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Materia y Espíritu en Teilhard de Chardin

En muchas tradiciones culturales aparecen posturas dualistas. Parece que en el modo


de concebir el mundo y la realidad se contraponen (cuando no se repelen una a la otra, como
el agua y el aceite) lo natural y lo sobrenatural, lo que esta arriba (el cielo) y lo que está abajo
(lo terreno), lo eterno y lo corruptible, la materia y el espíritu, el alma y el cuerpo, lo activo y
lo pasivo, el amor y el odio. En algunas tradiciones orientales hay una tendencia holista en la
que han logrado unir los extremos del aparente dualismo. (En el taoísmo, yin y en yang que se
unen en el Tao).
Pero también hay en otras tradiciones culturales intentos de armonizar y unir cosas que
parecen ser excluyentes. Esto sucede con lo que suele llamarse “Materia” y “Espíritu”. Por
supuesto que aquí no hablamos del Espíritu en un sentido religioso sino en un sentido
puramente racional y filosófico que puede ser tratado por todas las tradiciones culturales.
En la mayor parte de las culturas, la “Materia” es siempre una realidad que se ve y se
toca. Que se altera y se degrada con el tiempo. Lo material parece siempre corruptible. Sin
embargo, la palabra “Espíritu” nos remite a otra realidad. Hay religiones que lo hacen
“personal”, pero aquí lo tratamos en un sentido mucho más amplio. El Espíritu es lo que
escapa a nuestros sentidos. Los que tienen una mentalidad materialista cerrada no creen que
exista la realidad espiritual. La consideran una escapatoria de las mentes débiles que no
aguantan la “insoportable levedad del ser” que decía Milan Kundera en su novela.
Para mucha gente en las sociedades occidentales, lo único que existe es lo material,
que se identifica con las riquezas, el tener, la posesión, lo que entra por los ojos y perciben los
sentidos. Y todo lo demás es pura fantasía cuando no evasión de los problemas materiales del
mundo.
Evidentemente, aquí hay un amplísimo campo de discusión. ¿Existe una realidad a la
que podemos llamar “Espíritu” o “espiritual” aunque no la veamos ni la detecten los más
potentes microscopios? Y si existen la Materia y el Espíritu, ¿puede haber alguna relación
entre ellos? ¿Se repelen como el agua y el aceite? O también: ¿creer en el Espíritu es propio
de personas débiles?
Pero aquí no hemos venido a filosofar sino a ofrecer un material de reflexión basado
en textos del geólogo y filósofo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Para él, “Espíritu” y
“Materia” son propiedades de la trama del Universo. Es más: no son dos realidades opuestas

1
sino que una es desarrollo de la otra. Sólo existe la “Materia”, pero ésta está en proceso de
“Espiritualización”.
Este texto es muy significativo: está tomado de su libro La Energía Humana y dice así:
“No hay en el Mundo ni Espíritu ni Materia: la “Trama del Universo” es el Espíritu-Materia.
Ninguna sustancia, aparte de ésta, podría producir la molécula humana”.

Materia y Espíritu en “El Corazón de la Materia”


En 1950, cinco años antes de su muerte, Teilhard de Chardin descansa en verano el
campo en casa de sus hermanos. Allí escribe una reflexión sobre su pensamiento a la que
llamó “El Corazón de la Materia”.
Dice que ha “necesitado más de sesenta años de esfuerzo apasionado para descubrir
(lo) que no eran sino enfoques o aproximaciones sucesivas a una misma realidad de fondo...”.
Escribe literalmente más abajo: “como yo he experimentado en contacto con la Tierra, la
Diafanía de lo Divino en el corazón de un Universo ardiente: lo Divino resplandeciendo
desde las profundidades de una Materia ardiente”1.
Escribe Teilhard que, por influencia de su madre, quería mucho al Niño Jesús. Su
madre le hablaba de lo religioso, de lo espiritual. Pero en el campo recogía piedras y trozos de
hierro. Sentía la fascinación por la Materia. ¿Cómo unir las dos cosas? ¿Cómo unir sin
forzarlas la fascinación por lo material y la atracción por lo espiritual?
Frente a lo espiritual, escribe Teilhard, sentía que “mi verdadero “yo” estaba en otra
parte”. Sentía “aquel gesto instintivo que me hacía ‘adorar’ un fragmento de metal”. Mantiene
que “toda mi vida espiritual no ha consistido sino en desarrollar”2 aquellas íntimas
experiencias de niño. Intuye que la consistencia de aquellas materias (hierro, restos de
metralla...) fueron su “aprehensión inicial de lo Absoluto bajo la forma de lo Tangible”. (Con
mayúscula inicial en el texto).
¿Cómo interpretar este texto? Para Teilhard, cuando nos impregnamos de lo Material,
lo que se toca, lo tangible, podemos acceder desde dentro del corazón a intuir lo absoluto, lo
espiritual. Es Dios (o lo divino) lo que se transparenta a través de lo material. Por eso, para
Teilhard, como buen científico, la ciencia es una forma de adoración. La ciencia, el
conocimiento de los procesos naturales, pueden ayudar a percibir lo espiritual que late por
debajo y en el interior de la realidad material.

1
P. TEILHARD DE CHARDIN. El Corazón de la Materia (1950), Editorial Sal Terrae, Santander, 2002, pág. 16. Ver
también L.SEQUEIROS, Teilhard en mi corazón. Bubok publ, 2010, www.metanexus.bubok.com
2
P. TEILHARD DE CHARDIN. El Corazón de la Materia (1950), Editorial Sal Terrae, Santander, 2002, pág. 20.

2
Teilhard, enfrenta, como buen dialéctico, científico y metafísico, nacido en el rigor de
la escolástica, lo Necesario a partir de lo Contingente, lo General a partir de lo particular y lo
Natural a partir de lo Artificial.
Y concluye: “comencé, sin darme cuenta, a acceder verdaderamente al Mundo...3.
Aquello fue cuando él contaba aproximadamente con 9 ó 10 años de edad. Y sigue: “Más
adelante, cuando estudiara Geología (...) lo que me ha llevado irresistiblemente (aún a
expensas de la Paleontología) al estudio de las grandes masas eruptivas y de los zócalos
continentales, no es sino una necesidad de mantener contacto (un contacto de comunión) con
una especie de raíz, o de matriz, universal de los seres”.
Continúa: “Durante cerca de 20 años de mi vida encuentro claramente en mis
recuerdos las huellas ininterrumpidas de esta transformación profunda”. Sigue con
excelentes párrafos, incluso poéticos, en un sentido amplio, de su vida íntima, pero con un
sesgo muy profesional o vocacional: la ciencia como vocación irrenunciable.
Y su reflexión se resume en este texto: “yo siempre había admirado dócilmente hasta
entonces (...) una heterogeneidad de fondo entre Materia y Espíritu, Cuerpo y Alma,
Inconsciente y Consciente: dos ‘sustancias’ de naturaleza distinta, dos ‘especies’ de Ser
incomprensiblemente asociadas en el Compuesto vivo, respecto de las cuales era preciso
mantener a cualquier precio, se me aseguraba, que la primera (mi divina Materia) no era
sino la humilde sierva (por no decir la adversaria) de la segunda, encontrándose ésta (es
decir, el Espíritu) reducida a mis ojos, por este mismo hecho, a no ser más que una Sombra
que había que venerar por principio, pero por la cual (emotiva e intelectualmente hablando)
yo no experimentaba en realidad ningún interés vivo. Júzguese en consecuencia, mi
impresión interior de liberación y júbilo cuando, con mis primeros pasos, aún vacilantes, por
un Universo ‘evolutivo’ constataba que el dualismo en el que se me había mantenido hasta
entonces se disipaba como la niebla ante el sol naciente. Materia y Espíritu, no dos cosas,
sino dos estados, dos rostros de una misma Trama cósmica, según se la vea, o se la
prolongue...”4.
Este texto de Teilhard conviene leerlo despacio, sentirlo dentro e intentar comprender
el sentido universal, más allá de una religión concreta, de la experiencia de sentir el latido del
Espíritu bajo la aparentemente ruda coraza de la Materia.
Leandro Sequeiros lsequeiros@probesi.org

3
P. TEILHARD DE CHARDIN. El Corazón de la Materia (1950), Editorial Sal Terrae, Santander, 2002, pág. 21.
4
P. TEILHARD DE CHARDIN. El Corazón de la Materia (1950), Editorial Sal Terrae, Santander, 2002, pág. 28.

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