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Algunas realidades sobre el ser
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humano.
3ºESO B
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Álvaro Alfayate Hernández
El Pastor
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Sábado, 23 de enero de 2010:
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estancia, se encontraba envuelto en una desgastada manta de lana, el
pequeño Tim, cuyos verdosos ojos miraban a un infinito permanente, los
cálidos rayos procedentes del Sol, los habían dañado sin compasión desde
el primer día que emergió en este mundo, reduciendo en suma medida su
deteriorada visión; sin embargo, su extraordinaria capacidad de crear
elementos inverosímiles, con la única ayuda de sus habilidosas manos y
una pequeña descripción producto de la imaginación de cualquier persona,
por ello fue obligado a ingresar en el olvidado “Proyecto Alfa”. Sobre el
húmedo suelo, con las largas piernas entrecruzadas y con una mirada
perdida en las mohosas paredes de la habitación, estaba John, el cual con
un semblante siempre pensativo y meditabundo, parecía encontrarse en el
interior de su propio ser, absorto en sus pensamientos.
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En la lejanía del horizonte, sus ojos divisaron con gran dificultad la
silueta de la Gran Ciudad, guarida del tiránico Gobierno estelar, siendo este
el objetivo de la ofensiva elaborada cuya única destrucción serviría de cura
para el dolorido corazón de Harald, cuya familia y mejor amigo habían
sucumbido bajo su oscuro manto de dolor y miseria.
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lejanía. Vestía un lúgubre ropaje oscuro adornado con antiguas cadenas
propias de las que los cuatro prisioneros habían portado durante su fatídico
encierro en la cantera. Todos los guerreros atravesaban como el
imperceptible viento la inmóvil figura, sin presentar signo alguno de
apreciar la extraña existencia de aquella criatura que parecía encarnar la
temida figura de la muerte; únicamente Tim, sintió un glacial escalofrío
recorrer su pequeño y magullado cuerpo. Harald apreció cómo su mente se
evaporaba como gota de agua en una calurosa mañana de verano,
abandonando su ser, nublando sus ojos, para sumirlos en un eterno
descanso.
Harald abrió los ojos, otra vez percibía la sensación de vértigo que le
invadió en el pasado encuentro con aquella sombra que encarnaba el
tiempo infinito. Una esfera azulada de mayor tamaño que la anterior,
emergió entre la oscuridad, posándose a la distancia adecuada para que sus
ojos pudieran apreciar lo que se mostraba en su interior. Las cruentas
batallas recientes, el triste encarcelamiento de los jóvenes, la muerte de
John, la ardua marcha hasta alcanzar aquel hermoso valle, la difícil
ascensión en el acantilado, el encuentro con la extraña figura y otros hechos
que según el sentido común de Harald constituían un presente muy
reciente. En ese momento una decisiva pregunta cobró fuerza en su
interior: ¿qué pretende la fúnebre sombra?; ¿querrá mostrarme en un futuro
el propio futuro?; y si es así, ¿estaré preparado para afrontarlo?
Harald comenzó a agitar sus doloridas manos para poder zafarse de las
incómodas ataduras, sin embargo estas se encontraban en una posición
perfecta para evitar deshacerlas. En ese instante, el muchacho vislumbró en
los desgastados cordones de Carl, un pequeño trozo de cristal transparente
que lo emplearía como un cuchillo para cortar la gruesa cuerda que los
mantenía retenidos. Harald pidió a Carl que intentara con gran delicadeza
lanzar el trozo de vidrio hacia su boca. Carl con gran habilidad logró
gracias a la longitud de sus magulladas piernas, posar el cristal en los
labios de Harald; este rasgó lentamente la soga con el pequeño cristal
situado en la comisura de su boca. Tras varios interminables minutos la
cuerda cedió, levantándose ágilmente los guerreros; cogieron las mortales
armas que se encontraban apoyadas sobre una mesa de caoba y se
dirigieron hacia el extenso corredor. Harald se encaminó hacia la dirección
opuesta de la que tomaron sus valientes compañeros, observando
fugazmente un débil resplandor que procedía de una de las estancias.
Hipnotizado por aquella luz azulada, se encaminó con gran lentitud hacia la
misma. Agarró el oxidado pomo de la puerta fabricada en roble, lo giró y se
infiltró en la misteriosa habitación.
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Harald sentía que su cuerpo comenzaba a debilitarse. Su mente
extenuada por las horrendas imágenes que acababan de presenciar, pugnaba
por eliminar aquellos instantes de dolor, gélidas gotas de sudor recorrían su
frente y una pregunta surgió desde lo más profundo de su ser hacia el
exterior: ¿eso era el futuro?
“El ser humano no se diferencia de los animales por ser portador del don de
la razón, sino por el uso que hace de ella”