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Mario Benedetti 19
©Mauricio Schade F.
Tras la buena acogida de nuestro primer volumen-
borrador, decidimos empezar cuanto antes la elaboración del
presente trabajo, para ello extendimos la invitación a varios
escritores para alentarlos a participar de nuestro proyecto y
varios respondieron de buena manera aportando con sus crea-
ciones. Gracias a ellos (y a los que vendrán) “Avenida los es-
critores” empieza a transitarse, a tomar forma y meter ruido
con la expresión literaria.
Coordina y Edita:
El Anthar Finalmente, solo me queda decirles que están todos in-
Vallenar—Chile vitados a adentrarse por nuestra calle.
Redacción:
Paula Olivieri Saludos cordiales.
Buenos Aires—Argentina
El Anthar
Todos los textos y obras
publicadas son propiedad de
sus respectivos dueños.
Avda.losescritores@gmail.com
Me dicen la reina del cinismo
porque estoy en todos,
en las aristas del mundo,
en tantas caras que no recuerdo la mía,
buscando desesperada pertenecer a alguien
para olvidar que la historia me haya convertido
en abnegada
en vez de poderosa,
dejando sólo las tres letras de mi nombre
como rastro de cometa que pasa cada mil años,
con los hijos esparcidos hasta por debajo de las
piedras
multiplicándose sin cesar. entre liquidaciones de temporada
Si lo quieres, y tacos altos dañinos para mis piernas,
soy la mater de las mater en el almuerzo de todos los días,
o la master de las ídem en la sonrisa pávida que le doy al jefe,
cuando cada segmento de ADN en la pildorita mágica de la inconcepción,
vuelve a realizar el milagro divino sabiendo como oración que alcanzo para eso y
cosa que vengo haciendo con cada vuelta que da más.
el mundo Voy a hacerme trizas los pies,
por los siglos de los siglos, amén. caminaré descalza entre paraísos divinos
Más mareada que aturdida. e infiernos contaminados de trabajo y dolor.
Aunque no lo creas No, mejor aún,
también me canso quiero tener las alas que me quitaron,
de andar actuando mentiras la perfección de la que era dueña,
montadas en escenarios diarios mi siniestra pasión por el hombre,
como si fuera la salida infinita. volaré hasta que se me gasten las alas de tanto
¡Diablos! No debí jamás haber salido de los pa- planear,
raísos… de buscar lo que se me perdió
En la cúspide del cáliz me miro irreconocible sólo para asumir
más cínica que siempre que tengo que dejar de estar
escondiéndome tras lápices labiales y esmaltes en cada una de las Evas.
de uñas,
http://mariposaenlallovizna.blogspot.com/
©Paula Olivieri
ME GUSTAS
AZUL
http://amada-poesia.blogspot.com/
©Paula Olivieri
Si he de olvidar...
Olvidaré los malos recuerdos
pero no los buenos.
Olvidaré las peleas, los rencores,
pero no el amor que alguna vez existió
pero no las reconciliaciones.
Si he de olvidar...
Olvidaré la tristeza de cuando me rechazaste
pero no cuando me dijiste “te quiero”.
Olvidaré las últimas lágrimas de sufrimiento
pero no tus sonrisas del alma
pero no nuestros sentimientos.
¿Por qué ríes, mientras que el mundo llora?, acaso, ¿ tan poco te importa la desigualdad
que impera en el mundo, que la pobreza tome carácter hereditario y se parezca cada vez más
a la esclavitud, verte obligado a robar o ser robado, no tener la certeza de regresar a tu casa
cada vez que sales, que en lugares como África, los niños no tienen qué comer por la culpa
de la corrupción de sus mandatarios, la caza indiscriminada de ballenas, el daño a la capa de
ozono, el calentamiento global, la guerra en medio oriente, la muerte de gente inocente cada
segundo del día, el maltrato y abuso infantil, la prostitución de adolescentes, que las drogas
y el alcohol destruyan familias, la crueldad animal, el abandono a los ancianos y la destruc-
ción del medio ambiente?
No es necesario que respondas, sé que no te importa, sé que eres indiferente, sé que sabes
que está mal, que no haces nada por cambiarlo, que sólo piensas en ti.
Bueno, espero te hallas reído con mi espectáculo, que te hallan gustado los chistes y las ac-
tuaciones, que hallas pasado un rato agradable. Vuelve a tu vida.
¿Por qué ríes mientras que el mundo llora? ¿por qué en mi espectáculo soy el único que no
ríe?.
Cada vez que me veas sonreír, ten esto en cuenta, es sólo una mueca, no tengo razones para
ser feliz, pero de tu felicidad depende mi sueldo, sé que te da lo mismo.
Te da lo mismo quien sea, lo que sienta o lo que quiera, haces como si nada pasara, cuando
pasa de todo.
Sé feliz, todas las vidas son miserables, la vida es dura para unos, mientras que para otros es
cruel; la felicidad consta de hacernos olvidar la miseria que nos rodea, pero la felicidad en sí
es detestable, debido a que es tan éfimera como la lluvia en verano.
Tantas cosas que me gustaría decirte antes que se acabe el show, que vuelvas a tu casa pen-
sando en esto, que te des cuenta que lo que sale en el televisor es cierto, que la gente sufre,
que afuera hace frío, y a veces no hay que comer, que lloro por ti, pero sé que te da lo mis-
mo. Fin del Espectáculo, si tan sólo pagaran tan bien como se ríen, darían ganas de levantar-
se cada mañana.
Alberto, corría lo que la cojera le permitía e intentaba subir la escalera de dos en dos,
deseaba llegar cuanto antes. “No se lo va a creer”, se decía agarrando fuertemente la carta
entre sus manos.
Se plantó en el rellano de su casa, exhausto, sin apenas aliento y abrió la puerta con
dificultad.
Manolo, se encontraba sentado en el sofá viendo la televisión, giró la cara y observó
intrigado cómo Alberto se le acercaba cruzando el pasillo, arrastrando su pierna derecha, tan
pesada como un ancla.
—¿Qué demonios te pasa?
—Ya ha llegado la notificación, ya ha llegado… —exclamó Alberto satisfecho.
—¿Estás seguro? ¿la has leído bien?
—¡Pues claro! Toma, léela tú mismo… —le indicó acercándosela.
—¡Tienes razón, por fin la ha palmado el vejestorio!
Los dos se abrazaron y dando brincos gritaban al unísono:
—¡Somos ricos, somos ricos¡
Minutos más tarde se calmaron e intentaron hacer planes:
—Bueno, lo primero es comprar los billetes de avión —comentó Manolo.
—De eso nada, ya sabes que no soporto las alturas —replicó Alberto, señalándose la pierna.
—Creo que exageras, fue una travesura y ya hace más de 15 años que ocurrió, es hora de
que lo olvides. Es más, ahora con la fortuna del abuelo, podrás ir al psiquiatra para que te
ayude a superar el trauma.
—No sigas por ahí, porque no me convencerás… yo iré en tren —sentenció Alberto.
—El avión es más rápido, joder, para qué perder el tiempo en el viaje.
—¡Pues ve tú en avión¡
Cuando compraron los billetes, discutieron de nuevo sobre qué medio de transporte era el
más adecuado, pero ninguno de ellos claudicó.
Tardaron poco en hacer sus maletas, llevarían lo puesto y una muda por si acaso.
Tenían pensado que, en cuanto firmaran en el Notario la aceptación de la herencia, se com-
prarían todo lo necesario y pasarían juntos una semana en el mejor hotel de la ciudad, para
descansar y replantearse la vida, una vida que por cierto, se les ofrecía muy prometedora.
El taxi lo cogieron juntos, Alberto se bajaría en la Estación de tren y Manolo seguiría
hasta el aeropuerto. Se despidieron molestos, no les hacía mucha gracia viajar por separado.
Alberto entró en el compartimento y se acomodó en un asiento libre que encuentra junto a
la ventana, desde pequeño su mayor deseo cuando viajaban en tren, era poder ver a través
de la ventana los distintos lugares por los que iba pasando, pero su hermano mayor nunca se
lo permitió, siempre se adelantaba y lo escogía él, así es que esta vez nadie se lo impediría.
Después de llevar un rato sentado, la pierna le comenzó a doler. Mientras se la masajeaba
para hallar alivio, recordó con gran angustia aquel fatídico día.
Los dos se encontraban jugando al escondite en casa de los abuelos, uno de aquellos
días en que la familia se reunía. De casualidad, escucharon a su padre discutir con el abuelo,
decían algo así como que, no había derecho a que todo se lo dejara a los niños.
En ese momento supimos que éramos los únicos herederos, por lo que rápidamente comen-
zamos a urdir un plan para eliminar al abuelo.
A escasos metros de la fachada de la casa, cada tarde el abuelo se echaba una siesta
recostado en una hamaca, junto a la fuente del jardín, decía que el sonido del agua le relaja-
ba. El edificio, una masía antigua aunque restaurada, tenía el tejado deteriorado y de vez en
cuando caía algún que otro cascote. Por ello, mi hermano mayor me hizo subir allá arriba, lo
hicimos atravesando el hueco de la ventana de la buhardilla.
Inspeccionamos el lugar y observamos que la mayoría de las tejas estaban sueltas, co-
mo el asesinato debía parecer un accidente, pensamos en lanzarle unas cuantas, aunque ra-
zonándolo mejor desechamos esa idea, porque si al tamaño tan pequeño de las tejas añadi-
mos la mala puntería de ambos, la verdad, era bastante difícil que acertáramos.
Después de volver a examinar la zona, mi hermano sugirió que le tiráramos la chimenea,
que con eso seguro que le dábamos.
Nos acercamos poco a poco, la superficie resbalaba, cuando casi llegamos, Manolo
pisó una teja rota y al caer se golpeó el codo. El brazo le sangraba y me dijo que lo tenía
que hacer yo solo. Le obedecí, era mi hermano mayor, quizá debí revelarme, decirle que no,
pero sólo tenía 11 años. Intenté torpemente empujar el trozo de chimenea agrietado, pero
aquello no se movía. Entonces, creí que si lo hacía con todo mi cuerpo la fuerza sería ma-
yor. Abracé hasta donde alcanzaban mis pequeños brazos y comencé a presionar haciendo
palanca con los pies. El trozo se desprendió y cayó por fin, pero con tan mala fortuna, que
no sólo no le dio al abuelo sino que me arrastró hacia el vacio, desplomándome contra un
árbol primero y los geranios después…
En ese preciso instante Manolo
estaba degustando una copa de vino
en el interior del avión, acababan de
despegar y se sentía feliz. Al cabo de
unos minutos, la voz de alarma de la
azafata le hace volver a la realidad, el
avión ha sufrido una avería y deben
ponerse los cinturones urgentemente.
Mira por la ventanilla y el pánico se
apodera de él, cuando ve que del mo-
tor salen llamas.
Cuando los efectivos de Bomberos y protección civil acudieron al lugar, poco pudie-
ron hacer, apenas se podía distinguir de entre el amasijo de hierro, restos del avión o del
tren accidentados.
Escucho un fuerte alarido casi después del disparo. Me
ha despertado y siento frío. La veo arrodillarse frente al cuer-
po, murmura palabras pero no le entiendo… está llorando. No
puedo ver quién es, quiero tocarla… tampoco puedo. Me pre-
gunto si soy un espectador de una obra de teatro a oscuras,
ubicado en un rincón oscuro del escenario. El tiempo es otro,
todo transcurre muy lentamente, las escenas son pausadas. Co-
mienzo a sentir un dolor muy agudo, desesperación, angustia,
creo que mi cuerpo es su cuerpo. No, todo es confuso… quizás
sólo siento dolor. Necesito ver su rostro pero está de espaldas a
mí y no puedo moverme, me desespero y éste miedo ahora es
mío.
¿Quién es el que me obliga presenciar ésta escena? Cruel situación en la que sólo
puedo observar sin ser visto; intento cerrar los ojos pero una fuerza mayor a mi resistencia
no me lo permite, quiero volverme pero los esfuerzos son en vano, parece que estoy conde-
nado a no perderme detalle de lo que ocurre frente a mí. Me doy cuenta que desde que des-
perté estoy mojado. Noto que debajo del cuerpo fluye sangre; siento escalofríos al pensar
que me ha salpicado… otra vez ese dolor, ¿será quizás que mi piel se desgarra? No, es ella
que grita nuevamente. Pero ahora una idea ilumina mis pensamientos… soy parte de un
sueño, de una terrible pesadilla, sólo puede ser eso, y mañana no recordaré nada o tan sólo
me reiré de esto… de creer que estaba despierto ante terrible infamia. ¿Cómo no se me ha
ocurrido antes? Es la única explicación lógica ante ésta situación increíble, pero a pesar de
esto nuevamente me siento extraño porque algo dentro de mí me dice que no es un sueño,
pues ya he despertado ante el sonido del disparo.
Leer libros sin vivir es sin duda un acto en extremo vacío y carente, como es lógico,
de alguna significación. A medida que se vive se percata uno de las diferencias notables que
se establecen en la realidad literaria y en la realidad cotidiana. Quizá buena porción de
aquello a lo que denominamos literatura fantástica surge a raíz de experiencias vivenciales
sumidas en la noche del alma. Allí están los cuentos de Poe, Horacio Quiroga, Cortázar, que
son material ilustrativo de primera mano, donde un hecho real pone en marcha todo el en-
granaje fantástico camuflajeado en la cotidianidad. El realismo mágico, instaurado en la li-
teratura por Gabriel García Marquez, con discípulas más o menos falaces como Laura Es-
quivel e Isabel Allende, no es más que la constatación metafórica de una realidad que esta
en el ambiente cotidiano. Un ejemplo clásico es ese cuento del ángel que viene a buscar al
niño enfermo. Hasta ahí lo real. Luego viene García Marquez y patentiza a ese ángel, que es
una superstición religiosa en boca de nuestros abuelos, y lo convierte en un anciano con alas
al que encierran en un gallinero.
Nuestra vida esta conectada con “algo” que sobrepasa los razonamientos lógicos. A
ese “algo” lo llamamos magia, azar y otros conjunto de nombres que designan lo innombra-
ble. Si muchos autores utilizan la materia prima de esa realidad ( que se escapa a las mira-
das atentas, que ablanda los objetos, que materializa ángeles y demonios, que metaforiza el
amor y los sueños ) para escribir sus novelas, es necesario como lector vivir las vicisitudes
propias de esa realidad fantasmagórica, para comprender muchos personajes como el Quijo-
te, Enma Bovary, los tres mosqueteros, el monstruo creado por Frankenstein.
Este juego de espejos entre lo real y lo fantástico tiene muchas variantes y forma parte
tanto de la literatura como de nuestra vida diaria. Por esa razón Borges se pregunta y se res-
ponde: “¿En Qué reside el encanto de los cuentos fantásticos? Reside, creo, en el hecho de
que no son invenciones arbitrarias, porque si fueran invenciones arbitrarias su número sería
infinito; reside en el hecho de que, siendo fantástico, son símbolos de nosotros, de nuestra
vida, del universo, de lo inevitable y misterioso de nuestra vida y todo esto nos lleva de la
literatura a la filosofía. Pensemos en las hipótesis de la filosofía, harto más extrañas que la
literatura fantástica; en la idea platónica, por ejemplo, de cada uno de nosotros existe por-
que es un hombre arquetípico que esta en los cielos. Pensemos en la doctrina de Berkeley,
según la cual toda nuestra vida es un sueño y lo único que existe son apariencias“.
La literatura, en sus más variados géneros, intenta darle cuerpo a todo ese conjunto de
dudas que desde hace bastante tiempo carcome el universo reflexivo del hombre. Trata, si se
quiere, en darle una significación más honda y trascendentes a todo eso que parece deslizar-
se sobre la superficie de nuestra piel y que nos hiere sutilmente. El hombre más que hecho
de piel, alma y huesos esta confeccionado de memoria, palabras e imaginación y es a través
de ese inagotable invento, conocido como libro, es que ha podido desdoblarse para leerse y
escribirse. Paulo Freire ha escrito: “La lectura del universo antecede a la lectura de la pala-
bra y por eso la anterior lectura de ésta no puede prescindir de la continua lectura de aquel.
Lenguaje y realidad están unidos dinámicamente. La compresión del texto que se obtiene
por la lectura crítica implica la percepción de las relaciones entre el texto y el contexto”. To-
do esto nos lleva a pensar que la escritura no es un acto fortuito, muchos menos es una acti-
vidad para domesticar el ocio de fin de semana. Ningún texto es inocente debido a que im-
plícito tiene una lectura del mundo, una observación escrita de esos momentos cruciales (o
insignificantes) que a cualquiera le toca vivir.
El peregrinaje personal que se realiza, para leer una buena porción de libros, responde
a motivaciones muy particulares de cada cual; no obstante el acto de leer posee un rasgo ca-
racterístico: leer es un acto solitario, sin pautas ni parámetros preestablecidos.
La lectura de libros más que empujarte hacia la vileza te empuja hacia la alegría, dicha
alegría se comparte con otros lectores de la especie. La comunidad lectora constituye una
especie de gremio abierto, democrático, crítico, ilustrado y humanista. Entre las distintas
comunidades lectoras se intercambian títulos, impresiones sobre determinados libros, críti-
cas a escritores concretos. Es un trueque sustancioso que tiene como eje común la lectura
de libros a conciencia y en libertad.
Se vive para comprender lo leído, para sentir en carne propia lo que sintió Don Quijo-
te cuando armado de caballero, se dispuso cristalizar en la realidad el mundo virtual de ca-
balleros, damas en peligro, magia y gigantes de las novelas de caballería. El gesto de Alon-
so Quijano desechaba por completo esa idea idílica de la literatura como ornamento intelec-
tual, para devenir en actividad desgarrada que se traspapela con los sueños y la vida de los
lectores.
La perfección formal y el talento extraordinario refle-
jado en ella, han hecho de la obra narrativa de Oscar Wilde,
una de las más importantes de finales del siglo XIX y princi-
pios del XX. Su vena estaba inspirada en las mas diversas
fuentes, como en el caso de su hermoso cuento “el príncipe
feliz” emparentado con la gran tradición narrativa del cuento
fantástico medieval de hadas, príncipes y princesas.
Oscar Wilde fue un personaje excéntrico y transgresor, un islote en medio de una sociedad
-la victoriana, que se caracterizó por su mentalidad puritana, encabezada por una burguesía fuerte
en los ámbitos político y económico– incapaz de comprenderlo. Sus palabras hablaban de amor,
de belleza y de muerte, elementos que están presentes en cualquier vida pero que pocos se atre-
ven a definir. Este volumen recoge los libros de cuentos "The Happy Prince and Other Tales"
(1888) y "A House of Pomegranates" (1892). En ellos, con una adjetivación muy rica, Wilde des-
cribe salones de gente elegante y exóticos paisajes a la luz de la luna sobrecogidos por el canto de
un ruiseñor, en una amalgama de humor y crítica inteligente —pero no por ello menos ácida—
que es la seña de identidad de una obra que no envejece.
Avda. Los Escritores,
revista literaria, convo-
ca a escritores a partici-
par de su publicación
Mensual.
Publicamos:
• cuentos
• Poemas
• Prosa
• Ensayos
• Fragmentos de nove-
las
• Artículos
No importa la nacionali-
dad sino solamente las
ganas e interés de difun-
dir sus trabajos.
Contacto: avda.losescritores@gmail.com
hisrafel@hotmail.com
Hemos llegado felizmente al final de está segunda edición de
Avda. los escritores, esperando no haberlos aburrido demasiado
(recuerde que esta es una revista digital, no puede abollarse y tirar-
se a la basura)
Paula Olivieri
Contacto: avda.losescritores@gmail.com
©Mauricio Schade F.