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CONSIDERACIONES PRELIMINARES
Es conveniente puntualizar que las leyes de santidad llevan implícito tanto el premio al
que hace el bien, como el castigo al que se dedica a hacer lo malo. Los Diez
Mandamientos y las leyes que les siguen (Éxodo capítulos 20 al 23; Deuteronomio 5 al
7); Las leyes de la obediencia y sus bendiciones, y las cosecuencias trágicas de la
desobediencia (Levítico capítulos 26 y 27; Deuteronomio 28-30),etc., entre otros textos,
son suficientemente aclaratorios de la voluntad del Dios tres veces santo en relación con
la criatura humana a la que hizo a su imagen y semejanza.
El hecho de que el hombre fuera formado a imagen misma del Dios tres veces santo,
(Génesis 1:27) es claramente reveladora de su propósito de que el ser creado por Él
mismo fuera santo tanto en sus relaciones con Dios mismo, como de los unos con los
otros y con el resto de las criaturas de la creación.( Léanse en particular los siguientes
textos: Éxodo 19.6; Levítico 11:44; 19:2; 20:26, etc.)
Según el relato bíblico del Génesis, desde el principio dotó Dios a todos los seres
vivientes que creó con capacidad reproductora, así como también a la criatura humana a
la que creó como hombre y como mujer, pues no era bueno que el hombre estuviera
solo, y el Señor le bendijo haciéndo para él una “ayuda idónea” (Génesis 2:18),
otorgándoles el maravilloso y excelente don de la familia. El propósito de Dios se nos
revela en sus propias palabras en Génesis 1:28: “…fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra…” Todo lo que Dios hizo lo hizo bueno, santo y perfecto, como afirma la misma
Escritura: “ Y vió Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera” (Génesis 1.31). Otros dones con los que Dios dotó a la pareja son: el amor del
uno por el otro; el compartir todas las cosas, la mutua aceptación, el trabajar juntos y el
criar a sus hijos dándose por ellos.
A la luz de nuestra propia experiencia como seres humanos, y del estudio de nuestra
conducta a través de la historia, puesta de manifiesto por la palabra de Dios, resulta
imposible negar que en nuestros lejanos orígenes se produjera un derrumbe moral y
espiritual de esta naturaleza como la que se describe en en el capítulo 3 del primer libro
de la Biblia. No obstante, como ya hemos señalado, no faltó ni la abundante
misericordia de Dios ni la promesa firme de la redención de la humanidad, a la que
volveremos a referirnos en la sección que trata de la santidad en el Nuevo Testamento.
A raíz de la caída, además de la violencia criminal y fratricida motivada por los celos y
la envidia que observamos en Génesis 4.8, y la creciente maldad de los hombres sobre
la tierra, que propiciaron la casi desaparición del ser humano del planeta, (Génesis 6 y
7), una de las más tempranas manifestaciones de pecado fue la promiscuidad sexual y la
corrupción de la sexualidad que desataron los juicios divinos a los que hacen referencia
los capítulos arriba mencionados. Un claro ejemplo de lo ofensiva que resulta para Dios
la homosexualidad son los relatos de la destrucción de Sodoma y Gomorra, por su
sodomía generalizada y que motivó la destrucción de las ciudades de aquél próspero
valle (Génesis 18: 16-33 al 19: 1-38).
Si Dios hubiera autorizado ese tipo de relaciones sexuales entre hombre y hombre y de
las mujeres entre sí, no se habrían producido estos castigos, porque Él lo habría
manifestado y explicitado en sus mandamientos, estatutos y leyes. Sin embargo, nada
hay en la Biblia que justifique tales prácticas y sí mucho que las condene, ya que no
obedecen en manera alguna al propósito divino en relación con el sexo.
Como conclusión en este punto, estimado lector, considero que no es prudente, ni sabio,
menospreciar los juicios sumarísimos de Dios que calleron sobre la humanidad antigua,
siendo ésta aniquilada casi por completo por causa del pecado generalizado del que se
nos habla en el libro del Génesis, capítulos 6 y 7; Tampoco es sabio hacer oídos sordos
ante los tremendos castigos que se nos relatan en los capítulos 11 y 19 del citado libro,
y aún menos el olvidar los padecimientos que incontables multitudes hemos sufrido en
nuestra reciente historia del siglo pasado, por causa del pecado de las naciones, y en
cuya primera mitad tuvimos dos grandes guerras mundiales que causaron cerca de
ochenta millones de muertos.
No, no nos engañemos: a igual pecado, igual castigo; a mayor pecado, máyor castigo, y
esto es lo que espera a la humanidad a menos que se produzca un poderoso llamamiento
al arrepentimiento, como en los días del profeta Isaías, y que las gentes del mundo lo
escuchemos, nos arrepintamos y abandonemos nuestros falsos ídolos del placer, de la
riqueza, el egoísmo y la prosperidad lograda mediante el engaño, el robo y la
explotación.
“Príncipes de Sodoma, oid la palabra de Dios; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo
de Gomorra…
“Lavaos y limpiaos ; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad
de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituir al agraviado, haced
justicia al huérfano, amparad a la viuda.”
“Venid luego, dice Dios, y estémos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana.”
Así pues, las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo tocantes a la santidad en la vida
son autoritativas y de obligado cumplimiento se sea creyente o no, de modo que para el
creyente son norma de vida para salvación eterna en virtud de la fe en Jesucristo y la
obediencia debida a Dios, mientras que para el no creyente siguen siendo autoritativas y
su cumplimiento igualmente exigible, por lo que la incredulidad y la desobediencia le
acarrearán eterna condenación, a menos que se arrepienta y convierta a la fe de todo
corazón.
En relación con la conducta sexual, nuestro Señor Jesucristo pone de manifiesto que el
pecado radica en el corazón del ser humano del que procede todo deseo impuro y toda
codicia de la posesión carnal del otro, y advierte de las gravísimas consecuencias del
adulterio, y la fornicación. También declara su oposición al divorcio, excepto por causa
de fornicación.(Mateo 5: 27-32)
En relación con la abstinencia del sexo, el Señor Jesucristo, de quien nadie puede decir
en justicia y verdad que mantuviera relaciones sexuales con nadie, afirmó que: “ hay
eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos
eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa
del reino de los cielos”, añadiendo: “El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.”
¿Estaba haciendo Jesús aquí referencia a su caso personal? Porque es evidente que Él se
negó a sí mimo el derecho de constituir una familia carnal, al estar plenamente
consagrado a crear una nueva familia espiritual santa y redimida de este mundo, apta
para el reino de Dios.
Otro pecador al que Jesús libró de su falsa religiosidad farisaica; que era enemigo de la
fe cristiana y perseguidor del mismo Señor Jesucristo, lo llamó, lo convirtió y lo envió
a las naciones gentiles a predicar el evangelio del amor y de la gracia del Dios tres veces
santo. Nos referimos al apóstol Pablo, el cual trabajó hasta la muerte por la causa del
evangelio.
Son numerosos los textos, en las epístolas de los apóstoles, en las que se exhorta a las
jóvenes iglesias a vivir en la santidad debida y en la obediencia al evangelio,
especialmente Pablo, Pedro y Juan que son los que más extenso escribieron, siendo
aconsejable la lectura completa de todas las epístolas apostólicas.
Hoy en día hay que sumar a estas prácticas mencionadas, nuevas formas de
explotación sexual delictivas que afectan a menores y a niños incluso de muy corta
edad, y que involucran a muy diversas clases sociales. No quiere esto decir que la
llamada “pederástia” sea una novedad, pues su práctica estaba muy extendida en el
mundo antiguo, especialmente en Grecia y Roma, sino la utilización de medios
modernos de captación que utilizan la tecnología electrónica y digital para el logro de
sus fines deshonestos. Actualmente contemplamos, con no poca alarma, el crecimiento
a nivel mundial del sexo con menores entre otras prácticas sexuales repugnantes y
deshumanizantes que afortunadamente estan siendo perseguidas y castigadas por la ley.
Naturalmente que esto no se ha producido en un día, sino que es el fruto del desarrollo
progresivo de una mentalidad materialista, cientifista, atea, racionalista y secularizante,
que ha ido leudando a una buena parte de la masa, afectando a sociólogos, pedagogos,
políticos y demás miembros de la comunidad. Esto no quiere decir que no exista un
gran número de personas de toda condición social, en este país y en otros muchos, que
no estén de acuerdo con estas normativas aparentemente legales, impuestas o toleradas
desde las más altas instancias, y que de haberle dado al pueblo el derecho de expresar su
opinión en las urnas, como se suele hacer en una democracia, los resultados podrían
haber sido muy distintos.