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La obra salesiana en Utrera nace por el empeño de Diego M. de Santiago, Marqués de Casa
Ulloa, que contó con el consejo y apoyo del Cardenal Lluch y Garriga, Arzobispo de Sevilla, que
tenía conocimiento de la obra salesiana en Italia1. Tras una primera visita exploratoria realizada por
Juan Cagliero, junto con el coadjutor José Rossi, el 16 de febrero de 1881, llega a Utrera un primer
grupo de seis salesianos, que deciden instalarse en la iglesia de Nª Sra. del Carmen y crear una
escuela para niños pobres, las Escuelas de San Diego2. Fue la primera Casa de los salesianos en
España, y de ella partirían las comunidades creadas más tarde en España y Portugal. También
llegaron en esa época las Hermanitas de la Cruz, fundadas en Sevilla por Sor Angela. Durante la
restauración borbónica de Alfonso XIII, y en un contexto de reacción católica frente al
agravamiento de la denominada “cuestión social”, destacaron en Andalucía, junto a las escuelas
salesianas, las Escuelas del Ave María y las escuelas del Sagrado Corazón de Huelva.
La llegada a Utrera de la orden salesiana desde Italia tuvo relación con el creciente clima de
revueltas sociales (que en Utrera algunos relacionaron con la muerte trágica, por la Guardia Civil,
de los asaltantes de la mansión del Marqués de CasaUlloa en el mes de junio de 1870). El
catequista salesiano Carlos Pane reflejaba así, en 1884, en una carta a Juan Cagliero, la particular
perspectiva de cierto sector católico respecto a la conflictividad social del campesinado andaluz:
Habrá leído lo de la mano negra de Jerez de la Frontera. Era una banda de malhechores organizada. Siete
fueron condenados al garrote vil. Dos de ellos ni se confesaron ni comulgaron. Uno de los dos no sabía qué
contiene una forma consagrada... Opino que las dos terceras partes de los hombres del campo de Andalucía no
cumplen habitualmente con la Iglesia. Y tal vez me quede corto. Fíjese si tenemos trabajo para evangelizarlos.
¿Estamos aquí en la Patagonia o no? Pienso que al menos aquí hay tanto que hacer como en la Patagonia”
(Martín, 1981:318).
Desde la archidiócesis hispalense y la aristocracia conservadora utrerana se vio en la
congregación religiosa salesiana una posible solución a la cuestión obrera, una forma de
contrarrestar el asociacionismo obrero revolucionario. “En el ambiente iba surgiendo la convicción
de que se debían ir abandonando las actitudes benéficoproteccionistas de finales del siglo XIX, y
había que lanzarse por los caminos de un sindicalismo cristiano insinuado por los Papas” (Martín,
1981:596). Un ejemplo de ello, a nivel nacional, fue el recibimiento que el catolicismo social
español ofreció a Juan Bosco durante su visita a Barcelona en 1886. Durante la última década del
XIX los salesianos se expandieron por Andalucía (Sevilla, Écija, Carmona, Montilla, Málaga...),
creando Casas, escuelas, capillas... Desde el partido liberal y el propio rey Alfonso XIII, y
especialmente desde la Unión Católica de Alejandro Pidal y Mon (fundada en 1881) se apoyó y
ayudó abiertamente a la orden salesiana3.
En esta línea de impulso del catolicismo social y de los círculos obreros católicos, durante la
dirección de Marcos Tognetti (19171922) se creó la Mutualidad escolar de seguros utrerana, para
fomentar el ahorro y la previsión social de las Escuelas de San Diego; y se fundó el Sindicato
Católico Agrario para “enseñar a los obreros del campo utreranos a reivindicar sus derechos de una
manera constructiva y razonable”. Todo ello en un contexto de huelgas obreras por la dramática
alza de precios tras la contracción económica de la posguerra europea. Asimismo, durante la
dictadura de Primo de Rivera, el director del Colegio de Utrera de esa época, Juan Canavesio, con la
1
El arzobispo de Sevilla había podido conocer la actividad educativa de los salesianos de Luca, en Toscana.
Interesados en la formación profesional, los talleres salesianos se distinguieron desde el principio por la amplia parte
dada a los ejercicios prácticos en el oficio o profesión. De tal modo respondían a las exigencias de la sociedad artesanal
o de la pequeña industria. Los colegios salesianos de bachillerato de Utrera y Salamanca destacaron como una
excepción. Vid., Alfonso Capitán Díaz, Hª de la educación en España,
2
Los salesianos deciden instalarse en la Iglesia del Carmen “por ser la más céntrica de la ciudad y la más alejada de las
parroquias. Tiene sólo dos parroquias y poco clero. Y éste trabaja poco”. Carta de Juan Cagliero a Juan Bosco (A.
Martín González, Los Salesianos de Utrera en España, Inspectoría Salesiana de Sevilla, Sevilla, 1981, p. 95).
3
Alejandro Pidal y Mon llegó a ser Ministro de Fomento con Cánovas.
colaboración de un antiguo alumno, Manuel Ramos Hernández, fundaron en Sevilla la Asociación
de Estudiantes Católicos4.
En el caso de Utrera, la invitación a la orden salesiana del arzobispado y del Marqués de
CasaUlloa pudo tener relación asimismo con la implantación de unas escuelas y una capilla
protestante en Utrera, aprovechando la tolerancia permitida por el artículo 11 de la Constitución de
1876. El 28 de enero de 1880 el salesiano Juan Cagliero se expresaba así en una carta durante la
primera visita preparatoria de la Orden a Utrera: I protestanti hanno già aperto quì il loro covile.
Converrà che i Salesiani con la prudenza e virtù di San Francesco di Sales il li riconducano al
primo ovile5.
El primer director de las escuelas salesianas en Utrera, Juan Branda, organizó escuelas
diurnas y nocturnas y fundó la primera banda de música. En 1882 las Escuelas de San Diego
atendían ya a 400 niños y comenzó el comedor escolar que daba de comer a 70 alumnos. Al mismo
tiempo, la Iglesia del Carmen se convertía en centro de intensa vida cristianopastoral. En 1885, una
epidemia de cólera, la falta de personal y la retirada de la subvención que el marqués había pasado
durante los cuatro primeros años, puso en peligro la continuidad de las escuelas salesianas en
Utrera. La defensa de Juan Cagliero en el Consejo Superior de Turín y la orientación nueva de la
orden en Utrera hacia el bachillerato de pago, mantendría, y aumentaría, su presencia. En octubre de
1886 se inauguraron los estudios de segunda enseñanza del Colegio salesiano del Carmen, con 45
alumnos internos. Sucesivas adquisiciones de inmuebles y terrenos irían ampliando el Colegio del
Carmen en Utrera6. Por otro lado, la falta de personal se subsanó con la ayuda de un sacerdote
secular, Manuel de Mora, que tenía establecido un Colegio de Bachillerato en Utrera y que logró un
acuerdo para traspasar su establecimiento a los Salesianos, convirtiéndose él en profesor del
Carmen. Se lograba así atender a una segunda enseñanza, destinada a las clases medias, que pudiera
sostener de forma estable a las Escuelas Populares de San Diego (dirigidos a la infancia pobre y
obrera) y el Oratorio Festivo. Al Colegio del Carmen acudirían alumnos provenientes de otros
Colegios salesianos, como el de Montilla (Córdoba), donde sólo se impartían clases elementales. En
el Boletín Salesiano el Padre Salvador Rosés enviaba una crónica donde resaltaba, respecto al
Colegio del Carmen, “su adaptación a las clases medias”, y su ejemplo de la ductilidad del sistema
educativo salesiano, capaz de dirigir a sus colegiales hacia una carrera distinguida “con el mismo
éxito y la misma facilidad con que se redime del arroyo al pervertido golfo y se enseña al joven
proletario los caminos del ahorro y del trabajo” (Martín, 1981:605). Todo un ejemplo de la
capacidad de reproducir las diferencias sociales a través de la educación.
A comienzos del siglo XX (1902), el decreto de Romanones obligó a los salesianos a
obtener el título de maestro para mantener las escuelas. La denominada ley del Candado y el
Proyecto de ley de Asociaciones intentaron poner ciertas restricciones a las órdenes religiosas, pero
su incidencia fue simbólica o no llegaron a ponerse en práctica. Más tarde, el 14 de octubre de
1928, durante la Dictadura de Primo de Rivera, el general y jefe del Gobierno visitó el Colegio del
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El mismo José María Gil Robles, fundador de la Confederación Española de Derechas Autónomas y más tarde
defensor de las posiciones de la democracia cristiana, había hecho sus estudios de bachillerato en el Colegio Salesiano
de Salamanca.
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“Los protestantes han abierto ya aquí su guarida. Convendrá en que los salesianos con la prudencia y virtud de San
Francisco de Sales los traigan de vuelta al redil”, recogido en Martín, 1981, p. 95. Más tarde, el 14 de marzo de 1882,
en una carta a Juan Cagliero del nuevo director de las Escuelas de San Diego en Utrera, Juan Branda, éste afirmaba:
“...La novena de San Francisco de Sales acabó con la Escuela Protestante. Vinieron todos sus alumnos con nosotros,
menos siete. Tenemos en las Escuelas Populares de San Diego más de 250 niños. Además, tenemos Oratorio Festivo y
Escuelas Nocturnas” (Martín, 1981:288). La obra de Martín González contiene un buen trabajo documental que hemos
utilizado con frecuencia para esta apartado, aunque nuestra interpretación de los datos es muy distante de la suya, que
abandona con frecuencia el rigor documental para caer en la hagiografía. Por otro lado, sigue siendo bastante
complicado, para los seglares, investigar en los archivos de las órdenes religiosas.
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En la celebración de las Bodas de oro de las escuelas salesianas en Utrera, en 1936, se construyó un Pabellón Escolar
de nueve Aulas para las Escuelas de S. Diego con su patio correspondiente.
Carmen. Así nos describe el Boletín Salesiano el recibimiento del Colegio al dictador: “...en uno de
los patios, adornados con escudos y banderas nacionales, se levantó una tribuna y un dosel en cuyo
centro fue colocado el retrato de Alfonso XIII. Fue recibido el general a los acordes de la marcha
real interpretada por la Banda del Colegio... Los alumnos interpretaron un diálogo patriótico que
acabó con vivas al rey y a Primo de Rivera”. Previamente, el Batallón Infantil de las Escuelas de
San Diego le hizo los honores de ordenanza. El general en su discurso elogió la perfecta orientación
de la enseñanza salesiana, en el que los jóvenes se educan “bajo los ideales del más puro y
acendrado patriotismo” (Martín, 1981:660).
Durante la II República, y a pesar del ambiente político, la Congregación siguió abriendo
nuevas Casas en España, y nuevas Iglesias y capillas. Tras la ley de Confesiones y Congregaciones
Religiosas (2 junio 1933), en Utrera, como en otros centros salesianos, se buscó una cobertura legal
para las escuelas. El entonces director del Colegio del Carmen, Javier Montero, consiguió esa
cobertura a través de la Asociación Escolar Utrerana, creada por la Asociación de Padres de
Familia: “Los salesianos se vistieron de paisano presentándose como profesores particulares.
Algunos sacerdotes permanecieron con el traje talar como capellanes... Mientras tanto se estimuló a
todos los salesianos para que adquirieran títulos académicos legales a fin de poder dedicarse a la
docencia como profesores particulares” (Martín, 1981:696697)7. Una Junta se hizo, pues, cargo
legal de la propiedad del Colegio. En ella, los salesianos aparecían como simples funcionarios o
profesores. Dicha Junta estuvo formada por: D. Antonio Sousa, Presidente. D. Antonio Boralla,
Director Técnico. D. Juan Navarro, Secretario. D. Trinidad Bengoechea.
Ya en 1931, en el inicio de la II República, los Antiguos Alumnos habían asesorado al
director para hacer un informe que evitara la supresión de la Sociedad Salesiana en España, cuando,
al parecer, se hablaba de suprimir las Órdenes Religiosas. En él solicitaban al presidente del
gobierno provisional de la República que “se excepcione expresamente de toda medida gubernativa
a la por muchos conceptos benemérita Sociedad Salesiana”, por su neutralidad política y su
dedicación a la clase pobre y trabajadora. Curiosamente, respecto a su pretendida neutralidad
política, destacaban que la Sociedad Salesiana “fue aconsejada al Beato Juan Bosco por las dos
grandes figuras de la revolución italiana Urbano Ratazzi y Gustavo Cavour, autor el primero del
proyecto de expulsión de las Congregaciones Religiosas italianas, aprobado por las Cámaras de
aquella nación en 1854” (Martín, 1981:698).
Tras el triunfo del Frente Popular, el inspector salesiano de Madrid, Felipe Alcántara
escribía en una carta al Padre Pedro Ricaldone, en Turín, sobre la tensión política del momento en
España, asegurando conocer que personas influyentes de la nueva situación estaban comprometidas
a mantener el orden: “El resultado tal vez sea de posible tranquilidad pública; aunque difícilmente
escaparemos de molestias y peligros fiscales, pues en el programa de la Masonería está (se anunció
antes de las elecciones) el incautarse de todos los establecimientos de enseñanza de los
Religiosos...” (Martín, 1981:715).
Durante la Guerra Civil, las Casas salesianas de Alcalá de Guadaira, Morón de la Frontera,
Ronda y Málaga sufrieron “violentas persecuciones en personas y haberes”, no así las de Sevilla y
Utrera. En el ABC de Sevilla se hizo el siguiente relato de la situación: “El director del Colegio, D.
Fco. Javier Montero, citó a su despacho a los dirigentes marxistas de la localidad y les dijo: ¿Qué
pensáis hacer de nosotros? Y los dirigentes le contestaron: Con ustedes, nada en absoluto. Podéis
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Fco. Javier Montero Guitérrez fue director del Carmen durante toda la Segunda República y la Guerra Civil (1931
1939). Nació en Villar del Ciervo (Salamanca) en 1895 e ingresó en el aspirantado de Écija en 1909, con el bachillerato
ya terminado. Estudió Filosofía y Teología en el Colegio de Utrera y se licenció en Química en la Universidad
hispalense. Fue profesor de Matemáticas y Química en el Colegio del Carmen, donde trabajó durante veinte años
ininterrumpidamente, así como consejero escolar, catequista y finalmente director. Colaboró con el antiguo alumno
Manuel Ramos Hernández por enrolar en la Acción Católica a los ex alumnos de Utrera residentes en Sevilla y su
provincia. Al cesar en Utrera fue como Superior a Córdoba. dirigió también el Colegio de Alcalá de Guadaira y la
Residencia Universitaria de Sevilla. Su hermano, Eloy Montero era catedrático de Derecho Canónico, y asesoró a los
salesianos en cuestiones jurídicosociales.
estar tranquilos. Y así ha sido, en estos trágicos días las puertas de los Salesianos han permanecido
abiertas. Y se les ha respetado”8. Bastantes salesianos fueron militarizados y movilizados, tanto
clérigos jóvenes como coadjutores, aspirantes y sacerdotes. El inspector Sebastián María Pastor
dirigió una instancia al general Queipo de Llano pidiendo que reintegrara a los Colegios el personal
de los frentes del Sur para seguir su labor docente. El detalle de los inspectores por registrar los
efectos de la violencia
Tras la Guerra Civil, la orden salesiana se desarrolló espléndidamente en España,
especialmente a partir de los años 50, tras la firma del Concordato con el Vaticano, que traería
nuevas ventajas a la Iglesia. En abril de 1953, el Ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez,
impuso a la Bandera del Colegio, la orden de Alfonso X El Sabio. Desde 1955, los centros
salesianos recibirían ayudas económicas desde la esfera oficial. Entre 1954 y 1961, las tres antiguas
inspectorías se convirtieron en siete, reflejando la extraordinaria expansión de la Orden durante el
periodo franquista. La Escuela Profesional Salesiana se difundiría especialmente a través de la
colaboración de diputaciones, municipios, cajas de ahorros o el sindicato oficial9.
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A. Martín González hace otro relato tomando como referencia el libro de Francisco Villanueva, Estampas de
Martirio, Cádiz, 1942: “Presentóse una patrulla de milicianos a las puertas del establecimiento. En ausencia del director
los recibió el prefecto del Colegio don Ignacio Pérez. Garantizaron los milicianos las vidas y conservación del
inmueble, aconsejando el cierre total de las puertas y ventanas del edificio en un mal disimulado miedo. En el pueblo, la
plebe, alborotada, encarcelaba y recorría amenazante las calles. La Guardia Civil impidió el saqueo y el pillaje. El
triunfo del ejército de Queipo de Llano en Sevilla exasperó los ánimos de los más exaltados. Sus instintos criminales se
ensañaron contra las vidas de preclaros habitantes de la ciudad, regando con lágrimas y sangre los hogares de insignes
bienhechores del Colegio” (Martín, 1981:726).
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Buenaventura Delgado (Coord.), Historia de la Educación en España y América, Fundación Santa María. S. M.
Morata, Madrid, 1994, pp. 881886.