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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ Y LA CONFORMACIÓN DE LA

“IDENTIDAD FEMENINA” EN NUESTRO PAÍS.


Por: Ángel Alonso Salas.
iberoangina@yahoo.com.mx

Hombres necios que acusáis


a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.
Sor Juana Inés de la Cruz.

Sin duda uno de los textos que son claves para entender el movimiento feminista es El
Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, quien inicia el apartado de la reflexión sobre “la
infancia de mujer”, con la siguiente frase: “no se nace mujer: llega una a serlo”1, es
decir, la mujer no nace, se hace. Y como podemos constatar, dicha frase es totalmente
cierta. El “ser mujer” no es una cuestión de estar conformada por un par de
cromosomas, sino que va más allá de la fisionomía del cuerpo, pues tiene que ver con
una serie de roles y estereotipos que se le han impuesto al “sexo femenino”. Ahora bien,
si analizamos la situación de nuestro país, de cepa machista, que obstaculiza e impide al
sexo femenino, ocupar el lugar al que pueden acceder en la tan trillada “equidad de
género”. Por tal motivo, quiero compartirles una breve reflexión acerca de una de las
mujeres que han marcado una pauta en la historia de nuestro pensamiento, y tal es el
caso de Sor Juana Inés de la Cruz.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el evento en el que estamos reunidos? La
respuesta es sencilla: la conformación de la identidad, la creación del “ser mujer” es una
cuestión en la que la sociedad, los mass media, las costumbres, los roles y los
estereotipos que día a día se fomentan, han plasmado en nuestro inconsciente e
imaginario colectivo, aquello que ha hecho a la mujer ser mujer. Con esto no quiero
decir que todas las mujeres sean así o que esto es una realidad absoluta en nuestro país,
sino que podríamos entender desde la filosofía ciertos aspectos que a mi parecer están
entre las variables de la conformación de la identidad de nuestra nación.

Recordemos algunas de las mujeres que han trascendido en la historia de nuestra


nación o a figuras que destacan en nuestro ámbito local, así como la identificación que
cualquier sujeto asociaría con los siguientes nombres. Tenemos a la Malinche (la

1 Simone de Beauvoir, El segundo sexo. 10ª reimp. Traducción de Pablo Palant. México, D.F.: Alianza
Editorial, 1999, p. 15
traidora); a Coatlicue (la Terrible Madre Tierra y Madre de Huitzilopochtli); a
Tonantzin-Guadalupe (la “virgencita”, Reina de México y patrona de las Américas); a la
“Llorona” (un alma femenina en pena que busca a sus hijos); a Josefa Ortiz de
Domínguez (la conspiradora), a Sor Juana Inés de la Cruz (una especie de “machorra”
que tuvo que hacerse pasar por hombre para entrar a la Universidad); a María Félix (la
diva); a Frida Kahlo (una mujer que no dejaba de sufrir y que pintaba sus traumas); a “la
Tigresa”, (un ente oportunista y usurpador); a Ana Gabriela Guevara o Lorena Ochoa
(máximas estrellas del deporte de nuestra nación); la Chilindrina (la mujer más famosa
según estudios argentinos); a Salma Hayek, Paulina Rubio o Thalía, (famosas por
casarse con extranjeros con fortuna), a la “Chupitos” (máxima denigración del sexo
femenino), etc. Tristemente, estos nombres que se han mencionado (y muchos ejemplos
más que se dejaron de lado) de alguna u otra forma, se convierten en “pseudo-
símbolos”, en “íconos” o en “personajes célebres” que para bien o para mal, conforman
las “opciones existenciales”, “estereotipos” o “paradigmas” del ser mexicano.

Sin embargo, existe una paradoja, pues a pesar de la denigración hacia el sexo
femenino, hay una gran veneración a la figura materna. Basta recordar el excelente
análisis que hace Octavio Paz en El laberinto de la soledad referente a la noción de “la
Madre”, que representa las dos caras de una misma moneda: la Virgen (principio y valor
supremo del mexicano, en su variantes de divinidad suprema o de aquella figura que es
la cabeza y motor de la familia) y la Chingada (la mujer violada, la cosificación del Ser,
la Malinche y traicionera), tácitamente presentes en la vida del mexicano y
explícitamente ausentes en la Historia de nuestra nación. Basta mencionar el nuevo libro
de Historia de México presentado hace algunas semanas por Felipe Calderón, en el que
solamente se hace mención de dos personajes femeninos significativos en la historia del
país, a saber, Isabel Moctezuma y Sor Juana Inés de la Cruz, además de alusiones a las
mujeres del Campo, a las “chinas poblanas” y de algunas virreinas o duquesas, lo cual
lleva al desconocimiento y falta de reconocimiento de las aportaciones de mujeres que
han sido claves en la conformación de la identidad de nuestra nación, y tal es el caso de
Sor Juana, quien más allá de ser recordada por aparecer en un billete de 200 pesos,
deberían meditarse las poesías, obras de teatro, sonetos y prosa que nuestra “décima
musa” llevó a cabo y que podrían constituirse en vertientes de reflexión feminista,
literaria y filosófica, con un sello de nuestro contexto e identidad mestiza.

Hecho este preámbulo, podremos entonces analizar la figura de Sor Juana Inés
de la Cruz (1651-1695), conocida como la “Décima musa” o “El Fénix de México”. Su
nombre oficial era Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana. Nació el 12 de noviembre
de 1651 en San Miguel Nepantla y fue bautizada con el nombre de Juana Inés el 2 de
diciembre en Chimalhuacán. De niña jugaba con las nanas y con niños mestizos y
mulatos de la hacienda de su abuelo, lugar en el que se pudo acercar al mundo de las
ciencias y las letras. Cuando tenía tres años de edad pidió aprender a leer y escribir, y lo
logró a los seis años, lo cual emocionó tanto a la niña que le pidió a su madre que
cuando fuera mayor la enviase a la Universidad disfrazada de hombre para poder ser
admitida. A los 16 años entró a la orden de los Carmelitas y posteriormente estuvo en el
convento de San Jerónimo (hoy Universidad del Claustro de Sor Juana). Escribió
infinidad de sonetos, epístolas, romances, obras de teatro y en prosa, siendo la de mayor
importancia filosófica la conocida como “El primer Sueño” y la “Respuesta a Filotea de
la Cruz”. La época de Sor Juana, el siglo XVII, es un siglo secularizado, evasivo y con
dudas, que “está lleno de esos hombres y mujeres, casi siempre criollos, que buscaron
en la soledad y apartamiento del claustro un lugar para sus estudios y meditaciones” 2, y,
Sor Juana, al adquirir los hábitos, pudo acercarse a lo que más deseaba: el estudio de las
ciencias y de los textos místicos y filosóficos. Y, a pesar de que Juana Inés pudo haber
contraído matrimonio y cumplir con el “rol” de la mujer de la época, a saber, casarse,
concebir y cuidar hijos, así como al esposo y al hogar, ella decidió seguir un camino
inusual, renunciar al estereotipo y patrón del “ser mujer” de la época y consagrarse al
estudio (labor destinada exclusivamente al varón). Semejante a Marcela en El Quijote,
Sor Juana, decidió hacer lo que ella quería y deseaba, no lo que se esperaba de ella. De
esta forma, a pesar de estar en una condición “aventajada” al ser criolla, soltera,
hermosa, joven, sabia e inteligente, decide ingresar al convento, debido a que «era lo
menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad
que deseaba mi salvación»”3, dice Sor Juana para poder entregarse al estudio de las
Letras y de la Ciencia. Y destacó tanto en estos ámbitos, que tenía una gran biblioteca,
artefactos científicos y se hizo famosa por ser una de las mujeres más sabias e instruidas
del mundo.

Ahora bien, en lo referente a su obra, es importante recordar el contexto de la


época y los modelos que ella tomó. En lo que respecta al momento del Barroco,
debemos recordar que la “cortesía, refinamiento y galantería son las características

2 Sor Juana Inés de la Cruz. Florilegios. Selección y prólogo de Elías Trabulse. México: Promexa
Editores, 1979, pp. XVIII-XIX

3 Ibid., p. XVIII.
determinantes de esta poesía de circunstancias a la que el mundo literario del barroco
era tan afecto”4, así como también en esa época, la influencia del Barroquismo y del
Gongorismo, llevaban al poeta a demostrar al poeta o al escritor cuántos conocimientos
tenían acerca de la mitología. También debemos recordar que sus obras tienen como
modelo fundamental a Calderón de la Barca y que escribe al estilo de su amigo Carlos
de Sigüenza y Góngora. Veamos algunos de sus fragmentos de El primer sueño, que es
uno de los escritos que hace por voluntad y convicción propia, y que fue escrito antes de
la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691), seudónimo del Obispo de Puebla, Manuel
Fernández de Santa Cruz.

[…] El sueño todo, en fin, lo poseía;


todo, en fin, el silencio lo ocupaba:
aun el ladrón dormía;
aun el amante no se desvelaba.

El conticinio casi ya pasando


iba, y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
― y no sólo oprimidos
del afán ponderoso
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también (que también cansa
objeto continuado a los sentidos
aun siendo deleitoso:
que la Naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya el ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo) ―;
así, pues, de profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tienen ordinario
― trabajo, en fin pero trabajo amado,
si hay amable trabajo ―,
si privados no, al menos suspendidos,
y cediendo al retrato del contrario
de la vida, que ― lentamente armado ―
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo,
sin que hay distintivo
que el sayal de la púrpura discierna:
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por exentas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara,

4 Ibid., p. XXIII.
hasta que la pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
― como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte ― Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.

El alma, pues, suspensa


del exterior gobierno ― en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado ―,
solamente dispensa
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el del reloj humano
vital volante que, si no con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento5.

Es importante destacar que Sor Juana es la primera figura intelectual de México que se
inclina a la teología positiva (que consistía en ayudarse de todas las ciencias, una
especie de primer análisis interdisciplinario, mientras que Vieira, el teólogo portugués,
con quien tuvo la famosa disputa, seguía la teología especulatio), aunque no la
nombraba positiva por temor a la Inquisición. Sor Juana sigue la teología positiva en
este primer Sueño, en donde se hacen continuas metáforas sobre la mitología griega y
romana, así como también hay un marcado “gongorismo” que consiste en la utilización
de conceptos sumamente rebuscados. Y en lo que se refiere a los fragmentos leídos con
antelación, podremos percatarnos de dos aspectos de suma importancia para nuestra
poeta. En primer lugar, que su poesía y estética es capaz de transmitir de manera
sumamente expresiva y eficaz el amor por la sabiduría, la ansiada búsqueda de
conocimiento o de su daimón interno, ese asombro de su espíritu que se respira y lee a
lo largo de su obra, a partir del cual genera un bello diálogo con una excelente e
implacable composición poética. Y en segundo lugar, la estructura del sueño es
magnánima. Dicho con las palabras de Octavio Paz,

5 Ibid., pp. 409-411.


[…] es una silva de novecientos setenta y cinco versos. Esta forma poética
(combinación de versos de once y siete sílabas, rimados irregularmente) es a un
tiempo estricta y suelta. El poema fluye sin interrupciones ni divisiones fijas: un
verdadero discurso. El ritmo es lento aunque en algunos pasajes, según lo pide el
texto, se adelanta o se demora. Cada vez que hay un cambio de rumbo o de asunto,
la autora tiende puentes verbales para hacer menos brusca la transición […] El
poema sucede en el espacio de una noche y sus cambios son análogos a las
insensibles variaciones de la sombra, la luz y la temperatura, de la caída del Sol a
su aparición por el Oriente […] A lo largo del poema combaten, no de una manera
explícita sino tácita, dos series de oposiciones: la noche y el día, el cuerpo y el
alma. Sus relaciones, a veces tajantes y otras veladas, constituyen lo que podría
llamarse la substancia del poema6.

La obra de Sor Juana se caracteriza por el planteamiento de tesis filosóficas en


metáforas poéticas, ya que le preocupa el problema del conocimiento filosófico y en
especial, el método para conocer filosóficamente al mundo. Debemos recordar que
nuestra Décima Musa conocía el método escolástico (basado en la lógica y categorías
aristotélicas) y que había leído las obras de los filósofos griegos y romanos, el Corpus
Hermético (escritos egipcios que estudiaban en el templo de Thor), así como a
Descartes y Francis Bacon, por mencionar algunos.

Una de las mayores contribuciones y enseñanzas que nos deja Sor Juana,
consiste en que a lo largo del primer sueño, se hace mención del sueño de su alma, es
decir, el alma de Sor Juana se contempla a sí misma, liberada del cuerpo. Su alma mira
desde lo más alto de un monte contemplando todo y queriendo explicar aquellos que
percibe. Sin embargo, su alma cae en una gran desilusión porque se da cuenta de que no
puede entender todo el mundo fenoménico. Recordemos que “de sus páginas se
desprendía la idea de que el cosmos estaba lleno de poderes mágicos cuyos secretos se
manifestaban a muy pocas personas; sólo a aquellas que estuvieran dispuestas a mirar
más allá de las apariencias fenoménicas. El estudioso de la naturaleza era un asceta
solitario, que indagaba lo oculto, que buscaba concordancias y armonías celestes, y que
empleaba palabras de «misterio» y «secreto» para explicar las maravillas de un cosmos
en movimiento”7.

Finalmente, podemos reflexionar acerca del angustioso juego filosófico que


describe Sor Juana a lo largo de su obra, y que consiste en ordenar racionalmente el
mundo. Dicho con otras palabras, pretende racionalizar el mundo a través de la poesía,

6 Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Barcelona: Seix Barral, 1982, p. 483.

7 Sor Juana, Op. Cit., p. XXX.


aspecto que no se había contemplado en su época y que podría ser considerado como
uno de los aspectos precursores de la modernidad. Esto a pesar de que uno de los
enigmas que están alrededor de la vida de Sor Juana, sea el hecho de que en la cima de
su madurez intelectual y de su fama abandonara las ciencias y las letras para siempre.

Veamos una poesía de Sor Juana en la que podemos encontrar un profundo


conocimiento de las corrientes pesimistas filosóficas, así como de una profunda
impresión del estoicismo y de las enseñanzas de los ejercicios espirituales de San
Ignacio.

Finjamos que soy feliz,


triste Pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario:

que pues sólo en la aprehensión


dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.

Todo el mundo es opiniones


de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro,
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo


lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura


al elegre de liviano;
y el que está alegre, se burla
de ver al triste penando.

Los dos Filósofos Griegos


bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado;

antes, en sus dos banderas


el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa


sólo es digno el mundo vario;
y otro, que con sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba


y razón en que fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;


y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado8.

Y así como iniciamos esta ponencia haciendo referencia a la reivindicación que debe
tener la mujer en nuestra nación, acudamos a dos argumentaciones que la misma Sor
Juana hace en referencia a la valía y significación de la mujer del siglo XVII, que dicho
de paso, serían una “cachetada con guante blanco” de nuestra musa a la penosa tradición
machista de nuestra época. La famosa Sátira filosófica de Sor Juana dice así:

Hombres necios que acusáis


a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual


solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo


de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,


hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro


que el que, falto de consejo,

8 Sor Juana. Romance Filosófico y amoroso, número 2. Op. Cit., pp. 5-7
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén


tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana;


pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis


que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada


la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena


que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejáos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas


a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido


en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,


aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis


de la culpa que tenéis?
queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo


que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo9.

Y finalmente, recordemos que en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, defiende la


posición de la mujer. Lleva a cabo una defensa de la mujer, misma que debe estudiar
para enseñar a otras mujeres.

BIBLIOGRAFÍA:

- De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. 10ª reimp. Traducción de Pablo Palant.


México, D.F.: Alianza Editorial, 1999.

- De la Cruz, Juana Inés. Florilegios. Selección y prólogo de Elías Trabulse. México,


D.F.: Promexa Editores, 1979.

- Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Barcelona: Seix Barral,
1982.

- Peña, Margarita (comp.) Cuadernos de Sor Juana. Sor Juana Inés de la Cruz y el
Siglo XVII. Prólogo de Margarita Peña. México, D.F.: Difusión Cultural. Dirección de
Literatura, UNAM, 1995.

- Von Wobeser, Gisela (coord.) Historia de México. México, D.F.: FCE, 2010.

9 Ibid., pp. 281-283.

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