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Trabajo de José Pino Díaz

para
TEORIAS Y MODELOS DE COMUNICACION
10/12/04

El mito de la cultura de masas


por

Arthur Asa Berger


Broadcasting & Electronic
Communication Arts Department,
San Francisco State University

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Trabajo de José Pino Díaz
para
TEORIAS Y MODELOS DE COMUNICACION
10/12/04

Talón de Aquiles (*)


(http://www.uniacc.cl/)
Año 2 - Número 1, Otoño 1996.

Este artíclo apareció originalmente en el número de julio-agosto de 1993 de la revista


Society, de la Rutgers University (New Jersey). Talón de Aquiles agradece la gentileza
del profesor Berger, del director de Society -el prof. Irving I. Horowitz- y de la Editorial
Transaction por la autorización para publicar la tradcción realizada por el prof. Edison
Otero B.

(*) Talón de Aquiles es una publicación de carácter académico, editada por Talón de
Aquiles Ltda., Dr. Manuel Barros Borgoño 451, Teléfono (52 -2) 2352916, Fax (52-2)
2360378, Santiago, Chile.

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“Las tensiones y ansiedades de la sociedad estadounidense han sido


generadas y exacerbadas en gran medida por una distribución injusta y
brutalmente distorsionada del ingreso, especialmente desde 1980, con los
segmentos más pobres de la sociedad perdiendo terreno de hecho y gran
cantidad de gente no ganando ninguno. Es la política, no la cultura popular, la
que es más responsable de la desorganización social, y serán las decisiones
políticas las que conduzcan al mejoramiento de la situación, no la cultura
popular o los medios de comunicación. “

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El autor sostiene que las críticas realizadas a la cultura de masas


(cultura americana) por intelectuales europeos (Rosemberg, Adorno o Anders)
que califica como ”desclasados”, teóricos o elitistas, que añoran tiempos
pasados, que denigran del hombre común, y que están resentidos con la
sociedad moderna igualitaria por el trato que les dispensa no acorde a su
prestigio intelectual, ya están superadas; a ello han colaborado sucesos
recientes como la caída del comunismo, que hacen que surjan nuevos
planteamientos por parte de los críticos de los medios de comunicación y de la
cultura americana.

La cultura de masas, cultura popular para el autor, es aquella a la que se


accede fácilmente y que es disfrutada por grandes cantidades de personas,
incluye no sólo las obras producidas por los medios de comunicación de
masas sino también la “conducta colectiva” y “diversos aspectos de la vida
cotidiana”, como por ejemplo, la moda. Al contrario de lo afirmado por los
“teóricos” en el sentido de que la cultura popular y los medios de comunicación
generarían automáticamente cultura de masas y llevarían al desarrollo del
hombre-masa, la experiencia americana e incluso la experiencia de los medios
de comunicación en paises totalitarios del Este demuestra que las personas se
forman opinión, y ésta, no uniforme sino diversa, difiere de la que trata de
inculcar la propaganda oficial.

Considera que la teoría hipodérmica o teoría de la “bala mágica” y


planteamientos próximos a ella, están hoy en día superados; los postulados de
“que los medios no sólo afectan o dan forma sino que de hecho
determinan la conciencia de los individuos”, y que “los mensajes de los
medios son interpretados esencialmente del mismo modo por todos y
generan respuestas directas, más o menos automáticas e inmediatas”,
han quedado obsoletos, hoy se piensa que los espectadores crean sus propias
interpretaciones ante los mensajes que reciben, “aunque los medios de
comunicación influyan en grandes cantidades de personas, puede
afirmarse que los efectos no son universales y que nadie es afectado de
la misma manera.”

La cultura de masas, cultura popular para el autor, al contrario de lo


afirmado por autores como Adorno, no se “come” a la cultura de élite, estudios
de caso así lo han demostrado, no es cierto “que en la medida en que la
gente se vuelve más y más expuesta a la cultura popular, pierde su
interés por las artes de élite así como su habilidad para disfrutarlas”.

Los medios de comunicación estadounidenses, sometidos a las leyes del


mercado, compiten entre ellos diferenciando sus contenidos, por tanto no se
puede hablar de uniformidad en los medios ni de homogeneización de la
sociedad por éstos, más que una sociedad de masas americana uniforme y

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homogénea, culturalmente hablando, lo que existe es un pluralismo cultural que


trata de satisfacer las necesidades de las subculturas propias de los diferentes
grupos sociales existentes, cohesionados éstos por lazos de tipo racial,
religioso, de origen o procedencia, etc. (“Muchos grupos étnicos fueron
arrojados a la olla a presión que es la sociedad estadounidense pero no
se convirtieron en una masa homogénea uniforme. Mantuvieron sus
identidades, incluso aunque vinieron a buscar su lugar en los Estados
Unidos y a realizar, o tratar de realizar, el sueño americano.”)

Los medios de comunicación de masas nunca han llegado a crear esa


única conciencia colectiva de la que se suponía como sociedad monolítica, más
bién han colaborado “a reforzar los valores que ya tenemos -tales como el
individualismo, la igualdad y el logro”.

Los actuales investigadores de lo social apuntan que la sociedad


estadounidense moderna es una sociedad en la que “el arte de élite y la
cultura popular ya no son vistos como cosa distinta y en que el
eclecticismo y la fragmentación son la norma”, pero esta fragmentación ha
de entenderse como cultural, es decir, de coexistencia de múltiples subculturas
dentro de una sociedad multicultural en la que prevalecen por encima de todo
unos valores que tienen su raíz en la propia formación de los EE.UU. como
nación.

Cájar (Granada), a doce de enero de 2004.

Fdo. José Pino Díaz.

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Arthur Asa Berger


Broadcasting & Electronic
Communication Arts Department,
San Francisco State University

El Mito de la cultura de masas

Las `irrefutables' denuncias de la cultura de masas estadounidense -y de la sociedad


estadounidense, indirectamente- hechas por intelectuales europeos desclasados y sus
seguidores, ya no tienen la misma resonancia que tuvieron hace unos treinta o
cuarenta años. Los estadounidenses se habituaron a amamantarse de exitosos
hombres de la cultura europea con acento germánico (u otros), quienes nos explicaban
como éramos totalidades descentradas, vivíamos vidas fantasmales frente a la
pantalla, nos alienábamos respecto de nosotros mismos y la sociedad, perdíamos
nuestras almas, y cosas como esas.

Por supuesto, algunos estadounidenses todavía miran a los pensadores y filósofos


europeos con cierta difusa obse-cuencia. Los estadounidenses todavía se ven a sí
mismos como huérfanos espirituales, como hijos e hijas que abandonaron a su madre
intelectual y sus tierras paternas, en un desesperado pero inútil intento por escapar
de la historia o, más precisamente, de la conciencia histórica (aunque, probablemente,
la mitad de los historiadores del mundo viven en los Estados Unidos).

Intelectuales y profundos pensadores estadounidenses en materias culturales doblan


ahora sus rodillas primeramente ante los teóricos culturales franceses. La mayoría de
los conceptos e ideas de crítica cultural derivan de autores como Roland Barthes,
Jacques Lacan, Claude Levi-Strauss, Jean Baudrillard, Jacques Derrida - uno puede
seguir y seguir con ésto- con ocasionales rusos, búlgaros, italianos, y otros. Los
franceses nos explican que hemos creado en los Estados Unidos, con nuestro inocente
e inimitable estilo, una sociedad postmoderna y que estamos ahora tratando de
imaginarnos con exactitud qué significa y si es buena o mala.

Por estos días, los críticos de los medios de comunicación y de la cultura


estadounidenses no parecen tan seguros como antes. Tal vez la caída del comunismo
y las muchas preguntas que surgen ahora respecto del marxismo han contribuido a
ese sentimiento. En los años '50, sin embargo, muchos intelectuales y otras personas
interesadas en los medios de comunicación, la cultura y la sociedad, aprendieron y
fueron adoctrinados por la jerga de los críticos culturales de Alemania y sus
seguidores.

En su ensayo "El Mundo Fantasmal de la TV" (incluido en Mass Culture: The Popular
Arts in America, publicado en 1957), Günther Anders sostenía : "El consumo masivo
moderno es la suma de desempeños solitarios: cada consumidor, un trabajador
empleado sin pago en la producción del hombre-masa". Esto conduce, agrega él, a la
creación de hormigas producidas masivamente, que no desean renunciar al mundo
pero "quieren estar seguros de no perderse la más brillante migaja del mundo como
imagen en una pantalla". Al final, diciéndolo (pero sin querer decirlo sin duda) predice
que los estadounidenses perderán su capacidad para hablar. "Puesto que la caja

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receptora habla por nosotros, nos priva gradualmente del poder del habla,
transformándonos así en dependientes pasivos".

Theodor W. Adorno, presente en el mismo libro con el ensayo "La Televisión y los
Patrones de la Cultura de Masas", sugiere que "la cultura popular ya no está limitada
a ciertas formas como las novelas o la música bailable, sino que se ha apoderado de
todos los medios de expresión artística". Para Adorno, los medios de comunicación son
todopoderosos. Describe la cultura contemporánea de masas como repetitiva,
insoportable y omnipresente y sugiere que estos aspectos "tienden a desarrollar
reacciones automatizadas y debilitan la fuerza de la resistencia individual".
Finalmente, agrega, la gente no sólo pierde su capacidad para ver la realidad tal como
es sino que también pierde su capacidad para experimentar la vida.

En la introducción al libro, Bernard Rosenberg formula una lista de 'cargos' contra la


cultura popular, los medios de comunicación de masas y la cultura de masas. Lo que
sigue es una lista de adjetivos y frases descriptivas que Rosenberg usa en su breve
introducción de nueve páginas titulada "La Cultura de Masas en Estados Unidos".
Reunidos en un collage o 'pastiche' -estilo postmoderno, dicen- los términos tomados
del ensayo forman un argumento que procede de un modo parecido a ésto:

"En las culturas de masas la gente se vuelve deshumanizada, insípida, llevada por la
ansiedad; es explotada, engañada, abandonada, envilecida y sus vidas son
estandarizadas, vulgarizadas y manipuladas por la cultura de masas, que es una
amenaza a nuestra autonomía, y esta situación es exacerbada por cosas como la
ficción anémica, películas vulgares, dramones patéticos, creando en el público una
angustiosa vida vacía de sentido y trivializada, así como alienación (respecto del
pasado, del trabajo, de la comunidad y, posiblemente, de uno mismo), la que lleva a
esa horrorosa realidad, el hombre-masa. La cultura masiva es papilla y caldo cultural
que cretiniza nuestro gusto, brutaliza nuestros sentidos (pavimentando el camino al
totalitarismo), de modo que todo lo que nos gusta es kitsch".

Obviamente, a Rosenberg no le gustan la cultura popular, los medios de comunicación


o la cultura de masas. La hipótesis que se ofrece dice así: "Si uno puede arriesgar una
formulación positiva particular (en la forma de una hipótesis) esa sería que la
tecnología moderna es la causa necesaria y suficiente de la cultura de masas. Ni el
carácter nacional, ni el orden económico, ni el sistema político, tienen fuerza final en
este asunto". Parece que tenemos en nuestras manos un argumento en favor del
determinismo tecnológico. Rosenberg y otros enfrentaban una situación trágica: la
cultura de masas era intolerable pero tampoco podía ser contenida. Vale la pena notar
el uso que Rosenberg hace del término `moderna'. Muchos críticos de los medios de
comunicación, de la cultura y la sociedad de masas que ellos creen que los medios
generan, parecen tener nostalgia de algún período del pasado, anterior al desarrollo de
la tecnología moderna, cuando las cosas eran mejores.

Podríamos preguntar: ¿de qué modo y para quiénes?. Hace veinte años, en un libro
llamado Cultura Pop, sugerí que es muy difícil definir la cultura popular y
diferenciarla de otros tipos de cultura. ¿Es la cultura no popular lo contrario de la

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cultura popular? ¿O lo es la cultura de elite? ¿O la 'alta' cultura, lo que significaría


que la cultura popular es 'baja'? ¿u otra cosa? ¿La cultura de elite, no debe ser
popular? Sugerí que la cuestión importante no era por qué la cultura popular es
impopular sino para quiénes es impopular la cultura popular. Sabemos que la cultura
popular es extremadamente popular para un gran número de personas que ocupan
gran cantidad de tiempo viendo y escuchando noticias, comerciales, comedias,
dramas, concursos, partidos de fútbol y otras transmisiones deportivas, programas de
conversación, etc.

Mi respuesta era que, en esencia, el disgusto de los 'elitistas' por la cultura popular
venía de su disgusto por el hombre común. Atacan su gusto y sus preferencias porque
no pueden expresar abierta y directamente su desdén por las masas. Uno puede sentir
que "el pueblo es una gran bestia" pero ya no puede decirse. Había también un
lánguido resentimiento de muchos intelectuales europeos y algunos americanos
sintiendo que no había, en nuestra sociedad burguesa igualitaria, concordancia entre
el prestigio y el estatus que merecían.

Cultura popular no popular.

La cultura popular y la cultura de elite no son tan diferentes excepto, tal vez, en los
extremos del espectro de las artes: la lucha profesional, de un lado, y Finegan's Wake
de Joyce, por el otro. Si Hamlet es transmitido por una red televisiva, ¿ello representa
la cultura popular (puesto que, presumiblemente, millones ven la obra) o la de elite
(puesto que es una obra de arte clásica)?. Los críticos postmodernistas han adoptado
la postura de que la cultura popular no difiere significativamente de la cultura de elite
y, en años recientes, el desarrollo de lo que ahora es llamado `crítica cultural' ha
capacitado a los críticos para ocuparse de todos los géneros, formas, niveles y clases
de arte.

La cultura popular es justamente lo que dice que es, cultura (el término operativo) que
tiene amplia llegada y es disfrutada por grandes cantidades de personas. Comprende
las artes públicas, géneros convencionales y otras obras producidas por los medios de
comunicación, pero también la conducta colectiva y diversos aspectos de la vida
cotidiana, y de este modo incluye pasatiempos, modas y otros fenómenos que no son
específicamente mediados pero son influidos con frecuencia por los medios de
comunicación, o están conectados con ellos.

La cultura estadounidense, en el sentido antropológico, es en su mayor parte cultura


popular. Por supuesto, mucho de nuestro compromiso con la cultura popular está
basado en el `consumo' de artes populares y de los medios de comunicación que los
transmiten. En promedio, los estadounidenses emplean más de tres horas diarias
viendo televisión, varias horas diarias escuchando radio, y más horas leyendo diarios,
revistas y libros. Mucho de lo que escuchamos, leemos o vemos, implica arte popular o
géneros de `arte público' que son transmitidos por, y en diferentes grados,
conformados por los diversos medios de comunicación. Si uno emplea tres horas al día
leyendo novelas clásicas y otras tres horas oyendo música clásica, ¿está
`consumiendo' cultura de elite? ¿O son sólo la cultura popular y los medios de
comunicación los que están siendo consumidos?

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Los teóricos a los que nos referimos creían que la cultura popular y los medios de
comunicación generarían automáticamente cultura de masas y llevarían al desarrollo
del hombre-masa, los habitantes cretinizados, deshumanizados, caprichosos, amantes
del kitsch, desindividualizados, de las sociedades de masas que los conducen al
totalitarismo.

En los argumentos de los elitistas tempranos está implícito el supuesto de que los
medios de comunicación afectan a todos más o menos de la misma manera. Los
individuos que viven en las sociedades de masas eran vistos esencialmente aislados o
atomizados y, de este modo, eran altamente susceptibles a los mensajes de los medios.
Esta teoría de que los medios no sólo afectan o dan forma sino que de hecho
determinan la conciencia de los individuos se acerca mucho a lo que se habitúa a
llamar la teoría `hipodérmica' o la teoría de la `bala mágica', teoría que ahora está
ampliamente desacreditada y considerada simplista. Se piensa que los mensajes de los
medios son interpretados esencialmente del mismo modo por todos y generan
respuestas directas, más o menos automáticas e inmediatas.

En su obra Psicología de las Multitudes, Gustave Le Bon describe cómo las multitudes
son influidas por las obras teatrales:

"Las multitudes sólo son capaces de pensar en imágenes y de ser impresionadas sólo
por las imágenes. Sólo las imágenes las aterrorizan o atraen y se convierten en
motivos para actuar. Por esta razón, las representaciones teatrales, en las que la
imagen se muestra en forma más claramente visible, siempre tienen una enorme
influencia en las multitudes. Toda la audiencia experimenta las mismas emociones al
mismo tiempo y si estas emociones no se transforman de inmediato en acción, es
porque ni el más inconsciente de los espectadores puede ignorar que es víctima de
ilusiones, y que ha reído o llorado con aventuras imaginarias".

Para Le Bon, como para los teóricos de la aguja hipodérmica que vinieron después, la
gente reacciona de la misma manera a una obra dada (léase `estímulo', si uno desea
ser reduccionista). El desarrollo de las teorías de las respuestas del lector, en años
recientes, han vuelto de cabeza este argumento y sugieren que los individuos, cuando
ven una película o una representación, o leen un libro, ayudan a crear la obra, por
decirlo así. Así, Wolfgang Iser, en su artículo El Proceso de la Lectura: Una
Aproximación Fenomenológica, argumenta que una obra tiene dos polos: uno
`artístico', creado por el artista (o quienquiera que esté implicado en hacer el texto) y
uno `estético', que implica la realización de la obra, la que es cumplida por el lector o
el telespectador. Los textos necesitan ser realizados por los lectores y esta realización
está asociada a "la disposición individual de cada lector".

Hemos ido desde una visión acerca del modo cómo la gente responde a los textos, que
afirma que cada uno recibe el mismo mensaje, a una visión que sugiere que los
individuos crean sus propias interpretaciones. Pero, no se necesita ir tan allá para
cuestionar la validez de las teorías hipodérmicas.

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En un artículo en The San Francisco Chronicle (9 de Febrero, 1985), Tom Parker


escribió: "El estadounidense promedio está expuesto a 1.600 mensajes comerciales
por un medio u otro. De estos, el usuario repara en ochenta y sólo doce obtienen
algún tipo de respuesta, usualmente negativa". Así, captar la atención del público y
exponerlo a textos mediales no significa obtener el control de sus mentes. Las cosas
no son tan simples como los teóricos hipodérmicos piensan que son. Cuestiones como
la raza, la religión, la edad, el origen étnico, el género, la educación, los valores, la
personalidad y una multitud de otras variables afectan las decisiones sobre qué medio
ver o escuchar así como la respuesta a los contenidos transmitidos por los medios.
Aunque esto no significa que los medios de comunicación no influyan en grandes
cantidades de personas, puede hacerse el argumento de que los efectos no son
universales y que nadie es afectado de la misma manera.

La cuestión que surge es si la cultura de masas existe de hecho o, incluso, si es que


puede existir. Por supuesto, hay países como los Estados Unidos, en que la gente
dispone de una gran cantidad de medios de comunicación, pero ¿es ésto lo mismo que
cultura de masas? Las sociedades de Europa del Este, antes bajo el puño de Rusia y
los partidos comunistas nacionales, estuvieron sujetos a cuarenta años de gobierno
totalitario y a propaganda continua, y a medios de comunicación rígidamente
controlados, pero la gente no lo pensó dos veces para abandonar a los comunistas
cuando descubrieron que el Ejército Rojo no invadiría sus países.

Cultura Popular versus Cultura de Elite.

De acuerdo a Adorno y otros teóricos de la cultura de masas, la cultura popular


"desaloja" a la cultura de elite y en la medida en que la gente se vuelve más y más
expuesta a ella, pierde su interés por las artes de elite así como su habilidad para
disfrutarlas. Esto suena plausible, en teoría, pero en la práctica no opera así.

Un estudio de caso, en el que la mayoría de las personas tiene alguna experiencia,


pone a prueba la teoría. Pensemos en la comida rápida y, en particular, en las
hamburguesas de Mc Donald, uno de los símbolos más importantes de la cultura
estadounidense. Siguiendo la teoría, puesto que la comida de los Mc Donald es rápida
y relativamente barata, la cadena desplazará a los restorantes que son
tecnológicamente menos avanzados y que suponen elección individual (delicatessens,
cafeterías, restorantes tradicionales, restoranes de colonias étnicas, y otros). Y,
finalmente, siguiendo la lógica de los teóricos elitistas, sólo quedarán en los Estados
Unidos y en el mundo entero los Mc Donald y restorantes similares, porque la gente
habría perdido su gusto por la `buena comida'.

De hecho, los restorantes de comida rápida no dejaron fuera del negocio a los otros
restorantes. La gente usa los restorantes de comida rápida para sus propios
propósitos y no pierden su gusto por otros tipos de comida. Con frecuencia, ocurre
justamente lo contrario. En el área de San Francisco, por ejemplo, ha habido una
explosión de restorantes Thai y así como otros grupos étnicos se establecen en los
Estados Unidos, otras comidas típicas se vuelven cada vez más populares.

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En un ensayo que escribí hace treinta años, titulado "La Hamburguesa Evangélica",
sugerí que la dinámica de los restorantes de hamburguesas Mc Donald era similar al
protestantismo evangélico y que los Mc Donald se extenderían por el mundo entero.
Mucha gente pensó que estas ideas eran simplemente ridículas. Sugerí también,
chistosamente, que los Mc Donald implicaban `hamburguesamiento' y funcionaban de
modo de convencer a la gente de que eran de clase media porque tenían acceso rápido
a la carne.

El argumento de que la cultura popular destruiría las así llamadas artes de elite no se
ha vuelto verdadero. En el artículo ya citado, Tom Parks afirma: "Cada día los
estadounidenses publican 125 nuevos libros. Hay quince nuevas obras de ficción,
ocho nuevos libros infantiles, veinte libros de sociología y economía y seis libros de
historia. Hay cinco libros de referencia, ocho o nueve de medicina, nueve de filosofía o
psicología, quince sobre ciencia y tecnología y seis sobre religión. Los estadounidenses
compran casi 5 millones de libros por día". El número de libros publicados en los
Estados Unidos continúa creciendo y unos 50.000 son publicados cada año. Por
supuesto, un gran número de estos libros son desechables -romances, novelas sin
valor y otros semejantes- pero un gran porcentaje de obras de los así llamados
`géneros de elite' -novelas serias, poesía, piezas dramáticas y otros- son obras de
tercera clase o peores. No es la forma de arte lo que cuenta sino el artista. En años
recientes, los libros cómicos se han transformado en novelas visuales, como nueva
evidencia de que las viejas definiciones de lo que es arte y de lo que no lo es, ya no se
aplican más.

Homogeneidad y Uniformidad.

Los teóricos de la cultura de masas asumen que, de algún modo, los medios de
comunicación son uniformes y así pueden realizar su tarea de destruir la
individualidad y convertir a los estadounidenses en hombres-masa. Esto lo que se ha
llamado, a veces, la hipótesis de la `homogeneización'. Pero una mirada a los medios
de comunicación muestra que hay mucha competencia por ganar la atención del
público, tanto en un medio dado (televisión o revistas) como entre los medios. Las
redes están batallando continuamente por los telespectadores. Por supuesto, la mayor
parte de lo que transmiten es desecho altamente convencional, pero incluso los
géneros convencionales pueden hacerse bien de vez en cuando. En el mundo de las
revistas existe una diversidad increíble. Hay magazines para cada interés especial
concebible y para algunos que no lo son. Además de aquellos que se publican
regularmente, hay un inmenso número de `zines', pequeñas revistas especializadas
que cubren desde la ecología al zen, publicadas por individuos o grupos. Ahora que los
computadores y las impresoras láser están disponibles para mucha gente, es fácil y
barato publicar los propios `zines'.

De modo que hay aquí una buena razón para cuestionar el supuesto de que los
medios están homogeneizando la sociedad o que, no obstante, pueden `movilizar' a la
gente para generar una sociedad de masas. En vez de encontrarnos en los Estados
Unidos con una sociedad de masas (y lo mismo se aplica a muchos otros países),
hallamos justamente lo opuesto, lo que puede ser descrito como pluralismo cultural
pop, con gran cantidad de subculturas y grupos produciendo sus propias
publicaciones, haciendo sus propias películas, transmitiendo sus propios shows de
radio y televisión. Esto no significa, sin embargo, que estos grupos se vean a sí
mismos apartados de la cultura estadounidense.

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La Cultura de Masas y la Olla a Presión.

Se plantea la cuestión de si ha habido cambios fundamentales en la sociedad y la


cultura estadounidenses en las últimas décadas y si, siendo así, qué rol han podido
jugar los medios de comunicación. Si los medios de comunicación son tan poderosos
como los elitistas creen, ¿cómo explicamos el hecho de que la sociedad
estadounidense tenga tantas subculturas y grupos basados en factores que van desde
la raza, la religión y la etnicidad hasta la persuasión política y la geografía? No nos
hemos empobrecido con estas entidades sociales diversas. Más bien, nos hemos
enriquecido.

La geografía urbana es útil para entender lo que los Estados Unidos eran en los años
'30 y '40. Las ciudades estadounidenses de entonces (y hoy en día, igual) estaban
divididas en enclaves o ghettos con población predominantemente italiana, judía,
negra, irlandesa o china. En aquellos días, estos grupos producían frecuentemente
publicaciones escritas en sus idiomas originarios y dirigidas hacia sus particulares
intereses de grupo. Pareciera que el cuento de la olla a presión era más una teoría de
lo que algunos analistas creían que ocurría (o querían que hubiese ocurrido) que una
descripción de lo que los Estados Unidos eran hace cincuenta o sesenta años o
incluso hoy, en muchos casos.

Muchos grupos étnicos fueron arrojados a la olla a presión que es la sociedad


estadounidense pero no se convirtieron en una masa homogénea uniforme.
Mantuvieron sus identidades, incluso aunque vinieron a buscar su lugar en los
Estados Unidos y a realizar, o tratar de realizar, el sueño americano. Los proponentes
de la tesis de la sociedad de masas argumentarían que aunque los Estados Unidos
puedan no estar unificados ahora, lo fueron a causa de la exposición de los
inmigrantes y otros a medios de comunicación ubicuos y poderosos. Si los medios son
tan poderosos como se supone que sean, ¿cómo resistieron los primeros
estadounidenses el convertirse en una sociedad de masas? ¿Y por qué no seguimos
siendo una sociedad de masas?

Puede argumentarse que los medios de comunicación ya no son tan efectivos, como
una vez lo fueron, en unificar a los estadounidenses y proporcionarles un marco
común de referencia, un consenso y una conciencia nacional. Sin embargo, los
estadounidenses están expuestos a más medios de comunicación que antes. Dedican
una gran cantidad de tiempo a ver televisión, el medio más poderoso. Las grabadoras
de video permiten grabar otros shows y verlos después. El desarrollo de la televisión
por cable aumenta el número de canales disponibles e, incluso, están desarrollándose
nuevas tecnologías que en el futuro cercano los ampliarán hasta 500. Es cosa aparte
lo que todos esos canales transmitirán -esencialmente los mismos viejos géneros que
hay en las películas y la televisión, con una mezcla ocasional de géneros, como MTV o
canales con un único tipo de programas, tales como las nuevas estaciones.

La existencia de una sociedad dividida en muchas subculturas, caracterizada por el


pluralismo cultural popular (alguien pudiera decir 'anarquía') sugiere que los medios
de comunicación no son tan poderosos como creyeron alguna vez algunos teóricos de

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las comunicaciones. Sugiere también que la noción de unos Estados Unidos como una
inmensa olla a presión era más una ilusión que una realidad. Aunque los diversos
grupos en la olla a presión puedan no ser derretidos, todavía están en la misma olla.

Las sociedades están siempre evolucionando, de modo que sería incorrecto


argumentar que no ha habido cambios en los Estados Unidos. La pregunta es si estos
cambios señalan tendencias radicales nuevas para nuestra sociedad o son más
evolutivos. Se dice frecuentemente que los Estados Unidos son un país que
experimenta revoluciones continuamente y de esta manera los cambios forman parte
de lo constante, y no de los acomodos excepcionales que hacemos en la manera de
vivir. La noción de un cambio continuo difiere de la perspectiva conservadora que
argumenta que la cultura y la sociedad estadounidenses han permanecido igual desde
sus inicios. En los Estados Unidos, lo que sea lo constante lo es en el proceso de
cambio y evolución. La pregunta es: ¿cuál es la naturaleza de los cambios y cómo se
relacionan con las continuidades en la sociedad y la cultura?

El Mito del Monolito.

Paul Jerome Croce ha argumentado que la cultura de masas ha perdido su habilidad


para conformar consenso. Sugiere que esta declinación es una causa fundamental de
lo que él percibe como un país crecientemente polarizado. Escribe: "A través de su
popularidad, los productos de la cultura de masas conforman el gusto, establecen
propósitos y valores y definen la clase de gente que la mayoría de la gente piensa que
deberían ser". Este consenso se ha roto ahora, agrega, y nos encontramos en una
sociedad post-cultura de masas en la que la cultura de masas se "ha metastasiado,
con individuos que todavía siguen estilos apartados, pero haciéndolo en manadas
divorciadas de un estándar masivo único". Es cuestionable que hallamos tenido
alguna vez un "estándar masivo único" o que los medios de comunicación hallan
tenido el poder que, se sugiere, tuvieron para dar forma a una sociedad. Nunca fuimos
tan "unificados" como piensa Croce. Los medios de comunicación tienden a reforzar
los valores que ya tenemos -tales como el individualismo, la igualdad y el logro. Los
medios tienden a reflejar las sociedades en que se hallan aunque, por supuesto,
también las afectan. Siempre ha habido un gran monto de conflicto en la sociedad
estadounidense, entre clases, razas, áreas geográficas o grupos religiosos. La
existencia de gente que arde con "apasionada intensidad" y pertenecen a subculturas,
a grupos que atacan éste o aquel aspecto de la sociedad, no es nada nuevo. Los
Estados Unidos tienen una larga historia de comunidades utópicas y grupos
fundamentalistas, como los abolicionistas del siglo XIX. Todavía hay 40.000 personas
que viven en comunas.

Los medios de comunicación reflejan los cambios que van ocurriendo en una sociedad
en un momento dado. Pueden agregar ímpetu y acelerar las cosas, pueden establecer
agendas, pueden incrementar el conocimiento y mostrar cosas que a muchos no les
gustan, pero nunca tienen, como se pretende, la capacidad de uniformarnos. Los
Estados Unidos nunca estuvimos unidos en el grado en que se cree, tal vez con la
excepción de nuestros valores. Así, los medios de comunicación han sido atacados por
no hacer lo que no hacen y no podían hacer. Hay muchas otras razones para quejarse
de los medios de comunicación pero la acusación de que ya no unifican más la
sociedad puede ser desechada como un arrebato ocioso.

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Si los teóricos postmodernistas están en lo correcto, los Estados Unidos son una
sociedad en la que el arte de elite y la cultura popular ya no son vistos como cosa
distinta y en que el eclecticismo y la fragmentación son la norma. Lo que todo esto
sugiere es que la estadounidense es una sociedad en que la diversidad se celebra, en
que las diferencias son aceptadas como parte del esquema de las cosas. Más bien que
girar aparte, todo se va mezclando y, con todo, los diferentes grupos aún son capaces
de mantener sus identidades. De hecho, esa es la historia de los Estados Unidos, un
país de inmigrantes al que la gente llegó en busca del sueño americano. Los diversos
grupos pueden tener versiones diferentes de este sueño, tomar caminos diferentes
para realizarlo y ser diferentes en muchos sentidos, pero todavía subsiste un
comunidad detrás de todas estas diferencias. Puede hallarse evidencia de esto en una
reciente encuesta a estadounidenses de origen latinoamericano. Se descubrió que
desean asimilarse a la sociedad estadounidense. Creen que hay demasiada
inmigración y que los residentes deberían aprender a hablar inglés. Como grupos,
estos estadounidenses no son tan unidos como se cree. El informe establece que "una
gran mayoría de latinoamericanos nacidos en los Estados Unidos hablan mejor el
inglés que el español" y hay un alto grado de alfabetismo inglés, incluso entre
inmigrantes nacidos en el extranjero que prefieren hablar inglés. En su informe Voces
Latinas, el Registro Político Nacional Latino concluye: "Los resultados debieran
desalojar toda noción de que sus actitudes políticas los separan de la mayoría de la
población estadounidense o los definen como un grupo de intereses monolíticos". Esta
investigación sugiere que los Estados Unidos son verdaderamente una sociedad
multicultural en la que existen diversas subculturas. Pero la multiplicidad cultural no
significa fragmentación o alienación. Más bien significa un tipo diferente de
coexistencia. Los medios de comunicación y la cultura popular no nos han convertido
en una sociedad de masas (camino al totalitarismo) ni en una sociedad a la que "no se
le puede hallar su centro".

http://www.uniacc.cl/talon/anteriores/talonaquiles3/
Talón de Aquiles

AÑO 2 - NÚMERO 1
Arthur Asa Berger: El Mito de la Cultura de Masas
Patrice Bouchet:No se asuste, Monsieur de Fontenelle
Ricardo López: Irresponsabilidad ilustrada
Reseña: Una otra mirada, Mario Berríos y Walther Kohan
Reseña: Killing Time, La biografía de Paul Feyerabend
Reseña: Mentes Creativas, Howard Gardner
Joshua Meyrowitz:La Teoría del Medio de Comunicación
Mario Aliaga: Imágenes y Voces: Una mirada a la Mujer Medieval
Andre Stoll:Los Usos de la Antigüedad en la Europa Moderna
Talón de Aquiles, Año 2 - Número 1, Otoño 1996.

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Trabajo de José Pino Díaz
para
TEORIAS Y MODELOS DE COMUNICACION
10/12/04

TALÓN DE AQUILES

TALON DE AQUILES es una publicación académica editada por UNIACC


(http://www.uniacc.cl/). Aparece dos veces al año y está dedicada principalmente a
los temas de la comunicación y las ciencias sociales. Posee un Comité Editorial
conformado por figuras de renombre internacional, así como por especialistas
nacionales. Surgida en 1995, incluye habitualmente artículos originales, traducciones
de artículos relevantes publicados en revistas extranjeras, y reseñas sobre las
publicaciones más recientes en el área. Se ha convertido en referencia obligada para
los alumnos y los especialistas, tanto en nuestro país como en el extranjero.

Director:
Edison Otero Bello
Editor Edición Electrónica: Oscar Aguilera F.
oaguiler@abello.dic.uchile.cl
Editor Edición Regular: Juan Simón Valdebenito B.
Representante Legal: Rodolfo Zuloaga Meneses

Comité Editorial
Manuel Acevedo
Universidad de Buenos Aires
Baruch Arensburg
Universidad de Tel Aviv
Arthur Asa Berger
San Francisco State University, USA
Fernando Flores
Universidad de Lund, Suecia
Gastón Gómez Lasa
Sociedad Platónica Internacional
Jorge Jiménez E.
Fundación Fullbright
Edmundo Magaña
Instituto Iberoamericano de Cultura, Amsterdam
Rodolfo Malverde
Maison des Sciences de l'Homme, París
Mario Orellana R.
Universidad de Chile
Augusto Parra M.
Universidad de Concepción
André Stoll
Universidad de Bielefield

Talón de Aquiles es una publicación de carácter académico, editada por Talón de


Aquiles Ltda., Dr. Manuel Barros Borgoño 451, Teléfono (52 -2) 2352916, Fax (52-2)
2360378, Santiago, Chile.

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