cuando se ha agotado TODA otra posibilidad de curar. Sólo es posible gracias a la voluntad de aquellos que solidariamente dan su consentimiento para la donación. Listas de espera, la triste realidad.
Conseguir un órgano para trasplantar no es cosa fácil, son
muy pocos los individuos que están dispuestos a regalar sus órganos después de la vida y también escasean los familiares que toman esa decisión, al enfrentar con dolor la muerte del ser amado. La gente que requiere de una donación tiene que anotarse en una lista de espera. Lista que puede crecer y crecer en la medida que más gente necesite determinado tipo de tratamiento y no aumente la cantidad de donadores. ¿Y cuando el problema es nuestro?
Donaría a quienes amo: la mayoría de nosotros estaríamos
dispuestos a donar una parte de nuestro cuerpo, si con ello logramos restaurar la salud de quienes están muy cerca de nuestros afectos. Por fortuna hay varios órganos que podemos donar completos (como un riñón, de los cuales poseemos dos) o una parte de él (como sucede con la médula ósea), y lo mejor es que ni siquiera tenemos que morir nosotros para hacer el regalo. ¿Para qué queremos nuestros órganos después de morir?
¡En México, como en muchos otros países, no tenemos una
cultura de donación de órganos! Hay naciones, en cambio, que nos superan varias veces en número de donantes por cada millón de habitantes. Sin embargo, aun en esos lugares hay más receptores que donadores. La integridad mortuoria no nos es particularmente útil.