Professional Documents
Culture Documents
El crítico que quisiera abolir el recurso de la categoría estilística para evitar tal dificultad y
contradicción, se encontraría incluso en condiciones todavía peores, habiendo perdido, junto
con la dificultad, la ventajas de un método que permite sustraer los fenómenos arquitectónicos
del aislamiento, reconduciéndolo a un ámbito comparativo que permite, no solamente la
clasificación, sino la posibilidad de un juicio basado en una comprobación respecto a un código.
Por lo tanto, es injusto eliminar la categoría critica, porque es necesaria para comenzar, para
evitar la generalidad, usando estos elementos de trabajo con toda la precisión y cautela que se
utilizan los instrumentos científicos
Pienso que en el caso del barroco, se deba buscar una definición operativa que renuncie
explícitamente al propósito de reconstruir una especie de movimiento consciente, como, dentro
de ciertos límites, han estado los movimientos de vanguardia, estructurados como partidos
políticos, y referidos a una determinada ortodoxia.
El uso operativo de la categoría estilística, permite reconstruir una historia en tres dimensiones,
en la cual el aporte de la personalidad tiene relevancia particular al lado de los grupos, de las
ideas, de las formulaciones teóricas y didácticas.
La lingüística (dialecto) no es más una degradación de la lengua sino una forma de desarrollo y
de transformación.
-Por una parte, una serie de comunidades heterogéneas entran en contacto entre sí como un
difícil proceso de integración y después como un desentrañable nudo de aportes externos
debidos a la experiencia compleja vividas por hombres reunidos en una comunidad después de
largas experiencias de viajes y contactos con diversas tradiciones.
-Por otra parte, un repertorio formal vivo en la memoria y un gran número de testimonios
gráficos y teóricos, que constituían un código y una referencia vinculante con la vieja Europa.
Este era el punto de partida para realizar reelaboraciones libres, y para emitir en ella influencias
de otras culturas, absorber enseñanzas, y en definitiva, evidenciar un nuevo clima de utopía, de
naturaleza, y una “condición humana más afín a la entonces experimentada.
La instalación primitiva de esta relación dialéctica entre “figura” y ·fondo” resalta sin dudas de la
tradición románica y gótica tardía, pero la riqueza creativa de las variaciones elaboradas sobre
este esquema de la cultura americana demuestran –a pesar de una relativa independencia-
una gran capacidad de hacer progresar la investigación en una relación nueva, no implícita en
la premisa.
La relación figura fondo definible como contraste de estructura de diversa densidad y como
tendencia a concentrar los fenómenos plásticos, permite recuperar la función comunicativa del
portal romano y gótico que mediaban del paisaje del espacio de la iglesia al espacio de la
ciudad. Esta función está posteriormente enriquecida por el aporte de anticipaciones que
surgen de la fachada en la confrontación con los retablos.
Se viene a instituir así, una estructura en donde conviven el espacio real y el espacio ilusorio.
En el espacio real -mesurado a través del volumen y el trazado octogonal en perspectiva del
organismo- veme atribuido un valor de fondo; a la fachada, a los portales y a los altares, un
valor de figura; en el cual el proceso comunicativo se intensifica en virtud del soporte perceptivo
sentimental e iconológico.
En esta interpretación emerge el particular valor de la mayor parte de los edificios barrocos
coloniales, que no han pasado inadvertidos como se dice, por el contrario, están dotados de
una inconfundible identidad. En la fase borrominiana y Mitteleuropea, emerge como estructura
típica, pero no exclusiva del barroco la “continuidad espacial”, o sea, la búsqueda de una
configuración orgánica del espacio interior, que tiende a eliminar cada fractura. No se puede
por lo tanto, reducir la arquitectura barroca a este único modelo, con la consiguiente
identificación restrictiva de un barroco autentico contrapuesto a un “seudo barroco”.
Por lo tanto la duda intelectual, la transgresión a las reglas vistas con sentido de culpa, los
mismos procedimientos de sincopa, de contraposición y contradicción consiguen en el barroco
colonial una característica gloriosa y popularista, basada sobre las maravillas y sobre el
principio perceptivo que la intensidad decorativa, tanto lleva gozo cuanto el contexto lleva al ojo
superficies desnudas sabiamente expuestas sobre cuales reposar.
Extrema contribución al desarrollo del barroco, va señalada por el florecimiento de las iglesias
en la zona mineral de Brasil. Cuando, alrededor del 700 el Aleijandinho, construye su iglesia
conectándose a través de ejemplos tedescos a la tradición borrominiana, en la escena
internacional los arquitectos que continuaban a batirse por el barroco, se pueden contar con los
dedos de una mano. Son Baltasar Neumann, Johann Michel Fischer, Bernardo Vittone, hablar
de ellos como de cansados seguidores sería injusto; en realidad, defendiendo una visión
antidogmática de la relación entre presente y pasado, ellos son profetas de una concepción de
la historia que se afirmara solo en nuestro siglo.
Francisco Guerrero y Torres, cuando construye en 1779 la capilla del Pocito en Guadalupe,
demuestra la persistente vitalidad de un lenguaje basado en la comunicación directa de la
participación de los usuarios. A la distancia de dos siglos, alguno de los problemas afrontados y
resueltos en este última obra maestra del barroco parece todavía extraordinariamente cercanas
y actuales y en buena dirección se puede decir que esta, como tantos otros frutos del barroco
colonial, ha entrado a ser parte del “eterno presente”