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Arminianos Evangélicos-Parte I de Michael Horton

JUNIO 29, 2010

por Eduardo

“Un cambio teológico se avecina entre los evangélicos así como entre otros
cristianos…La moda inició, creo yo, debido a una lectura fresca y fiel de la Biblia en
diálogo con la cultura moderna, que enfatiza la autonomía, la temporalidad, y el
cambio histórico.” Este anuncio del Dr. Clark Pinnock, un respetable teólogo
evangélico, no es ni una crítica, ni una advertencia, sino un desarrollo prometedor
según la visión del autor.
Un número de líderes evangélicos se reunieron en la Escuela de Divinidad
Evangélica Trinidad cerca de Chicago hace dos años con el propósito de definir el
término “evangélico,” pero muchos regresaron tan confundidos con respecto a lo
que el título comprende como llegaron. Ha venido a ser difícil decir lo que es o no
es un evangélico. Básicamente, el evangelicalismo americano se divide, de la
segunda mitad del siglo XVIII hasta el día de hoy, en dos tradiciones: la de
avivamientos y la Reformacional (como en la Reforma del siglo XVI). Mientras que
el Gran Avivamiento en América y el Avivamiento Evangélico en Inglaterra fueron
ejemplos de la armonía entre la reforma y el avivamiento, estos eventualmente se
convirtieron en rivales cuando el último desarrolló una teología Arminiana. Mientras
la rama Arminiana del avivamiento tomaba ventaja popular, el evangelicalismo iba
siendo moldeado cada vez más con una teología centrada en el hombre a nivel
popular aún cuando sus principales obras de teología sistemática eran reformadas.
Sin embargo, hoy vemos un cambio aún dentro del liderazgo teológico evangélico.
Pinnock escribe, “Es mi fuerte impresión, confirmada aún por aquellos a los que no
les gusta, que el pensamiento Agustiniano está perdiendo fuerza en los Cristianos
de hoy.” Los evangelistas no son los únicos predicando un evangelio Arminiano: “Es
difícil encontrar un teólogo calvinista con el deseo de defender la teología
reformada, incluyendo las doctrinas de Calvino y Lutero, es todo sus rigores
particulares ahora que Gordon Clark no está con nosotros y John Gerstner se ha
retirado…Así que creo que no me encuentro sólo.” El cambio está. Pinnock insiste
que Agustín fue moldeado por el pensamiento griego más que la Escritura y los
reformadores simplemente siguieron sus errores, pero eso fue aceptable para su
tiempo: “Así como Agustín llegó a términos con el pensamiento Griego, así mismo
nosotros estamos haciendo las paces con la cultura moderna.”
El propósito de estas citas no es enfocar la atención en la partida de uno los
teólogos evangélicos fuera de la teología Reformada, sino levantar la pregunta en
términos muy prácticos, “Es posible ser un ‘Arminiano evangélico’?” En este artículo
intento defender la respuesta negativa a esa importante pregunta.
Qué es un Evangélico?
Uno puede pensar que el término “protestante” es más antiguo que “evangélico,” el
último frecuentemente asociado al evangelismo televisivo y de cruzadas de años
recientes. Sin embargo, el término “evangélico” es el más antiguo de los dos.
Aparece en manuscritos medievales, describiendo la calificación de un buen
predicador: Debe ser evangélico. Hasta la Reforma, sin embargo, el adjetivo podía
significar cualquier cosa desde poseer un amor sincero por Cristo hasta poseer un
celo misionero. Cuando Lutero llegó a la escena estaba ansioso por emplear el
término que había sido honrado en el tiempo en servicio por la recuperación del
evangelio. Después de todo, qué podía ser más apropiado que la designación para
un hombre o mujer de la Reforma? Todo se trataba de la recuperación del
evangelio mismo.
Pero, el término tomó otro significado, moviéndose de un adjetivo a un sustantivo.
Uno no sólo era “evangélico” en el sentido ambiguo medieval de ser piadoso,
celoso, y fiel, sino un evangélico en el sentido que uno se adhería a los postulados
de la Reforma. Después de 1520 una persona evangélica era aquella que se
sometía a la suficiencia de las Escrituras, el sacerdocio de todos los creyentes, la
condición perdida de toda la humanidad, la sola mediación de Cristo, la Gracia
eficaz y la finalización de la obra redentora de Dios en Cristo por medio de la
elección, propiciación, llamado y preservación. La parte fundamental de todo esto
era la doctrina de la justificación sólo por gracia, por medio sólo de la fe, a causa
sólo de Cristo. Así que, el creyente, declarado justo en virtud de la satisfacción de
Dios con la santidad imputada de Cristo a nosotros por medio sólo de la fe,
es simul iustus et peccator–” simultáneamente justo y pecador.”
Los evangélicos, por lo tanto, ya fueran Luteranos o Reformados, insistían que éste
era el evangelio. No era un área periférica abstracta de debate doctrinal en el cual
los Cristianos podían “estar o no de acuerdo.” No era meramente una implicación
del evangelio o una parte del evangelio! Fue este mensaje, y no otro, si es que
puede haber otro igual, que todos tenían que tener correctamente. En otros
asuntos los Cristianos podían diferir, pero sin la distinción entre el evangelio de
obras y el evangelio de la sola gracia, escribió Lutero, uno no puede distinguir a un
Cristiano de un Musulmán o Judío. El sucesor de Calvino en Ginebra, Teodoro Beza,
escribió, “La ignorancia de esta distinción entre Ley y Evangelio es un de las
principales fuentes de abusos que corrompieron y aún corrompen al Cristianismo.”
Teólogos e historiadores hasta el presente se han referido al
principio formal y material de la Reforma, el primero siendo la suficiencia de las
Escrituras y el último siendo la doctrina de la justificación por medio sólo de la
gracia a través sólo de la fe. Debido a que el principio formal de la Reforma es “sola
Scriptura!,” nosotros hoy en día debemos definir “evangélico” de acuerdo a la
enseñanza bíblica. Si los reformadores malinterpretaron la Biblia en cualquiera de
estas enseñanzas claves, deben ser corregidos por las mismas Escrituras. Sin
embargo, históricamente, el término “evangélico” se ha referido a aquellos que
abrazan ya sea las confesiones Luteranas o Reformadas. Sólo en la Americanización
gradual de la fe evangélica ha sido ésta herencia echada por la borda, como si “sola
scriptura” significara que simplemente adherirse al principio formal de la Reforma
fuera suficiente. Mientras uno crea en la Biblia, uno puede pararse donde quisiera
en el principio material del método de Dios en la salvación de pecadores. Si esto
fuera cierto, uno debería conceder a los Mormones y Testigos de Jehová membresía
a la Asociación Nacional de Evangélicos.
Hay dos manera de tratar con esta pregunta de definir “evangélico”: Escritural e
histórica, pero en este breve espacio permítanme enfocarme en el argumento que
este término debería ser definido y utilizado en su sentido histórico. Mientras la
Reforma pueda, teóricamente, haber errado en sus doctrinas clave (ya que sólo la
Escritura es infalible), es sin embargo inevitablemente verdadero que aquellos que
se llaman evangélicos han afirmado históricamente y defendido esas enseñanzas
como bíblicas. Por lo tanto, históricamente hablando, aquellos que no afirman estas
doctrinas no son, en virtud de la ley de la no-contradicción, evangélicos.
fuente bibl:
http://sujetosalaroca.org/2010/06/29/arminianos-evangelicos-parte-i-de-michael-
horton/

Arminianos Evangélicos-Parte II
JUNIO 30, 2010

por Eduardo Flores


En la entrada de ayer transcribimos el siguiente párrafo del artículo de Michael
Horton,
Hay dos manera de tratar con esta pregunta de definir “evangélico”: Escritural e
histórica, pero en este breve espacio permítanme enfocarme en el argumento que
este término debería ser definido y utilizado en su sentido histórico. Mientras la
Reforma pueda, teóricamente, haber errado en sus doctrinas clave (ya que sólo la
Escritura es infalible), es sin embargo inevitablemente verdadero que aquellos que
se llaman evangélicos han afirmado históricamente y defendido esas enseñanzas
como bíblicas. Por lo tanto, históricamente hablando, aquellos que no afirman estas
doctrinas no son, en virtud de la ley de la no-contradicción, evangélicos.”

El día de hoy continuaremos con el artículo.


Qué es un “Arminiano”?

Jacobo Arminius, uno de los estudiantes de Beza, levantó primeramente las cejas
de la Iglesia Reformada Holandesa al enseñar que la persona de la que Pablo
hablaba en Romanos capítulo siete no era regenerado, mientras que los
Reformados siempre lo habían interpretado como un triste, pero apropiado, cuadro
de la vida Cristiana (simultáneamente justificado y pecador). Pero había más
controversia debajo de esto: Arminius negaba la elección incondicional,
argumentando que Dios hizo Su decisión eterna basándose en su pre-conocimiento
de fe y obediencia. Con esto el sistema Reformado entero era rechazado.
Luego de su muerte, los seguidores de Arminius empezaron a enseñar las
enseñanzas del teólogo mucho más allá. Los “Opositores,” como se les llamaba,
presentaron sus afirmaciones en cinco puntos: la elección era condicional, la
expiación era universal no sólo en suficiencia pero en intención, la depravación era
sólo parcial, la gracia puede ser resistida, y el hombre regenerado podía perder su
salvación. Además, los Arminianos negaban la creencia Reformada que la fe era un
regalo y que la justificación era puramente una declaración forense (legal). Para
ellos, incluía un cambio moral en la vida del creyente y la fe misma, una obra de los
hombres, era la base de la declaración de Dios. En 1618-19, el Sínodo de Dordt,
una conferencia internacional de las iglesias Reformadas, declaró a los “Opositores”
herejes y las iglesias Reformadas estuvieron de acuerdo, aún los que no eran
reformados (Luteranos).

El Arminianismo llegó al mundo de habla inglesa principalmente por los esfuerzos


del Arzobispo de Canterbury William Laud, el obispo Jeremy Taylor, y el gran
predicador, Lancelot Andrews. Los principales puritanos como John Owen, Richard
Sibbes y Thomas Goodwin se opusieron al Arminianismo como la forma Protestante
del “Romanismo” en la cual la fe Cristiana degeneraba en moralismo que confundía
la Ley y Evangelio y le quitaba a Dios su justa alabanza por toda Su obra de
salvación. Eventualmente, el elemento inglés “Arminiano” evolucionó en el ala Alta
de la Iglesia inglesa, enfatizando la importancia del ritual y la jerarquía de la iglesia
así como el Deísmo moralístico que caracterizó la predicación del siglo dieciocho.
Por dondequiera que era adoptado el Arminianismo, el Unitarianismo seguía,
llevando al liberalismo de las denominaciones actuales. Esto puede discernirse en
Holanda, Europa del Este, Inglaterra, y en Nueva Inglaterra. De hecho, en un
periodo corto de tiempo, los Bautistas Generales (Arminianos) de Nueva Inglaterra
se habían amalgamado en la Iglesia Unitaria en el siglo XVIII.

Este no es simplemente un argumento escurridizo: en otras palabras, si permitimos


x, entonces estaremos abrazando y. La historia verdaderamente muestra la
relación entre el Arminianismo y el naturalismo. Uno puede ver fácilmente como un
cambio de un mensaje teocéntrico (centrado en Dios) de pecaminosidad humana y
gracia divina a un mensaje antropocéntrico (centrado en el hombre) de potencial
humano y de relativa impotencia divina puede crear una visión más secularizada. Si
los seres humanos no son tan malos, quizás no necesitan un plan de salvación tan
radical. Quizás todo lo que necesitan es una charla de motivación, algo de
inspiración al medio tiempo, para que puedan volver al juego. O quizás necesitan
una inyección de gracia, como un antibiótico espiritual, para contrarrestar las
afecciones pecaminosas. Pero en la teología Reformada, los seres humanos no
necesitan ayuda. Ellos necesitan redención. No necesitan meramente alguien que
les muestre la salida; ellos necesitan alguien que sea su salida de la muerte
espiritual y la oscuridad.

Por lo tanto, los evangélicos que enfrentaron este reto del Arminianismo
universalmente lo vieron como una partida herética de la fe Cristiana. Uno
simplemente no puede negar la depravación total, la elección incondicional, la
justificación por medio sólo de la gracia a través sólo de la fe por Cristo, y continuar
llamándose evangélico. Hubo muchos cristianos que no eran evangélicos, pero ser
un evangélico significaba que uno se adhería a esas convicciones. Mientras que los
Calvinistas y Luteranos no estaban de acuerdo sobre la expiación y la irresistibilidad
de la gracia y la perseverancia, eran ambos monergistas estrictos. Esto es, creían
que una persona nos salvaba (Dios), mientras que los Arminianos eran sinergistas,
es decir que creían que Dios y el creyente cooperaban en este asunto concerniente
a la salvación. Era este monergsimo lo que diferenciaba a un evangélico de un no-
evangélico desde la Reforma.

fuente bibl:
http://sujetosalaroca.org/2010/06/30/arminianos-evangelicos-parte-ii/

Arminianos Evangélicos-Parte III


JULIO 1, 2010
por Eduardo Flores

Hemos estado transcribiendo un artículo escrito por Michael Horton en la


revista Modern Reformation en 1992. En la última entrada terminamos con el
siguiente párrafo,

Por lo tanto, los evangélicos que enfrentaron este reto del Arminianismo
universalmente lo vieron como una partida herética de la fe Cristiana. Uno
simplemente no puede negar la depravación total, la elección incondicional, la
justificación por medio sólo de la gracia a través sólo de la fe por Cristo, y
continuar llamándose evangélico. Hubo muchos cristianos que no eran evangélicos,
pero ser un evangélico significaba que uno se adhería a esas convicciones. Mientras
que los Calvinistas y Luteranos no estaban de acuerdo sobre la expiación y la
irresistibilidad de la gracia y la perseverancia, eran ambos monergistas estrictos.
Esto es, creían que una persona nos salvaba (Dios), mientras que los Arminianos
eran sinergistas, es decir que creían que Dios y el creyente cooperaban en este
asunto concerniente a la salvación. Era este monergsimo lo que diferenciaba a un
evangélico de un no-evangélico desde la Reforma.”

El día de hoy vamos a concluir con el argumento de Horton con respecto al


verdadero espíritu evangélico.

Son los Arminianos Evangélicos?


El corazón del debate de la Reforma fue, Quién salva a quién? Salva Dios a los
pecadores? O nos salvamos nosotros mismos con la ayuda de Dios? La Iglesia
Católico Romana estaba confundida en esa pregunta a lo largo de la Edad Media,
dividida claramente en el tiempo de la Reforma, pero finalmente determinó en el
Concilio de Trento en la mitad del siglo XVI que la segunda respuesta era la mejor.
La gracia de Dios es la fuente, pero la cooperación humana con la gracia es lo que
hace eficaz a la voluntad salvifica de Dios. Por lo tanto, Dios nos justifica
haciéndonos mejores y eso involucra nuestra propia participación.
Los protestantes ortodoxos no estaban sobresaltados en vano, por lo tanto, cuando
vieron las negaciones Arminianas no diferentes a las posiciones de Trento, que
habían declarado anatema a los evangélicos. Hubiera sido intolerante para ellos,
ver la posición de Trento como no ortodoxa si estaban dispuestos a decir lo mismo
de una desviación similar “Protestante.”

Entonces que significa todo esto para nosotros casi cuatro siglos después de que el
Arminianismo fuera condenado por las Iglesias de Inglaterra, Escocia, Irlanda,
Alemania, Suiza, los Protestantes Franceses, y los evangélicos de Europa del Este?
En el avivamiento inglés del siglo dieciocho, Whitefield (un Calvinista) y Wesley (un
Arminiano) estaban dispuestos a trabajar juntos como amigos cercanos y aliados en
el esfuerzo evangelístico. Sin embargo, cuando Wesley empezó a enseñar que la
justificación no era puramente forénsica (esto es, una declaración legal), sino que
dependía de la obediencia “momento a momento,” los Calvinistas que habían
apoyado con entusiasmo el avivamiento y que lideraron la causa evangelística se
preocuparon. Tarde en la vida, Wesley registró algunas desafortunadas
afirmaciones en sus Minutos de la Conferencia Metodista, incluyendo la conclusión
de que su propia posición era por “un pelo, ”salvación por obras.” Temiendo un
antinomianismo implícito en las doctrinas Reformadas, Wesley le decía a los que le
apoyaban que previnieran a los Calvinistas “en contra de hacer nulo ese solemne
decreto de Dios, ‘sin santidad nadie verá al Señor,’ por la vana imaginación de ser
santos en Cristo. O adviértanles que si permaneces injustos, la justicia de Cristo no
les servirá de nada!” El escritor preferido de John Wesley, William Law, escribió,
“Debemos considerar que Dios sólo sabe las deficiencias en la santidad que Él
aceptará; por lo tanto no podemos tener la seguridad de nuestra salvación sino
haciendo nuestro máximo esfuerzo para merecerla.” “Nosotros tenemos,” dijo él,
“nada en que basarnos sino en la sinceridad de nuestros esfuerzos y la misericordia
de Dios.” Era Law un evangélico? Si así era, alguien le debe al papa León una
disculpa.

La doctrina de la justificación–”simultáneamente justificado y pecador”– es


escandalosa para la razón humana y Wesley es famoso por su “Cuadrilátero” de
autoridad: Escritura, tradición, experiencia, y razón. Bien para “solo la escritura”!
Ambos, el principio material y formal de la Reforma fueron al menos
menospreciados, si no negados. Que tanto de tradición, experiencia, y razón se
oponen a esta doctrina. Un teólogo moderno escribe, “Podemos amar a Dios
perfectamente y podemos ser justos en esta vida tanto como Cristo es justo…” y
añade que la Biblia “no deja espacio para el pecado voluntario y conocido en la vida
del creyente.” Otro añade, “Pero puede ser cierto-santo y pecador
simultáneamente? Yo quisiera que así fuera…Simul iustus et peccator? Espero que
así sea! Simplemente me temo que no.” Estos puntos de vista fueron presentados
en un volumen ofreciendo cinco puntos de vista de escritores evangélicos.
En el Avivamiento Evangélico, se le permitió a Wesley abrazar el Arminianismo
mientras retenía el uso de la etiqueta evangélica, a pesar del hecho que para ese
tiempo el evangelicalismo había repudiado la posición como el error de la iglesia de
la Edad Media que había precipitado la Reforma en primer lugar. En uno de sus
mejores sermones sin embargo definió la justificación no como una declaración
meramente forensica distinta de la santificación, sino como la liberación de la culpa
por el pecado y “todo el cuerpo de pecado, a través de Cristo gradualmente
formado en su corazón.” Ser justificado significa que uno no peca “por un pecado
habitual,” “ni por un pecado voluntario,” “ni por ningún deseo pecaminoso,” “ni por
enfermedades, ya sean en acto, letra o pensamiento…Y a pesar de que no pueda
decir que él “no ha pecado,” ahora “él no peca.” Además, los minutos para la
primera conferencia anual Metodista afirmó que el arrepentimiento y las obras
debía preceder a la fe, si por obras uno entiende “obedecer a Dios tanto como
podamos.” “Si un creyente peca voluntariamente, él desecha el perdón.” Eran las
obras necesarias para la continuación de la fe? Sin duda alguna, pues un hombre
puede rechazar el regalo de Dios ya sea por pecados de omisión o comisión.”
La justificación puede perderse cada vez que uno desobedece voluntariamente y
añade Wesley, “No lo encontramos afirmado explícitamente en la Escritura que Dios
imputa la justicia de Cristo a nadie, sin embargo encontramos que la fe nos es
imputada por justicia.” Esta imputación de fe como nuestra justicia, más que la
obediencia activa y pasiva de Cristo, es precisamente la doctrina articulada por
Arminius, haciendo de la fe una obra que logra la justicia ante Dios. Sabiendo
quienes quizás iban a criticar contra la enseñanza en la Iglesia evangélica de
Inglaterra, pregunta Wesley, “No nos hemos sin darnos cuenta apoyado hacia el
Calvinismo en el pasado?” “Pareciera que así fue,” pregunta él, igualando el
calvinismo con el antinomianismo. El teólogo wesleyano contemporáneo, John
Lawson, escribe, “Este juicioso y moderado ‘Evangelicalismo Arminiano,’ que es
ahora característico del Protestantismo anglosajón, es quizás la más importante
contribución del movimiento metodista al entendimiento teológico en la Iglesia.”
Mientras que los Wesleyanos insisten en afirmar la justificación solo por fe, ellos la
definen en los mismos términos morales rechazados por evangélicos desde la
Reforma. Lawson mismo define la justificación como “la primera y más importante
etapa en la manera de vivir renovada, verdaderamente cambiando para bien la
mente y el corazón, en voluntad y acción.” Tomás de Aquino no podría haber
mejorado la definición.

Hoy día, teólogos como Clark Pinnock insisten en llevar la etiqueta de “evangélico”
mientras que se alejan del Arminianismo hacia un rechazo total del teísmo clásico.
Tales portavoces pueden insistir que ellos están meramente contribuyendo a la
evolución y desarrollo de la doctrina, pero de hecho están reinventando viejas
herejías. Así como Arminius revivió el Semi-pelagianismo, el Dr. Pinnock está
meramente avanzando un avivamiento del Pelagianismo y el Socinianismo,
reforzado por la última locura académica del teísmo de procesos.

Una vez que se convirtió en un Arminiano, el Dr. Pinnock nota, “Yo pronto
comprendí que algo debía de hacerse con respecto a la doctrina de Dios recibida.”
Dios no es más infinito, inmutable, y ni siquiera omnisciente. Después de todo, “las
decisiones que no han sido tomadas aún no existen en ningún lado para que
puedan ser conocidas por Dios.” El Dr. Pinnock también niega el pecado original,
admitiendo con respecto a esto, como otros, que se está moviendo más allá del
Arminianismo. Y el siguiente dominó? “Obviamente se requiere de mí que reduzca
la precisión en la cual yo entiendo como ocurre la sustitución de Cristo.” Debe
decirse que si tales escritores pueden continuar siendo vistos como líderes
evangélicos (el Dr. Pinnock es aún un respetado miembro de la Sociedad Teológica
Evangélica), debe depender de nosotros como herederos de los Reformadores
Protestantes dar una disculpa a la Iglesia Católico Romana por dividirnos sobre
cosas, no más esenciales que estas. El pecado original, la expiación sustitutiva,
justificación, juicio eterno, y el teísmo clásico deben desaparecer, de acuerdo al Dr.
Pinnock y su equipo de escritores en Un Caso a Favor del Arminianismo. “Yo no
creo que debamos sentirnos que hemos perdido algo de absoluto valor cuando nos
encontramos difiriendo con algunas de las tan llamadas interpretaciones
ortodoxas,” concluye el Dr. Pinnock.

Desde donde estoy sentado, el problema principal es este: hemos vuelto a usar el
término “evangélico” como un adjetivo. Como su uso medieval era ambiguo,
refiriéndose más a la actitud general de humildad, celo, y simple semejanza con
Cristo, así el uso contemporáneo cae frecuentemente en esta categoría. Un
evangélico es alguien que “ama a Jesús,” que “gana almas,” y que tiene un
“espíritu dulce.” Ken Myers nota que los evangélicos no creen más en la ortodoxia,
sino en el orto-pathos, una consideración por los sentimientos correctos más que
en los pensamientos y la adoración correctas. Una publicación Cristiana publicó un
libro por un Franciscano “evangélico” titulado, Católicos Evangélicos. Karl Barth, el
gran teologo neo-ortodoxo, es ahora ampliamente tomado en cuenta en los círculos
evangélicos conservadores y reformados, aunque reinterpretó el mensaje
evangélico más allá como para poder ser reconocido. De nuevo, Barth puede ser,
teóricamente, correcto desde un punto de vista bíblico. No creo que sea así y esa
es mi objeción primaria de la neo-ortodoxia, pero para aquellos que mantenemos la
Escritura como la última prueba de verdad, no puedo rechazar el Bartianismo
porque esté en contraposición con los credos y confesiones. Sin embargo, uno
puede decir que Barth no es evangélico en el sentido histórico y clásico. Lo mismo
es verdadero de los “Católico Romanos Evangélicos” que aún niegan la suficiencia
de las Escrituras, la justificación sólo por gracia por medio sólo de la fe, y demás. Si
“evangélico” significa algo, es esencial que hagamos esas distinciones.

Habiendo dicho esto, es igualmente importante reconocer que esto no es un tema


de intolerancia u orgullo denominacional. Veremos no-evangélicos en el cielo.
Mientras reflexiono en los puntos de vista que solía afirmar, es aleccionador por lo
menos y me recuerda que las posibilidades son muy buenas de que aún me falte
mucha distancia por andar. Mientras debemos creer ciertas verdades esenciales
para ser salvos, no somos salvos por la cantidad de doctrina que sepamos. Habrán
católicos romanos, arminianos, y otros en el paraíso que fueron salvos por la gracia
de Dios aún si ellos, como yo, no entendieron o apreciaron esa gracia tanto como
debieron. Sin embargo, si vamos a continuar usando el término “evangélico” como
un sustantivo para definir un cuerpo de Cristianos manteniendo ciertas
convicciones, es tiempo de que aclaremos estos temas. Un evangélico no puede ser
Arminiano más que un evangélico no puede ser Católico Romano. Los distintivos del
evangelicalismo fueron negados por Roma en el Concilio de Trento, por los
Opositores en 1610, fueron confundidos y retados por John Wesley en el siglo
XVIII, y han sido ignorados o negados en el “evangelicalismo” contemporáneo.

En conclusión, el movimiento evangélico se enfrenta a una difícil decisión: ya sea


reclamar el término “evangélico,” o emitir su confinamiento. Dejen que esos
disidentes evangélicos que niegan las grandes verdades de la fe evangélica se
pongan de pie con valor por sus convicciones y lideren un éxodo del
evangelicalismo, pero es a mi mente la altura de la arrogancia y deshonestidad
buscar representarse a sí mismo como algo que claramente no es.

Mi propósito no ha sido pontificar sobre lo que se debe hacer con ciertos individuos,
sino mostrar la seria crisis que los evangélicos enfrentan como movimiento. Es
como si el liderazgo evangélico declarara el movimiento “zona libre de
consistencias,” una isla en la cual la ley de la no contradicción no se aplica. Una
reciente edición de Christianity Today mostraba un artículo ofreciendo una “tercera
manera,” un alternativa tanto al Calvinismo como al Arminianismo como “semillas
para una vía media bíblica,” como si la Biblia enseñara algo medio entre la creencia
que sólo Dios salva y en la que nosotros cooperamos con Dios en nuestra salvación.
Hoy uno puede ser evangélico-que ha significado históricamente creen en la
depravación total, la elección incondicional, la justificación sólo por gracia por
medio sólo de la fe, la suficiencia de las Escrituras-y al mismo tiempo ser
Arminiano, negando o distorsionando el mensaje evangélico mismo. Cristianos
contemporáneos, generalmente hablando, han escogido ser agnósticos en la
mayoría de las convicciones evangélicas. Hace unas cuantas generaciones, una
defensa de la justificación hubiera sido considerada como una defensa del mismo
evangelicalismo, pero hoy cuando describo esta doctrina frecuentemente escucho,
“Eso es terriblemente Calvinista.” Lo que antes se consideraba ampliamente
evangélico es visto ahora por muchos como Reformado. Tales cambios han sido
ampliamente documentados en Evangelicalismo: La Futura Generación, por el
sociólogo de la Universidad de Virginia James Davison Hunter. Esto, escribo, es el
tipo de pensamiento irresponsable que está llevando al evangelicalismo hacia un
mar de confusión, división e irrelevancia.

Con amor enfrentemos a nuestros hermanos y hermanas en un espíritu de firmeza,


pero humildad, mientras intentamos llevarnos a nosotros mismos y a nuestros
hermanos a una mayor conformidad con “la fe que fue una vez entregada a los
santos.”

fuente bibl:
http://sujetosalaroca.org/2010/07/01/arminianos-evangelicos-parte-iii/

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