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Impreso en la Argentina
Editorial Miradas
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Síntesis:
En las mismas se expone que, constituido para examinar la conducta del general Perón,
desde el punto de vista militar, no pudo dejar de tener en cuenta la trascendencia
histórica de su cometido, tanto en lo referente al ejercito como en lo concerniente a la
opinión pública del país. También establece el tribunal que al encarar su delicada
misión, lo hizo con la serena ecuanimidad y la reflexiva madurez propias del elevado
grado de los miembros que componen el organismo. Expresa que fue ajeno a toda
pasión que no fuera el bien del ejército y que tiene como única inspiración la
salvaguarda de los valores éticos, inmutables y trascendentes, que reflejan la vida de la
institución y la conducta de sus integrantes. Además, agrega el tribunal, de esta manera
cumple un ineludible imperativo de conciencia, al tiempo que contribuyó a la
recuperación de los valores morales del ejército menoscabados a través de largos años
de una acción persistente destinada a debilitar sus fundamentos y encaminada a
convertirla en fuerza incondicional al servicio del régimen ocasional gobernante.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Señala también las virtudes que deben poseer los hombres que llegan a la jerarquía de
general y que toda transgresión a las normas morales emergentes de la tradición,
contenidas explícita o implícitamente en los reglamentos, comporta un desmedro del
honor militar del culpable, quien resulta por esta sola circunstancia encuadrado en las
prescripciones que rigen los tribunales de honor, cuyo fin primero y último, según las
palabras de San Martín contenidas en el reglamento, es: “Garantizar que los oficiales de
honor no sean confundidos con los malvados.”
Además, se establece que, dada la urgencia con que reglamentariamente deben ser
solucionadas todas las cuestiones de honor, no puede quedar librado a la voluntad del
imputado de presentarse o no el paralizar una resolución que por su trascendencia
afectaría no sólo a cada oficial en particular, sino a todo el cuadro de oficiales y a la
institución en sí, que tiene en el honor militar la estructura vertebral de tosas sus
virtudes.
Por otra parte, se manifiesta que sostener una opinión contraria implicaría admitir que la
ausencia del acusado podría permitir a éste no sólo haber cometido, sino continuar
cometiendo actos atentatorios a la moral, sin que pudiera hacerse oír la reprobación de
la institución, que es la fundamentalmente afectada. Si bien la situación planteada en
este caso, por la imposibilidad de la comparecencia del causante, no se encuentra
prevista en el reglamento de los tribunales de honor, éste prescribe que si el tribunal
encontrara dificultades en su funcionamiento por falta de cualquier prescripción de
procedimientos, los remediará en la forma que mejor convenga, por simple mayoría de
votos. Ante la situación, el tribunal, por unanimidad, resolvió no citar al inculpado y
formular sólo aquellos cargos de prueba fehaciente y que, por lo tanto, la declaración de
aquel no puede modificarse. Finalmente, el alto tribunal formula los cargos imputados
al causante y que se establecen a continuación:
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Este tribunal superior no descarta la existencia de otros cargos que puedan imputarse al
prevenido, además de los que serán analizados a continuación, pero siendo estos
suficientes, por sí solos, para fundar la conclusión a que ha de llegar, estima preferible
no extender la investigación a otros aspectos, dado que ello significaría dilatar
considerablemente esa causa que, por su naturaleza, debe ser substanciada en el más
breve plazo.
Incitación a la violencia
“El día que se lance a colgar, yo estaré del lado de los que “cuelgan”, (2 de agosto de
1946).
“Entregaré unos metros de piola (1) a cada descamisado y veremos quién cuelga a
quien” (12 de agosto de 1946).
“Esa paz tengo que imponerla yo por la fuerza” (23 de agosto de 1947).
“Ustedes me piden leña (2): ¿Por qué no empiezan a darla ustedes?” (mayo de 1953).
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
procederse y dando, por consiguiente, un “bill de intensidad” a los que así lo hicieran, al
expresar:
“A la violencia la hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia
exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya
establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento; todo aquel que
en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en
contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino.
Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que
ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten.
La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar
a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán
cinco de los de ellos”.
Ninguna circunstancia ha podido justificar tan tremendas amenazas por parte de quien,
como presidente y como general, estaba obligado a respetar a la ciudadanía y a la ley,
así como a guardar el orden y dar ejemplo de mesura y serenidad.
Las amenazas e insultos, proferidos unas veces contra determinadas personas y otras
indistintamente contra amplios y respetables sectores de la población, amparándose su
autor en la impunidad que le deparaba su carácter de primer mandatario, revelan una
falta moral incompatible con el pundonor (4) militar.
La Orden General Nº 1
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Dicha agrupación tenía como jefe a su “secretario general” Guillermo Patricio Kelly,
cuyo prontuario, que este tribunal tiene a la vista, registra una condena por hurto en
1938, cuando tenía 17 años de edad, a la pena de un año y medio de prisión, registrando
posteriormente ocho antecedentes delictuosos, por robo, hurto, extorción, defraudación,
abuso de armas, estafa, etcétera. Pese a ello y a la circunstancia de tener la captura
recomendad por jueces ordinarios de la capital, se le otorgó certificado de buena
conducta y pasaporte en el año 1954. Debe agregarse que esas capturas no pudieron
cumplirse porque la policía jamás lo halló, aún cuando es pública y notoria su
participación, entre otros, en el acto de apoyo al presidente depuesto realizado en un
teatro de esta capital el día 22 del mes de agosto pasado (6).
El apoyo prestado por el general Perón a un sujeto de tales antecedentes y la ayuda que,
a su vez, recibía de la agrupación dirigida por este, son incompatibles con el honor de
vestir el uniforme militar: un general de la Nación ni puede apoyarse en delincuentes
comunes ni asumir públicamente su defensa, sin mengua del prestigio que corresponde
a la alta jerarquía que inviste.
Son de público conocimiento los ataques a la religión católica llevados a cabo por el
causante, creando un problema que no existía en el país, en su inmensa mayoría
profundamente católico, concretando así la incitación a la violencia que predicaba.
Los discursos pronunciados por miembros de su partido político en el acto del Luna
Park el 25 de noviembre de 1954 constituyeron una afrenta a la cultura argentina, a
pesar de lo cual merecieron la aprobación implícita del causante, que autorizó y presidió
el acto.
A ello cabe agregar la deportación, sin forma alguna de juicio y con violación de
disposiciones constitucionales y legales, de dos ciudadanos argentinos que investían
altas dignidades dentro de la jerarquía eclesiástica; los denuestos y calumnias proferidos
en sus discursos contra los miembros del clero, que debieron sufrir persecuciones y
cárceles por el solo hecho de defender su religión, que es la de nuestro pueblo; las trabas
puestas a los colegios religiosos, algunos de los cuales fueron clausurados, y,
finalmente, el incendio de iglesias.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
En la noche del día 16 de abril de 1953, luego de un acto en la Plaza de Mayo en que el
ex presidente incitó a la acción violenta, se llevó a cabo el incendio y destrucción de los
edificios del Jockey Club, de la Casa del Pueblo, de la Casa Radical y de la sede del
Partido Demócrata Nacional, todos ellos ubicados en la zona céntrica.
Dos años después, en una noche que será eterna afrenta para la ciudad de Buenos Aires,
grupos criminales, utilizando la misma técnica y gozando de igual impunidad que en los
casos anteriores, incendiaron y saquearon los más viejos templos de la ciudad y la casa
de la Curia Metropolitana, consumando actos de inaudito sacrilegio y haciendo
desaparecer reliquias que eran caras a los más nobles sentimientos patrióticos y
religiosos de nuestra nacionalidad.
Este tribunal superior tiene la íntima convicción de que en la ciudad de Buenos Aires,
cuyo jefe constitucional es el presidente de la República, quien en ambas noches se
encontraba en ella, no han podido realizarse tales actos sin su orden expresa o, por lo
menos, sin su anuencia o su aprobación.
No se puede suponer que en un régimen de las características del que acaba de caer,
funcionario alguno, por encumbrado que fuere, asumiera por si la iniciativa de ordenar o
permitir, sin el consentimiento del presidente de la República, actos criminales de tanta
trascendencia. Tampoco es admisible que de no haber mediado la orden o el beneplácito
del presidente, hayan sido mantenidos en sus puestos, después de los hechos, los
funcionarios a cuyo cargo directo estaba la custodia del orden público y que hayan
quedado en la más absoluta impunidad quienes realizaron la parte material de los
atentados.
Cabe, además, señalar la evidente posibilidad de que hubieran ocurrido hechos aún de
mayor magnitud que los anteriormente señalados. Dicha posibilidad surge de las
palabras que el ex presidente pronunciara en una reunión de gabinete, efectuada con
posterioridad al 31 de agosto último, en la cual expresara, según declaración del ex
ministro de Obras Públicas, prestada ante este tribunal: “que tenía tachos de nafta con
jefes de manzana para quemar los reductos opositores que vivían en la zona norte de la
Capital”.
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Este tribunal superior, al examinar la conducta del general Perón, debe considerar con
particular atención el lamentable y doloroso episodio de la quema de la bandera,
ocurrido en la Plaza del Congreso el día 11 de junio próximo pasado.
El día 12 de ese mes, el país fue sorprendido por la gravísima imputación, formulada
por el propio presidente de que un grupo de católicos, luego de la procesión de Corpus
Christi, y en las circunstancias conocidas, había quemado una bandera argentina,
consumando así un incalificable agravio a la sagrada enseña de la patria.
Casi de inmediato al anuncio oficial, difundido por radiotelefonía y los diarios –los que
insertaron fotografías en las cuales el entonces presidente aparecía contemplando la
enseña ultrajada-, empezó a circular en la población el rumor de que la bandera nacional
había sido quemada por personal de la Policía Federal, cumpliendo órdenes de la
superioridad y al solo objeto de desprestigiar a los católicos que habían realizado, contra
toda clase de prohibiciones, el mencionado acto religioso.
En las actuaciones consta que ese día, siendo las 12:30 horas, el secretario del consejo,
debidamente instruido por el presidente del mismo, se apersonó a la residencia
presidencial y, ante la imposibilidad de entrevistar al general Perón, efectuó la
pertinente comunicación a su ayudante, el mayor don Alfredo Máximo Renner, quien
dos horas más tarde hizo saber al presidente del Consejo Supremo que la comunicación
al general Perón había sido cumplida.
Así como el presidente depuesto atacó los fundamentos mínimos de las instituciones
básicas del país, a fin de favorecer la consecución de sus objetivos personales, el
ejército, heredero de ilustres tradiciones y custodio de los más altos valores morales,
debió soportar una intensa y persistente acción destinada a socavar los principios que lo
sustentan.
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Los vicios del régimen presidido por el causante hicieron que muchos integrantes del
ejército afrontaran la tremenda responsabilidad de alzarse contra el poder civil, llevados
por el patriótico propósito de salvaguardar los más altos intereses de la Nación al precio
de su sacrificio personal y, presumiblemente, del de sus propias familias, todo lo cual
importa para el causante una grave responsabilidad.
El general Perón ha explotado, con fines perjudiciales a la Nación, una de las virtudes
de nuestro ejército: su espíritu de subordinación al poder civil. Este hecho configura una
deslealtad al ejército y a los camaradas, así como una suerte de escarnio hacia una de las
virtudes que deben caracterizar a las fuerzas armadas.
Por todo ello cabe al inculpado, sea por su acción personal y directa, sea por haber
aceptado la acción desarrollada por su ministro de Ejército, responsabilidad sobre el
grave daño moral inferido a la institución, tanto por los hechos mención a los
precedentemente como también por los que a continuación se puntualizan y que
merecen una consideración particular.
Falso adoctrinamiento
De este modo, quien debió ser el primero en velar por la institución, introdujo en ella la
política, fuerza destructiva de la disciplina y la camaradería y factor que desnaturaliza la
esencia y la razón de ser de las fuerzas armadas. De esta manera se creó un ambiente de
inseguridad y desconfianza, totalmente contrario a la tradición de noble caballerosidad y
lealtad que ha caracterizado a nuestros cuadros, tanto de oficiales como de suboficiales.
Es conocida la forma injusta en que el Poder Ejecutivo pasó a retiro a profesionales que
constituían verdaderos valores para la institución, por el mero hecho de no demostrar
identificación con las ideas políticas partidarias. Por iguales motivos y sin ningún
reparo, algunos oficiales fueron dados de baja, incluso encontrándose en situación de
retiro.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Al respecto debe señalarse que pueblos, barrios, calles, plazas, barcos, escuelas, museos,
aulas, premios y hasta una provincia, en rasgos de servil idolatría fueron bautizados con
su nombre, sin que él, desde su alta magistratura, lo impidiera, ni siquiera en razón de
que ello se colocaba en un plano superior al de todos los próceres de nuestra patria.
Esta clase de homenajes no sólo degradan a quienes los rinden, sino también a quien los
recibe y auspicia con su aquiescencia, máxime cuando en su mano está poner coto a los
mismos. Es de advertir que esa complacencia determinó una desenfrenada carrera que
llevó a colocarlo, como antes se ha dicho, por encima de los más grandes próceres de la
nacionalidad, lo que puede comprobarse en los libros de texto de las escuelas, en los
cuales se deforma nuestra gloriosa y auténtica historia a fin de hacerla servir a
subalternos planes políticos.
Si los oficiales de nuestro ejército han de interpretarse en la inmaculada figura del Gran
Capitán, cuya proverbial modestia lo llevó a los más abnegados actos de
renunciamiento, es obvio que el haber aceptado y propiciado los homenajes de
referencia resulta incompatible don las tradiciones de la institución militar argentina y
con las virtudes que deben distinguir a sus generales.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
A tal efecto, por orden del ex presidente, la CGT (Confederación General del Trabajo)
preparó listas de voluntarios que se incorporarían al ejército para defender al gobierno.
Dichas listas fueron entregadas al ministro de Ejército, quien a su vez las remitió a los
organismos correspondientes para su ejecución.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
Es notorio que aparte de los valiosos objetos adquiridos personalmente por el causante,
éste aprovecho su encumbrada situación para beneficiarse con regalos fastuosos,
hallados en sus distintas residencias y exhibidos en público en la ciudad de Buenos
Aires.
Aunque se alegara que aquellos han sido obsequios voluntarios de sus admiradores y
partidarios, esta acumulación ilícita de riqueza y de fastuosidad llevada por el causante,
totalmente incompatible con la austeridad militar, de la que hizo gala al afirmar que
vivía con trescientos pesos mensuales, constituye, además de un falseamiento de la
verdad, una burla para el pueblo a quien iban dirigidas y que lógicamente podía creer en
ese aserto, siendo pronunciadas por quien investía el doble carácter de general del
ejército y presidente de la Nación.
El imputado se ha exhibido con dicha menor en los actos oficiales de carácter público a
los cuales asistían también funcionarios de elevada jerarquía, conviviendo con ella en el
Hotel Provincial de Mar del Platas, en ocasión de realizarse en esa ciudad un festival
cinematográfico.
Asimismo la hizo objeto de valiosos regalos, consistentes en una casa valuada en ciento
cuarenta mil pesos, numerosas alhajas, algunas con dedicatoria a su extinta esposa Eva
Duarte de Perón, y la cantidad de trescientos nueve mil pesos en dinero efectivo, que el
imputado le entregó poco antes de refugiarse en una embajada extranjera.
Que el inculpado inició su amistad con dicha menor en la UES (Unión de Estudiantes
Secundarios), institución de la cual es secretario general de la CGT (Confederación
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
General del Trabajo), en su discurso del 25 de noviembre de 1954 dijo: “…no voy a
hablar de la UES porque todos saben lo que es. Es raro un trabajador que no tiene la
felicidad de contar con un hijo o una hija educados física y espiritualmente en los clubes
de la UES y nos molesta porque tocan a nuestros propios hijos las apreciaciones
difamantes…”
El hecho en cuestión, que por la edad de la menor (14 años cuando el causante inició su
vida intima con ella) cae bajo las sanciones del Código Penal ordinario, pone de
manifiesto una desviación moral inadmisible, máxime tratándose de quien, prevalido de
su alta investidura y al tiempo que pretendía erigirse en rector de la juventud, no ha
vacilado en mancillar la honra de una criatura.
Resulta obvio desde luego señalar el estupor de este tribunal ante la comprobación del
hecho cometido, precisamente por quien tantas veces proclamara a la niñez como la
única privilegiada bajo su gobierno y que defraudara así la confianza que depositaron
tantos hogares en una institución que reiteradamente calificó como educadora de la
juventud.
Corresponde por último señalar la actitud asumida por el causante al recurrir al derecho
de asilo en las circunstancias que son de pública notoriedad, evidenciando con ello su
decisión de eludir las consecuencias que pudieran resultar del examen de su conducta.
Tal proceder aparece calificado por sus propias palabras, pronunciadas el día 28 de
septiembre de 1951, las cuales contradicen totalmente la referida actitud del causante. A
este respecto corresponde recordar que uno de los pilares en que se apoya la autoridad
moral de cuantos ostentan un grado militar, consiste en la exacta conciencia de los
principios que se predican con los que rigen la propia conducta.
Por otra parte, desde el punto de vista castrense correspondiente al ánimo de este
tribunal superior, resulta evidente que dicha actitud no coincide con la investidura de
general, en quienes el amor a la responsabilidad debe ser llevado hasta las más extremas
consecuencias.
En resumen:
El análisis precedente, que se ha referido sólo a los cargos que las probanzas actuales
ponen de relieve como de mayor trascendencia, define la conducta observada por el
señor general de ejército don Juan D. Perón.
A ello se suma que vulneró los principios constitucionales que había jurado respetar;
que suprimió arbitrariamente la libertad, bien supremo del individuo y de los pueblos, y
que socavó los fundamentos mismos del ejército introduciendo la política en sus filas;
menoscabó la disciplina; falseó la ley de conscripción militar con miras a sus
conveniencias partidarias, y que descendió, por último, rodeado de una fastuosidad
producto de su enriquecimiento ilícito, a la comisión del delito privado previsto y
penado en la Código Penal ordinario.
Resolución definitiva
En la ciudad de Buenos Aires, a los 27 días del mes de octubre del año mil novecientos
cincuenta y cinco, siendo las trece horas, y estimado este tribunal superior de honor que
se encuentran suficientemente aclarados los hechos que motivaron su constitución y que
fueron analizados detenidamente en la diligencia que antecede, se procede a votar las
siguientes cuestiones, de conformidad con lo establecido en el Nº 54 del reglamento de
los tribunales de honor (R.R.M. 70):
a) ¿El general del ejército don Juan Domingo Perón ha incurrido en algunos de los actos
comprendidos en el Nº 23 del reglamento de los tribunales de honor? El tribunal
superior de honor por unanimidad considera que si, por ser los actos examinados
contrarios al honor y a la tradición de las fuerzas armadas.
c) ¿Los hechos que se le imputan son actos aislados o constituyen por el contrario su
conducta habitual? El tribunal superior de honor considera por unanimidad, que el
número y la diversidad de los hechos cometidos por el causante configuran una
conducta habitual de su parte.
d) ¿Los hechos que se le imputan han afectado a las fuerzas armadas, al cuerpo de
oficiales y a cada oficial en particular? Este tribunal superior de honor considera, por
unanimidad, que los hechos, por su relieve y trascendencia, afectan no solo a cada
oficial en particular, al cuadro de oficiales todo y a la institución misma, sino también a
la Nación entera, hondamente afectada por los hechos cometidos.
e) ¿Tiene atenuante? Este tribunal superior de honor considera que no tiene asu favor
atenuante alguno.
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Fallo del tribunal Militar que Juzgó a Juan Domingo Perón
f) ¿Tiene agravante? Este tribunal superior de honor considera, por unanimidad, que
tiene los agravantes de su elevado grado militar y de haber cometido los hechos cuando
ejercía la primera magistratura del país.
Con lo que terminó el acto, firmando todos sus miembros para constancia. – Tenientes
generales Carlos von der Becke. – Juan Carlos Bassi. – Víctor Jaime Maó. – Juan
Carlos Sanguinetti. – Basilio D. Pertiné.
Decreto
Artículo 1º: Apruébese la resolución del tribunal superior de honor que declara al señor
general de ejército don Juan Domingo Perón, encuadrado en el Nº 58, apartado 4º, del
reglamento de los tribunales de honor (R.R.M. 70) “Descalificación por falta
gravísima”, quedando por consiguiente prohibido al causante ostentar el título del grado
y el uso del uniforme, por la indignidad que con su conducta ha puesto de manifiesto.
El artículo 2º es de forma.
Lonardi
León J. Bengoa.
NOTAS:
(1) “Piola” cuerda, soga. (Nota del Transcriptor).
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(4) El Pundonor: Amor propio, sentimiento que lleva a una persona a quedar bien ante los demás y ante sí
mismo. (Nota del Transcriptor).
(5) Perón, luego de huir del país, tal como se relata posteriormente, dio varios reportajes, grabaciones y
escribió un libro. Esta prensa hizo que aún muchos crean en sus mentiras y fue lo que en definitiva le
permitió volver a una tercera presidencia. (Nota del Transcriptor).
(7) Se trata de Nelly Haydee Rivas. La sentencia no hace mención de su nombre ya que al ser menos de
edad, debía protegerse su identidad. (Nota del Transcriptor).
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