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B) Sociología de la Población

1. DEMOGRAFÍA Y SOCIOLOGÍA
La Demografía cubre el área del estudio científico de la población huma-
na. La población humana es uno de los conformantes de la sociedad que, como
sabemos, es un todo relacionado de partes interdependientes en las que pesan
sobremanera las relaciones de los sujetos individuales entre sí y sus formas de
organización en grupos, y las relaciones entre estos sujetos y grupos con el en-
torno biofísico. Esta última relación se encauza generalmente a través de una
cultura tecnológica determinada. La conexión entre población y sociedad es,
pues, bien patente. Por eso la Sociología se ha ocupado preferentemente, entre
las disciplinas académicas, del estudio de las poblaciones y ha dado lugar a sub-
disciplinas que, como en el caso de la Ecología Humana, desarrollada por la Es-
cuela de Chicago en los años 20, se ocupa de la relación entre la población y su
entorno físico inmediato.
Por otra parte, en la tarea de entender y comprender mejor esa cosa llama-
da realidad social, los sociólogos han necesitado saber y analizar una serie de
interrogantes que parecían tremendamente pertinentes a su objeto de estudio, ta-
les como: cuántos habitantes hay en un determinado espacio, a qué ritmo se re-
producen, cuántos salen y cuántos entran y por qué, cuál es su composición por
edades, por sexo o por ocupación, etc. Por todo esto, la Demografía aparece
como un capítulo ineludible en todo manual de Sociología. En nuestro caso, tra-
tamos aquí la Sociología de la Población —término que nos parece más amplio
y apropiado que el de Demografía en este contexto—, porque creemos que el
estudio de las formas de agrupamiento humano no conviene diseccionarlo en
exceso, pues de lo contrario perderíamos la perspectiva dinámica.
En efecto, la evidencia del cambio social, hecho del que depende la Socio-
logía como ciencia, proyecta unas tendencias globales y locales que no sólo son
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de carácter espacial sino también cultural y, por tanto, con manifestaciones dia- De en
crónicas, escalonadas a través del curso histórico. Por ello, la dinámica de la fa- ro se refier
milia está unida a la dinámica poblacional y viceversa. Partimos de la base de gundo en i
que los determinismos y condicionamientos demográficos, cuando parecen dar- (o índice d
se, son culturalmente asumidos y nunca meramente impuestos por un irremedia- tantes en u
ble devenir. En la medida en que el factor tiempo construye familias y pobla- dad Gener
ciones, podemos decir que, desde el punto de vista de su evolución o de su de ser mac
dinámica, la familia y la población deben de estudiarse de manera conjunta para torio en ui
asegurar un mejor análisis y una comprensión más fundamentada. por cada n
el índice d
La población se puede estudiar desde varias perspectivas. La experiencia
académica nos ha hecho, sin embargo, ser precavidos ante los peligros que el Unir
«disciplinarismo» representa para un mejor entendimiento de la experiencia dad que re
poblacional humana. Concretamente nos referimos a dos perspectivas que han minada ce
subrayado en exceso sus peculiaridades disciplinares a la hora de estudiar la Con esta t
neracione:
población. Hablamos de la Economía y de la Biología.
senta el m
Los intentos de legitimar una «economía de la población» se dejan notar ya poniendo
en la obra de Malthus, y, sobre todo, en su famoso Ensayo de 1798, así como en durante e:
los postulados poblacionales de ciertas escuelas económicas primitivas como de Fecum
en los mercantilistas, los fisiócratas y en el mismo Adam Smith. Para este «dis-
Otro
ciplinarismo», el factor población sería un factor más a la hora de requerir la
tre los qu
exigencia de la predicción económica. Por ello,-la población habría de constituir
número d
un factor de operatividad más o menos seguro dentro de los requisitos necesa-
a los indi
rios para asegurar un crecimiento económico que se considera a todas luces una Tasa de *
inexcusable y mantenida necesidad histórica. países se
De otra parte, tenemos los intentos de legitimar una «biología de la pobla- obtenció
ción» por parte de aquellos que, como Paul Ehrlich, con su famoso The Popula- Tasa de ,
tion Bomb en 1968, y otros, piensan que el carácter humano de la población que minado j
es objeto de estudio, no supone más que una distinción de especie con respecto Tod
de otras poblaciones animales o vegetales que podrían también considerarse. ciones q
Para esta perspectiva, la Ecología, como subdisciplina de la Biología, tiene un dinámic;
carácter globalista que no permite fácilmente los enfoques particulares, como el estudi
puede ser, en esta perspectiva, el humano. edades, i
Frente a estos «disciplinarismos» nosotros defendemos una Sociología La
de la Población en la que se propone como objetivo directo y prioritario una variable
mejor comprensión de los fenómenos sociales. No estudiamos la naturaleza la frecu
en su conjunto ni las relaciones humanas en concreto: estudiamos la pobla- todo el i
ción para comprender mejor la sociedad. Para ello, como siempre hacemos presentí
en Sociología, conviene comenzar por una descripción de la realidad que ob- nal a la
servamos. En nuestro caso, los indicadores que utilizamos conforman una rectángí
metodología descriptiva en la que priman los conceptos a los que nos referi- el caso
mos a continuación. la ampl
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 97

De entrada, separemos los conceptos de natalidad y fecundidad. El prime-


ro se refiere a la frecuencia de nacimientos en un conjunto poblacional y el se-
gundo en un subconjunto en edad de procrear. Así, la Tasa Bruta de Natalidad
(o índice de natalidad) expresa el número de nacidos vivos por cada mil habi-
tantes en un territorio determinado en un año, mientras que la Tasa de Fecundi-
dad General expresa el número de nacidos vivos por cada mil mujeres en edad
de ser madres (convencionalmente entre 15 y 49 años) en un determinado terri-
torio en un año. La Tasa Bruta de Mortalidad expresa el número de fallecidos
por cada mil habitantes, y la Tasa de Crecimiento Vegetativo, la diferencia entre
el índice de natalidad y el de mortalidad.
Un indicador particularmente relevante es la Tasa Específica de Fecundi-
dad que relaciona los nacimientos correspondientes a madres de una edad deter-
minada con el efectivo total de mujeres de esa misma edad sean madres o no.
Con esta tasa se obtiene el índice de Fecundidad (o índice de reposición de ge-
neraciones), mal llamado a veces Número Medio de Hijos por Mujer, que repre-
senta el número medio de hijos que tendría una mujer a lo largo de su vida, su-
poniendo que no hay mortalidad para las mujeres durante sus años fértiles y que
durante ese período de tiempo se registrarían exactamente las Tasas Específicas
de Fecundidad del año en cuestión para cada edad.
Otros indicadores vienen formados por los índices de dependencia, de en-
tre los que destacan el índice de Dependencia General (relación porcentual del
número de individuos de entre O y 14 años y entre 65 y más años con respecto
a los individuos entre 15 y 64 años), y el índice de Dependencia de Adultos. La
Tasa de Actividad es el porcentaje que representan los activos (en distintos
países se utilizan distintos criterios de actividad aunque generalmente prima la
obtención de un salario) con respecto al total de la población. Por último, la
Tasa de Emigración representa el número de emigrantes de un espacio deter-
minado por cada mil habitantes de ese espacio en el período que se considere.
Todos estos indicadores son útiles para establecer comparaciones o proyec-
ciones que permiten profundizar en las estructuras poblacionales dadas o en la
dinámica o movimiento demográfico. Todos ellos pueden traerse a colación en
el estudio y valoración de la población mediante las así llamadas pirámides de
edades, que es el instrumento de análisis demográfico más conocido.
La pirámide contiene dos histogramas de barras, que se utilizan cuando la
variable viene dada en intervalos de clases (edades en este caso), por lo que
la frecuencia (habitantes) no corresponde a un solo valor de la variable sino a
todo el intervalo. Así, el histograma se construye con un eje cartesiano que re-
presenta la amplitud del intervalo en el eje de ordenadas, y el valor proporcio-
nal a la frecuencia de la variable en el eje de abscisas. El resultado son unos
rectángulos cuya superficie es proporcional a la frecuencia correspondiente. En
el caso de que los intervalos (grupos de edad) sean constantes podrá obviarse
la amplitud y hacer la longitud del rectángulo proporcional a la frecuencia re-
98 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES

presentada. Las barras del histograma se superponen estando las que represen-
tan las cohortes, o grupos de edad, más jóvenes en la base, y las cohortes más
adultas en la cúspide. Los dos histogramas, uno relativo a la población mascu-
lina que generalmente se coloca a la izquierda, y otro correspondiente a la fe-
menina, conforman la pirámide que, en algunos casos, mediante diferentes
sombreados puede también representar alguna otra variable como la población
activa.

- :>¡tü
neral,
Lo primero que se percibe al observar una pirámide es la forma de su silue- ladísti'
ta, que por sí misma proporciona una información inmediata y global sobre el ' mas
tipo de población. Así, la silueta 1, que podríamos llamar estable, representa una en pira
población con natalidad y mortalidad constantes por un amplio período de tiem- - ^as
po y a la que se ajustaría la pirámide de ciertos países occidentales. La silueta 2, ONU,
que podríamos llamar progresiva denota un espacio geográfico con alta natali- timo c£
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 99

dad y mortalidad y en crecimiento vegetativo sostenido y a la que se ajustarían


la mayoría de los países de África. La silueta 3, que llamaríamos regresiva, de-
nota retroceso de natalidad y envejecimiento progresivo, como se da en ciertos
países occidentales, particularmente los mediterráneos. La silueta 4 representa-
ría una pirámide progresiva con inmigración masculina, y la silueta 5, una pirá-
mide estable con reducción de adultos por posible crisis bélica o emigración
masculina. Por último, la silueta 6 nos mostraría un tránsito de pirámide a silue-
ta de pirindola, que es la situación poblacional que se puede proyectar para al-
gunos países europeos suponiendo un mantenimiento de las constantes repro-
ductivas actuales y un nulo impacto de la posible inmigración. En este caso
estarían los países con menor índice de fecundidad, y paradigmáticamente Es-
paña. En el momento de escribir estas líneas y según el último censo de pobla-
ción (1991), la pirámide española denota una transición hacia la regresividad es-
pecialmente acusada en el estrechamiento de la base a partir de las cohortes
nacidas en 1980. La silueta de la pirámide mundial más próxima sería el mode-
lo de la silueta progresiva.
No queremos terminar este punto sin recalcar de nuevo la necesidad de
operar con datos y fuentes estadísticas precisas y verificables. Las proyeccio-
nes estadísticas sólo deben de ser admitidas como apuntes de tendencias pun-
tuales y nada más. Una proyección de futuro no opera con datos verificables
porque estos no existen. Los datos con los que contamos son los actuales pero
no los futuros. Hemos de tener en cuenta también la experiencia de las pro-
yecciones y análisis de futuro efectuados hasta la fecha, y esta experiencia
nos dice, como muy bien sabe el mencionado Ehrlich, que ha fracasado estre-
pitosamente en la mayoría de sus proyecciones poblacionales, que las tenden-
cias y comportamientos demográficos son volubles: cambian a veces de ma-
nera inesperada incluso en países con sistemas de evaluación estadística
sofisticados. Quizá el ejemplo más notorio sea el de Suecia donde hemos ob-
servado una variación de la fertilidad relativa de valores próximos al 1,5 a
principios de los 80, a valores próximos al 2,3 a principios de los 90. Este
cambio no era detectable ni previsible en las proyecciones demográficas ela-
boradas antes de 1985.
Quedémonos, por tanto con los hechos precisos que constituyen las fuen-
tes demográficas reales. Éstas son los censos de población generalizados en el
siglo XIX y que en España se efectúan cada diez años, el padrón municipal de
habitantes procesado informáticamente en los años acabados en 1 y 6, y, en ge-
neral, los anuarios estadísticos publicados tanto por el Instituto Nacional de Es-
tadística como por las oficinas estadísticas de las diferentes comunidades autó-
nomas. Hoy en día los datos demográficos últimos, e incluso las elaboraciones
en pirámides y algunas proyecciones, se obtienen por vía electrónica consultan-
do las informaciones aparecidas en las redes informáticas operadas bien por la
ONU, la oficina estadística de la Unión Europea (Eurostat), o el INE. En este úl-
timo caso habrá que dirigirse a <http://www.ine.es/>.
100 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES SOCIOLC

2. EL EQUILIBRIO DEMOGRÁFICO En
equilibr
La Geografía y la Sociología estudian la población desde perspectivas deramoí
complementarias a partir de datos científicos precisos. Los datos, por sí mismos, proyecc
difícilmente enuncian juicios de valor, de ahí que implique cierta dosis de auda- mos tan-
cia pronunciarse a la ligera sobre si el aumento, o por el contrario, el decreci- sociales
miento y envejecimiento de la población sea algo positivo o negativo en térmi- derar. Ta
nos globales. Sin embargo, sí que podemos apuntar los problemas relativos a las tras nos i
necesidades de tecnología, al nivel de consumo y a la ocupación de espacios en siderar 1;
los entornos que se consideren, basándonos en la comparación de resultados es- RT, recu
tadísticos. La verdad es que no sabemos cuánto es ser muchos ni cuánto ser po- librio dei
cos en términos absolutos. Por eso, lo que los estudios demográficos nos indi-
can, a ío sumo, es que en determinadas situaciones y con unas tendencias
apuntadas se pueden encontrar cierto tipo de problemas. La experiencia históri-
ca nos muestra que el factor demográfico que ha originado más cambios socia-
les, a veces bruscos y dramáticos, ha sido el desequilibrio: la desproporción en- Rece
tre población y el binomio recursos-tecnología, por un lado, y la desigualdad de do nación
concentración demográfica en áreas geográficamente próximas, por otro. De trol, que}
aquí que la cuestión verdaderamente relevante sea saber en qué medida nos mente im
afecta hoy y ahora este problema. conjunto,
Por lo que se refiere al equilibrio entre población y el factor RT (recursos- ocurre en
tecnología), nuestros estudios han de referirse, como casi todo en demografía, a convertidí
la comparación transcultural y espacial. Como en Sociología de la Población adquirido;
también barajamos tendencias a partir de la experiencia que historias demográ- va un grar
ficas concretas han dibujado en determinados lugares, aquí tenemos la virtud de Lo di
retrotraernos o viajar hacia adelante en el tiempo dependiendo del momento his- la gran va
tórico y el lugar geográfico en que nos encontremos. La comparación transcul- generacioi
tural es particularmente compleja; sin embargo, la globalización económica que mente, coi
se ha producido en los últimos años permite elaborar proyecciones más fácil- flejada en
mente que en otros contextos históricos.

RT

Podei
menos uní
Tierra, doi
dices muc]
reposición
SOCIOLOGÍA DÉLA POBLACIÓN 101

En cualquier caso, como muestra el esquema, parece importante que el


equilibrio en demografía se entienda en sentido dinámico. En el caso que consi-
deramos, en la medida en que nos podamos permitir, y sólo en esa medida, una
proyección de sofisticación tecnológica e implementación de la misma, pode-
mos también permitirnos, una proyección de aumento demográfico sin traumas
sociales. Pero ésta no es la única dimensión del equilibrio que hemos de consi-
derar. También hemos de referirnos al equilibrio espacial y aquí debemos, mien-
tras nos circunscribamos al planeta en que vivimos, al menos teóricamente, con-
siderar la existencia de límites al incremento poblacional. Siendo E, equilibrio;
RT, recursos-tecnología; P, población; S, superficie; y C, una constante; el equi-
librio demográfico estaría representado por las siguientes fórmulas:

E = P/RT = 1
E = P/S = C

Reconozcamos que el proceso de urbanización, la consolidación del Esta-


do nacional y el perfeccionamiento de la burocracia y los mecanismos de con-
trol, que han tenido lugar en los dos últimos siglos, han hecho que sea práctica-
mente imposible el movimiento natural de la población en el planeta en su
conjunto. No existe la libre circulación de personas. En muchos casos, como
ocurre en la divisoria Norte-Sur del Mediterráneo, las fronteras políticas se han
convertido en barreras, en muros de contención para la defensa de beneficios
adquiridos. La población del planeta está espacialmente estancada y esto conlle-
va un gran aumento exponencial del desequilibrio espacial.
Lo dramático de la situación de desequilibrio espacial viene reflejado por
la gran variación que existe entre los índices de fecundidad o de reposición de
generaciones de distintas zonas geográficas. Se trata de la así llamada errónea-
mente, como antes hemos manifestado, media de hijos por mujer que vemos re-
flejada en el siguiente cuadro:

U.E 1,6
África 6,2
India 4,3
China 2,4
Planeta Tierra 3,4

Podemos constatar empíricamente que tomando bloques culturales más o


menos uniformes, en ninguna de las zonas económicamente desarrolladas de la
Tierra, donde el binomio recursos-tecnología podría en principio proyectar ín-
dices mucho más altos, se alcanzan los 2,1 hijos por mujer, cifra que permite la
reposición de generaciones, mientras que en las zonas periféricas al desarrollo
102 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES socio.

se superan los 4 (Egipto) o casi llegan a esa cifra (Turquía). Esta desigualdad fo- 3. Po
menta el desequilibrio. Un desequilibrio que, por ser demográfico, es también
político y social.
La población mundial se estima que supera en estos momentos los 5.000
millones largos de habitantes y que tiene un ritmo de crecimiento anual entre el
1,5 y el 2% (unos 100 millones al año). El binomio recursos-tecnología actual,
teniendo en cuenta las tecnologías disponibles aunque puedan no estar global-
mente implantadas, hace posible asegurar la manutención y desarrollo sosteni-
ble de una población muchísimo mayor que la presente. Las hambrunas estruc-
turales las produce siempre el desequilibrio, que repetimos es el principal
problema demográfico con un marcado carácter geopolítico. Hoy en el mundo
sobran alimentos, y no es del todo descabellado pensar que seguirían sobrando
para una población total de unos 45.000 millones de personas, que sería la po- L
blación del planeta con una densidad de población igual a la que ahora tiene Ho- mortal
landa, un país que no parece caracterizarse por problemas sociales o poblacio- nómac
nales graves. Por otro lado, el reordenamiento de las pautas de consumo y la agricu
aplicación de tecnología pueden solucionar los problemas ambientales previsi- cimier
bles, aunque los cambios deban ser notables. Sin embargo, el fantasma del de- don di
sequilibrio surge de nuevo con particular dramatismo. Lo podemos apreciar a la di¡
comparando algunas densidades de población: poblac
pasar c
África 80hab/km 2 E
Latinoamérica 58,2 da por
Oriente lejano 422,9 habría
Europa 213 la mita
Oceanía 15 miente
Planeta Tierra 37,3 marco
la revo
urbani:
Es lógico pensar que una sana política demográfica tanto a escala local sentadi
como a escala global deba de centrarse en la disminución paulatina del desequi- físticac
librio. Para ello hemos de tender a una distribución uniforme de la población en narse e
la medida de lo posible y a una estabilización del índice de fecundidad en torno
a 3,4 hijos por mujer (la media planetaria) como primeros objetivos para preve-
nir el desequilibrio, sobre todo si pensamos en las diferencias Norte-Sur. Esto separa
implica fomentar la diseminación de densidades mediante la libre circulación, la sane
que naturalmente ha de ser uniforme y global aunque paulatina, y la adopción, en ro, las
el caso de Europa y otros lugares con déficit relativo de fecundidad, de políticas rio, qui
pronatalistas mientras no se consiga un mínimo de equilibrio en este aspecto. riosida
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 103

3. POBLACIÓN Y TIEMPO: UNA HISTORIA DE TRANSICIONES

La historia de la evolución de la población humana se ha escrito basándo-


se en dependencias constatadas marcadas por hitos que con cierta discrecionali-
dad se han adjudicado a diversos eventos históricos. Si pudiésemos hablar así, a
estos eventos les llamaríamos saltos bruscos o escalones que han originado unos
aumentos o regresiones poblacionales determinados. De hecho, muchos autores
han condicionado la población fuertemente a estos avalares históricos hasta el
punto de ver el incremento poblacional constatado de manera puntual como de-
terminado inequívocamente por el avance tecnológico y cultural concentrado en
ciertos momentos históricos. Así, Levi-Bacci (1990) siguiendo a Deevey, nos
habla de tres etapas demográficas: primitiva, tradicional e industrial.
La primitiva estaría condicionada por una supuesta baja natalidad y alta
mortalidad que produciría estabilidad en sociedades prehistóricas ganaderas y
nómadas. La tradicional se implantaría con el Neolítico con el desarrollo de la
agricultura que «recomendaría» una mayor natalidad y, por tanto, un cierto cre-
cimiento poblacional. La industrial sería el resultado de la así llamada transi-
ción demográfica producida por el aumento de la riqueza material que da origen
a la disminución de la mortalidad que resulta primero en un gran aumento de la
población, antes de la estabilización de la natalidad en niveles más bajos para
pasar después a las formas de crecimiento moderado actual.
Esta visión, que podíamos llamar clásica, ha sido recientemente contesta-
da por autores como Van de Kaa (1988) con la llamada segunda transición, que
habría tenido lugar en occidente con la drástica caída de la natalidad a partir de
la mitad del siglo XX. Para esta visión, lo realmente relevante en el comporta-
miento reproductor humano y lo que en definitiva más lo ha condicionado es el
marco de referencia. En la primera transición demográfica, que tiene lugar con
la revolución industrial del XIX, el marco cambia al conformarse el proceso de
urbanización que pone fuertes constreñimientos sociales a la maternidad, repre-
sentados por el escaso espacio de los habitáculos y la carestía de los hijos (so-
fisticación de la educación y del consumo), lo que hace que empiecen a cuestio-
narse en los entornos familiares el tamaño de las familias. Con la llegada de la
generalización de la anticoncepción a partir de los 60, esta tendencia se agudiza
hasta desembocar en la segunda transición demográfica donde efectivamente la
separación entre actividad sexual y generación posibilita la formalización y
la sanción social para las opciones a las mismas uniones familiares. En el futu-
ro, las necesidades de reproducción social podrían satisfacerse en un laborato-
rio, quedando la maternidad muchas veces resumida a una mera cuestión de cu-
riosidad biológica.
En la medida en que esta última visión subraya de manera categórica los
cambios que se están produciendo en el comportamiento reproductor humano
en los últimos años y los efectos próximos y remotos que ello puede tener para
,
104 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES SOCIOLC

la evolución de la población, nos parece que ésta es una visión mucho más acer- gráfica!
tada que la clásica sobre la dinámica de la población mundial. Así mismo, nos multirn
parece que este modo de analizar la realidad poblacional está menos determina- sostene:
do por consideraciones de tipo económico o tecnológico que la anterior, y más cionale;
por razones de tipo cultural que, a nuestro juicio, son las que explican mejor hoy
la dinámica de las poblaciones modernas.
Quizá sea el caso español uno de los más interesantes desde el punto de 4. LAS
vista del estudio de las transiciones demográficas. Desde que contamos con da-
tos precisos, reales y totales, en pocos lugares hemos apreciado un proceso de Nc
cambio tan acusado como constatando los cambios demográficos que han teni- apuntad
do lugar en España en la segunda mitad del siglo XX. Así, por ejemplo, desde de habí;
principios de los 70 a principios de los 90 hemos pasado de índices de fertilidad nívoco f
en torno a 3 a índices en torno a la unidad, los más bajos del mundo. El índice siones, i
de natalidad era de 21,8%»? en 1960 para pasar a ser de 9,93%o en 1991. La tasa de recursos
crecimiento vegetativo de la población era del 7,5% en 1980 y del 1,3% en camente
1991. De 1975 a 1991 se ha dividido por la mitad el número bruto de nacimien- desequr
tos anuales. En ningún lugar se tiene conocimiento de tales cambios en tan poco lítico.
espacio de tiempo. Por otro lado, la situación deparada es de un cierto aisla- Cal
miento cultural ya que la incidencia a la baja de los índices, sobre todo de ferti- de suste
lidad y natalidad, representa situaciones que no se dan hoy en día en los países cabellad
del entorno europeo que tienen índices más altos. la dispo
Por lo que se refiere a las novedades más recientes, que han caracterizado de la lib
la década entre los dos últimos censos de población y vivienda, podemos enu- gráficas
merar las siguientes peculiaridades demográficas. La primera se refiere a la va- Eh
riación del crecimiento intercensal cuya media para todo el siglo es del 10% y cepto cit
para este último es del 3,1%. Esto es debido a la baja natalidad relativa mante- lamiente
nida en los últimos años. La segunda característica se refiere a la composición sarrollac
por edades y apunta dos constantes: la disminución del número de los compo- apuntad;
nentes de las generaciones jóvenes y el envejecimiento de la población. Los desequil
mayores de 65 años representaban en 1991 el 13,7% de la población total con fúndame
proyecciones para el año 2040, de mantenerse el porcentaje de crecimiento in- consume
tercensal actual, cosa por otro lado poco probable a nuestro juicio, de llegar al bien se s
22,7%, o sea, de representar un cuarto de la población total. 73 años,
Estos datos, que ayudan a comprender la situación poblacional en España, solución
han de ponerse en contexto. Nosotros, por si no ha quedado claro lo repetimos mundial,
ahora, creemos que en una sociedad que es global económicamente, e interde- del pode
pendiente cultural y geopolíticamente, la Sociología de la Población debe adop- hay quie
tar metodológicamente, como perspectiva más correcta, la perspectiva macro. població
La visión del equilibrio demográfico, tal y como la hemos expuesto en sus dos Sin
dimensiones, es un enfoque macro, sobre todo cuando abogamos por dar liber- ro sosten
tad al movimiento espacial de la población. Estudiar los casos particulares, ciencia e
como el de España, reviste interés porque ayuda a evaluar las políticas demo- puesto u:
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 105

gráficas particulares y aumenta los datos para profundizar en un conocimiento


multirreferencial. Pero recordemos que los estudios microdemográficos han de
sostenerse siempre dentro del marco del análisis global de las tendencias pobla-
cionales generales o planetarias.

4. LAS POLÍTICAS DEMOGRÁFICAS

No existen óptimos demográficos absolutos. No se sabe, como ya hemos


apuntado, cuánto es ser muchos ni cuánto ser pocos. En demografía sólo se pue-
de hablar relativamente en el bien entendido que se persigue un equilibrio biu-
nívoco en dos dimensiones que nos pueda servir de referencia. Esas dos dimen-
siones, recordémoslo de nuevo, eran: el equilibrio entre población y la relación
recursos-tecnología, y el equilibrio entre población y espacio en áreas geográfi-
camente próximas. Ciertamente según estas dos dimensiones hoy se producen
desequilibrios a escala mundial que son también de orden económico y geopo-
lítico.
Cabe pensar, no obstante, que hay límites demográficos y que la capacidad
de sustentación del planeta no es ilimitada; sin embargo, es de todo punto des-
cabellado establecer óptimos demográficos arbitrarios suponiendo inamovibles
la disposición de tecnologías nuevas y la configuración geopolítica que impi-
de la libre circulación de personas. Por esto, muchas de las predicciones demo-
gráficas efectuadas hasta la fecha se han demostrado erróneas.
El mito de la superpoblación y de la explosión demográfica no es un con-
cepto científico sino ideológico. La población del planeta crece, y crece particu-
larmente en los países en vías de desarrollo, mientras que en algunos países de-
sarrollados la última etapa de la transición demográfica ha degenerado en una
apuntada implosión demográfica, lo que supone un aumento exponencial del
desequilibrio. Pero este desequilibrio no es de carácter geodemográfico sino
fundamentalmente económico y de dignidad. Se sabe que un estadounidense
consume y paga al día 20 más veces energía que un habitante de la India, y tam-
bién se sabe, como ya hemos apuntado, que un europeo tiene una vida media de
73 años, mientras que la de un africano no llega a los 45. Estos desequilibrios se
solucionarían con un mejor reparto de los conocimientos y de la renta a escala
mundial, lo que indudablemente conllevaría, en opinión de algunos, un reparto
del poder. El hecho crudo es que ante un posible aumento de las desigualdades
hay quienes prefieren mantener el reparto de poderes existente conteniendo la
población del Tercer Mundo a toda costa.
Si nos preguntamos dónde hemos de acudir para intentar visionar un futu-
ro sostenible para el movimiento de poblaciones, hemos de concretar que en la
ciencia económica. Mucha gente se plantea cada vez más por qué se da por su-
puesto un determinado sistema de producción y consumo teniendo todo lo de-
106 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES SOCIO

más que amoldarse a sus exigencias, y no se parte por el contrario de la base hu-
mana adecuando a ella el sistema de producción y consumo y las estructuras de
poder que lo sostienen. Es la economía mundial la que ha de adecuarse y supe-
ditarse a la gente y no al revés.
Similares reflexiones se pueden hacer, y a parecidas conclusiones se puede
llegar, al tratar de los recursos energéticos, sobre todo si se tienen en cuenta las
inmensas posibilidades que pueden derivarse de la investigación, fomento y uti-
lización de las energías opcionales. Baste recordar que con la tecnología de
1992 ya se podía suministrar con agua caliente a todos los hogares del mundo
durante un año utilizando la radiación solar emitida en un día. Hoy en día el pro-
blema energético, que es también el problema ecológico, no es tanto tecnológi-
co como de voluntad política. Los intereses creados son muy grandes, y muy
grandes también son los apegos a un bienestar que en algunos países se consi-
dera seguro siguiendo como estamos.
Una de las razones de ser de los servicios de estadística es la ayuda que
pueden prestar a la programación de políticas de futuro. En concreto, las esta-
dísticas demográficas sirven no sólo para satisfacer una curiosidad más o menos
ilustrada, sino para hacer previsiones sobre necesidades y así poder solventar
con más facilidad posibles dificultades estructurales que pueden presentarse a la
hora de suministrar ciertos servicios en sanidad, educación, pensiones, cultura,
redes tecnológicas, etc. Repasemos el caso de la política demográfica española.
El análisis de la política demográfica en España nos lleva a afirmar que la
política poblacional en nuestro país constituye un ejercicio de autoengaño co-
lectivo paradigmático por excelencia. La natalidad en España fomenta precisa-
mente aquello que debería evitar: el desequilibrio. ¿Cómo se explica, si no, que Bélgic;
el país del mundo que junto con Italia tiene un menor índice de fecundidad fo- Franci;
mente una política antinatalista a través de la fiscalidad familiar? ¿Y cómo se
explica esto considerando que es el país más cercano geográficamente a la línea Inglate
de desequilibrio espacial más clara como es el Mediterráneo? ¿Y, cómo, si con- España
sideramos también que es el país que menos ha asimilado a la población foránea
(el porcentaje de inmigrantes por habitante es el menor de Europa)? Se trata,
como decimos, de un caso de falta de previsión y de enajenación colectiva que
puede llevarnos a pensar que esta sociedad está tan volcada en su presente Fre
que se ha olvidado por completo de su futuro, hasta el punto de poner obstácu- fico para
los a los que vendrán después. a)£
España es el país europeo que menos se preocupa de ayudar a la materni- como ob
dad. Esos gastos constituyen solo el 1,8% del total de los gastos sociales y han fras med
disminuido en un 43% desde 1980. Los gastos de prestación familiar en su con- b)d
junto, por otra parte, dan para el caso español un panorama desolador. España es rior que
el país de Europa con una menor prestación directa media (0,4% del PIB frente sin circuí
a 12,4% en Dinamarca). Además, un tratamiento fiscal familiar peculiar hacía Justi
que en 1990 una familia obrera media dispusiese sólo de un 5,5% más de su sa- .¿polític;
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 107

lario bruto que un obrero soltero, mientras que en Francia era de un 14,4% más
y en Bélgica de un 24,5% más. Como muestran J. Iglesias (1996) y G. Meil
(1995), la desproporción entre las características de las políticas familiares en
España y las de otros países europeos y el proceso político que ha llevado a esta
situación no puede descartar el hecho de que la situación resultante haya sido la
consecuencia de la supeditación del bienestar y salud pública a determinados
condicionamientos ideológicos.
El caso es todavía más llamativo si tomamos en consideración que España
es el país que más tiene que perder con este tipo de políticas, porque la situación
relativa de la familia española es todavía saludable. Debemos recordar, como
tratamos en otro lugar (Galindo y Pérez Adán; 1996), que España es el país de
Europa con mayores índices de solidaridad intergeneracional (proporción de an-
cianos y jóvenes que viven en familia), con un menor índice de suicidios, con
un menor índice de criminalidad infantil, con mayor relevancia familiar, y
con una mayor esperanza de vida en la tercera edad. El efecto colchón que pro-
duce la familia frente a la desprotección social pública que reflejan los índices
de paro o las malas perspectivas económicas (acceso a la vivienda, etc.), puede
verse gravemente comprometido por la política familiar vigente.
Volviendo específicamente a la maternidad, la situación española se puede
apreciar en el siguiente balance con cifras de prestación directa en 1995:

Ayudas mensuales en pesetas


Bélgica 7.000 por primer hijo. 20.000 del tercero en adelante
Francia 16.000 por el primero y así hasta 40.000 por el cuarto, y mayor
si hay más
Inglaterra 6.000 por hijo
España .... 3.000 por hijo si los ingresos no superan el millón de pesetas

Frente a este panorama, pensamos que una política de equilibrio demográ-


fico para nuestro país supone en estos momentos:
a) adoptar una política equitativa de fomento de la natalidad que tenga
como objetivo incentivar un aumento del índice de fecundidad próximo a las ci-
fras medias mundiales (3,2), y
b) defender los trasvases poblacionales libres mediante una política exte-
rior que abogue por la máxima libertad de circulación y asentamiento posible
sin circunscripción al marco de la UE.
Justo se está consiguiendo lo contrario, bien que inintencionadamente pues
la política demográfica española actúa por defecto. Es, de todas formas, una po-
108 SOCIEDAD Y RELACIONES INTERPERSONALES SOCIO

lítica a la vez ingenua e insolidaria que va a deparar al futuro los dramáticos


problemas que siempre el desequilibrio demográfico ha originado en la historia.
Si nos fijamos ahora en otras experiencias de políticas demográficas im-
plementadas, podemos obtener conclusiones interesantes, aunque quizá no tan
rechazables desde el punto de vista de la justificación científica como las apun-
tadas en el caso español. La mayoría de las políticas se hacen conforme proyec-
ciones y éstas, como ya hemos apuntado, siempre están condicionadas por las
constantes que se supone o que se intuye (pero no se sabe) se darán. Así sabe-
mos que si la fertilidad mundial se ajusta a la evolución de la misma en países
como México y Jamaica y se mantiene indefinidamente, la población mundial 5. UN
se estabilizaría difinitivamente en torno a los 10.000 millones de personas en el
año 2080. Pero, ¿de qué nos sirve saber eso?; el condicionante puede perfecta-
mente no darse. Por ello las oficinas estadísticas que se dedican a la predicción
poblacional, vista su escasa verificabilidad tratan de cubrirse las espaldas espe-
cificando escenarios diferentes. Así, la ONU da ordinariamente tres escenarios
de futuro demográfico: uno de variante baja con menos de 5.000 millones de
personas para el año 2050, otro de variante media con más de 10.000 millones,
y otro de variante alta con más de 25.000 millones. Esto es así porque nuestra
experiencia en evaluación de políticas demográficas es todavía de escasa rele-
vancia científica.
La India fue el primer país del mundo en vías de desarrollo que adoptó una
ro eran
política demográfica de acciones de efecto. Fue en 1952, en su primer plan quin-
para la
quenal, y desde entonces muchos gobiernos han adoptado políticas demográficas
ro med
similares, que en 1990 afectaban a casi dos tercios de la población mundial y a
ción de
cuatro quintas partes de la población de los países en vías de desarrollo. En mu-
chos de estos países se han dado variaciones, difícilmente adjudicables a las pe- NE
culiaridades de las distintas políticas, en las estadísticas demográficas. Estas va- mismo,
riaciones han afectado también a la relación entre Estado y ciudadanía y al de 1;
mismo concepto de legitimación democrática. E>tOSC£
En la mayoría de los casos, sobre todo cuando se han practicado políticas per cápi
de fuerza (intrusivas), pero también cuando las políticas se han limitado a in- del piar
centivaciones moderadas de carácter generalmente fiscal, estas políticas han su- nosotro
puesto de hecho un incremento del poder de discreción estatal sobre los ámbi- demogr
tos de autonomía individual (recordemos el título de uno de los libros de dioambi
nuestro compañero J.V. Marqués, ¿Qué hace el Estado en mi cama?). Sin em- De
bargo, y a pesar de ello, las políticas demográficas no han representado un ve- >eato»,
hículo contrastado y comprobadamente eficaz para la solución de los problemas ción (no
sociales que se pretendían evitar. En el caso de la India, fue la llamada revolu- que sabe
ción verde y no la política antinatalista gubernamental (en este caso intrusiva) mentacii
lo que erradicó las hambrunas del subcontinente. En otros lugares, como por >ulta pal
ejemplo en Francia, las políticas pronatalistas de incentivación fiscal, si bien x?bre toi
han tenido repercusiones demográficas verificables a primera vista, también •enriquí
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 109

han producido disfunciones familiares, como el aumento de la monoparentali-


dad, que rendirán ineficaz la política a un plazo más largo. Ciertamente, todavía
no sabemos bien, a pesar de los argumentos en uno y otro sentido de autores
como J. Simón y H. Daly, cuál es la relación entre dinámica poblacional y cre-
cimiento económico. Quizá por esto no existe todavía un método seguro para
predecir, ni siquiera a medio plazo, los cambios de los índices de fertilidad en
las sociedades modernas.

5. UNA PERSPECTIVA HOLISTA PARA LA SOSTENIBILIDAD SOCIAL

Cuando se reunió en Bucarest, en 1974, la primera conferencia mundial so-


bre población, la población del planeta apenas superaba los 4.000 millones de
personas. En septiembre de 1994, en El Cairo, durante la reunión de la tercera
conferencia y con una población de más de 5.000 millones, se reprodujeron mu-
chos de los enfrentamientos que tuvieron lugar en Bucarest 20 años antes. Se
debatieron, como en la primera conferencia, las políticas de control de la natali-
dad impulsadas por los organismos internacionales. Sin embargo, la justifica-
ción de los argumentos en favor de estas políticas habían cambiado mucho. Si
en Bucarest era el espectro del hambre y la escasez de alimentos lo que parecía
aconsejar un drástico recorte en el número de habitantes del planeta, en El Cai-
ro eran las reivindicaciones de los valores culturales defendidos por occidente
para la libertad de procreación de la mujer y, sobre todo, el espectro del deterio-
ro medioambiental, lo que justificaba a ojos de los que lo proponían la limita-
ción de nacimientos mediante políticas ad hoc.
Nadie duda de que incluso si la población mundial parase de crecer hoy
mismo, los problemas medioambientales continuarían amenazando la perviven-
cia de la vida tal y como la conocemos, en ausencia de otros cambios notables.
Estos cambios ecológicamente exigidos irían en la línea de disminuir el consumo
per cápita, sobre todo si tenemos en cuenta que un cuarto de la actual población
del planeta consume tres cuartos de la energía producida. Frente a este dilema,
nosotros opinamos que tanto la postura que niega la incidencia del crecimiento
demográfico como la que lo señala como la causa principal en el deterioro me-
dioambiental, están equivocadas. Ambas tienen demasiada carga ideológica.
De un lado están los defensores de lo que podíamos llamar «optimismo
beato», para quienes el planeta bien tiene una ilimitada capacidad de sustenta-
ción (no probada ni probable), o bien argumentan que el planeta es un ente vivo
que sabe cuidarse de sí mismo. De otro lado, están los defensores de la imple-
mentación de la eutanasia colectiva, para quienes ante la «evidencia» de que re-
sulta patentemente imposible limitar el número de contaminación por agente,
sobre todo teniendo en cuenta el «derecho» de los más pobres a contaminar (a
«enriquecerse») tanto como los más ricos, lo que debemos hacer es limitar el
110 SOCIEDAD Y RELACIÓN ES ¡NTERPERSONALES SOC

número de agentes contaminantes (personas). Incluso, si llega el caso, como ar- pob:
gumenta Hermán Daly, consensuando el número de generaciones que van a vi- una
vir en el planeta antes del inevitable holocausto ecológico.
Frente a estas dos posturas extremas, la idea que hemos expuesto aquí so- nol;
bre la optimización del equilibrio demográfico como factor de referencia en ción
toda política de población, nos parece que debe de argumentarse. Para ello, he- món
mos de adoptar dos puntos de partida que creemos inexcusables. En primer lu-
gar, la perspectiva holista. Sinceramente, creemos que la población no puede
ticas
contemplarse seriamente de manera científica fuera de la consideración de tota-
lidad que impone un mundo interconectado, una cultura interrelacionada, y una
economía global, operando frente a un mismo entorno natural. porc
deses
En segundo lugar, la perspectiva de las «políticas rasas». Si la perspecti-
va holista en términos de ordenamiento político traería a colación la considera-
ción de la viabilidad de una democracia inclusiva, la perspectiva de las «políti- cuad;
cas rasas» nos trae en términos de ordenamiento político el empowerment. Es distai
lo que en el capítulo de Sociología de la Familia hemos denominado soberanía tepn
de la familia, es decir, un trasvase de poder del Estado y de los organismos su- social
pranacionales hacia los primeros decisores, la base rasa, en las tareas repro-
ductivas.
BIBLK
En este sentido, debe de ser la familia la ejecutora de cualquier política de-
mográfica amparada en el apoyo y la libertad que le deben garantizar las insti- a) Fa
tuciones públicas mediante la incentivación de los comportamientos «equilibra- ALBEI
dos». Esto nos parece justificable a nivel teórico y a partir de la experiencia í
contrastada de que disponemos después de más de 35 años de políticas demo- ALBEI
gráficas, por las siguientes razones: a
1. Los cambios demográficos son cambios sociales, y los cambios sociales ALMEJ
implican reajustes en la concentración de poder en el seno de la sociedad. Que P
estos cambios estén implementados activa y compulsivamente desde el poder, AMOR
ciertamente va contra la profundización democrática y a favor de la bunqueriza- C
ción de las instituciones. ANDEÍ
2. Si pensamos que los mayores cambios demográficos fueron ocasionados (1
por la drástica reducción de la mortalidad que dio lugar a lo que llamamos pri- BADIN'
mera transición demográfica, a la que siguió un constatable desarrollo, conta- BECKE
mos con una experiencia sobre el efecto positivo que las políticas no intrusivas BLANK
han hecho en el bienestar general. La revolución verde y sanitaria han garanti- CABRII
zado el desarrollo y no han «disparado» la población en los lugares donde se y
han dado. Quizá esto nos enseña que las políticas de incentivación sean más CASEY,
efectivas que las de intrusión. CASTIL
CLIQUE
3. No está demostrado que la eliminación de la pobreza, una de las razones se
de la soberanía estatal, esté relacionada con la implementación de políticas de- CHACÓ
mográficas de carácter intrusivo por parte del Estado. Más bien parece que la m;
SOCIOLOGÍA DE LA POBLACIÓN 111

pobreza, sobre todo en los países desarrollados, puede solucionarse a través de


una adecuada política familiar.
4. Dada una cierta estabilidad social, la diversidad, cultural y religiosa, y
no la uniformidad, parece ser un incentivo económico positivo. Por ello, la ac-
ción desde la base, la iniciativa «rasa», puede garantizar un desarrollo más ar-
mónico que la política de uniformidad implementada desde el poder.
5. La posibilidad de obtener beneficios sociales claros a través de las polí-
ticas demográficas intrusivas no está evaluada adecuadamente.
6. La diversificación poblacional a que conducen las políticas, por efecto o
por defecto, de ciertos gobiernos en países geográficamente próximos produce
desestabilización.
Todas estas razones justifican, en nuestra opinión, una comprensión ade-
cuada de la realidad poblacional que es, además, en sí misma equilibrada, equi-
distante tanto de la consideración de la población como un factor necesariamen-
te programable, como de la consideración de la población como una variable
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