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A Eunice siempre le había atraído el agua. De pequeña chapoteaba en su tinita a la hora del
baño. Cuando pudo caminar y correr, chapoteaba en los charcos y no perdía la oportunidad
La lluvia la hacia muy feliz. Cerraba sus ojos y sentía a las gotas caer en su cara y resbalar
por sus mejillas. Abría sus manos tratando de sujetar la niebla o de atrapar las gotitas de una
llovizna o chubasco; pero sabía que si granizaba, más valía ponerse a resguardo para no
sufrir algún coscorrón, aunque al final, si caía suficiente granizo, daba la ilusión de una
nevada.
Un día, a Eunice se le ocurrió una idea: atraparía a una gotita de lluvia para cuidarla. Como
sabía que de su mano se escurriría, tomo la cucharita dorada de la abuela, que estaba en la
azucarera.
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Esa tarde de verano, la lluvia comenzó a caer. La niña salió corriendo con la cucharilla por
delante para atrapar su gotita, pero tanto traqueteo no le permitía que ninguna gota se
quedara en la cuchara.
Cansada, paró por un momento. Extendió su brazo al frente sosteniendo el dorado utensilio
por el mango, y justo una gotita hizo POING, y se quedó acurrucada en la cabeza del cacillo.
Eunice estaba muy contenta con su gotita. Entró a casa, puso la cuchara sobre la mesa, se
secó y se quedó observando. La gotita era redondita. Brillaba con la luz como un diamante, y
Curiosa, Eunice acercó su nariz y la olió. No percibía nada. Alzo e inclino la cuchara para ver
de que color era la gotita, pues tal vez había traído algo del azul del cielo o del gris de las
nubes. Pero era cristalinamente transparente. Podía ver a través de ella, aunque las cosas
no se veían igual.
dormir, se le ocurrió poner a la gotita en su refrigerador. Después de todo, afuera hacía frío y
pensó que la gotita se sentiría cómoda ahí. Colocó la cuchara en el estante más alto, se
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A la mañana siguiente, Eunice fue corriendo a la cocina para sacar a la gotita del refri. Cual
sería su sorpresa que en el fondo de la cucharita había algo blanco y frío. Se preguntaba a
Dejó la cucharilla sobre la mesa y abrió de nuevo el frigorífico para buscar si se había
Apoyando su mejilla en la mano con aire pensativo, la niña tomaba su desayuno mientras
terminar y cuando volteó de reojo a ver el dorado cubierto, para su sorpresa la gotita estaba
de nuevo ahí.
"Que alivio el no haberla perdido", pensó. Afuera, el sol brillaba, así que Eunice salió con su
gotita a jugar un rato. Llevó con mucho cuidado la cuchara para que la gotita no se cayera.
Mientras salía, su vecina la llamó, pero antes de ir con ella, dejó a la gotita sobre un tabique
que estaba sobre el pasto. La pequeña fue con su amiga y se pusieron a jugar con unas
muñecas.
Después de un rato, Eunice regreso a casa. Tenía sed, pues el sol caía a plomo, así que fue
directo a la cocina a tomar un poco de agua. Justo cuando iba en el segundo sorbo, se
acordó de que había dejado a la gotita afuera. Salióal patio, y al recoger la cucharilla que
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había dejado sobre el tabique, de nuevo la gotita había desaparecido.
Esta vez, no había rastro de ella ni en el tabique, ni en la cuchara. Vaya que esa gotita era
escurridiza.
La pequeña fue con su abuela a devolverle la cucharilla, y le contó lo que había pasado. Su
abuela sonrío, y le dijo a Eunice que el sol había hecho que la gotita regresara al cielo, donde
Era seguro que si trataba de atrapar otra gota de lluvia, no sería la misma, pero tal vez
tendría un pedacito de esa gotita travieza, capaz de hacer magia en el calor o en el frío.