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Aroldo

[Viernes] 7 de febrero

Una de mis grandes piezas preferidas pertenece a una ópera, que no está en las famosas. No dura
ni diez minutos, pero a mi parecer es uno de los momentos musicales álgidos de la obra de
Giuseppe Verdi. Estrenada en el célebre Teatro Grande de Trieste en 1850, era maltrecha y
errónea en cuanto al libreto, pero no su música. Cambió de nombre y escenas, pero su música al
final prevaleció.

Me refiero a Stiffelio, esa ópera de exquisita música, como las demás.

Stiffelio era una ópera grandilocuente y maravillosa, pero su historia es anodina y llena de
crímenes. Impulsado por el éxito con Luisa Miller, Verdi se propuso crear otra ópera sobre gente
común y corriente más que una con sus usuales héroes. El libretista, Francesco Maria Piave, le
hizo llegar a Verdi un resumen de una ópera llamada Stiffelius, basada en la pieza teatral francesa
“Le Pasteur, l’Evangile et le Foyer”, que era la historia de un ministro protestante cuya esposa le
había sido infiel, y que por ello debe escoger entre la venganza que desea y el perdón que clama
su amor. Ahí Verdi tenía una buena dosis de personas ordinarias en situaciones reales, y con la
tragedia interior que tanto lo molaba. Lo innovador no era tanto la historia, sino la
contemporaneidad del escenario, algo que en ese momento se veía solo en la ópera cómica.
La obra se estrenó en Trieste, a la espera de que un teatro pequeño fuera más seguro para la
reputación que se ponía en juego con este experimento. Pero los críticos llegaron dispuestos a
hacer lo que mejor saben hacer. Para comenzar, Stiffelio no podía ser un ministro, sino más bien
les parecía el miembro de una secta. El mejor momento de la obra, el instante dramático en el que
Stiffelio abre la Biblia en el púlpito y encuentra el pasaje en el que Jesucristo perdona el adulterio,
fue aguado hasta no poderse reconocer. Incluso, en varias interpretaciones, la última escena fue
suprimida por completo. Y se sabe que en una muy particular, se sustituyó esta escena final por
otra de una ópera distinta. En una presentación, se le sustituyó un acto por el de otra ópera. Lo que
sin duda era demasiado para conservar la integridad dramática que Verdi deseaba. Verdi se
descompuso de rabia, incluso la crítica embistió con todo su poder denunciando las
abominaciones, y el público no pudo hacer mucho comprendiendo la historia. La ópera se archivó.
Se produjo y alteró su forma en Florencia y Barcelona, antes de que finalmente se sacara el libreto
de circulación. Sería finalmente Verdi y Piave quienes, tiempo después, tomarían tanto como se
pudo de la música original y la historia, y se presentó como Aroldo, una ópera ambientada en la
Edad Media, con su nueva música que tan bien hoy conocemos.

Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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