You are on page 1of 3

“Cuento de Amor” de Clàudia

Era tarde, muy tarde. Ella había tenido que hacer horas extras en el
trabajo. Había demasiado trabajo y pocos trabajadores. La crisis en su
trabajo había hecho estragos. Era de noche, una noche oscura,
completamente oscura, por la niebla que había. Hacía mucha
humedad, pero era luna llena. Una luna llena, completamente
redonda, que con dificultad iluminaba el cielo estrellado de Barcelona.

Aunque la humedad era bastante latente, ella decidió, después de


una semana tan dura de trabajo, ir por el parque a su domicilio.
Trabajaba en la Barceloneta, justo delante de la Estación de Francia y
vivía en Passeig Sant Joan con Ronda de Sant Pere. Estaba cansada,
pero necesitaba ir paseando por el parque de la Ciutadel·la.

Se puso la americana, cogió su bolso, se despidió de su jefe que


continuaba trabajando. Cerró la puerta del despacho y salió. Empezó
a caminar hacia casa. Iba poco a poco saboreando el aire de su
ciudad, cada esquina, cada banco. Entró por fin en el parque de la
Ciutadel·la. Ella sentía un aprecio especial por este parque. Iba muy
frecuentemente cuando era pequeña. La llevaba su abuelo cuando
era pequeñita. Y siempre que iba a este parque se acordaba de su
abuelo y de sus juegos de domingos y de otras tardes con él. Ese
abuelo que ella siempre quería de forma especial. Ambos siempre se
quedaban mirando ese lago artificial. Y esa noche, lo necesitaba.
Necesitaba sentarse en un banco al lado del lago y ver como el agua
hacía de espejo de esa luna. Y sentir cómo ese reflejo llenaba su
alma. Era una imagen maravillosa, armoniosa, con un colorido
especial que le provocaba una añoranza por todas aquellas lunas
llenas que vio con su abuelo en su adolescencia. El parque estaba
solitario. Todo el mundo estaba en casa cenando. Ya era hora de
cenar.

Todo en silencio. No se oía nada de nada. Y ella sintió esa paz de


cuando era pequeñita; pero de repente, se escuchó un ruido, un ruido
raro. No era del movimiento de las hojas, causada por esa brisa
marina que llegaba hasta su parque. No, fue un ruido completamente
distinto. Era un ruido algo estremecedor, que provocó que su tez
palideciera totalmente. Se empezó a sentir completamente insegura.
Empezó a mirar a todo su alrededor, pero no vio nada. Se volvió a
sentir ese mismo ruido. Era uno sonido extraño, opaco, era como un
crack. Parecía como si alguien hubiese pisado algunas hojas secas,
pero no estaba segura. Se levantó lentamente del banco. Volvió a
mirar a su alrededor para ver si veía a alguien. No vio a nadie ni nada,
pero de todas maneras, ella empezaba a sentir algo de miedo. Su piel
estaba completamente erizada y su corazón cada vez estaba más
acelerado. Se volvió a sentir el mismo ruido. Ahora ya estaba segura.
Eran pisadas, parecían unas botas con la punta metálica pisando
ramas secas. Un sonido especial. Empezó a caminar suavemente sin
intentar hacer ningún tipo de ruido. Cada vez las pisadas eran más
frecuentes. Parecía que alguien se le acercaba por la espalda. La
respiración de ella empezaba a estar bastante alterada, entrecortada.
Parecía que su corazón estaba ya demasiado alterado. Empezó a
caminar cada vez más rápido, y más rápido. Y las pisadas también
eran más rápidas, parecían demasiado cercanas a ellas. Así que
decidió empezar a correr. Lo malo es que su respiración era cada vez
más difícil y hacía que sus pasos eran irregulares. La oscuridad del
parque era cada vez más inmensa. Parecía que las luces del parque
se estaban fundidas. Finalmente, miró hacia delante y vio como al
final del camino estaban las luces del Passeig Sant Joan. Faltaban tan
sólo veinte metros para llegar al Passeig y pasar por delante de la
puerta de los juzgados donde había cámaras. Así que hizo un
pequeño esprint. Lo consiguió. Consiguió llegar hasta los juzgados.
Allí necesitó descansar un poco puesto que su respiración empezaba
a entrecortarse mucho más.

Descansó unos segundos, pero en seguida reanudó la marcha, no


corría, pero era un caminar rápido, según lo que le permitía la
respiración y su poca resistencia puesto que no iba al gimnasio y no
solía hacer ejercicio físico.

Por fin, llegó a casa. Tenía la sensación que le perseguían muy de


cerca, pero no veía a nadie sospechoso. No sabía cómo podía explicar
esa rara sensación. Suerte que llevaba las llaves de casa en uno de
los bolsillos de la falda tejana negra. Abrió rápido la puerta del portal
y entró rápidamente cerrando ella misma esa puerta. Apoyó su
espalda y su cabeza en la puerta del portal que había cerrado tras
entrar. Y… por fin, respiró. Se sacó todo el estrés porque se sentía
protegida. Cualquiera que le siguiese no podría entrar, puesto que la
puerta era totalmente metálica y no había cristal que pudiera romper
su supuesto perseguidor.

Llamó al ascensor y finalmente llegó a su casa, su pisito de soltera de


una sola habitación. Por tanto, empezó a respirar de verdad y a sentir
alivio. Había salvado su vida. De repente, le llamaron al interfono.
Dios! —pensó— cómo ha sabido su piso? Se puso y preguntó quien
era.

- Cariño—le dijeron—soy yo, Carlos, tu novio. Acabo de llegar de


Lyon.
- Hola—dijo ella—pasa.

Necesitaba estar entre sus brazos. Cuando cruzó Carlos su umbral, se


abrazó a él y le explicó todo cuanto le acaeció. Él se rio suavemente.
Ella no lo entendía. Y le preguntó:

- Te ríes después de lo que he pasado esta noche. No entiendo


cómo puedes reirte.
- Cariño—le dijo—no lo entiendes. Después de llegar al
aeropuerto desde Lyon, al ser tarde y haber hablado contigo y
saber que todavía estabas trabajando, decidí ir a buscarte; pero
llegué tarde y desde el taxi vi cómo salías del trabajo y te ibas
al parque. Así que te seguí, pero no había manera de
alcanzarte. Lo siento, tesoro, siento haberte asustado. Ven aquí,
mi vida. Tranquila. Ya estoy aquí.

Se abrazaron, se besaron, se fueron a la cama a dormir. No podían


hacer otra cosa que yacer en la cama completamente abrazados
hasta dormirse juntos sintiéndose en paz.

You might also like