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EL RIO QUE QUERÍA VER A DIOS

Gabriela Alejandra Ibarra Molina, 610

Había una vez un río que tenía el sueño de ver a Dios, pero no podía verlo

porque estaba contaminado.

Él quería ver cómo era, siempre se decía: Ojalá pudiera ver a mi

Padre que me creó con amor; pero ahora no puedo, mis ojos están cegados
con desechos de los humanos; ahora no soy quien era antes, un río que en

sus orillas notaba cómo sus ondas tocaban la maravillosa arena blanca.

Ya no seré ese hermoso río que

la gente miraba y decía: “Mira ese

río, tan brillante como de fuegos

artificiales. Mira ese río de animales 2

que juegan en el agua. Míralo, tan

azul como una piedra de ópalo.”

Ahora la gente dice “Qué río

tan horroroso, negro de basura, sin

fauna ni gracia.” El llanto del río

llegó a oídos de Eduardo, un joven

que se interesaba por el medio

ambiente.

–¿Por qué estás tan afligido? –le preguntó–.

–Porque no puedo ver al Padre que me creó y me dio la misión de ser

el mejor aliado de los humanos.

–Ya cumpliste tu misión, los que no han cumplido son los humanos

porque no entienden las maravillas de Dios.

–Sí, ya cumplí pero tengo temor de no poder verlo nunca más –dijo el

río, haciendo un sonido parecido al llanto.

–No digas eso –dijo Eduardo–, el que no piensa positivo no logra

nada en el mundo. Yo te ayudaré, soy experto en curar ríos.


–¿Es una promesa? –dudó el río, y miró hacia otra parte, donde unas

sombras arrojaban basura. Y agregó:

–¿Cómo quieres que te crea si ellos contaminan mis aguas? Así

nunca podré cumplir mi sueño.

–Yo sé –dijo Eduardo–, pero puedo hacerlos reflexionar.


3

Eduardo habló a sus amigos acerca de una campaña para limpiar el río.

Ellos dudaban pero con una frase los convenció: “Es para ayudar a un

amigo…”

Unos iban caminando por la orilla, recogiendo colchones, botas,

latas, bolsas plásticas, envases de vidrio, las redes plásticas de las

cervezas que atrapaban peces. Otros navegaban en neumáticos y recogían

los desechos que arrastraba el río.

De esa manera Eduardo pudo destapar los ojos del río.


El río comenzó a ver borrosos colores, luego vio el esplendoroso

arcoíris, que adornaba su ribera. Entonces reconoció muy bien al pueblo,

a Eduardo, a sus amigos; en ellos pudo reconocer a Dios, su creador.

Desde ese momento, aquel lugar fue llamado “Los ojos del río”. La

gente entusiasmada visitaba aquel lugar, y se motivaba para limpiar otros

lugares del río. Cuando regresaban a sus ciudades de origen, 4

descontaminaban sus ríos, porque sabían que debajo de la mugre había

algo maravilloso.

Fin

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