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En este articulo, expondré los escritos de los padres apostólicos, aquellos que
conocieron a los apóstoles y recibieron su enseñanza de ellos directamente, o de los
escritos de los santos padres y doctores de la Iglesia, que vivieron anteriormente a
Santo Tomás de Aquino.
Hacia el año 62, el sumo sacerdote del judaísmo, Ananías, hizo arrestar a Santiago,
que encabezaba la Iglesia de Jerusalén y le ajustició. Uno de sus hermanos, Simón,
fue llamado a sucederle, pero la situación política de Israel se agravaba y los
conflictos internos del judaísmo eran cada día mayores. Se cree que Pablo fue
decapitado y Pedro fue muerto crucificado boca abajo en Roma durante la
persecución por parte de Nerón. Al final del siglo I, de los apóstoles originales vivía
tan solo Juan, que se había trasladado a Éfeso, cuya iglesia se considera madre de
muchas de Asia Menor y Grecia, donde se manifestaban brotes gnósticos.
Con el emperador Vespasiano, el cristianismo siguió extendiéndose, hasta que en el
año 90 el emperador bajo el imperio de Nerva (de quien dice su
biógrafo Xifilino que «no permitió que se acusase a nadie por haber observado las
ceremonias de la religión judaica o haber descuidado el culto de los dioses») pudo
regresar Juan a Éfeso, y pocos años después falleció, a edad muy avanzada. Con su
muerte (hacia el año 100) concluye la etapa apostólica.
La Didajé y otros escritos de los Padres Apostólicos documentan las principales
prácticas de la iglesia primitiva.[-2]
La razón es que el testimonio de los primeros cristianos sostiene que muchos, tales
como Clemente de Roma y Policarpo, conocieron a los apóstoles de Jesús. Ellos
fueron aprobados por los apóstoles y señalados también para liderar la Iglesia. Los
estudios modernos de la historia de la iglesia deberían depender de los escritores
de la Iglesia Primitiva para informarse sobre temas de gran importancia. Además,
su entendimiento de la Biblia es de gran valor y debe ser usado como un
comentario bíblico. Para estar seguros, ninguno de estos escritores afirmó que sus
escritos les fueron dados por inspiración divina; ni elevaron sus escritos al mismo
nivel que la Biblia. Sin embargo, sí afirmaron que estaban transmitiendo fielmente
la fe que los apóstoles habían entregado a la iglesia.[-1]
Alrededor del año 107, por motivos que desconocemos, el anciano obispo de
Antioquía, Ignacio, fue acusado ante las autoridades y condenado a morir por
negarse a adorar los dioses del Imperio. Puesto que en esos tiempos se
celebraban grandes fiestas en Roma con motivo de la victoria sobre los dacios,
Ignacio fue enviado a la capital para que su muerte contribuyera a los espectáculos
que se proyectaban. Camino del martirio, Ignacio escribió siete cartas que
constituyen uno de los más valiosos documentos del cristianismo antiguo, y a las
cuales tendremos que volver repetidamente al tratar sobre diversos aspectos de la
vida y el pensamiento de la iglesia a principios del siglo segundo. Sin embargo,
lo que nos interesa por lo pronto es lo que estas cartas nos dicen acerca del propio
Ignacio, de las circunstancias de su juicio y su muerte, y del modo en que él mismo
interpretaba lo que estaba sucediendo. Ignacio nació probablemente alrededor del
año 30 ó 35, y por tanto era ya anciano cuando selló su vida con el martirio. En sus
cartas, él mismo nos dice repetidamente que lleva el sobrenombre de “Portador de
Dios”, lo cual es índice del respeto de que gozaba en la comunidad cristiana....
Siglos más tarde, sobre la base de un ligero cambio en el texto de sus cartas, se
comenzó a hablar de Ignacio como el “Portado por Dios”, y surgió así la leyenda
según la cual Ignacio fue el niño a quien Jesús tomó y colocó en medio de quienes
le rodeaban (Mateo 18:2). En todo caso, a principios del siglo II Ignacio gozaba de
gran autoridad en toda la iglesia, pues era el segundo obispo de una de las más
antiguas comunidades cristianas. Nada sabemos acerca del arresto de Ignacio, ni
de quiénes le acusaron, ni de su juicio...
Todo lo que sabemos es lo que él mismo nos dice o nos da a entender en sus
cartas. Al parecer había en la iglesia de Antioquía varias facciones, y algunas
habían llegado a tales extremos en sus doctrinas que el anciano obispo se había
opuesto a ellas tenazmente. Es posible que su acusación ante los tribunales haya
resultado de esas pugnas. Pero también es posible que algún pagano, en vista de la
veneración de que era objeto el viejo obispo, haya decidido llevarle ante los
tribunales. En todo caso, por una u otra razón Ignacio fue detenido, juzgado y
condenado a morir en Roma. [1]
¿Que es lo que conocemos de este mártir de la fe cristiana?
Fue arrestado por las autoridades romanas y llevado a Roma a morir en la arena
del circo. Estas quisieron dar un ejemplo con él y así desanimar al Cristianismo de
extenderse. En cambio, él encontró animosos cristianos a lo largo de toda su ruta y
escribió cartas a los efesios, magnesios, tralienses, filipenses, esmírneos
y romanos, así como una carta a Policarpo de Esmirna, quien de acuerdo con la
tradición cristiana fue obispo de Esmirna.
Hoy en día solamente las variantes más cortas de estas siete cartas se
consideran escritos genuinos de Ignacio. Sus versiones más largas se
consideran enmiendas del siglo V.
Condena vigorosamente a los docetas que afirmaban que Jesús no había tenido
cuerpo verdadero sino solo aparente, y por este error, comenta San Ignacio, no
querían tomar parte de la eucaristía y morían espiritualmente por apartarse del don
de Dios.
Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne
de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un
solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos
consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios [4]
No siento placer por la comida corruptible ni por los deleites de esta vida. El pan de
Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, el del linaje de David; y por bebida
quiero la sangre, de él, el cual es caridad incorruptible [5]
Solo aquella Eucaristía ha de tenerse por válida, que se celebra bajo el obispo o
aquel a quien él se lo encargare… No es lícito sin el obispo ni bautizar ni celebrar
ágapes.
Sin embargo, no es posible interpretar esa frase para inducir que San Ignacio
pensara que el evangelio es la carne de Jesús, sino más bien que se adheriría a la
una al igual que a la otra. En la carta a los filadelfios escribe:
Pero aquí tampoco es posible afirmar que hay sentido simbólico, sino más bien
simplemente una metáfora. Así cuando se dice “La sangre de Cristo es mi gozo”
nadie interpreta que quisimos decir “La sangre de Cristo significa gozo”
Sin embargo nos comenta Jesús Solano que el hecho de que un autor use a veces
una palabra en sentido simbólico, no se sigue que siempre la haya de usar en ese
sentido.
No menos de treinta y siete veces emplea San Ignacio la palabra “carne” o “sangre”
y solo aquí la utiliza en sentido simbólico. En este caso el contexto es muy claro. Se
sabe también por fuentes literarias que los docetas negaban la realidad de la carne
del Señor, por tanto es ilógico pensar que cuando San Ignacio luego de condenar
su doctrina, entienda al igual que ellos la carne en sentido simbólico, porque en
este sentido no la negaban los docetas.
Pero como hemos leído, las cartas de este Padre son dudosas. Pero igual, debemos
considerar también el hecho de que
Muestran signos de haber sido escritas con gran prisa y sin un plan
concreto, como oraciones corridas y una sucesión asistemática del
pensamiento. [11]
Camino de Roma, Ignacio y los soldados que le custodiaban pasaron por Asia
Menor. A su paso, varios cristianos de la región vinieron a verle. Ignacio pudo
recibirles y conversar con ellos por algún tiempo. Tenía además un amanuense,
también cristiano, que escribía las cartas que él dictaba. Todo esto se comprende si
tomamos en cuenta que en esa época no existía una persecución general contra
todos los cristianos en todo el Imperio, sino que sólo se condenaba a quienes
alguien acusaba. Por tanto, todas estas personas procedentes de diversas iglesias
podían visitar impunemente a quien había sido condenado a morir por el mismo
“delito” que ellos practicaban.
Las siete cartas de Ignacio son en su mayor parte el resultado de esas visitas.
Desde la ciudad de Magnesia habían venido el obispo Damas, dos presbíteros y un
diácono. De Trales había venido el obispo Polibio. Y Éfeso había enviado una
delegación numerosa encabezada por el obispo Onésimo, que bien puede haber
sido el Onésimo de la Epístola a Filemón. A cada una de estas iglesias Ignacio le
escribió una carta desde Esmirna. Más tarde, desde Troas, escribió otras tres
cartas: una a la iglesia de Esmirna, otra a su obispo Policarpo y otra a la iglesia de
Filadelfia. Pero para el tema que estamos discutiendo aquí —la persecución en el
siglo II— la carta que más nos interesa es la que Ignacio escribió desde Esmirna a
la iglesia de Roma. De algún modo, Ignacio había recibido noticias de que los
cristianos de Roma proyectaban hacer gestiones para librarle de la muerte. Pero
Ignacio no ve tal proyecto con buenos ojos. Ya él está presto para sellar su
testimonio con su sangre, y cualquier gestión que los romanos puedan hacer le
resultaría un impedimento.
Por esa razón el anciano obispo les escribe a sus hermanos de Roma: Temo vuestra
bondad, que puede hacerme daño. Pues vosotros podéis hacer con facilidad lo que
proyectáis; pero si vosotros no prestáis atención a lo que os pido me será muy
difícil a mí alcanzar a Dios (Romanos 1:2). El propósito de Ignacio es, según él
mismo dice, ser imitador de la pasión de su Dios, es decir, de Jesucristo.
Ahora que se enfrenta al sacrificio supremo es que empieza a ser discípulo, y por
tanto lo único que quiere que los romanos pidan para él es, no la libertad, sino
fuerza para enfrentarse a toda prueba “para que no sólo me llame cristiano, sino
que también me comporte como tal”. “Mi amor está crucificado [...] No me gusta
ya la comida corruptible, [...] sino que quiero el pan de Dios, que es la carne de
Jesucristo [...] y su sangre quiero beber, que es bebida imperecedera”. Porque
“cuando yo sufra, seré libre en Jesucristo, y con él resucitaré en libertad”. “Soy
trigo de Dios, y los dientes de las fieras han de molerme, para que pueda ser
ofrecido como limpio pan de Cristo”. Y la razón por la que Ignacio está dispuesto a
enfrentarse a la muerte es que a través de ella llegará a ser un testimonio vivo de
Jesucristo: Si nada decís acerca de mí, yo vendré a ser palabra de Dios. Pero si os
dejáis convencer por el amor que tenéis hacia mi carne, volveré a ser simple voz
humana (Romanos 2:1).
Así veía su muerte aquel atleta del Señor, que marchaba gozoso hacia las fauces de
los leones. Poco tiempo después, el obispo Policarpo de Esmirna escribía a los
filipenses pidiendo noticias acerca de la suerte de Ignacio. No sabemos a ciencia
cierta qué le respondieron sus hermanos de Filipos, aunque todo parece indicar
que Ignacio murió como esperaba, poco después de su llegada a Roma.[12]
Más importante es que, dentro de ese relato, se encontró en el año 1646 la versión
griega de una de las cartas de Ignacio, perdida hasta entonces. Además del Martirio
colbertino, se conservan también cartas apócrifas de propósito diverso que simulan
haber sido escritas o recibidas por Ignacio durante su viaje a Roma y que la crítica
considera espurias de forma unánime.
De todas estas fuentes, se desprende una exigua «Vida de Ignacio» que tiene su
parte especulativa pero que es todo cuanto hay. Tan importante como eso es,
sin embargo, que dicha vida está inmersa en un contexto histórico que la sostiene y
da profundidad.
Junto a Ignacio, hay lugares, sucesos y gentes que estaban presentes en la mente
de aquellos que vivieron esos momentos y que proyectan la vida de Ignacio en el
complejo horizonte del cristianismo primitivo.
Ese horizonte es hoy del máximo interés ya que los escritos de los Padres
Apostólicos son el primer lugar donde se puede escudriñar la influencia y el grado
de formación de los evangelios. [13]
Por este motivo, prefiero reflexionar directamente de las escrituras y no de la
tradición de Ignacio. No desprecio sus reflexiones, pero disiento sinceramente de
ellas. Por los motivos que expuse anteriormente; creo honestamente que no hay
nada místico en los elementos de la Cena del Señor.
¿En qué sentido está presente Cristo en la Santa Cena? La Iglesia Católica Romana
enseña que el cuerpo y la sangre literales de Cristo están presentes en el pan y la
copa, y que en el momento de la consagración los elementos son realmente
transformados (transubstanciación). La Iglesia Luterana enseña que el individuo
participa del cuerpo y de la sangre verdaderos de Cristo en, con, y bajo los
elementos. Los elementos permanecen sin mutación, pero la oración de
consagración comunica a Cristo a los participantes (consubstanciación).
El punto de vista reformado (Calvino) enseña que, aunque los elementos son
solamente símbolos, participar de ellos implica participar de Cristo en Su presencia
redentora. Zwinglio, sin embargo, enseñó que la Santa Cena era solamente
una conmemoración. Es una conmemoración, pero también es un servicio donde la
presencia de Cristo en Su pueblo efectúa una comunión real.
La ordenanza sola (sin la comida) consistió en que Cristo tomara el pan sin
levadura, diera gracias, lo repartiera a los discípulos, e hiciera lo mismo con la
copa.
La primera referencia, arriba, de Justino Mártir declara que el vino se mezclaba con
agua. Las Escrituras no usan la palabra “vino” en conexión con la Santa Cena, sólo
“la copa” o “el fruto de la vid”. Por supuesto, se trataba del jugo de la uva, pero no
declaran si era fermentado o no. El vino sin fermentación se usaba más en el
tiempo de Cristo de lo que la gente supone. Sin embargo, si este era fermentado
aparentemente estaba diluido con agua. Por el bien de los alcohólicos convertidos o
aun para evitar que alguien comience a consumir alcohol, el jugo no fermentado es
preferible a la luz del problema mundial del alcoholismo hoy en día.
Sus significados
1. Es un recordatorio de Cristo (1 Corintios 11:24). Conmemora Su vida (el pan),
Su muerte (la copa), Su resurrección y Su presencia viva (el servicio mismo).
2. Es una proclamación de Su muerte (1 Corintios 11:26). El servicio mismo
declara el mensaje del Evangelio como también las demandas del Evangelio sobre
la persona redimida. Un misionero que yo conocí fue guiado a servir en el
campo misionero cuando él, como pastor que administraba la Cena del Señor en su
iglesia, meditaba sobre su significado mientras
los diáconos distribuían los elementos.
3. Es una afirmación de la segunda venida de Cristo (Mateo 26:29; 1 Corintios
11:26).
4. Es un tiempo de comunión con Cristo y Su pueblo (1 Corintios 10:21).
Notas
• [-2] http://es.wikipedia.org/wiki/Historia_del_cristianismo
• [-1] Diccionario de la Iglesia primitiva - Introducción
(cf.http://lasteologias.wordpress.com/2010/05/26/diccionario-de-la-iglesia-
primitiva/)
• [0] cf. http://escrituras.tripod.com/Textos/EpIgnacio.htm
• [1] http://tematicacristiana.blogspot.com/2009/06/ignacio-de-
antioquia.html
• [2] Justo L. González, Historia del Cristianismo Tomo I, pag. 58-59,ed.
Unilit
• [3] [4] [5] [6] [7] [8]
[9] http://www.apologeticacatolica.org/Eucaristia/EucaristN02.htm
• [10] http://tematicacristiana.blogspot.com/2009/06/ignacio-de-
antioquia.html
• [11] http://tematicacristiana.blogspot.com/2009/06/ignacio-de-
antioquia.html
• [12] Justo L. González, Historia del Cristianismo Tomo I, pag. 58-59,ed.
Unilit
• [13] http://es.wikipedia.org/wiki/Ignacio_de_Antioquía
• [14] El Catolicismo Una Fe En Crisis Producciones Lumen PO Box 595
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