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El Barroco hispanoamericano.

Influencia europea en la literatura colonial: un poco más allá del


marco histórico…

El pasaje del Renacimiento al Barroco: Algo del anterior encanto empieza a romperse. El
hombre ha investigado la verdad de los astros, de su cuerpo y su propio destino,
pero sólo ha hallado incertidumbre. El problema de la muerte viene con mayor
intensidad a preocupar a filósofos y artistas, aunque esta vez no la ven como la
posibilidad de acceder al cielo o al infierno, sino como el fin inevitable de todo, la
culminación de la decadencia, el término de los placeres.

El tópico literario, si bien es similar al Carpe Diem renacentista, adquiere un tono más
dramático. Ya no es el luminoso y optimista “disfruta el momento”, sino algo más:
Fugit irreparabilis tempus o la fuga irreparable del tiempo, será el tema principal que
se repetirá con más frecuencia en el pensamiento artístico y filosófico de la época.
Se sigue aspirando a la plenitud y al goce, pero esa misma plenitud desespera por
ser tan fugaz y de allí nace la angustia. Esta sensación de plenitud y rápido desgaste
estará expresada pictóricamente en la llamada técnica del claroscuro del Barroco,
donde los colores son fuertes y contrastantes, cuando no hay una oposición marcada
entre oscuridad y luminosidad

Los distintos signos de la literatura: Si el signo del Renacimiento es el optimismo, el del


Barroco será el pesimismo, el desencanto. Subsiste la antigua exhuberancia ahora
transformada en desmesura (tanto propia del estilo como de los caracteres y
conducta de los personajes), pero el entorno de muerte y escepticismo volverá
trágica la historia. Las variaciones que experimentará la literatura se realizarán
sobre las bases previas del Renacimiento, aunque complicando o renovando muchas
de las técnicas y temáticas ya empleadas:

Continúa el interés filosófico centrado en la figura del hombre, pero a este interés se le
agrega el matiz de incertidumbre, angustia y cuestionamiento que constituyen la
base permanente del pensamiento barroco.

El pesimismo crea personajes que, muchas veces, acaban en la muerte, la decadencia o el


desencanto

La antigua exhuberancia verbal se complica con multiplicidad de adornos estilísticos (lo


mismo sucede en pintura y arquitectura) que provienen de una especie de terror al
vacío.

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Manifestación de este pensamiento en las formas literarias: En literatura estos adornos
van desde la profusión de las metáforas y adjetivaciones hasta la hipérbole, siendo
muy utilizado el hipérbaton (alteración de la estructura normal de la oración). Como
una forma de equivalencia al claro-oscuro pictórico surgirán las formas de la antítesis
y la paradoja. La antítesis tiende a representar el sentimiento de angustia y
contradicción propios de la época, y la paradoja u oxímoron (una clase de antítesis
perfeccionada que se produce mediante la conjunción de dos opuestos. Ej: amargo
dulzor), la profundiza. Todo lo que tiende al abigarramiento y la confusión sirve para
representar a una época que se siente ella misma confusa y desorientada, pero que
continúa con la tradición del pensamiento profundo y analítico propios del
Renacimiento.

Renacimiento y Barroco en Iberoamérica: La marca distintiva del Barroco y el


Renacimiento iberoamericanos está dada por ese choque de culturas que representa
este continente. La antigua tradición indígena, el predominio español, el aporte cada
vez más frecuente del negro (que comienza a llegar como esclavo a fines del siglo
XVI trayendo consigo sus creencias y tradiciones) y, en la Argentina, el problema de
identidad del criollo que poco a poco va creando su propio código y clase social,
forman un entramado que teñirá con características propias a estos dos
movimientos. Un rasgo cultural que diferencia fundamentalmente la escritura
colonial de la europea es la escritura mestiza. Los mestizos son los hombres en
donde más se pone de manifiesto este choque cultural y su literatura recogerá las
contradicciones propias de dicho choque. Uno de los propósitos más importantes de
su obra será el de explicarle al europeo su antiguo mundo y su propia manera de
vivir, la América que está surgiendo. Este rasgo permanece aún en muchos de los
escritores latinoamericanos, en los que todavía subyace el deseo de comprender o
explicar su propio país o continente; no siempre a los demás, muchas veces a sí
mismos.

MARCO HISTÓRICO

El Barroco es la corriente artística y literaria que domina el siglo XVII, primero en Europa
y especialmente en España, para llegar luego a América, donde logra arraigarse con
profundidad, tal vez porque las condiciones sociales, económicas y culturales eran
aptas para ello.

El goce de la vida como constante –una de las características de este período- puede ser
alcanzado sólo por unos pocos en América. La sociedad se divide según las razas y
procedencias: en primer lugar los españoles que, por lo general, ocupan los cargos
públicos o son religiosos que rigen la vida diaria y espiritual de todos; en segundo
lugar los criollos que aún no han ascendido en la escala social, y por último los
mestizos, indios y negros que llevan sobre sus espaldas la carga de los trabajos más
pesados.

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La cultura se apoya en tres pilares fundamentales, caracterizados por su verbalismo y
dogmatismo: la Iglesia, la Universidad y la Corte Virreinal. En literatura se cultiva
principalmente la poesía épica, el teatro, la oratoria sagrada y la novela pastoril.
Empiezan a llegar también a este continente las novelas bizantinas y de aventuras.
Pero es la poesía lírica la que alcanza mayor representatividad. Esto se debe a que
se la recita en voz alta para entretener a las minorías cultas.

En cuanto a la vida religiosa, el Tribunal de la Santa Inquisición desempeña aquí como


en España su poder de censura que tanto influye en la vida de la sociedad civil y
eclesiástica.

Recordemos que las Colonias dependían de España, donde estaba el gobierno central.
En el poder se encontraban los Austria menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II
sucesivamente en el siglo XVII), llamados así por oposición a sus antecesores, los
grandes monarcas de la Casa de Austria, Carlos I y Felipe II. Con la muerte de este
último a fines del siglo XVI queda atrás un siglo glorioso y comienza a presentirse la
decadencia. A pesar de que los ejércitos son fuertes y poderosos, y el país rico, su
debilidad intrínseca va acentuándose cada vez más. La colonización de América y
los conflictos con otros estados europeos distraen a España de sus propios intereses,
ya que descuida sus industrias y dedica sus mejores hombres al cuidado de las
colonias.

En el plano literario, por el contrario, se llega a un período de plenitud, cuyos principales


representantes son: Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Quevedo.

Después de un período de transición surge un nuevo movimiento, el Barroco, en


contraposición a la estética renacentista.

Renacimiento
Barroco

Siglo XVI

Claridad

Revalorización de la cultura greco-latina

Armonía de fondo y forma

Estatismo

Simplicidad del lenguaje

Preferencia por la poesía

Simetría

Multiplicidad.

En la literatura barroca española se pueden distinguir dos tipos de expresión: El


Conceptismo y el Culteranismo, que se dan de modo paralelo.

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CONCEPTISMO CULTERANISMO

Mayor uso de la prosa: sátira. Más uso de verso que prosa.

Sintaxis retorcida Juegos de palabras.

Nuevas combinaciones sintácticas.

Analogías.

Neologismos creados a partir del latín Neologismos creados a partir del español.

Pocos recursos de estilo. Metáforas brillantes.

Opera sobre los sentidos. Pensamiento abstracto.

Objetivo: crear ilusión de belleza. Objetivo: sorprender el intelecto.

Elude la realidad Evasión de lo vulgar.

Representante: Francisco de Quevedo Representante: Luis de Argote y Góngora

BARROCO AMERICANO

Este movimiento literario se extiende en América durante los siglos XVII y XVIII. A pesar
de ser un estilo “importado” tiene gran arraigo en el continente y agrega, además,
elementos del mundo americano. Aparecen notas de la refinada cultura indígena
(azteca e inca); de la naturaleza con su aporte decorativo y exuberante, del arte
mestizo con las flores, frutos y animales autóctonos. En síntesis: “El Barroco
americano es un arte más artificioso, con una complejidad de elementos
intelectuales, sensoriales, expresivos y aún técnicos. Es una época de color, relieve,
frescura, ardor, diafanidad y sorpresa; todo, a través de un idioma nuevo. Su
expresión es rica y compleja.” (1).

Esta diferencia se debe a una constante: cada movimiento artístico o literario aporta
nuevos elementos o adapta los originales, de acuerdo con la sociedad que lo toma.
Así, América no atraviesa el período de decadencia que está sufriendo España en ese
momento. Aquí se vive sin el desengaño y la amargura hispana y el pesimismo se da
como una nota aislada y no colectiva.

El Barroco americano adopta del español la forma de expresión liderada por Góngora y
por ello llamada “gongorismo o culteranismo”.

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EL NEOBARROCO HISPANOAMERICANO
EL Barroco, a pesar de haber sido un movimiento definido dentro de la historia literaria
americana, marca una temática con respecto a nuestra tierra y a nuestra cultura
precolombina que perdura y que se puede apreciar en movimientos posteriores
(Romanticismo, Modernismo).

La narrativa contemporánea, por ejemplo, se considera “neobarroca” porque actualiza


las pautas marcadas por el Barroco del siglo XVII. Ese Barroco subyace y reaparece
en la producción actual sobre todo porque marca el desequilibrio entre forma y
contenido que es expresión de las épocas de crisis
El Barroco hispanoamericano. Antología. Introducción: Prof. Edith López del Carril. Ed. Colihue/
Hachette. Bs. As. 1980.

LA MUJER EN LA LITERATURA DE AMÉRICA.

La mujer hispanoamericana ha contribuido a escribir un capítulo propio en la búsqueda de


identidad.

¿De qué mujer estamos hablando?

La luchadora en las guerras de la Independencia junto al hombre, al que ha alentado,


ayudado o simplemente acompañado.

La que románticamente se convierte en heroína activa como Amalia o es personaje de


ficción como María de Jorge Isaacs, obra en la que el autor nos presenta a una joven
cristalina y casi atemporal enamorada.

La mujer cotidiana, la de todos los días que abreva en las aguas del hogar su destino o
que lo amasa junto a los hijos en una lucha por la supervivencia y la búsqueda del
bien familiar

La mujer independiente, culta, progresista, contestataria y profunda, la que se plantea en


carne viva su vínculo con el hombre. Aquí aparece en el tema de la mujer, la queja
femenina; queja de falta de amor, de falta de sensibilidad en el hombre, de sentirse
sojuzgada por el “machismo” primitivo, de sentirse enfrentada a fuertes pautas
culturales que esperan que ella sea buena, sumisa, fiel y callada, sometida a un
destino de silencios y postergaciones que, por supuesto, no eligió.

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La mujer en muchos momentos de su escritura se ha enfrentado al hombre, imbuido de
esa suerte de “machismo” que gobierna a generaciones de hombres educados para
decidir, conducir, manejar la economía de la casa y participar en la vida política. No
sabemos si esta educación es paralela con una formación en el amor, el buen amor
fundado en el respeto mutuo, la comprensión y la valoración del otro como igual a la
vez que diferente por su sexo.

Allí, en gran parte de esta pregunta que hacemos, se abre paso la queja femenina o el
cuestionamiento, por decirlo de otra manera. ¿De qué hombre hablamos?: de
hombres – necios, mentirosos e hipócritas, exigentes y demandantes, con
limitaciones para amar en sentido profundo.

Una de las autoras que encarnó este cuestionamiento fue Sor Juana Inés de la Cruz.

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Ella es la representante principal del Barroco americano y, tal vez, la de los más
hermosos versos inspirados en el Amor. Muchas incógnitas ofrece su vida. Nació en
Replanta, México, en 1648 y murió de una peste que alcanzó al Convento de la
Orden de San Jerónimo en 1695. Desde niña, alrededor de los tres años, leía y
escribía por decisión propia. A pesar de que no le permitieron estudiar, ella se nutrió
de los libros que pudo conseguir. Así, a los trece años se incorporó como “dama” de
la marquesa de la Corte Virreinal del Marqués de Mancera, donde fue respetada y
admirada por sus conocimientos y por su belleza. Ingresó a la carrera religiosa en el
ya mencionado convento en 1669. Allí pudo dedicarse a estudiar y escribir y pronto
fue solicitada por la Corte Virreinal, suceso no tan extraño su se recuerda que los
señores más altos de la sociedad gustaban de la pompa literaria. Gracias a este
contacto, ella conoció a la Condesa de Paredes que se encargó de publicarle el
primer volumen de sus obras.

La vida de Sor Juana presenta una dualidad entre el mundo de la corte y los claustros.
Por lo tanto, ella le puede cantar al amor humano, como si lo hubiera experimentado,
y también al de Dios y al intelecto tan venerado por ella misma.

Los años finales fueron muy difíciles para ella y su país. Decidió abandonar sus
estudios, vendió su biblioteca y sus instrumentos musicales y científicos para donar
el dinero a los más necesitados. Poco tiempo después murió.

Su obra poética: las dimensiones del amor.


Sor Juana tiene una importante producción lírica. Utilizó diversas especies poéticas
como sonetos, romances, romancillos, redondillas, silvas, villancicos, en donde vierte
conceptos profundos y muchas veces ligados a alguna de las formas del amor:
humano, divino, intelectual.

Fue una gran defensora de la mujer, que en esa época ocupaba una posición social
relegada, en especial aquellas mujeres que, como ella, eran hijas naturales y no
poseían una dote como para celebrar un matrimonio adecuado. Tal vez, si no
hubiera entrado en el convento, ella habría sufrido el mismo destino. Como religiosa
pudo desempeñar otras actividades y desarrollar sus capacidades intelectuales.

En cuanto al amor humano, hay muchísimos poemas que hablan de él. Sor Juana lo
describe con gran exactitud y belleza a pesar de que ella no tuvo la oportunidad de
experimentarlo. Así opina al respecto Anderson Imbert: “Si amó, si fue amada, no lo
sabemos: pero en sus excelentes poesías líricas encantan las amatorias”

E. Anderson Imbert, Historia de la literatura hispanoamericana (I). Fondo de Cultura


Económica. México, 1954

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