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Procesos materiales que comenzaron a operar desde el último cuarto del siglo XIX:
inmigración, crecimiento demográfico y urbanización. Según Gino Germani “la Argentina moderna no
puede ser comprendida sin un análisis de la inmigración masiva y su impacto”. Durante este período
el incremento de la población y el peso de los flujos migratorios dentro del mismo aumentó y se
aceleró notablemente; la población del país creció de más de 1 millón 700 mil según el Censo
nacional de 1869, a más de 7 millones 800 mil, según el tercer censo nacional de 1914. ese
incremento, en parte explicado por un crecimiento natural (registrados los cambios en las tasas de
natalidad y mortalidad), obedeció principalmente al impacto del flujo inmigratorio. Tanto factores
locales como grandes “revoluciones globales” operaron para producirlo. En Europa la progresiva
liberalización de los marcos institucionales que permitiría una erradicación de los frenos al libre
movimiento de las personas; la revolución agrícola (de una agricultura de subsistencia a una
agricultura comercial); la revolución industrial; y por último, la revolución tecnológica en los medios de
transporte (navegación y ferrocarriles), que haría posibles tales desplazamientos. Estas variables
ayudan a entender la magnitud alcanzada por los flujos migratorios, de la misma manera en que la
dimensión “microsocial” del fenómeno, las redes o los patrones de asentamiento, ayudan a entender
las decisiones de cientos de miles de individuos y familias en torno de este fenómeno.
Rasgos peculiares del caso argentino: casi el 80% del total de los inmigrantes registrados en
1914 provenían de España y de Italia. Germani llamó la “doble concentración”, concentración de
integrantes en las categorías de PEA, y la concentración en determinadas zonas del país, en
particular ciudades.
Respecto de lo primero, se destaca la exitosa integración de los inmigrantes en las categorías
ocupacionales más relevantes. Hacia 1914, el 60% del personal empleado en los establecimientos
del comercio e industria del país estaba formado por inmigrantes. Este porcentaje crecía hasta el 70%
cuando se trataba de la presencia de los inmigrantes entre los propietarios de dichos
establecimientos. Es decir, los inmigrantes se insertaban fuertemente en las nuevas categorías de
ocupación que surgían a raíz del crecimiento económico. Tenían menos éxito en lo que hace a las
categorías asociadas a las actividades más tradicionales, en las que la población nativa retuvo una
participación mayor: las agropecuarias, empleo público, participación en el sistema educativo. Esto se
reflejaría tanto en la mayor concentración de los inmigrantes en los centros urbanos como en la
estructura social que se iría conformando a lo largo de ese proceso.
Respecto de la concentración geográfica de la inmigración, el crecimiento experimentado por
las grandes ciudades se debió en buena parte al asentamiento de flujos migratorios. Al desarrollo de
las grandes ciudades –Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Santa Fe, Bahía Blanca- ,lo acompañó la
multiplicación de centros urbanos de menor tamaño en las áreas rurales, impulsada por la expansión
de los cultivos cerealistas en la que se apoyaría el nacimiento de la “pampa gringa”. Estos procesos
generaron serias consecuencias sociales, problemas comunes a los surgidos en otras ciudades
occidentales. La urgencia por solucionar las necesidades básicas de los inmigrantes y de esa nueva
población urbana en general en materia de vivienda, salud y condiciones de trabajo pasó a constituir
el núcleo de la llamada “cuestión social” del período.
En la ciudad de Buenos Aires, donde el impacto de la inmigración se hizo sentir más
fuertemente, la mejora en las condiciones de salud pública acompañó el crecimiento de la población.
A partir de 1880 la construcción y operación de las obras de salubridad, primero por compañías
privadas y luego por la Comisión de Obras de Salubridad, que se convertiría en Obras Sanitarias de
la Nación, mejoró notablemente las condiciones de higiene de la ciudad. La tasa de mortalidad por
enfermedades infecciosas disminuyó.
La provisión de servicios sanitarios eficientes fue acompañada por el crecimiento en el
número de instituciones hospitalarias, y la creación de un sistema de asistencia médica gratuita para
los más necesitados. Hacia fines del siglo XIX, Buenos Aires contaba con una estructura de
asistencia médica diversificada en instituciones públicas y privadas, basada en cuatro pilares
principales: la Sociedad Nacional de Beneficencia, creada en 1823 por Bernardino Rivadavia; las
asociaciones creadas por la comunidad de inmigrantes, que mantenían sus propios hospitales y
sistemas de asistencia para los miembros de las distintas comunidades; las instituciones privadas y
religiosas de caridad, que se dedicaron a la asistencia sanitaria, y por último las instituciones
municipales, como el PADELAI, creado en 1892 por la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, y
la asistencia pública de Buenos Aires.
Estrechamente vinculado al tema de salud pública, se encontraba el problema de la vivienda
disponible. La presión ejercida por la inmigración masiva sobre la oferta de vivienda urbana en un
período relativamente corto, llevó al surgimiento de los conventillos como una primera respuesta; la
proporción de moradores fue disminuyendo aproximadamente hacia 1919, hecho facilitado por la
forma en que el crecimiento de la construcción de viviendas siguió el crecimiento demográfico;
Introducción de sistemas de loteos y ventas por pagos mensuales; el desarrollo de un sistema de
transporte eficiente y barato hizo posible la expansión geográfica de la ciudad, con el consecuente
aumento en la oferta de vivienda en áreas menos congestionadas, a menor costo y con mejores
condiciones de vida. Pese a los indicios de que Buenos Aires estaba enfrentando exitosamente el
desafío lanzado por la rápida urbanización, la visión de la vivienda como un agudo problema social y
la vinculación entre la vivienda y la salud pública continuaron en el centro del debate sobre la cuestión
social.
Aumentos registrados en las estadísticas oficiales en áreas como la criminalidad urbana, la
prostitución, la mendicidad y el alcoholismo agregaron una dimensión moral al debate sobre la
influencia de la inmigración en el surgimiento de esa cuestión social. La participación de los
inmigrantes en las primeras asociaciones obreras generaron las primeras expresiones de protesta
social. Servía además para establecer en observadores una vinculación directa entre la inmigración y
las amenazas al orden público, las huelgas o los atentados anarquistas. Muchos de estos
enfrentamientos fueron respondidos desde el Estado por una política en la que se postulaba como
una cuestión de orden público el tratamiento diferencial entre extranjeros y nativos, postulaciones
frecuentemente inspiradas en un variado universo de doctrinas raciales y biologicistas primero, y por
el emergente nacionalismo cultural argentino después, pero para el grueso de los grupos dirigentes, y
para la opinión pública en general, la inmigración continuó siendo uno de los motores del progreso
argentino, y como tal no podía ser puesto en riesgo por medidas que buscaran restringir el carácter
fundamentalmente abierto de la política migratoria.
A su vez, este proceso de crecimiento de los sectores urbanos impulsado por la inmigración,
estuvo fuertemente marcado por una particular configuración geográfica. Este crecimiento explosivo
de las grandes ciudades y de la participación de los extranjeros en ese crecimiento, se concentró en
la zona del litoral pampeano, afectando principalmente la Capital Federal y las provincias de Buenos
Aires, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Esta concentración geográfica tendría efectos de largo
alcance sobre la estructura social del país, al contribuir a la profundización de desequilibrios
regionales, que si bien tenían su origen en procesos anteriores a este período, se volverían más
pronunciados luego del proceso del impacto inmigratorio.
La emergente clase media y los sectores populares en tanto que “consumidores” eran los que
Impulsaban el surgimiento de una naciente industria nacional, transformando las características del
mercado de consumo local: las nuevas campañas publicitarias facilitaron el surgimiento de una
sociedad de consumo masivo, y en el cambio de siglo se produjo una explosión en el consumo de
artículos como cigarrillos, fósforos, cerveza, vino, zapatos y ropa, que empezó a producirse en serie y
a menor precio. La circulación de diarios, revistas y libros reflejaba esa expansión en el consumo,
asociado no sólo a cambios tecnológicos, sino también a la expansión de la educación y el
alfabetismo.
en resumen, mientras que la cultura de élite se dividía entre una vertiente más tradicional y
austera, y otra cosmopolita y de consumo refinado, los sectores medios y populares avanzaron
sobre formas de sociabilidad y consumo que antes parecían reservadas exclusivamente para
esos sectores de’elite, y al hacerlo, se convirtieron en impulsores de estilos de vida que tendían a
la masificación y a la democratización de la estructura social argentina.
entonces, las claves para entender los cambios en la conceptualización de la sociedad no residen
solamente en las transformaciones subyacentes a la estructura social, sean éstas materiales o
culturales, sino también en las cambiantes configuraciones políticas e ideológicas de quienes
interpretan esos procesos sociales.
la extendida convicción de que durante este período se fijaron las bases para el
surgimiento de la sociedad “de clase media”, integradora, igualitaria, que se convertiría en un
rasgo de la evolución argentina, se apoya tanto en ciertos procesos económicos y sociales como
en una acumulación de procesos culturales y políticos que constituyeron una visión particular de
la sociedad argentina, apoyada en un consenso básico en torno a ciertos valores.
por lo tanto, se deben rastrear no solamente el impacto de esos procesos
materiales y culturales que transformaron la sociedad, sino también el origen de esa
construcción cultural que permitió conceptualizarla: ¿cuándo, cómo y por qué surgió en la
sociedad argentina esta creencia en una sociedad que se caracterizaba por la integración,
ascenso de la clase media como sus rasgos distintivos?
estos interrogantes aparecen entonces tan legítimos como aquellos referidos a
los fenómenos materiales y culturales.
Cabe entonces preguntarse por las razones por las que esa imagen de estructuración de la
sociedad argentina moderna ha persistido a lo largo del tiempo; en este sentido, los censos, los
mapas y los museos actuaron como instrumentos complementarios del papel
que la educación pública jugó en la conformación de una imagen determinada de la sociedad
argentina. Especialmente los Censos nacionales, cuyo panorama de los éxitos de los inmigrantes en
la Argentina y de su integración a la sociedad local coincidía con el mensaje que desde la estructura
administrativa se utilizaba para atraer a los inmigrantes al país. Es decir, los censos operaron no sólo
como registro estadístico y de medición de la realidad argentina del período, sino que también
establecieron una manera de proyectar hacia el futuro una determinada imagen de la sociedad.