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Ella corre. Corre. Corriendo. Corriendo. No puede más. Jadea. Se esconde. Se seca el sudor
con la parte trasera de la mano derecha. La palma está sucia, cortada, arañada, con sangre. La
(Lágrimas)
Sigue corriendo. La falda se le engancha de una rama baja. La intenta arrancar, desesperada,
pero se contiene, pensando… pensando… la saco tranquilamente, no pasa nada… Ya. Sigue.
Corriendo. Jadeando. El pecho le sube y le baja como si llevara una bomba de aire adentro. Un
--Pilar…
Ella no quería ponerse colorá; no quería que pusieran dedos hambrientos y apresurados
tronco de un roble, su cabeza hacia abajo, el pelo corto mojado contra su cuello caliente, el bulto
que llevaba colgado del hombro pegándosele a la piel. Respirando rápidamente, jadeando,
descansó unos segundos. No se quedaría con sus padres. Ya ella estaba grandecita como para
que la cuidaran. Quien tenía que cuidar a sus hijas y a su esposo era ella, aguantando lo que
hubiera que aguantar, que para eso se casa una y además hay que darle un hogar a los hijos —eso
le había dicho la primera vez que la llamó llorando. Hay que aguantar y hay que saber hacer las
cosas, m’hija, no puedes discutirle a tu marido porque los hombres son así; tienes que pasarle
la manita, tienes que aprender a hacer las cosas, tienes que suavizarlo tú… para eso te casaste y
tienes que ser tú la que sepa hacer las cosas, imagínate qué vida tendrían esas niñas sin su
padre, eso no puede ser, tú tienes que quedarte y aprender a hacer las cosas bien para que él
esté contento… tú lo tienes que tener contento, para eso eres su esposa. Si él no está contento la
Ya veía en la distancia la carretera estrecha y curva como una serpiente negra. Suspiró entre
jadeos. En su mente gritaban mil bocas y parecían escupir la sangre que se agolpaba contra sus
sienes.
(Golpe. Llanto. Lágrimas. Mocos. Ella se cubría el rostro con las manos, se encorvaba en una
porquería.)
La carretera… (Corriendo, jadeando) Alguien tendría que pasar pronto... (La sangre y el
sudor agolpándose dentro y fuera de su piel). Alguien, algo… ¡algo harían por ella! Se aferró al
bulto de ropa de ella y de las niñas y pensó que le pediría a esa persona que la esperara, que la
acercara al pueblo de una vez… que ahí… ahí ya buscaría ella dónde ir. Seguro que había algo,
algún sitio…
Y ella en la casa llorando, con la cara hinchada, deseando que la mate de una vez
¡una mujer que se dejar dar no sirve pa’ madre! ¡No puede cuidar
llega a estas horas viene borracho. Que no venga borracho Dios mío. Ella nerviosa. O que
llegue tan borracho que se acueste a dormir… o que no llegue, que lo mate un camión, que se lo
lleve el diablo por hijo’e’puta, que le peguen cuatro tiros, dios mío, que se caiga por un
barranco y se mate, que se ahogue en su propia sangre el cabrón… que no llegue, que no
llegue…
--¿Qué fue eso? ¿Qué oí yo? ¿Me estás mandando a callar? ¿¡Tú me estás mandando a callar a
mí!?
(Empujón. Sus manos la agarran por el pelo. La arrojan contra la pared. La agarran
(Se quita el cinturón, se abre el botón, se baja la cremallera. Caen los pantalones al
suelo.)
--No, no…
--¿Que no qué? ¿Que no qué? ¿Pero qué te crees tú? ¿Que esto es cuando a ti te dé la gana?
Una mujer que deja que le hagan eso se lo merece o le gusta. Hay
que te den, pues claro que te van a dar. Si tú dejas que te den
Pero en lugar de seguir su lucha a muerte contra los pulmones que querían reventar, se
detuvo, se pasó la mano por la frente y se dio cuenta de que estaba loca. De que no podía irse así.
De que si llegaba hasta la carretera y se montaba con algún desconocido en su coche y se alejaba
hasta la casa de su madre, sus niñas ya no estarían allí. Habría ido a buscarlas. Él en coche y ella
corriendo como una loca… claro, estarían esperándola con él en la casa. “Vine a buscar a las
nenas” le habría dicho a su madre. Y se las habría llevado como si nada, como siempre. Como
siempre y para siempre. Así que bebiéndose las lágrimas volvió sobre sus pasos, caminando
hacia donde la esperaban él y las niñas. Su casa. El sudor la iba enfriando. Se hacía de noche y
había corrido mucho. Estaba lejos; tardaría en llegar. Pero él la esperaba. Lo sabía. La esperaban
todos. No podía dejar a las nenas ahí. Y ese era su lugar, su sitio, su vida. Esto le tocó; sería
Y volvió.
Ese hombre era una bestia. Pobrecita, ella tan calladita, tan
¿Quién no, si ese tipo era un animal? Y bendito, la nena que era
inocente, que no tenía na’ que ver, ¿tú te imaginas? Lo que tiene
que soltara a la mamá. ¡Le cayó encima a esa nena que era como
viendo eso al frente de sus ojos y sin poder hacer ná, amarrá a
tiro después. ¿Por qué no las mató con la pistola? ¿Por qué no se