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EL JV\UNDANAL RU IDO
j on N l' l. · U A «; IÓ N )
Form ando a leg re comparsa, r .corrc n las [q uión lo di ría !, - la dego llaci ón d e los
c alles d e la ciu dad los cé lebres rnoccrrtrs, recié n nacid os, o rdenada por el sa nguinario
pa ra co nmemo rar co n a lgazara y hu elga, - Her od es Asca lonita, q ue no es el Herod es
d e Sa lo mé; aquel t etrarca que perdió la c a- Por fin se ablanda e l cor azón de roca,
beza , moralm ente, y qu e se la hizo perder , y v ie r te sobre la pa nde re ta c u at ro ó cinco
de veras, al sa n to precursor d el Mesías. mon e d as de cob re; da la s graci as el hábil
¿E h? .. ¿Q ué ta l ? .. La e ru d ición es un m uc hacho , )", dejan do en libe r t ad al pa-
r ecurso d e pritn issimo cartel/o . s ea nte , co rre á uni rse co n la comparsa, de
Pero vo lv a mos á los iu ocortcs. i Los ino - la c ua l se destaca, no p oc as veces , p ara
centes! C ree ría c ualq uie ra q u e se trataba pedi r á los q ue cruzan .
de un g rupo de n iños que dis curren p or E l cantaor alza un poco la cabe za y
calles y p laz as , toc ando e l pand e ro y ca n - ca n ta , a l pa r que se co lo ra s u ros t ro por e l
tanda vi lla ncicos. Pero no , qu e los in di vi- esfuerzo :
du os de la parranda so n hom br es h ech os J (I1iÍlr a q ue está en el ba lcó n,
y d er ech os, a l d ecir vulg ar. llena de j!racia y sa lero.
;\1 ir adl os : su ex traño a t a v í o, adorno j ((/u ust? ::\ lo [ iuosatte,
s iq uier a , los o jos neg ros ,
caruct er ísti co para esta postulaci ón , con-
siste e n el tr aje usual, e n lo s botillo s nu evos Can tado esto así, u n indi viduo d e los
y en la almid onada cami sola , amé n d el pa n d er o s se d e ti en e ba ja ,1 ba lcó n, d ond e
sombrer o r ed ondo, c u b ie rto e nte r a me n te se exhi be una mu jer he rmosa , y le va n ta nd o
d e flor es ar ti ficiale s y adornado co n c in t as e n a lto la m ano. dice:
d e esme ra lda, d e b ermell ón y d e co ba lto; - i Be n d iga D ió j<:w cara ¿ da lia l Ve nga
q ui ero deci r, ve rdes, ro j as y a zules ; y pu - aq uí argo,. siquie ra u na sa liva.
di era añad ir amarill as y ce le stes, porqu e Jos Parase la compa rsa al p ie d el e d ilic io
tal es chapees ti en en d e tod os lo s co lores . aquel; Fortu na saca del co rreó n la va ra
Cad a indi vi duo d esempe ña, e n la com- de l estan darte y po a e n el s ue lo la e. · t re-
parsa , s u co me ti do : lino cosqu illea , co n rnid ad d el palo. ¡ Ah l, e l e tan d arte es 1111
e x p erta ma no , la 'g u itar ra , haci endo b rot ar pedazo de roro en carnado, lle no d e lazos
d e ella carcajadas su jetas ¡Í t on o ; mor ti fica y fra njas, de e. c ara p elas y ncajes. En el
otro, co n in cu lt a a . pe re za, los nervio s del centro riel paño luce una es ta m pa ele la
vi o lín , que vie r te to rr e n tes d e agrias y d 's - Vi rgen del Ca rm el o.
afin a d as not a s ; y ag i ta y r epi q ue t e a u n
t er c e ro la p and ere t a, mi en t ra s e l ma n ce bo v II1
qu e ma rc ha ju nto a l g uita rris t a, c a nta la
aman er a da copla y frota los pl atillos me- Al dete nerse la ext ra ña co mp a rs a de
t álicos, que p ro d uce n rí tmi co so nsone te. pale tos, óyese e l dulce siseo q ue p arle d e
E l pre vi sor tran seunt e, al colu m bra r la u n balcón; d s p u s , un a vo z femenina
é
do d esm esuradamente los ojos. Y añad ió nando la cabe za hacia el hom br o d erecho.
co n firm eza : - Yo me 1"m. - V amos : d esembu cha tod as esas mald a-
- ¿Q uO... ¿Q ue le qneas ?... 1rr"ra/Jié:... des qu e yo he hecho. ¡Como si yo t uviese
Bajó Ga briel los ojos y empe z ó á cog er- la c ulpa d e qu e el barbero me siga!... Es
se , co n los dedos pul gar índ ice , el labio
é verdad que se acer ca J mí , que Gabriel lo
inferio r d c su boca. ¿Meditaba , ó se arre- vi6 {l mi 1110: que se pu so guasó n. Pero...
pentía d e lo di ch o ? mira, (¡"raúié: te juro por la glo ria de mi
- rr:ra /;//: juntos !w belllOs '¡!{IIIÍO y jun- pad re, qu e cuando t ú le d iste jm el jJd o.
tos tene mos de gO!7N'. me pu se anc ha.
Gabriel bajó los ojos y sintió afluir toda Ga briel y Ana la p enumbra , ya q ue el ar ol
su sangre á la cabeza. más pr óxi mo dis taba lo bastante para qu e
-Pos ya ves tú lo que podía haber pa- la s figura s de los interl ocu tores env oiv ié-
sao, A nilla,- dijo Fortuna. - Suerte que la ran se en som bras .
sangre no llegó al río. Pero... eso no sejac e. Hubo un rat o de silencio . rnstintiva-
- Vamos , calla tú, Fortuna, que es tás me nte , ah orraban Ana y Ga brie l las pa-
ya a nt iguo. Digo otra vez que no hice nad a labras pa ra so lta rlas luego á borboton es.
malo. Y... voy á d ecir la uerdá : de lo pasao, Al diál ogo dió pr incipio An a, cuya edu-
me alegro: porque el tipo ese , temiendo á cac ión mu ndi al pon íal a en b uena s cond i-
qu e le vaya á 'r omp é Gabrielillo la cara , no cion es ve rba les de ataque y de fensa.
ha vuelto á inc omod ar me . De los labi os d e Ga brie l no salieron
- ¿No ha g ¡¿erto/ .. -preguntó Gabriel sino r eproch es. Sa ng ra ba la herida. T enía
anhelant e. - ¡Ya lo creo que habrá güertof... fija, el mocet ón , en su pe nsamie nto la figura
Eso lo ices tú... por divertirte de mí. Pero del chulapo que acompañ ara á Ana . Aquel
i qu e no lo v ea yo, qu e no lo veal misera ble bar ber o era. sin duda alguna, el
Y al decir esto, apretó Gabriel los pu- amante d e A na. Esta id ea le rebotaba desd e
ño s y br illó sini estramente su mirada. el ce reb ro al corazón.
- Güeuo, está bien , adi ós, Ana , - dijo A na explicá balo tod o satisfactoriam ente :
Fortuna; - vamos á la posá. el prov ocativo muchach o no la acompa ñaba
- ¿O s vais?. ¿T an pronto r., ¡Si se rá n cuan do Ga briel la tr opezó : la seguía ; la im-
las ocho y medi a L.. p or tun ab a como ot ras ve ces, con peticiones
- H ay que madrugd, pa iargarnos. de cariño, q ue ell a no había ofrecido, ni
- ¡Ah l... ¿T ambié n se va (J·rabié.·~ ... - men os dad o.
preguntó Ana , envolviendo al manceb o en Ga briel reco rdó que el mocito d e la
un j lir! su gestivo, atrayente, irresistibl e. pañosa y la faca tut ea ba á Anilla; pero
Gab riel ex p e r i m e n t ó una sacudid a ésta se (le batí a con una ca rcajada: ¿ el tuteo
nerviosa y correspondió á aqu ella mirada quer ía d ecir algo? i A fe que e n las capitales
con una sonr isa anhelante. se tratan tod os [os jóvenes d e uno y otro
-Está bien. Vayan ustedes con Di os. sexo simpl emen te d e tú por tú, apenas
Q ue du erman toa la noche. j Y ... hasta la h ablan dos v eces I Pero ella no quería al
vista l... barb ero; ella había t enido sie mpre puesto
- Vamos,-repitió Fortuna, empujan- el pens amien to e n los an durr iales que aban-
do á Gabriel, quien, resistiéndose u n poco , don ó, y, so bre to do , en el hombre de quien
dijo en tono qu e parecía súplica : le separaron las circu ns tanci as.
- Aguárdate, hombre. La contienda era ruda, pero Gabriel
- ¿Q ué me he de aguardar?, - excl a- llevaba la peor parte. Las mentiras de Ana
mó Fortuna , malhumorado, poniéndose en parecían le verdades; com o sur tían de una
marcha. boc a hechicera; e o m o procedían de la
Ana y Gabriel permanecieron en e l muj er amada, torn ábala s por artículo de fe,
mismo si tia : la primera, sonriente; el se- y cuando las reba tía, hacíalo por escuchar
gundo , vis ib le me nte contrariado. la respuesta decisi va , qu e acababa de llevar
Fortuna, que iba ca minando pausada- el con venci miento a l ánimo suyo. Ana su -
mente , vol vió la cara y dijo : gest ion aba á Ga briel: co n la dulzura de su
- QIl¿'zte tú . acento, adormecía los se nt idos de aquel
- Anda, hombre, que se va; - habló hombre. ¿Q ué pr ivilegio ha bía tenido la
e n tono irónico , pero sonriendo , la her mo- mujer libérri ma, la q ue huía por el mundo ,
sa morena. par a encade na rle y vencerle ?
E nto nces Gab ri el, enc ogiénd o s e de Marga ra, la niña ho ne s ta, la joven pura,
hombros , dij o: jam ás alejada del perí metro dond e se d es-
- C'¡imo, qu e se va ya . E n la jJostÍ nt os env olvía su vida; la buena. mu chac ha , parca
(ncontrarcma. en s II s co stum br es , recatad a, lab oriosa,
* sencilla, no ha bía logrado atrae rle tanto, ni
Q ue da ro n so los .'" Aque
* lla ca lle no era co n el ol or d e su pureza ni co n el atrac ti vo
v ía de muc ho paso . Ad emás , protegía á de s u se ncill ez.
Ana, la avent urera; la mu jer de con- d ucido por los troncos quemados á prima
ducta equívoca; la que usaba ga las de noc he.
mu ndo y so nrisas de corte , atábale á su Cerca de aq ue l montón de cenizas cáli-
carro tr iu nfal co n ca denas de esclav itud. das , d ormitab a IIn gato.
Más aú n: l a sombra irr it an t e de un
hom bre qu e , acaso, no fuese in dife re nte á ** *
aquella mujer, p er dí a á Ga brie l en el la- No eran las d iez; aún cuando Gabriel se
be rinto de los celos; en ese laberi nt o que incor poró so bre su hato. Sentóse y miró en
sa le, invari ab lemente, al ca mp o d el amor torno d e sí.
desenfre nado. A la luz de un faro lillo, que pendía de
Insistía Gabriel en e l te ma re lativo á cierta garrucha enclavada en una viga cen-
íos supuestos amores d e l barb er o co n Ana . tral de aq ue lla estancia, pudo observarlo
¡Vaya si le escocía aquella id ea ! Pero ella to do . Sus co mpañeros dormían. Fortuna
afir maba «q ue el barbero le te nía sin cui- ron cab a ruidosam en te. El vie nto movía las
dado . y que «c uando Ga briel le zam arre ó pue r tas .
ta n lindame nte, ella gozó lo indecible.• Aunq ue Gabriel t uv o cerrados los ojos
Forzoso era creer en aque llas protestas , todo el ti em po q ue llevar a ten d ido, no pudo
en aquellas afir maciones y en aqu ellos jura- dorm ir : su pen sami en to ve laba.
mentos. Hubiera sa bido Gabriel q u e e l Huir, aleja rse d e aq ue lla mujer que él
c hu lo de marr as ib a morti ficando á Anill a, adoró ta nto tie mpo en secreto; dejar á Ana,
y, ento nces, no se limi tara á darl e u n pes- por q uien últim am ente había sentido su
cozón: entonces lo hubiera hec ho cachitos. co razón tantas sacudidas, y su alma tantas
co ngojas y sus deseos tan tos incentivos, no
era empre sa llev ad era.
Xl De bió d eser t ar dc la parranda; quedarse
e n la gran urb e, don de su destino parecía
F ué al d ía siguie nte cua ndo partieron ten erl e se ña lado puesto.
los paletos p ara el ca mpo. Verdad que le agu ard ab a en el campo
Por cie rto q ue F ortu na, más avisa do s u madre, per o á la bu en a vieja se la podía
q ue los d em ás, no de jó de obse rva r en Ga- transportar á la ci udad. l~ J, como había
bri el un a inq uietu d signi ficati va. d icho An a, podía obtener t rabajo en las
A la hora de march ar ib an todos por la cons t rucciones; en las o bras de los ferro-
carretera, decidor es y alegr es, Gabriel era carriles; en las del soberbio puerto marí-
e l ú nico q ue caminab a, co n el violí n debajo t imo. ISi e n las ci udades hay medios so-
del bra zo, melan cólico y pen sativ o. brados ! ¿Se reduce todo , en el mundo, á
P ernoct aron en el ve n to rri llo de Curn- ca var y á vendimiar ; á la siega y á la trilla?...
brales, al obj eto de sal ir muy de mañana A de más : ¿érale posi ble dejar á Ana en
pa ra el pa rtid o y Ilr ga r á s us casas cua ndo brazos d e aquel hombre, con q uien la sor-
e l so l estuv iese oc ultá ndose. prendi ó? Es ta id ea ac íba raba las dulzuras
¡Como que la di stan cia q ue mediaba de s u reposo .
e ntre e l parti do )' la ciu da d era lar guí sima 1 Si era cie rto lo aseverado por A na; si e l
Había qu e an da r, a de más, por se ndas ab rup- barberillo molest áb al a con su persecución
ta s, q ue asce ndía n pen osamen te en tre pe- y s us requerimie ntos , é l de bía defenderla.
ñascos y acebuc hes: aq ue l ca mino no era Si, por el co ntra rio, era el barbero un amante
pr op io p ara recorrido de noch e. efec tivo, tolerad o por ella, debía él coronar
Ape nas cenaro n c n Cu mbrales, los indi - su princi pia da vcnganza. De todas maneras,
viduos de la a leg re parran d a, t umbáronse á pu es, ya par a un o, ya para otro I1n, no debía
la larga sobre sus hatos. regresar al parti d o, sino permanecer en la
Todos se arreb ujaban cua nto les era ci udad.
dado, porque arreci aba el frío. Sobre todo ello prevalecía también una
No lejos de l local empcd rado en q ue razón imperiosa que 1> ob ligaba á desertar
ro nc aba n :'t pie rna sue lta, existía la amplia de la pa rra nda , en aq 11 ellos momentos en
ch imenea de campana cundri longu, bajo la q ue los inocentes dorm ían : la razón con-
cual humeaba levemente el rescoldo pro- cluyen te y po de ros a dc l amor, y del amor
ce loso, que es el que comete todas las lo- bad as alrededor de la en cendida chimene a.
curas y camina' audazmente por to d as las Lo que se sabe, por no sé q ué cie ncia psi -
send as, aunque desemboquen en la per- cológica , es el est ad o de alma q ue pr odujo
dici ón . á la Almend rit a y á la se/id María aquel in -
J V olver al partido tan pronto! í D espués esperado rasgo d e Gabriel.
de haber oido las palabras cariñosas de Mar gara , qu e hab ía llegado á querer
Ana y sus protestas en contra del odiado ciegame nt e á su novio; que por él vivia;
rival ! q ue t eniale dedicados el pe nsa miento y el
¡V olver á la monótona vida del campo ! corazón, sufri ó una depr esión fune sta del
Sólo su madre le atraía á ella : pero, - ¡oh ánimo. A unque F ortuna, co n aq ue lla diplo-
incomprensible arcanol,-Ana le atraía á macia rural de que hací a gala , trató de jus-
la ciudad y parecía te ner sobre él más tificar la decisión de Gabrie l, diciendo que
fuerza y más imperio. < él sa bía de bu en a tin ta que el muchac hote