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Mamacita Wings

Y así de repente la mamacita entro por aquella habitación llena de todo ese calor que
anuncia el verano; sólo vestía dos prendas, una atractiva tanga color marrón y una ligera
pero interesante playerita de tirantes de Hooters. Irrumpió decidida, no dijo gran cosa, su
actitud hablaba más que las pocas explicaciones que me dio.

Estaba enloquecida, deseaba un tarro con cerveza clara, a pesar de su dureza repentina no
dejaba de ser delicada mamacita, pedía cerveza clara, lo amargo del trago no es lo que
más disfruta de aquella bebida; en ese momento llego el chico del restaurante de pollo
frito, traía una orden de alitas de pollo. Realmente no sabía quién podría haber encargado
tal cosa, simplemente estaba el tipo ahí, con cara de idiota; no creo que disfrutara su
trabajo, yo no lo disfrutaría.

La mamacita beso al sujeto, recién salido de su pubertad, le dijo que se guardara el


cambio y el chico no dijo más, una sonrisa le ilumino el rostro. No entendía que la
mamacita con esa acción había decidido omitir el pago de ese alimento con aspecto
extraño. Claro, si, tenía un aroma apetecible, pero su aspecto nunca ha sido muy de mi
agrado.

La mamacita comenzó a devorar aquellas alitas, chicken wings, decía la playera del chico
que las trajo. Me miraba con esa actitud desafiante, la mamacita algo quería decirme,
pero simplemente no lo hacía. Lo que recuerdo bien de esa escena fue que levanto su
mano, su delicada y estética mano, como de catalogo de relojes para dama, de esos que
leen las señoras burguesas; la metió dentro de aquella cajita de unicel, saco la primer alita
y la llevo a su boca.

Los dedos, irremediablemente manchados de aquella chicken wing los limpiaba sobre sus
muslos, encantadores y seductores muslos que rompían la línea natural con aquel
simpático calzoncito color marrón. Una a una esas alitas fueron desapareciendo; la ropa y
su piel se fueron manchando, la mamacita era un desastre. Cuando limpiaba sus manos
sobre aquella playera de Hooters alcazaba a mirar la circunferencia pecaminosa de
aquellos pechos jóvenes.
La mamacita no dijo más, realmente nunca dijo gran cosa. Termino de un trago su tarro
con cerveza clara y me tomo de la playera de forma brusca. Encendió la regadera del
departamento y comenzó a besarme, la boca se lleno de aquel sabor a alitas que minutos
antes había devorado rápidamente. No puse oposición alguna, me deje llevar por aquel
juego tan libidinal.

Todo el asunto termino con la mamacita y yo en la regadera, disfrutándonos, tocándonos


de apoco o bruscamente, la verdad daba igual, aquella playerita de HOOTERS mojada
era todo un espectáculo, ni que decir del complemento marrón que se adhería aun más al
cuerpo cuando entraba en contacto con el agua. Y ahí terminamos la tarde las dos,
disfrutándonos una a la otra.

Abril

(DAHC)

Primavera de 2010

randytolvukin@hotmail.com

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