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Libro primero

Año 1500
Escribo los hechos famosos de un siglo inquieto. Digo los Imperios, las coronas, los cetros
estimados y gloriosos de la vanidad del mundo. Refiero las guerras, las muertes de quinientos mil
hombres, los mejores del orbe; las armas continuas de cincuenta años; las prisiones de reyes; el saco
de Roma; los desacatos hechos a lo humano, sin perdonar lo divino; los desafíos coléricos y
palabras pesadas entre los príncipes; las ligas, contratos, juramentos, amistades reales de diversas
maneras violadas; los intereses, las ambiciones, las invidias mortales en los más altos y reales
corazones; las voluntades fingidas; el confederarse unos con turcos, otros con herejes, vencidos del
odio y por vengar sus pasiones; los incendios de los pueblos y campos; derramamientos de sangre
que con rabia infernal hubo entre la gente común cuando sus príncipes se hacían cruda guerra,
siendo tantos males causa principal para que la gente vil y ordinaria se levantase contra Dios y su
Iglesia, sembrando en el mundo mil desatinos, sacando las brasas que, entre cenizas, antiguos
herejes dejaron cubiertas, con que abrasaron los juicios humanos; pervirtiendo la luz del Evangelio
con herejías desatinadas y bárbaras opiniones, que hasta estos días permanecen y valen entre gentes
dañadas.

Tales, pues, y otros semejantes fueron los accidentes en la Corona que los Cielos pusieron sobre
la cabeza del Emperador Carlos Máximo: que si la conociera en el principio, como en los fines,
dijera della lo que un rey gentil cuando la vio puesta en el suelo: Preciosa Corona, más que
dichosa, si fueras bien conocida, ninguno de la tierra te levantara: porque ni la púrpura noble, ni
la diadema ni cetro real, son más que una honrada servidumbre y carga penosa. Sintióla Carlos, si
bien merecedor del renombre de Máximo y Fortísimo, y lo consumió la vida en pocos años, pues
cuando eran en él verdes y de edad floreciente, no siendo aún cumplidos los treinta y tres, le tocaba
la gota y fatigaban otros males, y siendo ya de cincuenta no era señor de sí el que de tantos ejércitos
y mayor parte del mundo lo había sido, ni tenía pies, ni manos, ni fuerzas, trabado de tanto mal.
Pues para carga semejante nació Carlos V.

-I-
[Nacimiento y muerte del príncipe don Juan.]

Cuando acababa España de echar de sí el imperio de los moros africanos, que ochocientos años
habían reinado en ella, siendo los Reyes Católicos don Hernando y doña Isabel, señores de la mayor
parte que ciñen los dos mares Océano y Mediterráneo con los montes Pirineos, cuyo hijo único,
heredero de esta monarquía, era el príncipe don Juan, que estando casado con madama Margarita
-hija del emperador Maximiliano, archiduque de Austria, y de la emperatriz madama María, su
mujer, hija única heredera de Carlos, duque de Borgoña-, murió en la flor de su juventud, en
Salamanca, año 1497, miércoles a 4 de octubre, siendo el príncipe de diez y nueve años y tres meses
y seis días, dejando a los reyes sus padres y a estos reinos con gran dolor y sentimiento.

- II -
[Margarita de Austria.]

Madama Margarita, princesa de España, digna de memoria, faltóle la fortuna en las suertes de
este mundo. Estuvo en su niñez concertada de casar con Carlos, rey de Francia, que sin tener efeto

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fue ocasión de guerras y desabrimientos entre el emperador Maximiliano y Luis, rey de Francia.
Casó, como dije, con el príncipe don Juan, dando los elementos señales de lo mal que se había de
lograr este casamiento, porque embarcándose la princesa por el mes de hebrero, año 1497, en la
villa de Flissinga, hasta donde la acompañó su hermano don Felipe, que fue rey de Castilla,
engolfada en alto mar, se levantó borrasca y temporal tan recio, que pensaron perderse. Donde la
princesa mostró un valor extraño, porque teniéndose ya por perdidos todos los de la armada, sin
alteración alguna ni mudar color ni muestra de melancolía, se ató a los brazos unas joyas de oro de
mucho valor, y tomando tinta y papel, con la elegancia que en prosa y verso tenía en lengua
francesa, hizo el epitafio de su sepultura.

Ci gist Margote, noble damoiselle


Deux fois mariée: môrte pucelle.

Que son en latín:

Margoris hoc tegitur tumulo clarissima, quae bis


Nupta quidem mansit, sed sine labe pudor.

Y en castellano:

A Margarita preclara
Aqueste túmulo cubre,
Que aunque casada, descubre
Su virginidad más clara.

Envolvió el papel con los dos versos en un paño encerado, y atólo juntamente con las joyas de
oro al brazo, para que echando su cuerpo el mar a la ribera, fuese conocida y sepultada como
merecía; libróla Dios de este peligro y muerte. Vencidas tantas dificultades, perdiéndose algunos
navíos y hacienda, aportaron a Santander y de allí a Burgos, donde se celebraron las bodas, y se
lograron tan poco como queda dicho. Viuda volvió a Flandes, casó con el duque de Saboya con la
misma ventura que la vez primera; retiróse a Flandes, donde la hallaremos muchos años gobernando
aquellos Estados.

- III -
[Sucesión de los Reyes Católicos.]

Tuvieron más los Reyes Católicos cuatro hijas, que nacieron: doña Isabel, primogénita, año de
1470; doña Juana, en el de 1479, a seis de noviembre; doña María, 1483; doña Catalina, 1486. Casó
la princesa doña Isabel con don Alonso, primogénito de Portugal, hijo del rey don Juan el segundo,
con intento y providencia bien advertida de los Reyes Católicos, que faltando el príncipe don Juan
de Castilla quedasen los reinos en príncipes naturales. La infanta doña Juana casó con don Felipe el
Hermoso, archiduque de Austria, hijo del emperador Maximiliano y de la emperatriz duquesa de
Borgoña, madama María. Por manera que casaron el príncipe y su hermana, infantes de Castilla,
con hermano y hermana hijos del emperador: y de este casamiento de los cuatro príncipes, los dos
de la casa de Castilla, y dos de la de Austria, resultó la unión de los Estados de Flandes, Borgoña y
Austria con España; porque, como dije, murió el príncipe don Juan sin dejar sucesión: y la princesa
doña Isabel, viuda del príncipe don Alonso de Portugal, casada con el rey don Manuel, que había de
suceder en Castilla, y estaba ya jurada, murió dejando un solo hijo, a quien llamaron don Miguel de
la Paz, porque del casamiento de sus padres resultó entre Castilla y Portugal, el cual también murió
niño malogrado como después diré.

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- IV -
Nace el príncipe don Carlos en Gante a veinte y cinco de hebrero, día de Santo Matía, año de
bisiesto. -Profetiza la reina doña Isabel la sucesión de su nieto Carlos.

En el año, pues, de 1500 de Cristo, cuando el mundo, según la cuenta de los hebreos, tenía cinco
mil y cuatrocientos y sesenta y un años, y habían corrido desde el diluvio universal tres mil y
ochocientos y cinco, y de la venida de Túbal a poblar en España tres mil y seiscientos y sesenta y
tres, y de la era de César, mil y quinientos y treinta y ocho, y de la entrada de los godos en España
mil y ochenta y seis, y finalmente, de la venida y señorío de los moros africanos sietecientos y
ochenta y seis, siendo Sumo Pontífice en Roma Alejandro VI, habiendo veinte y seis años que los
Reyes Católicos reinaban, cuando los moros de las Alpujarras habían recibido la fe católica y hecho
de las mezquitas iglesias, estando ya limpio el reino de las sinagogas y juderías, año del jubileo
plenísimo de Roma; para consuelo de las lágrimas que España derramaba por la muerte de sus
príncipes en Gante, lunes a veinte y cinco de hebrero, día bisiesto de Santo Matía Apóstol, a las tres
y media de la mañana, nació don Carlos, príncipe de gloriosa memoria, cuya vida y hechos escribo,
habiéndose engendrado en estos reinos de Castilla, de los cuales había muy poco que los príncipes
sus padres habían partido, y estaban en Gante. Vivía el príncipe don Miguel de la Paz cuando nació
don Carlos, aunque con pocas esperanzas de larga vida. Llegó la nueva del nacimiento de don
Carlos a los Reyes Católicos, sus abuelos, que estaban en Sevilla; y oyendo la reina el día de su
nacimiento, dijo con no sé qué espíritu: Cecidit sors super Mathiam, cayó la suerte sobre Matías,
anunciando la sucesión en los reinos que habían de ser de Carlos, como fue.

Fray Prudencio DE SANDOVAL, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, ed.
Atlas, Madrid, 1955-56 <http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=1124>

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