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EX ALUMNOS DE MARÍA AUXILIADORA

-Mendoza- 2010

SANTO TOMÁS Apóstol


3 de Julio
Patrono de los arquitectos

El nombre Tomás procede de una raíz hebrea y significa “duplicar”. Por eso se
cree que San Juan Evangelista lo llama Dídimo, es decir mellizo. Era pescador de
oficio.
Una leyenda dice que Santo Tomás fue arquitecto real en la India, y por eso se lo
representa con una escuadra como símbolo. También por eso es considerado
Patrono de los arquitectos y de los constructores.
Cuando Jesús, llamado por las hermanas de Lázaro enfermo, se disponía a ir a
Judea, donde sabía lo esperaba el odio más profundo de los judíos, dijo Santo
Tomás a los demás Apóstoles; “Vayamos nosotros también y muramos con Él”,
esto está en el Evangelio de San Juan, y seguramente que el Señor aceptaría con
gratitud ese gesto valiente y generoso del Apóstol.
Más tarde, durante el discurso de despedida, en la Última Cena, Tomás le hizo
una pregunta a Nuestro Señor; “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿ cómo
podremos saber el camino? ” Y gracias a esa pregunta de Santo Tomás, Jesús
responde y nos lega una de las grandes definiciones de Sí mismo, tantas veces
meditada: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre sino por
Mí”.
La misma tarde del Domingo del día de Pascua, el Mesías ya resucitado y con su
Cuerpo Glorioso, se presentó a sus discípulos. Pero Tomás no estaba en el
Cenáculo, es el único que falta ¿Por qué? ¿Estaría sumido en la desesperanza,
después de haber visto a su Maestro muerto en la Cruz? Ningún Evangelista nos
lo dice. Cuando lo encuentran le dicen con alegría ; “¡Hemos visto al Señor !” Pero
la tozudez, el desaliento y la incredulidad de Tomás no eran fáciles de vencer. Y él
dijo; “Si no veo con mis ojos las llagas de los clavos en sus manos, no introduzco
mis dedos en ellas, y no pongo mis manos en su costado, no creeré que es Él y
que está vivo”
Ocho días después estando todos, reunidos en el mismo lugar, se oyó de repente
una voz; “La paz esté con vosotros”. El resucitado estaba allí y sus ojos
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-Mendoza- 2010

buscaban al incrédulo; “Pon aquí tu dedo Tomás, y mira mis manos. Alarga tu
diestra y toca mi costado. ¡ Y no seas incrédulo, sino fiel !
Pero, en un acto de fe y de entrega, cuando Tomás vió y oyó a Jesús, expresó con
pocas palabras lo que sentía su corazón; _ ¡ Señor mío, y Dios mío!_ ( Jn. 20,28)
Estas palabras seguramente, nos han servido a nosotros muchas veces para
hacer un acto de fe, en el momento de la Consagración en la Santa Misa o al
hacer una genuflexión frente al Sagrario.
“Porque me viste Tomás has creído, ¡Bienaventurados los que crean sin
haber visto! Dijo el Señor. Y ese dulce reproche del Maestro fue como una espina
en su corazón que lo impulsó a predicar. Lo hizo en Jerusalén y en toda Judea. Lo
escucharon también los partos, los persas y los medas. Según la tradición se
encaminó después a la India y llegó hasta China, realizando milagros y
convirtiendo a muchos en su camino. Fue perseguido y sufrió crueles tormentos.
Murió lanceado o atravesado por una flecha, se cree que en el año 75, en la
ciudad de Calamina.
Nuestra fe es firme porque la sostiene el Espíritu Santo, entonces, siempre que
podamos, acerquémonos al Sagrario, porque allí, Él nos espera Y cuando
estemos allí, miremos a Jesús y repitamos _ ¡ Señor mío, y Dios mío!_ ( Jn.
20,28)
Jesús nos espera en la Hostia Santa, nos espera en la oración, en el Cielo y en el
Paraíso. Él está lleno de Amor para ofrecernos junto a su paz y su perdón.

Texto redactado por la Sra. María Eugenia Rabanedo de Selva , el día viernes
6 de diciembre de 2.002-

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