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DROGA LIBRE
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La prohibición Año 2008. Millones de personas aguardan frente a sus ordenadores el mensaje del
de las drogas ha secretario general de la ONU. Por primera vez en los últimos 50 años, una resolu-
producido hasta ción de Naciones Unidas va a ser aceptada y cumplida unánimemente por todos los
países: “Los Estados, en sintonía con la Declaración de los Derechos del Hombre y
ahora graves constatado el fracaso de las políticas represivas, recomiendan que se modifiquen
efectos sociales, de forma coordinada las legislaciones que persiguen el comercio y consumo de
pero las sustancias estupefacientes, en el sentido de respetar la libre decisión de los ciuda-
danos y como fórmula para poner fin al inmenso poder que han acumulado duran-
consecuencias de te décadas las mafias que controlan el tráfico de drogas”. ¿Qué ocurrió después?
legalizar su
comercio están ¿Un mundo la
todavía por ver.
Con el
asesoramiento
O
feliz tercer milenio?
del
de expertos,
tanto partidarios
Información veraz, consumo consciente, Conductas violentas por abuso,
como contrarios reducción de la tensión social y la incapacidad de los Estados para asumir
a la política delincuencia, estabilización de los países la aparición de nuevas drogas, analíticas
productores, libertad de elección... de abstinencia en las empresas...
actual, interviú
NURIA VARELA / ALBERTO GAYO • ILUSTRACIONES: MARCELO SPOTTI
ha desarrollado
notas. Superado el curso, esa noche ha poderío económico –movían 500.000 mi-
dos escenarios, Un mundo feliz quedado con los amigos para celebrarlo. llones de dólares al año–, derivado de la

A
el positivo y el Eva le dan náuseas sólo
con imaginárselo. Acaba
negativo, en un de llegar a la biblioteca.
Lleva días jugando con el
texto de ficción procesador que, conectado
a Internet, usan los estu-
que algún día diantes de su instituto para
descubrir la historia, apli-
cación, composición, efec-
puede ser tos y riesgos de los fármacos. Eva, la pe-
queña de la casa, dieciocho años repletos
realidad (*).
Lleva cuatro años pasando debajo de un
enorme panel que preside la entrada de su
instituto. “No corras con el coche, ¡vive!
No abuses de las drogas, ¡conócelas!”, y
por primera vez va a hacer caso. Ya cono-
ce, desde hace años, que la ebriedad es in-
teresante, pero mucho mejor colocarse con
inteligencia que haciendo caso de sermo-
nes de analfabetos o exorcismos rituales.
Eva pincha con el ratón el año 1998. La
página web le informa que durante la
prohibición, las organizaciones criminales
elevada tasa de beneficios que obtenían
por la existencia del mercado negro. Im-
portantes instituciones de muchos países
eran corruptas, e incluso algún presidente
del Gobierno tuvo que dimitir por su su-
puesta relación con los narcotraficantes.
La ilegalidad obligaba a las mafias de la
droga a pagar sueldos más elevados a sus
empleados, la corrupción que generaban
costaba dinero, el transporte y su distribu-
ción valía mucho. El precio mínimo se en-
carecía, mientras el control sanitario era

▲
de inteligencia y salud, está feliz con sus dedicadas al narcotráfico tenían un enorme inexistente. La cocaína se adulteraba con

16 interviú interviú 17
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▲ Facilidades para el consumo.
▲
xilocaína (anestésico
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para las almorranas),
quinina, glucosa, sacarosa,
cal o polvo de ladrillo; la
heroína, con estricnina y colacao;
y el hachís con polvo de henna, clara
de huevo, leche condensada, goma ará-
biga y excrementos animales.
“¡Puag! ¡Qué asco!”. A Eva se le revuel-
ve el estómago y sigue leyendo. Ha experi-
mentado que algunas sustancias abren la
mente, y modificar químicamente la con-
ciencia es como abrir una ventana al en-
tendimiento. “¡Pero qué demonios puede
abrir la clara de huevo o los excremen-
tos!”. El informativo de Televisión Espa-
ñola le había dedicado diez minutos ese
mediodía. En el segundo aniversario de la
legalización, el Ministerio de Sanidad ha-
bía concluido el informe con las conse-
cuencias. Se constataba que en el año
2010, tras un incremento inicial del consu-
mo –sobre todo de los derivados del can-
nabis y de las drogas sintéticas– la pobla-
ción consumidora había disminuido. Se-
gún las noticias, prácticamente habían de-
saparecido los consumidores de cocaína y
heroína. Ya pertenecían al recuerdo las
imágenes de yonquis destrozados por las
calles. Expertos del Gobierno reconocían
ante las cámaras que la prohibición decre-
tada entre los años 1960 y el 2008 pudo
aumentar el encanto de las drogas ilegales.
“El aura de peligro, rebeldía y transgre-
sión que provocó la prohibición
contribuyó a un
mayor consumo,
y la ausencia de
una información
veraz sobre los
riesgos de cada
sustancia fue muy
negativo. Hemos cons-
tatado que una parte de la pobla-
ción no probaría las drogas a nin-
gún precio, igual que otros sectores
desearían su consumo independiente-
mente de lo que costasen”. Los res-
ponsables gubernamentales compara-
ron lo ocurrido durante los dos años
de legalización con el alcohol tras de-
rogarse la ley seca o con la porno-
grafía después de despenalizarse.
Eva ha quedado con sus colegas en un ca-
fé-hasch (bares que venden marihuana y
hachís). A ella le gusta más el estanco. Pi-
de un paquete de tabaco rubio, un librillo
de papel de fumar y 6 gramos de chocola-
te –1.000 pesetas, 3.500 en 1998–. El de-
pendiente le pide el carné de identidad.
Aunque la compraventa entre adultos es li-
bre y legal, el Código Penal mantiene co-
18 interviú
El cannabis y el hachís serían fáciles de adquirir
y su consumo, un hábito social más en caso de
que se legalizasen las drogas.
mo delito, castigado con fuertes multas, la
venta a menores de edad y a disminuidos
psíquicos. En el envoltorio, las autoridades
advierten que “fumar derivados del can-
nabis perjudica la salud”. Eva sabe que es
mentira. “Reminiscencias de otras épo-
cas”, piensa sonriendo y recordando lo
que ha leído esa mañana en Internet. Den-
tro, un prospecto médico explica el origen
geográfico del hachís, su fórmula de elabo-
ración, la dosis adecuada para evitar ries-
gos y los efectos. Eva también los conoce
muy bien. Gracias al cannabis superó la
anorexia y sabe del uso terapéutico de esta
hierba, desde el relax que proporciona has-
ta la reducción del dolor en algunos enfer-
mos terminales.
Después de tomar unas cervezas, Eva y
sus amigos se marchan a una zona de ocio
en la periferia. Los responsables de la
Consejería de Salud de Madrid colocan
los fines de semana un autobús en cada
polígono de diversión. Al igual que se ha-
cía en Holanda y se comenzó a hacer en
Francia a finales de la década de los 90,
los usuarios de XTC (éxtasis y otras dro-
gas sintéticas) tienen la oportunidad de re-
alizar un test a las pastillas que han adqui-
rido. Médicos del Mundo es la encargada
de llevar a cabo los análisis gratuitos,
una iniciativa encuadrada en la directi-
va Early Warning System (Sistema
de Prevención Temprana).
Pedro no conoce a Eva ni a ninguno de
sus amigos. Tampoco está celebrando
unas buenas calificaciones académi-
cas, está en el polígono festejando su
libertad. Acaba de abandonar la cár-
cel de Algeciras. Es uno más de los
casi 25.000 reclusos que se han bene-
ficiado de la medida de gracia adopta-
da por el Parlamento tras la legaliza-
ción. “El consumo de drogas sólo
es socialmente costoso cuando per-
judica a terceros inocentes. El cri-
men y la violencia surgieron porque
los participantes no podían resolver sus
diferencias de otra manera”, ha recalca-
do el ministro del Interior.
A Pedro le pillaron en la época de prohi-
bición. En las cárceles eran mayoría –el 80
por ciento de los presos estaban encarcela-
dos por delitos relacionados con las dro-
gas–. Fue uno de los 35.562 procedimien-
tos judiciales por tráfico de drogas que se
abrieron en 1996, pero de eso hace ya ca-
torce años. Narcotraficantes, mulas o co-
rreos (gente con escasos
recursos económicos ...Ahora, los
que era obligada a tras-
ladar la droga desde los precios han
países productores hasta
el primer mundo) y jó- bajado a
venes que robaban –y
mataban, sobre todo du- menos de la
rante los temidos monos
o síndromes de absti- mitad. Es
nencia– para adquirir
unas sustancias sobreva- espectacular el
loradas en su precio real
entre 50 y 200 veces lle-
aumento de la
naban los centros peni-
tenciarios.
seguridad
Ahora los precios han
bajado a menos de la
ciudadana...
mitad. El número de robos en las calles ha
descendido, cada vez son menos los ajus-
tes de cuentas por el control de tal o cual
zona. La Dirección de la Policía esta ma-
ñana ha alardeado aún más que el Ministe-
rio de Sanidad cuando ofreció su propio
informe: es espectacular la caída de la de-
lincuencia y los índices de inseguridad
ciudadana. Compradores y vendedores, ya
sean mayoristas o minoristas, resuelven
sus problemas ante la Administración y
no apretando el gatillo. La tensión social
se ha rebajado y los únicos problemas le-
gales se asemejan a los originados por
productos alimenticios u otras sustancias
farmacológicas.
Pedro tiene 42 años y vivió la época dora-
da del caballo, aunque casi le destrozó.
Con más de una veintena de delitos a sus
espaldas, la mayoría hurtos y robos, ha pa-
sado casi una tercera parte de su vida de
presidio en presidio. Eran otros tiempos: la
adulteración provocaba 500 muertos al
año en España y 10.000 en Europa, cifras
que se han reducido notablemente desde
que la heroína no se distribuye adulterada.
El sida se cebó con los consumidores, obli-
gados a intercambiarse jeringuillas dentro
y fuera de las cárceles. Hoy tiene que acu-
dir a la Central de Tratamiento para Adic-
tos a la Heroína de Guadalajara, ciudad
donde reside con su mujer y su hijo de 15
años. El fracaso de los centros de desinto-
xicación, basados fundamentalmente en la
coacción, ha incentivado las centrales de
tratamiento, donde los drogodependientes
reciben heroína gratis con control en la do-
sis y en la calidad, “no tienen que buscar
sus drogas, no se ven obligados a un com-
portamiento delincuencial ni a ir dando
vueltas por ahí sin necesidad”, tal y como
explicó el jefe del servicio de salud de la
ciudad alcarreña. Según sus estudios, un
44 por ciento encontró un empleo después
de año y medio de trata-
miento, disminuyó su
consumo y en menos de
dos años se reincorpo-
raron a la sociedad ple-
namente. Los 22.000
millones de pesetas que
anualmente destinaba
Interior a la lucha poli-
cial contra la droga
–ineficaz a la vista del
poder y la impunidad
con la que funcionaban
las organizaciones cri-
minales–, están ahora
dirigidos a la atención
asistencial y a las cam-
pañas de prevención.
En una esquina de la barra, Nelson y Die-
go disfrutan de un buen ron nicaragüense.
Es en lo único que no se ponen de acuerdo.
Colombiano el primero y boliviano el se-
gundo, jamás coinciden en qué marca es la
mejor. En el resto, casi siempre están de
acuerdo. Esa noche, en la misma discoteca
que Eva, sus amigos y Pedro, brindan por
la legalización de las drogas. En realidad,
brindan por el cambio vivido en sus res-
pectivos países desde que la
DEA norteamericana ha deja-
do de bombardear con herbici-
das sus mejores tierras; de es-
trangular con chantajes sus eco-
nomías; de financiar y armar contraguerri-
llas; de desestabilizar su política y de
empobrecer y masacrar a los campesinos.
Nelson lo tiene claro y, aunque no viene a
cuento, porque los funcionarios estadouni-
denses obviamente no son jamaicanos, se
ríe mientras le explica a su colega: “La va-
nidad, insensatez y oscurantismo son los
primeros problemas que barre la marihua-
na. El cannabis es inconformista; con un
porro, ni mentira ni disimulo, ves la vida
▲
con plena conciencia de individuo”.
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▲ cotráfico han optado también por negocios
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La peste del
tercer milenio
R
aúl acaba de cumplir 16
años. A través de la red de
redes informática ha con-
tactado con los mansonis-
tas, una tribu de adolescen-
tes americanos que ha recu-
perado la figura de Charles
Manson y su defensa del contenido sacra-
mental de los asesinatos rituales cometidos
en éxtasis por intoxicación. Raúl siempre
ha sido un chico estudioso. Este año, sus
calificaciones tampoco han decepcionado.
Como aliciente, Raúl estrena este mes de
julio del 2010 un superpotente ordenador
regalo de sus orgullosos e ingenuos pa-
dres, que ni se imaginan que su hijo ado-
lescente –después de imprimir toda la do-
cumentación sobre esta especie de secta–,
ha comenzado a preparar un gran juego de
rol en vivo con sus amigos.
La Interpol ha recibido varios disquetes
procedentes del FBI con las tropelías de
los mansonitas en Estados Unidos. Un
grupo especializado en tribus urbanas de la
Guardia Civil, dotado de los mayores
avances tecnológicos y con un presupuesto
que ronda los 5.000 millones de pesetas
anuales, lleva meses investigando las rami-
ficaciones de este grupo en España.
Los expertos han alertado en el sentido de
que la disminución de los delitos relacio-
nados con la adquisición de drogas –casi
erradicados– ha dado paso a conductas
violentas unidas al abuso de determinados
fármacos, violencia dirigida hacia otros
miembros de la comunidad. “Han comen-
zado a aparecer entre algunos jóvenes
trastornos psicóticos inducidos por deter-
minadas drogas, reacciones de ansiedad,
delirium, estados de agresividad y estados
confusionales. Durante estas situaciones,
el drogodependiente puede cometer delitos
tales como lesiones, agresiones sexuales e,
incluso, homicidios, sin contar los intentos
de suicidio”, asegura el último Manual de
Drogodependencias elaborado por la Co-
munidad de Madrid.
Las ingentes sumas de dinero dedicadas a
campañas de información, educación y
prevención parecen no calar entre la pobla-
ción. La insistencia de los medios de co-
20 interviú
municación de masas, al igual que ocurrió
con los anuncios sobre los riesgos de la
conducción temeraria entre los automovi-
listas, que en los años 90 del siglo pasado
no lograron disminuir el número de acci-
dentes y víctimas mortales, ha provocado
el efecto no deseado. “Por un oído les en-
tra y por el otro les sale. Hemos detectado
un incremento en la siniestrabilidad labo-
ral, doméstica y en el tráfico”, advierte el
delegado del Gobierno para el Plan Nacio-
nal de Drogas.
La profecía de los partidarios de la legali-
zación no ha sido la acertada. Naciones
Unidas ha fracasado. A pesar de que el
consumo entre adultos se ha normalizado
y el grado de aceptación social ha igualado
El infierno en
la tierra.
Las patéticas
imágenes de esta
céntrica plaza de
Zurich, donde se
trapichea y se
consume droga en
un ambiente de
gran promiscuidad,
ilustran todos los
males que se
asocian al mundo
de las drogas.
todas las drogas, los adolescentes de entre
15 y 18 años siguen creyendo que su paso
a la madurez les empuja a consumir las
sustancias legalmente toleradas a sus ma-
yores. El atractivo de estas sustancias no
ha disminuido. Las primeras borracheras
han sido sustituidas por atracones de pasti-
llas, cocaína y cannabis.
Son pocas las organizaciones criminales
que se dedican al tráfico de drogas legales,
pero han intensificado su actividad en el
suministro a menores de edad. Ex presidia-
rios que fracasaron en su intento de desha-
bituarse de las drogas se han convertido en
los vendedores callejeros de las mafias en
las discotecas after-hours de las grandes
urbes. Los antiguos cárteles y redes de nar-
más suculentos, como el tráfico de armas y
órganos humanos y la clonación de perso-
nas desde laboratorios clandestinos.
Carmen cada vez se siente más aislada. La
división en dos de la sociedad, entre aque-
llos que consumen drogas y los que no, ha
creado una situación insostenible. A sus 25
años, esta joven pintora sólo se relaciona
con consumidores de opiáceos y cannabis.
Viven en los mismos barrios, son más
creativos y se consideran mucho más res-
ponsables y libres, pero comienzan a sen-
tirse como en un gue-
to. De hecho, los par-
tidos y formaciones
de la extrema derecha
han visto aumentar
sus adhesiones des-
pués de defender en
público la incapaci-
dad legal de los que
ellos denominan col-
gados.
Esta nueva margina-
ción, no económica
sino basada en el con-
sumo de sustancias
antes prohibidas, se
da en todos los ámbi-
tos. Carmen ha sido
expulsada de la uni-
versidad privada don-
de estudia Bellas Ar-
tes después de que el
Tribunal Supremo de
la Unión Europea declarase legal la exi-
gencia en centros educativos de analíticas
de abstinencia. Esta medida, tachada por
las organizaciones pro derechos civiles de
atentatoria contra la libertad individual, ha
empezado a ser implantada en colegios e
institutos. Pese a la legalización, las gran-
des empresas, sobre todo privadas, conti-
núan con los despidos por abuso de alco-
hol, cannabis y drogas sintéticas.
En esta situación, las estadísticas comien-
zan a hablar de un aumento de los sin te-
Expertos de distinto signo.
De izquierda a derecha, José Cabrera Forneiro, director
gerente de la Agencia Antidroga de Madrid; Juan Carlos
Usó, autor del estudio ‘Drogas y cultura de masas’, y
Felipe Borrallo, presidente de la Asociación Ramón
Santos de Estudios del Cannabis.
cho, y economistas y politólogos alemanes
preparan el lanzamiento de la teoría de los
tres tercios, uno de abstinentes con alto ni-
vel de renta, otro de consumidores ocasio-
nales más heterogéneo en renta y posición,
y un último tercio de excluidos abusantes
de drogas.
El portavoz del Gobierno español resume
así los dos primeros años de experiencia:
“Se ha demostrado que las condiciones
sociales, de madurez, individual y colec-
tiva, de responsabilidad plena, no se dan
todavía en la sociedad española, y por
... Han comenzado a
aparecer entre algunos
jóvenes trastornos
psicóticos inducidos por
determinadas drogas,
reacciones de ansiedad,
delirium, agresividad...
los datos que tenemos, tampoco en el
resto del mundo”.
Los partidarios de una nueva prohibición
están a punto de triunfar y la delincuencia
organizada con sede en países del Este eu-
ropeo y de Asia se coordinan para lanzar
las drogas del futuro. El nivel de absten-
ción en las elecciones convocadas en los
países democráticos supera el 70 por cien-
to, la mayor parte de los periódicos y emi-
soras de radio han ido a la quiebra, dejan-
do paso a nuevas redes de telepercepción
por hologramas, susceptibles de reprodu-
cir interesantes experiencias asociadas al
consumo de alucinógenos; a cascos con
conexiones sensoriales que reproducen ex-
periencias arriesgadas y al límite vividas
por otras personas; a microchips insertados
bajo la piel que rememoran estados de em-
briaguez irrepetibles.
Carmen suma a su aislamiento la angustia
que le provoca visitar a su novio todos los
fines de semana. Antonio –33 años, músi-
co de profesión– cumplió los treinta en un
centro psiquiátrico. La última reforma de
salud mental, en la década de los noventa,
había eliminado estas instituciones apos-
tando por el tratamiento ambulatorio para
los enfermos mentales. Sin embargo, el ex-
traordinario aumento de trastornos neuro-
nales entre los antiguos consumidores ha-
bituales de cocaína y los nuevos de drogas
sintéticas ha provocado que los psiquiátri-
cos, de nuevo, abran sus puertas.
La Organización de Naciones Unidas está
a punto de dictar su segunda resolución de
obligado cumplimiento. “Han transcurri-
do casi dos décadas desde que se aprobó
la legalización. La conmoción social res-
pecto a la existente durante la anterior
prohibición no ha desaparecido, sólo se ha
transformado. Simplemente se han cam-
biado unos fracasos por otros. Es necesa-
ria una nueva prohibición”. ¿Qué ocurrió
después?...
(*) Este reportaje es un ejercicio literario reali-
zado a través de la información recabada de ex-
pertos en el grave problema de las drogas, co-
mo Juan Carlos Usó (historiador y sociólogo),
José Luis Díez Ripollés (catedrático de Derecho
Penal de la Universidad de Málaga), Oriol Ro-
maní (catedrático de la Universidad de Tarra-
gona), Felipe Borrallo (presidente de la Asocia-
ción Ramón Santos de Estudios del Cannabis),
José Cabrera Forneiro (director gerente de la
Agencia Antidroga de Madrid) y Octavio Gra-
nado (senador del PSOE por Burgos). También
se han consultado textos como La cuestión del
cáñamo y Aprendiendo de las drogas, de Anto-
nio Escohotado; Drogas y cultura de masas, de
Juan Carlos Usó; Manual de Drogodependen-
cias, Delegación del Gobierno para el Plan Na-
cional sobre Drogas; revista Cáñamo; revista
Mundo High; un artículo de Fernando Savater
en la revista Claves, y el Programa de Control
de Drogas de la ONU.
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