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El Convenio de Bahá'u'lláh

"Tan poderosa es la luz de la unidad -declara Bahá'u'lláh- que puede iluminar la


tierra entera'.1 Y añadía: ``En verdad, hemos venido a unir y fundir a todos
cuantos habitan la Tierra'.2 Bahá'u'lláh hizo de la unidad de la humanidad el tema
central y meta primera de Su Fe. Este énfasis presupone la unidad orgánica y
espiritual del conjunto entero de las naciones y señala la ``llegada a la madurez
de toda la raza humana'. 3
La evolución de la humanidad ha estado marcada por etapas progresivas de
organización social, desde la familia y la tribu, pasando por la ciudad estado
hasta la nación. El fin expreso de Bahá'u'lláh fue el de inaugurar la etapa
siguiente y última, a saber: la unidad mundial, la precursora de la Gran Paz
anunciada por las religiones del mundo. Dado que la Palabra de Dios, tal y como
ha sido revelada por Bahá'u'lláh es la fuente que da fuerzas a la unidad de la
humanidad, del mismo modo el Convenio que ha establecido se convierte en el
principio organizativo necesario para su realización.
El Convenio de Bahá'u'lláh garantiza tanto la unidad de creencia en los aspectos
fundamentales de Su Fe como la realización de esa unidad en el propio desarrollo
espiritual y social de la comunidad bahá'í. Se distingue por proporcionar la
interpretación auténtica de los textos sagrados y por poseer un sistema
autorizado de administración, en cuyo vértice se sitúa un cuerpo legislativo
elegido y capacitado para complementar las leyes reveladas por Bahá'u'lláh.
Este Convenio es el rasgo más notable de Su Revelación, pues está concebido, a
diferencia de las religiones del pasado, para preservar la unidad de toda la
humanidad mediante la actuación orgánica de un orden social sustentado en
principios espirituales. ``Tan firme y poderoso es este Convenio -afirma `Abdu'l-
Bahá- que desde el principio del tiempo hasta el presente día no hay
Dispensación religiosa que haya originado su igual'.4
La Fe Bahá'í es pues la primera religión de la historia que ha sobrevivido a su
primer siglo de existencia con su unidad firmemente asentada. ``Si no fuera por
el poder protector del Convenio que guarda el inexpugnable bastión de la Causa
de Dios -señala `Abdu'l-Bahá- en un solo día surgiría de entre los bahá'ís mil
sectas diferentes, como ya sucediera en épocas pretéritas' 5. Pero en esta
Revelación, el Convenio de Bahá'u'lláh es el imán que atrae los corazones de Sus
seguidores.
Los alcances de las disposiciones sucesorias no se agotan en el texto del
Convenio de Bahá'u'lláh. Tal y como escribió: ``El propósito de este Agraviado al
sufrir las tribulaciones y pesares, al revelar los Versos Sagrados y al demostrar
las pruebas no ha sido otro que el de sofocar la llama del odio y de la inquina,
para que el horizonte de los corazones de los hombres sea iluminado con la luz
de la concordia y alcancen la paz y la tranquilidad'.6
Abundando más en este tema, Bahá'u'lláh exhortó a los pueblos del mundo a
comportarse de una manera que eleve su estación; a abstenerse de ``la
calumnia. El insulto y cause pesar en los corazones'; a ``sujetarse a la verdad y a
la rectitud'; a reconocer que ``la religión de Dios está para el amor y la unidad', y
no para que ``se convierta en causa de disensión'; para respetar a quienes están
investidos con el poder de dirigir y gobernar, y para ``ayudar a aquellos veneros
de autoridad y fuentes de mando que están adornados con el ornamento de la
equidad y de la justicia'; para servir a todas las naciones a esforzarse por la
mejora del mundo'7
"El conflicto y las disputas han sido categóricamente prohibidos en Su Libro',
afirma bahá'í, recalcando la importancia de la armonía en las relaciones
humanas. Y en otro pasaje dirige estas palabras a Sus seguidores: ``¡Oh Siervos!
No permitáis que los instrumentos del orden se conviertan en causa de confusión
y que los medios para la unión sean motivo de discordias'8.
El Centro del Convenio
En aras de tales fines Bahá'u'lláh nombró Sucesor a Su hijo `Abdu'l-Bahá:
``Cuando el océano de Mi presencia haya menguado y el Libro de Mi Revelación
haya concluido -escribió en el Kitáb-i-Aqdas, Su Libro de Leyes- volved vuestros
rostros hacia Aquel a Quien Dios ha deseado, Quien ha brotado de esta Antigua
Raíz'9. En Su Testamento, conocido como el Libro del Convenio, Bahá'u'lláh
explica además: ``El objeto de este verso no es otro excepto la Más Poderosa
Rama [`Abdu'l-Bahá]'10.
El nombramiento concedió a `Abdu'l-Bahá autoridad como único intérprete de los
Escritos de Bahá'u'lláh y albacea de los designios de Bahá'u'lláh en todo lo
relativo al establecimiento del orden administrativo bahá'í. En Su vida personal,
así como de palabra y de obra, `Abdu'l-Bahá fue el ejemplo perfecto de las
cualidades e ideales de la vida bahá'í. La combinación de estas funciones en una
sola persona dio origen a una función desconocida en la historia religiosa: la
función de Centro del Convenio, hecho que convierte a `Abdu'l-Bahá en una
figura sin parangón en la historia.
El carácter singular de la voluntad de Bahá'u'lláh por lo que respecta a `Abdu'l-
Bahá se hace patente en varias declaraciones. Por ejemplo, en una obra conocida
como la Tabla de la Rama, Bahá'u'lláh, haciendo referencia a `Abdu'l-Bahá como
a ``este sagrado y glorioso Ser, esta Rama de Santidad', afirma: ``El bien sea
sobre quien procure Su refugio y more bajo Su sombra. Verdaderamente el brazo
de la Ley de Dios ha retoñado de esta Raíz que Dios ha implantado firmemente
en el Suelo de Su Voluntad y Cuya Rama ha sido exaltada hasta abrazar la
creación entera (…) Da gracias a Dios, oh pueblo, por su aparición; pues, en
verdad, es Él el más grande favor, y quien se aparte de Él se ha apartado de Mi
Belleza, ha repudiado Mi Prueba, y ha transgredido en contra de Mí. Él es la
fianza de Dios entre vosotros, Su encomienda dentro de vosotros, Su
manifestación para vosotros y Su aparición entre Sus Siervos favorecidos'11.
El carácter expreso del escrito por el que Bahá'u'lláh nombra a Su hijo, así como
las demás declaraciones sobre la estación de `Abdu'l-Bahá tenían como fin evitar
cualquier malentendido entre los fieles con relación a la jefatura de la comunidad
una vez que Bahá'u'lláh falleciese. Estas disposiciones de la propia Manifestación
de Dios, en sí y por sí mismas, demuestran la naturaleza excepcional de la
Revelación bahá'í.
Como sucesor de Bahá'u'lláh, `Abdu'l-Bahá se convirtió en el eje visible de
unidad alrededor del cual iba a desarrollarse la comunidad mundial bahá'í. En Su
calidad de Intérprete designado y exponente de Sus enseñanzas, `Abdu'l-Bahá
fue el ``medio incorrompible por el que la Palabra se aplicó a medidas prácticas
con que alzar una nueva civilización'. Cada una de las instituciones creadas en el
Convenio de Bahá'u'lláh fue explicada más claramente, algunas desarrolladas
con más detalle y otras fueron erigidas por el propio `Abdu'l-Bahá.
Toda la gama de enseñanzas morales de Bahá'u'lláh quedó manifiesta de forma
perfecta en la vida de `Abdu'l-Bahá. La gran diversidad de la Comunidad Bahá'í
debe mucho al gran impulso que le infundió el amor indiscriminado con que
`Abdu'l-Bahá acogía a las personas de todos los orígenes, intereses y
personalidad, así como a la manera con que Él nutrió pacientemente a los que
respondían al llamado. Bahá'u'lláh ``Lo invistió con las virtudes de perfección
personal y de conducta social a fin de que la humanidad contase con un ejemplo
que poder emular'. Para contrarrestar las fuerzas destructivas que por doquier
amenazan a la sociedad era necesario establecer un centro de unidad que
pudiera correlacionar dentro de sí los principios bahá'ís y su expresión en obras;
un centro que por la forma de conducirse fuera el ejemplo de los ideales bahá'ís
y animase a ser secundado por todas las gentes. En `Abdu'l-Bahá cabe encontrar
perfecta coherencia de pensamiento, corazón, obras y relaciones, todo ello en
expresión completa de Sus funciones como Centro del Convenio de Bahá'u'lláh.
"Él es, sobre todo y por encima de toda denominación -escribe Su nieto y
Guardián designado de la Fe Bahá'í tras citar los múltiples título que Le fueron
conferidos por Bahá'u'lláh- el Misterio de Dios'. Es ésta una expresión que el
propio Bahá'u'lláh había escogido para designarle, y que si bien en modo alguno
Le confiere la dignidad profética, es indicio del modo como en `Abdu'l-Bahá se
concilian en un todo armonioso los rasgos incompatibles de una naturaleza
humana, un conocimiento sobrehumano y la perfección'.12
Que existe un patrón divino para la administración y desarrollo de la Fe Bahá'í es
una de las ideas sustantivas del credo bahá'í, tanto como puedan serlo las
doctrinas espirituales y sociales de Bahá'u'lláh. El sistema administrativo bahá'í
es una expresión tangible del acuerdo establecido mediante Convenio entre
Bahá'u'lláh y Sus seguidores. `Abdu'l-Bahá dio especial atención al diseño del
sistema administrativo concebido por Bahá'u'lláh. En Su Testamento especificó
las responsabilidades, funciones, poderes y autoridad, particularmente los de las
instituciones llamadas a sucederle. De este modo proporcionaba continuidad y
unidad a la Fe Baha'í. Las dos instituciones gemelas situadas en el vértice del
orden administrativo eran la Guardianía y la Casa Universal de Justicia.
Al igual que Él había sido el Centro del Convenio y el Sucesor designado de
Bahá'u'lláh, `Abdu'l-Bahá nombró Guardián de la Fe a Su nieto Shoghi Effendi.
``Puesto que es Él, después de `Abdu'l-Bahá, el Guardián de la Causa de Dios (…
) y los amados del Señor deben obedecerle y volverse hacia Él', así reza el texto
explícito del Testamento de `Abdu'l-Bahá.13 El Guardián recibió el papel de
intérprete autoritativo así como el encargo de expandir la Comunidad Bahá'í a
tenor de las directrices promulgadas por Bahá'u'lláh y explicadas por `Abdu'l-
Bahá. En palabras de un escritor: ``Con el nombramiento del Guardián de la
Causa Bahá'í, `Abdu'l-Bahá creó una cabeza ejecutiva y un centro dotado de un
carácter sacro indiscutido y de la capacidad necesaria para la inmensa tarea de
hacer avanzar la Comunidad Bahá'í por el camino de servicio a la humanidad que
le estaba reservado (…)'14.
El Testamento autorizaba asimismo a Shoghi Effendi a nombrar, como institución
Auxiliar suya, a Las Manos de la Causa de Dios, quienes debían dedicar especial
atención a la propagación y protección de la Fe. ``Este cuerpo de Manos de la
Causa -escribió `Abdu'l-Bahá- se halla bajo la dirección del Guardián de la Causa
de Dios. Continuamente debe encarecerles a esforzarse y afanarse al límite de
sus capacidades por difundir las dulces fragancias de Dios, y por guiar a todos
los pueblos del mundo, pues es Él la luz de Guía Divina que causa que el
universo sea iluminado'15.
Una de las principales metas divinas fue la de desarrollar la comunidad al punto
en que ésta pudiera sostener el establecimiento de la Casa Universal de Justicia,
el consejo internacional electo que Bahá'u'lláh dispuso. Más adelante, `Abdu'l-
Bahá, mediante Su Testamento, había mostrado el modo como sus metas y fines
complementaban a las de la Guardianía.
Aludiendo a las funciones complementarias y a la autoridad de estos dos
sucesores gemelos, `Abdu'l-Bahá escribió: ``La sagrada y juvenil rama, el
Guardián de la Causa de Dios así como la Casa Universal de Justicia, que ha de
ser elegida y establecida universalmente, se hallan ambas bajo el cuidado y
protección de la Belleza de Abhá (Bahá'u'lláh), bajo el abrigo y la guía infalible de
Su Santidad el Exaltado (el Báb). Cualquier cosa que decidan es de Dios.
Quienquiera que les obedezca, ni les obedece ni obedece a Dios; quienquiera
que se rebela contra él y contra ellos se ha rebelado contra Dios; quienquiera
que se enfrenta a él, se enfrenta a Dios; quienquiera que disputa con ellos
disputa contra Dios'.16
Durante los treinta y seis años del ministerio del Guardián, la comunidad bahá'í
permaneció unida, creció rápidamente y se esparció por grandes regiones del
globo para erigir de forma gradual las instituciones locales, nacionales e
internacionales que constituyen el orden administrativo bahá'í. A su tiempo las
condiciones necesarias para el establecimiento de la Casa Universal de Justicia se
vieron cumplidas, cinco años y medio después de que en 1957 falleciera Shoghi
Effendi.
En Su Testamento `Abdu'l-Bahá definió las tareas de la Casa Universal de Justicia
y especificó que las Casas Secundarias de Justicia (temporalmente conocidas
como Asambleas Espirituales Nacionales) deben instituirse en todos los países,
de modo que sus miembros elijan a la Casa Universal de Justicia. La primera
elección de esta institución tuvo lugar en 1963, a cargo de los miembros de 56
Asambleas Espirituales Nacionales. El hecho marcó una nueva andadura en la
evolución del orden administrativo; y fue la primera vez en que un órgano de
gobierno de carácter internacional era elegido como resultado de una elección
democrática exenta de campañas y nominaciones, con arreglo al método bahá'í
de elección. Desde entonces el número de Asambleas Espirituales Nacionales se
ha triplicado.
Sobre las tareas de los miembros de la Casa Universal de Justicia, escribió
`Abdu'l-Bahá: ``Incumbe a estos miembros reunirse en cierto lugar y deliberar
sobre todos los problemas que hayan provocado diferencias, cuestiones que
sean oscuras y asuntos que no estén expresamente registrados en el Libro.
Cualquier cosa que decidan tiene el mismo efecto que el del propio Texto. Y
puesto que esta Casa de Justicia posee el poder de promulgar leyes que no estén
expresamente registradas en el Libro y que guarden relación con las
transacciones cotidianas, asimismo posee el poder de revocarlas'17.
La Casa Universal de Justicia llega a sus decisiones a través de la Consulta, un
proceso definido de forma singular por Bahá'u'lláh y que es parte esencial en la
existencia del orden administrativo. La consulta es el método por el que en todo
el mundo bahá'í se mantiene la unidad en la conducción de los asuntos de la
Comunidad.
Así, mediante lo dispuesto por Bahá'u'lláh y lo ampliado por `Abdu'l-Bahá, el
Convenio ha permanecido y permanece inviolado; el canal de la guía divina, el
cual proporciona flexibilidad en todos los asuntos de la humanidad, ha quedado
abierto durante la etapa de `Abdu'l-Bahá, la de Shoghi Effendi y, con
posterioridad, desde la elección de la Casa Universal de Justicia, institución
fundada por Bahá'u'lláh y por Él dotada de autoridad suprema y guía infalible,
institución de la que `Abdu'l-Bahá ha escrito: "Todas las cosas deben remitirse a
este cuerpo'.
El carácter completo del Convenio se evidencia en dichas disposiciones. Las
instituciones internacionales, nacionales y locales del orden administrativo
proporcionan puntos de unidad en torno a los cuales gira la propia comunidad
bahá'í. Una característica ilustrativa de ello es la siguiente afirmación de Shoghi
Effendi:
Y ahora, al mirar al futuro, confío en ver que los amigos de todos los países, de
todas las formas de pensar y de ser, se reúnan de buen grado y con júbilo en
torno a sus centros locales y, especialmente, nacionales, para así poder
promover sus intereses con una armonía completa, una comprensión cabal, un
fervor auténtico y una fuerza inquebrantable. Tal es en verdad el único gozo y
aspiración de mi vida, pues ahí reside la fuente de la que han de manar las
bendiciones venideras y sobre cuyos cimientos ha de descansar la seguridad del
Edificio Divino.18
Tales puntos de encuentro comunitario poseen, independientemente de su nivel,
una naturaleza interactiva y mutuamente solidaria; operan en una relación
similar a la de los círculos concéntricos, todos ellos centrados en el eje
indispensable del Convenio de Bahá'u'lláh.
Shoghi Effendi expresó este punto de vista sobre el Convenio en una carta escrita
en su nombre por su secretaria:
En cuanto al significado del Convenio bahá'í, el Guardián considera que existen
dos formas de Convenio, ambas expresamente mencionadas en los escritos de la
Causa. El primero es el Convenio que todo Profeta realiza con la humanidad o, de
forma más definida, con Su pueblo, Convenio por el que habrán de aceptar y
seguir a la Manifestación venidera que sea la reaparición de Su realidad
[Bahá'u'lláh afirma que la próxima Manifestación vendrá después de un período
no inferior a mil años]. La segunda forma es la propia del Convenio realizado por
Bahá'u'lláh para que aceptasen al Maestro [`Abdu'l-Bahá]. Con ello se estable y
refuerza meramente la sucesión de las Luces que aparecen después de cada
Manifestación. Bajo esta misma categoría se incluye el Convenio que hizo el
Maestro con los bahá´'ís a fin de que, tras Su muerte, aceptasen éstos Su
administración (…)19
Durante el pasado siglo la esfera de unidad abarcada por el Convenio de
Bahá'u'lláh ha continuado ampliándose a medida que la comunidad bahá'í ha
crecido y se ha difundido por todo el orbe. Hoy, 150 años después del nacimiento
de la Revelación bahá'í, millones de seguidores de cientos de países y territorios
del mundo permanecen unidos gracias a las disposiciones del Convenio de
Bahá'u'lláh.
Nuestro Convenio con Bahá'u'lláh
Un Convenio entraña un acuerdo solemne entre dos partes. Tal y como
advertíamos más arriba, el papel de Bahá'u'lláh en este Convenio consiste en
darnos enseñanzas que transformen nuestras condiciones externas e internas de
vida en la tierra, proporcionarnos un intérprete autorizado que nos ayude a evitar
incomprensiones con respecto a la Voluntad de Dios y que nos dé orientaciones
para establecer las instituciones que proseguirán la meta de lograr la unidad. El
Convenio de Bahá'u'lláh nos afecta en todos los niveles de nuestro ser: desde
nuestras organizaciones sociales a nuestras vidas personales.
Como personas tenemos la responsabilidad de guardar las leyes que Dios nos ha
dado para salvaguarda de nuestra dignidad y para facultarnos como a los seres
nobles que nos creó: para rezar, meditar, leer los Escritos Sagrados; para ayunar,
llevar una vida casta y ser honrados. Nuestra responsabilidad es mostrarnos
amor recíproco, por imperfectos que seamos; es nuestra obligación amar y
obedecer a las instituciones que Bahá'u'lláh creó. En la medida en que no
obremos así, no nos abriremos a los beneficios que nos reporta el Convenio de
Bahá'u'lláh.
En una llamativa colección de escritos éticos denominada Las palabras ocultas,
Bahá'u'lláh escribió, adoptando la voz de la divinidad: ``Amame, para que pueda
amarte. Si tú no me amas, Mi amor jamás podrá llegar a ti. Sabelo, Oh siervo'.
Este breve pasaje resume la esencia del Convenio y de nuestra responsabilidad.
Muestra el amor permanente del Creador así como nuestra libertad para escoger
amarle (junto con las consecuencias de esa elección).
Un poder universal y transformador
La Comunidad Bahá'í atraviesa actualmente la primera etapa de florecimiento de
la autoridad que Bahá'u'lláh implantó en los asuntos humanos mediante el
establecimiento de Su Convenio y el nombramiento de `Abdu'l-Bahá como Centro
del mismo. Esta autoridad, que es expresión del amor de Dios, posee el poder, a
nivel de la persona, de cautivar a los corazones y de transformar el carácter. Nos
proporciona un código de conducta que es motor de progreso social. A nivel
comunitario, la amorosa autoridad que late en el centro de la Fe ayuda a moldear
las relaciones sociales. Nos guía a manifestar un amor refinado y a mantener la
unidad en nuestro trato mutuo. A nivel institucional, el Convenio nos da canales
administrativos a través d ellos cuales fluye el amor y define nuestra relación con
esas instituciones. El poder transformador del Convenio expresa el rasgo esencial
del Orden Mundial de Bahá'u'lláh, apreciado por Él por encima de todo: ``Lo más
amado de todo ante Mi vista es la Justicia'.
Al paso que la humanidad alcanza su madurez, los pueblos del mundo despiertan
a la conciencia de su unidad y a la visión de una tierra compuesta por una sola
humanidad. La autoridad espiritual del Convenio de Bahá'u'lláh suministra el
armazón necesario para superar y curar las diferencias del pasado, sean
motivadas por la raza, la clase o el credo, y establece una nueva clase de
relación entre nosotros y nuestro Creador. Gracias a estas dádivas divinas
salimos moralmente capacitados para construir, por vez primera en la historia,
una sociedad global unificada.

`Abdu'l-Bahá, el Centro del Convenio

1. Gleanings from the Writings of Bahá'u'lláh (Wilemette: Bahá'í Publishing


Trust, 1983), p.288.
2. Bahá'u'lláh, Epistle to the Son of the Wolf (Wilmette: Bahá'í Publishing
Trust, 1988), p.24.
3. Shoghi Effendi, The Promised Day is Come (Wilmette: Bahá'í Publishing
Trust, 1980), p.117.
4. Shoghi Effendi, The World Order of Bahá'u'lláh: Selected Letters (Wilmette:
Bahá'í Publishing Trust, 1991) p. 136.
5. Bahá'í World Faith, Selected Writings of Bahá'u'lláh and ` Abdu'l-Bahá, 2ª
ed. (Wilmette: Bahá'í Publishing Trust, 1956), pp.357-358).
6. Bahá'u'lláh, Kitáb-i-Ahd in Tablets of Bahá'u'lláh Revealed After the Kitáb-i-
Aqdas (Wilmette: Bahá'í Publishing Trust, 1995), p. 219.
7. Ibídem.
8. Ibíd, p. 222.
9. Bahá'u'lláh, The Kitáb-i-Aqdas: The Most Holy Book (Haifa: Bahá'í World
Centre, 1992), párrafo 121.
10.Kitábi-Ahd, p. 221.
11.The World Order of Bahá'u'lláh, p. 135.
12. Ibídem.
13.Will and Testament of `Abdu'l-Bahá (Wilmette: Bahá'í Publishing Trust,
1971), p.25.
14.Horace Holley, Introduction to Shoghi Effendi, Bahá'í Administration:
Selected Messages 1922-1932 (Wilmette: Bahá'í Publishing Trust, 1974),
p.viii.
15.Will and Testament of `Abdu'l-Bahá, p.13.
16. Ibídem, p.11.
17.Ibíd, p.20.
18.Bahá'í Administration, p.67.
19. De una carta del Guardián dirigida a un creyente, 21 de octubre 1932.

http://info.bahai.org/spanish/covenant-of-bahaullah.html

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