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LA HERENCIA MORAL QUE LE DEBEMOS A NUESTROS HIJOS: LA

LUCHA POR LA DECENCIA Y CONTRA LA CORRUPCIÓN

Wilfredo Rimari Arias

¿Podrá un país como el Perú exhibir entre sus líderes de gobierno, sus aspirantes a ser
gobierno en los ámbitos nacional, regional y local, y su clase empresarial, a gente no corrupta,
ni corruptible? ¿Podrán la decencia1, la honradez y la justicia instalarse en la cultura política y
empresarial de nuestra patria o estaremos pidiéndole peras al olmo? ¿Primará, en algún
momento de nuestra historia, en el manejo de los bienes públicos, el sentido de la
responsabilidad del buen administrador que no dilapida los recursos para beneficio de sí mismo
y de sus allegados sino que lo hace en función del desarrollo sostenido y sostenible que
asegure a las próximas generaciones las condiciones para seguir disfrutando del patrimonio
natural y cultural que debemos preservar para ellos con celo y cuidado? ¿Rendirán cuentas del
saqueo que hicieron del país y pagarán con efectiva carcelería no dorada los Quimper, León,
Del Castillo, Quezada, García, Kouri, Keiko y una lista interminable de incompetentes morales,
gracias a una colectividad que así lo exige con firmeza y una justicia renovada que no se hace
ni la ciega ni la sorda?

Es una titánica tarea, pues habrá que amputarle los brazos, las piernas, el corazón, las
neuronas y romperle el espinazo a la corrupción, para extirpar la pus que ha sido la leche que
ha amamantado a los políticos y empresarios criollos que han hecho “negocios redondos” con
la venta-regalo de inmensos terrenos, con la compra a precio de ganga de nuestras empresas,
con el tráfico de leyes hechas a medida, con la compra-venta de beneficios a través de
“doctorados honoris causa”, cursos de postgrado y viajes pagados al extranjero…

No dudo que hayan políticos y empresarios honestos y que en sus actividades se han
conducido respetando los principios básicos que aconsejan la decencia, la honestidad y la
transparencia. Pero, hay que buscarlos con lupa, pues tampoco abundan.

Es una vergüenza nacional que los dos secretarios generales del partido aprista, partido de
gobierno, hayan dejado sus cargos públicos con severos cuestionamientos de corrupción, y
que se pretenda ocultar estos delitos con la desaparición de expedientes, USBs,
computadoras, etc. Más vergonzoso aún es que el presidente Alan García salga a vociferar que
se debe dar celeridad a la investigación para señalar y sancionar a quienes pagaron por el
“chuponeo”, sin pedir las mismas penas para quienes fueron grabados traficando con los
bienes de todos los peruanos. La corrupción es, sin duda, un sello identificatorio del gobierno
del Sr. García, ahora como en el pasado.

Hace poco, después del destape de las seis casas que Del Castillo tiene compradas en el Perú
a nombre de su esposa, quien declara que su única ocupación es “su casa”, y de la que
compró en Miami por un valor aproximado de medio millón de dólares, siendo que no es un
potentado económico, una compañera de trabajo decía que sí conocía por lo menos una amiga
aprista honrada. Surgió de inmediato la respuesta: Espera que la pongan al frente de algún
cargo público y veremos si sigue siéndolo. Un antiguo dicho asegura que ante el arca abierta,
hasta el justo peca. Una religiosa amiga, Clara, decía que eso no es cierto, pues lo único que el
arca hace es descubrir al ladrón.

¿Qué es la corrupción y cómo nos afecta?

En enero del presente año, la Defensoría del Pueblo publicó el Informe Defensorial N°147
Aportes de la Defensoría del Pueblo para una educación sin corrupción, donde afirma que
“la corrupción es el uso indebido de la función o recurso público en beneficio privado”.

1
Decencia: Recato, honestidad, modestia. Dignidad en los actos y en las palabras,
conforme al estado o calidad de las personas (DRAE).

1
Partiendo de esta definición, la Defensoría concluye que:

“…se ha entendido la corrupción como un fenómeno económico en el que participan


tanto el sector público como el privado, y que tiene implicancias directas en las
economías nacionales y, por ende, en el desarrollo sostenible de los pueblos. Por otra
parte, la corrupción también ha sido entendida como un problema resultante de la
debilidad de las leyes o de la estructura del Estado, que permite la comisión de actos
de corrupción y enfrenta serias dificultades para investigar y sancionar los casos
existentes. Esta perspectiva ha sido denominada ‘corrupción institucional’.” (Informe
Defensorial N° 147, p. 15s)

En la Quinta Encuesta Nacional sobre Corrupción2, encargada por PROETICA3 el año 2008,
ante la pregunta: ¿Cuál le parece el principal problema que enfrenta el Estado y que le impide
lograr el desarrollo del país?, el 55% de encuestados responde que es “La corrupción de
funcionarios y autoridades”, seguida de un 26% que cree que es la “Falta de eficiencia de los
funcionarios y autoridades”

En la percepción de muchísimos peruanos, el principal mal del Perú es la corrupción. El empleo


y la pobreza quedan postergados frente a la corrupción. Muy sintomático, pues, efectivamente,
la corrupción nos roba la oportunidad de tener a nuestros conciudadanos debidamente
empleados, justamente remunerados y diciéndole adiós a la pobreza en la que están
empantanados. Un país donde gobierna la cleptocracia4 no sólo nos roba el presente sino que
hipoteca nuestro futuro y el futuro de las próximas generaciones.

Corrupción y subdesarrollo están unidos por vínculos de sangre. La corrupción engendra


pobreza y nos convierte en una sociedad amoral, tanto la grande como la pequeña corrupción,
la de los círculos de palacio y la de la oficina del juez, la que se pasea en el Congreso y la que
pretende pasar desapercibida en las UGEL, la que se maquina por e-mail o con celulares
encriptados desde las cárceles y los palacetes y hoteles de lujo, y la que va de a pie en los
juzgados, la que opera con testaferros del partido y compra 300 mil metros cuadrados a 5 mil
Nuevos Soles y la que va a cara descubierta y es enfocada por los reflectores de los medios
coimeando con 200 Nuevos Soles.

¿Cuánto le cuesta la corrupción a los peruanos? ¿Cuántas vidas se han perdido o no se han
podido salvar por falta del dinero que la corrupción nos ha robado? ¿Cuántas vidas se pudieron
salvar con hospitales construidos con todo el equipamiento y los medicamentos requeridos
para los más pobres, cuántos accidentes se hubieran evitado si no tuviéramos carreteras
pésimamente construidas o algunas ni construidas?

En su artículo ¿Cuánto nos cuesta la corrupción?, León Trahtemberg5, asegura que:

“La historia del Perú ha sido la historia de sucesivos ciclos de corrupción seguidos por
muy breves periodos de reforma anticorrupción, detenidos por el peso de vastos
intereses personales contrarios a frenar la corrupción. Alfonso Quiroz calcula que entre
los años 1820 y 2000 las pérdidas directas e indirectas para el Estado por corrupción,
malversación y colocación ineficiente o improductiva de fondos con fines de corrupción,
equivalían continuamente entre el 30% y 40% del presupuesto nacional; entre el 3% y

2
Ver p.25 en: http://www.proetica.org.pe/Descargas/V%20Encuesta%20Nacional
%20%20-%202008.pdf
3
PROETICA es una asociación civil creada para contribuir a la lucha contra la
corrupción y sus causas en el Perú.
4
Cleptocracia: (del griego clepto: quitar; y cracia: fuerza = dominio de los ladrones)
es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital,
institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo
político, el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes,
debido a que todos los sectores del poder están corrompidos, desde la justicia,
funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico.
5
Ver: http://www.trahtemberg.com/articulos/1543-icuanto-nos-cuesta-la-
corrupcion.html

2
4% del PBI al año (Corrupt Circles: A history of unbound graft in Peru, 2008, página
432).”

Sigue:

“Se imaginan si ese 3% del PBI robado por la corrupción se hubiera invertido
sistemáticamente en la educación para llegar al 6% del PBI, como lo hicieron los países
desarrollados? El Perú podría tener hoy la mejor educación del mundo.
Lamentablemente, tenemos una de las peores, gracias a la corrupción. ¿Todavía es
posible sostener que a un gobierno que haga obras se le puede perdonar la
corrupción? ¿Que malversar con obras públicas, coimear a los ofertantes en
licitaciones, comprar los bienes y servicios que dejen la mayor tajada –aunque no sean
los apropiados- es perdonable por compensación de las obras que sí quedan visibles?”

No quedar callados

La corrupción no es un acto en solitario. Para que haya corrupción se necesita un corrupto, un


corruptor y un móvil o motivo. ¿Podemos bloquear la pista que lleva a la corrupción? Al fin y al
cabo, la pregunta es: ¿Podemos ser decentes, podemos seguir el camino correcto en vez de
tomar el atajo de la corrupción, podemos enseñarle a nuestros hijos, con nuestro ejemplo, que
hay que caminar siempre por la ruta de la verdad por larga que ésta sea? ¿Hay otras maneras
de construir una cultura de la honradez?

En más de una ocasión he oído a padres y hermanos decir a sus familiares frente a un dilema
de contrato, nombramiento, trámite judicial, etc., que “es mejor pagar para asegurarse”. Cientos
de alcaldes, algunos presidentes regionales y hasta el de la república son elegidos luego de
haber purgado prisión por diversos delitos cometidos en tus pasado, o tras esperar que sus
delitos prescriban. Son elegidos bajo sospecha, porque son considerados “el mal menor” o
porque los votantes saben que no pueden esperar nada mejor y lo justifican diciendo “roba,
pero hace obras, otros sólo roban”, que es una manera cómplice de decir “roba, pero nos deja
algún beneficio”.

La alianza no declarada de la indiferencia, la tolerancia y la complacencia frente a la corrupción


han permitido que ésta llegue a institucionalizarse y constituya una amenaza sería para el
desarrollo moral y económico de nuestro país.

Un viejo adagio señala que para que los malos triunfen sólo hace falta que los buenos no
hagan nada. La crisis en la que nos está hundiendo la corrupción en nuestro país debe
llevarnos a decir contundente y solidariamente: ¡NO MÁS CORRUPCIÓN, NO MÁS ASALTO
AL PERÚ DESDE EL ESTADO!

Le debemos una herencia moral a la próxima generación

Esfuerzos institucionales como el de PROETICA y los de vigilancia ciudadana, así como la


cultura de rendición de cuentas que se viene instalando en distintos organizaciones para
asegurar transparencia y honradez son loables. Pero, se necesita más, se requiere de una
comunidad nacional que se comprometa con erradicar la corrupción en el nivel que se presente
y en toda circunstancia. En esta práctica personal e institucional se requiere del valor necesario
para detectar, señalar y denunciar todo acto de corrupción, venga de donde venga.

Tenemos que desarrollar y fortalecer una cultura de la ética pública, a partir de la proclama de
un NO ROTUNDO a todo acto de corrupción, haciéndolo de manera personal y colectiva. No
será nada fácil, pues se trata de quebrar el espinazo de un modus vivendi que opera con
inmunidad e impunidad gracias al respaldo y la complicidad del que son beneficiarios los
corruptos en palacio de gobierno, en el congreso de la República y en el poder judicial.

Se trata de un modus vivendi que ha pervivido durante toda nuestra historia republicana. Eso
hace más duro el reto, pero por lo mismo, más urgente y necesario, pues de no detenerlo
terminará convirtiéndose en un cáncer generalizado que afectará a toda la sociedad peruana.

3
No podemos entregarle a la próxima generación una antorcha que sólo refleja corruptelas y
negocios mal habidos, tenemos que entregarle nuestras luchas incesantes por hacer de
nuestro país una tierra de gente digna, decente, honrada, que no busca el triunfo mal habido ni
el dinero fácil sino que pone toda su energía, su creatividad, su imaginación y sus valores al
servicio de la construcción de un país solidario, justo, pacífico y desarrollado en todos los
aspectos. Ese es el mínimo de herencia moral que le debemos a nuestros hijos y a los hijos de
nuestros hijos.

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