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LAS HACIENDAS LIMEÑAS ENTRE I77gY 1775

Ileana Vegas de Cáceres


Dentro de la historiografía colonial peruana y rnás concretamente en el área de la
historia económica y social, el tema de la hacienda6s sigue suscitando atención. No
obstante los muchos trabajos sobre el tema, entre los que podemos citar como ejemplo
los de Mace¡a (1966), Keith (1968) para chancayj Burga (1976) para saña y Jeque,
tepeque; Ramírez Horton (1974) para Lambayeque o Glave y Remy (19g3) sobre
ollantaytambo, falta mucho por investigar. Tal es el caso de los valles de Lima y sus
haciendas, de las que poco se conoce, salvo el caso de las jesuitas, a través de
los
aportes de Macera (1966); Cushner (1980) o Aljovin (1998).
B por ello, que en forma más amplia de co¡no lo hiciérarnos en 1994, en el pri-
mer coloquio de Historia de Lima, que organizara la Bcuela Académica de Historia
de la Universidad Nacional Mayor de san Marcos y la secretaría de Educación y
cul-
tura de la Municipalidad de Lima Metropolitana, hemos querido adelantar aqui
un re-
sumen de algunos aspectos del habajo que con el título Estructura de la propiedad
Rural en los vallee de Lima: Economía y sociedad en el ultimo Tercio del
siglo xVIII66, presentaramos, en 1993, con er fin de optar el grado de Licenciatura,
en la Ponüficia universidad católica del perú, y que se encuentra en vías
de ser publi-
cado por la misma universidad.
Para llevar a cabo la investigación y con el fin de conocer los mecanismos
eco_
nómicos y sociales relativos a las haciendas limeñas del siglo XVIII, conside¡amos
de
interés analizar el llamado Pleito de Labradores de Lima67, *lio.o y
singular documen_
to que registra el litigio promovido por este gremio en el último tercio
dá ese siglo. Do_
cumento fundamental para nuesho estudio que en síntesis, exponemos.
El legajo del Pleito que contiene más de mil fojas, ha sidt parcialmente
habajado
(céspedes del castillo, 1946; Febres Mllaroel, 1964; Ramos pérá2,
1967;Rodríguez M-
cente, E., 1968; Maticorena, J-976;p&ez cantó,19gb; poroni, 19g7).
otros eshrdiosos
(Flores Galindo, 1984; Rizo Pahón, 1989) utilizaron datos
extraídos de la publicación
de Maticorena que contiene la relación, correspondiente al año de 17g0,
de las ha-
ciendas limeñas, la nómina de los propietarios y arrendatarios,
las cantidades de su
producción y los impuestos que estos debían pagar.
, Bte documento, que nos recuerda por su contenido a las Visitas coloniales de or-
den fiscal, incluye los antecedentes de la reforma de la alcabala y el pleito
mismo. Tales
antecedentes comprenden los años 1773 a 1778.

Hemos utilizado indist¡ntamenle el término "hacielrda,' o ,'chacra,, corrro


designación de ur¡a
unidad rural del siglo XVIII, tanto para ra pequeña, mediana o gran propiecraJy
sin distinción
del tipo de producción. Igualmente, designamos como
"hacendados', o 'iabraclores,,, a los pro-
pietarios o arrendatarios de una unidad agrícola.
Tesis de Licenciatt¡ra en Historia de la autora, en la Fonlificia
Universidad Católica del furú,
1993.
Pleito de l-abradores de Lima, Archivo FJistórico de Madrid, Sección
co^sejo de r.dias,
Legajo 20300.

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EL ORíGEN DEL PLEITO
Siguiendo el espíritu de las reformas borbónicas que se intensificaron con Carlos
III, orientadas principalmente hacia el refor¿amiento del poder central y la reorganiza-
ción fiscal y administrativa, el Mrrey Amat, en 1773, estableció la Aduana de Lima. Bta
tenía a su cargo, entre otros, la administración del cabezón de alcabala que había sido
elevado por acuerdo de la Real Junta de Encabezonamiento al 47o, no obstante que,
según decían los hacendados limeños, siempre habían pagado el 2Vo, equivalente a
2,295 pesos, sobre la venta de los productos de sus chacras.
A fin de calcular.el nuevo monto que debían pagar a partir del año de 7773, la
Junta comisionó a[ Adminístrador de Aduanas, Gabriel Joséf de Arias, para que tomase
declaración a los hacendados, tanto propietarios como anendatarios. fuias concluyó
que e[ cálculo total de los frutos en dicho año equivalía a 405,069 pesos y 1 real. La al-
cabala que les correspondía paga¡ por lo tanto, era de t6,2O2 pesos y 6 reales. Dadas
las quejas del Gremio, esta suma les fue rebajada a 14,000 pesos.
En 1776, a raíz del nombramiento de José de Gálvez como Ministro de Indias,
fue enviado al Perú, en calidad de Visitador, José Antonio de Areche. Fiel a las
instrucciones recibidas,y entre otros cambios, reajustó las tasas e impuestos, entre
los que se comprendía la alcabala que fue elevada al 67o, de acuerdo a la Real
Cédula de ese mismo año, que equivalía a24,304 pesos, la que mediante rebaja,
quedó en 21,000 pesos. En 1780, la Contaduría General emitió una segunda li-
quidación, según la cual hasta junio de 1777, los hacendados deberían pagar las
alcabala a razón de| 4Vo.
La deuda, acumulada por 4 712 años, equivalía a 63,000 pesos. De éstos, los ha-
cendados pagaron a cuenta 15,187 pesos, reduciendo asílo adeudado a 47,821 pesos
y 7/2 real. A partir de julio de 1777, hasta diciembre de 7779, correspondía la alcabala
aI6Yo, por Ia cantidad de 52,500 pesos. For todo ello, se desprendía que a diciembre de
1779, la deuda total ascendía a l}0,77l pesos y 213 de real, incluídos aquí 2159 pesos y
718 de real, por chacras áridas o no habilitadas, las que fuias había incluído a pesar que
no les correspondía pago. El total obtenido de la rebaja, hasta entonces, era de 27,473
pesos.
No obstante lo anterior, los hacendados protestaron pidiendo la eliminación
del encabezonamiento al 67". Aquellos que no habían cancelado [o adeudado, se
abstuvieron de hacerlo, anunciando que recurrirían al Rey para lo que solicitaron
testimonlo de lo actuado. En 1780, el Virrey Guirio¡ en su apoyo, elevó las quejas
al Rey. Seguidamente, la Contadurla General emltió una nueva liquidación, a
marzo de 1781, en la cual la deuda acumulada ascendía a 117,181 pesos y 4 3/8
de real.
En 1781, Areche, en concordancia con la Real Junta de Cabezones, consintió
en reducir a 10,000 pesos el pago total anual de alcabala propuesto por los ha-
cendados para los años de 1773 a 1781, dando plazo para que pagasen hasta
octubre de1782,lo que continuaría así, hasta que cancelaran el total de la deuda.
Quedaron comprendidas en este cabezón, además de las chacras, las huertas cuya
contribución sería relativa a lo que los hacendados introdujesen en la ciudad, con-
sumieran o vendieran en ellas. Para e[ prorrateo y señalamiento de lo que a cada
uno correspondería en el cumplimiento de los 10,000 pesos, se permitía al Gremio
la intervención de sus Diputados. De no pagar, se hipotecarían la chacras y que-
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darían sujetos al pago del cabezón al 6%. Mientras tanto, los hacendados conti-
nuaron a la espera de que el Rey acogiera sus peticiones y determinara la vuelta
al antiguo cabezón.
. En1782, a pedido del Rey, A¡eche elevó un informe, sometiendo lo actuado
a consideración de la Corona. Dicho informe, por acuerdo del Consejo de Indias,
se t¡asladó a la Contaduría General, la que en 1785, entre otras cosas, consideró
que todo el asunto de la alcabala había sido llevado con "gran obscuridad" dificul-
tando hacer justicia sin perjudicar al Rey y a los hacendados. Los autos, entonces,
se remitie¡on a la Real Hacienda de Lima, para que con audiencia de los intere-
sados y el Fiscal, se procediese al arreglo del encabezonamiento. En abril del
mismo año, el Fiscal opinó que "las operaciones del Comisionado Arlas, fueron
inexactas y que las determinaciones de Areche y de la Junta de Cabezones no
fueron uniformes y sí muy opuestas", lo que hacía necesario practicar nuevas
justificaciones por períodos quinquenales a fin de aclarar la cont¡ibución que de-
berían pagar los hacendados en el futu¡o. Mientras tanto seguiría vigente el con-
venio de Areche con el Gremio.
En noüembre de 1785, el Rey resolvió aceptar la determinación del Consejo. Por
úlümo, en febrero de '1786, el Fiscal ordenó que se ejecutase lo determinado por el
Consejo, de acuerdo a la sentencia del 19 de setiembre de 1785, de conformldad con
su Majestad y con la solicitud del Gremio de Labradores de Lima. En vista de que los
testimonios originales estaban en Lima, determinó quedasen en Madrid los ¡emitidos v
se archivasen.
En suma, los hacendados, has los largos años que duró el Pleito, y pese a que no
todos sus alegatos tenían base sólida, lograron dilatar el pago de los adeudos y peque-
ñas rebajas. Demosharon así,además de su tenacidad y persistente regateo, el peso
que tenían como grupo social. B evidente, en efecto, el apoyo que obtuüeron del M-
rrey, de la Real Audiencia y de ohas entidades del Btado, muchos de cuyos miembros
eran hacendados. Tal sería el caso, por ejemplo, de los Oidores Joséf de Tagle y Bracho
y Rancisco Ortiz de Foronda, hermano de Manuel y Juan, también hacendados; de los
abogados de la misma Audiencia, Manuel Carrillo de la Presa y Rancisco fuias de Sa-
avedra. El Prior del Consulado, Joaquín de Azcona, o el Cónsul Antonio del Vllar, en-
he ohos, lo eran igualmente. No faltó tampoco un miembro de Ia Junta de Cabezones
y Adminishador de Rentas de la Aduana, Miguel de furiaga.
IAS ITACIENDAS
Del análisls de las declaraclones no siempre completas, blen sea por lgno-
rancla del hacendado, por ausencia o negativa a declarar y,en otros casos, por
estar exirnidos de hacerlo, como en el caso de las órdenes religiosas y de las uni-
dades agrícolas no habilitadas o eriazas, se desprende, sin embargo, una abun-
dante y rica información relativa a la extensión de las chaoas, sus dueños y
arrendatarios, la mano de obra con especificación de múltiples tareas agrícolas,
de riego, transporte, industria y otras, además del número de esclavos y tipo de
ganado. Entre los egresos, encontramos los sueldos, jornales, manutención de es-
clavos, semillas, reparaciones y reposiciones, censos, gravámenes y pagos a la
iglesia. Entre los ingresos, principalmente las ventas de su producción.
De acuerdo al Pleito, el núme¡o de chacras regishadas, comprendiendo enhe ellas

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algunos hapiches g caleras, alcanzó a 223, descubriéndose, a través del trabajo paleo-
gráfico, una chacarita adicional en el valle de Surco. Un buen número fueron conocidas
por el apellido de quienes eran sus dueños al momento de las declaraciones efectuadas
al Comisionado fuias, otras llevaban el nombre de sus anteriores dueños y otras, nom-
bres religiosos o en quechua.
Las haciendas fueron el origen de algunas de las denominaciones de los actuales
dishitos de la ciudad de Lima, tales como Miraflores, Maranga, Santa Cruz, Collique,
etc. Btas unidades agrícolas entre las que se conocen tan sólo las pertenecientes a los
jesuitas, a través de los trabajos de Macera (1966, 1969) y Aljovin (1988), aparecen en
el documento numeradas y ordenadas por el mismo fuias, dentro de cinco vatles allí
mencionados que circundaban la ciudad: Carabayllo, Magdalena, Surco y su anexo
Ate, Fachacamac y Lurigancho con su anexo Huachipa, indicando los camínos y las
portadas, según su ubicación.
Entre las haciendas, predominaba la mediana propiedad. Gran parte de la pro-
ducclón de las chacras, tanto agrfcola como ganadera, era racionalizada y dirigida a la
comercialización dél mercado limeño, o en el caso del azúcar, a la exportación. El resto
de la producción era vendida en las mismas chacras o consumida en las casas de los
hacendados y en el mantenimiento de sus trabajadores.
La mayor parte de la mano de obra utilizada en las faenas agrícolas era la indígena
o esclava, aunque esta última se concentraba mayormente en los trapiches. Las técnicas
de cultivo empleadas fueron, por un lado, las ancestrales empleadas por los indígenas
para ciertos terrenos y cultivos, así como en los trabajos afines al riego que, por heren-
cia, tan bien conocían. Es de destacar aquí la pobre tecnología aportada por los espa-
ñoles, en comparación a la utilizada entonces en Europa. En cuanto al sistema de riego
se refiere, éste en gran parte se realizaba por medio de acequias que tomaban agua de
los ríos que regaban los valles, en forma bien organizada de acuerdo a la ordenanzas
que aseguraba su manejo y distribución por haciendas. No obstante, no faltaron innu-
merables pleitos por el uso de las aguas, especialmente enlre las chacras altas y las ba-
jas.

ANÁLISIS Y coNcLUsIoNES
La revisión del documento permlte formular algunas observaciones y conclu-
siones. Una primera observación sería la existencia de una unidad integrada entre
la ciudad y el campo. Esta integración era, en primer lugar, humana. En efecto los
hacendados frecuentaban o residían al interior de las murallas de la ciudad, las
que a su vez eran permanentemente transpuestas por los trabajadores de las ha-
ciendas y por los cargadores y arrieros que llevaban los productos de estas distin-
tas unidades agrícolas a los diferentes lugares de abasto, incluyendo, El Callao y la
bodegas de Bellavista.
Constatamos que un segundo elemento de unidad entre la ciudad y el campo era
la dependencia de Lima frente a los valles agrícolas de sus alrededores en el proceso
permanente de aprovisionamiento de subsistencias y, a la inversa, se aprecia [a depen-
dencia de estas unidades agrícolas con respeclo a ciertos servicios como el de los hospi-
tales, panoquias y de profesionales radicados en Lima.
El número de caminos como el de Piedra Lisa y portadas, como la de Guadalupe,
nos permite constatar [a constante comunicación entre los dos ámbitos. A propósito de

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las portadas, se observa la falta de homogeneidad en los diversos autores consultados,
en lo que se reÍiere al número y nombre de éstas.
Una segunda observación, está relacionada con la crisis agrícola general en
los valles limeños. Según argumentaron los hacendados del Pleito, se produjo tal
crisis fuego del terremoto de 1687, tornándose estériles las tierras y afectándose
los cultivos por las plagas.que éste produjo, perjudicando especialmente la pro,
ducción triguera. Esta imagen distorsionada ha prevalecido hasta nuestro siglo,
debido a los testimonios escritos de muchos viajeros e historiadores. A través de
las declaraciones de los hacendados y hacia 1773, verificamos que tal cereal se
producía en 22 chacras y en la mayoría de las haciendas el resto de artículos, co-
mo los de pan llevar, entre otros. Bravo de Lagunas (L761| observó que, casi
treinta años después del sismo, el trigo crecía nuevamente lozano. Todo ello nos
sugiere la hipótesis de que la causa de la crisis triguera, entre otros efectos pasaje-
ros producidos por el sismo, se debió probablemente a la plaga denominada roya,
la que coincidió con el terremoto de 1687 y no como consecuencia de éste. Cre-
emos con Demetrio Ramos, Flores Galindo y oiros, que los intereses de los navie-
ros y comerciantes propiciaron la caída de la producción triguera. Hemos consta-
tado, confirmando tal hipótesís, que entre ellos se contaban algunos de los hacen-
dados del Pleito, como Felipe Sancho Dávila, dueño de Pariache, quién poseía un
navío en el que transportaba trigo de chile. Asimismo, la política de los precios y
el hecho de haber dejado de ser exportadores de trigo desalentó a los productores
limeños.
Otro argumento de los hacendados para confirmar la crisis fue el peso de los cen-
sos y el alto costo de la mano de obra asalariada la que, a diferencia de México, fue
mucho más cara. lgualmente se quejaron del elevado precio de los esclavos, los que, no
obstante, tal como hemos comprobado, significaron para Lima, al menos, una impor-
tanle altemativa. Un último argumento en contra de la crisis agrícola es el alto número
detectado de arriendos, demostrando el ahactivo de tal actividad económica. Cabe, en
todo caso, destacar el cambio en el paisaje rural debido a los nuevos cultivo de caña v
alfalfa.
Las fanegadas declaradas chacra por chacra en los 5 valles de Lima alcanzaron a
9,2o6,1o que equivale a26,636 hectáreas. De los valles, el más extenso fue el de c-ara-
baytlo. Del total de tales fanegadas, los hacendados las declararon como útiles 6,g14
v
como inútiles las 2,396 restantes. Sin embargo, hemos encontrado evidencias no con-
tabilizadas de su utilidad, debido a que en ellas se ubicaban puquiales, además de pája-
ro bobo, utilizado como alimento del ganado, gramadales y canizales, entre las cerca-
nas a las acequias. En las tierras montañosas que, además de servir para el pastoreo de
sus ovejas, Ios esclavos de algunas chacras, con el permiso del dueño, recogían leña
que vendían para adquirir su tabaco, abaratando así costos al hacendado. Se confirma,
con ello, un grado de diversificacíón y racionalización de la producción en el conjunto
de las haciendas.
En el documento aparece también la variada producción de artículos de pan llevar,
ganado, manufacturas y derivados industriales. Destaca el énfasis especial dado a los
cultivos de mah y alfalfa, demostrándose, a través del número de cargas y del estimado
del valor total anual de sus ventas, formulado por el Comisionado fuias, las que alcan-
zaron la cifra de 4-06,226 pesos y 3 9 112 reales, descontando diezmos g primicias, que,

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la alfalfa fue el cultivo más extendido en los valles de Lima, como lo había sido el trigo
durante el sigto XVll, segúrn cobo (1653) y que, al decir de Haénke (1793), tal era su
excedente, que se exportaba a Guayaquil y Panamá, más un situado de 2o0 mil pesos
a Chile.
Entre las manufacturas, resaltan principalmente las producidas en las caleras, el
aceite proveniente de los olivares y, las más importantes, las derivadas de caña produ-
cidas en los trapiches, por el volumen y ganancias declaradas, que ascendieron a la
suma de 59,564 pesos y 7 reales. El total de trapiches, eran 17. En 3 de ellos se cultiva-
ba caña y 7 pertenecían a órdenes religiosas de los que carecemos de cifras, por estar
excentas de declarar.
El estimado del Comisionado Ariagconsignado en el documento analizado, presen-
ta los valores de las ventas anuales de leña y caña quemada, de gran demanda, cuya
cifra total de 64,982 pesos y 4 reales era cercana a las manufacturas provenientes de los
trapiches que él calculó en 69,976 pesos 2 reales'

ASPECTOS SOCIALES
El documento revela una amplia visión de las relaciones y situaciones de trabajo
así como de las categorías sociales existentes en el medio rural limeño, información que
constituye la base para futuras investigaciones que permitirán, entre otros objetivos,
precisar su forma de vida cotidiana, formas diversas de trabajo y los mecanismos de
explotación de la tiena.
constatamos por tal información que existieron diferencias de status y remu-
neraciones entre profesionales y administrativos, subalternos y jornaleros especia-
lizados, artesanos, etc. Las remuneraciones más altas las encontramos entre los
administradores y mayordomos principales, siguiendo profesionales como el cape-
llán o et médico. En el amplio espectro de empleados y jornaleros especializados,
resultan significativas las menciones a la administración del agua y a los trabajos
afines al riego, que alcanzaron a más de 11 tareas diferentes, las que constituyeron
jornales fluctua-
un gasto importante e ineludibte para los hacendados. Estos altos
ron entre 4y 6reales diarios. Fuentes adicionales encontradas en e[ Archivo Gene-
ral de la Nación, nos permitieron poner en evidencia los numerosos pleitos oca-
sionados por el usufructo del agua. otra comprobación ha sido la de distintas re-
muneraciones para los arrieros, quienes, al parecer, cobfaban por viaje y según el
tipo de.urgu. 5n aprecia, también, que tanto en reposiciones como en refacclones,
la inversión fue muy baja.
Del análisis del documento surge, asimismo, la evidencia de que algünas chacras
presentaron otras relaciones de producción, como las de yanaconaje, con las modifica-
.iones de esta antigua forma, así como también la existencia de relaciones de aparcería,
mencionada como producción "en compañia" o "al partir"'
A través de la investigación, ha sido posible comprobar que los esclavos declarados
en el pleito alcanzaron la cifra de 3,146, repartidos enke l2O propietarios y anendata-
rios, cuya concentración se dió principalmente en los trapiches y chacras de alfalfa' La
distribución de este grupo nos permite confirmar Ia preferencia o necesidad de esclavos
ante la carestía del jornalero indígena.
Mediante un cálculo adicional, comparando los gastos de adquisición y manteni-
jornalero a través
miento del esclavo durante quince años, con el pago por trabajo del

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del mismo lapso, encontramos que el esclavo, pese al inicial desembolso para su com-
pra, resultaba más barato, lo que conobora la hipótesis de cushner (1980). Se confirma
así que el tipo de explotación, en estas unidades agrícolas, fue predominantemente es-
clavista, alternándose rasgos arcaicos y modernos en lo que se refiere a la inversión
productiva.
El tema de propietarios y arrendatarios ha implicado el análisis del status social de
esta élite y de su capacidad empresarial. colateralmente, averiguamos el número de
propiedades religiosas y de hospitales, como su extensión y rendimiento, en el caso de
las que estaban arrendadas, sobre las que sf declararon sus tenedores. Asimismo, ubi-
camos las propiedades pertenecientes a Presbíteros o alquiladas por éstos.
A través de los memoriales que trae el Pleito, conoc€mos que la mayoría de los
declarantes se quejaban del escaso rendimiento de sus chacras, de los altos costos por
censos, reparaciones, mano de obra y cargas, tanto fiscales como eclesiásticas. Sin em-
bargo, el gran número de aniendos, mostrarían en efecto, el interés que la élite limeña
mantenía por la empresa rural, no sólo en el aspecto económico, sino, por el status so-
cial que ella confería.
En síntesis, estimamos que tanto propietarios como arrendatarios conformaron una
aristocracia de la tierra, los que en muchos casos compartieron estas actividades con
altas funciones públicas y el gran comercio. Buena parte de estos hacendados ostenta-
ban títulos nobiliarios y órdenes militares, otorgadas en el mismo siglo XVlll o con an-
terioridad. Dentro de esta élite, distinguimos mentalidades y conductas empresariales,
tanto arcaicas como modernas, estando representadas, estas últimas, por el grupo de
arrendatarios y algunos propietarios que invertían con el consiguiente riesgo y condu-
cían técnicamente su empresa.

ASPECTOS ECONÓMICOS
con la rica información del documento, aunque incompleta, ha sido posibre
elaborar un balance de los egresos e ingresos de los hacendados, así como un cál-
culo comparativo del producto total, del rendimiento de la tierra y de la mano de
obra. Es pertinente destacar la importante carga que constituyeron los censos para
los propietarios de estas chacras limeñas. Algo más del 3s7o de las chacras perte-
necientes a los 181 propietarios que vendían su producción y que por lo tanto,
debían pagar alcabala, estaban gravadas con censos cuyos réditos fluctuaron entre
3 y 5v". El total de los censos pagados en los 5 valles menclonados en el plelto,
fue de 66,343 pesos. Los principales más altos flucturaron entre 30 y 50 mil pesos,
salvo el caso singular de Juan ortiz de Foronda, quien, por un principal de más de
70 mil pesos, pagó intereses anuales de 2,365 pesos. Se trataba del caso de un
empresario moderno que invirtió con riesgo en la producción de su trapiche Ma-
ranga y su anexo Maranguilla. Debemos resaltar que fue el único hacendado que
ofreció una declaración detallada y ordenada de sus ventas por un quinquenio, en
donde se aprecia que el año de 7773, en el que vendió por un valor de más de 24
inil pesos, fue un buen año agrícola, algo inferior al que le precedió, pero muy su-
perior a los anteriores a éste.
A través del documento se observa que la mayoría de los censualistas fueron las
órdenes religiosas. Aparecen también, aparte de la Real Caja de Censos, algunos parti-
culares. Hay mención, asimismo, de capellanías y cofradías, aunque sin mayor especifi-

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cación.
Respecto a los arriendos se encontraron importantes sumas por concepio de uni-
dades agrícolas con esclavos y sin ellos, los que se consideraron como egresos de los
conductores y organizadores de la producción y venta de las chacras. A la inversa, y
como ingresos adicionales, se observaron unos pocos subarriendos a terceros, general-
mente de indígenas que arrendaron tierras al hacendado. Btos subarriendos ascendie-
ron a 19,094 pesos.
Examinamos las declaraciones de los arrendatarios que pagaban los alquileres más
altos, esto es entre 1,000 y 2,700 pesos anuales, no se encontró una relación directa,
objetiva y clara entre la extensión de las tierras y los esclavos sujetos a este arriendo.
Dado el número de arrendatarios, que alcanzaron al 507o de los conductores de las
chacras que producfan, vendfan y pagaban alcabala así como por los montos pagados
por alquiler, cabe inferir la existencia de un grupo empresarial importante. Junto a los
propietarios de trapiches nos dan la imagen de un estadio no depresivo de la agricultura
en los valles estudiados.
En cuanto a los diezmos y primicias, cuyo destino era la iglesia, cabe señalar que
significaron un ímportante egreso para lo hacendados, que alcanzó la cifra de más de
L5 mil pesos, algo superior a lo recaudado por alcabala. De haber especificado los de-
clarantes la cantidad pagada en especies, la cifra toial habría sido mayor.
Los pagos a la iglesia estaban incrementados con otros desembolsos, como los
efectuados por concepto de misas, ánimas, limosnas, etc., gastos que estuvieron decla-
rados a veces en conjunto con los capellanes.
En lo referente a la alcaba, cuyo aumento, como recordamos, originó el Pleito, fue
sobre el total de 405,069 pesos y 1 real, por las ventas correspondientes al año de
1773, que fueron efectuadas por 181 contribuyentes. De haberse apticado en ese año la
alcabala de 4Vo a iniciativa del Vney Amat, la cifra total habría ascendido aproxima-
damente a'J,6,202 pesos anuales y de haberse impuesto el alza al 6% decretada por
Areche, el pago rebajado de alcabala habría alcanzado la cifra de 21,000 pesos anua-
les, a partir de 1777.
Con el triunfo de los hacendados, tal como hemos anotado, el pago anual de los 181
conhíbuyentes fue fijado en 10,000 pesos hasta 1781, o sea, menos del 47o, en espem de
que para el futuro se designam el porcentaje definitivq a partir de las ventas quinquenales.
Al analizar los egresos, los gastos operativos, que incluyen, además de las remune-
raciones a empleados y otros trabajadores, las semillas, la manutención, el vestido, las
curaciones y el tabaco para los esclavos, así como los gastos relativos al capital fijo,
compuesto por la reposición y refacción de herramientas y del ganado, resulta no ser
tan significativo. Constatamos, además, que tan sólo las cifras por concepto de capital
variable, tal como los sueldos, salarios o jornales declarados, alcanzaron un total de
270,779 pesos 1 real, siendo la más alta suma pagada por los hacendados, lo que nos
ha llevado a pensar que pudieron inflarla, ex-profeso, a fin de mostrar sus declinantes
ganancias y, por consiguiente, la imposibilidad de solventar el aumento de la alcabala.
Los ingresos fueron obtenidos fundamentalmente, a través {e las ventas que
llegaron a la cifra de 400,652 pesos y 6 reales, cantidad inferior a la calculada por
el Comisionado Arias para el pago de la alcabala y muy inferior a la estimación
que él mismo efectuó en 1777, con el fin de esclarecer las ventas que los hacenda-
dos realmente efectuaban, suma que alcanzó a606,152 pesos y 2reales y que se

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redujo, restándole el díezmo y la primicia, en 596,119 pesos y 6 reales. Esta cifra
comprendía a la alfalfa que no se vendía en la plaza, por un valor de 394,226 pe-
sos y 3 reales, equivalente al 667" del mqnto total de las ventas estimadas, el resto
de 201,893 pesos y tres reales, provenía de las ventas de los demás productos de
las haciendas. No estuvieron incluídos los frutos consumidos en las chacras, ni se
estimó la venta de aceite y aceitunas.
La cifra de fuias pudo estar incrementada por el interés del comisionado en que
se efectuase una mayor recaudación para la corona, así como, sin duda, fueron dismi-
nuídas las ventas declaradas por los hacendados, con el objetivo de rebajar el pago
de
la alcabala. Es de esperar, por lo tanto, que el monto real de ventas deúió estar entre
una y otra eslimación.
Nuevos estudios, más allá del Pleito de Labradores, podrán precisar la pro-
ducción de todas las haciendas de Lima en el siglo XVlll, con especificación de
volúmenes y precios unitarios, considerando los productos consumidos por los ira-
bajadores, las familias de los hacendados. Igualmente sobre la productividad de
la
tierra y el trabajo.

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