“Para promover las vocaciones específicas al ministerio sacerdotal y a la vida religiosa, para hacer más vigoroso e incisivo el anuncio vocacional, es indispensable el ejemplo de todos los que ya han dicho su “sí” a Dios y al proyecto de vida que Él tiene sobre cada uno.” Aunque la vocación es un don de Dios, Él se sirve del testimonio de los sacerdotes fieles a su misión, para suscitar nuevas vocaciones sacerdotales y religiosas al servicio del Pueblo de Dios. Tres elementos que forman parte de este testimonio: la amistad con Cristo, el don de sí mismo y la comunión.” Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. 25 de Abril de 2010.
TEXTOS DE LA CUENTA DE CONCIENCIA DE LA VENERABLE
CONCEPCIÓN CABRERA DE ARMIDA
CUÁNTO GERMINARÍAN LAS VOCACIONES SACERDOTALES
“El Padre mirará más complacido, al sacerdote que más se parezca a Mí. Pero quiere verlo transformado en Mí, no tan sólo en la hora de las Misas, sino a todas horas; de tal manera, que en cualquier sitio, y a cualquiera hora, pueda el sacerdote decir con verdad en el interior de su alma, estas benditas palabras realizadas constantemente en él por su transformación en Mí: «Éste es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre». ¡Oh, si todos los sacerdotes hicieran esto, transformados en Mí, no tan sólo a la hora del Sacrificio incruento, sino siempre, cómo se derramaría el cielo en gracias para ellos y para las almas; cómo esas miradas fecundas y divinas del Padre endiosarían la tierra! ¡Cómo germinarían las vocaciones sacerdotales, cómo se multiplicarían los santos, cómo florecería la Iglesia, y cuánta, cuánta gloria recibiría la Trinidad! 9 Junio de 1928. C.C. Tomo 52, 127-128
MARIA Y VOCACIONES SACERDOTALES
“Si María es Esposa del Espíritu Santo, es también para engendrar de Él, las vocaciones sacerdotales que sirvan a la Iglesia; para protegerlas, cuidarlas, formarlas, alimentarlas, sin dejarlas jamás; Ella está presente, gozándose en la ordenación de los sacerdotes; Ella los acompaña siempre en los altares a la hora del Sacrificio de la Misa; y Ella, con el Espíritu Santo, se encarga de cultivar el germen que el mismo Espíritu Santo pone en el alma del sacerdote por la encarnación mística en las Misas, cuidando de formar a Jesús, de hacerlo crecer, y de perfeccionar rasgo por rasgo no sólo la imagen, sino al mismo Jesús, en el alma de los sacerdotes que se presten a ello, para que se realice la transformación perfecta y consumada, de ellos en Mí.” Abril 8 de 1928. CC Tomo 51,306