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¡No puede ser que la historia se repita! ¡No puede ser que la señora Pilco,
presidenta de la Beneficencia, sin parientes en el cementerio, pretenda, lo
mismo que su antecesor Rodríguez Vásquez en 1996, acabar con la
sobrepoblación del Cementerio de Miraflores profanando tumbas.
Me cuesta creer que la ex secretaria del Partido Aprista haya pasado por alto
que con el mismo criterio, en unos años más, otra autoridad podría retirar la
piedra de la tumba de Haya de la Torre para vender el área por metro
cuadrado.
El inciso 1 y 3 del artículo 318 del Código Penal, tipifica como un delito ultrajar
la memoria de los muertos. De acuerdo a este dispositivo, quien viole la ley
profanando tumbas, será castigado con pena privativa de la libertad por un
tiempo no menor de dos años. Y constituye doble delito intentar aplicar esta
infame medida en los nichos perpetuos que constituyen propiedad privada.
Únicamente los descendientes de quienes adquirieron el sepulcro, de buena fe,
pueden autorizar la exhumación de un cadáver. Por fortuna, el argumento legal
es claro y consistente, de otro modo sería difícil evitar que semejante atrocidad
prospere. A mi juicio, ni siquiera haría falta leyes que protejan a los muertos,
son las leyes del corazón las que debieran imponerse.