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Bailarina

¡Todos al paro! Por favor, los jóvenes y las mujeres primero, que somos muy gentiles.
¡Qué digo yo! ¡Nooooo! Las mujeres que se queden que para eso les pagamos un 25%
menos del salario, y a poder ser, que estén buenorras, solteras y sin hijos; y lo de la
carrera da igual, son muy listas y aprenden pronto, y además están tan bonicas en sus
poltronas...

Así me despierto de un sueño. La obra de Vizcaíno Casas ahora es una cruda realidad y
yo soy una joven de 30 años, licenciada, en paro y sin estar demasiado “buenorra”. En
mi casa somos cinco mujeres, por lo que padre, el pobre, siempre se ha definido como
“feminista” sin abordar a fondo el sentido y significado del concepto. No sé si sería un
mecanismo de defensa ante tanta fémina o una profunda preocupación por posibles
desigualdades e injusticias que el “patriarca” del clan atisbaba ya desde antaño.
No iba desencaminado, y un embarazo fue el culpable de un despido improcedente en la
familia, el retiro laboral durante años para poder criar al polluelo. Renunciar para criar,
y así lo hizo. Y ahora es demasiado mayor y no está actualizada, por lo que es la madre
de una feliz y bien criada niña PERO piensa que le gustaba su trabajo y era muy buena
y que cuando el polluelo vuele, recordará sus años mozos y le contará a sus nietos que
ella era una mujer lista y que sacó de apuros a la empresa que le dio un puntapié y
directa la lanzó al larguero laboral. O se lamentará de no haber nacido en Suecia o
Dinamarca, no por el hecho de ser una rubia de descapotable, sino porque allí en las
latitudes norteñas son sensibles y justos y no hay que elegir entre ser madre o
trabajadora...

Mi madre fue madre cuatro veces, renunció a sueños de costurera y bailarina; ahora
cose para su nieta y baila al son de los anuncios de la televisión, a ella hemos pensado
alzarle un monumento en el salón de la casa pero nunca lo hemos hecho.

Sigue siendo guapa y graciosa, detallista, inteligente, sensible y fuerte a la vez, una
cocinera diez, buena madre y buena esposa, vecina valedera... Pero no fue costurera, ni
le pagaron por hacer los trajes más serafines de la vereda o por hacer esfuerzos cada
sábado en el mercado para poder comprar lenguados...
Es una mujer fuerte y lista, con sentido del humor, algo despistada... Quién sabe a lo
que podría haber llegado si su labor se hubiera expandido de puertas hacia fuera; quizá
una gran bailarina de danzas populares, o maestra de confección el la Escuela de Artes,
o psicóloga, que sin tener el gusto de conocer a Freud, Piaget o a los conductistas,
psicoanalistas y demás pirados, ella tiene el don de mirar a los ojos y saber en qué nivel
espiritual te encuentras... ¿Existe unos honorarios justos a tanto trabajo, dedicación y
esfuerzo intramuros?

Esta noche volveré a soñar, y no soñaré con campos de concentración de paradas, ni con
montañas de ilusiones en crematorios, ni dictadores, ni con desigualdades, injusticias ni
con frustraciones varias y humanas.
Soñaré con mujeres que salen de las sombras de la historia, abuelas con monolitos en
sus casa que cuidan ahora de sus nietos, con el polluelo que no tendrá que elegir entre
trabajar fuera de casa y ser mamá, con mi hermana y por su vuelta del exilio
laboral...me despertaré contenta.
Y sobre todo soñaré con mi madre vestida con el traje regional, bailando en un teatro
repleto de gente...

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