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¿Sin parientes en el cementerio?

Por: Ana María Antonieta Ganoza Vega

¡No puede ser que la historia se repita! ¡No puede ser que la señora Pilco,
presidenta de la Beneficencia, sin parientes en el cementerio, pretenda, lo
mismo que su antecesor Rodríguez Vásquez en 1996, acabar con la
sobrepoblación del Cementerio de Miraflores profanando tumbas.

Me cuesta creer que la ex secretaria del Partido Aprista haya pasado por alto
que con el mismo criterio, en unos años más, otra autoridad podría retirar la
piedra de la tumba de Haya de la Torre para vender el área por metro
cuadrado.

No es posible que en Trujillo vivamos a la defensiva de gobernantes que


debieran protegernos.

Nos queda claro que el Cementerio de Miraflores ya no tiene capacidad para


continuar recibiendo los restos sagrados de familiares nuestros, entonces,
señores de la Beneficencia, con un mínimo de sensibilidad, busquen un área lo
suficientemente grande como para diseñar otro cementerio con abundancia de
áreas verdes para recrear el especio donde los vivos van a llorar a sus
muertos. No insistan en solucionar el problema de Miraflores dando de baja a
los muertos con más de 100 años en nichos perpetuos.

El inciso 1 y 3 del artículo 318 del Código Penal, tipifica como un delito ultrajar
la memoria de los muertos. De acuerdo a este dispositivo, quien viole la ley
profanando tumbas, será castigado con pena privativa de la libertad por un
tiempo no menor de dos años. Y constituye doble delito intentar aplicar esta
infame medida en los nichos perpetuos que constituyen propiedad privada.
Únicamente los descendientes de quienes adquirieron el sepulcro, de buena fe,
pueden autorizar la exhumación de un cadáver. Por fortuna, el argumento legal
es claro y consistente, de otro modo sería difícil evitar que semejante atrocidad
prospere. A mi juicio, ni siquiera haría falta leyes que protejan a los muertos,
son las leyes del corazón las que debieran imponerse.

Y los trujillanos, consternados, ante el vil plan de la Presidenta de la


Beneficencia, le decimos no a la señora Pilco. Su propuesta atenta contra los
más sagrados valores de la cultura universal.

Nuestra identidad está directamente relacionada con nuestros antepasados


que hoy descansan en el campo santo. Los cementerios son la memoria de los
pueblos. Un solo muerto es todo un libro lleno de misterios. Futuras
generaciones podrían buscar datos de Trujillo en el año 2010 y en los diarios
encontrarían la aberrante historia de la profanación de tumbas por orden
explícita del gobierno. Y la señora Pilco sería recordada como la responsable
de un acto imperdonable que sumado a la violencia de las calles, nos está
llevando de regreso a la barbarie.
La modernidad mantiene la intangibilidad de las áreas arqueológicas para
preservar las evidencias del pasado, vitales en la reconstrucción del alma
nacional. En la actualidad, los cementerios mochicas son intocables mientras
que los cementerios cristianos están expuestos a ser alevosamente
profanados. Es que los viejos cadáveres limitan y fastidian el negocio del
campo santo, dice la Beneficencia y por dinero todo vale.

No pues. No permitamos que una autoridad efímera se crea con derecho a


proponer semejante indecencia. Nadie puede atentar impunemente contra los
sentimientos y la dignidad de los vivos que con flores recuerdan a sus muertos.

Los trujillanos tenemos que gritar alto. El inhumano y mezquino proyecto de


exhumar cadáveres, debe archivarse para siempre. No es posible que alguien,
sin parientes en el cementerio, pretenda acabar con la paz de los muertos
hiriendo inmisericordemente la sensibilidad de los vivos.

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