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La luz de los focos le cegó durante un par de segundos. El inspector se sentó en una silla
Sam alzó el rostro. La cabeza le dolía a rabiar. Aquel día tenía una especie de resaca que
no le dejaba pensar con claridad. Ya habían pasado tres días desde su ingreso en los
punto de dejar el caso. Dice que no ha visto un crimen peor llevado a cabo en su
suficientes como para encerrarte de por vida. Tu culpabilidad está más que
Sam empezaba a estar más que harto de todo aquel asunto. No deseaba hablar con
nadie, y menos con aquel hombre, siempre peguntando esto o aquello. El inspector puso
nervios. Le sostuvo del mentón con firmeza y giró bruscamente su rostro hacia él:
La mirada de Sam se posó en los ojos del inspector, cuyo rostro era una máscara de
dureza. No estaba dispuesto a consentir más evasivas. Sam soltó un ligero suspiro de
- ¿Alguna vez lo ha sentido, inspector? - empezó - Ese irrefrenable deseo. Una sed
que no se sacia por mucho que se beba. Un hambre que no se calma por mucho
que se coma. Es una sensación que te abruma por completo – hizo una pausa -
La quería, ¿sabe?
una mirada cargada de odio. Sam bajó la vista y vió como apretaba los puños
con fiereza.
quise en ningún momento hacerla daño. Era una joven encantadora. Me trataba
bien.
doloroso mantener una conversación con aquel hombre, tan airado. - Los
forenses han determinado que la chica murió desangrada. Más de una docena de
cortes repartidos entre los brazos, las piernas y el cuello. Una profunda puñalada
murmuró entre dientes. La voz de aquel hombre parecía más que asqueada.
- Claro que no. Era un rostro muy bello. Sería un crimen mancillarlo – afirmó con
toda sinceridad.
matado a esa pobre muchacha, y no contento con eso dices que evitaste cometer
Sam le miró extrañado. ¿Por qué lo trataba de aquella manera? Claro que era una pena
que alguien como Janey ya no estuviera entre los vivos. Era una muchacha encantadora.
Siempre guardaba una sonrisa para él. ¿Por qué tenía él que pagar el pato por un... por
un...?:
carcajada.
− Oh, sí. Eso tengo entendido. Cortar a alguien repetidamente con un cuchillo, y
accidente!
la mandíbula. Sam tuvó que hacer un esfuerzo terrible para no caerse hacia atrás
miró los dedos. Estaban manchados de una sustancia roja. Los lamió con
delicadeza. Notó un grato sabor a óxido que le era reciente. No. No sabía ni la
aseguraré de que te encierren en el peor sitio posible. Sin visitas. Sin llamadas.
¡Nada! - gritó - ¡Cuéntame lo que pasó! - Sam lo miró. Se retiró los dedos de la
- Era una chica muy amable. Y muy guapa. Vecina mía, aunque supongo que ya
poco – Nos llevábamos bastante bien. Hace unos días, me invitó a su casa a
tomar un café.
- De acuerdo. Prosigue.
está delicioso. Es una pena pensar que ya no voy a poder probarlo – el inspector
frunció el entrecejo.
- Ve al grano – le cortó.
- Como usted quiera – meditó un instante – Aquel día estaba algo decaída. Creo
que había discutido con su novio. Siempre discuten. Cada vez que iba a su casa,
día, la discusión tuvo que ser una de las peores, porque se paso la tarde hablando
escucharla, me encanta ver como se mueven sus labios. Son una delicia.
- Sam, por el amor de Dios. Termina ya con esto – Sam lo miró, algo enfadado.
- ¿Lo está?
diciendo, aquel día era distinto. No sólo pasé la tarde con ella, sino que me
así que decidí echarle una mano – se aclaró la garganta – Parece que el cocinar
la levantó el ánimo. Se puso a hablar sobre el trabajo. Tenía una librería, ¿sabe?,
y a veces organizaba lecturas para niños pequeños, ¡y les leía cuentos que ella
misma había escrito! Hace algunos años me dijo que su mayor sueño era
capaces de apreciar su gran talento, así que organizaba aquellas lecturas para
fomentar la lectura entre los más pequeños, y ya de paso darse a conocer como
contándome sus planes de futuro, que se hizo un corte en el dedo índice mientras
cocinaba. Después...
- ¿Sam? - Sam se había parado. Le costaba recordar con claridad lo que venía
- Sentí algo, - empezó – extraño. En cierto modo yo sabía que estaba enamorado
de ella. Pero en aquel momento no era amor. Tampoco atracción sexual. Era
algo más. Un gran deseo. El verla sangrar me había producido una cierta...,
frente a ella. Sostuve su manos entre las mías, y me metí su dedo en la boca.
Aquel sabor a óxido y sal me llenó por completo. Era una sensación increíble.
paró – Pero, al recordar su dedo. Al recordar aquel maravilloso líquido rojo. Oh,
si usted supiera. ¡Qué sabor! Su boca era una delicia, pero yo no me conformaba
sólo con eso. Quería volver a probar aquel fluido carmesí. Retiré mis labios de
los suyos, y volví la vista hacia su mano – Sam le dirigió al inspector una mirada
dirigió al inspector una sonrisa demente - ¡Podía obtener más! Entonces cogí el
cuchillo y...
- No – Sam empezaba a recordarlo todo. Cada vez con más claridad. - Le hice un
ligero corte en el brazo. Ella dio un gritito alarmada, pero yo la calmé con un
manaba del corte de su brazo. Sabía mejor si cabe que la de sus dedos – Sam
cansaba de una zona, probaba con otra. Su cuello era la parte más tierna de todo,
y la zona de la que manaba aquel fluido rojo en su forma más sabrosa. Para
gritos eran cada vez más altos y alarmantes. Tuve que hacerla callar. La dí un
sollozar - S-Se había muerto, y-y y-yo no me había dado cuenta de ello – Sam se
***
El inspector de la Policía de los Ángeles, Douglas Duncan, ya había leído los informes
de los forenses. Pero no había querido creerlos. No sólo habían encontrado cortes de
arma blanca en el cuerpo de aquella joven, también había multitud de chupetones, justo
en las zonas de los cortes, y alrededor de estos. Había excluido esa parte al sospechoso
durante el interrogatorio, para oír la versión real de su propia boca. La verdad resultaba
aún más turbadora. Aquel animal se había alimentado de la sangre de aquella muchacha
hasta dejarla literalmente seca, como si del jodido conde Drácula se tratase, y el muy
había tenido suficiente por hoy. Se levantó de la silla, dispuesto a salir de aquel
- Llevaos a ese cabrón a una celda bien oscura – dijo a los dos guardias de la
primero que haría nada más llegar a casa sería darse una ducha caliente. Que el
años.
rezagada unos metros por detrás de la niña - Preguntamos en recepción por ti, y
nada más saber dónde estabas, salió disparada en tu busca – dijo entre sonrisas –
- ¿Que quieres que haga, mujer? No confió en las niñeras. Y nunca estoy
siquiera le dirigió una mirada. Su rostro estaba surcado por lágrimas. Estaría
como una puta cabra, pero al menos se mostraba afligido por la muerte de la
encantada, llena de júbilo, con gran fuerza. Quizá demasiada. Douglas soltó un
quejido de dolor.
- ¿Papi? - dijo la niña, extrañada.
más de una semana, Douglas había tenido un caso con rehenes. Aunque
herida.
- No es nada. Tan sólo fue un arañazo. No pasa nada por un poco de san...
- ¿¡Pero qué demonios!? ¡¡¡Argh!!!- gritó uno de los guardias. Douglas se volvió.
Un repentino caos había estallado en la comisaría. Los dos agentes que habían estado
incapaces de levantarse. Sam lo miraba fijamente, con los ojos muy abiertos, y una
sonrisa macabra en la boca. ¡Se había liberado de las esposas! Dio un paso hacia él, con
Douglas observó aliviado como ella y su hija se alejaban de la zona. Aquel monstruo
no podría tocarlas. Sam estaba cada vez más cerca suya. Caminaba con la cabeza
aquella voz no se parecía en nada a la voz tranquila del muchacho. Era cruel,
burlona y llena de promesas incumplidas – Esa herida tiene mal aspecto. ¿Me
deja echarle un vistazo? - preguntó burlón.
Cuando Sam estaba a apenas unos metros del inspector, la voz del muchacho resonó en
la cabeza de Douglas:
<<¿Alguna vez lo ha sentido, inspector? - había dicho - ¿Ese irrefrenable deseo? Una
sed que no se sacia por mucho que se beba. Un hambre que no se calma por mucho que
se coma. Es una sensación que te abruma por completo. La quería, ¿sabe?>>, el inspector
Douglas Duncan apartó la mano con la que se había estado taponando la herida abierta,
y contempló la sangre que le goteaba entre los dedos. <<Claro que la quería. - pensó -