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EL RETORNO DEL DESTRIPADOR (3ª PARTE)

En el último número de La Liga de los Caballeros Extraordinarios...

Las pesquisas de la investigación sobre el crimen de una prostituta en el peligroso


barrio del East End, acaba llevando a nuestros protagonistas a desconfiar de Mister
Hyde. Éste se defiende de las acusaciones de un testigo, diciendo que estuvo con la
víctima en calidad de cliente, pero que no la mató. Finalmente y con el apoyo de Mina
Murray, parece que las cosas se calman e intentan conciliar el sueño.

Esa noche, Mina tiene una extraña e inquietante pesadilla donde es atacada por el
Destripador. A la mañana siguiente, un nuevo crimen sale a la luz. El asesino ataca de
nuevo en el mismo barrio, lo cual libra a Hyde de toda sospecha. El lugar del incidente
es idéntico al escenario donde Jack el Destripador atacaba a Mina en sueños. Eso la
hace dudar y en ese momento se queda bloqueada sin poder participar en la
investigación.

En el callejón, un agente asustado por Nemo le dice a Quatermain todos los detalles
relacionados con este nuevo homicidio, y se entera de que hay una nueva carta. Ya en
la Morgue, el doctor Murdock les comenta la posibilidad de que la manera de matar a
las víctimas que están apareciendo, no concuerda del todo con los archivos que se
tienen de Jack el Destripador. Es como si hubiera perdido sus facultades o nunca las
hubiera tenido. Un desafortunado incidente acaba ocurriendo, cuando Griffin propone
que el doctor Jekyll ayude a hacer la autopsia de la segunda víctima. La visión de la
sangre y el hedor, acaban por ponerlo tan nervioso que el bisturí se le cae dentro del
cuerpo muerto.

Una vez fuera de la Morgue, su habitual cochero regresa para reunirlos con Mister
Moore, entregando a Mina un extracto de la carta que se le cayó al Destripador en el
escenario del segundo asesinato. En ella avisa de que tan sólo tienen un día para
atraparle antes de que desaparezca para siempre...

A un resonaban en sus cabezas las últimas palabras de Mina al leer la carta del
Destripador...”éste gracioso jueguecito acabará mañana con un nuevo asesinato”.
Mañana, eso aceleraba tanto las cosas como los caballos del carruaje en el que viajaban,
fustigados con fuerza por el taciturno cochero. Y el hecho de que las pistas que habían
podido recopilar hasta entonces, acabaran por convertirse siempre en callejones sin
salida, hacía que el límite de veinticuatro horas fuera un margen bastante escaso para
atrapar a uno de los asesinos más escurridizos y sanguinolentos con que habían topado
hasta la fecha.

Una vez más, habría que saltarse todas las normas impuestas para acabar atrapando al
culpable. Y eso quería decir, que el último sitio al que debían ir era precisamente donde
se dirigían, a ver a Mister Moore. Menos todavía después del desafortunado incidente
en la comisaría, que acabó con una pared destruida, varios agentes magullados y un
sospechoso traumatizado para el resto de su vida.

- Hay que revisar todas las pruebas o pistas que tengamos hasta ahora – dijo Mina
intentando coger nuevamente la guía del grupo, sobre todo en un momento
desesperado como en el que se encontraban.

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- El problema Miss Murray, es que hasta ahora no tenemos nada concreto, todo lo
que hemos encontrado han sido pistas falsas que nos han llevado a callejones sin
salida – contestó Quatermain, al que sin duda alguna le estaba pudiendo el
pesimismo.
- ¿Dónde vamos? – de repente Edward Jekyll parecía haber salido del estado de
shock en el que se encontraba desde el desagradable suceso de la Morgue.
- Buena pregunta – apuntaba Nemo.
- Vamos a volver a los lugares donde mataron a las dos víctimas – afirmó Mina
Murray, retomando de nuevo su invisible pero perceptible liderazgo.
- Para eso tendríamos que volver a separarnos, porque el tiempo corre en nuestra
contra, y la última vez que nos separamos las cosas no salieron muy bien – esta
vez, Quatermain hablaba mirando de soslayo a Jekyll, pensando nuevamente en
la posibilidad de que los nervios del buen doctor pudieran jugarle una mala
pasada, y dejar libre a la bestia que late en su interior.
- Como bien dice – le atajó Mina – no hay tiempo para ir de un escenario a otro, a
pesar de la cercanía de ambas zonas. Tenemos que resolver este caso antes de
que anochezca o morirá otra persona.
- Otra puta – Griffin abría la boca por primera vez desde que montaron en el
carruaje, y como era de esperar, de ella no salía nada agradable.
- En fin – respondía Nemo, clavando sus oscuros y pequeños ojos en el invisible
compañero de armas – creo que Miss Murray tiene razón, la única manera de
parar esto, es revisar lo que tenemos, recuperar lo que nos hayamos podido dejar
en el camino, y todo eso antes de que llegue la noche.
- Si es lo que la mayoría opina, no voy a ser yo el que lleve la contraria –
Quatermain se resignaba, aunque en su fuero interno estaba empezando a
cansarse de que su opinión, se viera menoscabada por la de Mina en continuas
ocasiones.
- Bien – retomó de nuevo Mina – si alguien me hace el favor de decirle al cochero
nuestro nuevo itinerario...
- Yo mismo se lo diré.
- Gracias Capitán.

Nemo sacó la cabeza por la ventanilla y la tuvo que meter de nuevo, porque a la
velocidad que iba el carruaje, estuvo a punto de perder su gorro. Esta vez se quiso
asegurar y para ello dio un par de puñetazos en la parte que daba justo a la espalda del
cochero. Éste, nada más sentir la señal, empezó a aminorar un poco el trote
desenfrenado de los caballos, y eso hizo que el Capitán Nemo volviera a intentar hablar
con él.

- CAMBIO DE PLANES – le dijo nada más atisbar que estaba escuchando, por
un breve y rápido giro de cabeza.
- ¿CÓMO? – el cochero no sabía si estaba escuchando bien las instrucciones que
Nemo quería darle.
- NO VAMOS A VER A MISTER MOORE, LLEVANOS AL EAST END – si
no gritaban jamás se llegarían a entender, a pesar de que el carruaje iba algo más
despacio ahora.
- TENGO ORDENES DIRECTAS DE MISTER MOORE, HE DE LLEVARLES
HASTA ÉL – el cochero no parecía estar muy dispuesto a desobedecer una
orden directa del máximo responsable de Inteligencia Británica.

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- NO HAY TIEMPO PARA REUNIONES, EL DESTRIPADOR SE VA A
ESCAPAR SINO NOS LLEVAS DONDE YA HA MATADO.

Durante unos segundos, Nemo permaneció con casi medio cuerpo fuera del coche,
esperando alguna respuesta por parte del cochero. Cuando suponía que se iba a seguir
negando, y se preparaba para subir hasta donde se encontraba, el hombre le dio una
respuesta bastante cabal.

- AGÁRRESE, LES VOY A LLEVAR AL EAST END, PERO MIENTRAS SE


QUEDAN ALLÍ DEBO INFORMAR A MISTER MOORE.
- ME PARECE JUSTO AMIGO.

Nemo volvió a meterse dentro del interior del carruaje, informando al resto de que ya
iban camino del East End. Era el momento de trazar algún tipo de plan, o al menos de
establecer como se iban a dividir para investigar los dos escenarios.

- Lo mejor, es que el doctor no vaya hasta el lugar del segundo asesinato –


empezó opinando Quatermain – No lo tome como algo personal Edward, es
simplemente que aquello estará custodiado por la policía, y después del
incidente de ayer en la comisaría, es mejor que se aleje de las autoridades
durante una buena temporada.
- Estoy de acuerdo con usted Quatermain – dijo Nemo.
- A mí me da igual la verdad – Griffin parecía estar ausente de esta conversación,
como en otras tantas conversaciones.
- Antes de que Miss Murray de su opinión – dijo Jekyll haciendo un gesto con la
mano a Mina que ya estaba abriendo la boca para hablar – quiero decir que tiene
usted razón Quatermain, es mejor que me quede en el callejón donde mataron a
la primera prostituta.
- Bien – Mina puso cara de contrariedad, puesto que si el propio Jekyll admitía
que lo más juicioso era quedarse en el lugar del primer asesinato, no tenía
sentido llevar la contraria al resto del grupo – entonces el doctor se queda en el
primer callejón, ¿quién se queda con él?
- Yo lo haré – Nemo levantó la mano – Mi relación con las autoridades británicas
no es lo que se dice idílica tampoco, así que prefiero no tener que ver a esos
pasmarotes.
- Creo que yo iré al segundo escenario – rápidamente Quatermain se adelantó a
que Mina cogiera las riendas de la conversación y organizara el otro grupo.
- Bueno – Mina parecía un poco sorprendida por la actitud de Quatermain, pero
no podía dejar que eso le afectara en ese momento – Griffin ya ha trabajado con
usted, así que no creo que sea descabellado el proponer que lo haga de nuevo
ahora.
- Qué le vamos a hacer – bromeaba de nuevo el Hombre Invisible – Mientras no
tenga que volver a desnudarme je je je.
- Todo sea por la causa Griffin – Quatermain seguía las bromas de Griffin y eso
ya era algo que empezaba a escamar incluso a Nemo, que estaba asistiendo a un
pulso entre Quatermain y Mina por el liderazgo del grupo.
- ¿Y usted Miss Murray? – preguntó Jekyll - ¿con qué grupo se queda?
- Yo...
- Si quiere quedarse con el Capitán y el Doctor no hay problema alguna Miss
Murray – Quatermain se adelantó a la respuesta de Mina, viendo las dudas en su

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cara – Se que no debe ser plato de gusto el volver a pasar por el trance de
intentar entrar en el callejón de sus pesadillas.

Un tenso silencio se apoderó del interior del carro de caballos. Ya nadie estaba al
margen del duelo verbal que por ahora estaba ganando Quatermain, sin duda alguna
espoleado por el hecho de haber soportado durante algún tiempo, que la organización
del trabajo siempre corriera a cargo de Mina. Pero todos sabían, que la pequeña mujer
no se iba a arredrar ante la mayor experiencia del cazador de pelo cano.

- Yo iré con el segundo grupo si me lo permite Quatermain – la respuesta estaba


cargada de ironía – A lo largo de mi vida, me he enfrentado con situaciones
mucho más peligrosas y terroríficas que un sucio callejón en el East End –
mientras decía esto último, su mano derecha subió instintivamente hasta su
cuello, rodeado como siempre por un fular de color carmesí.
- Hecho pues – Quatermain había estirado demasiado la cuerda, y al darse cuenta
por la mirada que le estaba echando Mina, quiso limar asperezas con una sonrisa
que no tuvo el efecto deseado, puesto que ella simplemente miró para otro lado.
- Creo que el camino se va a hacer muuuuuuy largo – Griffin parecía querer
añadir un poco de picante a la mezcla, no se sabe muy bien con qué intenciones.
- Cierre el pico Griffin – le respondió Nemo – o se lo cierro yo esta vez.

Durante el resto del trayecto, nadie más abrió la boca para nada que no fuera bostezar,
como en el caso de Griffin. Después de una media hora de viaje, el cochero detuvo los
caballos progresivamente, puesto que ya estaban llegando al escenario del primer
asesinato. Una vez parados, Edward Jekyll y el Capitán Nemo se despidieron de sus
compañeros sin desearse suerte alguna. Primero bajo Jekyll, animado eso sí porque
Mina le cogió de la mano para darle fuerza e imprimirle algo de confianza. Cuando
Nemo se disponía a hacer lo mismo, Mina le detuvo un instante tocando su hombro
derecho.

- Cuide de él, no deje que se vea envuelto en ninguna situación que le haga perder
los nervios.
- Así lo haré, por mi propio bien sobre todo – respondió Nemo, teniendo claro que
sin Mina cerca, las posibilidades de calmar a Mister Hyde eran escasas.

Y de esa manera, el cochero retomó la marcha, ya con dos pasajeros menos en el


interior del carruaje, con Mina mirando por la ventana hacía atrás, queriendo infundir
valor en el doctor, y evitando al mismo tiempo el cruzar la mirada con Quatermain, al
que a partir de ahora trataría con más cuidado.

Por fortuna, el trecho entre ambos escenarios no era muy largo, y menos en un carruaje.
El cochero golpeó la parte del coche que daba a la espalda de sus pasajeros, como lo
hizo en su momento Nemo para llamar su atención y que redujera la velocidad. Con el
coche detenido, Quatermain abrió la puerta e invitó a Mina a que fuera la primera en
salir. Ésta ya no sabía como tomarse ese tipo de gestos, así que prefirió seguir a la
defensiva hasta que supiera como manejar la situación.

- Después de usted Quatermain – le dijo, sin mirarle a la cara todavía.


- Insisto Miss Murray – parecía que las intenciones de Quatermain, no eran otras
que suavizar la situación hasta que a Mina se le pasara un poco el enfado.

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- Ya que ninguno se decide, bajaré yo primero – y así lo hizo Griffin, que pasando
por medio de ambos se apeó del carruaje.

Ante semejante situación, Mina descendió del coche con celeridad y sin ayuda de nadie.
Quatermain fue el último en abandonar el carruaje, para darse cuenta que no estaban en
el escenario del segundo crimen, sino un par de manzanas más lejos.

- ¿Por qué nos has dejado aquí en vez de en el lugar del crimen? – le preguntó con
un tono de reproche al cochero, que ya estaba dispuesto a partir como le avisó a
Nemo.
- Porque van ustedes montados en un carruaje con el distintivo de la Inteligencia
Británica, y si los llevo hasta allí, ningún lugareño va a querer hablar con
ustedes.
- Bravo – intervino Mina – Bien pensado, ¿no cree Quatermain?

De aquí en adelante parecía que el tira y afloja entre Mina y Quatermain iba a ser una
constante. Y estaba claro, que el primero que cediera, perdería la ocasión de seguir
liderando al equipo, o de empezar a hacerlo. Aún así, Quatermain no quiso entrar en
polémicas en ese momento y recurrió a la diplomacia.

- Cierto, ha pensado usted más rápido que yo cochero – al llegar al final de la


frase remarcó la condición de su contertulio, para dejar claro cual era la posición
de cada uno – y por ello le doy mi enhorabuena.
- Como le dije a su compañero, he de partir para avisar a Mister Moore de este
cambio en el itinerario acordado – el cochero no pareció darle más importancia
al asunto de la que tenía.
- Vaya y dígale que nosotros le obligamos a traernos hasta aquí – Mina intentaba
proporcionarle una excusa ante la que se le podía venir encima.

El cochero asintió con la cabeza y fustigó los caballos con menos dureza que las
anteriores ocasiones. El carruaje se puso en marcha, y al cabo de un instante, ya había
desaparecido a la vista de la mujer y los dos hombres que se habían bajado de él. Ante
eso, las tres llamativas figuras echaron a andar por aquellos barrios llenos de pobreza y
suciedad. Después de unos minutos paseando por calles angostas y llenas de mugre y
miradas aviesas, llegaron hasta el escenario del segundo crimen, el cometido la noche
anterior.

Allí dispuestos, se encontraban dos agentes de policía, no investigadores de Scotland


Yard por sus atuendos, sino polizontes encargados de evitar el tránsito de la
muchedumbre en torno al lugar del crimen. Y es que el morbo, es un apetitoso bocado
al que agarrarse cuando la miseria es una constante en la vida de los que habitan estas
callejuelas.

Llegando cerca del callejón, Griffin se detuvo un instante y ese hecho, hizo que sus dos
compañeros no dieran más de dos pasos antes de hacer lo propio, y girarse para ver que
le ocurría al Hombre Invisible.

- ¿Qué sucede Griffin?, ¿ha visto algo? – preguntó Mina esperando que nada más
llegar ya pudieran seguir algún rastro que los condujera hasta el Destripador.

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- No, no sucede nada, creo que con su permiso voy a entrar a esta taberna para
volver a saludar a su dueño. Con suerte me vuelve a regalar otra botella.
- ¡Maldita sea su escuálida estampa Griffin! – Quatermain estaba dispuesto a
pagar con Griffin su frustración tras el tira y afloja mantenida con Mina - ¿es
que no puede tomarse nada en serio?, ¿de verdad no le importa nada que esta
noche vayan a matar a otra persona?
- Otra...
- Como de su boca salga la palabra puta, le aseguro que convenceré a Hyde la
próxima vez, de que lo ponga de rodillas y le brinde todo el amor que le dio a la
primera víctima antes de que la mataran – Mina no parecía estar dispuesta a
tolerar más faltas de respeto de Griffin, y éste veía como sus dos compañeros le
usaban de diana para descargar su enfado y seguir manteniendo vivo el pulso.
- Bien compañeros, como veo que no están de humor para mis bromas, lo mejor
es que me quite de en medio y pregunte a los parroquianos de la taberna, si han
visto algo raro estas últimas noches.
- ¡Pero eso no es lo que se supone que hizo ayer cuando desapareció! –
Quatermain estaba con la paciencia agotada.
- Oh sí, ayer lo hice, pero la memoria de un borracho es como la clientela de un
burdel...va y viene de forma constante je je je.

Y antes de que Quatermain o Mina pudieran contestar, Griffin se encaminó sin prisa
pero sin pausa, hasta la puerta de la taberna que ya visitó el día anterior. Allí abrió la
puerta y se metió dentro. Quatermain hizo un amago de ir a buscarle, pero Mina le
llamo la atención antes.

- Déjele, si no va a ser de ayuda, al menos que no sea un estorbo.


- Tiene razón Miss Murray – Quatermain juraba en arameo para sus adentros – No
tenemos tiempo para estas absurdas discusiones.

Unos cuantos metros más adelante, los dos policías habían estado viendo todo lo que
sucedía, sin entender muy bien lo que estaba pasando, pero con un punto de sospecha
sobre el trío, que ahora se había convertido en un hombre y una mujer plantados justo
enfrente suya.

- Somos agentes de Inteligencia Británica y venimos a revisar el callejón del


segundo asesinato – se adelantó a decir Mina.
- ¿Tienen algún tipo de credencial señora? – le respondió el que parecía mayor de
los dos, aunque ambos eran bastante jóvenes.
- ¡Vaya, ahora resulta que tenemos que ir con una chapa que ponga que somos de
Inteligencia Británica! – Quatermain estaba perdiendo la paciencia que le
caracterizaba, y tenía los nervios a flor de piel.
- Agente – respondió Mina – Si no nos deja pasar ya al callejón, tendrá que
responder ante su superior, que a su vez tendrá que responder ante el mío, Mister
Moore, ¿le dice algo ese apellido?
- Glups – el policía tragó saliva al escuchar como mencionaban al máximo
responsable de Inteligencia Británica - ¿en qué les podemos ayudar señora?
- Con que nos dejen pasar al callejón y no permitan que nadie entre detrás nuestro
es suficiente – respondió con hosquedad Quatermain.

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Los dos policías se hicieron a un lado, dejando pasar a Mina y a Quatermain, que
empezaron a caminar hacía el fondo del callejón. A pesar de que aún no había
anochecido, la luz apenas si iluminaba unos metros por delante de donde iban
caminando. El final del callejón no se vislumbraba y Mina empezó a dudar. La pesadilla
asomaba por los rincones de su cabeza y eso acabó por detener sus pasos. Quatermain,
al percatarse de tal circunstancia, se detuvo unos pocos metros más adelante y giro
sobre sí mismo para ver lo que sucedía.

- ¿Se encuentra bien Miss Murray?, no tiene nada que demostrar, si no se ve con
fuerzas es mejor que salga del callejón y me espere en la entrada junto con los
policías.

Esa frase con tono condescendiente, pareció sacar a Mina del trance en que se había
visto envuelta durante unos segundos. Su enfado por parecer débil ante el hombre que
pretendía discutirle su capacidad de liderazgo, pudo más que el miedo a enfrentarse a
sus propias pesadillas.

- Sí – dijo apretando los puños – no se preocupe por mí, creo que voy a ser la
primera que llegue hasta el final del callejón.

Dicho lo cual, empezó a caminar con celeridad, sin detenerse para comprobar que
Quatermain iba tras ella. Éste se quedo un tanto sorprendido de la reacción tan brusca, y
en el fondo no podía dejar de admirar el coraje de aquella pequeña mujer.

Una vez llegados al fondo del callejón, la escena del crimen estaba intacta. O al menos
tanto como era posible después de como la dejaron los policías y los sanitarios al
llevarse a la segunda víctima a la Morgue. Las moscas revoloteaban de los cubos de
basura rebosantes de quién sabe qué cosas, hasta el suelo humedecido del callejón,
donde la suciedad y la sangre seca de la prostituta se había mezclado como si fuera el
tapiz diseñado por una mente enferma. Era hora de buscar a fondo.

Media hora más tarde, la desesperación invadía a Mina y Quatermain, que estaban
viendo como empezaba a oscurecer y no eran capaces de encontrar una sola pista, por
trivial que fuera. Sólo basura y más basura. Era como si el asesino hubiera buscado los
rincones más inmundos y oscuros de la ciudad de forma premeditada, donde un
descuido por su parte sería mucho más difícil de descubrir por los investigadores.

- ¿Encuentra algo Miss Murray? – preguntó Quatermain a punto de tirar la toalla.


- Nada, bueno, nada más que suciedad y ratas al acecho para darse un festín. Y lo
peor es que apenas si se ve algo ya. Esta anocheciendo y eso quiere decir que se
nos acaba el tiempo.
- Creo que debíamos reunirnos con Nemo y el doctor Jekyll y pensar otra cosa
para detener al asesino.
- ¿Pero el qué?, ¡llevamos dando palos de ciego desde el principio! – Mina se
incorporó después de estar inspeccionando un saco lleno de comida podrida y
gusanos.
- ¡No lo se, pero aquí no hacemos más que seguir el juego a ese demente! – los
nervios volvían a tensar las cosas entre ambos, y esta vez no había testigos a los
que impresionar.

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- ¿Quiere decir eso, que si hubiéramos seguido sus indicaciones desde el principio,
ahora estaríamos atrapando al Destripador? – Mina ya no escondía bajo la ironía
los ataques verbales contra Quatermain.
- ¡No lo se, pero seguro que no estaríamos rebuscando entre los excrementos de la
escoria de Londres!

De repente, y cuando las cosas se estaban poniendo al rojo vivo, se empezaron a


escuchar gritos y comentarios cercanos al callejón. Mina y Quatermain guardaron
silencio mirando por donde habían venido, y empezaron a distinguir algo como que el
Destripador estaba atacando a una mujer. Raudos, ambos salieron corriendo para ver lo
que estaba pasando, cuando de repente a Mina se le quedó atorado el zapato en una
alcantarilla enrejada, y eso la hizo tropezar y caer hacía adelante de rodillas. Quatermain
la escuchó quejarse al golpearse las extremidades, e hizo el ademán de parar y darse la
vuelta pero Mina levantó la cabeza y con gesto de dolor en la cara se dirigió a él.

- ¡SIGA, NO PARE, ESTOY BIEN!


- ¡No se mueva de aquí Miss Murray, voy a ver qué sucede y después vuelvo!

Y tras esto, volvió a darse la vuelta y salió corriendo como alma que lleva el diablo.
Mina se quedó sola dentro del callejón, pero no sentía pánico. Las rozaduras en las
rodillas debido a la caída, y el enfado con su compañero con el que acababa de discutir,
no dejaban espacio en su cabeza para el miedo que el día anterior la había dominado. Es
por eso que se centró en sacar su zapato de la alcantarilla. El tacón se había enganchado
entre el hueco que dejaban dos estrechos barrotes y no le costó mucho sacarlo. Pero de
repente, al sacar el tacón se dio cuenta que algo colgaba de uno de los barrotes. Gracias
a que tenía las manos pequeñas, pudo coger lo que estaba viendo, y una vez de pie,
intento ponerlo en la parte del callejón donde llegaba algo de luz todavía.

- ¿Un trozo de venda?, ¿qué demonios hace aquí un trozo de venda? – se


preguntaba en voz alta.

De repente, un sonido procedente de la entrada del callejón llamó su atención. Eran


unos pasos monocordes que se dirigían hacía donde ella se encontraba.

- ¿Quatermain?, ¿qué es lo que estaba pasando? – Mina hablaba siguiendo de


oídas los pasos que se acercaban, pero la oscuridad era tal que no alcanzaba aún
a distinguir la figura que se acercaba.
- ¿Quatermain?, ¿es usted?

Pero Quatermain estaba siguiendo a los dos policías que custodiaban la entrada al
callejón. Ellos seguían a su vez a un par de chicos del barrio que no paraban de decir
que una señora estaba gritando que el Destripador la quería matar. Los años no
perdonan, y el viejo cazador empezó a perder el resuello persiguiendo a los dos jóvenes
policías. Aún así, procuró no perderlos de vista, porque sabía que este nuevo intento del
Destripador no quedaría muy lejos de los anteriores. Por fin, al doblar una esquina,
encontró a los dos chicos, los dos policías y a una joven prostituta en la entrada de otro
callejón. Por fortuna, la chica parecía estar bien, pero de su atacante no había ni rastro.

- ¿Qué...ha...pasado? – Quatermain estaba intentando recuperar el aliento y debía


hacer una pausa entre palabra y palabra para no ahogarse.

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- Esta joven – intervino el mayor de los dos policías – dice que un hombre con
una extraña máscara le ha dado dinero para que gritara que el Destripador la
quería matar.
- ¿Cómo? – la primera reacción de Quatermain fue casi de indignación por
haberse metido una carrera de esa naturaleza para nada.
- Sí, dice que hace unos veinte minutos, un hombre vestido de negro, con un
sombrero de copa y una máscara como la de los muñecos que se queman la
noche de los fuegos artificiales.
- ¿Máscara?, ¿fuegos artificiales? – quizás por la fatiga de la carrera, Quatermain
no le encontraba lógica alguna a las palabras del policía.
- Creo que se refiere a la celebración que se hace el 5 de noviembre – dijo una voz
muy familiar a sus espaldas.

Quatermain se giró y a casi a su lado estaban ya el doctor Edward Jekyll y el Capitán


Nemo, que al parecer también habían escuchado el escándalo montado por la joven
meretriz.

- ¿Qué tal Allan? – saludaba Nemo mirando de reojo a los dos policías.
- Bien bien – las gotas de sudor corrían desde su frente hasta sus pómulos, y él
intentaba recomponerse como podía mientras seguía hablando – ¿A qué se
refiere con la noche del 5 de noviembre Jekyll?
- Es la noche que se conmemora el fracaso del atentado contra el Parlamento de
1605 – respondió el doctor con bastante seguridad en lo que decía.
- ¿La noche de Guy Fawkes? – Quatermain acababa de caer en la cuenta de a qué
máscara se refería la prostituta.
- Exacto – dijo Jekyll – el tipo que la pagó, llevaba una máscara para que así no
pudiera dar su descripción a la policía.
- ¿Pero entonces estamos persiguiendo a Jack el Destripador? – interrumpió
Nemo, que desconocía por completo el folklore británico.
- Ya no estoy tan seguro de ello, o puede que sí, el caso es que esta mujer es la
única que lo ha visto y sigue con vida. Llévenla a su comisaría y que haga una
descripción lo más detallada posible del tipo que la contrató – dijo Quatermain
dirigiéndose de nuevo al policía que había actuado de interlocutor con él.
- Sí señor – la pareja de policías cogieron a la prostituta, que se intentaba resistir
alegando que no había hecho nada malo, y empezaron a caminar en dirección a
la comisaría.
- ¿Cómo les fue en el escenario del primer callejón? – se volvía a dirigir a sus dos
compañeros Quatermain.
- Pues la verdad es que no hemos sacado nada en claro. Allí nadie vió nada, ni
escuchó nada, y cuando habíamos tirado la toalla, empezamos a escuchar el jaleo
que se estaba montando cerca de aquí y vinimos lo más rápido posible –
respondió el Capitán.
- ¿Dónde está Miss Murray? – preguntó con un tono de preocupación, más que de
curiosidad el doctor Jekyll.

Mina seguía intentando discernir la figura que estaba muy cerca de ella. De repente,
empezó a ver la figura con qué había soñado la noche anterior. Un hombre con un
elegante traje negro a juego con una capa del mismo color, y en la cabeza un sombrero
de copa que cubría la parte superior de su rostro. Pero esta vez no estaba soñando y
podía distinguir su rostro. Lo que pasa es que llevaba una máscara que lo ocultaba. La

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máscara con el rostro de Guy Fawkes. Casi absorta ante la impresión de ver como su
pesadilla se estaba haciendo realidad, Mina no advirtió del cuchillo que amenazaba con
segar su vida. El reflejo de este en el oscuro callejón provocó una reacción que a buen
seguro el asesino no esperaba. Sin saber de donde, la pequeña Mina Murray sacó
fuerzas para no dejarse acorralar por Jack el Destripador y le lanzó el zapato que había
sacado de la alcantarilla, con tan buena puntería que le dio en la cara, descolocando la
máscara unos instantes. El asesino retiró el rostro de la vista de Mina y para ello tuvo
que girarse, momento que ella aprovechó para correr después de arrojar el otro zapato
con su pie izquierdo en dirección al Destripador. Así, corriendo descalza, consiguió
eludir el tajo a la desesperada que el asesino de Whitechapel le lanzó al pasar a su lado.
Eso ayudó también a que cogiera una ligera ventaja, mientras su perseguidor se lanzaba
tras ella. Sabía que una de sus bazas era gritar para alertar a todo el que estuviera cerca,
pero estaba tan concentrada en salir del callejón que no lo hizo. Al final, consiguió
llegar hasta la entrada y giró hacía la derecha con tan buena fortuna, que a lo lejos pudo
vislumbrar a sus compañeros andando hacía donde estaba ella. En ese momento, el
Destripador salía en busca de su víctima, pero al darse cuenta que se tendría que
enfrentar con más de una persona, se detuvo bruscamente y cambió de dirección.

- ¡MISS MURRAY! – gritaba Jekyll claramente preocupado y nervioso por el


estado de Mina.
- ¿Está herida? – Quatermain se sentía culpable por haberla dejado sola en el
callejón y fue el primero en llegar y agarrarla para que no cayera al suelo de
bruces.
- ¿Cómo está?, ¿está bien? – Jekyll llegaba el último mientras Nemo no se había
detenido tratando de alcanzar al Destripador.
- Estoy...estoy bien...no...le dejen escapar – Mina estaba temblando en los brazos
de Quatermain. La tensión entre ambos se había desvanecido por un suceso
como este. El miedo y el cansancio de Mina hacían que no pudiera sostenerse de
pie.

Era demasiado para el doctor Jekyll, apretando los dientes y los puños, por vez primera
en su vida no intentó controlar su transformación en Mister Hyde, y mientras echaba a
andar en busca del asesino, su cuerpo estaba mutando y creciendo. La escena no hizo
sino añadir más tensión a la situación.

- ¡NO! – gritaba Quatermain viendo como la bestia volvía a tomar el control del
hombre.
- Deténgale Quatermain....no deje...no lo deje – y entonces Mina acabó por perder
el conocimiento.

Allí se quedaron ambos, pero esta vez Quatermain no estaba dispuesto a dejarla sola
como en el callejón. Pidiendo a los curiosos que llamaran a la policía y a un médico, no
dejó de sostenerla ni un segundo.

Al poco, la policía y unos enfermeros llegaron al lugar del incidente, y cuando estaban
reconociendo a Mina, hizo su aparición Griffin, recién salido de la taberna, con una
botella de coñac en la derecha, y una copa en su mano izquierda. Olía como una
destilería y no parecía haberse enterado de nada de lo que había pasado.

- ¿Llego tarde? – dijo con toda la tranquilidad del mundo.

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- ¡GRIFFIN, LE VOY A DESCUARTIZAR! – Quatermain había tenido
suficiente como para aguantar las chanzas de Griffin, y se lanzó hacía él para
darle una paliza.

La policía tuvo que sujetar a Quatermain para que no cumpliera con su amenaza, y una
vez que se hubo tranquilizado, vió como llegaban Nemo y Hyde con cara de pocos
amigos. Griffin, que estaba viendo a Hyde más malhumorado que de costumbre, no dijo
nada por si acaso.

- ¡Se ha escapado! – maldijo Nemo.


- ¿Cómo? – preguntaba un Quatermain ya más calmado.
- Le estaba siguiendo de cerca y al doblar una esquina ya no estaba, había un
gentío enorme y no he conseguido distinguirle entre tanto bullicio.
- Tenía que haberme dejado hacer a mí – dijo Hyde con rencor.
- No le iba a dejar pasar como una locomotora por medio de la calle, para sacar al
asesino de entre la muchedumbre – respondió Nemo mirando a Quatermain para
que viera lo que le había sugerido.
- Bueno señores – suspiró Quatermain – creo que hemos perdido la última
oportunidad de atrapar a Jack el Destripador. Caso cerrado.

Epílogo

Dos noches más tarde, en una cantina cerca del Museo de Historia Británica, Griffin
bebe de una botella en una apartada mesa. De repente, una persona llega hasta su mesa,
y sin mediar palabra, arroja algo envuelto en un trapo a la mesa. El estruendo que
ocasiona el golpe, hace que los parroquianos dejen de beber y cantar por un instante, y
miren a los dos extraños personajes que están al final de la taberna. Tras unos segundos
la música vuelve a sonar, y la cerveza a correr de la barra a los gaznates de los asiduos
clientes.

- ¡Hombre!, si es el buen doctor – Griffin no parecía estar sorprendido de ver al


doctor Jekyll en un ese lugar y delante de su mesa.
- ¿No vas a ver lo que te traigo? – el doctor estaba de pie intentando que sus
nervios no le traicionaran, pero parecía más decepcionado que molesto.
- Claaaaaaaro – Griffin seguía mostrando su cínico humor en todo momento y
empezó a desenvolver el trapo en la misma mesa – Pero ¿por qué no toma
asiento y se bebe una copa conmigo doctor?
- No voy a estar más tiempo del necesario, y por supuesto que no voy a beber
contigo.

Griffin parecía hacer oídos sordos a todo aquello que no le interesaba, y terminó de
desenvolver el trapo. Allí, delante suya había un bisturí ensangrentado. Griffin sonrió de
soslayo, reconociendo el instrumento.

- Esto estaba en el interior del segundo cadáver ¿me equivoco? – dijo Griffin.
- Así es, y tiene tus huellas. Es el único descuido que cometiste durante estos días,
pero con esto, serías colgado pasado mañana.
- Cierto doc, menos mal que te tenía a ti para salvarme el cuello ¿eh? – Griffin
estaba tan seguro de tener todo bajo control, que seguía bebiendo tranquilamente

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– Fue brillante el cambiazo en el cadáver. Creía que iba a convertirse en Hyde y
que nos pudriríamos los dos en el infierno, pero no me defraudó.
- Estuve tentado de dejar éste dentro y hacerte creer que lo había cambiado por el
que me dio el doctor Murdock – Jekyll estaba desolado pero resignado.
- Pero no lo hizo por un buen motivo ¿verdad doc?
- Un motivo más grande que tú y yo. Más grande que las pobres chicas que
mataste cerdo – los ramalazos de furia de Jekyll suponían un peligro para todo
aquel que estuviera dentro de la taberna, pero nadie era consciente del peligro
que estaba corriendo, ni siquiera Griffin que parecía henchido de satisfacción –
La Corona británica no podía verse empañada por errores del pasado.
- ¿Errores?...¡ah!, debe referirse a esa fulana que mató hace diez años, cuando
trabajaba para el Cuerpo de Médicos de la Casa Real, para dar una coartada al
verdadero Destripador, ¿no?, ¿quiere que diga su nombre en alto? – Griffin
estaba caminando sobre brasas y no parecía importarle. Es más, parecía estar
disfrutando poniendo a prueba a Jekyll.
- ¡No se le ocurra mencionarlo!, hace años hicimos un trato, no contarías nada de
lo que viste por casualidad, y yo haría lo que quisieras en el momento que me lo
pidieras – Jekyll parecía estar a punto de estallar.
- Y lo hizo bien doc je je je – Griffin alivió un poco la tensión para que el doctor
Jekyll no se siguiera alterando – me instruyó lo suficiente como para hacer
autopsias un poco chapuceras, y encima me ayudó con lo del bisturí que se me
había caído dentro de la segunda ramera.
- La prueba de que tú eras el verdadero asesino – la desolación y la vergüenza por
verse envuelto en este sucio asunto, volvieron a asomar en la cara de Jekyll.
- Pero no la única como decía antes amigo mío – Griffin empezó a rebuscar en el
bolsillo derecho de su chaqueta y al instante, sacó el trozo de venda que Mina
había encontrado en la alcantarilla del segundo callejón, y que seguramente
dejaría caer al intentar escapar del ataque de Griffin – Esto es lo que iba
buscando en el callejón y no a su querida Miss Murray. Lo que pasa es que ella
lo encontró antes, y tuve que improvisar sobre la marcha.

Al escuchar esto, Edward Jekyll puso las dos manos en la mesa y se inclinó para estar
muy cerca de la cara de Griffin. Su cara estaba empezando a cambiar y sus manos a
crecer.

- La próxima vez que intente herir a Mina, dejaré que Hyde juegue con usted toda
la noche antes de descuartizarlo – la voz cambiaba por momentos, y un sonido
gutural, algo sobrehumano, acabó por dar paso nuevamente a la voz del doctor –
Intentaremos olvidar todo esto, hacer como si no hubiera pasado, vivir con
nuestros pecados hasta que nos coman los gusanos y vayamos al infierno, pero
no quiero volver a hablar de este tema con usted jamás.
- Délo por hecho doc, pero no se me ponga melodramático – en el fondo Griffin
había sentido por un momento, que el doctor se iba a convertir en Hyde y lo iba
a degollar, pero trataba de no demostrar ese temor con más burlas.
- ¿Por qué? – preguntó Jekyll quitando las manos de la mesa y poniéndose
erguido nuevamente.
- No le entiendo doc.
- ¿Por qué mató a esas mujeres?, ¿por qué la farsa del Destripador?, ¿por qué esto
de todo lo que me podía haber pedido?

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Griffin dejó la copa que no había soltado durante toda la conversación encima de la
mesa, e hizo una breve pausa antes de responder a las preguntas, como si fuera a decir
algo trascendental.

- Je je je, por diversión.

Esa respuesta acabó por desarmar la cordura de Edward Jekyll, que dio media vuelta
con la mano en el rostro. Ya no había rabia. No había ira ni furia. Lo único con lo que el
buen doctor salió de la taberna, fue con un sentimiento de culpa tan grande que incluso
se planteó la posibilidad de suicidarse. Pero sabía que Mister Hyde no iba a dejar que
eso ocurriera, y al ayudar a Griffin en su macabro juego, Hyde era mucho más fuerte de
lo que había sido antes. Mucho más de lo que él sería jamás. Ahora, Edward Jekyll era
el alter ego de Mister Hyde y no al revés.

FIN

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