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Al instaurarse la Segunda República española, Fernando de los Ríos fue nombrado Ministro de Instrucción Pública. Bajo el
patrocinio oficial, se encargó a Lorca la co-dirección de la compañía estatal de teatro «La barraca», donde disfrutó de todos los
recursos para producir, dirigir, escribir y adaptar algunas obras teatrales del Siglo de Oro español. Escribió en este período
Bodas de sangre, Yerma y Doña Rosita la soltera .
En 1933 viajó a la Argentina de la Década Infame para promover la puesta en escena de algunas de sus obras por la compañía
teatral de Lola Membrives y para dictar una serie de conferencias, siendo su estancia un éxito: a manera de ejemplo, su
puesta de La dama boba —recientemente reeditada por la Universidad de La Rioja —,de Lope de Vega, atrajo a más de
sesenta mil personas. Entre este año y 1936 escribió Diván de Tamarit, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías , que conmovió al
mundo hispano, La casa de Bernarda Alba y trabajaba ya en La destrucción de Sodoma cuando estalló la Guerra Civil española.
1º ESO Bil
LA ALHAMBRA, MUSA DE REYES Y ESCRITORES
1º ESO Bilingüe
RECUERDOS DE GRANADA
Granada
grALHAMBRA
Granada, calle de Elvira,
un corselete escocés
Generalife
Alameda florida, parque sin dueño, En la Vega de Granada
Relumbra Sierra Nevada
flores que al paraíso salen huyendo,
toda de luz coronada,
y un viento frío que de la Alhambra vino a
mi delirio. toda de blanco vestida,
y la Torre de Comares.
(Arturo Reyes)
Dpto Lengua castellana y Literatura
RECUERDOS DE GRANADA
Granada
Granada, calle de Elvira,
1º ESO Bilingüe
WASHINGTON IRVING
Sabías Que…
Antonio Molina Garcia 1º ESO Bilingüe Miguel López Márquez 1º ESO bilingüe
Dpto Lengua castellana y Literatura
Había en otro tiempo un pobre albañil en Granada, que guardaba los días de los santos y los
festivos -incluyendo a San Lunes- , y el cual, a pesar de toda su devoción,iba cada vez más pobre y a
duras penas ganaba el pan para su numerosa familia. Una noche despertó de su primer sueño por un aldabonazo que dieron en su
puerta. Abrió, y se encontró con un clérigo alto, delgado y de rostro cadavérico
-¡Oye, buen amigo! -le dijo el desconocido-. He observado que eres un buen cristiano y que se puede confiar en ti. ¿Quieres
hacerme un chapuz esta misma noche?
-Con toda mi alma, reverendo padre, con tal de que se me pague razonablemente.
-Serás bien pagado; pero tienes que dejar que se te venden los ojos.El albañil no se opuso; por lo cual, después de taparle los ojos, lo llevó el cura por
unas estrechas callejuelas y tortuosos callejones, hasta que se detuvieron en el portal de una casa. El cura, haciendo uso de una llave, descorrió la áspera
cerradura de una enorme puerta. Luego que entraron, echó los cerrojos y condujo al albañil por un silencioso corredor, y después por un espacioso salón
en el interior del edificio. Allí le quitó la venda de los ojos y lo pasó a un patio débilmente alumbrado por una solitaria lámpara. En el centro del mismo
había una taza sin agua de una antigua fuente morisca, bajo la cual le ordenó el cura que formase una pequeña bóveda, poniendo a su disposición, para
este objeto, ladrillos y mezcla. Trabajó el albañil toda la noche, pero no pudo concluir la obra. Un poco antes de romper el día el cura le puso una
moneda de oro en la mano y, vendándole de nuevo los ojos, le condujo otra vez a su casa.
-Con mucho gusto, padre mío, con tal de que se me pague bien.
-Ahora -dijo el cura- me vas a ayudar a traer los cuerpos que se han de enterrar en esta bóveda.
Al oír estas palabras se le erizó el cabello al pobre albañil; siguió al cura con paso vacilante hasta una apartada habitación de la casa, esperando ver
algún horroroso espectáculo de muerte; pero cobró alientos al ver tres o cuatro orzas grandes arrimadas a un rincón. Estaban llenas -al parecer- de
dinero, y con gran trabajo consiguieron entre él y el clérigo sacarlas y ponerlas en su tumba. Entonces se cerró la bóveda, se arregló el pavimento y
cuidose que no quedara la menor huella de haberse trabajado allí. El albañil fue vendado de nuevo y sacado fuera por un lugar distinto de aquel por
donde había sido introducido anteriormente. Después de haber caminado mucho tiempo por un confuso laberinto de callejas y revueltas, se detuvieron.
El cura le entregó dos monedas diciéndoles;
-Espera aquí hasta que oigas las campanas de la Catedral tocar a maitines; si tratas de quitarte la venda de los ojos antes de tiempo te ocurrirá una
tremenda desgracia.
Y esto diciendo, se marchó. El albañil esperó fielmente, contentándose con tentar entre sus manos las monedas de oro y con
hacerlas sonar una con otra. En cuanto las campanas de la Catedral dieron el toque matinal se descubrió los ojos y se encontró
Dpto Lengua castellana y Literatura
en la ribera del Genil, desde donde se fue a su casa lo más presto que pudo, pasándolo alegremente con su familia por espacio de medio mes con las
ganancias de las dos noches de trabajo, y volviendo después a quedar tan pobre como antes.
Continuó trabajando poco y rezando mucho, y guardando los días de los Santos y festivos de año en año, mientras su familia, flaca, desharrapada y
consumida de miseria, parecía una horda de gitanos. Hallábase cierta noche sentado en la puerta de su casucho cuando he aquí que se le acerca un rico
viejo avariento, muy conocido por ser propietario de numerosas fincas y por sus mezquindades como arrendatario. El acaudalado propietario quedose
mirando fijamente a nuestro alarife por un breve rato y, frunciendo el entrecejo, le dijo:
-No hay por qué negarlo, señor, pues bien claro se trasluce.
-Pues eso es lo que yo deseo; poseo una casucha vieja que se está cayendo, y que más me cuesta que me renta, pues a cada momento tengo que
repararla, y luego nadie quiere vivirla; por lo cual me propongo remendarla del modo más económico y lo meramente preciso para que no se venga
abajo.
Llevó, en efecto, al albañil a un caserón viejo y solitario que parecía iba a derrumbarse. Después de atravesar varios salones y habitaciones desiertas,
entró nuestro albañil en un patio interior, donde vio una vieja fuente morisca, en cuyo sitio detúvose un momento, pues le vino a la memoria un como
recuerdo vago del mismo.
que no se cuidaba de nadie más qué de sí mismo. Se decía que era inmensamente rico, y,
no teniendo parientes, se creyó que dejaría toda su fortuna a la Iglesia. Murió de repente, y
los curas y frailes vinieron en masa a tomar posesión de sus riquezas, pero no encontraron
más que unos cuantos ducados en una bolsa de cuero. Desde su fallecimiento me ha cabido la suerte más mala del mundo, pues el viejo continúa
habitando mi casa sin pagar renta, y no hay medio de aplicarle la ley a un difunto. La gente afirma que se oyen todas las noches sonidos de monedas en
el cuarto donde dormía el viejo clérigo, como si estuviera contando su dinero, y, algunas veces, gemidos y lamentos por el patio. Sean verdad o mentira
estas habladurías, lo cierto es que ha tomado mala fama mi casa, y que no hay nadie que quiera vivirla.
-Entonces -dijo el albañil resueltamente- déjeme usted vivir en su casa hasta que se presente algún inquilino mejor, y yo me comprometo a repararla y a
calmar al conturbado espíritu que la inquieta. Soy buen cristiano y pobre; y no me da miedo del mismo diablo en persona, aunque se me presentara en la
forma de un saco relleno de oro.
La oferta del honrado albañil fue aceptada alegremente; se trasladó con su familia a la casa y cumplió todos sus compromisos. Poco a poco la volvió a
su antiguo estado, y no se oyó más de noche el sonido del oro en el cuarto del cura difunto; pero principió a oírse de día en el bolsillo del albañil vivo. En
una palabra: que se enriqueció rápidamente, con gran admiración de todos sus vecinos, llegando a ser uno de los hombres más poderosos de Granada;
que dio grandes sumas a la Iglesia, sin duda para tranquilizar su conciencia, y que nunca reveló a su hijo y heredero el secreto de la bóveda hasta que
estuvo en su lecho de muerte.
Ilustración: Raquel Poyatos Rodriguez 1º bilingüe Lucía Fernández Bedoya 1ºbilingüe
Dpto Lengua castellana y Literatura
Un Gato y un Ratón
en la Alhambra
En aquel entonces, mi padre trabajaba como jardinero en la Alhambra. Vivíamos en una casita
próxima al Palacio de Carlos V, desde donde mi padre vigilaba el monumento. En verano, nos
visitaban mis primos. Solíamos corretear por los jardines del Generalife, saltando y brincando hasta
que mi madre y mi tía nos avisaban de que la comida estaba preparada. Cada año, mis primos y yo
esperábamos ansiosos la llegada del verano. Era como un sueño. Lo mejor del año.
Aquel verano iba a ser un poco diferente a los demás. Mi prima Laura encontró un ratoncito
malherido y, como era compasiva, decidió curarlo y alimentarlo. El descubrimiento habría pasado sin
pena ni gloria si en nuestra casa no viviera el peor enemigo que un ratón podía tener, nada más y
nada menos que un ¡¡GATO!!
De pronto los veíamos correr a velocidad de vértigo. Aunque siempre ganaba el ratón su confianza
se fue mermando y sus apariciones en público eran cada vez más raras.
Mis primos y yo, convencidos de que la situación no se podía prolongar por más tiempo, pues de lo
contrario ocurriría una tragedia, decidimos hablar con nuestro gato ¡¡ Llegó el gran día!! El plan era
convencer a nuestro gato de que se hiciera vegetariano y, a cambio, podría comer todo lo que quisiera.
El gato se mostró de acuerdo con la condición de que, si en el plazo de tres meses no lograba ser
vegetariano, el ratoncillo sufriría las consecuencias. El pobre ratoncillo, atemorizado, aceptó. De
este modo comenzamos el duro entrenamiento.
La primera semana del tercer mes fue un desastre, descubrimos que el gato comía carne a escondidas
pues encontramos huesos por todos los rincones. El ratón estaba tristísimo. Dos meses de
esfuerzo en vano y ¡¡¡Sólo quedaban tres semanas!!! El pobre ratón se tuvo que poner manos a la
obra si quería seguir conservando su pellejo.
Un día el ratón invitó al gato a una cena familiar, el ratón pensó que podía ser la
última y mejor prueba. El gato asistió a la cena y no podía creer lo que veía,
pensó que todo era un sueño, la mesa tenia verduras y al otro lado ¡Carne! El
ratón adivinó las intenciones del gato así que antes de que pusiera sus zarpas en
la mesa le enseñó un video que consistía en el proceso de fabricación de los
chorizos, mortadelas, morcillas… A partir de entonces cuando el gato veía un
filete o embutido le daban arcadas y se ponía malísimo. De este modo nuestro
gato se hizo vegetariano.
Finalmente nuestro gato terminó por
aceptar y respetar al ratón como un
miembro más de la casa. Algunas
tardes, escondidos, mis primos y yo
los observamos jugando en cordial
compañía y, a veces, podíamos oírlos
reír a carcajadas.
FIN
La Cala-Granada
U U O H V W B Y A N E B N L L
B L X T L Z T X L Y Z L R V X
D I J R R W A H P U W Y I B D ALPUJARRAS
N X L X H R D A U R S R B Y C ANGEL
G I F I Q E S G J R X N Y B M AXARQUÍA
A P B U N L M L A R D E T A C BILINGÜÍSMO
K L Í A N G E L R C L M C I T CARMEN
P A E F T Q Ü F R C V R E Y W CATEDRAL
J E A U C R K Í A W C A E P A FALLA
P D P K N B A U S E R C M L P FUENTEVAQUEROS
N T F A T A I X M M E J L B I MANUELA
U L F D B W M P Z O O A F Z V PEPA
I E N D W V J P R A F E J D E RRCC
Y J O G I S E T Y R Z K Z U H
F U E N T E V A Q U E R O S T
Teníamos un gato llamado Leopoldo (''Leo'' para mí y mis amigos).Era un gato bueno y manso, nunca
bufaba a nadie y era muy tranquilo. Su único problema era que estaba muy gordo, tan gordo que
tuvimos que reducirle la ración de comida, pero el muy astuto se iba a la calle, donde era muy querido
entre la gente del barrio, a buscar comida y siempre conseguía su objetivo.
Un mal día nos enteramos de que mis tíos Martín y Teresa habían muerto en un accidente de coche.
Mis padres se ocuparon de mis primos. Mis primos y yo nos llevábamos muy bien así que les presenté a
mis amigos e intenté animarles para que no se sintieran tristes.
Pusimos el ratón en un sitio alto, fuera del alcance del gato pero este
se pasaba el día dando vueltas y mirando al ratón, ideando tácticas
para alcanzarlo.
Dijimos a los vecinos que no le dieran de comer, y esto empeoró mucho la situación.
El gato se volvió insociable y arisco. Llegó un momento en el que sólo yo podía acercarme a él.
No sabíamos si seguir con la dieta que le había impuesto el veterinario, o darle de comer una ración
normal, como antes.
Volvimos al veterinario y le explicamos nuestra situación. Él nos aconsejó que pusiéramos al ratón en un
lugar escondido, donde el gato no lo pudiera ver. Eso hicimos, y la situación mejoró, pese a las quejas de
mis primos. ¡Pero el gato no adelgazaba !
Mis amigos y yo empezamos a jugar con el ratón, que era muy gracioso, divertido y sobre todo
rápido. Con el tiempo empezamos a enseñarle trucos. El ratón aprendía
rápido, en un mes o así le enseñamos a tumbarse, darnos la pata e incluso a
hacer una voltereta. A los tres meses, lo llevamos a un concurso donde
ganó la medalla de oro.
Entonces decidí buscarle a mi gato una novia, y le pedí ayuda a Sonia, la chica
más guapa del barrio. Ella decidió emparejar a mi gato con su nueva gata.
Resultó que ambos se llevaban muy, e incluso tuvieron unos preciosos gatitos.
Mi precioso gato empezó a tener más interés en su prole que en el pobre ratón, lo que nos convenía
mucho a todos.
Además, gracias a mi gato, pude acercarme más a Sonia, que me gustaba mucho.
Libre del acecho del gato, nuestro ratón comenzó a sentirse a sus anchas. Tras ganar varios concursos,
decidimos enseñarle a correr aún más rápido, cosa que logramos con creces, y decidimos apuntarlo a un
nuevo concurso de carreras de ratones que se celebraba cerca de la Alhambra.
Nuestro ratón ganó la carrera, y aprovechó la confusión para tomarse el día libre.