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Existen diversas definiciones acerca de lo que significa la


identidad y estas se pueden aplicar en diversos contextos. Algunos
autores la conciben como la vivencia que cada uno tiene sobre sí
mismo, la cual posee uniformidad y continuidad en el tiempo. Otros
estudiosos de este tema, como el psicólogo Erik Erikson, la
entienden como el sentido subjetivo de uno mismo en el tiempo, es
decir, la conciencia que uno tienen de ser una misma persona
mientras transcurre el tiempo. 

Sin embargo, a pesar de esta diversidad, todas las concepciones


hacen referencia a que la identidad es la imagen que tenemos sobre
nosotros mismos, a partir de una cualidad o conjunto de cualidades
con las que una persona o grupo de personas se ven íntimamente
conectados y que proporciona unidad a la personalidad en el
transcurso del tiempo.

La identidad hace referencia básicamente a la pregunta ũ¿Quién


soy?Ū, tanto en el plano individual como en el social y cultural.

 

¿Cómo se va formando la identidad? Como ya hemos visto, la


identidad personal se forma desde el momento mismo de nacer, a
través de las maneras en que el medio y las personas con las que
nos vinculamos responden y se relacionan con nosotros. Por
ejemplo, muchos padres hacen diferencias entre sus hijos según el
sexo, y de esta manera influyen en la construcción de los roles y
la imagen de género de cada uno: a las niñas les compran ropita de
bebé rosada y a los niños celeste; cuando son algo mayores, a los
niños les compran juguetes de construcción o de guerra, mientras a
las niñas les dan juguetes más relacionados con el cuidado del
hogar, como muñecas o utensilios de cocina; igualmente, muchos
padres matriculan a sus hijos en actividades consideradas
propiamente ũmasculinasŪ como, por ejemplo, en una academia de
fútbol, mientras que a sus hijas la envían a clases de
manualidades o de vóley. De esta manera, los niños y las niñas van
construyendo una identidad de género diferente.

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Como adolescente inicias la búsqueda de ti mismo(a) porque


necesitas conocer quién eres y cuál es tu papel en la sociedad.
Por lo tanto, debes saber que desarrollar la propia identidad es
un proceso que implica aciertos y desaciertos, los que son propios
de la búsqueda que se emprende para llegar a ser uno(a) mismo(a).

Muchas de las crisis de la adolescencia están relacionadas con las


dificultades que a veces los jóvenes encuentran a lo largo del
proceso de formación de la identidad personal. Aunque no todos los
adolescentes la experimentan, algunos de ellos pueden vivir una
tensión positiva que acompaña al proceso vital de ir dejando la
infancia e ir ensayando y/o asumiendo un rol más cercano al del
adulto. Como muchas cosas están cambiando durante el paso de la
niñez a la adultez, resultará natural que experimentes
sentimientos y estados de ánimo muy diferentes, según cada caso.

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Nuestra época está caracterizada por profundos cambios. Uno de los


más impactantes es la globalización, proceso por el cual las
personas, en cualquier parte del mundo, pueden conectarse unas con
otras y aprender de las costumbres y culturas de cada quién., por
ejemplo, muchas empresas que ofrecen puestos de trabajo por
Internet y cualquiera, desde cualquier lugar del mundo, se entera
de ello y puede postular e incluso puede trabajar para una empresa
extranjera desde sus propio país, pues la tecnología con la que
contamos actualmente lo permite. En este sentido es que decimos
que gracias a la globalización ya no existen barreras de tiempo ni
espacio.

A través de la televisión, el internet y otros medios de


comunicación, cualquier adolescente de cualquier lugar del planeta
puede conocer cómo vive otro adolescente de su misma edad en ŷ por
ejemplo ŷ los Estados Unidos, China, o Francia; puede conocer
gustos, sus ocupaciones y la manera en que organiza su tiempo.
Definitivamente, la globalización de las comunicaciones ha
permitido que las diversas sociedades se conozcan unas a otras, lo
que tienen un impacto en la formación de la propia identidad
cultural y social, muchas veces, adolescentes de pocos recursos
observan la vida lujosa de jóvenes de otras latitudes del planeta,
lo que puede generarles frustración y rabia. Otras veces, sin
embargo, los jóvenes observan a través de los medios de
comunicación malas prácticas sociales y económicas que nos afectan
a todos, como por ejemplo la depredación del medio ambiente, lo
que puede llevarlos a desarrollar una actividad de protección, y a
afiliarse a alguna causa ecológica y de cuidado del medio ambiente
que será luego parte importante de su identidad como personas. Por
último, los estímulos del entorno globalizado, vía la moda, la
cultura y la socialización, vienen acompañados de imágenes o
íconos (cantantes, actores, etc.) sobrevalorados que tienden a
uniformar los gustos y las costumbres de todos los (las) jóvenes
del mundo, sin reconocer particularidades regionales y descuidando
la diversidad.

Es importante, entonces, que estemos conscientes de quiénes somos


y del contexto cultural en el que nos desarrollamos, de manera que
podamos hacerle frente, del mejor modo posible, a las
consecuencias negativas de la globalización, a la vez que
aprovechamos las positivas.

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La autenticidad puede entenderse como coherencia personal. Ser


auténtico (a) significa mostrarnos a los demás tal como somos, sin
fingir ni inventar nada. Es hablar con sinceridad de las emociones
que tenemos y de las ideas que aceptamos, mostrando a los otros
nuestra manera de ver el mundo y nuestra forma de sentir y pensar.

Si uno elige falsear la realidad de su persona lo hace para


engañar a los otros, pero corre el riesgo de engañarse uno mismo
(a). Usualmente, las personas que nos son auténticas tienen
vergüenza de sí mismas y suelen considerar inaceptable lo que son
y lo que hacen. Poe ejemplo, estas personas pueden valorar
cualquier idea ajena por encima de las propias, o pueden pensar
que los demás son mejores que ellas. Así, el ser inauténtico
estaría mostrando un rechazo a uno mismo (a), que hace que la
persona intente presentarse frente a los demás de manera
diferente, casi como si llevara puesta una ũmáscaraŪ. Quien
ũactúaŪ para los otros y para sí mismo, no está siendo
transparente con las personas con las que se relaciona.

   

Cuando nos apreciamos a nosotros mismos y aprendemos a querernos


tal como somos, con nuestras virtudes y nuestros aspectos más
problemáticos, decimos que hemos construido una autoestima
positiva. Es frecuente que las personas con una autoestima
positiva no tenga reparos en mostrarse a los demás tal como son,
porque no tienen vergüenza de sí mismas. En el balance general que
hacen de su persona, cada aspecto tiene su lugar: reconocen sus
debilidades, pero también sus fortalezas, por lo que la evaluación
general de sí mismas es positiva y la persona no tiene necesidad
de presentarse mintiendo frente a los demás. Podemos afirmar,
entonces, que la relación es doble y recíproca: una autoestima
positiva permite a la persona presentarse frente a los otros tal
como es, es decir, le permite ser auténtica; al mismo tiempo, el
ser auténtica y mostrarse como tal trae respuestas positivas de
las demás personas, las que también ayudan a construir una
autoestima positiva. Llegar a ser uno mismo (a) hace felices a las
personas.

 
 
Antiguamente, las sociedades eran homogéneas y había muy pocos
conflictos entre ellas. La gente no viajaba, las distancias eran
enormes, no se disponía de los medios de comunicación que ahora
existen y, por lo tanto, se tenía muy pocas oportunidades de
conocer personas y sociedades diferentes. La gente estaba
tranquila porque todos vivían del mismo modo. Sin embargo, en
algún momento de la historia, los pueblos se encontraron y
enfrentaron unos a otros.
Muchas personas, acostumbradas a ver modos de vida diferentes al
propio, reaccionaron con gran intolerancia: se pensaba que había
una sola manera de vivir (la propia), y que toda manera distinta
no solamente era diferente sino mala y equivocada, por lo que
debía ser combatida. Un ejemplo extremo de esta manera de pensar
es lo que se conoce como las guerras de religión: una serie de
conflictos que se desarrollaron en Francia durante la segunda
mitad del siglo XVI y que enfrentaron a católicos y protestantes
calvinistas. Las sociedades empiezan a considerar la necesidad de
encontrar algo que las una más allá de sus diferencias, algo en lo
que puedan basar una ética universal que garantice la convivencia
pacífica y justa entre los seres humanos.

Ese algo es la ética. En la Edad Media, el término ũmoralŪ


significaba el conjunto de costumbres de un determinado grupo
social, relacionado con los modales aceptados, la manera de vestir
de los individuos, las normas de conducta familiares, o la manera
de organizarse políticamente y de vivir la religión. El término
ũéticaŪ, por el contrario, se usa actualmente para señalar normas
de conducta que se hallan por encima de las diferencias morales de
los pueblos, es decir, todo aquello que se asocia a la naturaleza
humana y que puede considerarse universal (el reconocimiento de la
dignidad de todos los seres humanos sin excepción, su capacidad de
elegir en libertad, sus derechos fundamentales, etc.

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Ningún ser humano nace razonando acerca de los grandes principios
éticos que rigen la vida en común. Por el contrario, es en el
proceso de socialización donde los seres humanos vamos aprendiendo
tanto las morales particulares de nuestras propias culturas como
una perspectiva ética universal.

El epistemólogo y psicólogo suizo Jean Piaget, tomando palabras


del filósofo alemán Inmanuel Kant, planteó dos tipos de relación
entre las personas, a los que llamó heterenomía y autonomía.

La heterenomía significa estar regidos por las reglas que nos


imponen otros. Una persona heterónoma vive las reglas de
convivencia como algo obligatorio, es decir, algo impuesto por
presión ajena y externa a uno, o porque existen sanciones que nos
obligan a actuar de un modo y no de otro. En este caso, las
personas no se muestran libres en su decisión y pensamiento porque
no entienden el verdadero sentido las normas. Este es el caso de
María, que cuando se le pregunta por qué hizo tal o cual acción,
responde que así le agrada a su tía, o que si no lo hace de ese
modo la pueden castigar.

La autonomía significa ũgobernarse uno mismoŪ, es decir, generar


las propias reglas de convivencia y actuar no por presión externa
sino porque uno (a) está convencido de que lo que hace es la mejor
manera de actuar; la más justa y correcta, la que resuelve el
conflicto de mejor manera, la que beneficia a las personas o evita
un daño injusto e innecesario. Esto puede verse en Rosa, quien es
cooperativa y actúa sin temor al ũqué dirán los otrosŪ, se muestra
responsable y asume las consecuencias de sus actos.

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Una de las tareas principales de la adolescencia consiste en


alcanzar una mayor autonomía. En general, se dice que alguien es
autónomo cuando sume la responsabilidad básica respecto a su
propia vida: cuando aprende a confiar en su forma de pensar sobre
los justo y lo injusto, y en su esfuerzo para cubrir sus
necesidades y alcanzar sus metas. Esto tiene lugar cuando es la
propia persona y no los demás quien representa para si misma la
principal fuente de aprobación.

La autonomía tiene que ver con la autorregulación, el control y


dirección de la propia vida desde dentro no desde una autoridad
externa. Se expresa a través de la capacidad del individuo para
pensar por sí mismo y juzgar también por sí mismo el mundo que lo
rodea.

La autonomía no significa que una persona viva como en una isla


desierta, que actúe como si no tuviera conexiones con otros seres
humanos o como si no necesitara de los demás. Por el contrario,
una persona autónoma tomará siempre en cuenta a los demás en sus
decisiones, porque está pensando tanto en el bienestar colectivo
como en el suyo propio.


El desarrollo de la autonomía te dará mayor capacidad para
argumentar sobre la base de criterios cada vez más justos y
maduros, así como la capacidad de comprender las raíces de los
problemas y las diferentes interpretaciones que se pueden hacer de
los mismos. De esta manera, puedes juzgar el mundo en el que vives
de manera más compleja a como lo hacías de niño (a).
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Desde un punto de vista psicológico, y siguiendo a Pajares F.
(1992), las creencias son ũverdades personales e intransferibles
de cada uno que derivan de la experiencia o de la fantasía y que
tiene un componente afectivo y de valoración. Juegan un rol
adaptativo al facilitar a las personas su definición del mundo y
de sí mismosŪ.

Las creencias son pensamientos con fuerte carga afectiva (ya que
están basadas en juicios de valoración) que son adquiridos
mediante el aprendizaje y la socialización. En efecto, las
creencias nacen a partir de la experiencia diaria, de la
observación directa de medio ambiente y de la información que
recibimos. Lo importante es reconocer que se trata de un concepto
dinámico, pues las creencias no son estáticas sino que se van
construyendo y transformando a lo largo del tiempo.

De manera general, podemos afirmar que desde la infancia vamos


formando y consolidando nuestro sistema de creencias y nuestros
pensamientos acerca de la realidad. Inicialmente observamos qué
dicen y cómo actúan nuestros padres o las figuras familiares más
cercanas, que son nuestros primeros modelos, e incorporamos (a
veces sin darnos cuenta) sus sistemas de creencias. Ya en la
adolescencia, nos vamos distanciando un poco de estas figuras
familiares, cuestionamos lo establecido, nos dejamos influir por
los medios de comunicación, y de esta manera forjamos nuestro
propio sistema de creencias y damos vida a nuestros pensamientos.

Los pensamientos que uno acepta como verdaderos se convierten en


nuestras creencias; la acumulación de todas nuestras creencias
individuales forma nuestro sistema de creencias, ya que estas no
están aisladas, sino que forman un sistema que las organiza de
diversas maneras, incluso de forma poco lógica. Esta falta de
lógica hace que una misma persona pueda tener, al mismo tiempo y
sin que le produzca ningún conflicto, creencias contradictorias.
Por ejemplo, una persona puede creer que lo más importante para
ella es mantener una buena salud y, a su vez, puede creer también
que fumar es un comportamiento agradable que le hace verse
atractiva. Ambas creencias son contradictorias porque se sabe que
al fumar las personas contribuyen precisamente a su mala salud,
algo que supuestamente esta persona combate.
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Los pensamientos y las creencias tienen una gran fuerza porque
influyen en la percepción de los objetos del mundo y en la
interpretación de los comportamientos propios y de otras personas.
Constituyen, entonces, el conjunto de pensamientos que una persona
posee acerca de sí misma y del mundo en el que vive.
Nuestras creencias funcionan como filtros de la realidad, ya que
nos próxima a ella desde un particular punto de vista. Muchas de
estas creencias son automáticas, lo que quiere decir que están
allí sin que nos demos cuenta. Estos pensamientos automáticos
suelen ser idiosincráticos, es decir, diferentes en cada ser
humano, y pueden ser tanto positivos como negativos.

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Es importante crear un ambiente positivo para uno mismo y para los
demás mientras se exploran aquellos aspectos de las elecciones
previas que a uno lo siguen impactando. Es necesario pensar que se
puede aprender siempre algo de cada experiencia, y mantener la
atención enfocada en los deseos y metas que se quieran lograr.
Mientras más positivo se esté, más atraerá uno experiencias
positivas.

Desarrolla también tu debilidad para rechazar aquello que te hace


daño. Esto se hará cada vez más fácil al eliminar las creencias
negativas que son muy limitantes. Tú eres libre para elegir lo
positivo frente a algo adverso que te puede suceder. Si, por
ejemplo, un (a) compañero (a) de clase dice cosas desagradables de
ti frente a otros, en lugar de simplemente enfurecerte puedes
elegir ser asertivo (a), buscar al compañero y decirle lo que
sientes, pidiéndoles que si algo tiene que decir de ti, entonces
que te lo diga a ti primero. De este modo, tú evitas tener
sentimientos negativos y la otra persona aprende a ser sincera.

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Una de las formas más fáciles de explorar tus creencias es hacer


ejercicios de asociación de frases. Vigila tu propio lenguaje, ya
que es una forma excelente de empezar a reunir datos sobre tus
creencias. El diálogo con uno mismo es la conversación constante,
mental y/o verbal, que te acompaña en el transcurso del día. Un
aspecto del diálogo interno sería preguntar a un amigo (a) u otra
persona importante que te ayude escribiendo lo que te oye decir,
especialmente cuando está molesto (a).tú, analiza las creencias
que ellos registraron y decide lo que quieres hacer con ellas.

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