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Expresa Foucault que cuando se definen los efectos del poder por la represión,
se da una concepción puramente jurídica del poder: se identifica el poder a una
ley que dice no, se privilegiaría sobre todo la fuerza de la prohibición. Ahora
bien, que ésta es una concepción negativa, estrecha y esquelética del poder
que ha sido curiosa y ampliamente compartida. Si el poder no fuera más que
represivo, si no hiciera nunca otra cosa más que decir no ¿ realmente se le
obedecería?. Lo que hace que al poder se lo acepte es simplemente que no
pesa solamente como fuerza que dice no, sino que de hecho la atraviesa,
produce cosas, introduce placer, forma saber, produce discursos, es preciso
considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social más
que como una instancia negativa que tiene como función reprimir.
EL poder está ¨siempre ahí¨, no está nunca ¨fuera¨, no hay ¨márgenes¨ para
la pirueta de los que están en ruptura. Pero esto no significa que sea necesario
admitir una forma inabarcable de dominación o un privilegio absoluto de la ley.
Que no se pueda estar ¨fuera del poder¨ no quiere decir que se está de todas
formas atrapado.
Sólo se ha podido comenzar a realizar éste trabajo después del 68, es decir, a
partir de las luchas cotidianas realizadas por la base, con aquellos que tenían
que enfrentarse en los eslabones más finos de la red del poder. Fue ahí donde
la cara concreta del poder apareció y al mismo tiempo la fecundidad verosímil
de éstos análisis del poder para darse cuenta de las cosas que habían
permanecido , hasta entonces, fuera del campo del análisis político.
Partiendo de esta concepción de Foucault, que entiende el poder como una red
productiva que atraviesa el cuerpo social, se puede pensar la participación
ciudadana y el ejercicio de los derechos ciudadanos en la indagación de la
verdad y el respeto de las leyes, como una forma de ejercicio del poder, en
busca de límites al abuso del poder institucional y su consiguiente violencia.
Durkheim creía fecunda la idea de que ¨la vida social debe explicarse por las
causa profundas que escapan a la conciencia de quienes participan en ella¨.
Distinto, pero complementario a ésta, un principio sostenido por Foucault
afirma que ¨es mediante la insurrección de los saberes sometidos, saberes
locales de la gente, saberes descalificados, mediante los cuales opera la crítica,
que podemos construir conjuntamente un discurso diferente¨.
Con plena conciencia de que en una sociedad como la nuestra son bien
conocidos los procedimientos de exclusión y de que la historia no deja de
enseñárnoslo, el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o
los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual, se
lucha: aquel poder del que quiere uno adueñarse.