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Trypanosoma Y TRIPANOSOMOSIS
Los representantes del género Trypanosoma Gruby, 1843 viven en la sangre y a veces
en otros tejidos de sus hospedadores vertebrados (peces, anfibios, reptiles, aves y
mamíferos) y son transmitidos por vectores hematófagos (sanguijuelas para los
hospedadores acuáticos e insectos para los terrestres). Excepcionalmente, algunos
tripanosomas han prescindido (evolutivamente) del vector.
Algunas especies no producen -o no parecen producir- patología a sus hospedadores,
pero otras causan a los animales domésticos y a los seres humanos afecciones conocidas
globalmente con el nombre de tripanosomosis o tripanosomiasis, que son causa de dolor
y miseria en grandes extensiones de los continentes africano y americano.
De todas las especies existentes, las mejor conocidas y más interesantes son las que
parasitan a los mamíferos: T. brucei y T. congolense, causantes de la “nagana” en
rumiantes y carnívoros en África tropical; T. gambiense y T. rhodesiense, causantes
de la “enfermedad del sueño” en los humanos en África; T. cruzi, causa del “mal de
Chagas” en humanos en América; T. equinum, productor del “mal de caderas” en
équidos de América y T. equiperdum, causante de la enfermedad conocida como
“durina” en équidos de la región mediterránea, India y América (este último tripanosoma
no utiliza vector, transmitiéndose exclusivamente mediante coito).
Aunque existen notables diferencias entre las tripanosomosis, según el agente etiológico,
algunos procesos patológicos son comunes, traduciéndose en fiebre (consecuencia del
proceso inflamatorio), edema (debido a la alteración de los vasos y capilares sanguíneos)
y anemia (consecuencia de la lisis de los eritrocitos por procesos autoinmunes). En
muchos casos, en las zonas endémicas, el hospedador y el parásito llegan a un equilibrio,
esencialmente por efecto de la premunición; pero cuando por diversos factores
-infecciones con otras cepas, agotamiento físico, estrés, etc.- se rompe el equilibrio, se
desencadena la enfermedad. Las infecciones por tripanosomas africanos suelen ser, en
condiciones naturales, recidivantes, es decir, sus manifestaciones reaparecen tras un
periodo de aparente curación; esta recidiva o recaída está relacionada con el cambio de
cubierta antigénica del parásito y la necesidad del hospedador de producir nuevos
anticuerpos ante nuevos antígenos. La elevada patogenicidad de los tripanosomas
explica la casi imposibilidad de mantener ganado y otros animales domésticos en zonas
donde existe tripanosomosis y las consecuencias que esto tiene para la alimentación
humana.
TRIPANOSOMOSIS AFRICANA
La tripanosomosis africana o “enfermedad del sueño” es producida por dos especies:
Trypanosoma gambiense y Trypanosoma rhodesiense, indistinguibles entre sí desde el
punto de vista morfológico, e idénticas también a T. brucei, del cual han evolucionado (*).
Ambas especies se distribuyen por la zona tropical africana, en una franja comprendida
entre los 15° N y 20° S, zona que coincide con la distribución de su vector, la “mosca tse-
tsé”. Las dos especies se distinguen entre sí por el área de distribución, modo de
transmisión, sintomatología producida y características isoenzimáticas. T. gambiense se
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Existe una única mitocondria, a veces ramificada, en uno de cuyos extremos -el más
próximo al cuerpo basal del flagelo, pero sin conexión alguna- se encuentra el
cinetoplasto, que está constituido por ADN mitocondrial con disposición cilíndrica, de 1
µ m de longitud. Además de los orgánulos ya mencionados, en el citoplasma del
tripanosoma se observan el aparato de Golgi, retículo endoplásmico, lisosomas,
ribosomas, etc. La película del protozoo está constituida por la membrana plasmática
(plasmalema) reforzada por una capa de microtúbulos peliculares en disposición oblicua,
que proporciona al organismo resistencia y flexibilidad.
El tripanosoma se alimenta esencialmente de glúcidos, en particular glucosa, que abunda
en la sangre y líquido intersticial del hospedador. El metabolismo es básicamente aerobio
y el tripanosoma metaboliza en sólo una hora su peso en glucosa; el protozoo no
almacena polisacáridos.
El tripanosoma se reproduce asexualmente, por fisión longitudinal (simetrogénica); la
mitocondria y el cinetoplasto se dividen poco antes de que lo haga el núcleo. No existe, o
LOS HOSPEDADORES
En el ciclo vital intervienen, además del parásito, otros dos personajes: el hospedador
mamífero y el vector invertebrado.
• MAMÍFEROS. Aunque se han encontrado infecciones por T. gambiense en algunos
mamíferos domésticos (cerdos, perros, ovejas) y algunos silvestres (antílopes), el
hombre es el principal hospedador y reservorio de la infección, careciendo los demás
de importancia epidemiológica. En las infecciones por T. rhodesiense los reservorios
son diversos mamíferos silvestres (antílopes, hienas, leones y otros), siendo el hombre
un hospedador accidental que sólo es afectado ocasionalmente; el ganado doméstico
también es parasitado.
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• VECTORES. Los vectores de T. gambiense son moscas hematófagas (ambos sexos son
hematófagos) del género Glossina -conocidas vulgarmente como glosinas o moscas
tse-tsé- correspondientes a las especies G. palpalis, G. fuscipes y G. tachinoides,
principalmente. Se trata de moscas hidrófilas que viven en los bosques húmedos y en
las riberas de los ríos, donde la humedad ambiental es elevada. Los vectores de T.
rhodesiense son especies propias de la sabana, de carácter xerófilo, siendo las
especies más importantes G. morsitans, G. pallidipes y G. swynnertoni; son moscas de
hábitos zoófilos que se alimentan preferentemente de la sangre de mamíferos
silvestres, lo que explica que éstos sean los reservorios y el hombre sólo sea afectado
PATOGENIA
En los animales susceptibles, tanto domésticos como silvestres, la infección suele ser
subclínica. En el hombre la enfermedad siempre se manifiesta; la tripanosomosis por T.
gambiense suele presentar evolución crónica y puede durar más de 5 años, por el
contrario las infecciones por T. rhodesiense se manifiestan en cuadro agudo que suele
conducir a la muerte en unos pocos meses (este comportamiento virulento de T.
rhodesiense se debe a que es un parásito relativamente reciente -evolutivamente
hablando- del hombre).
Aunque los tripanosomas no invaden, en ningún caso, las células, producen lesiones
directa o indirectamente en todos los órganos. La patología se debería, en principio, a
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tres mecanismos: acción mecánica (debida a las enzimas líticas producidas por el
parásito), acción toxicoalérgica (consecuencia de la eliminación de metabolitos por el
parásito y tripanosomas muertos) y acción autoinmune (el mecanismo más importante
de la patología).
En ambos casos, la evolución de la enfermedad se manifiesta, típicamente, en tres fases
o etapas relacionadas con el lugar donde se encuentra el parásito: fase inicial, fase
linfático- sanguínea y fase meningoencefálica; no obstante, debe considerarse que
las manifestaciones de una y otra etapas se solapan.
• FASE INICIAL. Se inicia con la picadura del vector infectado que inocula tripomastigotos
infectantes. El proceso inflamatorio correspondiente se traduce en la aparición de un
chancro (tripanoma).
• FASE LINFÁTICO-SANGUÍNEA (hematolinfática): Desde el punto de inoculación, los
tripanosomas pasan poco a poco a la sangre, donde se multiplican y se diseminan.
Después de un período de incubación de 5-15 días y tras unos primeros síntomas
inespecíficos, se establece el cuadro típico de esta fase: fiebre regular alternante,
linfadenitis (en especial en los ganglios cervicales -signo de Winterbotton),
hiperplasias, eritemas (tripánides), prurito, edema facial, trastornos endocrinos y
anemia. El tratamiento adecuado en esta fase puede conducir a la curación total y sin
secuelas.
• FASE MENINGOENCEFÁLICA: Si el enfermo no ha muerto y no ha recibido tratamiento,
los tripanosomas pasan gradualmente al líquido cefalorraquídeo, si bien persisten en la
sangre (por lo que se mantienen algunos síntomas de la fase anterior). La fase
meningoencefálica se caracteriza por alteraciones psicofisiológicas: alteraciones
motoras y posturales, alteraciones del ritmo sueño-vigilia, alteraciones de la
sensibilidad, trastornos de la conducta, etc. Finalmente, el sujeto entra en coma y
muere, si no lo ha hecho ya por otro tipo de complicaciones.
En la tripanosomosis por T. gambiense la enfermedad cursa de modo crónico -pasando el
enfermo por todas las fases, salvo excepciones- y puede durar varios años. En las
infecciones por T. rhodesiense la enfermedad cursa de forma aguda, produciéndose la
muerte en pocos meses o semanas. La muerte suele producirse antes de que el individuo
entre en la fase meningoencefálica.
EPIDEMIOLOGÍA
La tripanosomosis africana es, como ya se ha indicado, exclusiva del continente africano
y su distribución está relacionada con la existencia de sus vectores, diversas especies de
moscas tse-tsé. Todos los individuos, sean cuales fueren sus condiciones, sexo, edad,
religión y raza son susceptibles a la tripanosomosis africana, si bien los varones adultos,
por su relación con el medio donde se desarrolla el vector, se infectan en mayor
proporción. La proporción
de moscas infectadas en las zonas endémicas no suele superar el 2-3% de la población.
En la tripanosomosis por T. gambiense el hombre es el reservorio, ya que, al menos en
las primeras etapas de la enfermedad -que puede durar varios años-, los individuos
infectados pueden continuar sus actividades normales mientras los parásitos circulan por
la sangre y están al alcance de los vectores. La infección
humana se realiza, casi siempre, en las cercanías de los cursos o receptáculos de agua,
en un ambiente peridoméstico. En la estación seca la infección puede tener carácter
epidémico, debido a que en estas circunstancias tanto los humanos como los vectores se
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DIAGNÓSTICO
• Diagnóstico clínico
Se debe sospechar de una tripanosomosis africana cuando el paciente procede de una
zona endémica y presenta síntomas y signos típicos (fiebre, adenopatías, somnolencia,
…)
• Diagnóstico de laboratorio
• diagnóstico directo: Consiste en la visualización del parásito en el paciente.
Según la fase de la enfermedad, el parásito se puede encontrar en la sangre, en los
ganglios linfáticos o en el líquido cefalorraquídeo (LCR). Tanto la sangre como el
líquido ganglionar y el LCR, se puede estudiar en busca de tripanosomas en fresco o
realizando frotis y gotas gruesas teñidos; en ocasiones, si la parasitemia es escasa,
se procede a concentrar los parásitos mediante centrifugación del líquido a
examinar.
• diagnóstico indirecto: Las pruebas serológicas habituales en el diagnóstico de la
tripanosomosis africana son, entre otras, la inmunofluorescencia indirecta (IFI) y la
hemaglutinación. Se puede sospechar que existe tripanosomosis africana cuando el
nivel de IgM en suero es superior a 4 veces (a veces llega a 8-16 veces) de lo normal
(debe hacerse el diagnóstico diferencial con ciertas afecciones que también inducen
tasas elevadas de dicha inmunoglobulina).
CONTROL Y PROFILAXIS
En la transmisión de los tripanosomas patógenos para el hombre intervienen el hombre,
la mosca tse-tsé y mamíferos reservorios. Con las técnicas aplicadas en la actualidad no
se puede proteger ni controlar por completo ninguno de estos elementos del ciclo de
transmisión; sólo un cambio drástico en el uso tradicional de la tierra y en las condiciones
socioeconómicas de las zonas rurales de África puede ofrecer una solución a largo plazo a
este problema. La elección de los métodos depende de la situación epidemiológica de
cada localidad, del personal disponible y de sus conocimientos técnicos, la estructura de
los servicios de salud existentes y de los medios financieros que se puedan movilizar.
• Control: Aunque existen pequeñas diferencias en cuanto a la manera de actuar, según
el tipo de tripanosomosis, por lo general el control se realiza actuando sobre tres
frentes: el enfermo, el vector y el reservorio. La detección y tratamiento del enfermo
son especialmente importantes en el control de las infecciones por T. gambiense, por
cuanto que él es el reservorio. Las actuaciones sobre el vector tratan de reducir las
poblaciones de moscas glosinas (aplicación de insecticidas, uso de trampas y de tejidos
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impregnados con insecticidas, uso de sustancias que alteran el ciclo biológico de las
moscas, suelta de depredadores de moscas, etc.) o impedir que tengan contacto con
los reservorios y/o poblaciones humanas (limpiando de vegetación los alrededores de
las viviendas, desplazando las poblaciones de los focos, etc.). La actuación sobre el
reservorio, obviamente, es muy difícil, salvo que se trate de humanos -a los que se
puede curar-, dada la cantidad de animales involucrados, su naturaleza, importancia
ecológica, etc.
• Profilaxis: No existe ningún tipo de vacuna. Las medidas profilácticas a considerar,
una vez que se está en una zona endémica, son físicas: uso de prendas adecuadas,
utilización de mosquiteros, uso de repelentes, etc.
TRIPANOSOMOSIS AMERICANA
La tripanosomosis americana o enfermedad de Chagas es producida por Trypanosoma
cruzi Chagas, 1909. Se trata de una enfermedad parasitaria exclusiva del continente
americano. La tripanosomosis americana es una zoonosis; el hombre y un elevado
número de mamíferos, tanto silvestres como domésticos, son parasitados por T. cruzi.
Los vectores son chinches triatóminas hematófagas conocidas vulgarmente como
chinches hociconas, chinches asesinas, etc.
DISTRIBUCIÓN
T. cruzi se encuentra exclusivamente en el continente americano y suele ser un
endemismo en gran parte de Centro y Sudamérica; su presencia se extiende desde el
norte de Argentina (40°S) hasta Texas (30°N). En esta zona viven unos 360 millones de
seres humanos, de los que unos 90 millones (25% de la población) están expuestos y
unos 16-18 millones (5% de la población) están infectados. Se estima, por otra parte, que
un 30% de los infectados desarrolla la enfermedad. En las islas caribeñas no se han
detectado infecciones humanas. La distribución es muy heterogénea al depender de
EL PARÁSITO
En el hospedador mamífero se encuentran, al menos, dos formas típicas: la forma
tripomastigoto y la amastigoto.
• tripomastigoto: se encuentra exclusivamente en la sangre (en el plasma) y nunca se
divide; por esta razón el número de formas sanguíneas es siempre reducido. Desde el
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LOS HOSPEDADORES
En el ciclo vital intervienen dos tipos de hospedadores: diversos mamíferos y
determinadas chinches hematófagas.
• MAMÍFEROS. T. cruzi parasita a más de 150 especies de mamíferos tanto silvestres
como domésticos, incluido el hombre. Desde el punto de vista epidemiológico los más
interesantes son aquellos que viven en las proximidades del hombre: los armadillos
(entre los silvestres) y los perros, gatos, conejos y otros (entre los domésticos).
• VECTORES. Los vectores de T. cruzi son conocidos vulgarmente como chinches
asesinas, chinches besuconas, vinchucas (Argentina, Chile, Uruguay y otros), barbeiros
(Brasil), pitos (Colombia), chipos (Venezuela), etc. Son insectos hemípteros triatóminos,
terrestres y hematófagos; ambos sexos y sus estados ninfales succionan sangre. Se
conocen más de 50 especies de triatóminos infectados naturalmente con T. cruzi,
siendo los pertenecientes a los géneros Rhodnius (R. prolixus), Triatoma (T. infestans)
y Panstrongylus (P. megistus) los más importantes epidemiológicamente.
Triatoma braziliensis
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CICLO VITAL
Cuando una chinche adulta o ninfa, macho o hembra, succiona sangre de un mamífero
infectado, ingiere tripomastigotos que se encuentran en el plasma. En el intestino de la
chinche los tripomastigotos se transforman en esferomastigotos y éstos en
epimastigotos, que se multiplican por fisión binaria y se dirigen hacia el recto donde se
transforman en tripomastigotos infectantes (metacíclicos). Este ciclo dura en el vector 8-
10 días, dependiendo de varios factores, permaneciendo infectado durante el resto de su
vida (unos 2 años).
Cuando una chinche succiona sangre del hospedador, suele defecar casi
simultáneamente sobre la piel de su víctima. Si la chinche está infectada, sus heces
contendrán tripomastigotos infectantes que penetrarán en el cuerpo del mamífero; la
entrada se suele realizar por el mismo orificio de la picadura, pero también por pequeñas
lesiones cutáneas, atravesando las mucosas y la conjuntiva ocular e, incluso, por
ingestión del vector.
Este tipo de transmisión mediante la intervención de las heces se conoce como
transmisión por contaminación; por esta razón, los especialistas han incluido a T. cruzi en
la sección “stercoraria”.
Una vez atravesada la epidermis, los tripomastigotos metacíclicos son englobados por los
macrófagos de la dermis e invaden las células adiposas del tejido subcutáneo y las fibras
musculares próximas, quedando incluidas dentro de una vacuola parasitófora. Dentro de
la vacuola, los tripomastigotos se transforman en amastigotos, que se dividen durante
varios días por fisión binaria, para después transformarse en promastigotos, éstos en
epimastigotos y, finalmente, éstos en tripomastigotos que rompen la célula e invaden a
otras células próximas para repetir el proceso. A partir de este punto de entrada y
desarrollo inicial se producen metástasis hasta los ganglios linfáticos locales para,
finalmente, por vía sanguínea llegar a los diferentes órganos y tejidos. La única forma que
se encuentra en la sangre es la tripomastigoto, que no se multiplica, y sólo permanece en
ella temporalmente entre la salida de una célula y la entrada en otra. El parásito invade
todo tipo de células y tejidos; en las células musculares, especialmente en las del
miocardio, los amastigotos alcanzan gran número, formando cúmulos que reciben el
nombre de pseudoquistes.
A las 2-3 semanas de la infección, por acción del sistema inmunitario, el proceso de
multiplicación se ralentiza, disminuyendo, así mismo, la destrucción celular y la presencia
de tripomastigotos en sangre; esta nueva situación corresponde al inicio de la fase
crónica de la enfermedad.
PATOGENIA
En los mamíferos silvestres la infección cursa, por lo general, subclínicamente; en algunos
mamíferos domésticos puede presentarse sintomatología, especialmente en el perro en
el que la infección puede cursar como en el hombre.
La patología se debe esencialmente a la acción mecánica (destrucción de células y
tejidos por el parásito), a la acción toxicoalérgica (por los desechos, antígenos y
descomposición de tripanosomas en sangre y tejidos) y a procesos autoinmunes (causa
esencial de las lesiones cardiacas). En cualquier caso, la patología está condicionada
tanto por las características del hospedador como por las del parásito (virulencia,
“preferencia” por un tejido, etc.) (*).
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(*) Mediante pruebas isoenzimáticas se han podido caracterizar poblaciones con relación a su perfil
bioquímico (zimodemas), comprobándose que algunas de estas cepas tienen preferencia por determinados
tejidos u órganos (cepas viscerotropas, neurotropas o cardiotropas).
EPIDEMIOLOGÍA
DIAGNÓSTICO
CONTROL Y PROFILAXIS
Leishmania Y LEISHMANIOSIS
El género Leishmania Ross, 1903 es un tripanosomátido que se desarrolla en el
citoplasma de células del sistema reticuloendotelial de diversos tejidos y órganos de
mamíferos, y son transmitidos por pequeñas moscas hematófagas (flebotomos). Se
conoce una veintena de especies, algunas de las cuales afectan tanto al hombre como
a otros mamíferos (zoonosis), en tanto que otras sólo se transmiten de humano a
humano (antroponosis). La enfermedad producida por las diferentes especies de
Leishmania es conocida con el nombre generalizado de leishmaniosis o leishmaniasis,
que se manifiesta de forma diversa según la especie infectante.
DISTRIBUCIÓN
EL PARÁSITO
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con los que se pueden contrastar los diversos caracteres. Los criterios de identificación
se basan en los caracteres biológicos (desarrollo en el vector, virulencia de clones en
roedores), caracteres inmunológicos (determinación de serotipos, anticuerpos
monoclonales) y pruebas bioquímicas (análisis secuencial de ADN, caracterización por
isoenzimas, análisis secuencial ribosómico, etc.)
LOS HOSPEDADORES
Leishmania utiliza en su ciclo vital dos tipos de hospedadores: un mamífero y un
insecto díptero hematófago que es el vector.
• MAMÍFERO. Como hospedadores naturales de Leishmania se encuentra una gran
variedad de mamíferos (más de un centenar), tanto silvestres como domésticos,
incluido el hombre.
VECTORES. Los vectores son, exclusivamente, hembras de los llamados flebotomos,
pequeñas moscas negras. Se trata de insectos dípteros conocidos vulgarmente con
diversos nombres, como flebotomos, moscas de los arenales, moscas jorobadas, etc.
Se conocen unas 600 especies, repartidas por todo el mundo, de las cuales 50 tienen
importancia médica por transmitir, no sólo la leishmaniosis, sino también la
bartonelosis y la fiebre papataci. En la leishmaniosis participan varias especies de los
géneros Phlebotomus (en el Viejo Mundo -Europa, Asia y África-) y Lutzomyia
(en el Nuevo Mundo -América-). Sólo las hembras son hematófagas, los machos se
alimentan de jugos de plantas.
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CICLO VITAL
PATOGENIA Y EPIDEMIOLOGÍA
la acción del parásito como de la respuesta inmunitaria del hospedador. Desde este
punto de vista se distinguen, tradicionalmente, tres tipos de leishmaniosis:
leishmaniosis cutánea, mucocutánea y visceral; aunque cada tipo de
leishmaniosis es producido por una o varias especies del parásito, todas ellas pueden
producir lesiones cutáneas.
LEISHMANIOSIS CUTÁNEA
Forma seca
LEISHMANIOSIS MUCOCUTÁNEA
LEISHMANIOSIS VISCERAL
LEISHMANIOSIS EN ANIMALES
Salvo alguna excepción, los mamíferos afectados por la L.C. son mamíferos silvestres,
en especial roedores, en los que la enfermedad se manifiesta en forma de lesiones en
la cola, orejas y dedos. Las especies productoras de L.M.C. dan lugar a infecciones
sistémicas, pero rara vez se observan lesiones en la piel. La L.V. es bien conocida en el
perro, reservorio de las leishmaniosis en España; a diferencia de lo que ocurre en el
hombre, en el perro la enfermedad se presenta como una leishmaniosis generalizada,
que afecta tanto a la piel como a las mucosas y vísceras. Las lesiones cutáneas suelen
ser muy aparentes y consisten en descamaciones en diversas partes del cuerpo, pero
principalmente en las articulaciones y pliegues. Las úlceras aparecen en el hocico,
orejas, dorso. La enfermedad evoluciona lentamente y durante ella los animales
presentan anorexia, enflaquecimiento, debilidad y apatía. El bazo, hígado, médula
ósea, ganglios linfáticos y riñones son afectados. El desarrollo de la sintomatología
descrita es variable en el tiempo y puede oscilar entre tres y ocho meses, al cabo de
los cuales y como consecuencia de una disfunción renal y hepática principalmente, los
animales entran en coma y mueren. En la bibliografía existente se señala el
tratamiento como largo, costoso y sólo parcialmente eficaz; se ha señalado que en la
mayoría de las ocasiones no se consigue la curación parasitológica (eliminación total de
los parásitos), sino sólo la remisión temporal de la sintomatología. Por estas razones,
habida cuenta que es el reservorio de la enfermedad para los humanos y para evitar el
sufrimiento del perro, se ha recomendado en numerosas ocasiones el sacrificio de los
animales.
DIAGNÓSTICO
Diagnóstico clínico:
Un clínico con experiencia puede sospechar de la existencia de una leishmaniosis
cutánea o mucocutánea cuando, en una región endémica de dichas leishmaniosis,
las lesiones presentan las formas típicas (úlceras) que tardan más de 2 meses en
curarse.
Diagnóstico de laboratorio:
diagnóstico directo: El diagnóstico directo de la L.C. y la L.M.C. se basa
esencialmente en la detección del parásito (amastigotos) a partir de material tomado
del borde de la lesión (pápula o úlcera) y posterior tinción con colorante de Giemsa u
otro similar. Si la densidad parasitaria es escasa puede procederse al cultivo de la
muestra obtenida por el anterior procedimiento en medio N.N.N. (Novy, MacNeal,
Nicolle) (conocido también como agar-sangre) o a la inoculación de la muestra en el
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hámster dorado -en nariz, intraperitoneal o interdigital- para posterior examen de las
lesiones. El diagnóstico de la L.V. se realiza rutinariamente mediante el estudio de
médula ósea obtenida por aspiración esternal o ilíaca; la aspiración esplénica,
utilizada a veces, entraña mucho riesgo. Cuando la parasitemia es escasa se puede
proceder al cultivo en medio N.N.N. o a la inoculación en hámster.
diagnóstico indirecto: La inmunofluorescencia indirecta (IFI) y ELISA son las
técnicas serológicas habituales para el diagnóstico tanto de la L.C. como la L.M.C. La
llamada prueba cutánea de la leishmanina o test de Montenegro se suele utilizar
para el diagnóstico de la L.C., especialmente en encuestas epidemiológicas; consiste
en la inoculación subcutánea de promastigotos lisados y la lectura de la reacción a
las 48-72 horas de la inoculación, considerándose reacción positiva cuando en el
lugar de la inoculación aparece una zona eritematosa indurada de un diámetro igual
o superior a 5 mm.
CONTROL Y PROFILAXIS
LECTURAS
PARA COMPLETAR
Markell, E.K., Voge, M., y John D.T. 1990.- Parasitología médica.
Interamericana.McGraw-Hill. Madrid.
Soulsby, E.J.L. 1987.- Parasitología y enfermedades parasitarias en los animales
domésticos. Interamericana. México.
Harwood, R.H. y James, M.T. 1987.- Entomología médica y veterinaria. Limusa,
México.
ICONOGRAFÍA
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