Derecho Penal”. Parte general. Buenos Aires, 2000. § 35 VII 7.
(23) MIR PUIG. PG. 10/145; LUZÓN PEÑA. “Curso de Derecho Penal”. Parte General. I, Madrid,
1996. Pág. 387; y ZAFFARONI/ALAGIA/SLOKAR. PG. p. § 35 VII 6. No obstante,
JESCHECK/WEIGEND, AT, § 30 II 3.
(27) § 4.1.
(28) Doctrina unánime, véase VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ. PG, págs. 459 y 460; JAKOBS. PG. Ap.
11/18 y sgtes.; STRATENWERTH. AT. § 9/139 y sgtes.; y WESSELS/BEULKE. AT. núm. marg. 275.
(29) De ahí que para castigar por tentativa sea necesaria la existencia de una regulación que así
lo indique (arts. 16 CP y sgtes.), y que constituye una ampliación del tipo.
(35) En detalle HURTADO POZO. PS II, § 1/21 y sgtes.; y ARTZ/WEBER. “Strafrecht. Besonderer
Teil”. Bielefeld, 2000, núm. marg. 2 y sgtes.
(36) OTTO. “Grundkurs”. § 31/6; BERDUGO. “Revisión del contenido del bien jurídico honor”.
ADPCP, 1984. Págs. 305 y sgtes.
(38) LUZÓN PEÑA. Pág. 386, nota 2. Ciertamente esta cita corresponde a un texto extranjero,
pero es perfectamente trasladable al contexto nacional y, en especial, a la presente discusión.
Antes, BERDUGO. “Honor y libertad de expresión”. Madrid, 1987. Pág. 80.
(46) SÁNCHEZ TOMAS. ADPCP 1995; MORALES PRATS. “Adecuación social y tutela penal del
honor: perspectiva despenalizadora”. CPC 36 (1988), pág. 686; MEINI, en “Ius et veritas”. Pág. 98.
(47) Expediente Nº 4732-97, en ROJAS VARGAS. “Jurisprudencia penal”. Pág. 328. Cursivas
añadidas.
(52) BACIGALUPO. “Conflictos”. Pág. 18; SÁNCHEZ TÓMAS. ADPCP, 1995. Pág. 163.
El derecho a la información en el caso Magaly Medina debe ser analizado desde la perspectiva
que si hubo o no ánimo doloso de dañar el honor y la reputación del querellante Paolo Guerrero,
afirmó el jurista peruano Julian Palacín Fernández, es por ello, -dijo- “que la defensa de Magaly
Medina debió instrumentar la “exceptio veritatis” prevista en el Art. 134º del Código Penal
Peruano, en razón a que si no existe “animus difamandi” es una opinión periodística y por ello la
conductora de televisión y su editor estarían exentos de sanción.
Debe quedar claro – dijo el Dr. Palacin que - en las investigaciones periodísticas estamos ante un
tipo penal de tendencia, como son los delitos de difamación, injuria y calumnia, es decir, se exige
que el sujeto activo, en este caso la periodista Magaly Medina haya tenido la peculiar intención o
animo el llamado “animus injuriandi” sin embargo como el delito es de tendencia desaparece la
ilicitud del acto cuando se ejecuta con otra intención distinta a la de difamar, que es el caso
ocurrido que puede significar una conducta con la intención del llamado “animus narrandi”,
“animus informandi” y el “animus corrigiendi”.
Al respecto sostuvo, que la Constitución Política del Estado Peruano consagra el derecho de
información, opinión y expresión del pensamiento y en todo caso si existe “animus corrigiendi” la
Sala Penal deberá determinar si ha existido o no dolo o intención de lesionar el honor o la
reputación del querellante.
En los delitos de calumnia sostuvo, el jurista, se tiene que analizar si existe una imputación falsa
de los hechos que podría causar daño moral, pero se tiene que considerar que debe existir
además una intención evidente y clara de perjudicar al agraviado o agraviados, las informaciones
de tipo objetivo que dan a conocer un hecho sucedido, a modo de referencia no atribuyéndole
condición cierta sobre el delito, no configuran el ilícito instruido, expresó.
Por último, manifestó que la Constitución Política del Estado consagra el principio de libertad de
prensa y la jurisprudencia peruana no conoce precedente similar que se de prisión efectiva, por
una querella, lo que debe ser merituado por la Sala Penal y por el Poder Judicial, ya que no se
puede condenar y perseguir penalmente, a una líder de opinión, juzgándola por su estilo
periodístico, por lo que consideró que la Sala Penal debía revocar inmediatamente la decisión de
la Juez Suplente y el Organo de Control Interno del Poder Judicial abrir una investigación
preliminar, ya que podría existir el delito de prevaricato y se podría crear un grave precedente
jurisprudencial que atemorizaría a todos los periodistas honestos del país que podrían ser
afectados en su noble labor profesional.
TIPOS DE ANIMUS EL LOS DELITOS CONTRA EL HONOR ( ROY FREYRE Y SALINAS SICCHA)
El siguiente articulo que presentamos esta referido a los animus que resultan irrelevantes para los
delitos contra el honor pero es importante conocerlos para poder identificarlos en los casos
concretos frente al animus difamandi. Este trabajo se basa principalmente en el libro del profesor
Luis Roy Freyre además a sido complementado con los aportes del fiscal Ramiro Salinas Siccha
1. Animus corregendi
Es la voluntad de reprender, observar, amonestar y corregir que han sido trasmitido a
través de palabras, gesto o vía de hecho que aparentemente dañan el honor de la
persona receptora. Su finalidad es de corrección.
Es necesario como nos dice Roy Freyre sea ejercido “por una persona que tenga autoridad
o ascendencia suficiente para ejercer la facultad de corregir o para atribuirle la potestad
de enseñar formas de conducta a los demás”
Cuando el animus corregendi es “ejercido sin abuso y en provecho de del corregido, hace
desaparecer el carácter injurioso que aparentemente pudiera tener”
2. Animus consulendi
Juan Ramos nos dice que “el animus consulendi no exime de pena, sino resulta que su
concurrencia hace inexistencia el agravio al honor”
3. Animus criticandi
4. Animus iocandi
5. Animus corregendi
Es necesario como nos dice Roy Freyre sea ejercido “por una persona que tenga autoridad
o ascendencia suficiente para ejercer la facultad de corregir o para atribuirle la potestad
de enseñar formas de conducta a los demás”
Cuando el animus corregendi es “ejercido sin abuso y en provecho de del corregido, hace
desaparecer el carácter injurioso que aparentemente pudiera tener”
6. Animus consulendi
7. Animus criticandi
8. Animus iocandi
9. Animus narrandi
Son aquellas expresiones que atentan contra el honor de una persona, las cuales han sido
vertidas con el propósito de de devolver un agravio previo. Se presenta “cuando una
persona, después de sentirse injuriada por otra, pasa a su vez, inmediatamente, a injuriar
a su ofensor, surgiendo lo que se ha llamado, con sentido civilista, compensación”
INTRODUCCIÓN
El delito es definido como una conducta típica (tipificada por la ley), antijurídica (contraria a
Derecho), culpable y punible. Supone una conducta infraccional del Derecho penal, es decir, una
acción u omisión tipificada y penada por la ley.
La definición de delito ha diferido y difiere todavía hoy entre escuelas criminológicas. Alguna vez,
especialmente en la tradición iberoamericana, se intentó establecer a través del concepto de
Derecho natural, creando por tanto el delito natural.
Hoy esa acepción se ha dejado de lado, y se acepta más una reducción a ciertos tipos de
comportamiento que una sociedad, en un determinado momento, decide punir. Así se pretende
liberar de paradojas y diferencias culturales que dificultan una definición universal.
Obra en su contra la llamada exceptio veritatis, esto es, que si el presunto caluminador puede
demostrar que la expresión vertida es cierta, no hay culpa y, por tanto, no hay delito.
Así, en la expresión anterior, sólo podrá ser condenado el que llama a otro "ladrón" sin poder
demostrarlo.
El GRUPO
GENERALIDADES
La sección segunda del libro II del Código Penal, tiene como titulo: "Delitos contra el honor". Los
principales tipos de esta sección son: La calumnia, la difamación y la injuria que viene a ser el tipo
penal básico. Lo común a estos tipos penales es lesionar el mismo bien jurídico, esto es, el honor
de las personas.
HISTORIA GENERAL
En la antigua Roma la palabra injuria tenía una significación muy amplia, diferente al concepto
que en la actualidad le otorgamos a este tipo de ofensa del honor. En este sentido amplio se
entendería por injuria a toda conducta opuesta al Derecho; en términos modernos dicha
significación de la injuria (injuria) equivaldría a lo que conocemos como antijuricidad. En este
sentido estricto o técnico, la injuria era la ofensa hecha a un tercero en su cuerpo o en sus cosas,
que debería de diferenciarse de la otra gran categoría de delitos contra los particulares agrupados
en la órbita de los delitos patrimoniales (furtum). Pero en ambos sentidos la injuria implicaba una
ofensa a la "existimatio".
En la ley de las XII tablas la injuria ya se configura preponderantemente como ofensa contra el
honor. Además aquí ya se hacía mención de ciertas modalidades injuriosas que lesionaban el
honor de cives, y que merecían una severa represión penal. Por todo esto, tiene razón Von Liszt
cuando precisa que en vano procuraríamos encontrar en el Derecho romano un concepto que
corresponda a la noción moderna de injuria. La advertencia merece nuestra más atenta
consideración puesto que como ya lo dijimos la noción romana de honor fue de límites harto
confusos. Lo que sí parece fuera duda, es el hecho de que la noción de injuria como ofensa física a
la persona precedió en mucho tiempo al daño moral. Esta circunstancia contribuyó decisivamente
para que poetas y literatos utilizaran expresiones como convicium, contumelia y ofensa para
evitar confusiones con los conceptos que interesaban al orden jurídico (injuria). En las XII tablas se
lograron fusionar concepciones jurídicas y literarias; y de ahí en adelante se advirtieron ciertas
distinciones entre algunas modalidades de injuria tales como la "contumelia", el "convicium", el
"carmen famosum" y el "libellus famosus", aunque es importante señalar que no todas estas
denominaciones comprendían tipos particulares de injuria.
La contumelia era una injuria especial, consiste en un ultraje. Para Mommsen la injuria era el
tratamiento despreciativo hecho a otro.
El "convicium" era la injuria propiamente dicha, pero, sin embargo no debe de pensarse que todo
ultraje constituía convicium. El convicium se caracterizaba porque era practicado con gran
alboroto y frente a la casa de personas libres. Igualmente se requería de la presencia de un gran
número de personas y la del ofendido en la mayoría de los casos.
Sin embargo, fue el "libellus famosus" (injuria por escrito), el delito que mereció las más drásticas
sanciones durante el apogeo del Imperio absoluto, al extremo de hacerse uso abusivo de este tipo
de imputaciones a los opositores políticos (bajo el título de crímenes de lesa majestad). Antes de
elevar a la categoría de delitos contra el Imperium al libellus famosus, éste era considerado, al
igual que las restantes figuras enunciadas, como un hecho en el cual el injuriador era aquel que
escribía, componía o publicaba libros con contenido difamatorio. Los hombres terceros que
cooperaban o ayudaban a estos delincuentes eras considerados como autores. La represión se
extendía a los vendedores, grabadores y tenedores de libellus. El hecho de que la imputación
difamatoria fuera cierta no era tomado en cuenta. El fundamento que solía alegarse a favor de
tan drástica represión era que la publicidad de tales escritos revestía un serio peligro contra el
honor. La peculiaridad de esta modalidad injuriosa aun en esta primera época, era que se
encontraba sometida a un procedimiento público, pero que, posteriormente, en la época
imperial, durante el gobierno de Augusto, por iniciativa de un Senado consulto fue priorizada su
persecución a instancia pública.
Los romanos consideraban que las injurias proferidas a la persona de ciertos funcionarios de la
vida publica romana, como el pretor, por ejemplo, constituían delitos contra el estado.
El objetivo de la injuria en el Derecho romano, era la personalidad del ciudadano; los muertos nos
podían ser pasibles del tal delito al igual que las personas jurídicas (corporaciones), ni el Estado,
esto es, dentro del campo privado como ya se ha visto. Cuando se dice que en Roma la injuria era
un delito contra la persona en modo alguno se excluye a los extranjeros y esclavos, solo que, en
cuanto a estos últimos la afrenta se reputaba hecha al amo. En cuanto a los locos y menores de
edad (impúberes), también eran considerados como sujetos pasivos de este delito, por cuanto
para ser considerado como persona no se precisaba de una especial capacidad de obrar.
Todo delito de naturalezainjuriosa precisaba del dolo, aunque en los tiempos primitivos
únicamente bastaba una simple manifestación injuriosa. Al promulgarse la Lex Cornelio de injuriis,
se excluyeron del catálogo penal las injurias indeterminadas –en el ámbito privado, la anuencia
del ofendido suprimía la acción penal, situación que no sucedía cuando se presentaban casos de
"libellus famosus".
El Derecho penal medieval siguió los principios del Derecho penal romano en cuanto a
delincuencia contra el honor, recibiendo además una fuerte influencia del Derecho eclesiástico, lo
cual redundó en una suerte de transmutación axiológica en cuanto éste era considerado como un
patrimonio exclusivo de las clases nobles, que, en la mayoría de los casos, solucionaban sus
diferencias por la vía del duelo; los intentos de la Iglesia por controlar tales ímpetus caballerescos
fueron vanos. Eran considerados como delitos injuriosos, todas las ofensales orales,
comprendiéndose también al "carmen Famosus". Al igual que en el Imperio romano, la veracidad
de la imputación deshonrosa no excluía el delito. Merece, sin embargo, aclararse, que en el
medioevo no se asimilaron tal como eran entendidos en Roma las distintas ofensas contra el
honor. Si la imputación deshonrosa presentaba, en cuanto a su veracidad, motivo de duda, tal
caso era reputado como injurioso, por cuanto se pensaba que en ellos subsistían ciertos "animus
injurandi". Principios del derecho procesal de la época como la prueba de la verdad, de ordinario
en la mayoría de casos era reemplazada por el duelo. Tal estado de cosas no era del agrado del
clero, en tal sentido la Iglesia creó instituciones como la retractación o devolución de fama. Del
mismo modo se excluyó del campo de los delitos contra el honor a las agresiones corporales. La
pena más severa era aplicada al "libellus famosus", por cuanto éste era la forma típica de injuriar.
En cuanto la facultad de querellar, ésta únicamente era concedida en los supuestos de injuria
grosera. De solito, gracias a la influencia del clero la pena mas comúnmente aplicaba era la de
multa que debía de tener correspondencia con la entidad del perjuicio irrogado con la injuria. Si la
ofensa era grave, las penas aplicables eran las de muerte, mutilación, confiscación de bienes etc.
Si la ofensa sometida a criterio de las partes era susceptible de componenda se prefería tal
camino.
En el Código español de 1848 se entendía por injuria la expresión proferida para deshonrar,
desacreditar o menospreciar a otra persona. La ofensa al honor se agravaba y tomaba nuevo
matiz bajo el nomen iuris de calumnia; la imputación falsa de un hecho delictuoso y sometido a un
poco procedimiento de oficio. En el antiguo Derecho español, la injuria era el delito contra el
honor por excelencia, a diferencia de las legislaciones italianas y germánicas, que comprendían a
la difamación y calumnia simultáneamente.
Las disposiciones legales; referentes a los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud. Solamente se
han tratado pues, los artículos destinados a proteger la persona física. Ahora en cambio, veremos
las figuras que tienen como objeto garantizar bienes jurídicos inmateriales, concernientes más
estrictamente a la esfera de la personalidad propiamente dicha; el honor.
La doctrina a través de la historia, ha intentado dilucidar la naturaleza jurídica del honor desde
una doble perspectiva: subjetiva y objetiva.
A) EL HONOR SUBJETIVO.
El honor subjetivo es la valoración que la propia persona hace de sus propios atributos. Carrara
precisa que: "El sentimiento de nuestra dignidad es el contenido primario de la idea de honor; y
ese sentimiento es aspiración de toda alma, por poco noble que sea, aspiración instintiva y que no
depende de ninguna consideración de bienes exteriores, sino exclusivamente del honor de
nosotros mismos y de aquel goce inefable que produce en nosotros, sin necesidad de aplausos
ajenos de miras ulteriores, la sola conciencia de nuestros méritos, de nuestras capacidades, de
nuestras virtudes. Lo opuesto a tal sentimiento es la vergüenza y la abyección que produce en
nosotros el conocimiento de nuestros errores, independientemente de las censuras ajenas".
Humanamente es imposible encontrar una persona desprovista del sentimiento del honor. La
misma autorreprobación está señalando ya que el honor existe aunque sea menoscabado.
Advierte Ramos que: " El honor como sentimiento que dirige los actos y la conducta de una noble
vida humana puede ser ofendido pero no puede ser arrebatado, porque la ofensa no quita a nadie
su propio honor, cuando éste existe en el significado espiritual de la palabra"
B) EL HONOR OBJETIVO
El honor objetivo es la apreciación y la valoración que hacen los demás de las cualidades ético-
sociales de una persona. Es la buena reputación de que se disfruta. El buen nombre es un
patrimonio de elevada estimación. Pero solamente adquiere sentido en la estimación de los otros.
De ahí la precisión de Carrara cuando dice que el mayor número de personas a las cuales fue
comunicado el ataque contra el honor, aumenta la cantidad natural de la infracción de la misma
manera que el mayor número de monedas robadas aumenta la cantidad del delito de hurto.
Desde el momento que el patrimonio del buen nombre está constituido por la estimación que por
nosotros tiene nuestros semejantes, él se acrecienta cuanto más son las que, a nuestro respecto,
tienen formada una buena opinión. Es neutral, pues que, e generalidad de los casos, la
contemplación de los delitos contra el honor sea hecha desde ese punto de vista.
SUJETO ACTIVO
Puede ser cualquier persona, pues la ley vale para todos sin discriminación.
SUJETO PASIVO
La índole inmaterial del interés jurídico que aquí se protege condiciona ciertas dificultades para la
ubicación de las personas pasibles de la acción delictuosa. En principio toda persona puede ser
sujeto pasivo de estos delitos. Sin embargo conviene esclarecer las distintas condiciones que se
plantean.
a) Las autoofensas: El sujeto que se atribuye a sí mismo notas infamantes que menoscaban su
dignidad y fama, no comete delito contra el honor. El derecho dice Manzini es "relatio ad alteros"
y, por tanto, son indiferentes todos los hechos que no generen efectos dañosos jurídicamente
relevantes más allá de los límites de la esfera íntima del individuo.
b) Los menores: La doctrina y la legislación imperantes coinciden en reputar al menor como sujeto
pasivo de esta infracción. Poco importa que la ley no les reconozca capacidad penal.
Del mismo modo es inconsistente el argumento que sostiene la inmadurez del sentimiento del
honor. Partiendo de un concepto del bien jurídico honor se logran anular estas apreciaciones.
Decirle a un niño de cinco años que es un ladrón no está bien, pero atribuirle a una niña de
catorce años la calidad de corrompida, es una imputación grave. Es indudable que esta falsa
acusación puede causarle irreparables daños a su decoro, máxime que para nuestra ley civil la
mujer puede contraer matrimonio desde esa edad.
En suma escribe Manzini, "es de recordar siempre, que la injuria y la difamación, como todo otro
delito, son incriminados en consideración a un interés público, y no solamente por intereses
privados.
c) Los enajenados y los ebrios: A estas personas les son aplicables las mismas consideraciones ya
mencionadas para los menores. Toda persona enferma de la mente, así como los ebrios, gozan del
honor sin excepción.
En relación al ebrio, no se justifica que se le cubra de agravios por el hecho de que su estima
personal haya sufrido mengua. La vigencia del honor es patente y por tanto, obligatorio
respetarlo.
d) Personas deshonestas: Para el derecho no existen personas deshonradas, tanto las prostitutas
como el ladrón pueden ser sujetos pasivos de los delitos contra el honor. Ciertamente no es
difamar que una mujer regentea un prostíbulo si realmente es así, pero esa misma mujer puede
tener una conducta irreprochable en su hogar y sería un delito decir que ella prostituye a su hija.
Las personas deshonestas pueden ser heridas en su honor.
e) Personas Jurídicas: Es una cuestión muy discutida en la doctrina. Para la legislación peruana la
regla es que el hombre individualmente es el único depositario del bien jurídico del honor.
La excepción son los delitos de difamación e injuria donde el sujeto pasivo puede ser una persona
jurídica.
Así como a una institución no se le puede imputar un delito, tampoco no puede reprobársele el
haber actuado de un modo determinado. Tanto las personas jurídicas de derecho privado como
público pueden ser sujetos pasivos de este delito, inclusive tratándose de las personas jurídicas
peruanas, La Constitución en su cap. 3 dispone que los derechos fundamentales, les corresponde,
en cuanto les sean aplicables.
La doctrina parte del principio que el honor es un bien jurídico eminentemente individual y
además de la persona física viva. En tal sentido no pueden ser sujetos pasivos de este delito las
personas jurídicas, pero en nuestro caso la ley ordena lo contrario.
f) Los muertos: En principio los muertos no pueden ser sujetos pasivos del delito contra el honor,
al respecto Carrara dice que el objeto de este delito no es el derecho del extinto, y es preciso
encontrarlo en un derecho de los que viven.
Todo el busillis de la cuestión consiste en que para sostener la imputabilidad es preciso encontrar
un derecho violado, porque no hay delito sin lesión de un derecho, y por lo tanto, es necesario
poder sostener que injuriar a un difunto se ofende el derecho de un vivo, ya sea por el motivo del
afecto, ya sea por razón de un descrédito mediato. Y entonces, muy bien puede darse el ente
jurídico del delito, porque a su sujeto pasivo y activo se le opone un derecho verdadero e
incontrastable perteneciente a un vivo, que constituye su objeto y que de ese modo lo completa.
En verdad, si no pudiera concebirse la idea de un derecho violado, sería esfuerzo vano considerar
el delito en el hecho de la injuria, por más inmoral y reprochable que fuera.
No obstante, creemos que la historia es libre de enjuiciar los actos de la vida pública. La historia
debe desenvolverse dentro de una atmósfera de libertad, salvo que se acredite una acción
perversa de injuriar.
Es por ello, entre otras razones, que la legislación comparada ha excluido categóricamente al
difunto como susceptible de constituir un interés jurídico digno de ser protegido, el difunto para
el derecho no representa una persona poseedora de atributos; ocurre simplemente que el difunto
ha dejado de ser titular de un interés jurídico. La muerte pone fin a la persona.
TIPO SUBJETIVO
El tipo subjetivo en los delitos contra el honor es el dolo, constituido por la conciencia y la
voluntad de calumniar, difamar o injuriar.
En principio, estimamos que la ley no exige determinada intención o móvil especial por parte del
sujeto activo; éste por social que fuere no elimina la tipicidad legal. El dolo es suficiente.
En consecuencia, rechazamos los intentos doctrinarios de encontrar en estas infracciones la
existencia de un especial "ánimus injuriandi", puesto que para la ley no contiene dentro de su
estructura un sustento de connote un elemento subjetivo del tipo. Pues inclusive el término "a
sabiendas" del art. 186 no puede ser entendido como un elemento subjetivo del tipo del dolo, ya
que en esta figura hay dos hipótesis claramente separadas por una conjunción disyuntiva, y que
en el caso concreto deben reunirse en el omnicomprensivo "a sabiendas" que, en este caso, es el
tipo subjetivo común a ambas hipótesis.
La fórmula 2 o "sin que existiese motivo que permitiese creer prudencialmente en ella" no es más
que un aspecto cognitivo del dolo, que permite la comisión de este delito con dolo eventual.
Todo delito contra el honor precisa de un dolo directo, puesto que sería absurdo pensar en
cometer la injuria con dolo de atar, violar, etc.
INJURIA
1. DESCRIPCIÓN TÍPICA
Está previsto y penado en el artículo 130° del código penal que a la letra dice: " El que ofende o
ultraja a una persona con palabras, gestos o vías de hecho, será reprimido con prestación de
servicio comunitario de diez a cuarenta jornadas o con sesenta a noventa días-multa".
"Ofender" y "ultrajar" son verbos sinónimos que indican la relación de acciones dirigidas a
lesionar el honor de una persona. El honor es el derecho que toda persona natural tiene a que se
le respete según las cualidades que ella misma se autoasigna
Núñez sostiene que la injuria como deshonra o descrédito, es siempre una conducta significativa
de desmedro para las calidades estructurales de la personalidad.
La injuria es una ofensa a la honra de una persona o una ofensa al crédito de ella.
Como ofensa a la honra, la injuria es una lesión al derecho que tienen las personas a que los
terceros respeten las cualidades que se autoasignan.
Como ofensa al crédito la injuria es la lesión al derecho que tiene toda persona a que no se
perjudique la opinión que sobre su personalidad tengan o puedan tener los terceros.
La finalidad ultrajante puede canalizar a través de la injuria verbal, o sea por medio de la palabra
dicha o escrita, significa que se requiere de una acción positiva para considerar un acto positivo.
En el animus injurianti hay que considerar los antecedentes del sujeto agraviante tanto del sujeto
activo como del pasivo.
La ofensa puede asimismo manifestarse por medio de la injuria real, gestos, vías de hecho.
El "Gesto" es la expresión que se hace con el rostro. Las "Vías de hecho" son las conductas que se
exteriorizan por movimientos corporales, distintos a los del rostro.
Con la frase "de cualquier manera" nuestra ley está permitiendo la interpretación análoga, es
decir que la injuria real puede realizarse por medio de las caricaturas, la pintura, la escultura
siempre que no sean divulgadas.
De las opiniones de Manzini y Núñez las injurias recíprocas que se dan entre dos personas tienen
una relación de causa efecto, ya que la segunda injuria (injuria-respuesta) debe tener su génesis
en la primera (injuria-provocación); en ese sentido una injuria verbal podría ser contestada con
otra injuria verbal o con un gesto.
2. FUENTE
El bien jurídico protegido en el delito de injuria está dado por el honor y la dignidad atribuida
inherentemente a la persona física, de la cual no puede ser despojada, pero sí es susceptible
nuestra Constitución en el inciso siete del artículo dos al prescribir sobre el derecho al honor y la
buena reputación. Entonces hay correspondencia entre el Código Penal y la Constitución Política
del Perú que estima el honor como un derecho fundamental de la persona.
4. TIPICIDAD
Tipo objetivo
La injuria representa el tipo básico en las infracciones contra el honor. Es la conducta de
irreverencia o menosprecio que se realiza contra el honor de la persona (prestigio de la víctima).
La conducta reprochable y penada es aquella del sujeto que ofende o ultraja a una persona ya
sea, con palabras, gestos o mueca; es necesario que se afecte el honor del otro, no basta con su
puesta en peligro.
No es necesario que las ofensas sean verdaderas o falsas, lo que importa es el hecho de afectar el
honor y la intimidad personal.
Entendemos que las palabras pueden ser escritas u orales, asimismo los gestos son expresiones
hechas con el rostro o movimientos corporales, que sean ofensivos.
Estos hechos deben ser sin autorización del sujeto pasivo, ya que del consentimiento no
constituiría el ilícito.
La injuria admite distintos modo de ejecución: puede ser consumada verbalmente o por escrito o
mediante actos o hechos que la signifiquen; no solo las acciones, sino también las conductas
negativas, tienen un sentido injurioso cuando son el medio para imputar implícitamente una
cualidad, costumbre o conducta deshonrante. El hecho de negar un saludo o de no conceder una
precedencia no es en sí mismo delictuoso, porque jurídicamente no tenemos el derecho exigir de
otros urbanidad o reverencia, sino que no nos deshonren o desacrediten.
El comportamiento objetivo que reclama el tipo es ciertamente vago e impreciso pues entre otras
cosas dependerá su impacto en el sujeto pasivo, del entorno cultural y tiempo espacial en que se
protagoniza el contacto o del nivel cultural de los protagonistas, lo que deriva en un derecho
penal de autor antes que de culpabilidad. La seguridad jurídica queda en peligroso estado
cualquiera que sea la unidad conductual que se elija como constitutiva de la conducta injuriosa.
El comportamiento injurioso puede ser abierto o encubierto como cuando el sujeto activo se vale
de las llamadas "indirectas".
a. Sujeto activo:
Es aquella persona natural o jurídica que afecte contra el honor del sujeto pasivo ocasionándole
un daño moral. No necesita ser alguien determinado con ciertas características puede ser
cualquier persona.
b. Sujeto pasivo:
El sujeto pasivo del delito es aquel sujeto que afectado por la ofensa o ultrajo por parte del
agente puede ser una tercera persona. Puede ser cualquier persona.
Tipo Subjetivo
La injuria es un delito doloso, no es típica la injuria culposa, aunque la norma jurídica no exige la
presencia física del ofendido, es indispensable la dirección del ultraje. Todas las formas de dolo
son aptas para la configuración de la injuria es evidente que en el primer injuriante tiene que
eximir conciencia y voluntad de lesionar el honor de quien circunstancialmente aparece como su
contrincante verbal. En cambio, el eventual agravio inferido por el otro participe puede negar a
quedar totalmente enervado en su potencialidad injuriante hasta eximir de culpabilidad a su
autor, debido al animus retorquendi. El juez teniendo en cuenta la magnitud del ultraje causado
por la injuria-provocación, puede declarar exento de pena al autor de la injuria-respuesta, aun en
el caso que esta sea mas grave, si arribare a la conclusión que el propósito del respondiente no
fue otro que el de devolver o retorcer el agravio previamente recibido.
El dolo se constituye con la conciencia de la entidad injuriosa de la imputación por lo que quien
obra para atacar la honra o el crédito ajeno, sabiendo que con su acción ha de atacarlo o
conociendo la posibilidad de esa ofensa, llena subjetivamente los requisitos de la injuria con dolo
directo, indirecto o eventual respectivamente.
Según el Profesor Roy Freyre sostiene que, el animus injuriando "llamado también animus
infamando, consiste en la intención que se expresa en forma perceptible o inteligible, o que se
induce de las circunstancias, y que está dirigida a lesionar el honor ajeno".
No es pues bastante para injuriar la verbalización del vocablo o la plástica del gesto, es menester
el ánimo de ultrajar, la pretensión del actor. Es un delito necesariamente intencional.
Animus distintos con el que puede competir la injuriandi son los siguientes:
a. Animus Jocandi: Cuando el autor opera la conducta objetiva con propósito de broma, lo
que deberá deducirse no sólo del dicho sino de las circunstancias.
Añadir sin embargo que somos del parecer que no se comprende en este caso concreto, el de
quien por hacer reír a tercero, instrumentaliza a otro, haciendo de él escarnio público y burlas,
ofendiéndolo y ultrajándolo, pues aquí sí se impone el ánimus que reclama el tipo.
b. Animus Corrigendi: Se dará cuando de las circunstancias (parentesco, edad, jerarquía,
etc), se pueda concluir que el propósito del agente no era otro que el de corregir, educar,
formar en el sentido que sea.
No se exige para estar en presencia de este animus, que la finalidad correctiva, educativa y
formativa se corresponda con patrones predeterminados y validados oficial o consensualmente
por la comunidad pudiendo incluso darse el caso que la corrección perseguida sea una contraria a
la moral o a los patrones aceptados, siempre desde luego que el afán primario del agente sea ese
y no ofender.
d. Animus Defendendi: Aquí los agravios al honor de las personas se materializan para
defenderse, o explicar conductas que de suyo pueden ser incómodas o peligrosas para el
agente, o para enervar imputaciones.
Puede ser el animus defendendi, el vehículo en él se desplaza la defensa propia, una causa de
justificación, o mínimamente de inculpabilidad.
Carrara decía de este animus que resultaba útil a los abogados defensores, o apoderados de las
causas en la eficiencia de sus defensas.
e. Animus Narrando: Aquí el agente si querer agraviar a alguien, se propone narrar hechos
históricos, políticos, sociales, militares, literarios y periodísticos, describiendo y explicando
las conductas de los protagonistas reales o disfrazados y en ello tocar objetivamente el
honor de los mismos. El mismo animus narrando puede verificarse en ilustraciones,
caricaturas, pinturas y esculturas.
INJURIAS RECÍPROCAS
Cuando las injurias son recíprocas, el tribunal podrá según las circunstancias declarar extensos de
pena a las partes o a algunas de ellas.
Las injurias no son recíprocas por la simple circunstancia de que el querellante o querellado, en el
pertinente juicio, se hayan injuriado el uno al otro. Las injurias son recíprocas cuando una de las
injurias, mutuamente inferidas entre el querellante y el querellado, tienen su causa en la otra.
La reciprocidad de las injurias difiere del caso de las injurias provocadas, que supone que la injuria
inferida por el ofensor al ofendido ha sido causa por un agravio no injurioso inferido por éste a
aquél. La reciprocidad de las injurias no se confunden totalmente con la retorsión de las injurias.
Se confunde cuando a ésta se la concibe como la simple devolución de una injuria con otra injuria.
No se confunde, por el contrario, cuando a la retorsión de la injuria se la concibe como la injuria
inferida en legítima defensa del propio honor agraviado por otra injuria, porque entonces los
efectos son distintos, pues la retorsión exime de pena a su autor por justificación.
La eximición de pena por reciprocidad no obedece a que, en razón a estas, una o ambas injurias
dejen de ser tales o a que una o las dos injurias queden justificadas o exculpadas, sino a la excusa
absolutoria de responsabilidad concedida facultativamente a una o a las dos partes por el tribunal
de acuerdo a las particularidades de cada caso
El acusado de difamación o injuria encubierta o equívoca que rehusa dar en juicio explicaciones
satisfactorias, será considerado como agente de difamación o injuria manifiesta.
Tampoco las injurias recíprocas suponen una compensación de injurias dado que es incompatible
con el Derecho Penal. No es admisible que los delitos se compensen entre si como deudas
reciprocas: cada delito contiene en si mismo una ofensa al orden social, por ellos en las injurias
proferidas, la segunda no deja de ser delito porque sea la contestación a otra injuria, provocada a
su vez por ella.
Respecto a la calumnia escrita, esta queda consumada cuando llega a conocimiento del
calumniado, antes de esto la redacción del texto vendría a ser el acto preparatorio. Y donde son
posibles teóricamente las formas imperfectas de ejecución. Aquí si es admisible la tentativa.
6. PENALIDAD
Estamos pues frente a una diminuta y simbólica pena en espera que sea la reparación civil la que
realmente restablezca el desequilibrio nacido de la violación de la norma.
CALUMNIA
1. Descripción Típica.-
Está previsto y penado en el articulo 131º del Código Penal, que a la letra dice: "El que atribuye
falsamente a otro un delito, será reprimido con noventa a ciento veinte días- multa"
a. Concepto:
Ella constituye una forma agravada de desacreditacion a otro, por lo que ha de reunir todos los
caracteres de la injuria, que es el género de los delitos contar el honor.
2. Bien Jurídico Protegido.-
3. Tipicidad.-
a.
b. Sujeto Activo: Puede ser cualquier persona física que proceda a denunciar por su propio
derecho o en representación legal de otra persona física o jurídica.
Siendo el caso que las personas jurídicas o morales no tienen capacidad para cometer hechos
punibles, según se desprende de nuestro ordenamiento jurídico penal, entonces no se les puede
imputar ante una autoridad la comisión de un hecho delictivo.
En cambio, los menores inimputables (edad inferior a los 18 años) si pueden ser agraviados con el
delito de calumnia. Es cierto que a estos menores no les alcanza responsabilidad penal alguna,
pero también es verdad que sí pueden cometer, y por ende atribuirseles, los hechos que están
tipificados en la ley como delitos. En este sentido un adolescente de 16 años puede haber sido
denunciado ante el Juez de Menores, atribuyéndosele calumniosamente la comisión de un hecho
previsto o tipificado en la ley como un delito, aunque en el hipotético caso de que, si por un error
judicial, se diera por acreditada su autoría, entonces en manera alguna podrá imponérsele pena.
Los enfermos mentales también pueden ser destinatarios de calumnia, pues su inimputabilidad
no impide que alguien (conociéndola o no) los denuncie policialmente, por ejemplo, a sabiendas
de la falsedad de la infracción punible atribuida.
En lo que respecta al muerto, creemos que no puede ser aquí sujeto pasivo en razón a que se
extinguió su personalidad. Si en un proceso penal, por ejemplo, un testigo atribuyere falsamente a
un difunto haber sido el autor de un hecho punible cuya comisión se le imputa a un encausado,
los verdaderamente afectados serían las personas a quienes la ley penal faculta para interponer la
correspondiente acción procesal: cónyuge, ascendiente, descendiente o hermano.
1. Sólo se puede cometer por acción, al establecer el legislador el verbo rector "atribuir".
El delito, consiste, pues, en atribuir a alguien un hecho. El medio normal para realizar esta acción
será la palabra, hablada o escrita. Pero esto no es indispensable. Si bien el medio no puede
revestir las variadísimas formas propias de la injuria, es también posible imputar a alguien un
delito por medio de dibujos, señalándolo el silencio, etc. Basta que la conducta del sujeto,
teniendo en cuenta la situación concreta, signifique que determinado hecho se atribuye a
determinada persona. Si alguien pregunta ¿quién robó? Para calumniar, basta señalar a un
inocente.
2. La atribución tiene que referirse a un delito falso, es decir, el sujeto no debe haber
realizado ese delito. Se admitirá la prueba de la verdad de los hechos dado que se exigen
que sean falsos, mas no requiere que la calificación jurídica haya sido la correcta, basta con
que el hecho típico sea verdadero, no siendo necesario que se den los demás elementos
precisados dogmáticamente – antijuricidad y culpabilidad – para que se considere el hecho
como atípico (exceptio veritatis).
Esto no obsta que se dé de todos modos un delito de injuria, al ser éste el delito base; por
ejemplo: el periodista informa que Pedro mató a José en diciembre de 1993, pero omite
deliberadamente las demás circunstancias del hecho que tiene a su disposición, las cuales
describirían los hecho cometidos en legitima defensa, y todo ello para afectar el honor de Pedro.
En este supuesto no habrá calumnia puesto que el hecho es verdadero, pero sí se configurará el
delito de injuria.
3.
4. la atribución falsa tiene que ser un delito, no se comprenden las faltas: luego la
imputación ha de tener la concreción y determinación que exige la realización de un delito,
sin que sea necesario un precisión en la calificación jurídica; por ejemplo, da lo mismo decir
que robó, hurtó o se apropió indebidamente de una determinada cantidad de dinero del
banco en que trabajaba.
Por todo esto se define a la calumnia como una forma especial de injuria.
Sebastián Soler añade, que el concepto de calumnia con relación a la injuria, al fincar totalmente
en la naturaleza del hecho imputado, viene a encontrarse en un relación de especie a genero, ya
que consiste en deshonrar o desacreditar mediante la imputación de ciertos hechos
particularmente graves e idóneos para dañar o poner en peligro el honor de las personas
Asimismo, la separación, entre uno y otro delito se basa fundamentalmente en la naturaleza del
hecho imputado, que, por su gravedad, presupone, en calumnia, una ofensa de mucho mayor
alcance para el honor, sea este considerado objetiva o subjetivamente.
Si se da el consentimiento respecto a la falsa imputación del delito el hecho será atípico, en virtud
de la disponibilidad por parte del sujeto de su honor, según lo dispuesto en el artículo 138º,
primer párrafo, del Código Penal.
Se requiere necesariamente el dolo. Además, se exige un elemento subjetivo del tipo, esto es, el
ánimo de deshonrar.
La calumnia escrita esta queda consumando, cuando llega a oídos del calumniado.
Al igual que en el delito de injuria, para la consumación es necesario que la calumnia llegue al
conocimiento del sujeto pasivo; se admite por tanto, la tentativa.
5. Concurso de delitos:
Habrá una sola acción si es que en un escrito se formulan varias calumnias contra una persona.
Si se hacen varias imputaciones contra misma persona referente a un mismo hecho, dentro del
mismo proceso tendremos un solo delito.
6. Exceptio Veritatis.-
La exceptio veritatis o prueba de la verdad, en principio, sólo se admite en el artículo 132º del
Código Penal, es decir en el delito de difamación. Pero al ser la esencia del delito de calumnia la
atribución falsa de un delito, se deduce que, probada la verdad de la atribución, se excluiría la
tipicidad del comportamiento. Por ello, en el delito de calumnia también se admite la prueba de la
verdad o exceptio veritatis.
El autor del delito previsto en el artículo 132º puede probar la veracidad de sus imputaciones sólo
en los casos siguientes:
1. Cuando la persona ofendida es un funcionario público y los hechos, cualidades o conductas que
se le hubieran atribuído se refieren al ejercicio de sus funciones.
2. Cuando por los hechos imputados está aún abierto un proceso penal contra la persona
ofendida.
3. Cuando es evidente que el autor del delito ha actuado en interés de causa pública o en defensa
propia.
4. Cuando el querellante pide formalmente que el proceso se siga hasta establecer la verdad o
falsedad de los hechos o de la cualidad o conducta que se le haya atribuído.
Si la verdad de los hechos, cualidad o conducta resulta probada, el autor de la imputación estará
exento de pena
Asimismo, SEBASTIÁN SOLER señala, dado que este delito se integra con la falsedad de la
imputación, no cabe duda que en el ámbito de esta infracción la exceptio veritatis juega
plenamente.
Este es un caso de claro predominio del interés social sobre individual: hay mas interés en que un
delincuente sea desenmascarado que en la mortificación que eso causa al honor subjetivo del
imputado.
En este delito, la ley, en su protección, no va un paso más allá de la tutela del honor merecido.
6. La Pena.-
DIFAMACIÓN
1 DESCRIPCIÓN TÍPICA
Artículo 132: El que, ante varias personas, reunidas o separadas, pero de manera que pueda
difundirse la noticia, atribuye a una persona, un hecho, una cualidad o una conducta que pueda
perjudicar su honor o reputación, será reprimido con pena de libertad no mayor de dos años y con
treinta a ciento veinte días-multa.
Si la difamación se refiere al hecho previsto en el artículo 131º, la pena será privativa de libertad
no menor de uno ni mayor de dos años y con noventa a ciento veinte días-multa.
Si el delito se comete por medio del libro, la prensa u otro medio de comunicación social, la pena
será privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años y de ciento veinte a trescientos
sesenta y cinco días-multa.
3 TIPICIDAD OBJETIVA:
3.1 SUJETO ACTIVO: Puede ser cualquier persona desde que la ley no requiere calidad especial
alguna.
3.2 SUJETO PASIVO: Puede ser cualquier persona física o jurídica. Igualmente, una corporación. La
persona natural puede ser afectada en su honorabilidad, tanto de una manera directa como
también indirecta. El agravio ocurre indirectamente cuando el ofendido forma parte o representa
a la persona jurídica objeto de la difamación. La agravante solo opera en caso que el ofendido sea
autoridad, o una entidad publica, o una institución oficial.
Entonces de esa definición decimos que la difamación es una injuria, que tiene como particular a
la difusión de la noticia, en el cual el sujeto activo debe comunicar como mínimo a dos personas
las declaraciones difamatorias que ha realizado el sujeto pasivo. Se debe tener en cuenta que no
tiene irrelevancia si lo que el sujeto activo dice es cierto o falso.
Este delito solo es posible de realizarse por comisión no por omisión, al emplearse en la
descripción típica el verbo "atribuir".
1. La ofensa, en este delito, es atribuir a una persona una cualidad, conducta o hecho que
pueda causar daño a su honor. Según Raúl Peña Cabrera: El empleo del concepto "hecho"
por la ley es inapropiado si es que partimos de la consideración que el Derecho únicamente
regula conductas humanas que se dan en la sociedad. Los hechos de naturaleza carecen de
validez para el Derecho. Así mismo nos dice, que el empleo de los términos "cualidad" y
"conducta" permiten deducir que para la conducta realizada sea típica, basta la simple
atribución entre varias personas de un ilícito penal o de una determinada cualidad. Por ende
la difamación puede alcanzar ofensas morales y no exclusivamente delictuosas.
2. La comunicación se debe dar ante varias personas, la comunicación puede ser verbal o
escrita y como mínimo a dos personas, las cuales pueden estar juntas o separadas
4 TIPO SUBJETIVO:
Se requiere necesariamente el dolo. Además se exige un elemento subjetivo del tipo concretado
en el animus difamandi.
Este delito se configura a titulo de dolo, entendiéndose como tal la conciencia y la voluntad que
tiene el agente de efectuar la divulgación del hecho, cualidad o conducta que puede perjudicar el
honor o la reputación. El motivo del comportamiento, como sostiene BRAMONT ARIAS, será
tomado en cuenta por el juzgador al momento de aplicar la pena.
El delito se consuma cuando llega a conocimiento del sujeto pasivo. En el caso que para el delito
se utilice un medio como la radio, la televisión, los periódicos, revistas, etc.; la infracción se
consumará en el lugar en donde se propale la información denigrante.
Se admite tentativa cuando se ejecuta por medio de un impreso, diario, periódico u otro medio de
comunicación social.
La tentativa es factible en este delito, sobre todo cuando se trate de difamaciones realizadas por
medio de escritos o impresiones graficas
6 AGRAVANTE:
Dos son las formas agravadas que presenta en nuestra ley, la forma calumniosa y la agravada por
el medio.
Si entendemos por difamación el imputar a una persona un hecho, una cualidad o una conducta,
esta forma agravada se configura cuando el agente atribuye de manera expresa la comisión de un
delito, con las características estudiadas en la calumnia, de tal forma que la imputación facilite su
divulgación, y por ende aumenta el peligro del daño. Concretamente, se trata de una calumnia
agravada por su difusión.
La pena es privativa de libertad no menor de un ni mayor de dos años, la agravación determina
que el mínimo de la pena no puede ser inferior a un año.
Esta forma agravada depende del medio que utilice el agente; el código precisa al libro y a la
prensa, y agrega otra forma de comunicación social.
En esta se refiere al libro como un medio de transmisión del conocimiento o a referencias
imaginarias. La otra es cuando el dispositivo menciona a la prensa, se refiere al medio de
información en tanto vehículo de comunicación social, que en este caso, puede ser escrito, oral o
por imagen, según se trate de periódico escrito radial o televisivo.
La pena en este caso es la mas grave, pues la privativa de libertad no puede ser menor de un año
ni mayor de tres.
7 EXCEPTIO VERITATIS:
7.1 DEFINICIÓN: El exceptio veritatis puede ser definida como el sometimiento de la imputación a
un juicio de certeza, es decir, a la mostración de la veracidad del hecho. Es una facultad que se le
da al autor del delito de difamación para que pruebe la verdad de sus afirmaciones. Si lo hace,
quedara exento de pena; en caso contrario, se corresponde, será condenado por delito de
difamación.
El exceptio veritatis solo excluye la responsabilidad del sujeto por delito de difamación en las
cuatro supuestos que se establecen en el Art. 134 CP. Desde este punto de vista, la exceptio
veritatis es una causa de exención de pena, es decir el hecho que ha realizado el autor es típico,
antijurídico y culpable, aunque el legislador, por razones de política criminal, considere que no se
debe castigar.
El autor del delito previsto en el artículo 132º puede probar la veracidad de sus imputaciones sólo
en los casos siguientes:
Cuando la persona ofendida es un funcionario público y los hechos, cualidades o conductas que
se le hubieran atribuido se refieren al ejercicio de sus funciones.
Cuando por los hechos imputados está aún abierto un proceso penal contra la persona
ofendida.
Cuando es evidente que el autor del delito ha actuado en interés de causa pública o en defensa
propia.
Cuando el querellante pide formalmente que el proceso se siga hasta establecer la verdad o
falsedad de los hechos o de la cualidad o conducta que se le haya atribuido. Si la verdad de los
hechos, cualidad o conducta resulta probada, el autor de la imputación estará exento de pena.
La acción probatoria en estos casos, puede generar dos consecuencias: a) acreditada la verdad de
los hechos injuriosos el imputado por este delito será absuelto; b) acreditada la falsedad de la
imputación el sujeto activo responderá por difamación.
En primer lugar hay q destacar lo siguiente: con relación a la materia objeto de cosa
juzgada, se habla de una absolución, de ahí que no se comprenda el caso de condena por
disposición expresa del C.P.: en segundo lugar, la absolución tiene que ser definitiva, esto
es, el dallo judicial ha de ser firme, por tanto, no podrá invocarse este precepto su hay
sentencia absolutoria en primera instancia y se ha apelado; En tercer lugar, el fallo judicial
puede haber sido emitido por Tribunal nacional o extranjero, lo importante es que se haya
llevado un debido proceso contra la misma persona.
2. "Sobre imputación de cualquier hecho punible que hubiese sido materia de absolución
definitiva en el Perú o en el extranjero."
En ningún caso- aun cuando lo pida el propio ofendido- se admitirá el exceptio veritatis si se
refiere a la intimidad personal o familiar, puesto que en tales casos no existe un interés publico
superior. Además, también se establece esta excepción a la admisibilidad de la exceptio veritatis
en el caso de violación, que requiere acción privada.
8 PENALIDAD:
Para el tipo base de difamación se establece pena privativa de libertad no mayor de dos años y de
treinta a ciento veinte días-multa. Por lo que se refiere a las agravantes si se constituye la
difamación una calumnias e establece pena privativa de libertad no menor de uno ni mayor de
dos años y de noventa a ciento veinte días-multa, en virtud del medio empleado, la pena será
privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años y de ciento veinte a trescientos
sesenta y cinco días-multa.
Ofensas proferidas con ánimo de defensa por los litigantes, apoderados o abogados en sus
intervenciones orales o escritas ante el Juez.
En los delitos previstos en este Título sólo se procederá por acción privada.
Consideraciones Generales: Los delitos contra el honor proceden por acción privada, esto es, solo
pueden ser denunciados por la persona ofendida o por quien la represente legalmente.
Se parte de que la ofensa se dirige contra una persona que esta muerta, no contra una persona
viva. Por ellos se sostiene que se este protegiendo la memoria de la persona fallecida. Pero según
la mayoría de la doctrina, a la que aquí se sigue, los muertos no pueden ser sujetos pasivos de un
delito contra el honor, de ahí se mantenga que en estos casos se protege la memoria de los
muertos, pero no el honor del muerto.
Cuando se refiere a que la acción puede ser removida es que pueden iniciar la acción las personas
indiciadas en el referido articulo, si se ha ofendido la memoria de un muerto; o bien, estas mismas
personas podrán "continuar" la acción, en el caso de que el ofendido haya iniciado la acción, y
haya fallecido posteriormente
9 JURISPRUDENCIA:
1. "La imputación a los querellados por delito de difamación, radica en el hecho de haber
referido en un noticiero radial conceptos y frases que afectan el honor del agraviado, tales
como"cobran los autovalúos a través de una empresa fantasma", "hasta donde llega la
corrupción", "un robo abierto a la comunidad", "realiza actos delincuenciales ante la
comunidad", "símbolo de la corrupción", "inmoralidad", "nepotismo", entre otros,
apareciendo que se ha afectado el derecho constitucional al honor y la dignidad de las
personas, porque las expresiones vertidas dañan el honor e imagen de la persona; si bien los
propios querellados, quienes admiten haber utilizado las frases antes mencionadas, señalan
que lo han hecho en virtud de las irregularidades en las que ha incurrido el querellante
durante su gestión como Alcalde, refiriendo que dichas declaraciones fueron
circunstanciales y que no fueron dirigidas al agraviado como persona sino a su gestión como
Alcalde, han debido empelar los medios que la Constitución Política del Estado les faculta
sin tener que ingresar al campo del delito".
R. N. No. 4184 – 98 – San Martín; En: Rojas Vargas Fidel, "Jurisprudencia Penal y Procesal Penal
(1999 – 2000)", Idemsa, 2002, p 459.
3. "Al ser el querellante un personaje público, su vida y conducta participan del interés
general con una mayor intensidad que la de aquellas personas privadas; en consecuencia se
encuentra permanentemente sujeto al riesgo de que sus derechos subjetivos de
personalidad se vean afectados por críticas, opiniones o revelaciones adversas".
En: Exp. No. 7567-97-Lima; rojas Vargas Fidel, Jurisprudencia Penal Comentada, Tomo I, Gaceta
Jurídica, p. 675.
En: Exp. No. 2678-97; Revista Peruana de Jurisprudencia, Normas Legales, Año II, No. 3, p. 306.
5.
6. "La doctrina penal es unánime en afirmar que el honor es el bien jurídico tutelado en el
ilícito penal de difamación, el mismo que es valorado como uno de los bienes jurídicos más
importantes, por significar las relaciones de reconocimiento fundadas en los valores sociales
de dignidad de la persona y libre desarrollo de la personalidad".
En: Exp. No. 6129-97; Denyse Baca Cabrera, Fidel Rojas Vargas y Marlene Neira Huamán,
Jurisprudencia Penal, Procesos Sumarios, Tomo II, Gaceta Jurídica, p. 169-
En: Exp. No. 58-93; Gonzalo Gómez Mendoza, Jurisprudencia Penal, Tomo IV. Rhodas, p. 365.
8. "Que siendo esto así, no habiéndose constituido los elementos objetivos del tipo previstos
en el artículo 132 del Código Penal, es decir, el atribuir un hecho o una conducta que pueda
perjudicar el honor o la reputación del agraviado, los cuales se estatuyen como elementos
constitutivos del tipo penal previsto en el artículo 132 del Código Penal, no habiéndose
acreditado tal concurrencia en la conducta desplegada por el acusado es de proceder
absolverlo".
CONCLUSIONES:
- Veracidad de lo informado.
De tal forma que toda información ha de guardar respeto a los dos enunciados anteriormente
señalados, aunque hay opiniones al contrario en torno a esto, en la que se señala que la libertad
de expresión y de información se antepone al respeto a la intimidad, pero el Tribunal Supremo
señala que prevalece sobre la libertad de información el derecho a la intimidad obligando al
informador no solo a ser objetivo, auténtico y veraz en lo publicado sino a centrarse únicamente
en la información en si y no en echar carnaza a algo irrelevante para la opinión pública.
- ofensa, implica la atribución a una persona de una cualidad, una conducta o un hecho que puede
ocasionar un deterioro sensible en su honor.
- comunicación a varias personas, la difamación debe ser ante un mínimo de dos personas. La
difusión de la difamación puede ser oral o escrita.