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Agradezco profundamente a la UBV los espacios que nos ha brindado. Tengo además
un compromiso en este Bicentenario. Todos saben y a quienes no lo sepan, les informo
que soy historiador y además historiador formado en una matriz bastante distinta de lo
que ha sido la matriz tradicional de interpretación histórica, y eso nos ha llevado a ir
desarrollando algunos elementos muy importantes desde el punto de vista conceptual en
torno a este Bicentenario.
Y por lo tanto, los que estamos sosteniendo desde la comisión nacional es que este
bicentenario que iniciamos es un ciclo, un ciclo que además hay que conectar con esa
lucha de la resistencia, porque la motivación es la misma, está imbuida dentro de la
confrontación entre la semántica de la dominación y la semántica de la liberación. Y en
esa lógica, en ese planteamiento hay que entender por lo tanto las rebeliones de
Andresote, la insurgencia de José Leonardo Chirinos, el proceso de los Comuneros, que
se nos olvida. A nosotros se nos olvida que un conjunto de blancos de orilla en 1780
organizó una experiencia extraordinaria que sólo va a tener parangón en la comuna de
París de 1800 y se nos olvida, y es una experiencia americana, nuestramericana, ¡ah,
pero nadie la nombra! No significa que ignoremos el aporte de Miranda y su
planteamiento de la Colombeia, en absoluto, yo no estoy diciendo eso, lo que estoy
diciendo es que hay un conjunto de indicadores, un conjunto de rasgos que en esa
dialéctica de la confrontación entre la dominación y la liberación están presentes desde
mucho antes del 19 de Abril, y eso significa por lo tanto que la lucha continúa, que la
lucha tiene sentido, y que en ese sentido de materias pendientes, de dialécticas de la
liberación versus dialécticas del oprimido, tenemos que seguir construyendo y
reflexionando.
Pero además, quiero decir algo que es sustancial, la Academia Nacional de la Historia,
llámese Academia Nacional de la Historia de Venezuela, llámese Academia Nacional de
la Historia de Colombia, llámese Academia Nacional de la Historia de México, llámese
Academia Nacional de la Historia de Perú, cualquiera de las academias nacionales de la
historia tiene el mismo discurso: las revoluciones de 1810 fueron revoluciones de
blancos. Y revísenlo, revísenlo en los libros de texto. Pero voy más allá, hasta las
representaciones pictóricas. Busquen las dos grandes representaciones pictóricas sobre
los dos procesos que son iconos de la independencia, 19 de abril de 1810, 5 de julio de
1811, los dos cuadros de Juan Lovera, vean con detalle los cuadros de Juan Lovera y
señálenme una sola mujer que aparezca, señálenme un solo mestizo que aparezca
pintado, un solo negro, un solo zambo, un solo indígena, búsquenme uno solo,
cuéntenmelo, les permito los dedos, estos dos y les sobran los dos. No hay ni uno,
porque en la representación pictórica también hay la representación de la dominación, y
resulta que entonces también en nuestros actos reflejamos la pintura de Juan Lovera del
5 de Julio y del 19 de Abril, sin darnos cuenta que en esa pintura está también
subjetivamente la dominación, porque esa pintura invisibiliza a los sujetos sociales y ese
es precisamente el interés de la historia de la dominación, invisibilizar, desaparecer a los
sujetos sociales.
Y se ha logrado, lean el Acta del 19 de abril de conformación del gobierno y usted verá
cómo nombran a Vicente Emparan, cómo nombran a José Cortez de Madariaga, cómo
nombran a José Félix Ribas, representante del gremio de los pardos (si José Félix Ribas
era pardo yo soy catire de ojos azules con cabello y frondosa cabellera además) ¿Y por
qué sucede efectivamente eso? Ah, porque en la lógica colonial los pardos y los negros
no hacen la revolución, no aparecen en la revolución y ese discurso lo hemos venido
reproduciendo.
Y esta generación a la cual pertenezco, que es una generación intermedia, que tuvo
profesores de gran valía pero que hoy estamos confrontados, hoy están en la acera del
frente y nosotros de este lado confrontándonos dialécticamente, Elías Pino Isturrieta,
Manuel Caballero, Manuel Suzzarini, Ángel Lombardi, un conjunto de individuos a los
que le debemos… el propio Agustín Blanco Muñoz, gran amigo y compañero, pero que
estamos enfrentados dialécticamente hoy, esa generación nunca dijo algo sobre lo cual
mi generación sí reflexionó. Desde que yo era estudiante y trabajaba como asistente de
investigación de Ángel Lombardi padre, sabíamos que la Academia Nacional de la
Historia tenía 15 tomos de este color (con las dos manos hace un gesto para señalar
unos 20 centímetro de grosor) para que ustedes tengan idea, que reúnen lo que se llama
Expedientes sobre Juicios e Infidencias entre inicios del siglo XVIII hasta mediados del
siglo XIX. Para explicarlo para que los que no son historiadores y no tienen que cubrir
lo que nosotros llamamos «horas nalga» es decir horas sentados en un archivo leyendo
documentos, los historiadores decimos que a nosotros nos pagan por «hora nalga»,
(porque) tenemos mucho tiempo trabajando con «esas cosas», resulta que los juicios de
infidencias jamás habían salido a la luz pública, los tenía la Academia Nacional de la
Historia desde su fundación allá por el año 1888. ¿Por qué la Academia Nacional de la
Historia, nos preguntábamos nosotros, nunca hizo una reseña de un documento, nunca
presentó un paper en un congreso, nunca publicó un libro sobre los juicios e
infidencias? Algo debe pasar, decíamos. Cuando comenzó todo esto de la conformación
de la Comisión del Bicentenario que comenzó realmente cuando se conformó la
comisión muy amplia sobre la investigación sobre la muerte de Bolívar y tuve el honor
de que me invitaran a formar parte junto con otros historiadores de mi generación,
nosotros planteábamos en una reunión con el Presidente la necesidad de rescatar
algunos archivos que están en manos de los Boulton, en manos de la Academia
Nacional de la Historia, e hicimos especial énfasis en los juicios de infidencias, porque
el olfato nos decía que algo había allí para que los tragalibros de la Academia Nacional
de la Historia no hubieran publicado nunca ni una línea, y le insistimos al Presidente
durante más de un año y nada. En octubre del año pasado finalmente nos dio respuesta,
emitió un decreto, el decreto llegó a la Academia Nacional de la Historia, la gente del
Archivo General de la Nación con mi buen amigo Luis Pellicer, investigador
contemporáneo conmigo, tomó posesión de los 15 tomos y comenzamos a trabajar, a
leer, a transcribir de la paleografía española característica del siglo XVIII, muy
compleja, primero a mano y después a computadora, después el proceso de escaneado.
Llevamos apenas, de los 15 tomos, cinco tomos escaneados y transcritos y nos hemos
conseguido con cosas como esta...
De nuevo insisto en eso de la invisibilización, por que allí aparece Emparan, aparece
José Cortés Madariaga, aparece José Félix Ribas, aparece Lino de Clemente,
protagonizando el hecho, pero no aparecen los blancos de orilla, no aparecen los negros,
no aparecen los pardos, no aparecen los indios, no aparecen los mestizos. Pero resulta
que en los juicios de infidencias sí aparecen. Y cuando estamos trabajando ahora
recientemente en el inicio del tomo VI, el primer juicio que nos conseguimos en el tomo
VI, expediente XVI, del archivo de infidencias y juicios, es un proceso a un tipo común,
Carlos Sánchez, 50 años, carnicero, pardo, es decir hijo de negro o negra con india o
indio, y cuando comenzamos a leer el juicio nos llama profundamente la atención, como
todos ustedes saben primero hay una declaración acusadora por parte del fiscal, cuando
comenzamos a leer y a trascribir la paleografía del siglo XVIII el juicio a Carlos
Sánchez, repito, carnicero, imagínense ustedes oficio más vil en la lógica de la
dominación colonial que alguien que trabaja destazando reses, se llena de sangre y huele
todo el día a carne putrefacta, no hay nada más vil en la lógica profundamente de castas
de la sociedad colonial que el oficio de carnicero. Pero resulta que Carlos Sánchez, de
50 años, pardo, iletrado, sin dinero, es el capitán de las milicias de pardos, es el capitán
de las milicias que fueron creadas cuando los corsarios y piratas comenzaron a invadir
la capitanía general de Venezuela y se vieron en la obligación, porque los blancos
criollos y los blancos peninsulares eran muy poquitos, de conformar milicias de pardos.
Y Carlos Sánchez, ese carnicero de 50 años, que no sabía leer y escribir, que era pardo,
resulta que era el capitán de las milicias de pardos del 19 de abril de 1810, y cuando el
fiscal lee las argumentaciones por las cuales va a juicio, dice que Carlos Sánchez, de 50
años, de oficio carnicero, casado, va a juicio por haber sido infiel al rey y haberse
atrevido a posar sus manos y a detener bajo coacción al capitán general de Venezuela
Vicente Emparan.
¡Señores, eso significa que no hay un coño de 19 de abril sin Carlos Sánchez! Pero
como Carlos Sánchez era carnicero y pardo, e indigno, no podía aparecer firmando,
Carlos Sánchez fue el responsable de apresar a Vicente Emparan cuando salió de la
Catedral de Caracas de la misa de Semana Santa y de llevarlo detenido bajo coacción a
cabildo abierto, donde ahí sí aparecen los blancos para decir que no aceptaban su
imposición. Pero resulta que en el acta del 19 de Abril no aparece Carlos Sánchez,
resulta que en nuestros libros de historia Carlos Sánchez no existe, resulta que si no le
quitamos los archivos a la Academia Nacional de la Historia no sabemos que Carlos
Sánchez existe, y eso hoy tiene un peso importante. Porque cuando decimos hay 19 de
abril gracias a pueblo y a Carlos Sánchez estamos diciendo que las revoluciones las
hacen los colectivos, y que la revolución carajo no la hacen los blancos, que la
revolución no es una vaina exclusiva de los letrados, que la revolución es un acto
colectivo que se reconstruye a sí mismo, y eso es lo que se está diciendo, y entendimos
entonces por qué la Academia Nacional de la Historia mantuvo férreamente controlado
ese archivo de juicios e infidencias, y entendemos entonces buena parte de la posición
que nos confronta hoy en día con la Academia Nacional de la Historia, porque eso
significa que así como eso sucedió en la Junta de Caracas, pudo haber sucedido en la
Junta de Colombia, pudo haber sucedido en la Junta de México, pudo haber sucedido en
la Junta de Buenos Aires, pudo haber sucedido en la Junta de Quito, porque en todas
ellas, en toda Nuestramérica, y ese es otro término sobre el cual voy a deliberar, (sobre)
las conceptualizaciones con las cuales nos identificamos, en ese espacio de
Nuestramérica el 85 % como mínimo eran pardos, mestizos, negros, indígenas, no eran
blancos, y es lamentable porque además, en los libros de historia de todos esos espacios
de Nuestramérica se repite que la revolución la hicieron los blancos.
Y así como conseguimos ese juicio de infidencias hay juicios de infidencias también
retenidos en Colombia, en Brasil, en Chile, en Argentina, en La Habana, en Puerto
Rico, en México, en Costa Rica, en Uruguay, en Paraguay, en Nicaragua, en El
Salvador, en Panamá, en Sevilla, (allí) deben estar esos juicios de infidencias y
precisamente una de las primeras obligaciones que tenemos es que estamos preparando
la edición de 400 mil ejemplares de los documentos transcritos de los juicios de
infidencias, porque quién ha dicho que somos nosotros los historiadores la única voz
autorizada para escribir la historia. Yo no lo he dicho, jamás lo he sostenido, creo -como
decía Aquiles Nazoa- en los poderes creadores del pueblo, creo en las posibilidades de
la construcción, y tanto es así que lo he visto. Voy a introducir aquí una pequeña
anécdota: el día viernes hicimos una convocatoria a través del Ministerio del Poder
Popular para la Ciencia y la Tecnología y el Ministerio del Poder Popular para la
Cultura a un conjunto de colectivos, de maestros, de miembros de los Centro de
Reflexión Comunitaria de Fundacite, de las Redes de Innovación Productiva, de las
Redes de Alfabetización Tecnológica, y acudieron 350 maestros, líderes comunales,
líderes comunitarios, al MACZUL. A las 9 y media comenzamos la actividad con un
discurso de reflexión mucho más corto que este que estoy dando y que les prometo que
será corto para que interactuemos, y los organizamos en grupos a partir de un conjunto
de palabras sobre las cuales reflexionar: paz, solidaridad, ciudadanía, estado, nación,
república, independencia, revolución, insurgencia, insubordinación, libertad. Después
del mediodía, a eso de las tres de la tarde, ya habíamos terminado y ellos habían hechos
sus carteles para presentar la experiencia, se paran los compañeros de la mesa de «paz»
que habían hecho una presentación extraordinaria diciendo cómo entendían ellos la paz,
diciendo que entendían la paz como respeto a las leyes, respeto a la condición humana,
y se para una compañera wayuu, sequita por el hambre, chiquita por las penalidades, de
La Sierrita, una localidad del municipio Mara, y se para ella después que intervienen sus
compañeros, solicita la palabra y dice «profesor, ¿puedo intervenir?», «cómo no,
intervenga». «Yo voy a diferir de mis compañeros, aunque estoy de acuerdo con lo que
ellos dicen yo creo que hay algo esencial que nos falta a nosotros para construir la paz»
y dice ella «no hay paz si pasamos hambre». Una compañera wayuu, que apenas si ha
terminado con la Misión Robinson (de) asimilarse culturalmente al manejo de la
imposición que implica el dominio del castellano, pero para ella la paz no es leyes, la
paz es no pasar hambre. Yo le decía al compañero Nelson Márquez de Fundacite que
escuchando eso yo pensaba que tenía que empaquetar mis maletas e irme a vivir en una
playa porque no tengo nada que hacer en un aula de clases, cuando los colectivos son
capaces de construir conceptos tan sólidos como esos.
Y eso me recuerda otra anécdota, como les dije, hace 15 días coincidíamos en Caracas
en el Coloquio “De Abril a Abril, alcances de una revolución”, que reunió a todos los
que hemos formado lo que llamamos la red de investigación y memoria de historiadores
por el Bicentenario, que reúne en estos momentos a cerca de 50 académicos de diversas
universidades y cerca de 450 líderes comunitarios de diversas partes del país, que
estamos articulando en torno a las actividades del Bicentenario, y después que tuvimos
el debate en el Palacio de Santa Rosa de Lima donde está el acta del 19 de abril,
diagonal a la Catedral ahí mismo en la plaza Bolívar, y diagonal al edificio La Francia
recientemente expropiado, decidimos trasladarnos a una comunidad muy populosa
llamada Sarría, y en Sarría, una zona con una gran vivencia en organización,
comenzamos a deliberar sobre estos conceptos. Y discutiendo nosotros sobre cómo
entendíamos la independencia nos solicitó la palabra una mujer humilde, como de unos
75 años, marcada por el esfuerzo de la vida. Nosotros hablábamos de independencia, de
condición humana, hablábamos de independencia como soberanía plena, pero ella pide
la palabra y le damos la palabra, y cuando interviene comienza diciéndonos «profesores
yo a ustedes los respeto mucho, los considero mucho, sé que ustedes son hombres y
mujeres muy serias, pero la independencia de la que ustedes hablan yo nunca la he
visto, yo no he sido independiente para haber evitado que dos de mis cinco hijos se me
murieran de hambre, yo no he sido independiente para haber logrado culminar la
primaria que nunca pude, yo no he sido independiente para haber logrado que mis hijos
terminaran el bachillerato, yo no he sido independiente para no tener que trabajar
lavando y planchando en casa de ricos toda mi vida para medianamente darle vida a mis
hijos, por lo tanto profesores esa independencia de la cual ustedes me hablan es
completamente irreal desde mi punto de vista». Nosotros hicimos como Condorito,
¡plof!, y después dicen que el pueblo no es sabio, después dicen que sólo desde la
academia se produce conocimiento, y hay que escuchar a esos colectivos reflexionando
sobre conceptos como estos para entender la enorme capacidad que tienen, y esto es
clave en esta coyuntura, esto es clave en este momento histórico de América Latina,
esto es clave para los retos que tenemos en la actual circunstancia histórica, porque se
trata de un hecho importante, de un hecho significativo que tratamos de impulsar en esta
discusión del Bicentenario:
1. Democratizar la historia
Queremos sacar la historia de los cubículos donde los historiadores cobramos por hora
nalga cumplida, queremos salir de esa lógica, queremos que desde las colectividades,
desde una visión retrospectiva, desde el hoy hacia el ayer, reconstruyamos esos
manuales tan enmarcados en la lógica de la dominación, porque en esos manuales hay
sectores invisibilizados y la invisibilización, la desaparición en esos manuales no es
fortuita, es un mecanismo de dominación, es un mecanismo de control.
2. Un Ciclo Bicentenario
En quinto lugar, y no por eso menos significativo, nos hemos trazado como objetivo el
desmontaje de la mentalidad científica importada, de esa epistemología histórica que
hace ver que los procesos que se dieron en nuestramérica son consecuencia de lo
sucedido en Europa, que nuestras constituciones son unas constituciones consecuencia
del debate que va a producir la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812. Y
nuestros historiadores, porque además debo decirlo son nuestros historiadores militantes
que lo dicen, no se dan cuenta de la trampa ideológica que subyace en el planteamiento
cuando hacemos la historización, cuando reconstruimos históricamente el proceso desde
la óptica esencialmente europea.
Nosotros nos negamos a esa dinámica, nos negamos a construir y a pensar el Ciclo
Bicentenario desde la lógica de la dominación, desde la lógica de la mentalidad
científica europea, y plantemos una ruptura epistémica con esa mentalidad científica
europea, y por lo tanto decimos la ciencia no es neutra, y «no nos asumimos neutros»
como decía Benedetti. Bienvenida la neutralidad de Octavio Paz, bienvenida la
neutralidad de Manuel Caballero, bienvenida la neutralidad de Manuel Suzzarini,
bienvenida la neutralidad de Ángel Lombardi, que sean felices siendo neutros, pero yo
no voy a contribuir a hacer una historia neutra, creo en la historia comprometida, y
comprometida sobre estos preceptos epistémicos que estoy diciendo. ¿Que no soy
neutro?, me alegro de no serlo.
6. Nuestramérica
Por otra parte, y esto nos lleva en sexto lugar, a sostener lo que llamamos la
reivindicación de la identidad nuestramericana, porque las dos denominaciones que han
sido dominantes son parte de esa mentalidad científica importada. Cuando hablamos de
América Latina hablamos del concepto de americano esbozado por los franceses y que
se comienza a construir a partir de la invasión a México de Maximiliano. Cuando
hablamos de iberoamérica y de hispanoamérica lo hacemos también desde la lógica de
la dominación hispana y no nos damos cuenta y lo repetimos, y por eso, siguiendo a
Martí, nosotros sostenemos desde la Comisión Nacional del Bicentenario que hay que
hablar de Nuestramérica, esa América vestida de negro, de indio, de mestizo, de mulato,
esa América mixta, compleja y diversa, Nuestramérica, no Latinoamérica, no
Iberoamérica, no Hispanoamérica, porque es parte de esa mentalidad importada
científica dominante.
Si no, véanlo en América Latina, pásense por el panorama de noticias mundiales y usted
verá, usted encontrará cómo ese pueblo vestido de colores está activamente articulado y
movilizado, y eso nos lleva en este esfuerzo científico a construir nuevas categorías, y
por eso es que comenzamos utilizando a Martí, proponiendo la sustitución de la
denominación Latinoamérica o iberoamérica por nuestramérica, hay que comenzar por
reconceptualizaciones muy importantes para desmontar toda la estructura de
dominación científica que enseñamos en nuestras escuelas y a través de nuestros
manuales de historia, y eso significa por lo tanto que nos declaramos en combate
permanente contra un imaginario historiográfico de la dominación que subyace en los
discursos oficiales, que subyace en los discursos de las academias, que subyace en las
celebraciones pomposas.
7. La continuidad de la Revolución
Muchas gracias.
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