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Esa noche, Mina tiene una extraña e inquietante pesadilla donde es atacada por el
Destripador. A la mañana siguiente, un nuevo crimen sale a la luz. El asesino ataca de
nuevo en el mismo barrio, lo cual libra a Hyde de toda sospecha. El lugar del incidente
es idéntico al escenario donde Jack el Destripador atacaba a Mina en sueños. Eso la
hace dudar y en ese momento se queda bloqueada sin poder participar en la
investigación.
En el callejón, un agente asustado por Nemo le dice a Quatermain todos los detalles
relacionados con este nuevo homicidio, y se entera de que hay una nueva carta. Ya en
la Morgue, el doctor Murdock les comenta la posibilidad de que la manera de matar a
las víctimas que están apareciendo, no concuerda del todo con los archivos que se
tienen de Jack el Destripador. Es como si hubiera perdido sus facultades o nunca las
hubiera tenido. Un desafortunado incidente acaba ocurriendo, cuando Griffin propone
que el doctor Jekyll ayude a hacer la autopsia de la segunda víctima. La visión de la
sangre y el hedor, acaban por ponerlo tan nervioso que el bisturí se le cae dentro del
cuerpo muerto.
Una vez fuera de la Morgue, su habitual cochero regresa para reunirlos con Mister
Moore, entregando a Mina un extracto de la carta que se le cayó al Destripador en el
escenario del segundo asesinato. En ella avisa de que tan sólo tienen un día para
atraparle antes de que desaparezca para siempre...
A un resonaban en sus cabezas las últimas palabras de Mina al leer la carta del
Destripador...”éste gracioso jueguecito acabará mañana con un nuevo asesinato”.
Mañana, eso aceleraba tanto las cosas como los caballos del carruaje en el que viajaban,
fustigados con fuerza por el taciturno cochero. Y el hecho de que las pistas que habían
podido recopilar hasta entonces, acabaran por convertirse siempre en callejones sin
salida, hacía que el límite de veinticuatro horas fuera un margen bastante escaso para
atrapar a uno de los asesinos más escurridizos y sanguinolentos con que habían topado
hasta la fecha.
Una vez más, habría que saltarse todas las normas impuestas para acabar atrapando al
culpable. Y eso quería decir, que el último sitio al que debían ir era precisamente donde
se dirigían, a ver a Mister Moore. Menos todavía después del desafortunado incidente
en la comisaría, que acabó con una pared destruida, varios agentes magullados y un
sospechoso traumatizado para el resto de su vida.
- Hay que revisar todas las pruebas o pistas que tengamos hasta ahora – dijo Mina
intentando coger nuevamente la guía del grupo, sobre todo en un momento
desesperado como en el que se encontraban.
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- El problema Miss Murray, es que hasta ahora no tenemos nada concreto, todo lo
que hemos encontrado han sido pistas falsas que nos han llevado a callejones sin
salida – contestó Quatermain, al que sin duda alguna le estaba pudiendo el
pesimismo.
- ¿Dónde vamos? – de repente Edward Jekyll parecía haber salido del estado de
shock en el que se encontraba desde el desagradable suceso de la Morgue.
- Buena pregunta – apuntaba Nemo.
- Vamos a volver a los lugares donde mataron a las dos víctimas – afirmó Mina
Murray, retomando de nuevo su invisible pero perceptible liderazgo.
- Para eso tendríamos que volver a separarnos, porque el tiempo corre en nuestra
contra, y la última vez que nos separamos las cosas no salieron muy bien – esta
vez, Quatermain hablaba mirando de soslayo a Jekyll, pensando nuevamente en
la posibilidad de que los nervios del buen doctor pudieran jugarle una mala
pasada, y dejar libre a la bestia que late en su interior.
- Como bien dice – le atajó Mina – no hay tiempo para ir de un escenario a otro, a
pesar de la cercanía de ambas zonas. Tenemos que resolver este caso antes de
que anochezca o morirá otra persona.
- Otra puta – Griffin abría la boca por primera vez desde que montaron en el
carruaje, y como era de esperar, de ella no salía nada agradable.
- En fin – respondía Nemo, clavando sus oscuros y pequeños ojos en el invisible
compañero de armas – creo que Miss Murray tiene razón, la única manera de
parar esto, es revisar lo que tenemos, recuperar lo que nos hayamos podido dejar
en el camino, y todo eso antes de que llegue la noche.
- Si es lo que la mayoría opina, no voy a ser yo el que lleve la contraria –
Quatermain se resignaba, aunque en su fuero interno estaba empezando a
cansarse de que su opinión, se viera menoscabada por la de Mina en continuas
ocasiones.
- Bien – retomó de nuevo Mina – si alguien me hace el favor de decirle al cochero
nuestro nuevo itinerario...
- Yo mismo se lo diré.
- Gracias Capitán.
Nemo sacó la cabeza por la ventanilla y la tuvo que meter de nuevo, porque a la
velocidad que iba el carruaje, estuvo a punto de perder su gorro. Esta vez se quiso
asegurar y para ello dio un par de puñetazos en la parte que daba justo a la espalda del
cochero. Éste, nada más sentir la señal, empezó a aminorar un poco el trote
desenfrenado de los caballos, y eso hizo que el Capitán Nemo volviera a intentar hablar
con él.
- CAMBIO DE PLANES – le dijo nada más atisbar que estaba escuchando, por
un breve y rápido giro de cabeza.
- ¿CÓMO? – el cochero no sabía si estaba escuchando bien las instrucciones que
Nemo quería darle.
- NO VAMOS A VER A MISTER MOORE, LLEVANOS AL EAST END – si
no gritaban jamás se llegarían a entender, a pesar de que el carruaje iba algo más
despacio ahora.
- TENGO ORDENES DIRECTAS DE MISTER MOORE, HE DE LLEVARLES
HASTA ÉL – el cochero no parecía estar muy dispuesto a desobedecer una
orden directa del máximo responsable de Inteligencia Británica.
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- NO HAY TIEMPO PARA REUNIONES, EL DESTRIPADOR SE VA A
ESCAPAR SINO NOS LLEVAS DONDE YA HA MATADO.
Durante unos segundos, Nemo permaneció con casi medio cuerpo fuera del coche,
esperando alguna respuesta por parte del cochero. Cuando suponía que se iba a seguir
negando, y se preparaba para subir hasta donde se encontraba, el hombre le dio una
respuesta bastante cabal.
Nemo volvió a meterse dentro del interior del carruaje, informando al resto de que ya
iban camino del East End. Era el momento de trazar algún tipo de plan, o al menos de
establecer como se iban a dividir para investigar los dos escenarios.
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cara – Se que no debe ser plato de gusto el volver a pasar por el trance de
intentar entrar en el callejón de sus pesadillas.
Un tenso silencio se apoderó del interior del carro de caballos. Ya nadie estaba al
margen del duelo verbal que por ahora estaba ganando Quatermain, sin duda alguna
espoleado por el hecho de haber soportado durante algún tiempo, que la organización
del trabajo siempre corriera a cargo de Mina. Pero todos sabían, que la pequeña mujer
no se iba a arredrar ante la mayor experiencia del cazador de pelo cano.
Durante el resto del trayecto, nadie más abrió la boca para nada que no fuera bostezar,
como en el caso de Griffin. Después de una media hora de viaje, el cochero detuvo los
caballos progresivamente, puesto que ya estaban llegando al escenario del primer
asesinato. Una vez parados, Edward Jekyll y el Capitán Nemo se despidieron de sus
compañeros sin desearse suerte alguna. Primero bajo Jekyll, animado eso sí porque
Mina le cogió de la mano para darle fuerza e imprimirle algo de confianza. Cuando
Nemo se disponía a hacer lo mismo, Mina le detuvo un instante tocando su hombro
derecho.
- Cuide de él, no deje que se vea envuelto en ninguna situación que le haga perder
los nervios.
- Así lo haré, por mi propio bien sobre todo – respondió Nemo, teniendo claro que
sin Mina cerca, las posibilidades de calmar a Mister Hyde eran escasas.
Por fortuna, el trecho entre ambos escenarios no era muy largo, y menos en un carruaje.
El cochero golpeó la parte del coche que daba a la espalda de sus pasajeros, como lo
hizo en su momento Nemo para llamar su atención y que redujera la velocidad. Con el
coche detenido, Quatermain abrió la puerta e invitó a Mina a que fuera la primera en
salir. Ésta ya no sabía como tomarse ese tipo de gestos, así que prefirió seguir a la
defensiva hasta que supiera como manejar la situación.
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- Ya que ninguno se decide, bajaré yo primero – y así lo hizo Griffin, que pasando
por medio de ambos se apeó del carruaje.
Ante semejante situación, Mina descendió del coche con celeridad y sin ayuda de nadie.
Quatermain fue el último en abandonar el carruaje, para darse cuenta que no estaban en
el escenario del segundo crimen, sino un par de manzanas más lejos.
- ¿Por qué nos has dejado aquí en vez de en el lugar del crimen? – le preguntó con
un tono de reproche al cochero, que ya estaba dispuesto a partir como le avisó a
Nemo.
- Porque van ustedes montados en un carruaje con el distintivo de la Inteligencia
Británica, y si los llevo hasta allí, ningún lugareño va a querer hablar con
ustedes.
- Bravo – intervino Mina – Bien pensado, ¿no cree Quatermain?
De aquí en adelante parecía que el tira y afloja entre Mina y Quatermain iba a ser una
constante. Y estaba claro, que el primero que cediera, perdería la ocasión de seguir
liderando al equipo, o de empezar a hacerlo. Aún así, Quatermain no quiso entrar en
polémicas en ese momento y recurrió a la diplomacia.
El cochero asintió con la cabeza y fustigó los caballos con menos dureza que las
anteriores ocasiones. El carruaje se puso en marcha, y al cabo de un instante, ya había
desaparecido a la vista de la mujer y los dos hombres que se habían bajado de él. Ante
eso, las tres llamativas figuras echaron a andar por aquellos barrios llenos de pobreza y
suciedad. Después de unos minutos paseando por calles angostas y llenas de mugre y
miradas aviesas, llegaron hasta el escenario del segundo crimen, el cometido la noche
anterior.
Llegando cerca del callejón, Griffin se detuvo un instante y ese hecho, hizo que sus dos
compañeros no dieran más de dos pasos antes de hacer lo propio, y girarse para ver que
le ocurría al Hombre Invisible.
- ¿Qué sucede Griffin?, ¿ha visto algo? – preguntó Mina esperando que nada más
llegar ya pudieran seguir algún rastro que los condujera hasta el Destripador.
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- No, no sucede nada, creo que con su permiso voy a entrar a esta taberna para
volver a saludar a su dueño. Con suerte me vuelve a regalar otra botella.
- ¡Maldita sea su escuálida estampa Griffin! – Quatermain estaba dispuesto a
pagar con Griffin su frustración tras el tira y afloja mantenida con Mina - ¿es
que no puede tomarse nada en serio?, ¿de verdad no le importa nada que esta
noche vayan a matar a otra persona?
- Otra...
- Como de su boca salga la palabra puta, le aseguro que convenceré a Hyde la
próxima vez, de que lo ponga de rodillas y le brinde todo el amor que le dio a la
primera víctima antes de que la mataran – Mina no parecía estar dispuesta a
tolerar más faltas de respeto de Griffin, y éste veía como sus dos compañeros le
usaban de diana para descargar su enfado y seguir manteniendo vivo el pulso.
- Bien compañeros, como veo que no están de humor para mis bromas, lo mejor
es que me quite de en medio y pregunte a los parroquianos de la taberna, si han
visto algo raro estas últimas noches.
- ¡Pero eso no es lo que se supone que hizo ayer cuando desapareció! –
Quatermain estaba con la paciencia agotada.
- Oh sí, ayer lo hice, pero la memoria de un borracho es como la clientela de un
burdel...va y viene de forma constante je je je.
Y antes de que Quatermain o Mina pudieran contestar, Griffin se encaminó sin prisa
pero sin pausa, hasta la puerta de la taberna que ya visitó el día anterior. Allí abrió la
puerta y se metió dentro. Quatermain hizo un amago de ir a buscarle, pero Mina le
llamo la atención antes.
Unos cuantos metros más adelante, los dos policías habían estado viendo todo lo que
sucedía, sin entender muy bien lo que estaba pasando, pero con un punto de sospecha
sobre el trío, que ahora se había convertido en un hombre y una mujer plantados justo
enfrente suya.
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Los dos policías se hicieron a un lado, dejando pasar a Mina y a Quatermain, que
empezaron a caminar hacía el fondo del callejón. A pesar de que aún no había
anochecido, la luz apenas si iluminaba unos metros por delante de donde iban
caminando. El final del callejón no se vislumbraba y Mina empezó a dudar. La pesadilla
asomaba por los rincones de su cabeza y eso acabó por detener sus pasos. Quatermain,
al percatarse de tal circunstancia, se detuvo unos pocos metros más adelante y giro
sobre sí mismo para ver lo que sucedía.
- ¿Se encuentra bien Miss Murray?, no tiene nada que demostrar, si no se ve con
fuerzas es mejor que salga del callejón y me espere en la entrada junto con los
policías.
Esa frase con tono condescendiente, pareció sacar a Mina del trance en que se había
visto envuelta durante unos segundos. Su enfado por parecer débil ante el hombre que
pretendía discutirle su capacidad de liderazgo, pudo más que el miedo a enfrentarse a
sus propias pesadillas.
- Sí – dijo apretando los puños – no se preocupe por mí, creo que voy a ser la
primera que llegue hasta el final del callejón.
Dicho lo cual, empezó a caminar con celeridad, sin detenerse para comprobar que
Quatermain iba tras ella. Éste se quedo un tanto sorprendido de la reacción tan brusca, y
en el fondo no podía dejar de admirar el coraje de aquella pequeña mujer.
Una vez llegados al fondo del callejón, la escena del crimen estaba intacta. O al menos
tanto como era posible después de como la dejaron los policías y los sanitarios al
llevarse a la segunda víctima a la Morgue. Las moscas revoloteaban de los cubos de
basura rebosantes de quién sabe qué cosas, hasta el suelo humedecido del callejón,
donde la suciedad y la sangre seca de la prostituta se había mezclado como si fuera el
tapiz diseñado por una mente enferma. Era hora de buscar a fondo.
Media hora más tarde, la desesperación invadía a Mina y Quatermain, que estaban
viendo como empezaba a oscurecer y no eran capaces de encontrar una sola pista, por
trivial que fuera. Sólo basura y más basura. Era como si el asesino hubiera buscado los
rincones más inmundos y oscuros de la ciudad de forma premeditada, donde un
descuido por su parte sería mucho más difícil de descubrir por los investigadores.
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- ¿Quiere decir eso, que si hubiéramos seguido sus indicaciones desde el principio,
ahora estaríamos atrapando al Destripador? – Mina ya no escondía bajo la ironía
los ataques verbales contra Quatermain.
- ¡No lo se, pero seguro que no estaríamos rebuscando entre los excrementos de la
escoria de Londres!
Y tras esto, volvió a darse la vuelta y salió corriendo como alma que lleva el diablo.
Mina se quedó sola dentro del callejón, pero no sentía pánico. Las rozaduras en las
rodillas debido a la caída, y el enfado con su compañero con el que acababa de discutir,
no dejaban espacio en su cabeza para el miedo que el día anterior la había dominado. Es
por eso que se centró en sacar su zapato de la alcantarilla. El tacón se había enganchado
entre el hueco que dejaban dos estrechos barrotes y no le costó mucho sacarlo. Pero de
repente, al sacar el tacón se dio cuenta que algo colgaba de uno de los barrotes. Gracias
a que tenía las manos pequeñas, pudo coger lo que estaba viendo, y una vez de pie,
intento ponerlo en la parte del callejón donde llegaba algo de luz todavía.
Pero Quatermain estaba siguiendo a los dos policías que custodiaban la entrada al
callejón. Ellos seguían a su vez a un par de chicos del barrio que no paraban de decir
que una señora estaba gritando que el Destripador la quería matar. Los años no
perdonan, y el viejo cazador empezó a perder el resuello persiguiendo a los dos jóvenes
policías. Aún así, procuró no perderlos de vista, porque sabía que este nuevo intento del
Destripador no quedaría muy lejos de los anteriores. Por fin, al doblar una esquina,
encontró a los dos chicos, los dos policías y a una joven prostituta en la entrada de otro
callejón. Por fortuna, la chica parecía estar bien, pero de su atacante no había ni rastro.
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- Esta joven – intervino el mayor de los dos policías – dice que un hombre con
una extraña máscara le ha dado dinero para que gritara que el Destripador la
quería matar.
- ¿Cómo? – la primera reacción de Quatermain fue casi de indignación por
haberse metido una carrera de esa naturaleza para nada.
- Sí, dice que hace unos veinte minutos, un hombre vestido de negro, con un
sombrero de copa y una máscara como la de los muñecos que se queman la
noche de los fuegos artificiales.
- ¿Máscara?, ¿fuegos artificiales? – quizás por la fatiga de la carrera, Quatermain
no le encontraba lógica alguna a las palabras del policía.
- Creo que se refiere a la celebración que se hace el 5 de noviembre – dijo una voz
muy familiar a sus espaldas.
- ¿Qué tal Allan? – saludaba Nemo mirando de reojo a los dos policías.
- Bien bien – las gotas de sudor corrían desde su frente hasta sus pómulos, y él
intentaba recomponerse como podía mientras seguía hablando – ¿A qué se
refiere con la noche del 5 de noviembre Jekyll?
- Es la noche que se conmemora el fracaso del atentado contra el Parlamento de
1605 – respondió el doctor con bastante seguridad en lo que decía.
- ¿La noche de Guy Fawkes? – Quatermain acababa de caer en la cuenta de a qué
máscara se refería la prostituta.
- Exacto – dijo Jekyll – el tipo que la pagó, llevaba una máscara para que así no
pudiera dar su descripción a la policía.
- ¿Pero entonces estamos persiguiendo a Jack el Destripador? – interrumpió
Nemo, que desconocía por completo el folklore británico.
- Ya no estoy tan seguro de ello, o puede que sí, el caso es que esta mujer es la
única que lo ha visto y sigue con vida. Llévenla a su comisaría y que haga una
descripción lo más detallada posible del tipo que la contrató – dijo Quatermain
dirigiéndose de nuevo al policía que había actuado de interlocutor con él.
- Sí señor – la pareja de policías cogieron a la prostituta, que se intentaba resistir
alegando que no había hecho nada malo, y empezaron a caminar en dirección a
la comisaría.
- ¿Cómo les fue en el escenario del primer callejón? – se volvía a dirigir a sus dos
compañeros Quatermain.
- Pues la verdad es que no hemos sacado nada en claro. Allí nadie vió nada, ni
escuchó nada, y cuando habíamos tirado la toalla, empezamos a escuchar el jaleo
que se estaba montando cerca de aquí y vinimos lo más rápido posible –
respondió el Capitán.
- ¿Dónde está Miss Murray? – preguntó con un tono de preocupación, más que de
curiosidad el doctor Jekyll.
Mina seguía intentando discernir la figura que estaba muy cerca de ella. De repente,
empezó a ver la figura con qué había soñado la noche anterior. Un hombre con un
elegante traje negro a juego con una capa del mismo color, y en la cabeza un sombrero
de copa que cubría la parte superior de su rostro. Pero esta vez no estaba soñando y
podía distinguir su rostro. Lo que pasa es que llevaba una máscara que lo ocultaba. La
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máscara con el rostro de Guy Fawkes. Casi absorta ante la impresión de ver como su
pesadilla se estaba haciendo realidad, Mina no advirtió del cuchillo que amenazaba con
segar su vida. El reflejo de este en el oscuro callejón provocó una reacción que a buen
seguro el asesino no esperaba. Sin saber de donde, la pequeña Mina Murray sacó
fuerzas para no dejarse acorralar por Jack el Destripador y le lanzó el zapato que había
sacado de la alcantarilla, con tan buena puntería que le dio en la cara, descolocando la
máscara unos instantes. El asesino retiró el rostro de la vista de Mina y para ello tuvo
que girarse, momento que ella aprovechó para correr después de arrojar el otro zapato
con su pie izquierdo en dirección al Destripador. Así, corriendo descalza, consiguió
eludir el tajo a la desesperada que el asesino de Whitechapel le lanzó al pasar a su lado.
Eso ayudó también a que cogiera una ligera ventaja, mientras su perseguidor se lanzaba
tras ella. Sabía que una de sus bazas era gritar para alertar a todo el que estuviera cerca,
pero estaba tan concentrada en salir del callejón que no lo hizo. Al final, consiguió
llegar hasta la entrada y giró hacía la derecha con tan buena fortuna, que a lo lejos pudo
vislumbrar a sus compañeros andando hacía donde estaba ella. En ese momento, el
Destripador salía en busca de su víctima, pero al darse cuenta que se tendría que
enfrentar con más de una persona, se detuvo bruscamente y cambió de dirección.
Era demasiado para el doctor Jekyll, apretando los dientes y los puños, por vez primera
en su vida no intentó controlar su transformación en Mister Hyde, y mientras echaba a
andar en busca del asesino, su cuerpo estaba mutando y creciendo. La escena no hizo
sino añadir más tensión a la situación.
- ¡NO! – gritaba Quatermain viendo como la bestia volvía a tomar el control del
hombre.
- Deténgale Quatermain....no deje...no lo deje – y entonces Mina acabó por perder
el conocimiento.
Allí se quedaron ambos, pero esta vez Quatermain no estaba dispuesto a dejarla sola
como en el callejón. Pidiendo a los curiosos que llamaran a la policía y a un médico, no
dejó de sostenerla ni un segundo.
Al poco, la policía y unos enfermeros llegaron al lugar del incidente, y cuando estaban
reconociendo a Mina, hizo su aparición Griffin, recién salido de la taberna, con una
botella de coñac en la derecha, y una copa en su mano izquierda. Olía como una
destilería y no parecía haberse enterado de nada de lo que había pasado.
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- ¡GRIFFIN, LE VOY A DESCUARTIZAR! – Quatermain había tenido
suficiente como para aguantar las chanzas de Griffin, y se lanzó hacía él para
darle una paliza.
La policía tuvo que sujetar a Quatermain para que no cumpliera con su amenaza, y una
vez que se hubo tranquilizado, vió como llegaban Nemo y Hyde con cara de pocos
amigos. Griffin, que estaba viendo a Hyde más malhumorado que de costumbre, no dijo
nada por si acaso.
Epílogo
Dos noches más tarde, en una cantina cerca del Museo de Historia Británica, Griffin
bebe de una botella en una apartada mesa. De repente, una persona llega hasta su mesa,
y sin mediar palabra, arroja algo envuelto en un trapo a la mesa. El estruendo que
ocasiona el golpe, hace que los parroquianos dejen de beber y cantar por un instante, y
miren a los dos extraños personajes que están al final de la taberna. Tras unos segundos
la música vuelve a sonar, y la cerveza a correr de la barra a los gaznates de los asiduos
clientes.
Griffin parecía hacer oídos sordos a todo aquello que no le interesaba, y terminó de
desenvolver el trapo. Allí, delante suya había un bisturí ensangrentado. Griffin sonrió de
soslayo, reconociendo el instrumento.
- Esto estaba en el interior del segundo cadáver ¿me equivoco? – dijo Griffin.
- Así es, y tiene tus huellas. Es el único descuido que cometiste durante estos días,
pero con esto, serías colgado pasado mañana.
- Cierto doc, menos mal que te tenía a ti para salvarme el cuello ¿eh? – Griffin
estaba tan seguro de tener todo bajo control, que seguía bebiendo tranquilamente
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– Fue brillante el cambiazo en el cadáver. Creía que iba a convertirse en Hyde y
que nos pudriríamos los dos en el infierno, pero no me defraudó.
- Estuve tentado de dejar éste dentro y hacerte creer que lo había cambiado por el
que me dio el doctor Murdock – Jekyll estaba desolado pero resignado.
- Pero no lo hizo por un buen motivo ¿verdad doc?
- Un motivo más grande que tú y yo. Más grande que las pobres chicas que
mataste cerdo – los ramalazos de furia de Jekyll suponían un peligro para todo
aquel que estuviera dentro de la taberna, pero nadie era consciente del peligro
que estaba corriendo, ni siquiera Griffin que parecía henchido de satisfacción –
La Corona británica no podía verse empañada por errores del pasado.
- ¿Errores?...¡ah!, debe referirse a esa fulana que mató hace diez años, cuando
trabajaba para el Cuerpo de Médicos de la Casa Real, para dar una coartada al
verdadero Destripador, ¿no?, ¿quiere que diga su nombre en alto? – Griffin
estaba caminando sobre brasas y no parecía importarle. Es más, parecía estar
disfrutando poniendo a prueba a Jekyll.
- ¡No se le ocurra mencionarlo!, hace años hicimos un trato, no contarías nada de
lo que viste por casualidad, y yo haría lo que quisieras en el momento que me lo
pidieras – Jekyll parecía estar a punto de estallar.
- Y lo hizo bien doc je je je – Griffin alivió un poco la tensión para que el doctor
Jekyll no se siguiera alterando – me instruyó lo suficiente como para hacer
autopsias un poco chapuceras, y encima me ayudó con lo del bisturí que se me
había caído dentro de la segunda ramera.
- La prueba de que tú eras el verdadero asesino – la desolación y la vergüenza por
verse envuelto en este sucio asunto, volvieron a asomar en la cara de Jekyll.
- Pero no la única como decía antes amigo mío – Griffin empezó a rebuscar en el
bolsillo derecho de su chaqueta y al instante, sacó el trozo de venda que Mina
había encontrado en la alcantarilla del segundo callejón, y que seguramente
dejaría caer al intentar escapar del ataque de Griffin – Esto es lo que iba
buscando en el callejón y no a su querida Miss Murray. Lo que pasa es que ella
lo encontró antes, y tuve que improvisar sobre la marcha.
Al escuchar esto, Edward Jekyll puso las dos manos en la mesa y se inclinó para estar
muy cerca de la cara de Griffin. Su cara estaba empezando a cambiar y sus manos a
crecer.
- La próxima vez que intente herir a Mina, dejaré que Hyde juegue con usted toda
la noche antes de descuartizarlo – la voz cambiaba por momentos, y un sonido
gutural, algo sobrehumano, acabó por dar paso nuevamente a la voz del doctor –
Intentaremos olvidar todo esto, hacer como si no hubiera pasado, vivir con
nuestros pecados hasta que nos coman los gusanos y vayamos al infierno, pero
no quiero volver a hablar de este tema con usted jamás.
- Délo por hecho doc, pero no se me ponga melodramático – en el fondo Griffin
había sentido por un momento, que el doctor se iba a convertir en Hyde y lo iba
a degollar, pero trataba de no demostrar ese temor con más burlas.
- ¿Por qué? – preguntó Jekyll quitando las manos de la mesa y poniéndose
erguido nuevamente.
- No le entiendo doc.
- ¿Por qué mató a esas mujeres?, ¿por qué la farsa del Destripador?, ¿por qué esto
de todo lo que me podía haber pedido?
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Griffin dejó la copa que no había soltado durante toda la conversación encima de la
mesa, e hizo una breve pausa antes de responder a las preguntas, como si fuera a decir
algo trascendental.
Esa respuesta acabó por desarmar la cordura de Edward Jekyll, que dio media vuelta
con la mano en el rostro. Ya no había rabia. No había ira ni furia. Lo único con lo que el
buen doctor salió de la taberna, fue con un sentimiento de culpa tan grande que incluso
se planteó la posibilidad de suicidarse. Pero sabía que Mister Hyde no iba a dejar que
eso ocurriera, y al ayudar a Griffin en su macabro juego, Hyde era mucho más fuerte de
lo que había sido antes. Mucho más de lo que él sería jamás. Ahora, Edward Jekyll era
el alter ego de Mister Hyde y no al revés.
FIN
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