You are on page 1of 8

~

EL JV\UNDANAL RU IDO
j on N l' l. · U A «; IÓ N )

Form ando a leg re comparsa, r .corrc n las [q uión lo di ría !, - la dego llaci ón d e los
c alles d e la ciu dad los cé lebres rnoccrrtrs, recié n nacid os, o rdenada por el sa nguinario
pa ra co nmemo rar co n a lgazara y hu elga, - Her od es Asca lonita, q ue no es el Herod es

© Biblioteca Nacional de España


HOJAS SE LECTAS

d e Sa lo mé; aquel t etrarca que perdió la c a- Por fin se ablanda e l cor azón de roca,
beza , moralm ente, y qu e se la hizo perder , y v ie r te sobre la pa nde re ta c u at ro ó cinco
de veras, al sa n to precursor d el Mesías. mon e d as de cob re; da la s graci as el hábil
¿E h? .. ¿Q ué ta l ? .. La e ru d ición es un m uc hacho , )", dejan do en libe r t ad al pa-
r ecurso d e pritn issimo cartel/o . s ea nte , co rre á uni rse co n la comparsa, de
Pero vo lv a mos á los iu ocortcs. i Los ino - la c ua l se destaca, no p oc as veces , p ara
centes! C ree ría c ualq uie ra q u e se trataba pedi r á los q ue cruzan .
de un g rupo de n iños que dis curren p or E l cantaor alza un poco la cabe za y
calles y p laz as , toc ando e l pand e ro y ca n - ca n ta , a l pa r que se co lo ra s u ros t ro por e l
tanda vi lla ncicos. Pero no , qu e los in di vi- esfuerzo :
du os de la parranda so n hom br es h ech os J (I1iÍlr a q ue está en el ba lcó n,
y d er ech os, a l d ecir vulg ar. llena de j!racia y sa lero.
;\1 ir adl os : su ex traño a t a v í o, adorno j ((/u ust? ::\ lo [ iuosatte,
s iq uier a , los o jos neg ros ,
caruct er ísti co para esta postulaci ón , con-
siste e n el tr aje usual, e n lo s botillo s nu evos Can tado esto así, u n indi viduo d e los
y en la almid onada cami sola , amé n d el pa n d er o s se d e ti en e ba ja ,1 ba lcó n, d ond e
sombrer o r ed ondo, c u b ie rto e nte r a me n te se exhi be una mu jer he rmosa , y le va n ta nd o
d e flor es ar ti ficiale s y adornado co n c in t as e n a lto la m ano. dice:
d e esme ra lda, d e b ermell ón y d e co ba lto; - i Be n d iga D ió j<:w cara ¿ da lia l Ve nga
q ui ero deci r, ve rdes, ro j as y a zules ; y pu - aq uí argo,. siquie ra u na sa liva.
di era añad ir amarill as y ce le stes, porqu e Jos Parase la compa rsa al p ie d el e d ilic io
tal es chapees ti en en d e tod os lo s co lores . aquel; Fortu na saca del co rreó n la va ra
Cad a indi vi duo d esempe ña, e n la com- de l estan darte y po a e n el s ue lo la e. · t re-
parsa , s u co me ti do : lino cosqu illea , co n rnid ad d el palo. ¡ Ah l, e l e tan d arte es 1111
e x p erta ma no , la 'g u itar ra , haci endo b rot ar pedazo de roro en carnado, lle no d e lazos
d e ella carcajadas su jetas ¡Í t on o ; mor ti fica y fra njas, de e. c ara p elas y ncajes. En el
otro, co n in cu lt a a . pe re za, los nervio s del centro riel paño luce una es ta m pa ele la
vi o lín , que vie r te to rr e n tes d e agrias y d 's - Vi rgen del Ca rm el o.
afin a d as not a s ; y ag i ta y r epi q ue t e a u n
t er c e ro la p and ere t a, mi en t ra s e l ma n ce bo v II1
qu e ma rc ha ju nto a l g uita rris t a, c a nta la
aman er a da copla y frota los pl atillos me- Al dete nerse la ext ra ña co mp a rs a de
t álicos, que p ro d uce n rí tmi co so nsone te. pale tos, óyese e l dulce siseo q ue p arle d e
E l pre vi sor tran seunt e, al colu m bra r la u n balcón; d s p u s , un a vo z femenina
é

t ur b a de ca n tores y mú sicos , pre t end e es- pronuncia el no m b re de iabriel.


ca bulli r el cue r po p or la ca lleja tran svers al, Gabriel, el violin ista d e la p arranda ,
t ratand o d e elud ir la in timac ió n d el po s- a lza Sil frente y columbra á la pe rs o n a qu e
tul ant c ; p er o el ¡"l/ocC///t' ( q ue ll O Jo es n i le h a llamado.
por pien so ) alc an za, prim ero co n S il vi s t a - ¡An illa :... " . /b" ja ! ...
d e linc e , y lu C'g r) co n s u na tu ral lig er C' za , Es Anilla, la domést ica ele aq ue lla casa
al qu e as¡ pretende 1)1),-1;11'1 ' ; y lIegan do ;i I,!ranrJ " d elant e d e la cual toman respi ro
su la do , en ver tig in osa carr ' ra, le presenta Ias ¡I/(Ic,'I/I,'e An illa r 'm em ora e n el a lma de
e l p an el ro ú cuat ro d e ti os de la ca ra, ( ' :ll)ri -1 una d ulcí i rna ·ta pa d e felici da d
diciendo: y de amor. . \ l¡¡j, " 11 s u asi lo rú sti co, d ci>;ljo
- ; \. ,ly a co n j)i tÍ jd 1'1l /JrTJ'cro graci os lJ I d e los Ilor id r» alme ndros , sin t ió ( ,a!lriel,
Vamo j abd : ,.d,c!or!/ (//:~ {/ {L lo jil/oJrJll,.. jun to á la in r)1\ id ab le A ni lla . los primeros
qu e ¡ya "//lic! qu é p ena l, los mat,', ' 1 pí r';'lo la id a s d e [la iú n. Ih ja nelo a l a rro yo por
d e 11,·n i,., y no ha y más q uc //TOJolroJ r JI 1<' lad era : aln n J a , .o"iú ( " d lf ie\ las pinto -
pidamos por cro. roscas a d el fas qU 1: II"rm'). r-aro n los c a be llos
El asa lt,llJ¡¡ son r íc, 1)( ro , n po nic udu a ún d e aquel la mo za al{'~r' y <I\'ent llrr:ra.
rc si t eru ia , di ce « q uc no l ir' ne 'J t,(~ dal •. (. a1Jr iel s c . ient e plc rór ico tk íc lic id ad ,
- .11,1//(/1/(' se a tina p cscti :a . r"ú{ ~)'('ro : " mi en tras IQ S otros rnú ico: e n r a n e n una
711<1111/ 1/<' s ea do r¡"alc, que OJ/': 1'/ c a ra rj(- d e las cin co mi l a ber nas d e la urb e, G a b r iel
r u mb oso . ('.I' cra r-n r- l umb ra l ,j¡. la pu erta g ra nd e .

© Biblioteca Nacional de España


EL MUN DANAL RUIDO 497
Ana apa rece, toda bañada de rubor, - Te van á eclui de mello en la posd.
ves t ida de ne gr o, con un delantal blanco, -1 Qu é le face! ... ¿ Ve ngo ~
d e peto, qu e ad orn an em butidos y festones. -¡Yo qu é sé I La ca lle es del' rey.
U n c uello a lmido nado y brillante le hace - Giiel1o, hasta la noch e ; ya sa le la pa-
e rguir la cabe za, como si la tuviese en rranda. Ad/ó.
tormento. H a variado el modo típico de - Adiá, Grabu:
su peinado campestre: por detrás de la A la puerta de la tabern a te mplan los
ca beza, ondu la graciosam ente su cabello; inocentes sus instrumentos. Aquellos hom-
por de lante, ca e form ando un rulo que bres, que libaron el moscatel , llevan ya
so mbrea la frente. sobre el abigarrado adorno de los sombre-
- Aq uí estoy de don cella,-úíce Ana , ros, las imaginarias guirnaldas de vid, q ue
so nr ie ndo . ofrece Baca á los visitantes de su t em plo
Per o á Ga brie l le parecía mejor, más impuro.
herm osa y hasta mds doncella, en el campo,
con S il atavío se nci llo, con su olor á romero. IX
- ¡Por oicñac.... l111y"é; estás esconocia!
- j Claro I J De aquel' mundo á este!... Al llegar la noche sal e Gabr iel, furti va-
-¿ I\. ti te gu sta la suidá?... lA mí el' mente, de la posada, dond e los hombres
campo !... d el partido, cansados de su per egrin aci6n
- i Esta alegría que aquí hay! por la capital, duermen so bre el hato , ó
- ¡Aquella via serena!... beben, hasta embriaga rse , disp en dian do el
- ¿ y Toñilla ? ¿ Y Roque ?... ¿ Y tu madre? óbolo recogido.
- Toñ illa se cas ó con Pen eque. I Cuánta claridad y cuánta animación
- ¿ Es ucrd.i.? hay en las calles 1 Ga briel, acostumb rado
- Roque sejlit!ar servicio. Mi madre... á la obscuridad y á la qui etud noct urnas de
¡jalw un a <~;¡l'Ila vieja 1 No quería que la aldea, qu e se extiend e próx ima á su
viniera yo en la comparsa. «Vi á esl¡[ con campo, duda de qu e aqu ellas lu minarias y
cudia o ! Porque en el campo lo es carnta ; aqu el bullicio de la capital con stituyan el
pero en la suidá, torrnenta ;» me dcsla la estado normal de todas las noch es. Debe
/¡robe. ¡Como sabe que aquí lo son compro- de ocurrir algo; ta l vez la é poca d e las Na-
miso ji pamplina! ... ¡Hay aquí tanta jJer- vidades trae á las calles de la gran urb
disián.! ... aquel contingente de luz y animación .
- No seas cateto, Crabii. Aquí hay, Recorre Gabriel, inciertamente, algun as
co mo en todas partes. Y ... ¿ cuándo os vais vías, pero no halla la en que su amor le
al portio? espera. Pregunta á un transeunte y éste le
-Mañana; cnloauia tcnemo que arrecogd indica el ca mino.
más dinero. Está la cosa mala . Naide da un Mas al volver de una call e ancha y lu-
c havo. minosa, ve á la mujer que busca ; ve á Anilla,
- ¿ Qui én t'ha arrcgiao el' sombrero ?... que en unión de un mocito qu e luce capa y
i I ~s t á bonito I sombrero sevillanos, camina sonr iente y
- 1Pchs l... Me lo ha arregiao la Ar- dichosa,
iurndrit a. - (' /l nde vas por aqui?, -pregunt a
- ¡ Ah 1... <Aquell a mu chacha, hija de Gabriel, disimulando su enoj o.
Andrés Tom ín ? I Vaya I ¡ No te pongas (0 - - A dar un pas ílIo.
lora o! Esa es tu novia; ¿ acerté ? Entonces el mocito de la ca pa y el som-
- Cua tro cllI/int!rllul q ue m os decim os, br ero se villa nos, pr egunta co n so rna á la
y na m d , Yo no he querio uui q ue á un a. jo ve n :
- j Q uién se rá l... - O ye, <qui én es es te <¡;1·1~~IO.J
- Una, á qui en yo le he tom o en mi No hay adj etivo, e n I léxi co vulgar de
¡":r;'lfl íll las malagu eña s y el' fandango, jJa mi pu ebl o, qu e ofeud a m ás q ue el de /JrIIlltl
que bailara , cua ndo n o era tan se ñorit a ti un hombre rural. •
CO IllO ah ora. - Ca lla, hombre , - contest a A na, bus-
- <Q uién es ~ ... i Me pon es en el/ u /a o.' cando la tran sacción .
- <Ve ngo cs t a noch e y te lo Ig0 ? I' ónes e rojo Gabriel, y preg unta á Ana,
T. X I. 32

© Biblioteca Nacional de España


HOJAS SELECTAS

imitando la en to nación empleada por el clase ninguna, presentóse Fortu na en el


mocito: despacho del diputado provincial.
- Oye, ¿quién ¿jeste utariquitasnca ? Pronto mostró l,ortuna á los que le
En tonces echa hacia at rás la pañosa el aguardaban á la puerta, la tarjeta de reco-
aco mpañante de Ana, y saca un cuchillo mendación que le diera el caballero; y no
que br illa siniestramente. Ga briel, con rá- había transcurrido una ho ra cuando, me r-
pida energía, sujeta la muñeca de recha de ced á aquel talismán en forma de cartuli na,
su contrario, oprimiéndola has t a hacerle era puesto en franquía el vio linista inocente.
arrojar el arma, mie ntras con la otra mano De allí á poco, los buen os muchachos
atenázale el cuello. ciñeron otra vez los sombre ros ado rnados,
Ana g rita , pidiendo auxilio , y cuando requ irieron los instrumentos, tr emolaron la
ac ude n los ma nte ne do res de l orde n público, bandera y lanzáronse á las ca lles en busca
abandona el ca mpesino su presa. de l óbolo.
Más t arde, llora Gabrie l, ence rrado en Mas, apenas llegaron las sombras de
inmunda pri sión, año rando su libertad y su la noche, evadióse Gabriel de la posad a,
vida eg lógica . ansioso de buscar á An illa , más para recen -
y ma ld ice la ciudad, recordando aque- ven irla po r su proceder q ue par a dirigirle
llas p alabras de la bu ena madre, que le frases de amor. i Al fin y á la postre, lo de
aguarda: cit ar un a muje r á un hom bre para que éste
- ¡En el cam po, td es caruia, en la suidd se e ncu entre co n o tro, es cos a qu e merece
torm enta ! castigo!
Ga briel q uerí a e ngañars e á sí mism o:
x cu ando se decía, co n la voz inau d ita del
pensamien to, q ue des eaba reconvenir á
Fortuna era persona influ yente. Con ocía An a, qu ería ocu ltarse el ve rdade ro móvil
á un diputado provi ncial , á qu ien frecuen- de aq uell a busca; pero Ga briel ansiaba
teme nt e feriaba con can asti llos lle nos de encontrar á la mujer t raidora , po r alcanzar
uvas, de higos chum bos Ó cerezas , según la satisfacción de verla, de hablarla, de oir
e l tiempo. alguna frase que obrara com o bálsamo
Cada uno de estos regalos habíalo co- sobre su corazón he r ido.
br ad o Fortuna con un favor inestimable. Fortuna, que observaba los movi mie n-
¡ Preso Ga brielillo! i Ya se t em ía l' ortu- tos de Gabriel , se d ió cuenta de su huída.
na alg ún desagui sad o! ¡Y él, qu e había L anzóse det rás, á d ista ncia ; y cua ndo
garantizad o la feliz v ue lta del muchacho vió vacilar á Gabrie l, en la es q uina pr óxi -
al partid o ! ¿Q ué cuentas iba á da r á la seüá ma, como si éste du dase entre la idea de
María , y á la A rmendrita ? avanzar y la de re tr oceder, se le acercó y
Bien decía el cantar: púsole una mano en el ho mbro.
Giró sobre sí mismo Gabriel y dijo, al
( Por qu e las mujere s son
la perdición de lo s hombres.• reconoce r á su am igo y pr ot ector :
-Hola.
¡ U n mozo tan pacífi co com o Gabriel 1 -RoJa. - re pitió Fo r tuna. Y ag regó :
i Aco rra lar de aque l mod o á un terne, de - roAnde se ya? ..
los que usan faca! Ga br iel resp ond ió co n un e ncogimie nto
La ve rdad era qu e, po r enc ima de l pesar de hombros.
que ca usaba á For tuna lo oc urrido, produ- - Tú estás perdio de la ca beza , Grabié;
dale org ullo aquella victoria de un paleto yo sé ande tú vas; pero tú utcsruo no lo
so bre un vale ntón de la ciudad . sabes. J!;¡'alc de mujeres. que toas son un os
- (;'iieno es que estos moc itos sepan lo malos bichos, que se las coman. Ana t iene
que arcausa u n hombre de campo,-decía su arrimo. y dcjalla es lo que te tiene cuen-
Fortu na, guiñando el ojo de re cho. ta.. La m/t farsa! rOQuedrds creer que ha
Cla ro es que, al día siguiente de este uenio á preguntar por ti? o. ' Me ?lo. ice: e Si
suceso, la comparsa no postuló. Era nece- haceJarta dinero. yo tengo mi trapi llo j > y
sario gestionar, ante to do, la excarcelación dígole: <t. Grabié no necesita tus di neros:
de Gabriel ; y, sin ca nasto ni regalía de tengo yo aquí ardabones á que aga rrarme

© Biblioteca Nacional de España


J';L MUN DANA L RUIDO 499
jJa que .ra) ;r;a á la calle antes de una hor a.• - No , si...-res poIJd iú el violinista, bal-
Gabriel le escuchaba estupefac to; pero, bu ciendo. - Si yo goruere.
al ca bo, dijo: - V amos, Grabié: tú , al remate, vas á
- ¡ La mú farsa .'... melé la pat a.
- A silla se lo !/e yo: • Eso no se jace, Diciendo es tas palabras , enlazó Fo rtu-
Anilla; á los hombre no se les bu sca una na s u brazo d erecho al bra zo izq ui erdo del
perdición d e ese tn áo. • Y se ponía colord; amigo y le arras tró , sua ve mente, con di-
como u na amapola; y d ecí a qu e aquello rección á la po sada.
j llé u n casu al ; qu e se hab ía encontrao á Ya iban llegando ; duran t e el trayecto
aque l mocito , q ue la per sigue, pero que nada se decían, Ga bri el cam inaba medita-
c lla no lo q uiere ni vé. bundo. Fortuna iba regodeá nd ose con la
- i Q uién sabe!. .. - exclamó Gabriel, idea de haber vencido al mocet ón: cua ndo
viendo qu e una es pe ran za iluminaba su le prestaban ob edi encia, ponían un a aureola
es píritu . á su amor propio y d ábase él cuenta d e su
- Vámonos á la jJosd ; qu e j ace frío y pretendida superioridad.
lo UlqjÓ¡¡' es tumbarse en el jato y descansd. Ya iban llegando, c ua ndo se les paró
- Vetc t ú, Fortuna; yo tengo qu e [acé. d elante una muj er.
- Acuérda t e de tu madre, C:rabié; - 1An a 1. .. - exclamó Ga b rie l.
acuérdate de la A rm eudrita . - Ya pareci ó 111"e)' o, - dij o irónica-
- ¡ J;/al/le á mí de ./lrllll'Jldn !a l - res- men teFortu na. .
pondió Gabriel, pon iéndose en marcha. -¿Q ué~ -interrogó, sonriente , A nilla,
Fortuna le sig uió, sin hablar palabra : los mostrando sus preciosos dientes, como la
do s ami gos and uv ieron buen t recho, sin nieve de blancos. - ¿Q ué pasa ?... Par ece
decir aste ni moste. que os habéis asustao ....
Ll eg aron á la plaza grande. U na fuente - No m'asusta yo de ll\ujeres , - res-
colosal, de hierro, dond e los cisnes, apre- pendi ó Fortuna; -s- su' asusto de los bich os.
sados por uno s amorcillos, abrían el pico -¿ T an bicho soy ?... - preg untó A na,
para esc upir ch orros de agua murmuradora, haciendo u n mohín seductor, que pr odujo
adornaba el ce ntro de aquel espacio rec- en el corazón de Gabrie l una alteraci ón
·t angular, en donde los magníficos edificios harto sensible.
se erguían y los arcos voltaicos trocaban e n -s--Paece ment ira , 1111(jé , - ag regó F or-
dí a la noch e. tuna, levantando en alto, como solla, el In-
-IQ ué lu rn inaria l... - exclamó Gabriel, dice de la diestra y gu iñando de vez en
ad mira nd o el aspecto de aquella plaza, cn cuando; - jJaete mentira la faena q ue i' hns
la cual de sembocaban las calles pri ncipales cargao con este g üm muchacho , qu e va á
de la ciudad. perd«, por tu causa, los tornillos de la ca-
- Ea ; ya has visto la plaza: vámonos beza.
ahora á d ormir, Gra/; I/. En el' campo no se - ¿Y qu é he hecho yo? -preguntó
trasn ocha asilla. Ana, plegando el ceño, lo cual di ó mayor
-Allí es taría mos ya en siet e s ueños. belleza á su ro stro.
- El' sue ño es la vía. - Detuasiao lo sabe s, 1JIllj é, - habl6
- i .?O.l'iÍ 1.... 1Fortuna : me aturde e l Gabri elillo , qu e, inútilmente, qu ería escu-
r ufo del' mund o ! ¡l\quella car illa de allí L : pir sa liva c ua ndo es taban se cas sus fauces .
- Es venid. Mañana lilas uamo. -¿ Dc verdad ?... - interrogó Ana, mi-
- ¿Ma ñan a j-s-pr eguntó Ga b rie l, ab rie n- rando de hito e n hito á sus a migos incli -
é

do d esm esuradamente los ojos. Y añad ió nando la cabe za hacia el hom br o d erecho.
co n firm eza : - Yo me 1"m. - V amos : d esembu cha tod as esas mald a-
- ¿Q uO... ¿Q ue le qneas ?... 1rr"ra/Jié:... des qu e yo he hecho. ¡Como si yo t uviese
Bajó Ga briel los ojos y empe z ó á cog er- la c ulpa d e qu e el barbero me siga!... Es
se , co n los dedos pul gar índ ice , el labio
é verdad que se acer ca J mí , que Gabriel lo
inferio r d c su boca. ¿Meditaba , ó se arre- vi6 {l mi 1110: que se pu so guasó n. Pero...
pentía d e lo di ch o ? mira, (¡"raúié: te juro por la glo ria de mi
- rr:ra /;//: juntos !w belllOs '¡!{IIIÍO y jun- pad re, qu e cuando t ú le d iste jm el jJd o.
tos tene mos de gO!7N'. me pu se anc ha.

© Biblioteca Nacional de España


500 HOJ AS SE LE CTAS

Gabriel bajó los ojos y sintió afluir toda Ga briel y Ana la p enumbra , ya q ue el ar ol
su sangre á la cabeza. más pr óxi mo dis taba lo bastante para qu e
-Pos ya ves tú lo que podía haber pa- la s figura s de los interl ocu tores env oiv ié-
sao, A nilla,- dijo Fortuna. - Suerte que la ran se en som bras .
sangre no llegó al río. Pero... eso no sejac e. Hubo un rat o de silencio . rnstintiva-
- Vamos , calla tú, Fortuna, que es tás me nte , ah orraban Ana y Ga brie l las pa-
ya a nt iguo. Digo otra vez que no hice nad a labras pa ra so lta rlas luego á borboton es.
malo. Y... voy á d ecir la uerdá : de lo pasao, Al diál ogo dió pr incipio An a, cuya edu-
me alegro: porque el tipo ese , temiendo á cac ión mu ndi al pon íal a en b uena s cond i-
qu e le vaya á 'r omp é Gabrielillo la cara , no cion es ve rba les de ataque y de fensa.
ha vuelto á inc omod ar me . De los labi os d e Ga brie l no salieron
- ¿No ha g ¡¿erto/ .. -preguntó Gabriel sino r eproch es. Sa ng ra ba la herida. T enía
anhelant e. - ¡Ya lo creo que habrá güertof... fija, el mocet ón , en su pe nsamie nto la figura
Eso lo ices tú... por divertirte de mí. Pero del chulapo que acompañ ara á Ana . Aquel
i qu e no lo v ea yo, qu e no lo veal misera ble bar ber o era. sin duda alguna, el
Y al decir esto, apretó Gabriel los pu- amante d e A na. Esta id ea le rebotaba desd e
ño s y br illó sini estramente su mirada. el ce reb ro al corazón.
- Güeuo, está bien , adi ós, Ana , - dijo A na explicá balo tod o satisfactoriam ente :
Fortuna; - vamos á la posá. el prov ocativo muchach o no la acompa ñaba
- ¿O s vais?. ¿T an pronto r., ¡Si se rá n cuan do Ga briel la tr opezó : la seguía ; la im-
las ocho y medi a L.. p or tun ab a como ot ras ve ces, con peticiones
- H ay que madrugd, pa iargarnos. de cariño, q ue ell a no había ofrecido, ni
- ¡Ah l... ¿T ambié n se va (J·rabié.·~ ... - men os dad o.
preguntó Ana , envolviendo al manceb o en Ga briel reco rdó que el mocito d e la
un j lir! su gestivo, atrayente, irresistibl e. pañosa y la faca tut ea ba á Anilla; pero
Gab riel ex p e r i m e n t ó una sacudid a ésta se (le batí a con una ca rcajada: ¿ el tuteo
nerviosa y correspondió á aqu ella mirada quer ía d ecir algo? i A fe que e n las capitales
con una sonr isa anhelante. se tratan tod os [os jóvenes d e uno y otro
-Está bien. Vayan ustedes con Di os. sexo simpl emen te d e tú por tú, apenas
Q ue du erman toa la noche. j Y ... hasta la h ablan dos v eces I Pero ella no quería al
vista l... barb ero; ella había t enido sie mpre puesto
- Vamos,-repitió Fortuna, empujan- el pens amien to e n los an durr iales que aban-
do á Gabriel, quien, resistiéndose u n poco , don ó, y, so bre to do , en el hombre de quien
dijo en tono qu e parecía súplica : le separaron las circu ns tanci as.
- Aguárdate, hombre. La contienda era ruda, pero Gabriel
- ¿Q ué me he de aguardar?, - excl a- llevaba la peor parte. Las mentiras de Ana
mó Fortuna , malhumorado, poniéndose en parecían le verdades; com o sur tían de una
marcha. boc a hechicera; e o m o procedían de la
Ana y Gabriel permanecieron en e l muj er amada, torn ábala s por artículo de fe,
mismo si tia : la primera, sonriente; el se- y cuando las reba tía, hacíalo por escuchar
gundo , vis ib le me nte contrariado. la respuesta decisi va , qu e acababa de llevar
Fortuna, que iba ca minando pausada- el con venci miento a l ánimo suyo. Ana su -
mente , vol vió la cara y dijo : gest ion aba á Ga briel: co n la dulzura de su
- QIl¿'zte tú . acento, adormecía los se nt idos de aquel
- Anda, hombre, que se va; - habló hombre. ¿Q ué pr ivilegio ha bía tenido la
e n tono irónico , pero sonriendo , la her mo- mujer libérri ma, la q ue huía por el mundo ,
sa morena. par a encade na rle y vencerle ?
E nto nces Gab ri el, enc ogiénd o s e de Marga ra, la niña ho ne s ta, la joven pura,
hombros , dij o: jam ás alejada del perí metro dond e se d es-
- C'¡imo, qu e se va ya . E n la jJostÍ nt os env olvía su vida; la buena. mu chac ha , parca
(ncontrarcma. en s II s co stum br es , recatad a, lab oriosa,
* sencilla, no ha bía logrado atrae rle tanto, ni
Q ue da ro n so los .'" Aque
* lla ca lle no era co n el ol or d e su pureza ni co n el atrac ti vo
v ía de muc ho paso . Ad emás , protegía á de s u se ncill ez.

© Biblioteca Nacional de España


E L MUNOAN AL RUIDO SOl

Ana, la avent urera; la mu jer de con- d ucido por los troncos quemados á prima
ducta equívoca; la que usaba ga las de noc he.
mu ndo y so nrisas de corte , atábale á su Cerca de aq ue l montón de cenizas cáli-
carro tr iu nfal co n ca denas de esclav itud. das , d ormitab a IIn gato.
Más aú n: l a sombra irr it an t e de un
hom bre qu e , acaso, no fuese in dife re nte á ** *
aquella mujer, p er dí a á Ga brie l en el la- No eran las d iez; aún cuando Gabriel se
be rinto de los celos; en ese laberi nt o que incor poró so bre su hato. Sentóse y miró en
sa le, invari ab lemente, al ca mp o d el amor torno d e sí.
desenfre nado. A la luz de un faro lillo, que pendía de
Insistía Gabriel en e l te ma re lativo á cierta garrucha enclavada en una viga cen-
íos supuestos amores d e l barb er o co n Ana . tral de aq ue lla estancia, pudo observarlo
¡Vaya si le escocía aquella id ea ! Pero ella to do . Sus co mpañeros dormían. Fortuna
afir maba «q ue el barbero le te nía sin cui- ron cab a ruidosam en te. El vie nto movía las
dado . y que «c uando Ga briel le zam arre ó pue r tas .
ta n lindame nte, ella gozó lo indecible.• Aunq ue Gabriel t uv o cerrados los ojos
Forzoso era creer en aque llas protestas , todo el ti em po q ue llevar a ten d ido, no pudo
en aquellas afir maciones y en aqu ellos jura- dorm ir : su pen sami en to ve laba.
mentos. Hubiera sa bido Gabriel q u e e l Huir, aleja rse d e aq ue lla mujer que él
c hu lo de marr as ib a morti ficando á Anill a, adoró ta nto tie mpo en secreto; dejar á Ana,
y, ento nces, no se limi tara á darl e u n pes- por q uien últim am ente había sentido su
cozón: entonces lo hubiera hec ho cachitos. co razón tantas sacudidas, y su alma tantas
co ngojas y sus deseos tan tos incentivos, no
era empre sa llev ad era.
Xl De bió d eser t ar dc la parranda; quedarse
e n la gran urb e, don de su destino parecía
F ué al d ía siguie nte cua ndo partieron ten erl e se ña lado puesto.
los paletos p ara el ca mpo. Verdad que le agu ard ab a en el campo
Por cie rto q ue F ortu na, más avisa do s u madre, per o á la bu en a vieja se la podía
q ue los d em ás, no de jó de obse rva r en Ga- transportar á la ci udad. l~ J, como había
bri el un a inq uietu d signi ficati va. d icho An a, podía obtener t rabajo en las
A la hora de march ar ib an todos por la cons t rucciones; en las o bras de los ferro-
carretera, decidor es y alegr es, Gabriel era carriles; en las del soberbio puerto marí-
e l ú nico q ue caminab a, co n el violí n debajo t imo. ISi e n las ci udades hay medios so-
del bra zo, melan cólico y pen sativ o. brados ! ¿Se reduce todo , en el mundo, á
P ernoct aron en el ve n to rri llo de Curn- ca var y á vendimiar ; á la siega y á la trilla?...
brales, al obj eto de sal ir muy de mañana A de más : ¿érale posi ble dejar á Ana en
pa ra el pa rtid o y Ilr ga r á s us casas cua ndo brazos d e aquel hombre, con q uien la sor-
e l so l estuv iese oc ultá ndose. prendi ó? Es ta id ea ac íba raba las dulzuras
¡Como que la di stan cia q ue mediaba de s u reposo .
e ntre e l parti do )' la ciu da d era lar guí sima 1 Si era cie rto lo aseverado por A na; si e l
Había qu e an da r, a de más, por se ndas ab rup- barberillo molest áb al a con su persecución
ta s, q ue asce ndía n pen osamen te en tre pe- y s us requerimie ntos , é l de bía defenderla.
ñascos y acebuc hes: aq ue l ca mino no era Si, por el co ntra rio, era el barbero un amante
pr op io p ara recorrido de noch e. efec tivo, tolerad o por ella, debía él coronar
Ape nas cenaro n c n Cu mbrales, los indi - su princi pia da vcnganza. De todas maneras,
viduos de la a leg re parran d a, t umbáronse á pu es, ya par a un o, ya para otro I1n, no debía
la larga sobre sus hatos. regresar al parti d o, sino permanecer en la
Todos se arreb ujaban cua nto les era ci udad.
dado, porque arreci aba el frío. Sobre todo ello prevalecía también una
No lejos de l local empcd rado en q ue razón imperiosa que 1> ob ligaba á desertar
ro nc aba n :'t pie rna sue lta, existía la amplia de la pa rra nda , en aq 11 ellos momentos en
ch imenea de campana cundri longu, bajo la q ue los inocentes dorm ían : la razón con-
cual humeaba levemente el rescoldo pro- cluyen te y po de ros a dc l amor, y del amor

© Biblioteca Nacional de España


502 HOJAS SELECT AS

ce loso, que es el que comete todas las lo- bad as alrededor de la en cendida chimene a.
curas y camina' audazmente por to d as las Lo que se sabe, por no sé q ué cie ncia psi -
send as, aunque desemboquen en la per- cológica , es el est ad o de alma q ue pr odujo
dici ón . á la Almend rit a y á la se/id María aquel in -
J V olver al partido tan pronto! í D espués esperado rasgo d e Gabriel.
de haber oido las palabras cariñosas de Mar gara , qu e hab ía llegado á querer
Ana y sus protestas en contra del odiado ciegame nt e á su novio; que por él vivia;
rival ! q ue t eniale dedicados el pe nsa miento y el
¡V olver á la monótona vida del campo ! corazón, sufri ó una depr esión fune sta del
Sólo su madre le atraía á ella : pero, - ¡oh ánimo. A unque F ortuna, co n aq ue lla diplo-
incomprensible arcanol,-Ana le atraía á macia rural de que hací a gala , trató de jus-
la ciudad y parecía te ner sobre él más tificar la decisión de Gabrie l, diciendo que
fuerza y más imperio. < él sa bía de bu en a tin ta que el muchac hote

quería ade lant ar una mi/ ita ,. ser a lgo más


*** que un br acero del campo, para ofrecerle
D ejó Gabriel su camastro, y despe re- mej or po rven ir á la novia >, és ta , con la
zándose brutalmente, con los brazos en alto clarivide ncia d e to da mujer , compren dió
y el bostezo en la boc a, pareció sacud ir seguidamen te la ve rda de ra causa de no
par a siempre la inercia y el sueño . haber re gre sa do Gabriel al partido.
De seguida recogió su manta, en la cual La madr e , á qui en entregó Fortuna
envolvió el torso, fingiendo con uno de sus sole mne me nte el violí n d el hijo, cre yó, pa-
ex tremos el embozo d e una capa, ya q ue se sad os los pr imero s momentos d e estupor ,
cubrió con aquel burdo t ejido la boca y la en todo aquello que Fortuna d ecí a: < Era
nari z. claro qu e Gabrie lillo buscaba por veni r; qu e
T omó el sombrero y púsoselo, Olvid ó el qu ería log ra r alguna ocupación más pro -
violín , y, recatándose, salió d el ventorro. ductiva qu e la d el ca mpo ; » y, al repetir
T odos dormían. estas ra zones, la bue na vieja, en tono de
Por el camino que, desde la capital , le con vicción , añ ad ía :
condujera al ventorrillo, retrocedió hacia la - i Ko creáis 1, asina com o lo veis , calla o
gran urbe. y pruente, ~s mi ú"rabi¿ mtc caid de adelantá
- i Cu ando despierten mañana!... - iba terreno. 1E l t en ía la arn bici ón de la suidd !
murmurando Gabriel. Yo le predi ca ba so bre lo malo que es el
y em prend ió e l camino, sonriente, á la m ío d cl mundo pícaro, pero é l no ha quería
indecisa claridad de la luna. escucharme. I La Virgen San t ísima de los
- i Perdón, madre, perdón J,- repetía , Dolor es le d é salú y suerte!
mentalmente: y elevaba el pensamiento á la E stas últimas pala bras se le atraga nta-
casuca d onde le aguardaba la buena vieja. ban á la viejecita entre lágrimas y su spiros.
Más tard e, en Jos ratos de expansión
qu e Fort u na di sfrut aba, se nta do al lad o de
X II sus am igos, d ecía, semb ra ndo s us palabras
de gui ños elocuen tes y alzando el de do
Ni el desper tar de los paletos, ni su sor- índ ice , com o solía:
presa al no tar la defección de Gabrielill o, - Es pampli na q ue se d iga es to ti se
ni la llegad a de éste á la ciudad qu e le d iga lo otro: loas sa be mos el' negosio qu e
at raía, fue ron descritos por la cr ónic a ar- tresigll!! el tontaina de GrabiJ en la sllidd .
tística de es t os sucesos ; pero se colige q ue i Ana, y lid más que A na i : ( ue se le subió
los inocentes, y más que ellos F ortuna , co- al celebro aquella lJlujé! ¡Y es / )(1 subirse,
me n taro n con calor la huída d el compañ er o ; cabaycros, porque paccc mismam en te u na
que Gabriel l1egó felizmente á la ciudad , y con desa}
qu e en el partido hubo, con aquellos d et a- (s, eancluirá .}
lles , com idilla para las conver saci on es tr a- ( Dib ujo d, 1I~ M¿" dt: IJril/g a.)

© Biblioteca Nacional de España

You might also like